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⠀𝐈. THE BEGINNING

・ 。゚🩸⦙ 𝐏𝐀𝐈𝐍𝐊𝐈𝐋𝐋𝐄𝐑 。˚🔪 ᵎ
001.┊ EL COMIENZO.
꒰# TEEN WOLF E3 T4 ; Silenciado.

MADISON ARGENT SE DESPERTÓ AL OÍR VOCES BAJAS. El pelo le había caído en los ojos mientras dormía, lo que le provocó un resoplido de fastidio. Sus ojos se adaptaron suavemente a la brillante luz que se filtraba por la ventana y se quitó el edredón de encima, poniendo los pies en el suelo.

La joven de quince años echó un rápido vistazo a su cuarto. Su ropa para el primer día de primer año de instituto estaba tendida cuidadosamente contra la silla de su escritorio, pero Madison había desechado la idea de asistir a clase ese día.

Miró el reloj, que estaba apoyado en la mesilla de noche, y suspiró. Se acercaba la una de la tarde y le parecía que la cama era demasiado cómoda para dejarla.

Su cama era su lugar favorito en todo el apartamento de Derek, y planeaba quedarse allí, ya que hoy no quería soportar el mundo exterior.

Madison caminó hacia su escritorio, se quitó el pijama y se puso una sudadera y unos pantalones de chándal azul marino.

Se apoyó un momento contra la pared de su dormitorio, contemplando el entorno. La habitación era demasiado sosa para su gusto; las paredes eran grises y los muebles blancos como la porcelana. No le importaba demasiado, y desde luego no iba a quejarse después de que Derek Hale había sido tan amable de dejarla dormir allí durante los últimos dos meses.

A raíz de la muerte de su querida hermana Allison Argent, Christopher Argent e Isaac Lahey se habían marchado a Francia. Como ella no quería dejar atrás su casa ni su manada, Derek había optado por que se quedara en su antiguo cuarto de invitados.

Ambos se habían hecho muy amigos, y el Lobo Amargado encontró un lugar cálido en su corazón para la joven de quince años.

Dicha quinceañera se había recogido el pelo enredado en una coleta y sus mullidos calcetines repiqueteaban contra el hueco de la escalera del apartamento de Derek Hale. Se bajó la sudadera por los muslos y asomó la cabeza por la esquina para ver a tres personas en una discusión privada.

Una mujer que parecía tener la misma edad que Derek estaba sentada en una silla, con el pelo castaño oscuro cayéndole por la espalda en ligeras ondas. Rápidamente reconoció la figura de Braeden.

Madison observó cómo la mujer garabateaba un número en un trozo de papel, antes de deslizar el material contra la mesa para quedar frente a los hombres Hale. Peter frunció el ceño. Abrió la boca para hablar, sin duda para responder con sarcasmo, pero la chica Argent le cortó el paso, una vez más con la curiosidad a flor de piel.

—¿Qué pasa? —preguntó Madison, y Derek se giró hacia la voz. Se llevó el labio inferior entre los dientes y negó con la cabeza.

—No es nada, Mads. Vuelve a la cama.

—Es la una de la tarde, Derek. Además, no es que sea estúpida. Sé perfectamente que tanto tú como la manada lleváis intentando encontrar a Kate desde que te convirtió en un niño pequeño otra vez... aunque no es que te vieras tan diferente —Peter esbozó una sonrisa divertida ante las payasadas de la chica y ahogó una carcajada en su mano.

—Bueno, ahora que eso se ha resuelto, como iba diciendo...

—No, Peter. Vamos, tienes que irte, Madison —Derek suspiró, poniéndose de pie colocó las manos sobre los hombros de la chica Argent y la giró para empujarla con delicadeza en dirección a su dormitorio.

Madison puso los ojos en blanco, encogiéndose mentalmente ante el hecho de que todo el mundo la tratara como a un frágil bebé. No era tonta, sabía lo que pasaba con la manada de su alfa, por mucho que a todos les gustara hacerse los tontos cuando estaba ella.

Era sólo cuestión de tiempo que solicitaran la ayuda de la bruja y, mientras tanto, Madison observaría agraviosamente desde la barrera.

—¿No se supone que deberías estar en clase, mocosa? —preguntó Peter, con una sonrisa socarrona dibujándose en su rostro y Madison lo miró mal. Por supuesto que su Hale menos favorito tenía que exponer sus planes de hacer novillos durante el día.

Derek miró hacia abajo a la chica de pelo castaño rojizo, una expresión carente de emoción se apoderó de sus rasgos y resopló.

—Vístete y sube al coche, por favor.

Madison hizo una mueca, antes de darse la vuelta y subir corriendo las escaleras para cambiarse.

Después de lo que pareció una eternidad, Madison Argent por fin había terminado su primer día de clase. Aunque solo había tenido dos clases, una de las cuales se la había pasado durmiendo, estaba absolutamente agotada.

Originalmente había planeado volver caminando al loft de Derek, antes de darse cuenta de que lo más probable era que él todavía seguía negociando con Braeden y Peter. Momentos después, Stiles y Scott la habían llevado aparte para hablar antes de que se fuera a casa.

La chica Argent siguió a Stiles y Scott, haciendo todo lo posible para que pareciera que estaba prestando atención a su conversación, cuando en realidad estaba ocupada mordiéndose las uñas con manicura francesa.

—Claro que sigues siendo el capitán del equipo. Has subido las notas como te dijo el entrenador, ¿verdad? —preguntó Stiles, dando un brinco mientras intentaba levantarle el ánimo a su mejor amigo.

—Sí, pero nunca me dijo que volvía al equipo. Sólo que me presentase a las pruebas hoy.

—Tal vez sea algo bueno, Scott, tienes que pensar en positivo —aconsejó Madison, con un tono sarcástico aferrado al final de su frase.

Scott le dirigió una cálida sonrisa, ella se la devolvió antes de dirigir su atención a Stiles.

—Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos. ¿Has hablado ya con Argent? —preguntó Stiles a Scott, bajando un poco la mirada para ver a Madison.

—Le envié un mensaje, pero no me ha contestado...

—Si quieres, le llamo. ¿A quién no le gustaría recibir una llamada de su único familiar vivo y moralmente bueno diciéndole que su hermana previamente muerta ha regresado de entre los muertos y ahora forma parte de lo sobrenatural? —bromeó Madison, y la sonrisa en su rostro se desvaneció cuando nadie rió.

Cogió su móvil y le envió un mensaje a su padre. No se trataba de Kate, eso estaba claro. Ya se ocuparía de ello, pues quería disfrutar de un estilo de vida libre de lo sobrenatural durante unos días más.

—Gracias, Madi. No tenía saldo para llamar a Francia —admitió Scott tímidamente.

—Pues imagínate pagar una resonancia magnética y una visita a Eichen House —replicó Stiles.

—¿Otro aviso?

—Sí. Y en este pone "último". ¿Qué narices hacemos aquí? Tenemos, como, ciento diecisiete millones de problemas, y preocuparnos por nuestro estatus en el equipo no es uno de ellos —Stiles dejó escapar un suspiro, y la chica Argent, que simpatizaba con ellos, le puso una mano en la espalda.

Stiles le sonrió, sabiendo que la simpatía era una nueva habilidad que Madison había estado intentando adquirir después de la pérdida de su hermana.

Tener un corazón frío y una mirada repulsiva sobre la vida ya no alcanzaba exactamente sus estándares, y actualmente preferiría ir por un intento de corazón más cálido.

—Pues sí que lo es —habló Scott, y Madison echó un vistazo al campo. Había un chico parado en la portería, no parecía mayor que un estudiante de primero. Esto desconcertó a Madison, ya que nunca antes lo había visto.

Sus habilidades con el lacrosse eran sobresalientes, no perdía ni una sola pelota y dejaba que entrara en la red.

—¿Quién demonios es ese? —gruñó Stiles, Madison se rió de su amargura.

—¿Quién sabe? Pero es muy bueno —contestó ella encogiéndose de hombros y esbozando una sonrisa condescendiente.

—¡No! Tú nos apoyas a nosotros. Los pequeños de primer año animan a los grandes de tercero —replicó Stiles, mostrando con la mano la diferencia de altura entre los tres. Madison frunció el ceño, su altura era de un mísero 1,55 y medio.

Madison le respondió con un codazo en la costilla, a lo que él se aferró y gimió con un dolor efímero. La chica Argent había vuelto a centrarse en el campo como Scott, observando cómo los amigos del novato le animaban.

—¡Muy bien, Liam! Quizás seas nuestro capitán en tu primer año —elogió Garrett. La cara de Madison se levantó al ver una cara semi familiar. Estaban juntos en la clase de álgebra avanzada, y los habían emparejado para una serie de proyectos y trabajos para casa.

Madison observó cómo a Scott le daba un tic en el ojo y cómo agarraba con más fuerza el palo de lacrosse, con una nueva actitud competitiva.

—Vale, tal vez deberíamos entrenar un poco —soltó Stiles.

Madison mintió entre dientes, en realidad no quería sentarse en un banquillo vacío sin sus amigos durante un buen par de horas. Sería mucho más productivo irse a casa a dormir.

—¿Cómo ha ido vuestro pequeño interrogatorio? —preguntó Madison, llevándose a la boca una cereza de su bol de frutas. Estaba tumbada en la cama, con el portátil mirando hacia ella.

Había decidido hablar por Skype con Scott y Stiles, que estaban poniéndola al día con su investigación sobre el novato de antes.

—Sin incidentes. El chaval es un cabroncete engreído y eso es todo lo que sabemos —Stiles frunció el ceño y Madison luchó contra el impulso de reírse de su interrogatorio fallido.

—No exactamente, Stiles. Encontramos información bastante útil.

—¿Qué es?

—Fue expulsado de su último instituto. Aún no sabemos por qué, Stiles quiere investigarlo más.

—Por supuesto que sí. Ayudaré si hace falta —se ofreció Madison.

—Puede. Ayudaría si tuvieras alguna clase con él.

—¿Cómo se supone que voy a saber si tengo alguna clase con él?

—Ya sabes, escanea la clase nada más entrar en vez de quedarte completamente dormida. Vamos, Mads, puedes hacerlo —animó Stiles con sarcasmo, Madison frunció una ceja mientras se llevaba otra cereza a la boca.

—No sé. Lo intentaré, pero no prometo nada —contestó con un suspiro.

Una hora después, el trío se dio las buenas noches, apagando sus portátiles para prepararse para el día siguiente. Madison estaba tumbada en su cama, mirando por la ventana mientras la luz de la luna iluminaba sus mantas.

Se escabulló de la cama y se acercó a la ventana, apoyando una mano en el cristal. Su mente se aceleró, su corazón latía a mil por hora. No estaba preparada para otro monstruo sobrenatural, el último había acabado con la vida de la única persona a la que había querido de verdad.

Una lágrima se deslizó por su mejilla, Madison la limpió tan rápido como cayó.

—Oh, Allison, ¿qué hago?

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