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🌻|Capítulo 13.|🌻

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Capítulo 13.
El temor de Meiko

Su respiración agitada y sudor nervioso eran los indicadores de un mal sueño. Despertó finalmente, con dificultades para mantener su pulso tranquilo y sus manos relajadas; había tenido esa horrenda pesadilla de nuevo.

Suspiró lentamente, mientras soltaba el aire retenido buscando normalizar su respiración, pero fue en vano. Estaba asustada.

Observó a la pared, a una pequeña ventana. Era de día, y posiblemente una hora antes de las 12:00am. Pasó una mano por su largo cabello, y lo llevó hacia su hombro, agarrandolo con un poco de fuerza. Aún de encontraba consternada por la situación de su horrible sueño, aquel que no la dejaba tranquila y probablemente nunca lo haría.

—–Padre...—murmuró finalmente, antes de escuchar la puerta correrse para abrirse. Dejando ver a la figura más parecida a ella que existe en la tierra.

Neji se aproximó a su hermana, con un ligero rostro de preocupación que intentaba ocultar. El día anterior habían sido las preliminares, y por la situación que sucedió entre la Hyuga y el novato rubio, ella terminó dormida, hasta el siguiente día.

Se sentó en el suelo, a un lado del tatami y de su hermana, quien yacía allí, inerte y mirando fijamente a sus manos con rostro aterrado, forzando lentamente a su cuerpo a permanecer sereno y buscar que su ligero temblor en articulaciones no se notara. No quería preocupar a su hermano. Pero fue en vano.

—–¿Ese sueño de nuevo?—preguntó Neji, colocando su mano por sobre la de su hermana, quién en poco tiempo la apartó.

Tal vez Neji podía ser frío. Pero Nami podía serlo más. Detestaba demostrar cualquier emoción de miedo, pensando que era debilidad; y prefería mantenerlo retenido.

Neji frunció ligeramente es un ceño, y se levantó de la cama para salir de la habitación, siendo observado por su hermana en silencio. Nuevamente, él regresó con una bandeja con comida perfectamente organizada y presentable. Luego, él tomó las dos patas de la bandeja de desayuno y la colocó frente a su hermana, cruzándose de brazos después observandola fijamente.

Nami quitó la mirada de sus manos y volvió a ver a su gemelo. Reconoció que él no de iría de allí hasta que comiera, algo comprensible, pues desde que terminaron las preliminares y su estado inconsciencia, no había comido nada en todo ese período de tiempo.

—–No vas a irte. ¿Verdad?—preguntó con cierto tono burlón, hacia su hermano quien la observaba con una ceja levantada.

–—¿En serio preguntas lo obvio?—respondió Neji, antes de negar.—–Es increíble que hayas intentado golpear a Naruto, fue algo realmente deshonroso, Onee-chan—sermoneó el Hyuga.

Nami giró los ojos, mientras comenzaba a comer con ayuda de los pasillos. Sentía hambre, y mucha. Ahora lo menos que le interesaba era escuchar el regaño de su hermano. Sonando como Hiashi, cuando alguno de ellos se atrevía a hacer algo mal.

Neji de dio cuenta rápidamente de que no tenía caso regañarla, pues nunca admitiría su error. Conocía a Nami, y sabía que tan orgullosa podría ser. Sin embargo, no podía dejar pasar esa falla. Al menos débil intentar ser prudente.

—–Sabes que no fue lo correcto. Pudieron haberte descalificado por eso, y sería aún más deshonroso.

—–No necesito que me regañes.—interrumpió Nami, dejando el plato ya terminado a un lado. Observó a su hermano con seriedad, y suspiró bajando ligeramente la mirada.—–Sabes que odio que me regañes.—murmuró, apretando sus puños y clavando sus uñas con fuerza en las palmas de sus manos.

Neji suspiró continuando, y con una leve sonrisa de compresión tomó las manos de su hermana. Acercó a él una pomada que llevaba consigo, y también sacó de su bolsillo un par de vendas. Posteriormente comenzó a huntar la pomada y luego a vendrá sus heridas y magulladas manos, llenas de callos y ampollas.

—–Tampoco me gusta regañarte. Pero aveces actúas como si fueras una niña pequeña a la que deben repetirle todo una y otra vez.—comentó, mientras terminaba de vendar.—–Debes admitir que puedes ser imprudente aveces.—dijo, provocando que su hermana de escogiera de hombros.

