Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10

Este capítulo fue muy difícil para mí, de antemano les pido estómago y que me perdonen si les hace sentir mal, esto iba a pasar y no hay manera de frenarlo.

No es una historia donde el protagonista se incline, es una historia cruda que te muestra el odio y rencor de un ser humano, es la cara de la realidad donde el malo no cambiará por ti, pero hará lo que sea por ti. Lovely ya vivió eso y no lo aprovechó, me siento triste por ella porque sólo es una niña.🖤🥀


Lovely Walker.


La fotografía.

Me doy una ducha de agua tibia para calmar mis nervios y termina siendo peor ya que lo primero que veo al bajar es entrar a la mujer esa al comedor. Acomodo mi vestido rosa palo que estaba en la cama y bajo hasta la cocina donde Odelia se encuentra dándole de comer a Eliot.

—¿Qué vamos a cenar? —pregunto pasando directo al bebé que está en su asiento—. Hola, dulzura.

Eliot manotea sacando su sopa de vegetales. «Ewww, ¿quieren matarlo?», pienso. Es que, ¿quién le da sopa de verduras a un bebé?

—Le puse la comida en el comedor, señorita —me mira confundida.

—Prefiero morir de hambre —le resto importancia.

—No creo que sea buena idea.

Es verdad pero no quiero verlo con ella otro segundo.

—Sólo déjame darle de comer el bello Eliot —le pido y me da el lugar en la barra para siga.

Me subo al taburete, le doy sopita mientras manotea y tenemos una batalla campal en la barra de comida regada. Acabo de darle de comer a Eliot ignorando las amenazas del hombre que seguramente le da de comer a su perra en la boca, o como los pájaros.

Me purga, se me va el apetito de imaginarlos.

—Termina...

—¿Quién mierda te crees para hacerme esperar? —entra furioso a la cocina y Eliot empieza a llorar.

Le indico a Odelia se que lo lleve y se apresura mientras yo me bajo del taburete. Me voy del lado contrario provocando que me acorrale.

—¡Te hice una pregunta! —me toma del cabello obligándome a verlo.

—Prefiero morirme de hambre que verte otro segundo con la puta que te compraste —lo empujo.

—¡No eres nadie para decirme a quién comprar o no! —me dice jalándome hacia el comedor—. ¡Te sientas y te tragas la comida!

—¡No! —trato de desacéreme de su agarre.

Me arde el antebrazo mientras me lleva a rastras, el cabello se me pega a la cara y noto lo bien que huele, trae el cinturón de armas haciéndole juego con el espíritu. Me toma de la cintura para abrir y me suelta abriéndome paso ante los invitados; Edward, Yukimura, Greta y él.

Camino de mala gana, los demás hombres se paran y me siento en mi silla, ellos me imitan. Al menos alguien me respeta. La tipa está de pie a su lado, y cuando toma asiento ella se sube como niña pequeña. «Bueno, es peor de lo que imaginé».

—Estaba muriendo de hambre —se queja Edward.

Miro al Yakuza y frunce el ceño llevando un poco de cerveza a su boca.

—Yo creí que de sobredosis.

Su oración sólo causa que me ahogue con el trago de vino que doy a mi copa.

—Estás muy animada —gruñe Edward.

—Es que me gustó la oración de Yukimura —le replico.

Me mira con repudio y enojo pero no hago caso y sigo la cena mientras la conversación con el Yakuza de hace interesante.

—¿Cómo torturan ustedes? —pregunto cuando acabamos de comer.

Las ideas se me acaban ya que la chica sigue coqueteando con Tayler y Edward habla con ellos dos de algo que no escucho porque las risas de ella me martillan la sien.

—Todos prefieren el Yubitsume —amputación del dedo meñique como castigo por violar las reglas.

—¿Pero... en tu caso no importaría, verdad? —le miro el antebrazo.

—No, porque la katana no es mi arma —le resta importancia. Me muestra su dedo índice y medio—. Me costarían estos.

—¿Sabes usar la katana? —bebo un poco de mi vino.

Edward se une.

—¿Saber? —se ahoga con las palabras—. Es un maldito samurai.

