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Capítulo 14

Lovely Walker.


Presa.

Pasamos y la cadena me pesa en el puto cuello, sin embargo, tengo el mentón arriba mientras me encamina por la puerta, los nervios son previstos, y lo único bueno de esta fiesta es que bailaré y yo amo bailar casi tanto como vivir: vivir es lo único que me agrada de la vida.

La maldita entrada no se ve por la puerta de obsidiana pero lo que esconde es magnífico, la entrada da a unas escaleras retorcidas que están divididas en los por pequeños adornos de rosa rojas como si fuese el barandal del centro, los personas están en el gran espacio mientras las mujeres del Yakuza reparten bebidas. La mayoría de las mujeres que están son refinadas y traen vestidos largos de color rosa y negro.

Caminamos todos pero yo me detengo apreciando los candelabros que cuelgan sobre la escalera, Tayler me jala pidiéndome que reaccione y lo hago. Todo sería mejor si este lugar no fuese una maldita locura: subimos y nos encontramos en unas grandes escaleras de presentación donde hay que bajar a un lugar lleno de mesas, un quiosco de barra de licor y la jerarquía dividida en las mesas.

Comenzamos a bajar mientras la luces neutras adornan los candelabros que cuelgan y las mesas con manteles rojos y negro me hacen sonreír aunque lleve un cinturón ahogándome. Camino con él dándome cuenta de los entretenimientos, las paredes son jaulas donde las chicas son siluetas que bailan, no se les ve la cara, sólo el cuerpo moviéndose entre unas rejas.

Unas están en otra esquina suspendidas al aire amarradas en cadenas que descienden desde el techo, otra esquina acumula las que están siendo azotadas y folladas. La siguiente están teniendo una orgia mientras algunos ven con su copa de champaña. Lo grotesco viene de la mano con el asco, pero esto no me da asco y eso me asusta.

Al fondo hay un telón rojo que está en donde una tarima tiene un tubo y bueno, algo me dice que estaré allí.

—Ven por aquí —el Yakuza me saca de mi nube tomándome de la cadena.

Me enfoco en sus ojos mientras veo que Tayler se larga a la barra magnífica qué hay al centro, mis piernas tiemblan por ver a tantos hombres con mujeres de collares en el suelo, como si fuese perros sosteniéndoles las piernas.

—¿Haré eso? —le señalo asintiendo con la cabeza.

—Vamos, necesitas prepararte —me dice.

Asiento y me lleva por todo el sitio mientras que yo me quiero morir porque me miran sabiendo quién soy. Para ellos no soy más que una compra con falla.

Yukimura me arrastra hasta la parte de atrás y hay unas escaleras pequeñas que llevan por el telón, sin embargo estamos en la parte de atrás y comienzo a ver mujeres que traen collares como yo y hay un gran cuarto donde practican, están vestidas de tutus como si estuvieran en el lago de los cisnes. Hay una mujer dando instrucciones vestida de medias negras y un enterizo del mismo color.

—¡Rose! —le llama Yukimura a una mujer.

La mujer voltea y cuando me ve se le descompone el rostro.

—¿Qué hace ella aquí?

—Aragon...

Lo calla levantando la mano.

—Ven aquí, linda —miro al Yakuza y él asiente.

Doy los pasos más firmes que puedo hasta estar frente a ella. Lo único que no está cubierto de ella es el rostro y manos. Tiene unos increíbles ojos color miel pero oscuros, piel bronceada pero no tanto, labios gruesos de una manera sensual, cabello lacio calor chocolate, y su cuerpo me dice que es todo menos instructora de ballet.

—Las dejaré solas —avisa—. Tiene dos horas y media.

—Dame una y media —se burla ella rodando los ojos mientras yo no sé dónde ponerme—. Acércate más.

—¿Podemos ensayar en lugar de distraernos con carne fresca? —regaña una a su compañera de cabello negro que sale corriendo cubriéndose la cara.

—¡M! —grita la mujer que me pone las manos en el collar y se dirije a la que hizo el comentario—. ¡No puedes hablarle a la doncella así!

—Está bien —la tranquilizo sólo para nosotras mientras la otra me mata con la mirada—. Hace mucho no me siento como Doncella.

—Te conozco —caricia mi rostro cuando me libera de la cadena—. Tú no eres una esclava sexual ni sirviente.

—¿Cuál es la diferencia?

—Tú renaciste, y te volviste lo que serás de ahora en adelante —me quita el collar—. No dejes que te humillen, ya fue suficiente con comprarte, también con degradarte y cazarte como una ciervo.

Las lágrimas abundan mis mejillas, tratando de no romper el contacto visual.

—No tengo nada más —susurro para que no me escuchen llorar.

—Ahora me tienes a mí —acomoda mi cabello—. Y no hay nada que me moleste más que pruebas de hombría, así que, vamos a ensayar. Cámbiate allí en el espejo —señala el gran espejo donde todas se ven—. Aquí nadie te juzgará y te mostraré lo que vales.

Asiento sonriéndole, no sé qué quiera mostrarme pero creo que es la única persona que no me ve con ojos subestimables.

Camino con ella hasta el tubo que adorna el espejo mientras siento los ojos de las demás pero Rose aplaude para que sigan y no me vean, hay una maleta que ella abre con unas medias como las de todas las demás y me da unas negras con un payaso del mismo color.

—No tengo bragas —susurro con inocencia.

—Aquí nadie tiene —dice de la misma manera y me hace reír—. Eres hermosa 4, 44, no dejes que nadie te opaque, has sobrevivido más que cualquiera en esta sala, y enfrentarte a los cazadores es prueba de que no sólo eres bonita.

La sonrisa se me pierde en el 4, 44, ese tatuaje lo trae Tayler, ¿ella qué tiene que ver con él? La incomodidad me traiciona y la miro desde el espejo pensando en porque sabía algo así, ¿será su amante?

—¿Qué significa el 4, 44? —me giro sobre mi propio eje para encararla.

—Para ti, nada —se encoge de hombros—. Para el hombre que se lo tatuó significa todo.

—¿Ustedes...? —la saliva que me vuelve roca arruinándome el paso del oxígeno.

—Amigos —me tranquiliza—. Y tú eres el 4, 44, es la hora de tu muerte. Cuando él creyó que habías muerto, estuvo de luto viéndose como una mierda y bebiendo hasta amanecer borracho. Estuvo conmigo en Massachusetts, y jamás lo vi tan destruído.

—¿Esa es la marca de que...?

—Perdió, pero algo me dice que servirá —me guiña el ojo—. Vístete.

Asiento con el corazón retumbando de alegría porque ella me la contagia, como si su voz me dijera que todo va a estar bien. Me quito la ropa y quedo desnuda frente al espejo, ella me mira y toca mi espalda con las marcas de azotes previos.

—¿Te obligó? —pregunta con un grado de culpa.

—No —niego sonriente—. Creo que la parte del sexo con él es una temática de "no quiero"

—¿Segura? —recoge mi cabello con una pinza.

—Segura —asiento sonriente.

—Mírate —me pide y hago caso al cuerpo desnudo y moretones al igual que chupetes en las tetas—. ¿Quieres saber por qué vales?

Asiento dudosa.

—Por esto —se agacha y señala la cicatriz que me hizo Tayler cuando bebió de mí—. Esto te hace quién eres, esta es la marca de lo mucho que te dolió, y aún así, estás aquí. —se levanta y toca antiguas cicatrices que no recuerdo—. Está es la marca de que renaciste.

Tengo una por la clavícula y esa al parecer fue la que me mató.

—¿Esto que significa? —pregunto al sello de Tayler.

—Significa libertad, eres una chica valiente y te ganaste la libertad —asiente como si fuera posible—. Un cazador te marca en la cacería ti porque sabe que morirá, y esa marca te mantendría con vida sin importar qué él ya no lo estuviera.

Recuerdo el instante en que Damon lo dijo y sentí que me arrancaron el corazón, lo cual me avergonzaba.

—No lo recuerdo —acepto con la culpa en el pecho. Porque por más que quiera odiarlo no puedo—. Pero tampoco quiero recordar lo que hice antes.

—No necesitas recordar lo que tu cuerpo te dice, linda —señala mi ropa—. Y el pasado no desaparece, el pasado te transforma, es como una maldita metástasis.

Me saca las carcajadas silenciosas y me comienzo a vestir mientras todas ven mi espalda marcada y mi cuerpo lleno de heridas que la verdad ya no duelen.

—¿Cómo planea hacer el número de Greta? —refunfa la misma de antes.

Esa maldita Greta la traigo metida entre ceja y ceja, y de hecho me estresa a más no poder que a cada rato estén nombrándola como si fuera una diosa. Cuando no es más que una cabrona que no tuvo la decencia de mostrar empatía.

—No haré el número de esa perra estúpida —digo terminándome de acomodar el payaso—. Yo no hago el número de zorras come pollas ajenas.

—¿Dolida porque se follara a tu comprador?

—Cállate, J —sugiere Rose despreocupada.

Las demás cuchiquean y yo quiero arrancarles las extremidades a ver si así pueden hacer su show.

—¿¡Dolida!? —me burlo ajustándome las zapatillas mientras la veo por el espejo—. A mí no me compraron, yo me entregué, yo tuve opción. Es un privilegio del que seguramente no tienes conocimiento. Mi cazador es posesivo, y le gusto viva.

—¡Bueno ya! —grita Rose—. La Doncella vino a cubrir a Greta, y gracias a dios porque no tengo paciencia para soportarla.

—Descuida —le sonrio—. Con suerte le amputen la pierna.

—Maldita privilegiada —susurra mostrándome su perfil.

—Maldita tú —replico—. El privilegio que tengo me lo gané.

—¿Qué sabes hacer? —se cruza de brazos y las demás me miran.

—J —vuelve a decir Rose lentamente—. Vas a terminar mal.

—No hay un límite —me encojo de hombros.

—¿Puedes aprender una coreo en menos de una hora? —pregunta Rose tallándose la sien.

—Puedo hacerlo en un minuto si la veo —digo sin mucha prisa.

«No por nada me maté toda mi vida con clases que odiaba y salí siendo la mejor», me digo para no morirme de nervios.