—–Sólo digo lo que se me viene a la mente.—dijo simplista, y luego quitó sus manos para estirarse un poco.

Neji rodó los ojos. Aveces su hermana podía llegar a ser muy inmadura, sin que ella misma lo notara.

–—¿Y, anunciaron cuando serán las finales? ¿Contra quién debes pelear tú?—preguntó, al ver que su hermano se levantaba y abría el pequeño armario de su hermana, buscándole la ropa para ponerse.

Nami simplemente lo observaba. Él sacó al final un vestido amarillo con detalles negros, con cuello de bandeja y largo hasta por encima de las rodillas. Sobre éste estaba doblado un pantalón de licra negro corto hasta un poco más abajo de  las rodillas, y además de ello, estaba una bandana de color negro que él le regaló una vez a su hermana para ocultar el sello que llevaban en su frente del mundo. Luego de agachó a buscar sus zapatos, y dejó la ropa a un lado.

Nami se levantó y se estiró, liberando un pequeño sonido de sus huesos al estirarse después de poco movimiento; causó en Neji una ligera mueca asqueada, y en Nami una risa en reacción por el gesto de su hermano.

—–¿No piensas responderme?—preguntó de nuevo, Nami, observando a Neji.

Él se cruzó de brazos finalmente y se apoyó en la pared de la habitación, cerrando los ojos por un momento.

—–Naruto.—respondió.—Seré el segundo encuentro.

Nami se metió al baño, para darse una ligera ducha y después salir envuelta en una toalla mientras su hermano seguía con los ojos cerrados. Posteriormente, la Hyuga tomó su ropa y se cambió de nuevo en el baño. Nuevamente salió de allí, para encontrarse con su hermano ya con los ojos abiertos y con un cepillo en su mano, tenía en su rostro una sonrisa burlona también.

Nami entendió lo que significaba, y en silencio se sentó, recogiendo las piernas. Luego Neji hizo lo mismo, detrás de ella,  y comenzó a cepillar su cabello con suavidad. 

–—Lo tienes muy largo. Ya es hora de que lo cortes un poco. ¿No crees?—comentó, con una leve sonrisa, esperando a las palabras de reclamo de su hermana.

—–¡Hey! Tú lo tienes largo, y yo no te digo nada.—levantó una ceja sin voltear la cabeza.

—–Si, pero yo al menos lo recorto un poco. Si sigues así te llegará a los tobillos, y eso te dificultará en tus batallas. Y no quieres eso, ¿o si? ¿Líder de "Los tres virtuosos"?—burló, dejando de cepillar a su hermana por un momento y haciendo comillas con los dedos.

Nami gruñó con molestia ligeramente, y luego suspiró rodando los ojos.

—–Que tonto. Y es “Los tres grandes” No “virtuosos”—corrigió, algo ofendida.—–Y está bien. Siempre y cuando no lo recortes más allá de la cintura...—murmuró lo último, brindando el permiso a su hermano.

Él aprovechó el momento, buscó unas tijeras, y comenzó a recortar el cabello aprovechando que éste estaba aún mojado. Luego continuó con suaves cepilladas, y por último con una liga negra, recogió el cabello de su hermana haciéndole una cola baja, parecida a la que él usaba normalmente.

Le pasó un espejo mientras levantaba una ceja ligeramente arrogante, y sonreía divertido esperando ansioso la reacción de su hermana. Cuando ella se vió en el espejo soltó una risa, y observó a Neji con un gesto casi parecido al de él.

—–¿Tratas de volverme un vice-tú, o qué?—preguntó Nami divertida observando su nuevo peinado ahora.—–Tal vez considere en usarlo. Espero que no te moleste que robe tu estilo.—se mofó, levantándose para después estirarse nuevamente.

Neji también se levantó, y recogió la bandeja con el plato y el vaso vacío, para después llevarlo a la cocina y lavar. Nami salió de su habitación, y cerró la puerta con lentitud, para después ir a la pequeña sala y sentarse en frente a la mesita, tomando un libro y comenzando a leer. Sus ojos se movían de lado a lado rápidamente, pues leía a una velocidad increíble. No era extraño en ella, la Hyuga desde siempre adoraba leer. Quizás por eso es que ha adquirido tanto conocimiento.

Neji al terminar de lavar se secó las manos y le arrebató el libro a su hermana, siendo amenazado por ella con la mirada. Él negó en silencio y se sentó frente a ella, acomodandose en el suave cojín.

—–Nami...—dijo, soltando sus palabras como un tono serio pero tranquilo, buscando no alarmar a su hermana.

Aunque ello, levantó una ceja. La Hyuga aún no estaba enterada. Y era mejor que lo supiera pronto. La noticia sobre los encuentros en las finales, que serían en al menos dos meses. Y ella aún no conocía a su oponente. Bueno, no exactamente, me refiero a que aún no sabía contra quien de los finalistas debía luchar, porque si hablamos de conocerlo... Lo hace y más que bien.

Él suspiró un poco al ver cómo su hermana lo observaba con molestia y encogía un ojo cruzada de brazos, esperando a que Neji hablara. Solamente quería terminar de leer su libro mientras disfrutaba una taza de té tranquilamente, o tal vez ir a comprar mochis y comerlos sentada en la rama de un árbol mientras aún seguía leyendo. Ahora no podría por las interrupciones de Neji, y estaba comenzando a desesperarse. ¿¡Que es tan importante como para interrumpir su lectura!?

—–Pasaron muchas cosas cuando te tuviste que ir.—comenzó Neji. Nami le prestó atención.—–Por ejemplo, Lee está gravemente herido, y está en el hospital.—comentó, provocando una mirada de asombro por parte de su hermana.—–No hables. Dejame terminar.—calló, antes de que ella pudiera abrir la boca. Y Nami giró los ojos.—–Además de eso, hay algo que quiero hablarte sobre el primer encuentro...—Nami levanto aún más la ceja, pregutandose porque demonios tanto misterio.—–Y es que eres tú.

—–¿Eso es todo?—preguntó levantando ambas cejas, sin darle mucha importancia al asunto. Luego esbozó una sonrisa ladina.—¿Tanto misterio para decirme eso?

—–Si me dejaras terminar...—sermoneó Neji, con fastidio. Nami siempre tenía esa mala costumbre de interrumpir a las personas. Bueno, odiaba los rodeos.—–Aún no te he dicho contra quién pelearás. Y quiero ser discreto porque sé que puede afectarte.—giró los ojos, y Nami se descruzó de brazos y ladeó la cabeza.

–—¡Entonces, habla ya, sabes que odio que me dejen esperando!—insistió la Hyuga, golpeando levemente la mesita.

Nami, relájate. La mesa no tiene la culpa de lo que Neji está por decir, fue mera decisión del Hokage.

—–Tú oponente será Meiko.—soltó Neji, esperando a la reacción de su hermana.

Nami inmediatamente cambió su expresión a una sorprendida, e incluso algo aterrada. ¿Meiko? No podía ser. ¿Tendría que pelear contra alguien de su propio equipo? Y para más peso, la cereza del pastel es que ambas son mejores amigas.

Meiko y Nami durante el año en el que iniciaron a ser equipo, no se llevaban mal. De hecho, ni se hablaban. Pero fue en una misión en donde Nami le salvó la vida a la joven samurái que finalmente su lazo de amistad se forjó, y desde entonces nunca más se rompió.

Meiko conoce detalles de Nami que solamente su hermano es capaz de reconocer. La albina conoce todo sobre su historia, sus pesadillas, sus esperanzas, y la razón del porqué ella elige ser a veces tan orgullosa y arrogante frente a los demás. Nami igualmente lo hacía. Conocía detalles de Mei Mei que ni siquiera Kai o sus padres conocen.

Por ejemplo, el temor irracional de Meiko con las mariposas negras o animales de color negro. Conocía su comida preferida, y también sus sueños de convertirse alguna vez en cocinera o escritora.

Más asombrada no podía estar.

Le parecía algo injusto. Pero no debía retroceder ahora. Era sólo un enfrentamiento, el cual debía ganar para conseguir llegar a la final y, si el destino lo permite, luchar contra su hermano. ¿Por qué? Porque quería demostrarle a Neji que el de verdad podría vencerlo.

–—¿Onee-chan?—llamó Neji, al ver el silencio de Nami.

La Hyuga se levantó en silencio y comienzo a caminar de un lado a otro por la habitación. Comenzaba a preocuparse. No sabía cómo tomárselo. ¿Acaso era justo? ¿Que demonios planeaban? Hacerlas enfrentarse así no fomentaría el trabajo en equipo, e incluso podría destruir la relación de los tres. Quizás era una prueba, quizás sólo debía esperar.

Pero no quería pelear.

De todas formas, debía hacerlo. Sería cobarde negarse, y "cobarde" No estaba en su vocabulario.

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Han pasado semanas,y Nami ya había iniciado con su arduo entrenamiento con su gemelo. Ambos se levantaban temprano y se acostaban tarde practicando en el jardín de la casa, mejorando sus técnicas y practicando sus palmas. Ambos iban con todo, y demostrarían con puño de hierro quienes eran a gente de todas las naciones. Cuando las finales terminen, todos reconocerán el nombre de Neji y Nami, los gemelos Hyuga.

Mientras tanto en otro lado, cerca a la ventana de su habitación, una joven albina observaba a la distancia con melancolía. Su serio semblante no daba mucho de que hablar, ocultaba en realidad como se sentía. Por dentro estaba afectada.

Temerosa, acorralada. No sabía hacia donde poder ir. ¿Iba a terminar así?

—–No quiero pelear con ella.—murmuró, mirando en sus manos una fotografía de su equipo.

El castaño de ojos café verdoso sonreía a la izquierda. La albina estaba a la derecha, sosteniendo su espada con una pequeña pero visible sonrisa, y en el centro se encontraba su mejor amiga, mirando a la cámara con su típica sonrisa ladina. Detrás de ellos  estaba su sensei, Rei, quien había salido guiñando un ojo demostrando en la imagen lo coqueta que puede ser.

Sonrió un poco. Y recordó ese momento en el que la Hyuga la ayudó a supuerar el temor en la batalla, y la situación en donde Kai la animó cuando más se sentía mal.

–—¿Por qué tengo que pelear contra la persona que me enseñó seguridad?—preguntó, volteando hacia la puerta de su habitación.

El castaño, Kai, estaba ahí, viéndola con tristeza y compresión. Él se acercó a su amiga, y se sentó en la cama con la comida que la madre de la albina le había enviado.

Desde que finalizó la ronda preliminar, Meiko llegó a su casa y se encerró en su habitación. Hasta el día siguiente, y Kai había salido para hablar con ella y animarla un poco.

Era entendible su tristeza. Pues desde que se definieron los oponentes Nami ni se ha reunido con sus amigos, y pareciera que ni siquiera les hablara. Kai ha intentado ir a visitarla, pero la Hyuga siempre está ocupada en el entrenamiento con su hermano, o leyendo en la biblioteca. Desde ese entonces, el equipo de los tres genin habilidosos no se habria vuelto a reunir. Incluso Rei ha intentado ponerse en contacto con Nami, pero también la mujer ha estado ocupada en asuntos de las fuerzas especiales al ser un Tokubetsu Jōnin de investigación.

Meiko se ha vuelto una aspirante a ermitaña. No sale de su habitación.

—–Yo... No sé cómo responder a eso. ¡Pero, te traje duraznos! Tus preferidos.—sonrió un poco, pero luego la borró al ver que la albina no correspondió a su sonrisa.

Meiko se acercó y se sentó frente a el castaño, y tomó un durazno para llevarlo a su boca.

–—No quiero pelear contra Nami. Ella me destruirá.—se lamentó.—Ya no seremos amigas.

Kai negó.—Nami no es tan cruel, y lo sabes. Ella debe estar igual de consternada que tú. Es sólo que tal vez no lo demuestre mucho.—intentó convencer.

—–Pero sabes que ella no tiene piedad. ¿Crees que la tendrá conmigo?—cuestionó, Meiko, tomando otro durazno.

Kai suspiró, y asintió dejando  a un lado la bandeja con frutas.

—–¡Claro que sí! Ella sólo intenta aclarar su mente. Y tal vez no quiere hablarnos porque, bueno, sabes como es ella.—suspiró.—–Nami puede ser terca, orgullosa, súper seria y un poco grosera sin saber. Pero no es mala persona, y menos con nosotros. Ella sólo... Es amable a su manera.—rió levemente, y fue acompañado por la albina.

Él le sonrió, y se miraron fijamente por unos segundos. Luego Kai tomó las manos de Mei, sorprendiendola un poco. Finalmente le habló.

—–No te preocupes, Mei Mei. Seguiremos siendo amigos. Recuerda la promesa que nos hicimos los tres. ¡Por éste anillo!—levantó el brazo alegremente, y se ganó por parte de la albina un tierno abrazo.

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La lluvia caía en el frondoso bosque de la “Tierra del té”. El agua y la tierra manchaban la ropa de la joven que yacía cansada y débil. Había sido separada de su equipo, y ahora se encontraba sola esperando a que su enemigo le diera el golpe final.

Tenía frío, y sus músculos temblaban. Ya no podía seguir sosteniendo la espada clavada sobre la tierra. Estaba ahora de rodillas.

El hombre de la gigantesca lanza pronto acabaría con su miserable vida. Y los recuerdos de su infancia pasaban frente a ella como en una película. Sus momentos con sus padres, con sus abuelos, la alegría que sintió cuando le regalaron su primera espada. Cuando por fin pudo hacer su jutsu de veneno. Todos sus momentos felices.

Pronto moriría.

El hombre de la lanza se acercó rápidamente a ella. Tenía una sonrisa escalofriante y una cicatriz que le cruzaba desde la ceja hasta la barbilla; su apariencia era imponente, y su velocidad incomparable. Ahora, se dirigía a ella empuñando la lanza, listo para clavarla en el pecho de la albina, y terminar con éso.

Meiko cerró los ojos, esperando con ansias su destino. Sin embargo, nunca sintió el filo clavarse en su pecho dolorosamente. El golpe nunca llegó.

—–¡Ocho trigramas, sesenta y cuatro palmas!—se escuchó gritar a una joven, que llegaban con el resto de su equipo en su ayuda.

Meiko abrió los ojos de nuevo, y pudo observar a un lado al hombre muerto y a su compañera de cabello castaño que aún estaba en posición defensiva.

Nami había llegado a tiempo para salvarla,  y con ayuda de su taijutsu pudo derrotar al enemigo que amenazaba a la albina.

—Nami...—murmuró la albina, algo avergonzada por la situación en la que se encontraba.

—La próxima vez, ni se te ocurra volver a bajar la cabeza ante un oponente tan patético.—dijo secamente antes de quitarse el kunai que tenía clavado en la pierna, no muy profundo. Soltó un leve quejido y luego se volteó a verla.—–Levántate.—dijo en tono firme.

Meiko se levantó, con temblor, y usando su espada como bastón se sostuvo el hombro. Iba a soltar una disculpa, cuando de pronto sintió como la Hyuga se acercaba a ella y tomaba su otro brazo para rodearse sus propios hombros y ayudarla a caminar.

—–Nami... Yo...—ahogó un sollozo conmovida.—Lo siento... No quise decepcionarte...

—No hables.—interrumpió y sonrió ladina.—–La próxima vez, recuerda nunca retroceder. Aunque parezca que ya no puedes dar más de ti ¡Es mentira!—exclamó.

Meiko observó a su amiga, mientras caminaba con su ayuda. Se sentía algo inservible en frente de Nami, después de todo no pudo vencer a un hombre tan “patético” como la Hyuga ya había declarado.

—–No soy... Tan fuerte como tú.—murmuró, y Nami se detuvo, observandola con una ceja levantada.

—Bromeas. ¿No?—rió irónica.—–Eres la más rápida de nuestro equipo, y tus reflejos son realmente pulidos. Admito que te tengo algo de envidia.—admitió con una sonrisa ladina.—–Nunca vuelvas a dudar de ti misma, ni siquiera cuando parezca que es el fin. ¿Me haz entendido? Nunca.—negó.

—–Pero... Soy... Muy cobarde...—insistió, ganándose un resoplido por parte de la Hyuga.

Nami la miró, con ya algo de molestia y seriedad, causando un leve escalofrío en la espalda de Mei Mei.

—–La próxima vez que te escuche decir eso te golpearé tan fuerte que tus ancestros van a sentirlo. ¿Me escuchaste? ¡Ya te lo dije! Nunca vuelvas a dudar de tí misma...—negó rotundamente.—–¡Nunca!

Luego de ello, de encaminaron a la cabaña en donde se debían quedar hasta terminar la Misión. De nuevo con éxito, logrando capturar al farsante y escoltar a salvo al joven distribuidor con mercancía para Konoha.

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Desde ese día, Meiko supo lo que es la confianza. La fuerza de Nami la mantuvo firme desde entonces, y logró que la albina obtuviera lo que ella más deseaba en sus comienzos...

Valor...

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