El Yakuza no se molesta, de hecho parece que le alimenta el ego tal cosa.

Tayler le muestra unos tatuajes a la tipa y pierdo la vista, también de lo que hablan cuando veo el tatuaje de mi nombre en su pecho mientras ella masajea su tórax. Es mi nombre con el número uno al lado una cereza y aunque parezca femenino se ve bien. Él le quita la mano y yo me fijo en sus ojos preciosos que me castigan por mirar.

—¿Me oíste, Doncella? —me pregunta el Yakuza.

Sacudo la cabeza concentrándome en el hombre que tengo enfrente. Respiro tragándome el sentimiento que renació en mi pecho al verlo, sé lo que significa mi nombre.

—No, disculpa —me concentro en él—, ¿qué decías?

—¿Cuál sería tu arma?

No tengo la menor idea porque ningún arma es mi fuerte, creo que lo son todas, no hay arma que no pueda usar. Tampoco algo que no pueda hacer, los idiomas se me dan, las peleas igual. Todo se me da aunque me cueste, porque esfuerzo me ayuda, y a todos me adapto.

—Versátil —dice Tayler—. No elegí a una simple mujer, elegí a alguien que no se quede quieta. Que una pluma sea su arma o su muerte —me pierdo en su mirada al decirlo y me la niega volviéndose al Yakuza.

—Sin duda —concuerda el Yakuza—. Un símbolo de versatilidad te quedaría, Doncella.

Sonrío apenada, creo que es la primera vez que Tayler me dice algo lindo. Mis mejillas se sonrojan, y...

—Es una lástima que sea una fácil desleal —escupe haciéndome mirarlo mal.

Miro al Yakuza y las lágrimas se me escurren de la nada, el pecho me duele y suspiro antes de levantarme de la mesa haciendo una reverencia.

—Descansa, Doncella —me dice Yukimura.

Se me exprime el corazón y las lágrimas me nublan la vista haciéndome apretar los labios sin poder articular así que asiento con la cabeza...

Unos cristales caen haciéndome saber lo que hice y retrocedo lo más que puedo pero ya me tiene del cabello haciéndome llorar de una manera no apta para alguien tan fuerte como yo.

—¿Por qué te empeñas en hacerme enojar? —me pregunta sacudiendome del cabello. No me muevo no digo nada ya que mis labios tratan de atrapar aire—. Te revuelcas con uno y ahora parece que te quieres montar en el regazo de un Yakuza que fue capaz de llamarte zorra y apuntarte con un arma.

—¡Tú también lo haces! —lo recrimino con el poco oxígeno que puedo tomar.

—¿Te atreves a gritarme?

Me obliga a mirarlo a los ojos y el miedo me recorre la columna. Mi corazón brinca a todo lo que da causándome dolor, me sudan las manos, y siento que puedo ver a través de la pared por la híper ventilación que me acaba de dar.

—¿Quieres ver por qué te trato así? —pregunta acercándome a su boca.

Las ganas de besarlo son tantas que me queman pero también se asemejan al sabor a muerte. Creo que si me atrevo moriré antes de sentir su lengua.

—No.

Trato de quitarme su agarre y lo aprieta más.

—¡Aragon! —habla el Yakuza—. ¡Estás humillando a tu Doncella!

—¡Ella ya no es nada! —me tira al suelo sin soltarme el cabello—. ¿Quieren venir a ver?

—¿Qué me vas a hacer? —comienzo a lloriquear mientras me arrastra hasta el despacho y trato de caminar.

El Yakuza entra después de Edward que pase tener un ataque de euforia positivo. Tayler me sienta en una silla de su despacho y la mujer entra después de él.

—Te vas a quedar allí sentada. —saca su teléfono y me pone el la cara el video de Damon conmigo—. ¡Esto es! ¡Esto es lo que me hiciste!

—¿Lo hiciste? —pregunta el Yakuza.

—¡No lo recuerdo! —me justifico entre lloriqueos.

—¿Por qué sigue viva? —pregunta el Yakuza.

El corazón se me comprime y no sé por cuánto tiempo dejo de escuchar a mi corazón latir.

—¡Es mi puto asunto! —le grita—. Cállate si no quieres que te mate a ti primero.

El Yakuza niega con la cabeza y Edward se sienta en una silla mientras Tayler le quita el vestido de golpe a la chica.

Las lágrimas deslizan sin esfuerzo, sé lo que va a suceder y me siento como una vil y ruin mierda. Me lo merezco, es verdad, pero, ¿es necesario? Le niego la vista porque me duele ver lo que sucederá.

—¿Esto era lo que querías ver? —la empuja contra el escritorio y ella se desespera porque la toque—. ¿Era esto? ¿Querías que te tratará como la otra?

No me atrevo a verlo bien, sólo miro de reojo y lo que veo me cuesta procesarlo. La garganta me arde, me tiemblan las piernas, y... saca el miembro con venas adornándolo haciendo que me atragante con la respiración. Sus jadeos y sobre saltos me tienen al borde del desequilibro. No miro lo que va a suceder y cuando escucho el látex el corazón se me comprime comenzando a negar.

—¡Mírame! —exige—. ¡Mírame o la mato!

Escucho el seguro y temblando dirijo mi mirada a lo que hace frente a mí. Los ojos de la chica están deseosos de que pase y me duele como una puta mierda. «Maldito», pienso.

—¿Te gusta esto? —le pregunta a la chica y ella responde entre jadeos asintiendo con la cabeza.

Mis pulmones no responden por lo que está haciendo; acomoda su miembro el su entrada y ella deseosa jadea, las lágrimas me arden, y la garganta se me seca. Una imagen me remueve el pensamiento de él y yo bailando. Sacudo la cabeza sintiendo que estoy apunto de perderlo todo.

—¡Contéstame...!

—¡Detente! —le grito—. ¡No lo hagas, joder! Por fav...

No hace caso y comienza a embestirla provocando que me duela hasta respirar. Las lágrimas calientes, el pecho me da un vuelco, no respiro, me arde la cara, la rabia me consume y... una arcada de vomito que tiro a un lado me ahoga, gracias al cielo es vino.

—Aquí te folle, y te embestí de la misma manera —me recuerda entre jadeos sin dejar de hacerlo con ella. El pecho se me comprime—. ¿Querías que te dejará odiarme, no?

Me tiembla el cuerpo y dejo de mirarlo a los ojos, me pierdo en el vacío que hay en mi pecho, dirigiéndome al rostro de ella, los malditos celos me carcomen, me hierve la sangre de ver cómo sus gemidos de placer retumban mis oídos «Maldita», y las expresiones me dicen que lo disfruta, mis lágrimas escurren sin necesidad de moverme porque los temblores y la manera en que debo sostenerme de los brazos de la silla hacen que resbalen antes de procesarlas. Lo miro a él y me sigue viendo, pero no escucho lo que dice así que leo sus labios:

—¿Te gusta?

Sigo temblando de rabia que me quema el pecho, me arde, y duele como si me estuviese ahogando, mis lágrimas pican en mi rostro pero sigo sin moverme. El gemido y la boca abierta de ella me indica que terminó, pero para mí no, ya que siento un frío en el pecho y el dolor de mil relámpagos cayéndome en el tórax. Ella se levanta arreglándose la ropa, el vacío en mi pecho crece y me trago la rabia para controlarme, no siento nada, sólo me levanto, y él se pone frente a mí. No lo veo ni le presto atención.

—¿Te gustó? —le pregunto a la chica que está detrás de él cuando logro acomodar la tristeza junto con la rabia.

Ella sonríe y es una maldita que se siente orgullosa de ello.

—¿A caso no me viste? —se encoge de hombros.

Asiento tragándome las lágrimas que se resbalan de mis mejillas mientras Tayler se descuida riéndose de mí para mirar a la perra de pechos grandes. Escucho el grito a lo lejos del Yakuza:

No.

Veo a la chica retroceder y no sé en que momento sucede pero tomo el arma de su cinturón, quito el seguro y le dispara a una de las piernas de la perra; le apunto a Tayler antes de que me quite la pistola.

—¿Te gustó? —le pregunto mientras los gritos de la tipa son lo que menos me importan.

—¿Me vas a matar? —se burla. Y se acerca.

Me tiemblan las manos, pero la rabia me carcome gritándome una y otra vez. «¡Dispara!»

—¿Te gustó? —vuelvo a preguntar.

—Supongo —se encoge de hombros.

—Espero que lo disfrutarás como nunca en tu perra vida —le contesto con rabia—, porque nunca —me acerco a él—: nunca me tendrás así otra vez. En tu maldita infeliz vida me vas a volver a tocar. ¡Porque te odio como no tienes una idea!

Busca algo en mis ojos que no va a encontrar, porque me muero por besarlo y quitarle la ropa, pero también por matarlo.

—Ahora ve con tu puta —se la señalo—. Es mejor que se la compres al Yakuza ya que te gustó tanto tu puto revolcón de dos segundos. A mí déjame en paz o mátame de una puta vez que, porque ya me cansaste.

—Cuida como me hablas.

—¡Mátame! —le entrego el arma—. Si vas a matarme hazlo ya, que no te quiero seguir viendo la cara de maldito enfermo que tienes.

—¡Lárgate!

—¡Eso quiero! —le grito. Mis sentidos se hacen fuertes por las cosas que quiero decir que me están lastimando más a mí—. ¡Quiero irme con el hombre que amo! —las palabras me cuestan decirlas comprimiéndome el pecho al grado de dolor—. Ese con el que me revolqué estando contigo, el que me hacía sentir mujer y no me hacía sentir asco como...

Me apunta con el arma a la cabeza y doy un paso atrás por inercia, sin embargo me devuelvo y me coloco frente a él.

—¿Te duele? —me burlo—. ¿Es algo que ya sabías no? Sabías que lo amaba y sólo te usaba para sobrevivir aquí, tan ingenuo y creíste en una cría.

Se guarda el arma y me da la espalda, esa que se vuelve enorme con el aire que entra a sus pulmones y sale con desespero.

—¿Qué esper...? —se da la vuelta y me da una bofetada tirándome al suelo.

—¡Te voy a entregar a él cuando estes descuartizada! —me levanta del cabello para sacarme.

—¡Suéltame! —le pido—. Déjame ir.

—¡Odelia!

La mujer sale despavorida y...

—Enciérrala en el sótano, sin comida, ni agua —ordena—. No la quiero ver aquí mientras arreglo el desastre que hizo.

—Pero se va a morir de frío.

—Que se muera —me avienta al suelo, y caigo en un manojo de llantos.

Me duele como la mierda todo esto, no me duele nada más que su desprecio. Eso es lo que me duele y no entiendo nada, ya no sé si quiero recordar o quiero escapar como debería.

—¡Espero matarte yo misma! —le grito desde el suelo—. ¡Te odio!

—Espera sentada —espeta.

Saca algo de su bolsillo y... sorbe por la nariz, rabioso haciéndola pedazos, me arroja los papeles, las recojo con las manos temblorosas y veo que es una foto mía y suya donde nos estamos besando en la cocina, alguien con dos dedos de frente podría saber lo que hacíamos. Me llevo por inercia el pedazo de foto al pecho mientras él se aleja de mí. Limpia algo debajo de sus ojos con el antebrazo y sale por la puerta principal mientras el Yakuza sale con las manos en los bolsillos.

—¿Por qué lo engañaste? —es lo único que me dice y hace que me duela la cabeza.

—¡Lárguense! —les grito frustrada. Tayler sale con la perra esa, ayudándola mientras grita—¡Saca a esta puta de mi casa!

—No cre... —freno a Edward.

—¡Cállate maldito lame huevos!

El Yakuza saca a la chica y Odelia me ayuda a levantarme con los pedazos de la foto. No sé porque tomo todos los trozos mientras Odelia me lleva al sótano, me tiembla todo y una presión en el pecho que no se quita me hace caminar sin ningún tipo de razón. Sólo siento que camino y ya.


Nota:

Este capítulo fue uno de los más difíciles de mi escritura. Pero hay peores así que sólo es el comienzo de un sufrimiento lento.❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro