Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 33

Tayler Aragon.

Presagio.

—¿Tienes todo firmado? —le pregunto al bufón que sigue escupiendo sangre.

Tiene una abertura en el labio, no me preocupa, lo que me preocupa es que no la pude castigar a ella, quería besarla hasta hacerle saber que no hay mejores labios que los míos.

Estoy perdiendo el sentido, el juicio. Me estoy volviendo loco, ella debería arrodillarse pero ahora se niega, antes hacía caso, ahora no y me purga.

—Todo, excepto el documento que debía firmar, Lovely —me dice de mala gana—. ¿Le piensas decir lo que planeas?

¿Para que se ponga como loca, y me apuñale? No, gracias.

—No.

Enciendo mi tabaco mientras él escanea su rostro con las manos. Supo protegerse de mis golpes, por eso sus antebrazos son los que están rojos con aberturas en la piel.

—Ella merece saber lo que haces, no es una niñata —trata de persuadir mi palabra. No sabe que me da exactamente lo mismo.

Las cosas se hacen como yo diga, y quiera. Ya me canse de ser idiotizado por su belleza, todo me ha salido mal, ni siquiera cuando estuve en la cárcel fui tan imbécil.

Seguimos analizando, y organizando un nuevo escuadrón con sus soldados y los míos. Los suyos siguen leyes, los míos no, mi palabra es la única ley. Odelia trae bebidas y las tiro, él no pregunta pues supongo que sabe algo, no es idiota, es especialista en notar cuando algo no está bien.

Veo el mensaje de Angela y la bloqueo. No necesito dramas, suficientes tengo con la cardíaca que ya me apuñaló y abofeteó como si fuese un mocoso.

—¿Entonces lo harás? —pregunta el bufón.

—Supongo que la mierda se recoge con pala —le resto importancia y me bebo el ron de un sorbo.

Me mira mal y revisa su teléfono después de no responderme porque sabe bien que no cambiaré de opinión. Me muestra una imagen que me hace hervir de rabia. Es una foto de mi encantadora mujer sobre su yegua, está acostada con las piernas elevadas, haciendo que sus rodillas estén pegadas y sus pies se mantienen firmen en el cuello del animal mientras ella tiene un diario de notas y Felix tiene otro en la mano mientras están hablando.

El problema no es eso, si no que en ese ángulo se aprecia que trae un poca ropa, y el vestido carmesí de seda la hace lucir como una deidad mientras su cabello rebelde batalla para no lucir perfecto. Es una foto que después pintaré y por eso le arrebato el teléfono y me la envío antes de borrarla.

Eso sólo me hace saber que la tenían allí, y yo dejaba que el enemigo conociera a mi pequeña rosa de jardín, espero que sepan que ella tiene espinas y no sólo te puede hacer sangrar. Me encargué muy bien de que no fuese inofensiva, lo cual está en su naturaleza y la gente se la pasa subestimándola.

—¿Por qué la borraste? —frunce el ceño cuando le aviento el teléfono—. Era una buena foto.

—¿¡Estás con ganas de amanecer sin ojos!? —digo tajante y abro la gaveta mostrándole el collar.

Se carcajea y lo toma.

—Sé bien que no la debo mirar —dice como si removiera algo en su mente—. ¿Recuerda...?

—¿Vas a sacar estupideces o vas a decirme qué piensas? —tallo en puente de mi nariz. Me siento estresado, fuera de mi confort.

—Me gustaba el collar para hacerlo antes, pero ya no es la misma Lovely —me dice y suspira—, creo que debes esperarte.

Saco el objeto aterciopelado de mi gaveta y lo pongo en el escritorio para que lo tome, y entiendo porque lo hace después de dejar el collar que yo repaso con los dedos.

Lo abre y su expresión me hace querer arrebatárselo, sin embargo es muy frágil y no quiero que se rompa.

—Creo que es gentil de tu parte —sonríe entusiasmado. Tiene la vibra de un chiquillo.

Me incorporo y se lo arrebato. Me llega un mensaje de alerta a mi teléfono de que uno de mis autos está saliendo de le propiedad. Ruedo los ojos apretando el puente de mi nariz, recargándome del sofá de piel negra que tengo a mi espalda. El aire no me basta, es que esta mocosa me va a sacar algo, y canas serán.

—¿Tu mujer haciendo de las suyas? —se burla.

Trato de mantener la respiración en equilibrio, el dolor de cabeza comienza a asomarse y las ganas de follarla ahora son monumentales. Pero la voy a castigar, porque es una mocosa desobediente, no sé qué piensa.

—Se largó con mi auto a sabrá Satanas adónde —me frustro aventando unos papeles.

No deja de revoletearme el estómago, yo sé que ese perro vive aquí, y no les cuesta nada encontrarse...

—Dijo que iría a la central para ver sus horarios —se adelanta como si nada. No me tranquiliza así que checo la cámara que tengo en el auto.

—¡Tu amiga me está convenciendo de venderla pero a un manicomio! —escupo ahogándome en la ponzoña que traigo. El sabor amargo inunda mi lengua y me sirvo otro vaso.

No me da miedo que salga sola, si no que no quiero que sepan que está aquí, actuando como si yo no la mandara. ¡Mocosa es insoportable!

Abro la cámara de mi auto y lo primero que veo es a ella luciendo como todo menos como una niña; labial carmesí, vestido negro con escote cuadrado que tiene una ligera inclinación hacia sus pechos como corazón, le favorece sus pechos y el lunar que tiene sobre el izquierdo. «Madre de judas», en menos de nada tengo la maldita polla peleando por salir.