—¡Bien, a sus puestos! —ordena Rose y yo me acomodo el cabello en el espejo.

Camino hacia ella y me pongo de frente para apreciar sus movimientos aburridos y torpes de danza gitana. Bailan y bailan pero no hay corazón en la danza. Me empiezo a poner estresada con tanta catástrofe, una se sube al tubo acabando el número y se desliza como pollo en asador.

—¿Tú hiciste esto? —pregunto a Rose sin dejar semblante decepcionado, ya que yo esperaba más de ella.

—Por suerte no —se ríe igual que yo—. Pero mientras tú hagas bien el trabajo...

—¡No pienso ir a dar el ridículo con esto que acaban de mostrar! —camino hacia el tubo—. Es obvio que esto tiene semanas de práctica, pero entiendan que es de los eventos más grandes del año, y no voy a salir con ustedes si bailan como si estuviesen extrinidas.

—¿Puedes hacerlo mejor?

—Sí, obviamente —las miro a todas—. Necesitan que los pasos sean firmes, y los movimientos de caderas sean sutiles cuando hagan sonar el látigo —les recomiendo—. Las bajadas no se entorpecen con subidas monótonas, debe darse un giro de 90 grados y después palmean su trasero.

—Rose... —le dice la otra para que no siga. Cosa que ignora.

—Como decía —le pongo los ojos en blanco—. El tubo no es una maldita asadera de pollo, se necesita precisión y fuerza, pero la sensualidad se debe ver hasta cayendo. —rodeo el tubo dándoles instrucciones con las manos, estiro y me subo.

Hago que mi cabeza quede colgando para que vean cómo suelto una pierna devolviéndome el control para subir y dejar que el arco de mi columna se acople con mi trasero sallando el tubo y mis piernas envolviéndolo. Antes de llegar al suelo desenvuelvo y caigo de piernas abiertas, me giro y dejo que vean mis pechos queriéndose salir del payaso.

—¿Ya están listas? —pregunta una voz algo divagange que me hace voltear.

Casi me rompo el cuello, al igual que todas las malditas estas urgidas. Ruedo los ojos.

—La Doncella está instruyéndolas —dice Rose y me levanto quedándome quieta en el tubo tratando de que no noten que me estoy desmayando.

—Love —me llama, y me atrevo a mirarlo—. Enséñame.

Ve el tubo y Rose pone música haciéndome quedar como estúpida porque claramente me voy a caer. La maldita necesidad de ir a abrazarlo me quitan las fuerzas pero me las regresan cuando las malditas tipas se remolonean y sonríen para que él las note, cosa qué pasa y...

—¿Que ven? ¡Pónganse a trabajar! —truena los dedos y se cruza de brazos esperando que empiece.

—¿Por qué a mí? —susurro.

—Porque eres lo que quiero ver —espeta y yo me ahogo con mi propia saliva.

Me separo del tubo y camino bailando, siguiendo el ritmo de una canción similar a la pantera rosa, cosa que me hace sentir extrañamente cómoda; trueno los dedos al paso de la canción. Empieza el coro y corro al tubo elevándome como una gata, sujeto con fuerza para imitar una caminata en horizontal. Abro las piernas de par a par sin despegar los ojos del hombre que se pierde en la abertura de mis piernas, me envuelvo en el tubo y dejo caer mi cabello para que mis pies se claven al tubo, me elevo y abro las piernas, las envuelvo al tubo. La canción va a terminar y los brazos me duelen porque sus ojos racanean con fuerza. Encuentro el ángulo y me enterezo poniendo los pies sobre sus hombros.

No se acerca pero yo me deslizo haciéndolo venir por mí, quedo sentada allí y su respiración me llega a la maldita vagina que está empapada, las personas no desaparecieron físicamente porque siguen allí pero para mí ya no existen. Sólo esos ojos y los míos tienen cabida aquí.

Meto las manos entre su cabello, y las suyas comienzan a deslizar mi espalda, la sensación de haber estado así que carcome dejando ir un jadeo cuando los candelabros del techo se convierten en los de la casa, agacho la mirada y regreso a un momento en mi mente, está comiéndome con la boca y yo tiemblo sosteniéndome del candelabro. Escucho los jadeos y gemidos perdiendo el sentido de lo real.

Me baja y siento que la presión se me subió porque en el maldito instante que llego a su altura hace falta un beso, un beso que recuerdo y me hace querer llorar. Lo miro y frunce el ceño. Ni siquiera me di cuenta de que ya estaba en el suelo, pero mis manos siguen es su pecho.

—Lo recordé —susurro—. El candelabro, y... el beso —paso mis dedos por mis labios y vuelvo a mirarlo.

—Háblame cuando recuerdes porque me engañaste —le resta importancia—. Que las folladas las recuerdo bien.

—Bésame, Tayler —le pido—. Haz ahora, y te prometo que te diré siempre la verdad.

—No tengo ganas de ti ahora, y sigue practicando, me harás ganar mucho dinero.

La rabia me corroe electrocutándome el cuerpo pero mejor sonrió.

—Lo haré.

Me mira con el ceño fruncido porque seguramente sospecha algo pero no le pone atención, está un ocupado queriendo calmar la erección que tiene. «Que no tiene ganas de mí», me burlo.

La música de Chase Atlantic aparece y a mí se me atora algo con la letra, pero trato de enfocarme para ver los pasos que están corriendo las chicas del Yakuza. Todas ellas tienen una marca de flecha, la marca de Yukimura. No hay mucha diferencia entre ellas y yo, pero al menos puedo vivir con eso. Pasa un rato y ya tienen todo listo. Nos dirigimos a la parte trasera donde se encuentras unos baños donde todas comienza a quitarse la ropa, hago lo mismo, hasta Rose que tiene tatuajes por doquier, y algo me dice que ella misma los hace.

Termino de bañarme y nos dirigimos como ganado a la parte contraria de donde entramos que es una puerta en la otra parte de los baños compartidos. Mis ojos se abren asombrados de la cantidad de ropa, maquillaje, y personas que trabajan en arreglarlas, alguien me toma del brazo distrayéndome de lo boba que quedó al ver el lugar gigante lleno de vestuarios de todo tipo y espejos contra ma pared con su respectivo tocador. Cada una de las chicas toma asiento al igual que yo y Rose pide que le traigan algo mientras yo me embobezco.

Tengo a una secándome en cabello, otra me pinta las uñas, Rose se encarga de mi rostro mientras otra muestra muestra vestuarios que no veo ya que estoy siendo atacada por todas ellas. Rose elige asintiendo con tres vestuarios y me da el último retoque.

Todas terminan y me deja frente al espejo descubierto, el cabello está suelto con caídas onduladas hasta mis pechos, noto que lo despuntaron y ni siquiera me di cuenta ya que la parte corta queda al frente. Mis facciones están bien marcadas haciéndome ver cómo cazadora con delineado oscuro resaltando el pálido de mis ojos con sombras oscuras torna sol.

—¿Qué tal? —sonríe Rose dejándome ver sus perfectos dientes.

Es que no hay palabras para describir lo hermosa y poderosa que me siento. Repaso mi rostro con una sonrisa y el labial rojo quemado me da un toque poderoso, mi pecho se estremece y toco mi cuello con la sensación de esa extremidad fantasma.

—¿Crees que hoy me toque otro? —se me quiebra la voz.

Los ojos arden pero me toma de las mejillas.

—No arruines el maquillaje por un hombre —asiento sonriendo ante su tacto—. No dejes que el miedo te invada, y tengo una noticia para ti —mira mi oreja—. Aquí los audios no funcionan, así que, lo que tengas planeado no saldrá bien.

—¿Como...? —deja mi pregunta en el aire.

—Estoy a cargo de la seguridad y pude ver el dispositivo detectado en ti...

—No le digas —le pido tomándola de los brazos—. No me lo perdonará.

—No hay algo que no te perdone —acaricia mi rostro—. Pero créeme cuando te digo que si vas a hacer algo es mejor que actúes de maravilla.

Se me sube el corazón a la garganta y el miedo prevalece aunque las demás estén en sus cosas.

—No me iré, pero, quiero hacerlo —le aclaro.

—Claro —besa mi frente—. Aún tienes 19, puedes hacer estas cosas.

Se aleja y mete la mano entre medio de sus tetas, saca un cadena de oro, a su paso el pecho se me estropea con la presión que causa al estar apunto de ver lo que veo que veré.

—No quiero —bajo la mirada—. No quiero eso.

—Es tuyo —musita—. Él te lo dió, ¿no recuerdas? —me alza la barbilla y no quiero llorar pero el collar con el corazón de diamante con una mezcla extraña en el rojo me hace temblar—. Esto son ambos, y cuando él lo vea entonces haz lo que vayas a hacer.

Deja el collar en mis manos y trata de irse dejando mi cabeza hecha un nudo de preguntas dado que cuando el diamante toca mi piel siento que acabo de recuperar mi juguete más viejo.

—¿Cómo lo conseguiste? —la miro antes de que se distraiga mirando el maquillaje de una chica.

Me regala una sonrisa mordaz y no habla sonoramente pero aparentemente me conoce:

—Manos hábiles.

Mueve las manos y una carcajada se me escapa sintiendo que estoy apunto de colapsar con la sonrisa que se me dibuja en el rostro, el corazón tiene una abertura, pero el retumbando de mi corazón se vuelve presente en mi pecho, escucho mi respiración agitada y el corazón se ahoga... abro el corazón y...

—¡15 minutos! —grita Rose, cierro de prisa y me coloco el collar.

Me levanto para que las chicas me pongan un vestuario de reputación dudosa, después una pequeña falda de tambores color negro al igual que todo lo que me tapa, tengo unas medias de tiras que se aprietan a mis piernas. Sobre ello ponen un vestido rojo de lunares blancos, y un sombrero negro que va en conjunto con las medias y el bastón.

El vestido tiene vuelo así que si giro se me ve hasta el alma. Me giro para dar una demostración haciendo sonar el bastón, y las carcajadas de las maquillistas se acoplan a la mía. Parece que vendo paletas en forma de pene, y me gusta.

Todos se formar a los lados del telón y el primer acto abre visita recibiéndolas con aplausos, el silencio y la discreción es buena ya que nadie chifla, observan los movimientos de las mujeres que se lucen con una ilusión de manos en la pared, desde mi ángulo se ve peligroso ya que están paradas en los hombros de las otras haciéndolo mientras las del otro lado dejan que las manos las toquen y hagan movimientos hipnotizantes al públicos como el abanico que construyen en sus palmas.

—¿Lista? —pregunta Rose.

La pregunta me aturde y me hace recorrer mi vestido para secarme las palmas temblorosas mientras mi corazón se azota contra mi tórax dañándome al grado de no poder respirar con tranquilidad.

—No —digo en un suspiro—. No voy a poder.

—Mírame —me toma de las mejillas—. Sal allá afuera y demuestra porque eres el único blanco al que no se le puede apuntar.

—¿Por qué? —tiemblo mirando sus ojos.

—Porque una daga se clavará en los ojos que te vean como uno. —besa mis manos y repasa mi collar—. Al final van a aparecer unos números en la pantalla, es lo que se ofrece por ti, pero tranquila. Y, verás a personas que quizá no quieras, pero no les des el maldito placer de verte frágil.

Meto el collar dentro de mis pechos.

Asiento temerosa. «Yo no soy la presa», me repito. Me alejo caminando de espaldas mientras Rose dice algo que no escucho pero leo y lo sensual que lo hacen ver sus labios me dan el valor de alzar el mentón, girar sobre mi propio eje caminar escuchando solo mis tazones caminando a la tarima negra brillante:

—Encantadora.

Me detengo en la tabla de manos que me tocan mientras paseo el bastón por mis pies. Las luces dejan que el público no tenga cabezas, sin embargo reconozco a lo que yo tengo con su traje a la medida, con una mano recargada el brazo del asiento para que su dedo en la sien sostenga su cabeza concentrada.

Todos los de la mafia están juntos, y los de la jerarquía separados, el problema llega cuando veo a uno entre la división que está de traje negro con camisa negra y el brazo descubierto dejando que la cadena se vea: «¿Lo hizo?», me pregunto. Él jamás haría algo que me dañe.

Comienzo la danza usando el bastón como mi himno, caminando y resonando: olvido que me encuentro en el mar lleno de tiburones, doy la espalda con el bastón al frente y dejo que mi espalda caiga hacia al frente mostrándoles lo que al parecer quieren ver. Excepto Tayler que se tensa al ver cómo los hombres se acomodan.

Tomo mi sombrero y hago un gesto de reverencia para deshacerme de la presentación con ayuda de las bailarinas que salen como lindos cisnes negros arrebatándome ya ropa, finjo que me obligan y el pequeño micrófono deja que escuchen mis llanto que termina en gemidos.

Quedo con la falda y botas de cuero que me llegan hasta las rodillas; me levanto con el pecho reventando, la sonrisa de lujuria aparece cuando veo el pecho de los hombres que visten de negro, parecen mis malditos mecías, y si Tayler quería a un hombre al cual venderme, lo tendrá.

Me destrozo moviendo el cuerpo, tocándome, y de alguna manera calentándome a mí misma cuando el corazón que se esconde en mi espalda se pasa a mis pechos, provocando que mis ojos se salgan mientras camino a gatas. «Puta madre», me digo. Tayler se endereza y ve a Damon que me mira pero no puedo ver bien sus rostros.

Me levanto y arranco la falda quedándome solo con el maldito corset de suero que me pone las tetas en la cara y el collar atrapado en ellas. Voy al tubo y engancho unas cuelgas a mi cadera para subir hasta lo más alto del metal haciendo movimientos sensuales que los ponen a babear. Suelto el tubo y quedo colgando de las tiras rojas, haciendo movimientos con las piernas, acariciando mi cuerpo y llegando al suelo cuando decido caer en una voltereta.

Tomo el latido que entra a darme un hombre que en mi vida había visto y lo hago sonar en él cuando Party Monster comienza a sonar. Se retira dándome un beso en el hombro y la cara de Tayler creo que se desfigura pero yo lo disfruto.

La compra comienza empezando por 85 mil, cada asiento tiene un botón que oprimen dejando que el número cambie de cinco en 5 mientras yo me muevo sigilosa a las escaleras frontales que me dan paso hacia los invitados.

Miro a Rose antes de bajar y ella asiente haciendo que todos se queden quietos mientras pasó el látigo por ellos y me detengo uno segundo sin mirar a Tayler que sigue apretando el botón.

—¿Querías venderme, no?

Sigo de largo con las piernas temblando y me siento sobre el regazo del hombre que posee una cadena en el antebrazo. Lo rodeo del cuello mirando sus ojos azules que están llenos de rabia al mirar el collar lo cual me importa muy poco ya que no sé qué diablos pasa con él. Toco su mejilla y Tayler quiere levantarse pero no puede, me acerco a la boca que huele a menta y me refriega su cuerpo mientras los invitados están excitados con la escena y la cantidad sube hasta 100 mil por tener a la Doncella del Don de la mafia. La cámara nos enfocan a ambos y pueden ver en HD cómo jadeo contra su boca sin salirme de mi papel. Esto lo iba a hacer Greta pero espero que le de gangrena y se muera.

—¿Qué haces, Calabacita? —pregunta tallando mi mejilla con su nariz.

—Cómprame —le pido—. Llévame y hazme el amor.

—¿250 mil a la una? —pregunta Rose mientras me levantando asfixiando ligeramente a Damon con el látigo.

Oprime el botón y se regresa al mando. Tayler está temblando de rabia y yo le lanzo un beso que él no procesa ya que mira a Damon.

—300 mil —dice uno que no logro ver quién como tampoco y veo la intención de Tayler en oprimir el botón.

De hecho sólo me ve detenerme mientras la música de fondo disminuye.

Me paro frente a todos cansada mientras subo las escaleras para que siga la subasta.

—¡Oprime el botón! —grita otro.

El número cambia y veo que va subiendo de cinco en cinco, veo a Damon oprimirlo mientras Tayler me mira anonadado y decepcionado, me remuevo en el lugar porque la única diferencia entre ellos dos es el cabello ya que ambos traen el traje negro que me pone a alucinar en porque diablos me fijo en locos dañados.

—¡Vendrás a casa conmigo! —me grita Damon—. ¡Quiero follarme a la Doncella de la mafia!

Lo fulmino con la mirada mientras y los invitados aplauden el maldito "elogio". Tayler se queda quieto y no vuelve a oprimir el botón, el corazón se me oprime porque no sé si está pensando pero creo que me va a matar ya que su mano viaja a su cintura temblorosa. Miro a Rose y teclea algo en su brazo desesperada. La cantidad está en 400 mil, y me tiemblan las malditas piernas.

—400 mil a la una —comienza Rose y Tayler no me mira, tiene la cabeza reclinada apretando su daga al grado de que está sangrando.

Por leyes no puede matar a alguien aquí y salir vivo, sus arrebatos significan la muerte, y que yo sepa él nunca ha sido impulsivo.

Me quiero mover pero Rose me niega con la cabeza mientras Damon se ríe con discreción subiendo la cifra.

Rose no lo quiere anunciarlo pero asiento con las lágrimas queriendo salir, Tayler no se mueve y me duele el pecho porque al parecer si dejaría que otro me compre, y con ello, me matara. Está bien si muero, dado que lo único que doy es asco, le di en el orgullo y yo tengo la culpa por sentarme en el regazo del hombre con el que lo engañé, dejando que me follara como una zorra.

—Vendida a la jerarquía Londiense: 400 mil de dólares, vendida a Armstr...

—500 mil —escucho una voz y no lo veo pero lo busco ya que sé quién es ese tonto.

La sonrisa no se puede estirar más en mi rostro al igual que el rostro de asombro a los invitados.

A las 2, muñequita —susurra en mi oído y me rio entre lágrimas.

—Vendida por 500 mil a la aristocracia: comprador Elton Makris, soberano de la Ley de aristócrata y príncipe de Grecia.

—600 mil —se levanta Tayler.

—Seiscientos... un mil —Elton se deja ver al centro del lugar donde está por intermedio Damon.

Está vestido con el uniforme de soberano heredero el trono, portando sus insignias y espada. Trae guantes blanco y... su cabello ahora es corto, su sonrisa me ilumina.

Tiene una gran sonrisa haciendo función a esos bellos hoyuelos reales.

Vuelvo a Tayler y se me comprime el pecho al ver cómo tiene la mano llena de sangre, me mira y mejor veo a Elton.

—700 mil —dice Damon—. Ya dámela Aragon, sólo será una noche.

Casi siento que la sangre derramada aquí será como sopa en época de calor; inevitable.

—Señores —interviene Rose al ver que las personas se están alborotando—. El límite son 500 mil por la compra de una noche.

—¿Qué harás? —me pregunta Damon.

—Quiero comer papas fritas y una malteada de chocolate... su majestad. —me inclino hacia Elton.

Bajo las escaleras y Tayler me toma del brazo y mis ojos no pueden evitar llorar al ver la sangre gotear, él no se inmuta, de hecho no le interesa el dolor, me ve como si acabara de cortarlo yo.

—¿Creíste que dejaría que otro te tocara? —sus palabras me duelen pero no más que verlo quedarse quieto mientras Damon me hablaba como zorra.

—¿Creíste que dejaría que me vendieras a otro? —quito el agarre discretamente, y le arreglo el traje—. Pero, amor..., sólo es una noche, no es para tanto. Ya me he revolcado con más —me paro de puntitas y le doy un beso en la mejilla.

Elton se acerca a mí y dirige la mirada a Tayler que frunce el ceño.

—Tú, maldito bufón de Grecia —tensa la mandíbula.

Elton lo ignora mientras los demás van a las jaulas por orden de Rose para hacer sus compras de la noche.

—No me haga esperar, Doncella —me ofrece el brazo y lo tomo sintiendo el infierno desatarse—. ¿Chocolate y café?

—Sí, majestad.

—Felicidades por su compra —Rose se atraviesa y Elton la escanea sonriente.

El público aplaude la compra.

—Siempre un placer, mi bella Rosa. —besa el dorso de su mano y Tayler se acerca a él.

Damon pasa por nuestro lado.

—Disfruta tu compra, amigo —palmea su hombro, y Elton lo fulmina con los ojos—. Ronronea delicioso —saborea la última palabra y se larga.

Me dan ganas de correr a picarle los ojos, porque sabe lo que sucede y le importa poco que la paciencia de Tayler caduque para que termine matándome.

Rose se pone frente a los tres ya que Tayler debe firmar, y Elton debe pagar para llevarme.

—¿Cómo será su compra? —pregunta tecleando y llevándolos a la parte de la tarima por la izquierda donde se encuentra un hombre de maletín.

—Remesas —contesta Elton mientras caminamos.

Tayler camina con la mano chorreando y yo quiero arreglarlo, pero parece más concentrado en el collar que cuelga de mi cuello.

—¿Cuánto es la devolución de esta maldita estafa, Rosemary? —gruñe Tayler llevándola contra la pared de la tarima.

—Dijiste que se podía vender —se encoge de hombros.

—¿Hay algún problema? —invertirme Elton—. Quiero que la noche sea larga.

—Cállate —Tayler lo encara queriendo estrangularlo—. Te devolveré tu dinero, pero dame a mi mujer... ¡ya! —le palpita la vena del cuello y yo le pongo la mano en el pecho.

—Ya te dije que me voy —me abro paso—. Recógeme mañana —me mira a los ojos y niega incrédulo.

—¿Te falla, no? —golpea su sien con el dedo índice—. No te vas a ir con nadie que no sea yo.

—Son las reglas —interviene Rose cuando Tayler trata de apuñalar a Elton.

Qué diablos con estos locos, todo el tiempo quieren morir.

—Soy un Príncipe —comienza Elton poniéndose imponente aunque Tayler sea un pelo más alto—, soy un hombre de honor y de palabra. No vine aquí por hombría, estoy aquí por ella, porque no voy a permitir que la sobajes a que se vaya con uno igual que tú —asiente señalando a la jerarquía—. Ella vendrá conmigo, y sólo si ella quiere, volverá mañana.

—¿Crees que puedes darme órdenes, bufón? —se carcajea.

Rose se da cuenta de la situación e interviene apartándome de los dos para entrometerle entre ellos.

—Elton es el príncipe de la aristocracia, trae un papel firmado por la realiza con doscientas firmas. —miro a Elton y quedó perpleja—. No puedes interferir en esto, porque quiere abolir la ley de posesión por obturación y abuso de autoridad. ¿Quieres una guerra? Te diré que la perderás.

—Déjame ir —intervengo—. Volveré contigo.

—¿¡Crees que creo esa puta mentira cuando te le fuiste a sentar en la maldita polla a tu amante!? —me reclama tratando de hacer obviamente un escándalo.

La cara de Tayler enojado es en serio escalofriante, esos ojos te matan y hacen que desvíes la maldita mirada, pero, hoy no.

Por otro lado: tiembla la quijada y estoy segura de que este hombre es el que tiene más autocontrol de todo el lugar.

—Baja la voz —interviene Rose—. Ella volverá, y tú te lo mereces por quererla vender, da gracias que es Elton y no Armstrong.

Tayler se relaja, y yo le digo que sí con la mirada.

—¿Por qué haces tanto espectáculo? —interviene Elton—. No la quiero para sexo si es lo que te preocupa, sólo quiero que esté un día con los que quiere.

—Estoy apunto de tener un maldito derrame cerebral, Love, así que. —se talla el puente de la nariz—. Metete a mi auto cuando salgas.

—¿Quieres recibir más azotes? —dice Rose a Tayler.

—Recibo los que tenga que recibir —dice y tengo que intervenir.

«¿Lo haría?», me pregunto. Obviamente no, es un pendejo egoísta. No hay manera de que reciba algo por mí, yo lo traicioné y lo entiendo así que sólo necesito aire.

—Vámonos —le digo a Elton.

—Mi agente te dará el pago, bella —asiente despidiéndose de Rose.

Tayler nos acompaña después de firmar, porque así debe ser la maldita ley, me debe entregar a mi comprador y llevarme hasta el auto. Camino del brazo de ambos mientras Tayler esconde la mano izquierda que tiene una capa de sangre seca de la manera más grotesca posible, los invitados se forman a ver el pasillo asintiendo como si fuese un maldito logro.

—Feliz noche de compra —dicen en insonoro.

Se me eriza la piel al escuchar las malditas palabras y cómo Elton no asiente ni se inmuta ya que es un Príncipe y luce como tal, trato de hacer lo mismo. Caminamos a la salida y la música comienza sonar dejándome en un shock temporal mientras Elton me suelta acomodando un beso en mi mejilla. Sus guardias están uniformados y marchan para abrirle las puestas. Estoy incómoda viendo la sangre que gotea y Tayler me mira negando.

—No hagas esto —me vuelve a tomar dejando que la sangre se mezcle en mí antebrazo—. Pagaré por ti, y nos vamos de aquí.

Niego con las lágrimas quemándome.

—¿Por qué no seguías oprimiendo?

—Te sentaste sobre él —me sangolotea—. ¿Por... por qué?

—Porque me dolió —acepto acercándome, y sus ojos buscan algo que no hay—. Me dolió ver que me vendieras como un pedazo de carne, tú sabes... sabes: ¿cómo pudiste?

—¡Yo te iba a comprar! —me regaña.

—¡No quería ser comprada! —lo empujo.

—Vámonos, muñequita.

Me encamino al lado de Elton que me espera firme en la puerta mientras los guardias reales le abren paso...

—¿A qué hora pasó por ti? —me sujeta con fuerza del brazo.

—A las 4:44 —le doy el jalón y me suelo viendo su cara de frustración furia y con aspecto de que alguien morirá.

—¿Sabes que no puedes irte, verdad? —pregunta antes de que camine.

—Lo sé —asiento—. Sé el costo.

Muerte y esclavitud a mis seres amados. No es algo que no sepa ya que, es obvia la razón por la cual no quiero una maldita guerra, y lo que mantiene las cosas en orden es que esta prohibido matar a alguien dentro de un evento u establecimiento de la jerarquía, así que, aunque Tayler esté cagandose por matar a Elton, a Damon y a mí, sólo puede tragarse la rabia o largarse.

Me voy a los brazos de Elton una vez asiente dejándome ir sin mirarme. Bajo con entusiasmo y me cuelgo de mi amigo.

—Si la toca... —dice y Elton rueda los ojos.

Las caras de ambos gritan poder, el problema es que Tayler está frustrado y Elton no.

—Ahórratelo, Aragon —lo ignora y comenzamos a avanzar.

No sé porque creo que hay algo más entre ellos; historia.

Los guardias comienzan a cerrar la puerta y no puedo evitar verlo como él lo hace conmigo, me retumba el pecho quiriendo correr pero amo a Elton y a mis amigos, quiero estar con ellos. La brecha se va cerrando.

—Iré por ti.

Asiento tratando de ocultar la sonrisa y me lanzo corriendo hasta Elton que está esperándome en su auto precioso azul que brilla como él, huele a perfume y a traje nuevo.

—¿Ya eres Rey? —pregunto cuando me cuelgo de su cuello.

—No, pero mis padres firmaron el permiso para hacer esto —me alza en el aire y siento que puedo respirar.

—Gracias —el nudo se hace en mi garganta cuando la palabra cruza mi garganta—. Me gusta tu nuevo look.

—Lo que pasa es que te vuelvo loca —me abre la puerta.

—Sí, baile para ti —digo con coqueteo.

—Lo sé, lo sé.

Elton ha sido lo único servible, él único que va por mí, él me cuida y protege, Elton es la única persona que me ve y no siente asco por mis malas decisiones, bien pudo obligarme a casarme con él cuando Ostin cumplía años, pero no, él me apoyó sabiendo que fracasaría o tal vez me conocía tan bien como para saber lo que sucedería. Él me ayudó a conocer a Tayler, su historia, y creo que en algún punto nos cuestionamos si era el malo, pero, lo es, y eso yo no lo puedo ver.

No puedo.

—¿Nos vamos? —señala el auto.

—Yo manejo, majestad —le pido las llaves y un poco obligado me las da.

La emoción recorre mi cuerpo cuando toco el auto. Los guardias me entregan una gabardina pero se las niego ya que quiero sumirme a este auto como una dominatriz, y Elton sólo niega divertido antes de que emprendamos camino olvidando lo que son los semáforos, tránsito y leyes de vía pública.

Mis carcajadas se hacen fuertes cuando Elton enciende el reproductor del auto y comienza a sonar Shirt de SZA.

Me carcajeo porque la maldita canción me representa tanto ahora y...

—Can't cry about the shit that I can't change —canta Elton quitándose el uniforme y dejándose una camisa blanca de algodón.

El pecho se me relaja y me olvido de lo que estoy viviendo y seguiré, pero no me arrepiento, esta es la vida que me gusta y creo que a todos.

—¡Hate it! —grito.

La canción suena y me llena el alma.

—I feelin' lost, but I liked —continua.

Las lágrimas se me escurren y él sigue cantando mientras me pasó los altos y los autos reales nos siguen como si fuésemos a matarnos. Las carcajadas invaden cuando Elton me señala para cantar la siguiente estrofa pero niego.

—¡Damn, bitch, you so thirsty! —me señala y no puedo evitar reírme.

No tiene 30 pero lo lógico sería que no me gustara y tampoco que fuese él porque lo que me hizo no tiene perdón, aunque las leyes lo vean como un favor al reclamarme como propiedad, pero no lo veo así, yo era una niña y me cuestiono cada día por el hecho de haber hecho algo voluntariamente con él, siendo una persona tan asquerosa, ha violado a chicas. Es obvio ya que él siempre participa en las iniciaciones.

Veo a mi amigo y sigue cantando una canción de Rihanna, él es sin duda el ser más bueno de la maldita tierra y soy tan malditamente afortunado por tener a alguien como Elton en mi vida.




Nota:

Esto es lo que se ve en el bajo mundo, donde la política, la ley y la mafia trabajan juntas. Normalmente los malos son los que tienen armas pero los que traen uniformes dan las órdenes.❤️

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