XXIII
Enterramos a Joo un sábado por la mañana.
Nadie asistió al funeral excepto Princesa y yo. Trajimos a Luchador con nosotros, así podría rendir sus últimos respetos a su madre biológica, pero el día ventoso seguía dejándolo sin aliento, así que Nayeon le llevó hasta el coche, y me quedé solo, pensando en qué palabras usar para decir adiós a mi compañera más vieja.
Sabía que tenía que haber lamentado su pérdida, pero más que nada me sentí aliviado. Ella no sufriría más, y yo no tendría que preocuparme por ella nunca más.
—Esa bruja se equivocó —le dije mirando a su única fotografía decente. Una que yo le tomé a los dieciocho.—. No moriste sola. Tuviste a tu hermoso niño contigo. No puedo pensar en ninguna mejor compañía en el mundo que eso. Lo juro, Joo, lo criaré bien y le enseñaré a amar tu recuerdo.
Fue todo. Me despedí y fui a reunirme con mi familia.
Esa noche hice el amor con Nayeon. Porque lo necesitaba.
Adoré cada inmersión y curva de su cuerpo. Me abrazó después, pasando sus dedos sobre mi tatuaje del corazón, y besé su cabello. Sabía que debía ser feliz. Por fin estábamos juntos sin romper ningún voto matrimonial. Pero las incertidumbres seguían molestándome. ¿Qué le pasaría a Bon-hwa cuando el Estado finalmente se diera cuenta de que no era ningún tipo de tutor legal debido a la anulación y sin ningún lazo sanguíneo? ¿Cuánto tiempo de más teníamos con él? Y, ¿qué paría con el asunto del padre de Nayeon? Había expresado su preocupación más de una vez, pero me dijo que todo estaría bien. ¿Qué podía hacernos realmente? Su malestar me ponía nervioso. Conocía al imbécil muchísimo mejor que yo. Si se sentía segura de que iba a tratar de vengarse de nosotros por la forma en que le pateé el culo, entonces no podía descartar la idea.
Por desgracia, al día siguiente, una de mis preguntas fue contestada.
Cuando Krystal, la hija del jefe, llamó a todos los empleados de Bangtan para una reunión la tarde del lunes, rogué por que anunciara que su papá se encontraba listo para volver a trabajar y hacerse cargo de manejar el lugar de nuevo. Namjoon había tomado bastante carga desde que el propietario estuvo fuera de servicio, y sinceramente odiaba que me diera órdenes.
Llegué unos diez minutos antes de la reunión. Todos los otros camareros, además de la mayoría de las mesera, así como los dos cocineros, ya habían llegado y merodeaban en la parte trasera del club.
Necesitando que mis compañeros me levantaran el estado de ánimo, choqué mi brazo en el codo de Hoseok cuando me acerqué por detrás.
Asentí con la barbilla y sonreí cuando se volvió para reconocerme. —¿Cómo anda esa lengua tuya?
Se ruborizó. —Bien.
A su lado, Jimin rio y pinchó burlonamente en el vientre a Hoseok. —Ahh, mira esa humilde sonrisita, aunque sé de primera mano que su chica no puede mantener sus manos fuera de él. Siempre rogando para pasar la noche porque pareciera que no puede dejar de besarlo. La ha convertido en una ninfómana.
—Pero sigue diciendo que mi novia no puede quedarse —acusó Hoseok frunciendo el ceño a su nuevo compañero de cuarto—. A mí no me importa si él trae mujeres. No es justo.
—Oye, la vida no es justa —Jimin parecía completamente impenitente de rechazar a Hoseok más tiempo con su chica.
—Ambos viven ahí. Tal vez tú no deberías llevar chicas si no te agrada la idea de que su nov...
—Guárdatelo —interrumpió Jimin, haciéndome una mueca por poner mi granito de arena—. No me importa si bloquea mi dormitorio, me iré a follar a otro lugar. No quiero a Hwang Eunbi bajo mi techo.
—¿Ves? —me dijo Hoseok—, no va a ceder.
Cuando me di cuenta de que Park se movía incómodo detrás de su compañero, decidí que Jimin probablemente tenía una buena razón para decir que no, y tuve un mal presentimiento de que eso me dejaría molesto con él. Pero no tuve que pensarlo mucho porque Krystal salió de la sala de atrás.
—¿Se encuentra aquí todo el mundo? —preguntó— Bien. —Sin esperar a oír que un puñado de camareras todavía no llegaban, siguió hablando—: Papá recibió una oferta para vender este lugar, y la aceptó. Conozcan a su nuevo jefe.
Así como así dejó caer la gran noticia. Sin atenuarla, sin preliminares para suavizarnos y decirnos lo buenos trabajadores que fuimos para su familia. Solo... ¡Bum! Nuevo jefe. ¿Qué demonios?
Jadeos y preguntas se escucharon a mi alrededor en tanto yo quedé boquiabierto. Pero, maldita sea, no me esperaba esto. Eché un vistazo a los otros chicos, y ellos regresaron las mismas miradas perplejas antes de que Jungkook se asomara y sus ojos se volvieran como platos.
—Mierda —susurró. Me volví y me congelé.
El padre de Nayeon paseaba por el pasillo detrás de Krystal viéndose tan rico, pulido e impoluto como siempre. Cuando su mirada se encontró con la mía, su sonrisa creció.
—Buenas tardes a todos. —Asintió de forma agradable, rompiendo su contacto conmigo antes de mirar a todos los demás como si fuera un honorable hombre de negocios.
Mis ojos se estrecharon. Todavía quería hacerle daño. Mucho. Ahora más que nunca. Pero si pensaba que me podía controlar al comprar el bar donde trabajaba, mejor que pensara en una mejor estrategia. Abandonaría este lugar tan rápido... Excepto que tenía que pensar en Nayeon, Bon-hwa y Eun Ji. No podría mantenerlos solo con el salario del taller. ¿Qué pasaría si no podía encontrar otro trabajo en otro lugar? ¿Qué pasaría si...?
—Soy Im Tae Woo, compré este lugar así que no jodan conmigo. He contratado a un asistente que ejecutará la gestión de administración a diario; estarán recibiendo las instrucciones directamente de ella —Haciéndose a un lado, deslizó su mano a la figura que de repente noté que esperaba en las sombras—. ¿SonHa? ¿Te importaría presentarte?
Cuando la señora Yoon SonHa, la mujer que había venido a acosar a nuestro chico más joven tan solo un par de meses atrás salió a la luz, me quedé boquiabierto. Hoseok, Namjoon, Jimin y yo miramos al instante a Jungkook.
Con sus ojos arremolinados con un instinto asesino, alzó las manos. —Renuncio.
No obstante, tan pronto como se dio la vuelta, la expresión de la nueva supervisora brilló por el triunfo. —No tan rápido, señor Jeon. Si renuncia voy a destituir a estos cuatro señores de sus tareas junto con usted.
Jungkook se detuvo al tiempo que se me revolvió el estómago. Se giró lentamente y la miró antes de desviar bruscamente su mirada torturada hacia nosotros. Sus ojos nos pidieron que lo dejáramos marchar.
—Joder —Jimin fue el primero en responder—. Si tienes que salir de aquí, entonces vámonos. Puedo encontrar un nuevo trabajo.
Nam, por otro lado, cerró los ojos y murmuró—: Mierda.
Todos sabíamos que no podía perder su renta. Vivía con una mujer que todavía buscaba trabajo, y tenía tres hermanos que cuidar.
—Yo... Acabo de firmar un contrato de arrendamiento de seis meses —explicó Hoseok en voz baja—. Pero entiendo que si tienes que hacerlo...entonces, has lo que necesites, Jungkook. Lo entendemos.
Jungkook me miró. Sabía a quién tenía que mantener yo, y también, a quién él. Apretando los dientes, se volvió hacia la señora Yoon y la miró.
Se iba a quedar.
Ella sonrió con aire de suficiencia. —Eso es lo que pensé.
Empezó a hablar para todos explicando un montón de mierda que a nadie le importaba. Mientras babeaba detallando sus nuevas funciones como nuestra supervisora directa, puse mi atención en el padre de Nayeon. Me miraba, con una pequeña sonrisa engreída tirando de su boca.
No sabía en qué consistía su juego, si hacía esto para vengarse porque lo había golpeado, o si quería apartar a su hija de mí; pero estaba acostumbrado a ser el más débil, el siempre obligado a inclinarse ante superiores. Tendría que ocurrírsele otra cosa si pensaba que esto iba a asustarme.
Jungkook se encontraba asustado. Se le notaba mientras le ponía mala cara a la señora Yoon. Parecía que hacía toda una vida que hubiera entrado en Bangtan y tratado de convencerlo de que esperaba un hijo de él. Dios, pasó mucho desde entonces.
Sucedió Nayeon.
Ella. La mujer que no podía perder pasara lo que pasara.
Se me revolvió el estómago con inquietud.
La señora Yoon nos despidió a los pocos minutos recordándonos las nuevas políticas de trabajo que pronto se mostrarían en la pizarra en la sala de descanso. Jungkook no se movió, así que los chicos y yo nos quedamos ahí, apoyándolo en...bueno, todo lo que pudiera necesitar.
Con una sonrisa amable, la señora Yoon se paseó hacia nosotros.
—¿Por qué haces esto? —preguntó él, su voz ronca y mortal— ¿Y cómo lo conociste a él? —Su mirada buscó al padre de Nayeon antes de volverse hacia ella.
Ella hizo un puchero. —¿Qué? ¿Celoso, cariño?
—No lo creo. Solo quería darle mis felicitaciones en caso de que fuera él quien dejó esos moretones en tu cuello.
Sus ojos se volvieron oscuros y afligidos al tiempo que sus dedos encontraron la garganta donde vi las huellas digitales oscuras que no noté antes.
Si le hizo algo así a Nayeon, yo... mierda, no podía matar a mi jefe. Iría a la cárcel.
Pero, hombre, valdría la pena.
Inclinándose más cerca de la señora Yoon, Jungkook bajó la voz. —Qué lástima que no supe antes que te gustaban esas cosas. Yo no habría dejado de apretar.
La mujer se atragantó. El prematuro miedo se vio reflejado, pero, cual profesional, pestañeó varias veces, sólo así en sus ojos se demostraron todos sus pensamientos negativos. Sin hacerle caso se volvió hacia Jung.
—Oye, tú luces atractivo. ¿Cuál es tu nombre?
Cuando trató de tocar la mejilla de Hoseok, Jungkook golpeó su mano. —No lo toques.
Arqueando las cejas, el placer se extendió por la femenina cara.
—Vaya, vaya, hoy estás muy celoso. ¿Sabes lo mucho que eso me excita?
Mientras que el resto nos quedamos callados en estado de shock, Jungkook se giró hacia nosotros.
—Métanse con ella bajo su propio riesgo, pero quedan advertidos. Es una perra loca, mentirosa y manipuladora.
—Oye—llamó Nam sacudiendo la cabeza—, creo que ya nos hemos dado cuenta de eso.
Jungkook asintió y salió del edificio. La señora Yoon resopló mientras miraba detrás de él. Cuando nos echó un vistazo al resto, todos nos alejamos con rapidez. Incluso Jimin, que por lo general era insensato. Frunciendo el ceño aún más, ella se apartó y se marchó hacia la oficina pasando con rapidez al padre de Nayeon que acababa de emboscar a una de las camareras cogiéndola del brazo y enviándole una sonrisa amistosa.
—¿Soy solo yo —murmuró Jimin al resto de nosotros—, o esta reunión fue un jodido desastre?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro