Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 46



Tayler Aragon.


Horas antes.

Centro de gravedad.
Entro al lugar y aviso al mudo de Graham que estoy listo. Recojo un poco mis mangas y me siento al lado de la castaña que me espera ansiosa.

Huele a flores pero no de las que me gustan.

—¿Cómo sigue tu tormento? —es lo primero que dice.

—Que te importa —contesto tajante fingiendo una sonrisa. Me siento.

Me estresa que quieran saber de mi mujer, que quieran rebajarla. Me basta con lo que le hago.

Cena y yo no pruebo nada, no tengo ganas. Sólo tengo ganas de largarme a buscar la puta mercancía con los mexicanos y volver por mi mujer. Dejarla sola me pone mal, por eso le llamé al bufón diciéndole que debían hacerle compañía. Aunque es obvio que lo harían, pero necesitaban mi aprobación. Saben quién manda.

Esta mujer come horrible, no como ella. Ella todo lo toma con delicadeza, es una dama, camina como una, y se expresa delante de los demás como una. Se nota que no la han visto calbalgarme sin control.

Veo el panorama y está tranquilo, todo parece salir como debería.

—¿Tan malo es convivir conmigo? —pregunta.

Me recargo un poco de la silla y aprecio lo que había hecho para ella. Planeaba follarla aquí, en una mesa mientras le ponía fresas en los pliegues y me las llevaba a la boca.

«Úntala», recuerdo su voz.

«Pero se largo a tomar»

—Me da igual tu compañía —le aclaro—, sólo no hables de mi mujer y ya.

—Bueno —se recarga con coquetería. Trae un vestido negro ceñido con escote cuadrado y el cabello agarrado en una cola—, ¿recuerdas la vez que fuimos a la playa?

—Sí —le digo. Recuerdo, pero ella no sabe una mierda de lo que sentía.

—Tu madre nos puso sándwiches de atún... —se da cuenta de que me estresa que hablen de esa maldita—; bueno, ese día te pude ver sonreír.

«Sí, estaba pensando en un asesinato».

—¿A qué viene tu palabrería? —inquiero.

Se compone en la silla y bebe un trago de champán rosa espumosa. Me llega un mensaje y me relajo.

—Yo quisiera que pudieras regresar a ese tiempo, Aragon —extiende la mano y se la tomo, reluzco el anillo en la ventana—. Quiero que me des la oportunidad de ser algo más, somos adultos.

—¿Qué tiene que ver? —la suelto con sutileza.

Ser adulto no me quita el pensamiento.

—Tú y yo podemos estar juntos —propone—, olvídate de ella. Déjasela al hijo de Sophia. Seguramente ella lo sigue queriendo.

Me niego a seguirla escuchando, porque me niego a pensar si lo quiere.

—Me da lo mismo y date una lavada de oídos —me recargo de la mesa—, ese bastardo no se va a quedar con ella. Y tampoco la dejaré.

—Puedes firmar un acuerdo de intacta —dice—, ella puede ser feliz si eso quiere. Tú puedes hacer tu vida.

—No te metas en lo que no te incumbe, Angela —le freno—. Ella no va a estar a manos de nadie más. Y yo no sé —aprieto el puente de mi nariz un poco tratando de conseguir paciencia—, qué diablos necesitan para darse cuenta que ella es la mujer que quiero.

—Tú no necesitas una niña —me dice cómo si no me hubiese escuchado—, y tampoco una mujer. Sólo yo sé lo que te gusta.

—Lo que me gusta... es ella —le suelto y me levanto.

Ya acabo el circo, no necesito más tiempo.

—¿Adónde vas?

—Con los mexicanos.

Salgo del lugar. La puerta de cristal y sensor se abre a mi paso mientras sus zapatillas resuenan el mármol.

El viento golpea y lo único que veo es mi seguridad, y mi auto. Hay algo extraño en esto, pero lo que quiero es largarme lejos de esta perra.

El frío me recorre las extremidades ya pasan de las diez de la noche. «Algo no anda bien, Aragon», pienso.

—Espera —freno a la mujer que viene detrás de mí.

Mis guardias me miran confundidos, el pecho me revienta. «¿Love?», es lo primero que pienso cuando siento el peligro.

—¿Qué sucede? Todavía tenemos que ir al motel.

—Sube al auto —llamo a mis guardias para que la cubran. Hacen caso firme y ponen un escudo en ella hasta que entra a la camioneta.

Me dirijo a mi vehículo y entro con el corazón en la boca.

Aflojo mi corbata y verifico que las alarmas de la residencia no me digan lo que me quema la piel. Enciendo mi auto y me dirijo con la guardia al hotel, mismo que uso con la víbora ponzoñosa. No deja de joder y es lo que menos me preocupa.

He aguantado la polla que tengo a reventar porque ella no está bien, sin embargo ya estoy aumentando su fertilidad, y para cuando esté bien, cuando ya esté embarazada no podrá apartarse de mí. Ni aunque quiera.

Salgo del auto frente al hotel, le entrego el control al valet y debo abrirle la puerta a la mujer que aún no sale. «No tengo ganas de ser caballero». Abro y le tomo la mano.

—Que caballero.

—Sí. —cierro la puerta y nos adentramos al hotel.

No debo hacer nada más que pedir la tarjeta. Subimos al elevador pero mi medidor de peligro me tiene tenso, aflojo la hebilla de mi cinturón y la mujer se menea sobre sus zapatillas. Voy quitando los botones de la camisa y reviso el teléfono por inercia. No hay mensajes.

Me pica la piel, de hecho me duele la piel de la puta sensación que me recorre.

—¿Quieres que te haga sentir bien? —dice cuando se abre el elevador. Hay una mucama que espera entrar.

Me salgo sin esperarla. Me dirijo a la habitación 444, y sonrío antes de entrar. Me desago de los zapatos en puntapié, y me dirijo al baño cuando ella cierra.

—Quiero que te acuestes y te calles. Voy a darme un baño y prepararme para mañana —le aclaro—. No voy a tener sexo contigo, es algo que no acostumbro con nadie.

—¿Pero con ella si no? —se deshace de sus zapatillas.

—Ella no es nadie —le soy franco con lo que siento—. Te agradecería que te desnudes y abras las cortinas para que te vean los reporteros.

Cierro la puerta cuando veo que abre la boca. Meto pernillo.

Nunca creí estar aquí negándole lo carnal a una mujer, no sabía que la satisfacción se iría conociéndola a ella. Porque ahora lo único que espero es tenerla conmigo.

Apago la luz del baño, la ventana de cristal da al lado contrario, aquí no estarán los flashes. El jacuzzi me echa un vistazo y lo acepto, preparo el agua. El agua templada hace que me arda la piel con los arañazos que me dió la última vez.

Debo ir por la mercancía y encontrarme con Ricardo, México es el único lugar caluroso al que me gusta ir.

Estuve un rato allí cuando fui a España y quemé la casa de esa mujer. Allí donde me llevo cuando se quiso separar de mi padre para que ella y yo comenzáramos una nueva vida.

Aún recuerdo su tacto en mi piel, recuerdo su lengua y sus ojos dorados, mis lágrimas corrían por mis mejillas tratando de resistir el asco, ella decía que estaba bien, y... la sensación me hacía sentir bien. «¿Te gusto?»

No... mamá —trato de empujarla y hunde sus labios en mi piel, haciéndome bombear.

Caigo sobre la cama y ella traga todo. El asco me recorre porque no tengo el control de la erección.

—Esto te gustará más —dice. Sube con su cuerpo desnudo y coloca el condon mientras niego.

—Esto no está bien.

—Shhh. ¿Pero te gusta, no? Si no no estarías así. —masajea mi erección y la introduce lastimándome cuando se deja ir sin frenos.

Me toma de las manos y hace que apriete sus pechos, sus pezones oscuros se erizan y el mi intestino trabaja duro para no devolver el almuerzo de frutas. «así sabra mejor», me dijo.

—No siento nada —digo, y trato de quitarla de encima.

—Si te contienes tardaremos más mi niño —acaricia mi pecho—, déjate llevar.

Ayúdame Dios, por favor. Te lo suplico, te lo ruego. No quiero esto, pero ella dice que esta bien dice que nos amamos, y yo la amo. Pero... así no, sé qué si papá se da cuenta la matará y no quiero que muera.

Abby dice que ella también lo hace con el hermano de Klaus, pero con la boca. —Una vez tuve que besarla allí y vomité—. Es un juego para que cuando nos vayamos a casar con alguien tengamos claro lo que tenemos.

—Madre —jadeo mientras ella salta—, ¿esto servirá para cuando me case?

—No mi niño —gime y se viene sobre mí a darme un beso y su lengua no me gusta—, tú no necesitas esposa. Me necesitas a mí. Sólo una madre sabe lo que es mejor para su hijo.

Mi cuerpo se desvanece y limpia mis lágrimas.

—No... —la empujo cuando siento que bombeo—. ¡Ya basta!

Tiemblo, me levanta y veo que el semen me escurre en la punta brillante de color rosa.

«Doy asco», pienso.

Tomo un cuchillo que está con la comida de la mañana. «Si lo corto ya no hay problema». Una bandeja de frutas mal acomodada va al suelo.

—¡No, Leon! —se arrastra y me arranca el cuchillo. Me toma la erección y chupa lanzándome un calambre.

—¡Déjame! —le empujo y pierdo el sentido.

La piel se me abre y guardo mi falo dentro de mí bóxer. Un tiro abre la puerta y le da paso a mi padre.

Por un momento quedo quieto, pero él permanece escaneándome. Seguramente me va a matar por meterme con su esposa, soy un asco. ¿Qué hice? Huelo a sexo y placer, placer que sentí.

«Porque si no me gustara no me pondría así»

El cerebro me duele, los pulmones se me comprimen rechazando el oxígeno. Me apresuro con desespero y un respiro me hace tragar agua. «¿Estaba dormido en la bañera?». Vomito el poco licor y el maldito jabón.

La arcada me puede saliendo hasta por la nariz.

Me quedo mirando la ventana mientras resollo el aire que duele en las fosas nasales.

—¿Estás bien? —pregunta la mujer aporreando la puerta—. Llevas mucho tiempo.

—¡Lárgate! —le grito—. ¡No te quiero ver, ni oír, perra de mierda!

—Voy a abrir —avisar.

—¡Que te largues!

—¡Me necesitas!

No necesito a nadie. Menos a una mujer.

Me levanto, el piso se me mueve y me agarro del lavabo que es lo primero que tengo a mi paso. Me arde la cara, mi pecho retumba, el recuerdo, y aún tengo sus manos sobre mí. ¿Qué mierda sucede?

La puerta se abre y me voy contra ella presionando su cuello, asfixiándola. Su maldito cabello oscuro, su voz. Todo está en mi cabeza, si la mato no la escuchare más.

—¡Soy Angie! —chilla manoteando.

No estoy en mí no estoy. Su cuerpo se va debilitando, y yo no mermo la fuerza, la quiero muerta.

—¡Mira! —dice con voz de rasposa. Pone una luz en mi cara. Mis ojos borrosos se enfocan a ver lo que tiene en la pantalla—. Está muerta, la mataste. ¿Qué sucede? ¿Por qué lo hiciste?

«¿Una foto de su funeral? —me pregunto—. Pero ella no tuvo»

Mis manos temblorosas se apartan de ella y me hago hacia atrás. Paso por su lado y busco mi ropa cundo salgo del baño. Me visto a la velocidad de un microbio y tomo mi teléfono. «No hay mensajes».

—¿Qué te sucede? —vuelve con lo mismo.

Me giro y lo único de lo que soy consciente es... hay un punto rojo atravesando el cristal. Pasa directo y viaja de mi abdomen lentamente hacia arriba.

—¡Al suelo! —grito, y ataca mi orden moviéndose conmigo hacia la cama. El disparo rompe una jarra con flores.

Un franco no puede tirar tan rápido. El problema es la puerta, tardaría lo necesario para volarme la cabeza. Oprimo el botón de mis guardias para que empleen su trabajo.

La puerta se abre dándole paso a una granada de humo que me confunde. Saco una grada a de mi cinturón. Desfundo mi arma mientras la mujer está temblando.

Entra un hombre y no es de los míos. Le da paso a otro que no cuento porque ya estoy sobre ellos llegándolos a tiros. La luz roja se refleja y me tiro al suelo mientras enredo a un hombre con los pies, disparo en la cabeza y al otro desde el suelo.

Angela se pone en acción aunque no quiera, me levanto de un alto usando a uno de ellos como escudo. Entierro la daga en el cuello de un un uniformado. La sangre me salpica. El rojo de la luz me tumba cuando le da al brazo el hombre y rosa el mío obligándome a ir al suelo.

—¡Sal de aquí! —le ordeno a la mujer.

No sé de dónde salen tantos, sólo me preocupo por apuntar a la cabeza, disparar, neutralizar y golpear. Recibo un golpe en la cabeza y me aturde, un brazo viaja hacia mi cara, lo detengo con la daga clavándosela en el antebrazo y golpeo con el puño, regreso en V impactando mi codo en su sien y cae al suelo al mismo tiempo que un disparo me tira al suelo.

El oxígeno se me va. Cruzo el umbral mientras Ángela le rompe el cuello al último.

El pasillo está perfectamente alumbrado, recargo y me pongo en marcha.

—Estás herido —dice y es obvio. Pero el dolor no me va a detener, no está saber que ella está bien.

Saco mi teléfono y le llamo a la estúpida de su madre mientras Angela me cubre la espalda. El pasillo se me hace largo al igual que los tres pitidos.

—¿Qué quieres? —espeta. A mí tampoco me agrada así que me importa tres cominos.

Un hombre sale y le disparo. Está disfrazado, un maldito mucamo no trae auricular y pistola en la espalda.

—Asegura la puta casa. Me acaban de emboscar...

—Me da gusto. —cuelga.

Si no me pidió ayuda es porque está bien. Sigo con ayuda de Angela, el pasillo se me hace eterno porque hay que doblar en dirección donde salió el maldito vestido de idiota. Preparo mi daga y mi arma, me voy contra la pared de espaldas escuchando los pasos, el dolor me da una punzada, y salgo analizando de prisa lo que veo: tres hombres con armas hacia mí, apunto en la cabeza y disparo, lanzo la daga atravesando a otro. Esquivo la bala del tercero que me pasa por el hombro con una honda de frío que me pone los poros abiertos.

—¿Matarme? —me burlo derribando el que me disparo con una patada voladora—. Necesitaría estar sordo, ciego, y manco. Pero ni así. —se levanta y saca un neutralizador. Angela se va hacia el frente abriendo el maldito elevador, el hombre me da descargas cuando lanzo el primer golpe.

Me tiemblan los pies haciéndome ver oscuro. Me golpea sin piedad pero me aferro al dolor y el arma que está apuntándome, le quito el arma con una técnica y dando pasos hacia atrás adolorido disparo al maldito ninja que me pone la paciencia por los suelos.

Saco mi daga y se la lanzo al mismo tiempo en que saca otra arma dando paso a la bala que se me impacta en la pierna gracias a que Angela lo jala cambiando la dirección.

Cae muerto porque cuando eso pasa la daga ya le atravesó el ojo.

El elevador se abre con mis guardias ineptos.

—¿Señor, está bien?

—¡Partida de idiotas, malnacidos! —me frustro viendo borroso, el hedor a sangre me agrada pero no que me tiemblen las piernas y me duela cada que mi función biológica necesite aire—. No sirven para una mierda.

—Necesitas un doctor —dice Angela entrando conmigo. Trae un arma y se la quito—. ¿Qué haces?

Apunto a los cuatros hombres que ponen cara de horror y termino con sus vida sin una pizca de compasión aunque rueguen y salgan corriendo. Estoy débil pero no ciego, y ni así.

—No necesito inútiles y comprados —me guardo el arma por si tengo que matarla a ella. Se cierra el elevador.

Se abre y mis hombres tienen a una bola de muertos uniformados.

—¿Qué sucedió? —pregunta el informante del bufón imbécil—. Hace más de quince minutos mandé a sus hombres. Noté actividad sospechosa —dice mientras yo camino como si no tuviera una herida en los intestinos y una en el muslo.

—Sucede que... —todo se pone borroso cuando me abren las puertas. Escucho un trick. «Bomba»—. ¡Al suelo!

—¡Código rojo! —dice el guardia. Se pone frente a mi como escudo.

Mis hombres me cubren atrayéndome dentro del hotel. Lo último que siento es una ola de calor, un golpe en la cabeza y dolor costillas que intensifica mi debilidad al querer abrir los ojos. Un track mi recorre centro de gravedad y el frío me deja sordo. «¿qué diablos sucede?»

Yo nunca estoy desprevenido, siempre estoy alerta. No me agrada esto, todo está volviéndose una caja de Pandora y sólo se abre para joderme a mí. Necesito levantarme, necesito despertar. Debo advertirles, «Alguien la está engañando», me digo.

Lo último qué hay en mí es un temblor, y finalmente me desequilibro en la oscuridad, escucho sus carcajadas, y sus besos me hacen sonreír. Suave.

—Ven, anciano...

Y si estoy muerto me complace saber que ella me da la mano.

🗡️🥀🗡️🥀

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro