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-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟚𝟜-

—PALACIO AUTUMNAL.
CORTE DE OTOÑO 🍁

Los ruidos del castillo ejercían presión en los presentes, el cepillo desenredaba los lacios cabellos del Omega y los sirvientes ayudaban a atarle el vestido, las joyas en su cabeza eran de un sencillo color oro y combinaban perfecto con el rojo carmín. El medallón colgaba en su cuello y el topacio descansaba en su dedo. Un Omega en su máximo esplendor.

—Hemos terminado, Hatun —la dulce voz de una de sus Gammas habló. Kita les agradeció por ayudarlo a vestirse, con lo prominente de su vientre era complicado hacerlo adecuadamente él mismo.

Su embarazo había avanzado mucho con el pasar del tiempo, el bebé crecía demasiado rápido y sus náuseas iban y regresaban constantemente.

— ¡Su majestad! —Las Gammas reaccionaron ante la llegada del Rey a las habitaciones del Omega, ambos se miraron a través del espejo y sonrieron para sus adentros.

—Déjennos solos —pidió el Alfa—, yo terminaré de ayudarlo. —Shinsuke sonrío complacido de tener al Alfa junto a él. Daichi besó el cuello de su Omega y colocó el camafeo sobre este, resaltaba con el escote de su vestido beige y bordados rojos.

—Gracias —susurró el Omega con voz suave. Las manos del Alfa desataron los listones de tras su espalda, le tela comenzaba a descender—. Mi amor...

—Hmm —susurró entre los besos que dejaba en su piel.

—Mis doncellas tardaron mucho en vestirme.

—Y es tan fácil desvestirte. —El moreno tomó la falda, la subió mientras acariciaba las piernas del albino, su piel comenzaba a enchinarse por la sensación placentera que le daba el mayor.

—Daichi, debes calmarte. —Las manos fueron a parar hasta su ropa interior acariciando su miembro y trasero—. Agh, no hagas eso.

—Estas húmedo —el Alfa insertó sus dedos en el agujero del Omega—. Tu aroma es distinto inclusive, más embriagante, demasiado dulce.

—Y el tuyo es todo lo contrario .—Sus gemidos entrecortados interrumpieron su reclamo—. ¿Podrías por favor calmarte? Estás cubriéndome con tus feromonas.

—Esa es la idea —susurró en su oído para después morder el lóbulo—. Esta tarde te presentaré a dos Alfas, ellos deben saber que eres mi Omega.

—Para eso están los colquides mi amor —habló—, tengo muchos, puedo usar uno.

—Ellos no conocen nuestras tradiciones —refutó—. Pero si quieres usar uno, adelante, eres libre de hacerlo. —Sus dedos fueron más profundos esta vez, intentando tocar su punto dulce, las rodillas del Omega flaquearon y el Alfa pudo detenerlo con ayuda de su otro brazo.

—Mi amor... quiero que me hagas tuyo —pidió entrecortado. Los dedos del Alfa salieron de su interior, directo a sus labios y después limpió los restos con un pañuelo. La cara de estupefacción del humano fue todo un poema para el Fae.

—Debemos estar listos para las visitas.

—Alfa sin vergüenza —se quejó. El moreno le dio un beso en los labios y después los llevo hasta su cuello—. No puedes venir a provocarme de este modo.

—Tú lo haces todo el tiempo con el solo hecho de existir. —Otro beso calló el reclamo del albino—. Te amo.

—No más que yo —susurró—. No más que yo, eso es imposible.

—Debemos terminar de alistarte.

—Sino me hubieras interrumpido, yo ya estaría listo. —Los listones recuperaron su forma y cerraron el vestuario del Omega.

Con ayuda del Fae salió de sus habitaciones tomando su brazo, sus pasos eran lentos pero certeros. Los sirvientes mantenían el palacio en orden para los recién llegados, como siempre la familia real debía esperar y dar una cálida bienvenida a las visitas, especialmente si uno de ellos formaba parte de la familia real.

El silencio gobernó en un lapso de tiempo prolongado. No hubo insultos de parte de las mujeres, no hubo caras largas ni groserías, en cambio los nervios lo golpearon. Hacía tanto que no se sentía así, había olvidado lo que era sentirse nervioso ya que el único capaz de hacerlo sentir así estaba cruzando el océano en una tierra lejana, por primera vez en su vida; Shinsuke Kita sentía que algo andaba mal.

— ¿Estás bien? —Preguntó el Alfa—. Te ves pálido.

— ¿Lo estoy? —Cuestionó—. Quizás la comida me cayó mal. —Mentía, en el fondo lo sabía.

La música de las trompetas hizo amago de la llegada de los Alfas. Las figuras imponentes entraron hasta el vestíbulo y admiraron la Corte, pero uno en específico fijó su mirada en Shinshuke.

—Es un honor que nos reciba, majestad.

—Después de tanto vienes a casa, Yoshida. —Así que el cuñado del Rey. Yoshida era un Alfa de bonita apariencia, tenía su piel blanca y el cabello de un tono cobrizo que hacía juego con sus ojos verdosos—. Sumiko estará feliz. —La princesa no espero más, fue corriendo a los brazos de su esposo y éste la recibió gustoso.

—Como le mencioné, traje un amigo para que conociera la Corte y a su familia. —El segundo Alfa fijó su mirar en el Rey y en el Omega que lo acompañaba—. Él es Choso del poderoso clan Kamo. —Alto, cabello negro atado en dos coletas, mirada tranquila y ojos negros profundos.

—He escuchado de ustedes —dijo el Rey—. Las Faes del Invierno que más allá del agua controlan la sangre.

—Es sólo una parte de lo que podemos hacer —habló con voz de barítono—. Es un honor conocer al Rey de este país.

—Choso no sólo forma parte de los Kamo, es miembro del concejo real de Gyalkamia, ya sabe una nación que enfrentó una crisis económica hace unos ayeres.

—Es una nación lejana la nuestra y también algo frágil, pero no por eso una menos orgullosa. Como el fénix que renace de las cenizas, nosotros siempre nos elevaremos más alto de lo esperado. —Orgullo, era la palabra que taladraban los ojos del Alfa azabache, no se dejaría amedrentar por los comentarios de alguien que no valía la pena—. El Omega a su lado, ¿es suyo, majestad? —Los dedos de Kita se aferraron al brazo del Alfa castaño haciendo notar su incomodidad y encendieron los sentidos de alerta del Fae.

—Shinsuke es mi esposo. —Respondió con seguridad.

—Es un honor conocer a la madre del Príncipe heredero.

—Se equivoca mi Lord —habló el albino por primera vez—. Yo no soy la madre del Príncipe, cómo puede ver, mi hijo aún no nace.

—Había escuchado de ello, pero jamás pensé en creerlo hasta comprobarlo. —Mencionó asombrado.

— ¿En Gyalkamia no tienen un Harem? —Preguntó Daichi por educación.

—Claro que no, preferimos la monogamia. Cuando un Alfa desposa a un Omega, se le jura lealtad eterna hasta que la muerte nos separe. —Relató una de sus costumbres—. Y usted también se equivoca, joven Shinsuke. Yo no soy un Lord, sólo soy el hijastro del difunto Káiser, nada más ni nada menos.

—Es sorprendente cómo llegó hasta allí.

—Más sorprendente el parecido que tiene usted con los Ertianos. —Admitió—. Su belleza sólo puede compararse con la del Omega de Ertia.

— ¿Omega de Ertia? —Preguntó el Rey.

—Su majestad el Kaiserin es un Omega muy bello y reconocido en la Triple Corona, posee unos ojos dorados y un color de cabello singular. —Describió—. Son parte de las familias más antiguas de esta noble tierra.

—Debe ser muy hermoso si su belleza iguala a la de mi Shinsuke. —El aludido sonrió con ternura al Alfa castaño, en el fondo sabía que lo dijo por educación, pues a sus ojos no había nadie más que él.

—Pasemos al salón principal —habló la Reina madre—. Deben estar cansados de su largo viaje, una cálida bienvenida los hará descansar y sentirse bien.

El Alfa pelinegro miró de soslayo por última vez al Omega albino. Era demasiado igual al Omega con el que estaba encaprichado su hermano, quizás debía dar la noticia, su madre estaría enojado, pero su hermano seguramente sería feliz.

—PALACIO DE MÁRMOL.
CORTE NOCHE 🌑

El salón del cielo estaba plagado de la familia real y unos cuantos intrusos como los guardias e inclusive el príncipe Dorniense. Al parecer él había encontrado a la niña cubierta de sangre.

Mahoro llegó corriendo hasta los brazos del Alfa y se refugió en ellos, las miradas se centraron en ambos. La Reina madre parecía tener más edad de la que aparentaba, sus rasgos de humana le cayeron de lleno en el rostro, su mirada llena de tristeza y cansancio le pasaría factura muy pronto. A su lado estaba Haru y parecía que ambos compartían dolor.

En lado izquierdo sentado en una silla dando la espalda a su Rey estaba un niño siendo atendido por los médicos de la corte, Hoshiumi estaba de rodillas frente a él viendo y observando todo, su guardia Hirugami a su lado con la mano aferrada al mango de su espada dispuesto a desenvainar.

— ¿Qué demonios pasó aquí? —Preguntó la Reina Handan en cuanto llegó al vestíbulo. Los brazos de Kageyama se aferraron más a la niña antes de que pudiera verla, habría triunfado en su cometido si su abuela no hubiera visto a Haru—. ¿Qué hace este traidor aquí?

—Lo mismo qué haces tú —respondió Zero—. Disfrutar del festival, estar con su familia. —Esta palabra llamó la atención del dorniense, no estaba entendiendo nada de este drama, él sólo vio a dos niños peleando y creyó prudente llamar a los guardias para que la celebración no terminara en tragedia.

Aunque evidentemente en eso terminó.

—Esta niña no tiene derecho a entrar al palacio.

—Su majestad dio la autorización. —Respondió la Reina Madre.

— ¿Es eso cierto, majestad? —Preguntó la mujer mayor al Rey.

—Lo es —dijo serio mientras bajaba a la niña de sus brazos—. Di mi permiso y autorización, por eso ambos están aquí.

—Te recuerdo que el exilio es permanente.

— ¡No hace falta que lo recuerde! —Alzó la voz el Omega castaño, Haru miraba firme y con la espalda recta a la Reina—. Después de todo usted regresó al palacio.

— ¿Cómo osas a faltarme el respeto de ese modo? Eres sólo un Omega débil que no tiene voz, ni voto en este discusión.

—Alguna vez fui el Hercegnő de esta corte, no debe olvidar, yo fui el esposo legal de Daisuke, su príncipe consorte. —Hinata sabía del matrimonio, más no tenía idea del título que ostentaban los casados con la realeza.

—Un príncipe que traicionó a su padre queriendo usurpar el trono de mi hijo. Igual que su madre.

— ¡No te atrevas a hablar así, Handan! Te recuerdo que Tobio es mi hijo también.

—Lástima para él.

—Es suficiente, Reina Handan. —La mujer se quedó atónita a la forma que fue llamada por su nieto—. No permitiré que falte el respeto a mi madre y mancille la memoria de mi hermano.

—Mi querido nieto, tu madre es una mujer complicada que no atiende a la razón de las cosas, no podemos cambiar el pasado.

—Esta mujer es la madre de su Rey, y será la madre de éste hasta que uno de los dos muera. Eso es algo que haría bien no olvidarlo. —La corte permaneció en silencio hasta que la Reina dio su brazo a torcer y asintió a la orden—. ¡Quiero saber que fue lo qué pasó aquí! ¡¿Qué demonios hicieron para causar tanto alboroto?!

El llanto de ambos niños fue opacado por la llegada tardía de Ronin, el Omega era todo sonrisas hasta que se acercó al niño sentado en la silla.

—Majestad —llamó al Rey en cuanto presenció la herida.

—Él perdió un ojo... —susurró Hoshiumi—. Él... ha perdido un ojo —Hirugami lo ayudó a levantarse del suelo con dificultad y la voz entrecortada.

— ¿Qué has dicho? —Se atrevió a preguntar Hinata.

— ¡¡¡PERDIÓ UN OJO!!! ¡Mi sobrino perdió un ojo por culpa de esa salvaje!

— ¡No es cierto! —Gritó Mahoro en medio sus lágrimas.

— ¡Está mintiendo! —Gritó Iku. Y la sala se volvió un caos, lleno de gritos y discusiones de todos contra todos. Atsumu miraba con desagrado la situación, le recordaba mucho al estúpido baile en el que Yamaguchi desapareció.

— ¡¡Basta!! —Gritó Kageyama al mismo tiempo que las sombras se concentraron a su alrededor, se acercó hasta el pequeño Lord y observó la herida. Efectivamente, había perdido el ojo izquierdo, su párpado estaba cerrado y la cicatriz abarcaba gran parte de su cara—. Quiero un a explicación ahora.

— ¡¿Explicación?! —Preguntó Hoshiumi—. Mi sobrino ha sido mutilado por esa salvaje. Debe ser castigada. —Mahoro se ocultaba tras las faldas de Hinata, se aferraba a la tela y escondía su rostro en la espalda del humano.

—No voy a castigar a una niña —le susurró Kageyama al Omega albino.

— ¿Por qué no? —Sus ojos estaban llenos de lágrimas contenidas y su voz flaqueaba.

—Es una niña.

—Iku también es un niño, tendrá que tener esa cicatriz el resto de su vida, no fue su culpa. —Un quejido llamó la atención de todos. Hinata se enfocó en la niña, sus brazos estaba cubiertos de sangre.

—Mahoro está herida también —habló el pelirrojo a los demás. El rostro de Kageyama se descompuso en una mueca.

—Llévenla al médico.

— ¡No lo harán! —Estalló Hoshiumi—. No van a llevarla a ningún lado.

— ¿De verdad te atreves a desafiarme? —Preguntó.

—No van a llevarla a ningún lado hasta que se aclare todo. —Respondió con voz firme—. Esa niña atacó a mi sobrino.

— ¿Cómo sabes que lo atacó? —Le cuestionó Hinata. Atsumu sonrió dentro suyo, ese maldito Omega siempre tenía que llevar la contraria a todo—. ¿Han sido interrogados los dos?

—No necesito que lo interroguen, mi sobrino perdió un ojo por culpa de ella —defendió el albino.

— ¡Él me llamó bastarda! —Gritó Mahoro para sorpresa de todos—. Tenía la espada de mi padre.

— ¡No es cierto, es mía! —Le gritó Iku de vuelta.

— ¿Una espada? ¿Todo esto por una maldita hoja de metal? —El príncipe Ronin comenzó a reírse después de conocer los hechos, para desgracia de Kageyama que no soportaba las burlas hacia su sobrina.

—No importa cómo sucedieron las cosas, la niña debe ser castigada. —Insistía Hoshiumi—. Sir Hirugami, quiero el ojo de la niña ahora mismo, que elija con cuál quedarse, derecho que le fue negado a Iku.

El soldado de rizos castaños desenvainó la espada y fue directo a la niña, la sala se volvió un caos. Hinata cubrió a Mahoro con su cuerpo en cuanto Hirugami se acercó, no podía hacer nada ante el Alfa de metro noventa o más. Una luz cegó al Alfa castaño y unas manos llegaron hasta su peto haciéndolo retroceder.

—Acércate a cualquiera de los dos y te mato —amenazó el dorniense. Atsumu se había movido a híper velocidad para evitarle el ataque al Omega. No iba a permitir que lo matasen.

— ¡Esto es un atropello! —se quejó Hinata—. No eres nadie para emitir ese pena.

— ¿Quién te crees que eres Korai? Eres un esclavo, no puedes hacer que castiguen a un civil. —Atacó el Rey.

— ¡Se equivoca! Yo soy Korai Hoshiumi, el hijo de los Condes de Mstisk aunque haya renunciado a mis poderes dinásticos para estar aquí, sigo siendo su hijo. —Cantó para el Rey—. Y éste niño es mi sobrino, el hijo de mi hermano mayor, o sea el futuro Conde. Es una falta de respeto que una niña ilegítima, cuyo padre fue ejecutado por traición a la corte mutile a un Fae de sangre noble y quede impune ante tal acto. Hirugami hará lo que le pedí porque es leal a mí, su lealtad es con mi familia.

—Y tu lealtad es conmigo —le recordó el Rey mirándolo a los ojos, intentaba que sus feromonas no salieran, pero estaba tan enojado que no podía evitarlo.

—En estos momentos mi lealtad es con mi sangre, ¿cómo ser leal a un Rey que no es justo?

—Creo que no entiendes lo que te digo Hatun, así que te lo recordaré. En estos momentos no eres nadie para oponerte a mí.

—No, no ante usted. —Korai le arrebató la daga que usaba y se acercó peligrosamente a la niña. Hinata hizo frente a esta acción deteniendo sus muñecas y aferrándose con fuerza para evitar que estas bajaran—. ¡Suéltame!

— ¡No voy a hacerlo! Eres un idiota, ¡¿cómo te atreves a herirla!?

—Para ti es fácil decirlo, ¿no? Nunca tuviste nada y estas cegado por el glamour de la Corte, tan cegado que quieres pertenecer a este lugar, pues te diré algo no pertenecemos aquí. No a menos que quieras perderlo todo. Sabes, te envidio un poco —susurró—. No tuviste que ser vendido a este lugar, no tuviste que renunciar a lo que querías porque te fue arrebatado. —Las lágrimas ya caían como cántaros por su rostro lleno de enojo.

—No sabes nada de mi pasado.

—No, pero así llegan todos, concubinas cuyos padres murieron por protegerlas porque querían un futuro mejor para ellas.

— ¿Esa es tu verdadera cara? ¿No es cansado fingir ser perfecto todo el tiempo? Al fin verán lo que eres.

— ¡Cállate! —La fuerza de Hinata cedió ante la de Hoshiumi y como producto de ello la hoja de metal dañó su dermis haciendo que brotara la sangre de su brazo izquierdo.

El dorniense no pudo evitar tomar a Hoshiumi del brazo y arrastrarlo hasta él, los ojos del Alfa brillaban de color dorado, su rostro desfigurado en una mueca de odio.

Ära isegi mõtle sellele, see on minu Omega. —Kageyama fue capaz de apartar a Atsumu lejos de Korai. Ambos Alfas se miraban con profundo odio en los ojos; dorado y plateado peleaban a muerte.

Olge ettevaatlik, see Omega ei kuulu teile. —Atsumu recuperó su buen juicio y se dio cuenta entonces de lo que dijo. Acaba de profesar su devoción y tomar posesión del Omega pelirrojo. Era obvio que Tobio actuara de ese modo, no estaba respetando las tradiciones más antiguas—. Sea más cuidadoso alteza o muchas cabezas rodarán . —Atsumu forcejeó y se liberó del agarre de Tobio. Eso le pasaba por intentar defender a un Omega que no era suyo.

—Su majestad —habló Ronin—. Pido su autorización para terminar con esto de una vez, podremos arreglar todo mañana a primera hora, el joven Iku verá a la doctora para su seguimiento igual que Mahoro. Además, debemos curar a su Omega.

El Rey miró al pelirrojo, su brazo cubierto de sangre y la herida abierta, dejaría una cicatriz enorme.

—Quiero que todos salgan de aquí, sigan con el festival —ordenó el Alfa—. Lleven a los heridos con los doctores.

— ¿Es todo? —Preguntó Hoshiumi—. ¿Sólo fingiremos que nada pasó, es todo?

—No me hagas repetir mis órdenes, Hoshiumi.

—Esto no es justicia —susurró—. Quiero un juicio digno para mi sobrino.

—No habrá tal cosa.

—Lo habrá. —Afirmó—. El juicio se llevará a cabo o todo Shadowing se entera de esta traición.

El Omega salió de la sala tomando la mano de su sobrino, las miradas de odio taladraban sus espalda, pero no iba a permitir que su familia se viera mancillada de una forma tan vergonzosa.

Hinata reposaba en la silla mientras su herida era tratada por una de las doctoras, Yachi estaba a su lado observando como la aguja entraba y salía de su piel. El Omega gimoteaba por ello, jamás le gustaron las agujas cerca de él.

—Lo lamento mucho —habló la rubia. Hinata negó diciendo que no era su culpa, ella no estaba presente.

— ¿Dónde está tu esposo? —Preguntó.

—Lidiando con una tromba de gente molesta —suspiró—. Es su trabajo; el Rey ordena y la mano lo hace.

—En mi región tenemos una versión muy grotesca de ese lema. —La rubia sonrió y esperó a que hablara—. El Rey la caga y la mano lo limpia.

—Tienes razón —habló Yachi entre risas—. Si es grotesco.

—Estoy seguro que Tsukishima arreglará todo.

—Tiene que hacerlo, de no lograrlo Lord Yasuo lo creerá incapaz de ser el segundo al mando. —Se lamentó.

— ¿Lord Yasuo? —Repitió el nombre.

—Es el esposo del Príncipe Ronin, muchos dicen que es un Alfa superior a cualquiera, incluso que los dominantes.

—Nunca oí nada igual.

—Digamos que su sangre es especial, su familia es de Dominantes; Omegas y Alfas, pero todos lo son. Muchos dicen que por eso se casó con su alteza, la familia Kuroko ansiaba su estatus y que mejor que uniendo ambas casas.

—Pero los Tsukishima son los Duques, lo han sido desde hace miles de años, ¿eso no los hace más poderosos?

—Mi esposo no es tan respetado como dice serlo —admitió—. En parte es por mi culpa, nuestro matrimonio no fue bien recibido por la corte, también la renuncia de mi cuñado al título mancilló a la familia. Además —susurró—. Él no es un Original.

— ¿Lo sabes también tú? —Hitoka asintió—. La corte no sabe lo que dice, la mayoría son unos idiotas.

—Lord Yosino no lo es, es el Marqués. El segundo título más poderoso en la nobleza, además pertenece a la familia real por matrimonio, es el tío de su majestad. Y es de sangre Original

—Y tu esposo es su mejor amigo —siguió hablando Hinata—. He oído las hazañas de Tsukishima; las victorias en Sarajevo, el asedio a los Peldaños de Piedra, la Batalla de Campo Minado.

—Todas empañadas por los cuerpos con sangre drenada.

—Es un buen soldado —interrumpió—. Es leal y muy en el fondo es alguien amable, quizás una pequeña pero muy minúscula parte de él es buena persona, por algo eres su esposa. —Hitoka sonrió ante las palabras del pelirrojo.

—Gracias por pensar eso.

— ¿Crees que las cosas se solucionen? —Preguntó Hinata—. Mahoro ha gritado a los cuatro vientos que es la hija del príncipe Daisuke.

—Sólo su majestad puede confirmar ese rumor.

—Pero es cierto. —Hitoka llevó su mano hasta cubrir la boca de Hinata, haciéndolo sentir miedo por un instante.

—Sólo su majestad puede decir si es verdad o no, ¿lo entiendes, Hinata? —Shouyo contempló sus ojos, su tono de voz no dejaba refutarlo ni cuestionarla. Fue por eso que asintió firme.

Tal parece que el destino de Mahoro sería incierto.


—PALACIO AUTUMNAL.
CORTE DE OTOÑO 🍁

La comida le estaba pasando factura a su estómago, sus nervios se crispaban al verse tan cerca del Alfa azabache, la gente a su alrededor parecía ignorar el peligro de dejar sólo a dos personas de diferente género. ¿A quién demonios se le ocurría?

Los modales de Choso eran delicados y de buen gusto, quizás por eso les dio la suficiente confianza a la corte para dejarlo solo en compañía del Omega del Rey.

— ¿Hace cuanto vive aquí? —Preguntó el Alfa.

— ¿Perdón? —Respondió con otra pregunta.

—Usted no es un nativo de los Siete Reinos, es extranjero —afirmó.

—Nací en Iskarjal.

—Quizás eso le hizo creer a su Rey, pero usted no es un nativo de estos lares, parece extranjero.

—De serlo así no estoy seguro. —Sus dedos giraban la cuchara en la taza como las agujas del reloj—. Crecí en Iskarjal, mi familia es de Iskarjal e inclusive hay registro de tal cosa. No puede ser posible engañar a dos Reyes.

—El caballero de la Corte Primavera es Príncipe.

—Y futuro Rey de Iskarjal —aclaró—. No veo el momento en que lo sea.

—Apuesto que llenara la corte de esplendor, tal como los reyes de antaño.

— ¿Qué sabe usted de los antiguos reyes? —Preguntó.

—Lo suficiente para saber que no es originario de esa Corte, ninguno lo es, ni siquiera los que se sientan en ese trono. —Bebió la taza de té con extrema elegancia y después miró fijo al Omega—. Todos tienen origen humano pues son aquellos a los que los Nigromantes dieron vida, pero antes de que Natsuo se hiciera con el poder existieron seres más que poderosos.

—Los imperios nacen y mueren, todos saben eso —respondió el Omega.

—Sí, todos lo saben. —Le dio la razón—. Debería conocer Gyalkamia, es un reino bellísimo. Sería un honor mostrárselo.

— ¿Me ofrece ir con usted a su tierra? —Cuestionó burlón—. ¿Qué pensaría el Káiser al enterarse de su invitación.

—Estaría feliz.

— ¿Y qué diría su Kaiserin, apuesto que su Omega se molestaría.

—Mi hermano no es casado, no todavía —respondió lento—. Tiene un Omega en mente, pero debe esperar a que sea el momento perfecto.

Las puertas se abrieron dejando entrar al resto de la familia como el cauce de un río naciendo. La sensación de incomodidad no abandonó al Omega de cabellos grises, su cuerpo mermaba y caía en la sensación de malestar. Tuvo que retirarse antes de que la situación empeorara, su salud estaba primero.

Cuando la cena acabó Choso decidió permanecer en su dormitorio. A la luz de las velas redactaba una carta con su puño y letra, la tinta manchaba mucho debido a la presión ejercida, pero las noticias debían saberse tarde o temprano.

El lacre selló la carta con el sello personal del azabache, la extendió hacía su espalda y un hombre emergió de las sombras

—Choso Kan —saludó—. ¿Usted me llamó?

—Lleva esta carta al Káiser y esta otra a mi madre, ten cuidado, sigue en Iskarjal.

— ¿Extenderá su estadía? —Preguntó.

—Nuestro Kaiserin permanecerá en la corte hasta terminar sus asuntos, requieren mucha paciencia.

— ¿Empiezo a llamarlo Dosh Káiser?

—Aunque es un título muy importante, nuestro Kaiserin odiaría que lo llamases así, el Káiser no ha contraído matrimonio.

—Pero esta carta...

—Jericho, por favor —suplicó—. Es sólo una noticia para mi hermano, nada más ni nada menos.

—Entendido, señor. —El fiel sirviente desapareció y viajó entre las sombras de la oscuridad, nadie podría verlo y estaría a salvo de interrupciones innecesarias.

Choso admiró las estrellas desde el balcón de su habitación, las estrellas parecían murmurar cosas y esparcían noticias que pocos sabían interpretar. Fue idea de su prometida el viajar, fue ella quién lo convenció de conocer esas tierras, lo cierto es que el extrañaba su hogar, en él estaba ella y sólo eso le bastaba.

—PALACIO DE SHADOWING.
CORTE NOCHE 🌑

El maldito silencio le frustraba, los malditos olores de gente enojada le molestaban, las malditas opiniones de un estúpido concejo le generaban dolor de cabeza.

Llevaban horas hablando sobre lo ocurrido, todos discutían y peleaban entre ellos, todos querían hacer cosas distintas y todos querían algo que muy pocos ganan. Justicia.

—Esto es inaudito, una total falta de respeto —habló Fukuro Hirugami—. Lady Asa estará molesta, su nieto fue mancillado de la manera más vil y grotesca.

—Los niños suelen pelear de esta forma —le restó importancia Lord Nicolas—. Muchas veces saldrán lastimados.

—Perder un ojo no es salir lastimado, Lord Nicolas. —Insistió el castaño—. Su majestad, como porta estandarte de los Hoshiumi me siento capaz de pedir justicia para el joven Iku.

—No castigaré a Mahoro de la forma que me pides, no voy a torturar a mi sobrina. —Habló Kageyama.

—Mutilar a una niña no es la respuesta, no atentaré jamás contra su vida, sin embargo el exilio de Shadowing lo es.

— ¿Qué insinúas?

—La niña debe abandonar el país si se niega a mantenerla como prisionera en los calabozos.

—Cuide sus palabras, Lord Hirugami —advirtió Tsukishima—. Es la sobrina de su majestad de quién hablamos.

—Ella es una niña ilegítima, esto traerá caos en los civiles.

— ¿Qué clase de revueltas puede haber? —Preguntó el Duque con burla.

—La nobleza no será intocable majestad —respondió—. Causará una guerra interina. Ese niño es el futuro Conde de Mstisk, sobrino de la madre de su hijo. ¿Cree que le agradará ver que no tiene su favor?

—Renunció a su nombre en cuanto ingresó al Harem —mencionó Kageyama—. Como un Omega libre tiene derechos, pero ahora pertenece aquí, no tiene títulos, ni tierras y mucho menos dinero. En pocas palabras su vida me pertenece.

El silencio y la tensión invadió la sala, era una guerra de todos contra todos.

—Quizás la idea de Lord Hirugami es la correcta. —Mencionó el Alfa de cabello ondulado—. Evitaríamos que la niña sufriera acoso y fuese señalada, después de todo, el pequeño Iku no perdió la vida.

—Podríamos pedir la opinión del Marqués —sugirió Hirugami.

—La decisión la tomaremos el Rey y yo, mis Lords —amenazó el rubio.

—Pienso que Lord Yasuo podría ser de ayuda, su opinión es muy respetada en el reino, nadie de la aristocracia se negaría a su respuesta.

—En realidad nadie debería negarse a la voluntad de su majestad —dijo Tsukishima—. Él es el Rey después de todo.

—En eso estoy de acuerdo, pero cuando la voluntad del Rey pone en aprietos a la corte, ¿no son las decisiones del consejo las que lo sacan a flote?

—Hemos llegado al final de esta reunión —anunció Kageyama—. Retírense.

Todos los presentes lo sabían, su majestad estaba en aprietos.

Los listones del corsé eran largos y les tuvo que dar muchas vueltas, hacer varios nudos para que quedaran lo más cortos posibles.

— ¿Qué no esto va dentro? —Preguntó Hinata.

—Sí, pero luce genial también por fuera. —El gris verdoso se acoplaba bien a su tono de piel, aunque lograba que todos lo volteasen a ver por su cabello rojizo. Kenma lo ayudó con el tocado y puso un medallón con el grabado de un cuervo en su cuello.

—Es el más reciente regalo de su majestad —dijo al aire.

—Debes sentirte orgulloso, no cualquier concubina usa el emblema de la familia real.

—Parece que marcó a una vaca —se burló—. Quizás lo hace para pelear con el príncipe Atsumu.

—El príncipe Atsumu, es desgraciado arrogante al igual que toda su comitiva.

—Son orgullosos —dio la razón Hinata—. Quizás su emblema debía ser un león. Ellos representan el orgullo.

—Los únicos leones en este reino son los Sawamura. El orgullo les sienta bien.

—Entonces los Miya pecan de arrogantes.

—Definitivamente. —Shouyo abandonó su habitación con Kenma detrás de él, había pedido permiso para estar a solas en los jardines del palacio. Extrañaba el exterior y el Harem le provocaba jaqueca.

Los caminos de ambos se separaron por las labores de Kenma, Hinata fue sólo hasta los jardines, quería conocer el invernadero. Las paredes de cristal se alzaban al final de las escaleras, abrió las puertas con cuidado y disfrutó de los aromas florales, en el centro de la estructura había un estanque con peces Koi. Shouyo fue directo a ellos, amaba sus colores extravagantes, muchas tonalidades naranjas y doradas, además de unos cuantos manchados.

Metió sus dedos y jugó en el estanque hasta hacerlos chapotear, varios peces se acercaban con curiosidad pero se alejaban en cuanto detectaban movimiento. Mismo movimiento que él notó.

Las botas del príncipe rompieron las hojas secas y ramas del suelo. Llamó su atención lo distraído que permanecía el Omega en el suelo, estaba jugando en el estanque, parecía feliz, su aroma dulzón lo delataba.

— ¿Qué haces aquí? —Le preguntó el Alfa.

—Yo vivo aquí —respondió el pelirrojo. El rubio se dejó caer a metros de distancia del Omega.

—Me refiero al invernadero, ¿no deberías estar en clase? —Cuestionó.

—Tengo privilegios como favorito. —Una de las cejas de Atsumu se arqueó en un gesto de desaprobación. Solo ese gesto bastó para que Hinata se diera cuenta del muy expresivo rostro del Alfa, cualquier emoción que él negara se delataba en su cara—. Además tengo horarios distintos.

—La suerte de los favoritos —bufó—. ¿No es cansado?

— ¿Qué?

—Estar encerrado —respondió.

—Te acostumbras —la dijo encogiéndose de hombros—. No es como si tuviera elección. —El silencio se apoderó de ambos mientras miraban el estanque de los peces Koi, ambos miraban su reflejo en el agua clara.

Atsumu vio de reojo la herida del Omega, su antebrazo izquierdo llevaba una larga cicatriz, ni siquiera fue un corte uniforme pues tenía apariencia de serpiente o enredadera.

—Lamento lo de tu herida. —Shouyo salió de su ensoñación e intentó cubrirse con la manga de su vestido.

—No es nada —susurró—. Gracias a ti por protegerme, estoy en deuda con usted.

—Algún día me las cobraré —mencionó con burla.

— ¿Las...? —Preguntó Shouyo.

—Te salve dos veces, la primera fue en tu pueblo. —La garganta se le cerró al pelirrojo. Maldito sinvergüenza.

—Ohh, veo que si lo recuerdas. —Se burló haciéndolo reír—. No me salvaste para nada, de hecho fuiste quién cambió mi maldita vida.

— ¿De qué te estás quejando? Te advertí que un Alfa venía siguiéndote.

—No me llevaste a casa para mantenerme a salvo.

— ¿Ay y querías que lo hiciera? —Preguntó irónico—. Podría haber muerto.

— ¿Admites que eres débil?

—No, pero admito que tu familia estaría con vida.

— ¿Qué?

—Siempre es la misma historia —respondió con obviedad—. Ejércitos de bárbaros llegan a los pueblos, arrasan con todo a su paso, eligen Omegas jóvenes y hermosos para llevarlos a la capital, muchas familias mueren defendiendo a los suyos, muchos huyen en cuanto se enteran.

— ¿Crees que soy hermoso y joven? —Se burló de él. El rubio intentaba defenderse pero las palabras no le salían, no hasta escuchar la suave risa del pelirrojo, tenía una risa muy bonita e incluso contagiosa pues él también se estaba riendo—. ¿Te estás riendo de mí? —Preguntó de repente muy serio.

—Me estoy riendo contigo —negó—. No voy a negarlo, eres hermoso, tienes una belleza peculiar, incluso pienso que eres mucho para alguien como Tobio.

—No parecía pensar eso a su llegada, alteza —reprendió.

—No entiendo qué haces aquí. —Admitió—. En mi palacio he visto muchos Omegas intentando escapar, van a una muerte segura, lo saben pero aún así prefieren morir libres, por decisión propia.

—Mi familia está viva. —Para sorpresa del Alfa, el Omega habló con una tranquilidad fría—. No fui separado de mi hogar a rastras, tampoco hubo gente que me defendió porque atacaron mi hogar. Ni siquiera lo consideraría ataque.

—Entonces...

—Fui vendido, alteza. —Interrumpió la pregunta—. Un soldado fue hasta mi casa y habló con mis padres, ellos decidieron venderme, viví un tiempo en el palacio de Autumnal en mi corte. Después ellos me enviaron aquí.

—Ya me preguntaba cómo acabaste aquí —susurró.

—Yo no soy como las demás concubinas de este palacio —habló con voz queda—. Yo no tuve oportunidad de defenderme, otras personas decidieron por mí. Me arrancaron la libertad y me hicieron un títere de un juego más.

—Esa vez me prometiste algo —recordó el Alfa—. Y ahora que estás aquí necesito que seas de más ayuda. ¿Dónde está el Omega de mi hermano? —Así que Himekawa si era el Omega de un príncipe.

—No tengo idea de que está hablando —respondió.

—No te hagas el desentendido, tú debes saber dónde está ese Omega.

—Si ese Omega es inteligente no lo divulgará —reprendió—. Lo matarían si se enteraran.

—Ayúdame a buscarlo y prometo hacer de ti alguien libre.

— ¿Libre?

—Ya tuvimos el escape de un Omega en nuestra corte, no se fue solo. —Hinata sonrió en sus adentros, ya conocía esa historia—. Podría llevarte a Dorne o Autumnal si quisieras.

— ¿Y ganarte el odio eterno del Rey de Shadowing? —Preguntó.

—Lo vale, la felicidad de mi hermano lo vale —respondió para sorpresa del Omega.

El pelirrojo sonrió, conocía esa sensación de querer proteger a los suyos, él la vivía con su hermana. Aún así la duda persistía, ¿podía confiar en él? La última vez que confío en él no se portó grosero, en realidad estaba siendo todo lo contrario, como si hubiera visto de nuevo al chico del pueblo. En el fondo se preguntaba ¿quién era en realidad? Sus cabellos seguían tan rubios y sus ojos eran marrón brillante, su aroma era particularmente atrayente, ¿siempre fue dulce?

El Alfa no dejaba de hablar aunque Shouyo no sabía que es lo que estaba diciendo, su cabeza se había desconectado por completo y un pitido seco inundaba en sus oídos. Un sonido extraño, una incomodidad, el maldito bochorno.

Mierda.

—Shouyo... —No por favor, con su nombre no—. ¿Estás bien?

—Aléjate de mí...

—Shouyo.

— ¡Apártate! N-no te acerques... —Entonces fue que Atsumu comprendió.

—Estás en celo... —susurró—. Debo sacarte de aquí. —Hinata pudo levantarse a duras penas, odiaba la inestabilidad de sus ciclos, odiaba ser irregular desde que habitaba en el palacio.

—Por favor no me toques, no quiero... no quiero que me veas... no así. —Pidió el pelirrojo.

Atsumu con mucho cuidado guió a Shouyo hasta la salida del invernadero y aunque el Omega se tambaleaba y sus rodillas flaqueaban, tenía un buen control.

—No puedo caminar más —se quejó.

—No has avanzado nada —recriminó.

—Llévame tú.

— ¡¿Perdón?! —Shouyo cayó al suelo, sus brazos se aferraron a su vientre y sus piernas se contraían en posición fetal—. Maldita sea. —A duras penas y con la más fuerte voluntad llevó al Omega en su espalda, intentaba no tenerlo cerca, pero el mocoso se aferraba a él.

—Quiero... ir a mi cuarto.

— ¡No podré llevarte hasta allá! —El Omega se estaba quejando mucho de forma bajita, su respiración era pesada, su aroma demasiado dulce y su cuerpo aumentaba la temperatura. Sólo debía resistir, su autocontrol era bueno, pero su cordura pendía de un hilo y quería quebrarse.

—Quiero ir a casa —susurró el Omega—. No quiero estar aquí...

—Irás a casa, lo prometo. —Atsumu avanzaba con peso de plomo, tenía que ser rápido y evitar malas vistas de los sirvientes. Que alguien los mirara implicaría condena de muerte.

Sintió la respiración del humano cerca del cuello, estaba caliente y la fiebre subía cada vez más, los brazos se aferraron a sus hombros y un lamento lastimero fue emitido desde la garganta del pelirrojo.

—Ah no puede ser —suspiró pesadamente el Alfa. Frente a ellos un Alfa Dominante les había cerrado el paso.

— ¿Es ese una de las concubinas del Rey? —Preguntó. Atsumu lo barrió con sus ojos, estaba claro que era mayor que él y con más experiencia en batalla, tenía facciones delgadas y una piel muy blanca.

— ¿Debo de responderte? —Lo retó Atsumu.

—Insolente. —Su mirada se tornó violenta y su sonrisa se mostraba escéptica—. Dame al Omega, ahora. —Habló con calma.

—No... no quiero ir con él —se quejó Hinata.

— ¿Debo confiar en ti? —El Alfa suspiró y pasó su largo cabello tras su oreja izquierda. Su hélix mostraba una mordida cicatrizada. Era la primera vez que Atsumu veía esa clase de marca; la mordida de un Omega.

—Como puedes ver no le haría daño, sus feromonas no me alteraran como a ti, además amo y respeto mucho a mi Omega.

—Lo haré, pero si algo le pasa no dudaré en hacerte daño o incluso ir con tu Rey. —El Alfa asintió.

—Puedes estar tranquilo. —Atsumu dejó que el segundo Alfa tomara a Shouyo en brazos, éste se quejaba mucho y parecía al borde una histeria. Aún así el Alfa no se inmutó. Su apariencia se le hacía familiar; tenía el largo cabello color celeste como sus ojos ocultos tras su fleco, en su ropa reinaban los colores rojo, blanco y negro.

— ¿Quién eres? —Le preguntó antes de irse.

—Pronto nos presentaremos apropiadamente —respondió tranquilo—. Hasta entonces, alteza.

Atsumu se quedó expectante ante la partida de ambos, no entendía y no comprendía.

¿Qué acababa de pasar?

Helou!! Buenas buenas. ¿Cómo han estado? Yo cansada de trabajar y jugarle a la independiente.

Les dejo el capítulo de hoy, una disculpa si hay faltas de ortografía, probablemente se me fueron unas.

Dudas, preguntas y respuestas, ya saben que son bienvenidas.

Nos vemos luego y gracias por la paciencia. ❤️

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