El dolor se me refleja en el rostro y debo acomodarla cargando con el dolor de la incontinencia de querer correrme en ellos. «eso haré hoy»

—¿Por qué tienes cara de frustrado sexual? —rompe mi nube y me estresa que lo hagan.

—¿Qué diablos...? —lo miro perplejo con la espuma queriendo salir.

—Sé cuando hay frustración —se encoge de hombros y me arrebata el teléfono en dos segundos que no puedo procesar.

«Con razón son amigos este par de seres andantes». Sólo de recordar la cena me quiero sacar los ojos con mis dagas chinas.

Enciende el audio haciendo que mi despacho se llene de sus gritos y cánticos que quisiera odiar pero no cuando tiene una voz tan malditamente dulce.

—¡Quita esa porquería antes de que te pegue un maldito tiro! —le apunto con el arma.

No sé porque pero sólo se burla y alza las manos en forma de rendición.

—Eres el peor mafioso —comienza a enumerar y me da el teléfono. Guardo el arma—. No matas, no le pegas, no la castigas a menos que sea sexual, dejas que te llore, la consientes, le compras casa, ropa, mantienes vivos a sus padres cuando le quitan la segurid...

El pecho me retumba.

—¿Qué? —me levanto de la estancia.

Si ella sabe, y si no soy el único que lo sabe...

—Rosemery me dijo que el Yakuza le dijo —hace algo con sus manos diciendo estupideces mientras abro mi MacBook para enviar un anillo a sus padres— que la jerarquía le quitó la seguridad. Armstrong la quiere desprotegida... —resopla—, parece que azotar a la madre de tu socio no sirvió de mucho.

Lo miro mal para que se calle. «Ese bastardo jamás será nada mío»

Esos malditos me la van a pagar. Ignoro al inútil y envío la seguridad que espero que llegue ya.

—Tengo hombres a su al rededor —me comenta—, no son muchos, sólo tres porque no quiero alertar a mis padres. Prefiero mantenerme alejado de mis guardias.

Cierro la Mack sin hacerle caso, me acomodo la camisa, y el cinturón de armas, pongo mi reloj de oro blanco y peino mi cabello mientras el bufón parlotea cosas que no escucho con los nervios comiéndome el estómago.

Me dispongo a salir porque si me duermo me lleva la corriente, y a mí nadie me lleva.

—¿Vamos al rescate? —bromea recargando su arma.

—Ya no quiero otro —resoplo—. Suficiente tengo con la amiga.

Al menos no tengo a un inútil. Es un Ranger. Me sirve.

No respondo pero tampoco lo detengo y me sigue hasta la cochera donde me encuentro a la maladradecida esa saliendo de darle de comer a ese asqueroso. Me coloco los manos libres para apreciar en el camino a mi mujer cantar y remover su cabello mientras baila sobre el asiento. Esa maldita mujer me va a sacar el corazón de un maldito soplido.

No tengo idea porque la música latina le queda tan bien pero mueve los labios como si quisiera hipnotizarme.

—¿Cuál llevaremos? —se cruza de brazos.

Elijo el color que más me gusta. Negro. Me subo sin decirle nada mientras bloqueo el teléfono antes de distraerme y chocar con algún fulano. Enciendo los motores con el botón del volante y verifico que Eliot esté en el cuarto con la nueva niñera. Mi mujer se ha mantenido alejada, y eso me hace saber que le duele no poder imaginar uno suyo.

Sacudo la cabeza antes de que me ponga peor de lo que ya ando, me pica la nariz, me duele la cabeza. Esta mocosa me pone las dos cabezas a reventar. Es como un delirio. Dejo que acelerador haga su trabajo haciendo que el chile en comal que tengo al lado ponga música y se ponga como la maldita mocosa que tengo como mujer.

Por ti volare - Andrea Bocelli.

Quiero decir que no me apetece hacerle daño, pero mentiría, porque el placer que me da infringirle dolor es casi tan placentero como degollarle el cuello a un enemigo. Sin embargo yo soy un hombre paciente, me gusta que las cosas tomen forma como un molde de arcilla, yo soy las manos, y mis enemigos o los que le quieren tocarle un bello de sus cabellos rubios rojizos son la arcilla. Los dejaré tomar forma para cuando crean que lo tienen Boom, caerán como lo que son, simple lodo en la tormenta.



Lovely Walker.🥀



Camino del brazo de Franck para acomodarnos en uno de los comedores de la segunda planta mientras veo uniformes de la jerarquía; faldas de tablones, medias arriba de la rodilla de color negro, camisa blanca con líneas rojas en los hombros, corbata e insignias de los objetivos logrados.

Los hombres cargan lo mismo pero todo es negro, y llevan la insignia de la paloma dorada como un maldito amuleto al lado del corazón.

Escaneo los prospectos de nuevos compañeros y uno que otro me mira reconociéndome, otros murmuran y la mayoría me devora con la mirada mientras actúo como si no existiera otro ser más que Franck. El cual habla y habla, no escucho pero leo sus labios en lo que inspecciono el panorama. Hay guardias de seguridad en toda el área, y no les puedo ver la cara dado que el uniforme lo impide.

Comemos mientras saluda a unos compañeros, y me asqueo por la insignia que lleva, nota mi molestia y la quita guardándola.

—¿Cómo te ha ido, hermosa? —me dice y se acomoda el suéter de cuello alto.

Supongo que por ser hijo de la jerarca tiene derecho de vestir como un abogado normal.

—Un poco bien —hago una mueca—, ya sabes cómo es esta vida.

Asiente y me toma de la mano.

—Sabes que puedes contar conmigo, yo siempre te apoyaré —acaricia mi mejilla y sonrío para mis adentros. «muy fácil, Dios»—. No soy mi hermano.

—Ni me lo menciones —resoplo quitando lágrimas debajo de mis ojos que son inexistentes—, ya sé que le quitaron la seguridad a mis padres.

Él asiente con semblante preocupado, como si no pudiera hacer nada y debo apretar el puño para no ahorcarlo. Aún tengo la palma herida así que trato de ocultarla. Demasiado tarde porque gracias a Dios lo nota.

—¿Te lastima, no? —niega con la rabia despareciéndose en esos ojos que los caracteriza—. Maldito infeliz, quisiera matarlo...

—Yo sólo quiero saber qué sucede —lo freno—, Nadie me dice nada, sólo estoy para sexo y golpes. No sé porque la vida me ha castigo así. Sabes, se enojo porque me metí contigo antes... Dios —sollozo aguantando las ganas de reír, y sin arruinar mi labial, sé que le gusta la cereza—. Dime qué debo hacer para dejar de ser un objeto.

Se acerca a mí y los demás lo notan. Eso no está permitido, y menos sabiendo quién soy o de quién soy.

—Tranquila —acaricia mi mejilla borrando la lagrima—, yo me encargué de destruir el video que buscaba Damon. Quieren enviarte a un juicio.

Un balde de agua helada cae al mismo tiempo que una bofetada de realidad me azota con fuerza sacándome un suspiro. «¿Damon?»

—¿Damo...? ¿Él? —eso si dolió y no es necesario fingir para que me arde la garganta con las lágrimas—. ¿Por qué?

Franck se acerca a mí, es sigiloso, y no habla, inclina la cabeza hacia abajo tomando mi mano, poniéndola en su boca, fingiendo que la besa como símbolo de adoración a una niña que no sabe cómo diablos llegó a ser un símbolo de lujuria entre los hombres, sus labios se mueven:

—Siendo señalada como una adúltera serás sancionada a la muerte, sin embargo hay algo que él sabe y yo no. De esa manera va dos pasos adelante, quiere quedarse contigo, comprarte. Reclamarte como suya...

—Yo deje de ser doncella con él —concluyo. Aunque me quedo helada, conozco las leyes, eso no puede ser. No a menos de que él saque pruebas de que era suya, y así sea digno de reclamarme—. ¿Cómo planea hacerlo?

—Aún no lo sé —se eleva a mirarme con esos ojos lindos—, pero él y madre trabajan con la escoria. Tienen las piezas...

—Enroque —digo para que el entienda—. Quieren mover a la reina de su fortaleza, a sus dos guardias y así llegar a ella en base a lo que Aragon planea.

Él asiente y acaricia mi cabello.

—Van a eliminar a uno del camino —me dice y el corazón se me revuelve como si fuese un martillo en delirio. «Mis chicos no».

Mi mente divaga y divaga. No entiendo cómo van a llegar a someterme, se supone que por eso Aragon me compró, así podría ser de él, quizá haberme entregado a Damon me quita el derecho a inmunidad, y cuando pruebe que me acosté con él estando con el mafioso sacaran la conclusión de que yo soy suya. La cosa aquí, es que si llegan a saber que Aragon sabía de qué ya no era Doncella, y si llegan a saber que él sabía del engaño y no me mató seguramente lo mataran, o meterán a prisión. Todos lo odian por ser como es, no puedo dejar que lo maten, sé bien que esa perra lo odia tanto como a mí, no lo dejara vivir, me echara a los tiburones, y Elton no podrá ayudarme.

—¿Puedes...? —me atraganto con mi propia saliva, presa del dolor de pecho que me ahoga—. Sólo quiero que me ayudes a proteger a mis padres, no quiero que salgan heridos, y a mis amigos... yo... yo aceptaré todo lo demás. —trato de persuadirlo con mi mirada, y el temblor de pecho se intensifica cuando él no se inmuta.

—Cherry, yo no sabía que mi madre te había vendido —comienza y me hace querer callarlo de una bofetada—. Ella parecía ser noble, dulce, incluso cuando dijo que te protegían como un favor, como si ella no estuviera de acuerdo con que Aragon te matara, porque eso era lo que él dijo que haría. Que te mataría, pero no lo hizo, te hizo su mujer.

—Pero eso debía hacer, se supone que para eso pago por mí, ¿no? —trago saliva mirando a todos lados. Ahora siento que todos me ven y me observan.

—Te compró para hacerte su esclava sexual, no para que fueras su mujer, y él rompió las reglas —me cuenta fijándose que nadie nos escuche—, me dijo una amiga que trabajaba en la cárcel sobre el tema que se armó cuando él masacró a unos miembros. Llevaron dinero a prisión diciendo que pagarían por ti, pero los mató a todos. Llamó a tu padre y firmaron un contrato donde decía que permanecerías intacta, y así él estaría tranquilo. Nadie te tocaría, la mafia se alejó de ti porque conocían las consecuencias, los hijos de los mafiosos que murieron cuando quisieron acercarse —me quedo sorda con lo que sale de su boca—, hasta que llegó Damon.

—¿Por qué no lo mató? —pregunto cómo si él me importara. Cómo si no estuviera moviendo todo para que me maten.

—No tengo idea, supongo que porque se conocían, o sabía que por ser hijo de mi madre no haría una tontería —simplifica, y se recarga de su silla—. Aragon nunca tuvo intención de salir. Lleve su caso durante un tiempo para que lo dejaran libre y me dijo que no quería abogados.

Cuando Aragon escapó de la cárcel se convirtió en un blanco, y después, simplemente no. Pagó y firmó para que se aceptara mi compra con la ciudad. Era algo que todos esperaban, y supongo que nadie podía evitar algo ineludible.

Franck escribe algo en un papel discretamente y me lo desliza por la mesa blanca, lo guardo entre mis pechos como si me estuviera acomodando el escote.

—Debo decirte que... te ves muy bien —me adula como siempre y sonrío dulcemente por el gesto sin hambre carnal.

—Tú eres el más apuesto de los dos —besa mi palma y le aviento el beso con un soplido.

—¿Has pesado en hacer casting para Catwoman?

—Sólo de ir y pararme frente a... —mis ojos viajan hacia su espalda, un hombre de casi dos metros entra bufando como un toro, mirando a todos lados, la maldita adrenalina se apodera de mí mandando súper reflejos. Tomo el brazo de Franck y lo jalo estrellándole la cara en la mesa—. ¡Abajo!

Aragon lanza una daga que se clava en uno de los soportes, me pongo sobre Franck y la daga me pasa rozando la oreja, clavándose en la parte de la viga que tengo a mi espalda. El corazón me revienta, me levanto y tomo la daga lanzándosela a Aragon de vuelta por el maldito acto de estupidez. Elton viene corriendo tras él y la Aragon alza la mano donde trae un guante que desborda luz azul. La daga llega a su mano como si fuese el maldito búmeran.

—De rodillas —exige entre dientes mientras cubro el cuerpo de Franck con el mío.

—¡No!

Me tiemblan las piernas, y no sé porque quiero arrodillarme, como si estuviera jalando una maldita correa, una rodilla comienza a flexionarse y me resisto cuando todos me miran atentos. Él esboza una sonrisa, y no le doy la satisfacción, me pongo recta elevando el mentón respirando profundamente.

—¿Podemos no armar una escena? —sale Elton detrás de él y le ruedo los ojos por ocultarme información.

Se endereza y mira a Franck que intenta pararse. Lo vuelvo a empujar a la mesa.

—Dije —mueve la cabeza cargándose de paciencia y su maldito porte me hace desfallecer—; de rodillas, mocosa. De rodillas o mato yo mismo a tu amante.

—¿Así es como planeas tenerme a tus pies? ¿¡Miedo!? —me burlo y me cruzo de brazos.

Se pierde en mis pechos y en el vestido negro que tiene una brecha en la pierna izquierda. Parece que lo disfruta.

—¿Quieres explicar qué haces con el enemigo? —dice Elton entre dientes.

Un guardia se acerca.

—¿Problemas con su compra? —le preguntan a Tayler y me muevo en mi lugar. «malditos hombres»

—Mi mujer —lo fulmina con la mirada y regresa a mí.

Mi estómago se remueve y no sé porque tengo el mentón en alto por escuchar tal cosa. Me tiemblan las piernas y el guardia asiente cuando Elton le pide que se largue. Aragon me escanea y si no estuviéramos en este lugar me le montaría a la polla que se le está queriendo salir del pantalón.

«Es meramente sexual», me digo. Una cosa es que me guste y otra que tenga el revoloteo en mi pecho cuando sonríe. Me extiende la mano.

—Ven aquí —mi mano tiembla y volteo a ver a Franck más asustado que la mierda.

Miro a Tayler y asiente.

—No le hagas daño —le pido—, él no es el enemigo.

Elton viene hacia mí, pasa a mi lado para ir por Franck y susurra:

—Hazlo antes de que lo mate.

Me compongo y trato de ser lo que él quiere, su maldito accesorio. Los demás miran como extiendo la mano hacia él, y sé que el zafiro significa que soy la una protegida, por eso Elton me lo dió, el símbolo de poder. Aunque aún no determino porque Aragon no me lo ha quitado.
Me pone a su lado y coloca su mano en mi cintura, me tenso con el maldito escalofrío que me recorre cuando pone fuerza y me indica que avance hacia Elton que lleva a Franck regañándolo.

No tengo ganas de escuchar, sólo quiero que enciendan el aire acondicionado. Luce perfecto, tiene un aura que domina, y eso lo ven las chicas a kilómetros luz. No le quitan la mirada de encima mientras avanzamos, coloco mis dedos en su cinturón ajustado.

«¿Tiene algo aparte de la erección remarcándose en su pantalón?»

Nos dirigimos al área de entrenamientos donde Elton desaparece con Franck para subir al elevador, mientras nosotros vemos las batallas de cuerpo a cuerpo. Son fuertes, y se nota las arduas horas de entrenamiento. Nos deslizamos hacia otra área donde hay chicos en prácticas de tiro, arco y armas. El área tiene pasto sintético, sus uniformes son un conjunto de camuflaje negro. «Ya quiero estar aquí»

Lo miro sonriente y él parece odiarme, nos detenemos en un laboratorio, entramos y me pierdo por un instante en lo que veo ignorando a los estudiantes de bata; cadaveres reales, corazones que se mantienen latiendo con una máquina, cráneos, y olor a químicos que me hacen respirar con ansias, haciéndome agua la boca.

—¡Buenas tardes! —dicen en insonoro.

Yo no entiendo, yo quedo loca con tal acto. Me miran a mí y sólo asienten como reverencia, mi sonrisa se desfigura y el gozo en mi estómago desaparece cuando una castaña de estatura fuera del promedio y piernas perfectas con rasgos isleños viene hacia nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.

—Am... —se detiene y sonríe—. Aragon —dice saboreando y viéndolo como si yo no existiera.

Se detiene a una distancia prudente mientras sus estudiantes sigue con los químicos y las camillas examinando, y dando nombre de células y fórmulas.

—Ella es Lovely —dice Aragon en tono firme y neutro—, se integrará a tu sector el lunes.

Ella asiente y no lo mira, sólo asiente con las manos en el vientre, su respiración es agitada mientras Tayler sigue diciéndole lo que quiere y lo que no. Se ve claro que es una maldita loca porque no sé qué tiene este hombre que todos lo miran como un Dios simbólico. A mí me da exactamente igual la verdad, me estresa y por eso aparto su mano de mi cadera, y él la vuelve a poner haciendo que la mujer me mire como si tuviera siete cabezas y lanzara fuego por los ojos.

—Quiero ver —le susurro al hombre que me pone mala cara.

—No entiendo cómo tus padres no te dieron en adopción.

Quito la mano y me pongo frente a su pecho con coquetería, no comprendo la razón de porque estoy marcando territorio pero él sólo mueve los ojos sin bajar el mentón.

—Por la misma razón que tú —digo dulcemente—, me aman.

Me pecho se contrae cuando sus ojos me miran para después apartarme.

—Quisieras tener algo tan grande como mi manera de amar.

Un vacío en mi pecho me acorrala en lo más lejos del mundo. Mis dedos arden y el corazón se parte como si sus palabras me importaran, y si eso es lo que quiere. «Un día te arrodillaras pidiéndome disculpas por tratarme como basura», me digo a mí misma antes de pasar por el lado de la mujer que no se mueve hasta que él se pone las manos en el mismo lugar que ella.

Si duele, pero duele más verme convertida en un accesorio, no sé cómo salir, y más aún que esto es repetitivo, asfixiante, lo único que tengo es a él embistiéndome. Necesito vivir mi puta vida de una buena vez.

Me regreso hacia él después de ver lo que hacen los demás, mantengo mis distancia siendo firme, no los miro porque para mí son nada. Ellos me miran como un objeto y aparentemente eso soy.

—Voy por Elton, quiero ver a mis maestros —susurro. Intenta agarrarme pero me soy más rápida y cruzo el umbral a la velocidad de los rayos solares.

Salgo del lugar topándome a unos metros con Elton discutiendo con Franck, el lugar es amplio y justo al centro del lugar hay una figura de un dragón con una cadena en el cuello, es de mármol, y no entiendo cómo no lo había notado. Quizá porque cuando tengo a ese infeliz al lado no capto ni mi existencia.

Camino hacia el barandal y miro al fondo donde tres pisos me separan del suelo, sin contar los que están más hacia atrás, me fijo al fondo y veo a chicos hablando y riendo como si no estuvieran en la droctrina de un maldito manicomio. La presión arterial se me sube cuando un uniformado de cabello rubio aparece y ellos se levantan dándole un saludo debido como si fuese un dios.

«Otro maldito», me trato de convencer. Los manda a sabrá Dios dónde y se peina el cabello, su cabeza se echa hacia atrás con frustración quedando con la boca entreabierta y ojos cerrados. Mis piernas se tensan y algo amargo se me hace en la boca cuando se me seca. «Vaya mierda», respiro con fuerza tratando de mantenerme quieta para echarme hacia atrás. Sus ojos se abren y los míos se expanden al mismo tiempo que se congelan cuando me mira, su expresión me quema y a menos de nada estoy corriendo hacia el único lugar seguro.

—¡Elton! —me pongo entre ellos ahogándome—. Damon está aquí... ¿por qué?

Elton se frustra ladeando la cabeza molesto.

—No dejes que se vean o alguien saldrá muerto —interviene Franck.

—Lovely, distrae a Aragon —dice Elton. Se saca un dardo del cinturón de armas—. Franck, necesito que controles a tu hermano.

Camino a toda prisa con los dos hombres a mi lado, mis zapatillas resuenan y en menos de dos segundos el elevador se abre dándole paso al hombre de cabello lacio que camina como si volara. Tayler sale tronándole los dedos a la mujer que se detiene sin poner resistencia, la mujer le levanta la manga llena de un líquido naranja mientras un estudiante se disculpa.

Mi garganta tiene la agonía de saber que no es un cuento donde te enamoras de un hombre, si no de un ser al que jamás serás capaz de llegar.

Tayler me mira con el ceño fruncido mientras nos acercamos y gracias a Dios Damon no habla, sólo camina desde lo lejos acercándose. Mi acto consiste en sobrevivir, por lo tanto me lanzo al cuello de Tayler cuando estoy junto a él y junto nuestros labios. «Dios, sí», cierro los ojos por inercia. Sus besos son como si volviese a respirar. Pierdo la noción del tiempo cuando me estruja y alza azotando su lengua con la mía, mi estómago grita y mi sexo trabaja rápido a la hora de calentarse para él.

—¿Por qué tanta cursilería? —espeta y me baja.

Paso mis dedos por sus labios limpiando al rededor el desastre mientras él hace lo mismo con los míos. Veo hacia atrás y Franck está arrastrando a alguien a uno de los cubículos mientras Elton actúa como si no hubiesen dormido a Damon como un caballo que será despojado de sus bolas. «Bueno, él ya lo fue»

—Eso aquí no está permitido —relincha la tipa a mi izquierda. La miro como se merece pero Aragon me pone detrás de él con la mirada asesina que me tira—. Seas el jefe o no, aquí las leyes se respetan. Cumple una por primera vez.

—Shhh. —dice él y ella cierra la boca como si fuese un títere—. Retírate. Yo me encargo.

Agacha la mirada en la posición de siempre, manos en el vientre y respiraciones exaltadas.

Los intestinos se me retuercen de tan sólo pensar que ella le obedece por algo más que por ley. Me toma de la misma manera y se dirige conmigo hacia los demás cubículos. Conozco a mis maestros, entrenadores, asesores y mi consejero será Elton. Supongo que es el único que no me quiere muerta.

Me entregan mis uniformes e indican los días, horarios, etc. Conozco mi dormitorio y es uno sólo, me giro sobre mi propio eje y veo a Aragon.

—¿No viviré contigo? —mi boca se mueve sola sin poder ocultar la decepción.

—Vas a servir a la jerarquía, y los horarios se extienden —dice mientras teclea en su teléfono—. Pórtate bien, hazme el favor, según aquí sólo te faltan meses para obtener tu título.

Me mira y trago con la increíble vista de vacío que me da.

—La cena se programó para la siguiente semana, no quiero estupideces, no quiero mentiras. —acorta el espacio—. No quiero a Armstrong cerca de ti, ¿entiendes? —no respondo y me toma del cuello—. ¿Entiendes?

—Sí —digo asintiendo. La adrenalina me corrompe.

Me mira de arriba a abajo. La habitación es amplia con una cama cómoda, escritorio, y puerta que da paso a una ducha que está a un lado de la cama, todos son colores neutros y ahora me explico porque él es así, tan apagado.

—¿Sí... qué? —se lame los labios haciéndome perder la razón mientras pone presión en mi cuello.

—Señor —musito con el hilo de voz.

—Bien, mocosa. —besa mis labios con delicadeza y se separa.

Me pregunto qué sucederá por su cabeza, ahora que me mira y no se mueve, me tiene así, parada esperando por el sexo que me muero por recibir, y no lo hace, sólo me toma la mano y la refriega en su entrepierna volviéndome una gata en celo. Trato de prenderme de su boca y su agarra no me deja.

—Esto es tuyo —susurra acercándose a mis labios—, no lo tires. Porque no cualquiera pondría el mundo en tus manos.

—No sabía que tu polla era el mundo —lo reto con la mirada.

—Lo es. —pasea su lengua con sabor a pasta dental sobre mis labios—. Y tú lo sabes.

—Yo sólo sé que estamos rompiendo las reglas —lo empujo.

Sonríe de lado y me tira sobre la cama haciéndome cosquillas.

—La única regla que debes entender es que yo soy el único que te puede tener —explica. Pasea su mano dentro mis montañas—, eres mía, y lo sé. Tú lo sabes, todos lo saben, así que el próximo que se te acerque será degollado, lo digo en serio, Lovely. Yo no soy lo que crees, así como tú tampoco eres mi debilidad.

La frase no llega hasta sus ojos y me complace como si me estuviesen coronando.

—¿No? —mis ojos atraviesan los suyos en cuando abro las piernas—. ¿De qué sirve si no puedes arrodillarte? No me sirves si no planeas degollar a cualquiera que se atreva a tocarme.

—No me sirves si no puedes obedecerme —contraataca con voz tajante y gruesa. Desliza su mano por la brecha de mi vestido.

—Si sigues deslizando no vas a detenerte —le susurro sujetando su mano.

—¿Quién te dijo que quiero a hacerlo?

Los colmillos se le asoman y azotan mi clitoris como si fuese un baño de agua caliente. «Dios, agarrame confesada»

Cómo gata boca arriba me apresuro a quitarle el cinturón en lo que él se estrella en mi boca, sediento de lo que sea que sea esto, en la mañana casi nos matamos y ahora estoy aquí, vibrando porque me empale como si fuese una troncheda. Me sigue doliendo el utero pero me duele más que no me folle.

—Joder —gime y mete sus dedos dentro de mí arrebatándome el aliento—. ¿Por qué andas así? ¿Te gusta provocarme?

—Sí —susurro con voz entrecortada por obvias razones.

Juguetea con sus dedos dentro de mí, me extiende. Es una sensación de adormecimiento donde quiero quemarme.

—Mójame todo —jadea—, estás tan mojada. Tan lista para mí.

Le empujo mi pelvis a sus dedos y me anclo de su cuello con lo brazos, mis piernas en su cintura se envuelven y me deja sobre él cuando palmeo dos veces la espalda. No sé si es una señal, pero supongo que ambos lo queremos, ni siquiera sé si me lee la mente pero me importa muy poco. Me pierdo en el desespero y abro su camisa de un tirón en lo que él acomoda mi vestido para que las solapas no impidan mi desliz.

Pero no quiero el desliz. Quiero eso. Me voy bajando poco a poco sin dejar de mirarlo a los ojos, la euforia lo abruma e intenta detenerme cuando abro su bragueta. El sonido es delicioso, casi tanto como tenerlo dentro de mí.

Saco lo que tanto he añorado desde que me follo de todas las maneras biológicas posibles. «Dios, ¿puedo con esto?». Es grande y la pregunta me surge cuando bajo ligeramente sus pantalones, y él eleva la pelvis para hacérmelo fácil, un gruñido sale de su boca y no entiendo porque estoy perdiendo la cordura. De hecho no comprendo tal cosa, simplemente trataré de no ahogarme, porque nunca en mi vida lo he hecho, no con toda. «Yo seré esa serpiente»

—Espera —susurra tomándome de la barbilla—, no necesitas hacer esto.

—Pero quiero —le explico y paso mi lengua húmeda por mi mano haciendo que la punta brille de los jugos que comienzan a salir—. Deja que yo borre lo que sea que haya en tu mente.

Lo miro a los ojos, y sin quitar el contacto apreciando su boca entre abierta y sus ojos de cazador acompañados con cejas caídas que me suplican un «comienza».

Deslizo mi lengua saboreando lo salado que se comienza a deslizar sobre mi paladar y mi lengua se curvea dándole acceso. «Sabe bien»
Cierro los ojos perdiéndome en el sabor y lo apaño con las dos manos llevando mi boca hacia la mitad, comienzo a mover como antes me había contado Ostin.

—¡Oh... joder! —se acomoda con los codos en la cama mientras que sus jadeos me ponen a comérmelo con velocidad.

Me trago lo que tengo en la boca y llevo mis manos hacia sus bolas, estimulándolo. «Masajea con suavidad, no te concentres en el pene, disfrútalo», las palabras de Ostin llegan a mi mente y me deleito. Sus gruñidos se ahogando en su pecho y yo no me detengo, jadeos involuntarios salen de mi garganta mientras aprecio su rostro y al mirar abajo me topo con esa serpiente que tiene ojos mirándome. Sin avisar empuja la pelvis mandándola hacia mi campana que reacciona al instante presionando su polla con una arcada que no sale y sólo provoca ojos llorosos con saliva. Me lo saco de la boca.

—Lo siento —digo avergonzada—, nunca lo he hecho.

—Sí, sí. Está bien, bebé. Puedes seguir —dice entre jadeos placenteros que me ponen peor.

Olvido el pudor, olvidó quien es, y que mis jugos se comienzan a deslizar entre mis muslos mientras mi clitoris arde palpitando de una manera feroz.

Comienzo a trabajar con mi lengua, chupo, succiono, me aferro y masajeo haciéndolo echarse hacia atrás y regresar a mí. Mantengo la respiración tratando de respirar como se debe mientras intento meterlo todo, me lo devoro como si fuese un helado aumentando los movimientos que me llenan de un sabor que aparentemente me gusta.

—Joder —enrolla mi cabello en su puño empujándome más. «Ayúdeme Dios».

Gime con fuerza, y gruñe cuando paseo mis porcelanas sobre su piel sensible provocando unos pequeños temblores acompañados de jadeos ahogados que me marean invitándome a meterlo más. Lamo con fervor y paseo mi lengua húmeda de fluidos y saliva por su glande probando que se muerda el labio inferior, ahogando un gruñido.

Su polla se hincha en mi boca obligándome a respirar con tranquilidad mientras gimoteo por el placer que me da tenerlo en mi boca, comienza a bombear sus caderas «Que bien se ve», su punta se desliza más hacia al fondo sin darme tiempo de pensar cómo me lo estoy tragando sabiendo que me estoy ahogando. Me empujo en sincronizado con él, perdiéndome en los ojos de la serpiente, y en cómo se eleva su abdomen tratando de mantener la respiración con los gruñidos que se le atoran en la garganta, y ya no sé si son míos o suyos.

—Joder, así, mocosa. Chúpame, sí, sí, sí... —cantonea. Su cabeza se echa hacia atrás mientras tiembla.

«Mierda, si es un maldito centauro». Su garganta gruesa me deja ver la nuez y en tanto su pecho esta descubierto mostrando lo sudado que está, sabiendo que tenemos 15 grados allá afuera.

Mis piernas se juntan haciéndome sentir mis propios jugos, me ahogan y me estimulo contorneandome mientras me la trago toda no sé cómo.

Grita ahogándose, inclina la cabeza hacia abajo mirándome a los ojos con la pupila dilatada para ver como me contengo y cierro los ojos ahogando la arcada mientras él obliga a que me quede cuando explota dentro de mi garganta, inunda mis paredes. Su cuerpo tiembla debajo de mí al igual que gimotea y se ahoga mientras sigo con los movimientos dejando que todo se deslice por mi garganta. «¿Por qué sabe bien?» trato de tragarme todo pero al parecer no puedo porque mi boca descorda lo que me bombea expandiéndose dentro de mí.

—¡Jodido Dios...! —jadea sin perderme de vista.

Me pongo sobre mis talones entre sus piernas y limpio del desastre de mi boca y mis ojos llorosos mientras la vergüenza se apodera de mí cuando lo veo temblar. Me mira como si quisiera matarme y no sé qué hacer, no habla, sólo me mira, mientras se lo guarda.

—Yo... puedo aprender —trato de romper el hielo.

Me veo obligada a levantarme mientras se abrocha el cinturón y arregla su camisa. Busca entre las cajoneras y veo qué hay ropa suya, saca camisa azul marino mientras hace como que no existo. Me da la espalda y puedo apreciar sus tatuajes, como siempre prefiero no mirar.

—¿Qué suced...?

—Para la otra asegúrense de que la puerta esté bien cerrada —la voz de Elton me hace pegar un chillido y girar.

Gracias a Dios veo sus ojos azules y no los de otro.

—¿Te gusta masturbarte viéndome? —le escupe Tayler arreglándose como si nada.

—No, prefiero a la fémina con mejillas rojas e insatisfacción sexual —murmura recargándose de la puerta corrediza.

Me pongo a rojo vivo cuando una carcajada sonora se forma a mi lado.

—Chúpasela si quieres —escupe—, claro está que le gusta reunirse con los lame vaginas.

Pasa por mi lado empujándome, dejándome humillada, usada y excitada. Un dolor en la garganta me abruma cuando veo pasar sin tocar a Elton.

Mi amigo viene hacia mí mientras mi cabeza está entre mis hombros y la saliva salada se apodera de mi boca.

