"Y a mi no me importa"

Le grito el azabache a morena, este quería tener relaciones carnales con ella, sin embargo esta vez se resistió. La valentía la tomo de la nada para defenderse de su agresor, estaba preparada para los golpes si era necesario-aunque s fuerza y agilidad de agente jr ya la había perdido-.

La discusión se llevaba a cabo en la habitación de la morena, estaba en una media oscuridad, debido a las pequeñas luces que esta tenia pegadas a su pared a modo de decoración. Pero a pesar del bello adorno esto solo daba un ambiente lúgubre a la situación.

—No quiero hacerlo, ¡No! — Volvía a decir la muchacha con una mirada seria dirigida al castaño que la mirada molestia.

"Lo hare igual quieras o no hacerlo"

Kayla solo lo miro y levanto una cejas, lo estaba retando a intentar algo en contra suya. A pesar de ya haber sido amenazada antes con un arma-y de muerte- por el chico, tenia el conocimiento de que este no portaba el arma cada segundo del día.

Ella sonrió victoria ante la pose estática de Talon. Pero siempre este tenía-par esta clase de casos- un plan bajo la manga. Su arma de goma de mascar fue disparada directo a kayla. Aquella cosa pegajosa rosa se incrusto en la muñeca de la chica en su parte dorsal pegándola de su amado espejó de su peinadora.

Luego de eso con la misma pistola le pego los pies al suelo.

—Haber si aprendes a respetar a quien le perteneces. —Sonrió triunfal el azabache nalgueando el trasero de la morena.

La chica solo miro con molestia su reflejo en el espejo mientras el azabache desvestía su parte posterior. Las embestidas no se hicieron esperar seguido del sonido de ambas pieles chocando.

Kayla como en otras ocasiones mencione ni se inmuto a llorar solo miraba rabia el reflejo sonriente de Talon en el espejo haciendo lo que quisiera con su ya usado cuerpo.

Asqueada era la palabra que describía como se sentía en esa situación, Pena... no eso no lo sentía solo se sentía asqueada de haberse enamorado de un ser como lo era Talon Claw, por suerte era ella y no su mejor amiga a la que le pasaba todo aquello, eso era lo único bueno.

El paso de los minutos era lento, su espalda y caderas dolía; uno por mordiscos y la otra por la intromisión de aquel cuerpo ajeno al suyo. Pero cuando termino aquel acto repugnante tomo una navaja del cajón de donde se encontraba y como pudo se libero de la goma de la pistola hecha por el azabache.

Se metió al baño a quitarse la suciedad impregnada en su piel.