03
-¡Bájame el precio! -Liu Yi miraba al pescador con enojo-. Siempre te compro a ti, ¿cómo vas a subirme el precio de esta manera?
-Pequeña Yiyi, entiende, el precio de la comida se está disparando por la guerra -el pobre señor miraba a Liu Yi como si estuviera en un gran aprieto.
-¡Pero aun así! Señor Yichen, ¡es demasiado caro! -parecía que la albina iba a llorar en cualquier momento.
-Ya, ya, niña, tómalo o déjalo. Sabes bien que siempre te hemos tenido consideración con el precio, pero ahora mismo no podemos darnos el lujo, pequeña Yiyi -una señora, la esposa del señor Yichen, regañó a Liu Yi; aunque fue en un tono severo, el gesto hacia ella tenía cierta dulzura.
-Bueno, bueno, cambiando de tema, ¿has escuchado los rumores? -la anciana Nuo le hablaba en un susurro a Liu Yi. Ella solamente se concentraba en regatear el precio del pescado con el esposo de la mujer, pero cuando la anciana le dijo aquello, rápidamente paró la queja.
-¿Qué rumores, vieja Nuo? -preguntó ella rápidamente, curiosa.
-Sabes, pequeña Yiyi, dicen que en este pueblo hay infiltrados de Qin.
Un escalofrío recorrió la espalda de Liu Yi y sin poder evitar apretó los labios. ¿Espías? ¿Acaso Zheng era un espía?
-¿Cómo puede ser eso posible? -dijo fingiendo inocencia y sorpresa.
La anciana la miró curiosa.
-Pequeña Yiyi, cada vez hay más soldados por estos rumbos. Ten cuidado y no te metas en problemas -la anciana acarició el cabello de la chica en un gesto maternal-. ¿Estás segura de que no quieres vivir con nosotros? Vives muy alejada del pueblo, pequeña. Si te pasa algo... tus padres no me lo perdonarían... ni yo misma...
La anciana Nuo y el anciano Yichen habían ayudado a sus padres a establecerse en el pueblo, eran como unos abuelos para ella.
-Es cierto, pequeña Yiyi... ¿Al menos por qué no vienes con nosotros mientras el ambiente se calma? -mencionó el anciano Yichen.
Los ojos perlados de Liu Yi se aguaron un poco. Estos malditos viejos entrometidos, siempre habían sido tan amables con ella, le rompía un poco el corazón que la vieran con tanta preocupación; aun así, no quería perder su independencia ni su estilo de vida.
-Ya, ya, maldita vieja, deja de estar tan preocupada, no va a ocurrir nada -trató de calmarla, pero sólo se ganó un fuerte coscorrón de la anciana-. ¡Eso duele, maldita vieja!
-Mocosa irrespetuosa, no conoces el corazón de esta anciana -dijo dramáticamente.
Ella se agachó en el suelo y se sujetó la cabeza con fuerza. Esa vieja maldita tenía mucha fuerza. Se quedó mirando el suelo, concentrada un par de segundos, cuando al fin recordó lo que tenía pendiente, se paró del suelo abruptamente y buscó en su bolso que estaba lleno de medicamentos y hierbas.
-Tenga, señor Yichen -dijo ella sacando un frasco con un líquido verde, que a simple vista era horrible.
-Mi niña, no puedo aceptarlo, no puedo pagarte por él -el anciano negó con la cabeza.
-Acéptelo, por favor -dijo, había estado tratando una enfermedad en el hombre, una que le provocaba dolores en el pecho y dificultad para respirar. Aun si ella no sabía muy bien qué enfermedad era, trataba de contener los síntomas-. En serio, el dinero no importa. Cuide su salud, viejo problemático.
El hombre se río suavemente. El señor Yichen era un hombre tranquilo que siempre tenía una sonrisa amable y comprensiva, todo lo contrario a la señora Nuo.
-Si nuestra Yiyi lo dice -accedió finalmente-, está bien, voy a darte un descuento por el pescado.
