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Capítulo 30

Tayler Aragon.

Semilla.

Tengo la daga en las dos manos mientras su vientre desnudo me suplica que no, esta desnuda sobre una mesa grande de madera, mientras estamos en un calabozo y toda la jerarquía y la mafia me ven. Los hijos de los hijos, todos ellos. Hasta la mafia sangrienta.

Mi padre me apunta con un arma.

—¡Hazlo ya! —ahora lo hace apuntando a Abby con un arma y yo tiemblo con los gritos de sus padres.

—¡Hijo! —grita mi madre y la furia me traiciona.

Ya estaba moribunda, ¿por qué no se muere ya?

—¡Sangre, sangre, sangre! —comienzan a pedir los invitados—. ¡Huesos, sangre, huesos!

Mis manos empuñan el arma y...

—El no lo entiende mi niño, él jamás sabrá cómo... —me tiemblan las manos con su voz y aprieto el arma empujándola en su pecho provocando erupciones de sangre en su boca.

Deslizo sometiendo y escuchando los huesos romperse. Los gritos me llenan de gloria y la sangre salpicando mi rostro me hace disfrutar como un animal el placer de abrirle el estómago, sus asqueroso olor no me llena, pero disfruto de como se siente verla convulsionarse.

—¡Arrodíllense! —grita mi padre dejando de apuntar a Abby.

Se arrodillan ante un chico de quince años, y me envuelve el gozo de saber que puedo matar a quien sea justo ahora, la sangre viaja por mi mano mi rostro, y piel, es como caer en un éxtasis que no conocía. Matar es una nueva droga y lo voy a conversar.

Un suspiro me desierta y el pecho me tiembla, pero me encuentro con un escenario distinto, una mujer de Cabello rojizo y rostro precioso con labios rojos de los besos de no deja de darme: Está desnuda y su pequeña pierna está sobre la mía, al igual que su mano yace en mi pecho cubriendo el tatuaje con su nombre.

Algo me sube y baja cuando se presiona contra mí y noto lo que deja en mi pierna. Deslizo mi mano para poner mi cuerpo en posición fetal, le levanto la pierna y localizo a su canal, su humedad me arranca un gemido ronco cuando ella se refriega y no pierdo el tiempo cuando su gruñido somnoliento la despierta con mi embestida. No abre los ojos, sólo jadea y busca mi boca para subirse sobre mí.

Sus ojos miran sedientos, y la vista que me da de sus pechos redondos con pezones rosas me vuelven más grande la polla que ella se devora con dificultad.

No sé cuándo y cómo llegamos a esto pero pobre del que lo interrumpa porque quedará sin sesos. Esta mujer se pega a mí como un larva, me chupa hasta la última gota, y no sé si sean las pastillas o qué diablos pero nunca me canso de tenerla sobre mí.

—¿Quieres ir a nadar? —pregunto entre jadeos.

—Sí —gimotea saltando como desquiciada, brinca y se columpea mientras le jalo el cabello.

La atraigo hacia mí y mordisqueo sus pezones dejándolos rojos, chilla ante el dolor pero sus pliegues me dan un acceso distinto cuando lo hago, ella se derrite.

Está hecha para mí. Lo sé, y no voy a esperar.

Me basta con el desayuno y me pongo a entrenar como todas las mañanas antes de que ella abra los ojos. Termino molido y cansado, Rome llegará pronto, firmo los papeles de la institución revisando que tenga la educación que merece. Los mejores maestros especializados se encuentran allí, y también los mejores Rangers, de allí ha salido la mayor parte de mis soldados al igual que el bufón.

La aristocracia es la que los entrena para tener un ambiente laboral neutral. Dicen que la jerarquía es la que manda pero la aristocracia es la que puede hablar si le molesta.

Dejo todo en mi escritorio y voy a despertarla después de una ducha, sigue dormida, desnuda con una mano sobre la cabeza, y la pierna alzada mostrándome su desnudez deliciosa y brillante. Lo rosa de sus pliegues me la endurecen en un dos por tres. Me quito la ropa y como siempre, gateo babeando por ella, comienzo a limpiarla y lo único que hace es gemir somnolienta mientras se retuerce en la cama.

La miro a esos ojos grises mientras, agacha la mirada encontrándose conmigo bebiendo de ella como si de un deambulante del desierto se tratara. Me despego apreciando cómo se derrite y mi saliva queda pegada en ella haciéndome alucinar.

—¿Cuándo me vas a llevar a nadar? —gimotea.

Introduzco mi lengua ganándome un grito ahogado y trata de llegar a mi cabello pero de lo niego. Pongo sus piernas en mis hombros sin dejar de tragarme el sabor dulce que desprende, el aroma delicioso que hace que me palpite hasta la última vena.

—¿Cuan...? —es interrumpida por mi lengua introduciéndose en ella.

La cargo entre mis brazos sin dejar de comerle el coño pequeño que tanto me vuelve loco. Busco la zona mientras sigue jadeando y retorciéndose en mis brazos con la cabeza colgada. La levanto y le doy tregua, queda un poco ciega y sonríe notando que está sobre mis hombros.

—Agárrate —le ordeno mirando el techo.

Ella frunce el ceño y ve algo que le gusta porque su coño palpita sobre mi cara, y me hace querer volver a pedirle matrimonio. Se sostiene de él con los brazos se entrega a mí desesperada. Me aprieta la lengua cuando la tengo adentro, muevo, saco y meto con fuerza chupando sin dejar que el aire frío le toque el botón rosa que comienza a palpitar.

—¡Sí, sí! —gimotea y se contornea ronroneando sin control.

La manera en que se me retuercen los intestinos cuando la tengo así es regocijo para mí. Es una diosa, y un demonio al mismo tiempo, me condena y envenena. Me revive y me mata cuando quiere y cuando habla, sonríe, me mira o simplemente respira. Quiero darle lo que quiera, y si tengo que renunciar a todo lo que tengo, lo haré.

No puedo ni siquiera pensar en matar sin ella, no puedo sentir el éxtasis sin ella, no existo sin ella, y coexistir no es suficiente cuando no está ella.

No creo que Dios exista, pero creo en el diablo, y soy yo. Porque sin imaginarlo estoy aquí, sosteniéndola de un candelabro mientras le meto la lengua y se remolonea llenándose de placer, cuando me engañó, y usó sus encantos conmigo para sacar provecho jamás creí volverla a tener así pero estará peor, eso lo puedo jurar.

Si tengo que ser el que se hinque, lo haré, y pondré a todos de rodillas ante ella como alguna vez lo hicieron conmigo. Porque es mi Reina y la Doncella.

Se suponía que su pureza me pertenecía, y así fue, le robé la inocencia el día que se entregó a mí, y aprendió a follar como me gusta. Que el bastardito la haya usado como trapo sólo le hizo saber que no hay hombre que la haga sentir como yo, tanto como no hay mujer que me haga sentir lo que ella.



Lovely Walker.




Me tiemblan las piernas y me duele el cuerpo del maldito orgasmo que me atravesó hasta la última neurona, sin embargo estoy sonriendo frente al espejo del baño.

Rome llega hoy y Tayler dijo que iniciaría las clases está siguiente semana. Me pongo un vestido y medias que me llegan arriba de las rodillas, pongo unas botas y una sudadera negra de cierre. Pongo un lápiz para amarrar mi cabello y bajo por tercera vez en la semana. Nuestra luna de miel terminó y él debe hacer algo de trabajo así como yo debo de largarme a ver adónde.

Manchas me hace escándalo al igual que Eliot cuando llego a la cocina, busco a alguien pero no está, y no sé porque el pecho se me comprime cuando escucho la risa de Cho en el despacho y Odelia me mira.

—¿Qué vamos a desayunar? —pregunto y Eliot patalea carcajeándose cuando Manchas sube a la barra.

—¿Cómo estás, fresita? —salto del taburete y me voy a gritos a los brazos del Yakuza.

—¿Me extrañaste? —le pregunto. Me bajo y me sacude.

—Vas a hacer que me saquen las córneas —susurra.

—No se lo diré —respondo de la misma manera.

Se ríe y hago que se acomode a mi lado en la barra. No sé cuánto mide pero es casi tan alto como Tayler. Odelia nos pone café pero él le pide una cerveza.

—¿Sabías que la cerveza es mucho mejor para la salud que un café en la mañana? —dice y da un sorbo viéndose muy sabio.

—Pues al menos no estoy calva —me mofo.

Sisea divertido y niega. Hay una pizca de preocupación en su rostro, mientras Odelia nos da huevos con tocino, Eliot come frutas con un poco de pollo molido. «Wakala», pobrecito mi niño.

—¿Te dejó la novia? —le golpeo el hombro.

—Ya quisiera —responde sin mucha alegría. Frunzo el ceño.

—¿Qué sucede, flecha? —le pregunto.

Hay un silencio extraño y Odelia se aleja cuando Eliot tira el agua dejando todo mojado a su piso. Se va hacia la lavandería y por alguna razón me mira el Yakuza.

—Tienes una equis en la frente —susurra causándome dolor de tórax—, te quieren a ti, o a tus padres, y la jerarquía ya no los protege. Damon les quitó la protección con tal de sacarte. No le digas a nadie, no confíes en nadie, y sobre todo... no le temas a nadie.

Llega Odelia mientras él se comporta como si nada bebiendo cerveza, y yo trato de agarrar señal. Tayler no me ha dicho nada, me tiene ocupada con el sexo diario, incluso Elton me ha ignorado, han pasado días desde que me llamó preguntando sobre la palabrería, que si ahora lo pienso, activo es más bien; alto oficial.

—¿Quieres ir a cabalgar? —pregunto al Yakuza con entusiasmo.

—No, fresita —me desprecia confirmándome que esto va más allá de un capricho de mafias—. Vine por trabajo, sólo estoy con mi prima arreglando los asuntos de la boda.

Se me revuelve el estómago quitándome las ganas de comer, he estado tan hundida o más bien, me la ha tenido tan hundida que no he preguntado por eso.

—¿Se casaron? —se me quiebra la voz.

—Sí, es por negocios —me explica y trago saliva—, pero ella si está enamorada. Él por otro lado... se acuesta con todas.

Un golpe seco se deja caer en mi pecho abrumándome de lágrimas que se deslizan sin que las pueda detener, limpio y limpio pero no pasa, al contrario, yo estoy entre sollozos.

Un aroma familiar atraviesa la cocina llenándola de ron y tabaco con loción.

—¿Qué le hiciste? —escucho un golpe y abro los ojos topándome con Tayler casi rebanándole el cuello al Yakuza.

—¡Espera! —le grito temblando.

Este hombre no sé qué diablos.

—¿Por qué lloras? —se frustra sin dejar de apuntarle con la daga.

—¡Porque te casaste con ella! —le escupo temblando, el asco me abarca y me recargo del mármol.

Sus manos me atrapan mirándome la cara, me sacude y sus labios huelen a pasta dental y licor refinado.

—¿Por qué siempre estás así? —pregunta sacudiendome.

—¿Por qué te casaste con ella? —pataleo como mocosa, y él se mofa intensificando mi frustración.

—Fresita...

—¡Cállate! —le ordena Tayler—. Esto es entre mi mujer y yo. Lárgate y nos vemos en la fortaleza, llévate a tu prima que ya me ha causado muchos putos problemas.

Me seca las lágrimas lamiéndolas y pasa la daga por mi cuello recordándome lo enfermizo que es todo esto.

—¿Por qué?

—No me casé con ella, mocosa. Ella se casó con un aliado, y yo soy el único con el poder para hacerlo bajo el agua.

El aire regresa a mi cuerpo...

—Odelia. Vete —ordeno cuando se acerca a nosotros—, necesito privacidad, y llévate a Eliot, por favor.

Tayler frunce el ceño y truena los dedos para que Odelia haga caso con más prisa.

—¿Qué tienes? —pregunta.

—Desde que me tomo los tés...

Me cubre la boca y me lleva a su despacho, pero cruzamos su cuarto y lo cierra con un código que tiene en el teléfono. Me quedo quieta en lo que me arrastra con él hacia los cuadros y el olor a pintura.

—Dime —me pide sentándome en un sofá rojo.

—No me he sentido bien desde que Odelia me da tés, de hecho vomito, y me convulsiono, incluso cuando me da unas pastillas —le cuento y se sienta a mi lado mirándome los ojos—, no confío en nadie que no seas tú.

—Haces bien —me dice—, no te tomes nada que no haga yo, y hoy vendrá Rome, te llevará a su casa en lo que yo me ocupo de unos asuntos.

—¿Y Eliot?

—No puedo llevarlo, y no puede salir. Nadie puede saber que ese bebé es de mi familia —me dice.

—¿No lo saben?

—Sólo el Yakuza y Cho, así como Odelia. Hay cosas que no sabes de mí y no te las contaré ahora —me explica sujetándome del rostro—, pero te aseguro que nadie te hará daño mientras yo respire.

—¿Qué me ocultas?

—Nada que debas saber —acaricia mi cabello y da un dulce beso en mis labios encendiéndome la piel.

—¿Me llevarás a nadar? —doy otro besito.

—¿Sabes que si Odelia te está haciendo algo, la mataré, no? —sus palabras me acribillan el estómago.

—¿Por qué me haría algo? —trato de sonreír.

—¿Sabías que uno de tus amigos guardias estaba de soplón? —pregunta y lleva sus manos a mi nuca—. Eso pasa cuando das todo por hecho.

—¿Quién? —se me quiebra la voz pensando en cada uno de ellos.

—Uno del cual me encargaré hoy, al igual que un maldito mercenario —me cuenta por primera vez algo fuera del sexo y qué es un loco—. La casa se mantendrá sola en ocasiones porque te instalarás en nuestra nueva casa.

—Esta me gusta —niego—, éste es nuestro hogar.

Asiente y me tiembla el labio inferior que atrapo cuando acaricia la hora de la navaja por mis piernas.

—Mi hogar eres tú —devuelve ese dorado verde hacia mí.

—¿Por qué tan romántico, anciano? —rozo mi nariz con la suya aunque la diferencia de tamaño sea notable.

Se carcajea sin muchas ganas y guarda la navaja después de pasarla entre sus dedos como si fuese lápiz. Le planto un beso sintiéndome en las nubes, es como subir cuando te columpias pero no bajas, allí te quedas, y con él siempre estoy hasta arriba.

—¿Puedo ir a tu trabajo? —le pregunto dándole besitos.

Si quiero sacar algo debo ir hacia algo, necesito averiguar que está pasando, y asegurarme de que mis padres estén a salvo, porque yo no me metí entre los pantalones del lobo para que ahora no sirva de nada. No aguante humillaciones y golpes por nada, y no me cole de él por nada. Sin embargo yo sé cuánto le gustó, aunque sea un loco desquiciado, no me va a matar si meto las narices o si arruino algo.

Lo haría si lo engaño y eso no está en mis planes. Está en mis planes matar a Edward, pero él lo tiene encerrado bajo llave, y aún no entiendo del todo porque. Sé que le robó pero él no lo haría de esa manera y las fotos para debe ser algo más.

—¿Para quieres ir? —me aparta notoriamente.

—Quiero ver cómo trabajas —me encojo de hombros.

Fuera de su bragueta yo puedo pensar.

—Ok, pero no quiero tonterías —advierte tajante.

Se le nota el estrés a flor de piel.

—¿Qué te hizo Edward para que lo encerraras de esa forma?

—Tocó mis cosas —dice sin más.

Acaricia mi rodilla, y desliza su mano hacia los bordes de mi vestido, me complace decir que...

—Jesús —jadea—, ¿por qué no traes puesto nada?

Sonrió de medio lado encogiéndome de hombros.

—Creí que sí.

—Eres...

—¿Una mocosa cardiaca con amnesia convenenciera que te la pone como una roca?

—Sí. —se viene contra mí metiendo sus dedos y devorándome la boca como un animal desesperado.

Últimamente lo hace con fuerza, como si quisiera arrancarme la piel, y no sé si es porque me desea tanto como quiere matarme, cosa que, realmente no me preocupa.

Se me encienden las mejillas y me remoloneo cuando sus dedos tocan esa parte que me hace vibrar mientras besa mi cuello poniendo mordiscos en cada beso.

Vivir con él no es aburrido, pero es adictivo, tanto que no me había dado cuenta de nada porque simplemente estaba sobre él, o él arriba de mí, yo atada a la cama y siendo azotada, quemada con cera o convirtiéndome en un súcubo humano.

Después de otro orgasmo mañanero me dirijo a una enfermería que no sabía que teníamos y me abro de piernas frente a Tayler que está estresado por algo que le llegó al teléfono, no deja de pasarse las manos por el cabello y ha acomodado la correa más de cinco veces.

—¿Has estado haciendo bebés? —pregunta Rome tratando de empeorar su humor al parecer.

—¿Quieres dejar de ser tan vulgar y ponerle a mi mujer lo que te pedí?

—¿¡Tu mujer!? —le pregunta.

Me burlo y Tayler me acribilla con los ojos, sin embargo abro más las piernas y ladea como tonto la cabeza. Se enoja con él mismo y se da la vuelta.

—¿Hiciste lo que te pedí? —le pregunta a Rome.

—Sí, los resultados están en el portafolio.

La camilla comienza a bajar y escucho como pone sus guantes para abrirme la vagina con sabra Dios que. Introduce el mismo artefacto de antes colocando un condon, y comienza a mostrarme la ecografía en la pantalla. Mueve y mueve mientras Tayler abre desesperado el folder que me pone ansiosa, causando que me duele cuando mueve el artefacto.

—¿Has tenido sangrados?

—Unos pocos.

—¿Vomitos, mareos?

—Sí, pero normal ya que la pase ebria una semana entera —le explico.

—Tengo una mala noticia para... ambos —se me tensan los músculos y Tayler tiembla con el papel en mano.

—¿Qué sucede?

—El quiste desapareció, fue un desorden hormonal que se controló con las pastillas que te di, son fuertes, y tú también ya que las soportaste —toma una pausa dramática mientras Tayler se pone a mi lado abriendo las fosas nasales como un animal hambriento—. Lo malo es que eres una máquina de hacer bebés, preciosa. Y el problema es que estás siendo despojada de ello a base de un medicamento fuerte que hace contraste con químicos como el alcohol o marihuana. Son alucinógenos fuertes. No tanto como la cantidad de ayahuasca que has consumido pero lo son.

—¿Qué quiere decir? —pregunto con risa nerviosa y bajo las piernas sentándome—. ¿Qué quiere decir?

—Hace poco recibiste una porción más fuerte por lo que veo, y por lo que me muestran los análisis de sangre que mandó Tayler después de tu accidente en la tormenta —me cuenta y miro a Tayler que no me dijo nada—, eres como una mujer viviente llena de fertilidad, o lo eras. Es cómo llevar una vida de crack. Es un químico desconocido pero aparentemente lo has ingerido por mucho.

Las palabras me rompen por completo y Tayler truena los dientes con la mandíbula apretada. Tiembla, y Rome se levanta hacia su maletín. Yo por otro lado no sé qué diablos hacer pero las lágrimas salen, es una puta sensación de mierda que te abruma hasta el último músculo del cuerpo. Porque es verdad que no quieres tanto algo como cuando te dicen que ya no lo puedes tener.

—¿Ya no...? —dejo la frase en el aire.

—No lo sé, niña —niega sacando una jeringa mientras se acerca a Tayler el cual no dice nada pero se que lo va a matar.

Me bajo a toda prisa cuando se acerca, Tayler saca la navaja, el hombre se tensa y yo pongo la mano justo en el blanco haciendo que un grito de dolor me rompa la garganta y de la furia saca la daga temblando. Tayler se viene sobre mí cuando el dolor se intensifica, escucho sus voces y sólo siento un líquido frío que me atraviesa la palma.

No dejo de temblar y sollozar cuando Tayler me sienta sobre la camilla acariciando mi rostro.

—¿Cómo se te ocurre? —me sacude y no lo veo bien—. ¿Por qué te pones después ante la vida de cualquiera?

—¿Por qué me haría algo así? —niego tragándome la rabia.

La quiero matar, quiero arrancarle los ojos. ¿Por qué lo hizo? Yo nunca fui mala, y ella... cuando me daba té, o fingía que se compadecía de mí, era veneno para mí.

—La voy a torturar, le sacaré el utero con las manos y te lo daré a ti —me besa y no sé porque diablos estoy asintiendo.

—Aún no —le pido con la rabia carcomiéndome—. Quiero saber que tan lejos llegará.

—No me pida...

—Yo puedo manejarlo —le digo—, llévala conmigo a la nueva casa. Y no quiero a Eliot cerca de ella.

Me abraza y un sentimiento me abruma el estómago, uno que me hace aferrándome a su camisa, la garganta me arde como si tuviese sed y hubiese gritado en un concierto de bon jovi. Me duele el pecho por la traición. Nunca he hecho más que tratar bien a todos, incluso les subí el sueldo y les acomodé los horarios para que viesen más tiempo a sus familias.

—Necesito decirte que debo ponerte la inyección —habla el hombre que bata que no veo, sólo estoy aferrada a Tayler, rodeándola con las piernas y los brazos—, aunque las posibilidades son bajas, no quiero que sufras más abortos, puede que eso lo complique, y deba extirparte de completamente el utero.

Una nube negra me atrapa la vista cuando eso sale de su boca. El sentimiento de pérdida es fuerte, tanto como cuando quise quitarme la vida por primera vez. Algo se apaga dentro de mí y aparto a Tayler, si no fuera por él yo estaría en casa, con mi familia, y en la universidad disfrutando de mis amigos.

—Hazlo —le pido—, y no quiero más malditas mentiras.

Tayler cambia el peso de sus pies y niega rabioso.

—Estuvo bien lo que hiciste —comienza a hablarle el hombre para calmarlo—, los químicos que preparaste para ella la ayudaron a que no se le cayera la matriz.

—¿De qué me sirve? —dice irónico—. ¿Adónde mierda voy a dejar la puta semilla?

No lo miro, sólo siento la garra del martillo que abre mi tórax ahogando las lágrimas.

—Ve y consigue a una mujer —le contesta el hombre que me introduce algo en el brazo causándome dolor que no puedo sentir cuando el pecho me está sangrando por dentro—. Te lo dije tantas veces, y no me hiciste caso. Casarte con Ángela te habría ahorrado muchos problemas.

No digo nada y me quito la bata quedándome desnuda, camino hacia donde esta mi ropa, aprecio la mirada del hombre con bata y no me molesta, ya me han visto tantos que sólo pienso que mi cuerpo es lo único que les importa.

—Ya me quiero ir —le digo a Tayler—, quiero ver la nueva casa. También la escuela y necesito cortarle la garganta a alguien, mientras tú buscas adónde poner tu semilla.

No recojo mis botas, sólo salgo como alma que lleva el diablo viendo el vendaje de mi brazo y mano que no noté. Tayler me sigue a grandes zancadas e intenta tocarme pero le aparto el brazo, y mala idea porque cuando me veo ya estoy estampada contra la pared.

—¿Qué berrinche ahora? —me sacude.

Sus ojos están rojos, y sus labios me llaman pero me niego a sentirme bien cuando estoy cerca de él.

—No lo sé, pregúntale a Ángela —lo empujo con una fuerza que no conocía y salgo corriendo encontrándome a Odelia con Eliot.

—¿Qué sucedió? —pregunta.

Me arde la piel, y a Tayler las manos cuando veo que viaja hacia su pantalón de armas.

—¿No lo sabes? —digo dulcemente—. Tendremos un puto bebé maniaco.

Ruedo los ojos y me dirijo a la cocina arrastrando conmigo a Tayler del cinturón. Es un hombre inteligente, y no es impulsivo, yo por otro lado no sé porque dije eso, ya que, va a aniquilarme con todo lo que me dé.

—¿Por qué siempre dices tan maldita estupidez? —se frustra cuando llegamos a la cocina.

—¿No estás feliz? —se me quiebra la puta voz y el estómago se me revuelve—. Creí que no querías un hijo de una inútil como yo.

Acorta el espacio sujetándome con fuerza del brazo.

—Lo vas a romper —susurro con firmeza.

—No me interesa —hunde sus labios con los míos quitándome la rabia en dos segundos—, no me interesa un hijo si no es tuyo. No me interesa nadie más si no eres tú. No quiero casarme con otra, te quiero a ti, y todo lo que tengas o no. ¿Cuando vas a entenderlo?

—Nunca voy a entender cómo diablos me vas a querer si me elegiste como una puta ruleta —aprieto la mano.

—Arregla tus cosas que nos vamos —espeta—, no quiero lloriqueos.

—Jodete.

—Te jodo a ti y eso me basta. —mete la mano debajo de mi vestido junto con sus dedos, hundiéndose en mi coño alzándome a sus labios. Un gemido se me escapa cuando una bomba térmica eléctrica me estruja.

Lo beso y me deja caer nuevamente para mostrarme los dedos. Me pongo roja por la maldita necesidad de verlo metérselos a la boca.

—Somos tú, yo, y Eliot, nadie más —dice tajante.

Asiento sin perder la mirada de sus dedos, los lleva a su boca, y aprieto las manos. No sé qué me pasa, no sé porque me gusta, y no sé porque quiero que esto termine bien para ambos.

La locura me envuelve, me aplasta y me lanza a sus brazos suspirando el aroma a loción que lo caracteriza, y lo peor es que tengo una herida abierta en la Palma que él causó, y no duele, me duele más saber que no podré darle lo que al parecer es una de las leyes más importantes en la mafia, y si no lo hago, no le sirvo, no importa que sea lo que él quiera.

Lo cual me pone en peligro una vez más, como si ella quisiera que eso sucediera, como si lo supiera. «¿Quién es su familia? —me pregunto abrazando a Tayler y fingiendo felicidad cuando aparece—. ¿Cuál es el motivo?»

Maldita gente loca, siempre ha sido así. No saben nada de la vida y el valor que tiene cada una, el único que se salva es Eliot, ese es al que debo salvar de toda esta mierda. Es injusto que pague por los errores de otros. Sin importar qué yo quiera quedarme aferrada del abdomen de este hombre. Lo cual me hace pensar... «¿Abby?»





Nota:

En finnnn. Quisiera decir que esto se pondrá feliz pero feliz yo a los 7 años a las 7 de la mañana viendo caricaturas un sábado.

¿Qué les está pareciendo esto?

Cuéntenmeeeeee, estoy emocionadaaaaa🙏🏻😍

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