—Está bien, muñeca —rodea mi cuello mientras mis brazos se encuentran en el lado lateral de mi cuerpo.

Si se siente de la mierda tener absolutamente nada de dignidad.

—¿Qué debo... qué debo hacer? —sollozo con la punzada de mi pecho.

—Te diré algo —sigue acariciando mi espalda mi besa mi cabello—: los hombres te ven como una niña, quizá como un objeto pero no lo eres. Has hecho doblar la ley más de una vez, has matado, y sobrevivido. No te detengas cuando un infeliz te hace sentir menos en el sexo, sus traumas no tienen que ver contigo, y por eso, no debe importarte un carajo su dolor. —se separa de mí y limpia mis lágrimas—. Sólo el tuyo. Si tienes que eliminar algo de tu camino para ser feliz, hazlo, porque ninguno de los que te rodea se dará el lujo de hacerlo por ti.

Asiento tomando aire.

—Hueles a sexo sin pudor —me saca una sonrisa, y palmeo su pecho. Hace una mueca y suspira—. Debiste elegirme.

—Era mi evento canónico no podíamos interferir —me mofo de mi misma. «mis traumas, mis chistes».

Me echa el brazo sobre el hombro, y besa mi sien para salir como si no acabara de tragarme un litro de semen para después ser botada como si fuese una prepago, que aparentemente lo soy. De hecho, lo soy.

Ya me aburrí de ser una burla. La desgracia me apaña así qué pasó el poco tiempo que tengo en este lugar viendo lo que haré. No me topo a Aragon, pero Elton me está esperando en la planta baja. No quiero estar encerrada en el elevador con alguien a quien no era me quiera topar, bajo las escaleras revisando los papeles...

—¡Mierda! —me caigo como si fuese una maldita desquiciada al bajar el último escalón.

Me recuezo por el dolor de tobillo que me envuelve en el momento, pero no tanto como para no levantarme. «Mal follada, humillada, sobajada, herida y ahora me caigo». Vaya ruleta.

—¿Estás bien? —una voz que proviene de las escaleras—. ¿Te lastimaste?

Trato de levantarme y fracaso, recibiendo una mano. Me pone a su altura y sonrío con las malditas cosas de la vida.

—¿Me estás acosando? —pregunto tratando de recoger los papeles.

—Probablemente. —me mira y frena el inútil intento que hago por recoger pero obviamente lo hace por mí.

«Hombres», te tienen y no te valoran. Te tratan como trato. Entrega mis documentos y procedo a ignorarlo e irme por el pasillo que resuena con eco por las zapatillas. Debo admitir que me causa cierta curiosidad y escalofrío.

—¿Vas a ignorarme? —pregunta y no respondo. Sigo mi camino—. Justo en el blanco, hechicera.

—¿Quieres morir? —giro confrontándolo. «es lindo».

—Si es por ti, haría una excepción —me escanea completamente y un escalofrío me recorre—. Sin embrago quiero permanecer vivo cuando de haga mía.

Retrocedo pero el miedo no es la emoción que ahora siento.

—¿Qué te tiene tan seguro?

—Un pajarito me dijo que te gusta lo sadico —me acorrala poco a poco hacia la pared—, quiero hacerte perder el pudor que tanto tratas de tener.

—No tengo tal cosa —abro las piernas—, si quieres entrar en mí, hazlo. Duraras más en empujarlo que en recibir un tiro.

Se acerca a mis labios dejándolos entre abiertos, me mira como si quisiera arrancarme la ropa.

—Tengo mejores cosas para darte que mi pene —dice y deja un pico en mi mejilla. Lo empujo dándole severa bofetada.

—¿Qué es lo que te ocurre? —trato de no hacer un escándalo—. Una cosa es estar ebrios en una fiesta y otra aquí, no quiero que lo último que vea de ti sea tu cabeza rodando.

—A él le gusta despellejar —susurra hundiendo su aliento con el mío cuando me empuja.

Lo aparto nuevamente sintiéndome mal conmigo misma. Me duele el pecho, un mal presentimiento que no me agrada tanto, pero el hombre que tengo frente a mí emana cierta oscuridad, supongo que siempre camino por lugares equivocados.

Me arreglo mientras sonríe mostrándome su dentadura perfecta, Dos hoyuelos se le hacen en las mejillas haciéndome fruncir el ceño. «La maldad siempre luce bien», me recuerdo.

Me doy la vuelta antes de fijarme en cualquier otro loco.

—Nos vemos, hechicera —saborea de manera bizarra.

Un escalofrío repúdiento me recuerde y prefiero no hacer caso.

—Nos vemos, cadaver.

—¿Te gustaré cuando me convierta en calavera? —se mofa y sigo caminando.

Malditos locos, los hombres están desquiciados, dicen que somos nosotras, pero es que no se han visto ellos mismos. Resueno los zapatos incomoda por la sensación de estar tan húmeda. Los vellos me están estropeando la calma.

Me encuentro con Elton en la salida y no le hablo. Tomo camino a la salida y a lo lejos escucho su voz que hace estragos en mi interior, pero, ¿por qué me detendría? No valgo nada, y ahora está satisfecho con mi trabajo, ya no me necesita. Me subo a su auto. Pongo seguro y me tomo el atrevimiento de verlo mientras habla con un hombre de lentes que está del lado de Franck.

—Váyanse todos mucho a la mierda.


🗡️🥀🗡️🥀🗡️

Nota:

Me duró más la batería de mi iPhone que la armonía entre estos dos. 🙏🏻🤡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro