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XVII

Pasó otra semana. Las cosas entre Jin y yo deberían haberse suavizado y caído en una agradable platónica rutina.

Bueno; debería, podría, habría. Pero no. Claro que no.

Después de que nosotros -o tal vez fue solo él- decidimos que no íbamos a ser algo más que amigos, la tensión sexual se hizo más densa.

Una mañana me aseguré de estar despierta a tiempo para verlo salir de la ducha; más que nada porque nunca se acordaba de llevar la ropa con él para cambiarse. Él, por su parte, se aseguró de dejar caer su toalla y darme un espectáculo, como siempre lo hacía. Cuando me miró en un momento dándome un perfil de lado, mordí mi labio y deslicé la mano bajo la sábana como si fuera a tocarme a mí misma.

Su mirada se prendió en llamas, por no decir que su miembro creció como una orden. Me quedé observándolo mientras arqueaba mi espalda y aspiraba una respiración.

—Nayeon —se atragantó—. Maldita seas, mujer.

Agarrando de nuevo su toalla, se precipitó fuera la habitación. La puerta del baño se estrelló un segundo más tarde y oí la ducha. Me reí, pero luego dejé escapar un pequeño gemido cuando me puse a pensar en lo que estaba haciendo allí, tal vez tocándose y deslizando su cálida mano de arriba abajo en su grueso, húmedo, resbaladizo...

Así que... sí. Seguí adelante y me toqué de verdad. Terminé casi al mismo tiempo que él lo hizo porque con cautela asomó su cabeza en la habitación cuando todavía bajaba de las alturas.

—¿Es de nuevo una zona segura?

—Por favor, entra.

Malhumorado, se dirigió hacia el armario—. Si tan solo hubieras dicho eso antes de que tomara una segunda ducha —Cuando me reí, sacudió la cabeza—. Eso fue bajo.

No podía sentirme culpable, porque se había sentido demasiado bien. — ¿No estás mucho mejor ahora?

—Me sentiría mejor si pudiera haber hecho eso dentro de ti.

—Tal vez algún día.

Su mirada se inundó con tristeza, pero asintió. —Sí. Tal vez.

Esa noche, él estaba más allá de intranquilo cuando llegó a casa del taller. Jugó con los bebés mientras yo terminaba la cena, pero aparecía constantemente en la cocina para chequearme y preguntar si podía ayudar en algo.

Estás ayudando. Estás viendo a los niños. Ahora vete. Me vas a volver loca con tus pasos e inquietud.

—No estoy inquieto —murmuró entre dientes, pero me dejó con un momento de paz.

No tenía que trabajar en Bangtan, así que estaríamos juntos por el resto de la noche. Esa podría ser la razón de su estado nervioso. Empecé a preocuparme si lo había molestado esta mañana. Tal vez iba a echarme porque no podía soportar la forma en que lo había provocado. Ya había dejado claro que no volvería a tocarme. Mi tentación juguetona quizá dio la impresión de ser no tan bulliciosa para él.

Bon-hwa se puso inquieto también después de cenar, arrojando cosas y llorando cuando no se lo recogíamos lo suficientemente rápido. Ya que Eunji no estaba causando ningún problema, la dejé con Jin y centré mi atención en el niño, preguntándome qué pasaba con los chicos en este apartamento. Pero supongo que él quería acaparar toda mi atención porque tan pronto como éramos solo él y yo, se calmó y se fue derecho a dormir. Jin consiguió que Eun Ji se durmiera unos segundos más tarde.

Pero con los niños calmados por un tiempo, eso solo nos dejaba a nosotros dos.

En silencio lo seguí a la sala de estar, pero él no se sentó. Se paseó de un lado de la habitación al otro.

Apoyándome contra la entrada del pasillo, lo observé, sabiendo que esto probablemente era todo. Iba a darme mis papeles de despido, salvo que no me iría gentilmente.

—¿Qué te pasa esta noche? Siéntate antes de que hagas un agujero en el suelo.

Me miró, tan intenso, pero luego siguió mi orden y se encaramó en el borde del sofá donde retorcía sus manos entre sus rodillas extendidas. Era tan masculino y hermoso. El lamento se esparció a través de mí. Iba a extrañarlo.

—Voy a conseguir una anulación —espetó, sacándome de mi melancolía.

Mi mirada se disparó desde sus manos fuertemente entrelazadas a su casi expresión de pánico.

—¿Qué?

Asintió, haciéndome saber que lo había oído bien. —Y voy a preguntarle a Joohyun si puedo adoptar a Bon-hwa.

El aliento dejó mis pulmones. No te alteres. Solo porque esto era lo mejor que él podría decirme ahora mismo, tenía que haber una trampa en alguna parte.

—¿Crees que estará de acuerdo con eso?

—No veo por qué no. Ha estado fuera por demasiado tiempo ya y no ha aparecido para comprobado ni una vez.

—¿Pero y si dice que no?

—Entonces... Nada. Nada cambia en absoluto. No tengo ningún derecho con él tal como ahora. Si servicios sociales vinieran aquí esta noche, se lo llevarían. Busqué en línea y leí todo lo que pude encontrar. Ser su padrastro en este estado no significa nada. Estoy albergando ilegalmente a ese niño. Así que, permanecer casado con ella tampoco está logrando nada. Hoy por fin me di cuenta. Lo único que está haciendo es mantenerme lejos de ti.

Tragué saliva. —Así que, ¿estás haciendo esto por mí?

Se puso de pie y regresó al surco de un lado a otro. —No estoy siendo justo contigo, Princesa. Sigo pensando en lo que dijiste la primera noche que decidiste quedarte y en cómo estabas preocupada acerca de nosotros estando equivocados. Lo último que quiero hacer es preocuparte por algo. Pero tienes razón. Besarte, desearte, solo estar aquí contigo mientras estoy legalmente atado a otra mujer... no debería ser. No quiero pertenecer a ella de ninguna manera cuando mi corazón es tuyo.

—Oh —La palabra salió de mis labios en un jadeo aturdido—. Jin... —Presioné la palma en mi pecho, deseando que ayudara a desacelerar los latidos de mi corazón, pero no ayudó en absoluto. Mi sangre corría con éxtasis.

Moviendo mis dedos hasta mi boca mientras las lágrimas llenaban mis ojos, dejé escapar una nerviosa, asustada, y emocionada risa. Jin me amaba. Acababa de proclamar su amor de la manera más dulce de todas.

—Vamos a preguntarle—Me moví hacia él un paso y luego me detuve—. No puede hacer daño preguntar, ¿verdad?

Dio un paso hacia mí también, solo para detenerse igual que yo. Entusiasmo e incertidumbre llenaron sus ojos.

—No puede hacer daño en absoluto.

—¿Sabes cómo encontrarla?

—No físicamente, pero tengo una idea de cómo ponerme en contacto con ella. Si todavía está conectada a su cuenta en la laptop que dejó, podría enviarle un mensaje.

Abrumada por la comprensión de que en realidad podríamos terminar juntos después de todo, me precipité hacia el sofá para sentarme y asimilar esto cuando comenzó a alcanzarme. Cubriéndome el rostro con las manos, me concentré en tomar respiraciones profundas.

—¿Princesa? —Se sentó a mi lado, sonando preocupado—¿Qué ocurre? ¿No quieres...?

—¡Sí! —Dejé caer mis manos para enfrentarlo— Sí quiero. Lo quiero tanto.

—Entonces ¿qué ocurre?

Sacudí la cabeza, insegura de dónde comenzar. Por lo que espeté—: SiYeon fue la primera persona que amé de verdad, al grado de que en realidad me preocupaba más por ella que por mí misma.

—Está bien —Asintió, siguiéndome hasta ahora y haciéndome saber que estaba dispuesto a escuchar.

—Y luego, supongo, de una manera tipo primo, amo también a Jungkook... porque es tan bueno para SiYeon y me dejó vivir con ellos cuando me odiaba.

Eso le hizo fruncir el ceño, así que me apresuré para añadir—: Y amo a Eun Ji. Casi tan pronto como supe que existía, se infiltró en mi corazón. Es decir, después de que terminé de enloquecer porque había acabado de descubrir que iba a tener un bebé. Pero sí, me enamoré de ella casi de inmediato. La amo sobre todas las cosas.

Jin sonrió y apretó sus dedos alrededor de los míos.

—También amo a Bon-hwa —le dije—, desde el día que lo conocí. Te lo juro.

Llevando mis manos a su boca, Jin besó mis nudillos. —Gracias.

—Entonces, todo este... amor. solo ocurrió en el último año. Uno pensaría que estaría abrumada por eso, ¿verdad? Básicamente voy de no preocuparme por nadie salvo yo misma, a en realidad amar completamente a cuatro personas. Pero no estoy abrumada. En lo absoluto. De hecho, siento que tengo mucho más espacio, porque... —Subí la mirada y encontré su bella mirada—. También te amo.

Su rostro se llenó con un tipo de aturdimiento de conmoción y alegría. Luego susurró—: Princesa —antes de agarrarme por la nuca y arrastrarme hacia él.

Nuestras bocas chocaron. Lo inhalé mientras sus labios se estrellaron contra los míos. Pero ni eso era suficiente. No lo suficientemente cerca. Mis dedos titubearon en agarrarlo, clavándose en la carne de su nuca y sobre sus hombros, con miedo a frenar porque necesitaba sentir cada centímetro de su cuerpo antes de perder mi oportunidad.

Estaba igual de desesperado, jalándome más cerca, justo en su regazo. Me puse de horcajadas y me deslicé hacia adelante hasta que pude sentir su erección a través de sus vaqueros como si conectara contra mi centro.

Nunca me había sentido tan carnal, como si todo mi cuerpo se hubiese convertido en un recipiente para placer puro. O tal vez era el sentimiento de Jin canalizándose en mí, porque jamás había tenido esta conexión con otro ser humano. Él era yo, y yo era él, y éramos esta hermosa y retorcida masa de todas nuestras esperanzas y sueños uniéndose y explotando en una vertiginosa variedad de euforia.

—Por favor dime que no estoy soñando. —Se separó de mi boca para jadear, justo antes de besar un camino por mi garganta y en el cuello de mi blusa.

—¿Esto te parece un sueño?

Gimió y echó su cabeza hacia atrás. —Maldición, sí. Mi tipo favorito de sueño.

Me reí entre dientes y decidí hacer en su cuello lo que él le había hecho al mío. Lamí cada tramo de piel descubierta, pero claramente su camiseta estorbaba y tenía yo tanta curiosidad por ver los tatuajes que no había alcanzado a leer en los últimos días cuando se paseaba por la habitación luego del baño.

—Esto está en mi camino.

—Lo que digas y ordenes. —Jin fue rápido para tomar la tela en la parte posterior de su camisa y tirarla sobre su cabeza.

Mi visión se puso un poco difusa ante toda esa sueva y tonificada piel desnuda ante mí. Quería todo eso a la vez. Codiciosa, mis dedos se estiraron e inmediatamente rozaron sobre los suaves y duros planos de su perfecto lienzo.

Mientras Jin atrapaba el dobladillo de mi camisa y comenzaba a subirlo, por fin me centré en su tatuaje en el pecho.

Y fue cuando básicamente todo se fue al carajo.

—¿Qué dem...?

Retrocedí tan rápido que comencé a caer de su regazo.

Jin me atrapó, pero aparté su mano y corrí al otro extremo del sofá, incapaz de dejar de estar boquiabierta en horror ante las palabras inscritas en su pecho.

—¿Qué pasa?

Comenzó a arrastrarse hacia mí; su preocupación espesa y salvaje. Pero levanté una mano para detenerlo.

—Tu... tu pecho... los nombres.

Sus ojos se ensancharon. —Mierda. Lo olvidé. —Golpeando su mano sobre la marca, cerró los ojos y sacudió la cabeza, maldiciendo entre dientes mientras bajaba su rostro.

—¿Olvidaste qué? —chillé—. ¿Que el nombre que me dices está tatuado en tu pecho? Que el nombre de mi hija está... Oh, mi Dios. ¿Qué demonios te pasa?

Sus pestañas se abrieron. Sus ojos me suplicaban que me calmara incluso cuando alzó las manos en un gesto conciliador.

—Prométeme que no te alteraras.

Oh, ese barco ya zarpó, amigo.

—Pero tú...tú... Eso no es tinta fresca, Jin. Eso es... este tatuaje es viejo. Como... a-años de viejo.

Sus ojos se llenaron de preocupación mientras su mirada se precipitaba alrededor de mi rostro. —Sí.

—¿Cómo demonios puedes tener el nombre de mi hija tatuado en tu corazón durante años cuando ella nació hace pocos meses? Y Bon-hwa... Y oh mi Dios. ¿Princesa? ¿Hay otra Princesa en tu vida? Los tres nombres puestos juntos como si fuera una poderosa gran coincidencia. Eso no puede ser una coincidencia. El único nombre que no me está alterando ahora mismo es Haneul, pero la odio porque fue obviamente importante para ti.

—No, no... Te diré todo. Lo juro, Nayeon. Pero es una... Es una historia bastante loca, así que por favor trata de escuchar hasta el final. ¿De acuerdo?

Crucé los brazos sobre mi pecho, y seguro, él podía notar mi molestia. Había pellizcado mi boca con desagrado colocando todo tipo de paredes para bloquearlo porque sabía que lo que iba a decir dolería. Él tenía una mirada de pánico y disculpa como si supiera que lo había jodido a lo grande. Ningún bastardo miraba de esa forma a menos que supieran que estaban a punto de alterar mayormente la vida de una mujer.

Cuando solo siguió mirándome, con aspecto asustado, puse los ojos en blanco y agité mi mano para que comenzara a hablar ya.

—Sí, bien. ... Muy bien. —Dejó escapar un largo suspiro y cerró los ojos antes de decir—: Hace muchos años, un veintidós de septiembre, Joo trató de suicidarse.

Me estremecí ante la mención de mi cumpleaños, recordando cómo tuvo la fecha fijada como contraseña de su teléfono celular, lo que solo me confundía más. ¿Por qué diablos un intento de suicidio sería una fecha tan notable? Pero fui una buena chica y lo dejé seguir hablando acerca de cómo él visitó a la bruja que alteró a Joohyun, esperando vengarse, y cómo se quedó atascado en una trampa de tobillo que había colocado en su patio. Incluso subió la pierna del pantalón para mostrarme las cicatrices alrededor de la base de su pie.

Luego comenzó a hablar de visiones, bailes de bodas y patios impecables. Solo lo miré fijamente, incapaz de... Sí, estaba demasiada aturdida para decir mucho sobre algo. Pero de ninguna manera podía imaginarlo como el extraño y raro tipo de chico que le gusta la brujería.

Cuando terminó de hablar, dejó escapar otro suspiro y dijo—: ¿Y bien?

Aturdida, no hice mucho más que sacudirme.

—Entonces, ¿tuviste esta "visión" cuando tenías dieciséis años donde me viste? ¿Nos viste casándonos y teniendo tres hijos juntos llamados Bon-hwa, Eun Ji y Haneul?

Asintió lentamente. —Sí. Bueno, básicamente. Es decir, pensé que eran mis hijos biológicos. Me llamaban papá, y yo... Me sentí como su padre. No sé cómo describirlo. Fue tan real, como si estuviera viviéndolo, sintiéndolo, saboreándolo. Tú olías a lavanda incluso entonces.

— Está bien, simplemente... desacelera.

Sin embargo, creo que tenía miedo de desacelerar, miedo a que lo llamara loco y dejara su culo chiflado.

Siguió hablando. —Todo, y me refiero a todo, ha coincidido hasta ahora. Estaba tan enojado con Joohyun por llamar a su hijo Bon-hwa. Pero se está convirtiendo en mi hijo, ¿no es así? ¿Y Eun Ji? ¿Cómo diablos podía predecir que la llamarías así? ¿O que estarías llevando la palabra Princesa en lentejuela y diamantina en tu camisa la noche que te conocí? Y ese maldito cerdo rosa.

Hizo un gesto hacia el animal de peluche que había en el columpio de bebé. —Ella estaba sosteniéndolo en mi visión, y luego lo vi, sentado en la ventana de la tienda de regalos del hospital la noche en que nació. Eso no es solo una coincidencia.

Cubrí mi boca con las manos mientras las lágrimas llenaron mis ojos. —Sabías que tendría un remolino en el cabello.

—Y en mi visión, bailábamos "Hesitate" en la recepción de nuestra boda, que resultó ser la primera canción que colocaste en la rocola esa noche. ¿Ahora me crees?

No pude escuchar más. Me puse de pie y salí de la sala de estar lo más rápido que pude.

Tenía demasiado miedo para ir a ver, pero de igual forma caminé por el pasillo hacia nuestra habitación. Sabía que estaría allí, empacando sus cosas, recogiendo a Eun Ji y preparándose para dejarme.

Sin embargo, cuando llegué a la puerta, todo lo que hacía era estar de pie frente a la cuna mirando a los bebés durmiendo juntos.

Sintiéndome y sin voltear, dijo—: Esperaste a que mi corazón decidiera amarlo antes de decirme, ¿verdad?

Bon-hwa. Ella hablaba de mi hijo.

Nayeon no lo iba a dejar, pero no debido a sus sentimientos por mí. Se quedaba por él. El dolor acuchilló mi estómago. Apoyé mi antebrazo contra el marco de la puerta y luego presioné mi cara en él.

—Entiendo por qué estás intranquila. Todo el asunto es literalmente increíble. Es por eso que no sabía cómo decírtelo. Sabía que no me creerías. Pensarías que estaba loco.

Se volteó lentamente. No había lágrimas en sus ojos, era algo peor; era traición. —Te creo.

Quería morder mis nudillos. Odié lo lejos que me sentía de ella, lo mucho que me bloqueaba.

—¿Entonces por qué estás tan enojada?

La traición se transformó en ira, aunque dijo entre dientes para no despertar a los niños—: Porque me dijiste que me amabas, idiota. Pero no me amas. Amas a una mujer que me has hecho ser en los últimos diez años.

—Princesa —lancé en advertencia.

—No. No te atrevas a llamarme así. Nunca vuelvas a llamarme así. No soy tu Princesa. No soy tu nada. Soy Im Nayeon. Esa maldita Princesa es a la que amas, la mujer que has construido en tu cabeza. No a mí.

—Tonterías —gruñí apartándome de la puerta para ir hacia ella y coger su cara con fuerza en mis manos—. Ni siquiera conozco a esa mujer. La vi durante treinta segundos hace años. Todo lo que sé es que me sentí feliz con ella. Más feliz de lo que alguna vez me había sentido antes. Era esa sensación de paz y alegría lo que he estado buscando. Pero me enamoré de ti, Im Nayeon. fuiste la que vino a mi casa para salvarme y cuidar a mi hijo. fuiste a la que encontré sentada en el suelo, jugando con él y haciéndolo reír. Y es tu hermoso corazón el que me pone tan impaciente por correr a casa del trabajo cada noche, para así poder sentir tu suave y caliente cuerpo acurrucarse a mi lado en la cama. Así que nunca me digas cómo me siento por ti. Sé exactamente cómo me siento. Si no quieres que te llame por ese nombre de nuevo, bien. Hecho. Pero es esta persona... —Puse mi palma contra su pecho y la presioné—Ésta es la mujer que amo.

—Tú nunca te habrías fijado en mí si no fuera por ella.

Negué, tratando de aclararlo. Me parecía muy extraño que estuviera celosa de sí misma, que pudiera separar a Princesa de Nayeon. Para mí, eran la misma, pero también la entendía.

—Sabes qué —lancé las manos al aire derrotado—, tienes razón. Probablemente no lo hubiera hecho. No eres el tipo de mujer que suelo buscar. Y no te olvides del imbécil que engendró a Eun Ji. Sé perfectamente que tampoco soy tu tipo. Voy a estar eternamente agradecido de que aquellos atisbos me hayan hecho fijarme en ti. De otra manera, nunca habría llegado a conocerte tan bien como lo hago o descubierto la increíble mujer que eres.

Esnifó y negó con la cabeza incluso mientras se inclinaba hacia mí. — Esas visiones te cegaron de la vanidosa, pretenciosa y perra egoísta que soy.

—Cállate —susurré y le di un beso ejerciendo tal vez demasiada presión—. Nadie se expresa así de la mujer que amo —Deslicé los dedos de sus mejillas para acunar el cuello—. Nunca he sido tan feliz como lo he estado desde que pusiste un pie dentro de este apartamento.

—Yo tampoco.

Presioné mi frente con la suya. —Entonces, ¿por qué estamos peleando?

—¿Estamos peleando? —Sus dedos se arrastraron hasta mis hombros.

—Creo que sí. Se siente que estoy tratando de convencerte de quedarte.

Soltándose con un suspiro, envolvió sus brazos alrededor de mí y me abrazó antes de mordisquear mi mandíbula con sus dientes.

—Sabes que no me iré. Me convenciste con "tonterías".

Sonreí y luego gemí cuando su boca comenzó a viajar al sur, por mi garganta. Levanté mi barbilla para dejarle hacer lo que le gustara y tragué cuando lamió sobre mi pulso. Sus dedos recorrieron a lo largo de mi hombro y mi espalda.

—¿Así que he estado diciendo disparates como un idiota sobre cuánto te amo porque...?

Hizo un sonido de tarareo en la parte posterior de su garganta, que envió una emoción alarmante a través de mí y me puse más duro de lo que ya estaba.

—Porque me gusta escucharte decir disparates acerca de lo mucho que te gusto.

—Voy a tener que castigarte por eso.

Llevándola hacia la cama, la dejé seguir besando mi cuello mientras el alivio me inundaba. Ella no se iba. Probablemente debería haberme alejado y ralentizado el ritmo, no presionarla justo después de mi gran revelación, pero sus dedos se deslizaban por la parte delantera de mi pecho hacia mi palpitante pene.

La recosté para encargarme del cierre de sus pantalones cortos, solo para que ella se estirara en mis sábanas viéndose ansiosa y levantara la cabeza lo suficiente como para golpearme con una mirada curiosa.

Hubo sorpresa en su rostro, pero me ayudó arqueando sus caderas cuando enganché mis dedos en la cintura y deslicé los pantaloncillos por sus piernas hasta las rodillas.

Manteniendo sus piernas atrapadas en los bordes de la tela, me incliné y presioné mi boca en su montículo, justo a través de sus prístinas bragas rosa. Con un suspiro, se animó y agarró dos puñados de mi pelo. Mordisqueé suavemente en el hueso de su cadera, luego usé la punta de mi nariz para cruzar mi camino a lo largo de sus costillas, levantando su camisa mientras iba.

—Ven —murmuré cuando me quedé en el borde de sus pechos—, déjame ayudarte a quitarte esto.

Cuando la tuve debajo con su sujetador y bragas, con los pantalones todavía aferrados a sus rodillas, dejé algunos besos alrededor de sus pechos cubiertos de encaje. Arrastrándome por encima de ella y apoyando mi peso sobre mis antebrazos, enmarqué cada lado de su cara.

—Hola —le sonreí.

— Creo que aún no me sacaste del todo los shorts.

—Por ahora están donde los quiero.

Me sonrió de vuelta y me tocó la cara.

Nos besamos sin cesar.

Con creciente inquietud, Nayeon se arqueó contra mí, tratando de liberarse de su ropa. —Jin, por favor...

No pude aguantar más, así que los quité y los tiré por encima de mi hombro.

Se estremeció y me besó. Nuestras bocas se fundieron juntas. Sus labios se abrieron bajo los míos, y mi lengua rozó junto a la de ella. Debajo de mí, su cuerpo se arqueó tratando de frotarse contra el mío, así que apoyé mis caderas en las de ella, y gimió, hundiendo sus dedos en mi pelo.

Mi erección se frotó en ella, entonces se alejó de mi boca para jadear en busca de aire por encima de mi hombro.

—Yo...yo nunca...

Mis dientes atraparon su oreja y jalaron, haciéndola estremecerse y apretar su agarre en mi culo mientras echaba sus brazos alrededor de mí.

—¿Nunca qué?

Negó. —No sé. No sé. No estoy acostumbrada a sentir tanto. Es... Es...

—Perfección —terminé por ella.

—Sí.

Atacó mi boca, besándome con más fuerza, lamiendo dentro y arañándome con sus ansiosas manos.

Gruñí y empujé más profundo mis caderas.

Ella de inmediato se movió para envolver mi cintura con sus piernas, pero atrapé su cadera.

—Todavía no.

Gruñó. —¡Seokjin!

—Sabes lo mucho que me gusta escucharte decir mi nombre.

—Seok... —Su cabeza cayó hacia atrás cuando comencé a besar un camino de regreso a su cuerpo — Jin.

Me demoré alrededor de su bonito sujetador notando entonces una marca de piel fruncida a la altura del hombro. Con delicadeza rocé mi pulgar a lo largo y ancho de la cicatriz apenas alzada.

—¿Quisieras hablarme sobre esto?

Nayeon tardó un par de segundos en responder. Luego dijo con la mirada fija en su hombro—: Recibí un disparo.

De inmediato me tensé, ella lo notó; quiero decir, cómo no hacerlo si me encontraba encima. Su forma de tranquilizarme fue llevar su mano hasta mi cuello y volver sus ojos a los míos.

Continuó: —Digamos que estuve en el momento equivocado a la hora equivocada; pero no creo que haya sido así. SiYeon, incluso Jungkook estaban en peligro. Si yo no me hubiera topado con el exnovio de mi prima cuando él fue a buscarla a casa esa mañana, yo no le hubiera podido robar tiempo a ese imbécil ni haber advertido a la policía que él se dirigía hacia ella. Todo habría acabado en una tragedia. Mi SiSi no estaría aquí.

Tragué saliva mordiéndome el interior de la mejiila para calmar lo que sentía.

—Te creí cuando dijiste que la amabas. Te creo porque lo veo; y con lo que dices...—me incliné hacia ella para despejarle el rostro de restos de cabello—Nayeon, es irónico que yo lo diga, pero proteger a los que amas no viene antes que tu seguridad. No debiste hacer eso. Júrame que no volverás a hacerlo.

—No puedo prometer eso, Jin. Durante muchos años SiYeon fue lo único bueno que tuve en mi vida. Ella no lo sabe, pero tenerla aún en la distancia, solo por algunos veranos y luego viviendo conmigo, me salvó de pensamientos muy oscuros. Es mi sangre, daría mi vida por ella.

—Lo sé. Pero ahora tienes algo más importante; ya no eres solo tú, es EunJi también. No puedes hacer algo que la deje desprotegida. Tienes que pensar las cosas más de dos veces ahora. Ella te necesita. Yo te necesito.

—Oye—susurró con esa voz dulce particular suya—. Estoy bien. Sí, fue algo impresionante que me dejó marcada de por vida, pero estoy aquí, con tigo, con ellos. Y aunque no te guste, protegeré a los míos con uñas y dientes siempre.

No pude darle la respuesta que ella quería, porque no era la que no podía darle, hacerlo tal vez traería otra discusión y apenas había logrado apaciguar la situación, así que sólo enterré mi nariz en su escote y aspiré su celestial aroma a lavanda. Luego volví a moverme, lamiendo y mordisqueando, adorando cada centímetro. Cuando llegué a su ombligo, metí mi lengua en el interior, después agarré sus bragas con mis dientes y las quité. Se tensó con anticipación haciéndome sonreír cuando comenzó a acariciar mi cabeza de forma alentadora. Pero me detuve de nuevo al encontrarme de frente con su brillante cicatriz roja de cesárea.

La besé allí antes de levantar mi cara y acariciar su muslo. —Tu médico te ha autorizado para esto, ¿verdad?

Ella asintió, pero parecía como si estuviera aguantando su respiración. — Sí. Como hace un mes.

Curioso por tenerla de repente tensa, me quedé mirándola mientras besaba la cicatriz de nuevo, justo por encima de la línea del vello púbico.

—¿Estás bien?

Asintió, pero no parecía calmarse. Así que me arrastré por su cuerpo hasta que estuvimos mirándonos.

—¿Qué pasa? —Mi pregunta fue suave, pero todavía le hizo rechinar los dientes como si estuviera molesta consigo misma.

—Yo... Me estoy poniendo nerviosa, supongo. Tú y yo nunca... ya sabes... Antes. Y es todo tan intenso y abrumador y...

—Oye, oye. —Acuné su mejilla y presioné nuestras frentes juntas—. No te preocupes. Nada tiene que suceder.

Sin embargo, eso pareció angustiarla más. —Pero quiero que...

La besé silenciándola. Ya me sentía el más afortunado por estar aquí con ella, había conseguido más de lo que jamás creí posible; cualquier otra cosa sería un beneficio.

—¿Qué tal esto? No pensemos en lo que viene después. No pensemos en el futuro. Simplemente disfrutemos de lo que está sucediendo.

Sus grandes ojos se suavizaron con adoración. —Eres el hombre más sabio que he conocido.

—Malditamente cierto. —La besé de nuevo.

Sus labios se relajaron con los míos. Entonces su cuerpo se fundió en mí y su respiración se aceleró. Cuando besarnos nos dejó débiles y sin aliento, sus piernas se movieron agitadamente. Deslicé los dedos entre sus muslos. Ella abrió la boca y apretó, pero sus manos se aferraron a mí tratando de acercarme.

Teniendo un primer encuentro de mis dedos contra lo más íntimo de su cuerpo, me estremecí.

—Te sientes tan bien. Tan caliente y húmeda. Necesito probarte. —Se tensó alrededor de mis dedos, sus ojos fuertemente cerrados mientras echaba su cabeza hacia atrás y agarraba mis hombros con fuerza.

—B...bien.

Sonreí. Bueno, está bien entonces.

Nayeon lloriqueó mientras yo bajaba. Gimió de placer cuando la lamí, empapando mi lengua con un sabor almizclado celestial. Introduje mis dedos bombeando casi de inmediato el cálido hueco apretado mientras mi lengua masajeaba su clítoris, mi boca queriendo más.

Se encontraba tan cerca. Su excitación vibró a través de mis labios y su emoción fragante me llenó. Quería sumergirme en el interior de ese calor húmedo. Pero primero quería sentir su liberación contra mi boca.

—Vente para mí. —le pedí justo antes de morder su protuberancia sensible y empujar dos dedos profundamente.

Ella se volvió loca tirando de mi cabello desde las raíces y apretando sus muslos alrededor de mis oídos mientras gritaba un fuerte orgasmo. Disfruté cada segundo y gruñí con derrota cuando dos vocecitas se despertaron desde la cuna.

—Maldita sea —Enterré mi cara en el estómago de Nayeon mientras ella se calmaba—. Moveremos esa cuna a la otra habitación, mañana.

Debajo de mí, se echó a reír. Cómo podía siempre reírse en un momento como este, nunca lo sabré. No había absolutamente nada divertido sobre las bolas azules.

—Ya veremos —dijo mientras se retorcía debajo de mí para ver a los niños.

Me senté gruñonamente y crucé los brazos sobre mi pecho. Me trajo a luchador porque dijo que se encontraba seco. Después de cogerlo, y que ella se ocupara de cambiar el pañal de Eunji, sostuve a mi hijo para así mirarnos a los ojos.

—Tenemos que hablar, jovencito. No puedes seguir haciendo esto. Despertarte antes de que papi consiga su bum-bum no está bien.

—¿Bum-bum? —preguntó Nayeon, sus ojos brillando divertidos mientras traía a su hija a la cama con nosotros.

Me encogí de hombros. —¿Cómo quieres que lo llame?

—En realidad preferiría que no hablaras de sexo con él.

—Oye, tiene que tener esa charla algún día.

Resopló otra carcajada y empezó a mecer a Eunji. De pronto, todo tomó más fuerza. Ahora que ella sabía sobre lo disparatado de mis visiones y todo lo relacionado con madame Yeo, es probable que viéndola sostener a su hija mientras yo sostenía al mío, yo comenzara a creer que había una oportunidad de que lo tan anhelado ya no fuese una simple fantasía. Comenzaba a ser real.

Con una anulación en el horizonte y la adopción de Bon-hwa puesta en marcha, era una vida que esperaba con ansias.

Capítulo largo sólo porque sí  :)

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