Los ojos de Liu Yi se iluminaron y la señora Nuo le dio un sonoro golpe al hombre; aun así, no se negó a darle el descuento.
...
El atardecer se acercaba y ella disminuyó el paso. Normalmente, si la luna aparecía y el paisaje quedaba en penumbras, era común aumentar la marcha para llegar a casa. ¿Por qué ella no lo hacía entonces? ¿Qué tenía la oscuridad del ambiente que tanto le llamaba la atención? ¿Acaso era el sonido de los grillos? ¿O la brisa de la noche que se sentía agradable?
Ella no lo sabía, pero sí estaba segura de que le gustaba mucho cuando el sol finalmente se iba y aparecía la luna.
Sus ojos perlados viajaron hasta el cielo, y allí la vio. No era una luna llena, pero se veía lo suficientemente hermosa como para hacerla sonreír.
Un sonido rompió su contemplación. Un crujido entre los arbustos, demasiado sutil para ser un animal, demasiado cercano para ser el viento.
Liu Yi no era una mujer que se asustara fácilmente. Su vida en un pueblo cerca de la zona de guerra le había enseñado a mantener la calma. Lentamente, giró su cabeza hacia el origen del sonido, sus manos ya preparadas para sacar la delicada horquillas que tenía en su cabello -recuerdo de su madre- y defenderse con ella si era necesario. Un quejido suave, apenas audible, emergió de entre los arbustos. Demasiado lastimero para ser el viento, demasiado delicado para ser un animal grande.
Liu Yi no era una mujer sentimental, pero los sonidos de dolor siempre la habían movilizado. No era alguien altruista, pero, si podía ayudar a alguien a no sentir dolor ¿por qué no hacerlo?
Volvió a colocarse su horquilla y lentamente, se acercó a los arbustos. Entre las sombras, distinguió una pequeña forma temblorosa. Un cachorro. Sucio, delgado, con una pata aparentemente lastimada.
-Ey-susurró-. ¿Qué te ha pasado?
El perrito la miró con unos ojos grandes y asustados. Estaba tan delgado que sus costillas se marcaban bajo el pelaje sucio. Parecía un sobreviviente más de esta guerra interminable.
Liu Yi no era de tener mascotas. El dinero era escaso, y mantener un animal podía ser un lujo. Pero algo en esos ojos la conmovió.
-No te quedarás conmigo -murmuró mientras lo levantaba con cuidado tratando más de convencerse a si misma al decirlo en voz alta-. Solo te curaré y ya.
El cachorro gimoteó, acurrucándose contra su pecho como si supiera que había encontrado refugio, pareja que, a pesar de la crueldad humana, el perro aún tenía fe...
Sus ojos perlados miraron nuevamente la luna - por qué siempre se me cruzan heridos? Se que soy médica pero ¿es necesario? - ella suspiro y sacó un pañuelo de su bolso, dejó al animal en el suelo y procedió a darle un chequeo, no era especialista en animales, aun así, hacia lo que estuviera a su mano.
Con movimientos precisos, Liu Yi revisó la pata del cachorro. Nada roto, solo un raspón profundo que necesitaría limpieza y vendaje. Sus manos, expertas en sanar, no dudaron ni un segundo.
-Vas a quedarte quieto -le advirtió al perrito, que la miraba con ojitos lastimeros, por alguna razón, a pesar de que no tuvieran ni la más mínima similitud, Liu yi no pudo evitar pensar en Zheng al ver al cachorro. Se dio una bofetada mental y siguió con su labor.
Sacó de su bolso los mismos frascos y vendas con los que trataba a los humanos. Un ungüento de hierbas locales, alcohol para limpiar la herida, vendas limpias. El cachorro se removió inquieto mientras ella trabajaba, pero no intentó escapar.
-Tranquilo -murmuró-. He tratado heridas peores que esta, vas a estar bien...
Cuando terminó, el perrito la miraba como si fuera su salvadora. Liu Yi suspiró. Sabía que no podía simplemente dejarlo ahí, abandonado.
-Una noche -se dijo a sí misma-. Solo una noche.
Pero eso era solo una excusa, ella sabia que, no tenía el corazón para dejar al perrito solo a su suerte...
...
-Saca esa espada de mi cuello antes de que te mate- Liu Yi miró a Zheng con ojos asesinos. El hombre estaba en alerta, y cuando ella entró, fue recibida con una espada en su cuello, parecía que pensaba que ella era algún soldado de Qi o algo así.
-¡Ah! Pero si solo eres tú- el hombre se tocó el costado donde aún estaba su herida y se relajó visiblemente, retirando la espada de su cuello.
-¡Ah! ¿Solo yo? ¿Te parece tratar así a la persona que salvó tu trasero?- le dijo irritada, aun así decidió ignorarlo y pasó de largo, colocando al cachorro en una manta en el piso, cerca de la chimenea.
-Ya, lo siento. No sabía que eras tú -dijo el hombre, haciendo un puchero-. Por cierto, ¿qué es eso? -señaló al can.
-Lo encontré mientras venía para acá... Está herido y desnutrido... -dijo con lástima-. Creo que alguien lo abandonó a su suerte -sus cejas se fruncieron y dio un suspiro-.mi casa ya parece albergue con tanto intruso.
Se quejó en voz baja, el hombre se rió, y el perro dio un pequeño ladrido.
-Por otro lado, conseguí mucha comida a buen precio en el pueblo, así que cenaremos bien hoy. He conseguido carne, señorito -bromeó ella, y él le siguió el juego.
-Ja, no esperaba menos de ti -dijo cruzándose de brazos y dándole una sonrisa.
El ambiente era... extraño. Zheng miraba al cachorro dormir mientras Liu Yi preparaba la cena.
-Oye, Zheng... sabes... dicen que en el pueblo... -ella dudaba de si contar algo relacionado a los rumores de espías de Qin en Qi-. Nada, olvídalo.
-Si es algo que pueda contestar, lo haré -comentó al aire. Luego de haber estado demasiado tiempo en silencio.
-Olvídalo, ya me has dicho que no indague de más, así que no lo haré -dijo finalmente, volviendo a su labor de quitarle las espinas al pescado.
Zheng giró su cabeza hacia ella, un poco curioso. Su impresión de la mujer era muy clara: era poco femenina y malhumorada, aun así, era amable a su manera y se preocupaba por los demás, aunque no lo admitiera en voz alta. Después de estar allí 2 semana y 5 días conviviendo con ella sin otra opción, él podía decir que esa mujer era de confianza.
-Momantai, my lady. Mientras pueda responder tu pregunta, lo haré -dijo con su sonrisa jocosa de siempre.
Las mejillas de Liu Yi se sonrojaron, y por primera vez cayó en cuenta de que había estado viviendo sola con un hombre enemigo en su pequeña casa de 4 paredes. Era una mujer soltera, sola con un hombre...
-Mi lady, mi trasero -dijo cuando le cortó la cabeza al segundo pescado de un solo golpe, exaltada. Respiró profundo y luego lo miró-. ¿Por qué no quieres mostrarme tu cara?
No era eso exactamente lo que quería preguntar, aun así, sí que le acusaba curiosidad, no por nada uno de los pasatiempos de Liu Yi era chismear con las viejas del pueblo.
Aun así, algo le decía en su interior que no se involucrara más, que no indagara, que se iba a arrepentir.
-Porque si ves mi cara, te vas a enamorar de mí -respondió sin ninguna duda, y ella se arrepintió de haber insistido.
-Ah... claro... -ella lo miró con cara de póker y siguió quitándole las espinas al segundo pescado después de haberlo cortado y haberlo destripado. Sí, al vivir sola, ella se las arregló para aprender un poco de todo.
El hombre empezó a reírse escandalosamente y luego giró su cabeza hacia ella.
-¿Por qué quieres ver mi cara? -dijo con una voz suave que no había escuchado antes.
Tenía razón. ¿Por qué quería ver su cara? ¿Por qué indagar aún más en él? Una vez curado por completo, él se iría inmediatamente y nunca más se volverían a ver.
-Simple curiosidad -mintió.
Tal vez quería ponerle cara a la persona que le hacía compañía en el transcurrir de los días. Desde que sus padres habían fallecido, se había encerrado en sí misma, en esa vida en soledad viviendo en esa casa pequeña llena de recuerdos... Tal vez... Solo indagaba más para poder tener una especie de conexión con ese extraño. Tal vez por eso lo rescató, aun cuando sabía que él era un enemigo. Tal vez... ella se sentía sola.
Zheng se levantó la venda cuando ella se dio la vuelta, buscando un par de cosas en los estantes de la cocina. Miró la figura de la mujer que lo salvó por primera vez: su cabello largo de color plata brillaba, aunque estaba un poco sucio, era hermoso; su piel era clara, y su figura, delicada. A simple vista, era una belleza, una belleza poco femenina y de mal carácter, pero una belleza al fin y al cabo. Se extrañó un poco al encontrarse teniendo esos pensamientos, rápidamente se bajó la venda. No tenía tiempo para esas cosas tontas, tenía una misión y una promesa que cumplir.
-Ah, entonces... -él dejó un espacio en blanco, un silencio que solo hizo que la curiosidad de Liu Yi aumentara-. Es un secreto -llevó uno de sus dedos a sus labios sin perder su sonrisa, que esta vez denotaba misterio.
Ella lo miró mal, como si el hombre fuera un villano por dejarla con la curiosidad. De repente, el cachorro dio un gemido suave, llamando la atención de ambos. Liu Yi se agachó para acomodarlo mejor en la manta, notando que temblaba ligeramente.
-Parece que tiene frío -murmuró más para sí misma que para Zheng. Tomó otra manta y se la puso al can, a la vez que agregaba más leña a la chimenea-. El invierno se acerca cada vez más... -murmuró al aire.
Volvió a su labor de cocinar la cena y, en todo su labor, no paró de sentirse observada. Aun si él tenía una venda en los ojos, de una u otra forma, se sentía observada. De repente, se percató de que el hombre se movió con lentitud, todavía adolorido por su herida. Liu Yi lo observó de reojo, notando cómo contenía un quejido al intentar incorporarse. Si hacía movimientos bruscos, podría abrirse la herida de nuevo y arruinar el proceso de sanación que ya tenía.
-¿Necesitas algo? -preguntó, intentando que su voz sonara indiferente. Aun así, su cara era como un libro abierto. Suerte que no pudiera verla por la venda.
-Agua -respondió él.
Liu Yi rodó los ojos y tomó un cuenco. Lo llenó con agua del barril cerca de la chimenea y se lo extendió. Sus dedos rozaron los suyos por un instante, lo suficiente para que ambos se pusieran incómodos.
El cachorro volvió a gemir.
-Compórtate, dentro de poco estará la comida -le dijo ella al perro, firme pero sin malicia. Aprovechando para escapar del momento incómodo.
Zheng soltó una risita entre dientes.
-Es un buen perro -comentó, girando su cabeza hacia la dirección del cachorro-. Es débil, pero capaz de sobrevivir. Los seres más pequeños suelen ser los más resilientes.
Liu Yi lo miró, sorprendida por la observación. Había algo en su tono que no sonaba como un simple comentario, sino como una verdad absoluta.
-¿Lo dices por experiencia? -preguntó, sin poder contenerse. Otra vez... estaba indagando de forma innecesaria...
Zheng giró en su dirección. No podía evitar pensar que, lo quiera o no, terminaba bajando la guardia estando con esa mujer poco femenina. Era algo nuevo y potencialmente interesante.
-La debilidad -respondió-, es solo una percepción momentánea antes de la verdadera transformación.
El cachorro, como si entendiera, alzó la cabeza y lo miró fijamente.
-Como las mariposas, mientras están en la crisálida, son una presa fácil, pero una vez logran emerger, pueden volar con libertad -le devolvió el cuenco con agua a Liu Yi y se recostó en la cama una vez más.
Resilientes: proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o fuentes de tensión significativas.
Momantai: "todo va a estar bien".
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