5
Cuando Mia se despertó, se dio cuenta de que en algún momento durante la noche se había inclinado hacia Tom. Estaba medio acurrucada contra él, con la mejilla sobre la dura curva de su bíceps. Él a su vez tenía el brazo estirado y la manaza sobre el muslo de ella. Los dedos largos y callosos irradiaban calor, ligeramante doblados en torno a su rodilla. Y su pulgar, advirtió Mia a medida que se espabilaba, le acariciaba rezosamente la piel.
Abrió los ojos de golpe y se encontró mirándole a la cara. Tenía un oscuro asomo de barba, y en el gesto de su turgente labio inferior había algo descaradamente sexual. Fue a abrir la boca para quejarse y preguntarle que demonios se creía que era, cuando se dió cuenta de que él apenas había abierto los ojos, y que los tenía clavados con gesto somnolientoen su propio pulgar, que se movía en lentas caricias contra la pálida piel de su muslo. Era evidente que no estaba despierto del todo.
En cuanto lo estuvo Mia lo advirtió. El pulgar se quedó quieto, y el brazo bajo su mejilla se tensó. Mia vió que Tom bajaba el mentón para mirarla y se apresuró a cerrar los ojos fingiendo estar dormida. Fue un impulso, y bastante infantil, además, pero una vez tomó la decisión, no se echó atrás. Y si fingiendo estar dormida se libraba de un momento violento, mejor que mejor.
Él la apartó de su brazo y al cabo de un momento se levantó y sacó su bolsa de lona del portaequipaje. Luego desapareció, seguramente al servicio al fondo del autobús.
Mia abrió los ojos y se enderezó. Tiesa y adormilada, se estiró para soltar un poco los músculos más tensos. Se irguió todo lo posible, se puso las manos en los lumbares, echó hacia atrás los hombros y arqueó la espalda para estirar la columna, alzando el mentón y torciéndolo a la izquierda. Cuando volvió la cabeza a la derecha, se encontró mirando directamente al hombre que se sentaba al otro lado del pasillo. Él, a su vez, le miraba las tetas con los ojos vidriosos.
Su primer impulso fue hundir los hombros para disimular en lo posible la generosidad de su pecho. Pero algo la detuvo : ¿Irritación?¿Desafío? En un instante había modificado su provocativa postura, pero no había esperanzas de disimulo con el ajustadísimo top de su hermana. De modo que hizo lo que mejor se le ocurrió. Siguió mirando al hombre fríamente hasta que él arrancó la vista de su pecho. Cuando advirtió que ella le miraba muy seria con una ceja alzada, se puso como un tomate y apartó precipitadamente la mirada.
Mia sintió una pequeña oleada de poder.
Se volvió a mirar por la ventana, pero no se fijó en el paisaje. Había desaparecido el aturdimiento de la noche anterior provocado por el pánico. Ahora tenía decisiones que tomar. Una opción era permitir que le arrastraran por todo el país como una niña obediente. Se encerraría dentro de la muralla de los buenos modales que tanto le había costado obtener. Jugaría según las reglas de Hiddleston, y solucionaría aquel asunto en cuanto llegara a Miami. Eso era lo que probablemente habría echo la noche anterior.
Pero hoy no le gustaba esa opción.
Hiddleston había vuelto su mundo al revés, y todo por un puñado de dólares, y Mia no veía ninguna razón por la que debería facilitarle el trabajo. Era evidente que Hiddleston tenía mucha prisa por llegar a Miami y recoger su dinero, aunque por muchas vueltas que le daba Mia no entendía por qué demonios iban en autobús. De todas formas, el medio de transporte ya era un hecho, y tenía que mantenerse concentrada en lo importante. Y lo importante era que si Hiddleston tenía prisa, ella debía hacer todo lo posible por demorar el viaje. Mia sólo conocía una manera de lograrlo.
La idea de comportarse como lo haría Kaylee le daba repelús. Se había pasado toda su vida de adulta labrándose su existencia respetable que estaba a años luz del entorno exhibicionista en el que se movía su hermana gemela.
Sin embargo ser una mujer formal y agradable no siempre suponía una ventaja. Bastaba con ver a dónde la habían llevado. Hiddleston era tan arrogante, tan engreído que no tenía ninguna duda alguna sobre la identidad de su prisionera. Pues bien, en ese caso, no era cuestión de decepcionarle, ¿no? Hiddleston insistía en que ella era Kaylee. Muy bien, pues sería Kaylee.
Por las malas.
Tom volvia por el pasillo.<< No puedes tocar la mercancía- se advertía por centésima vez desde que había dejado a la morena dormida para ir al baño-¿Lo entiendes Hiddleston? Tienes un trabajo que hacer, y no vas a joderla.>> Resopló. Un gesto muy adecuado teniendo en cuenta el anhelo al rojo vivo que le había provocado el contacto con la piel de ella y la tentación de seguir ese anhelo hasta el final.
Pero no lo había seguido, y no pensaba permitir que sus urgencias se convirtieran en un problema. Que demonios, lo que había pasado era que estaba medio dormido, nada más. La suya fue una reacción natural al despertarse con la mano sobre su pierna larga, firme e increíblemente suave de la mujer. Habría sentido lo mismo de tratarse de cualquier otra. Llevaba mucho tiempo sin sexo, y estaba dispuesto a poner remedio a esa situación en cuanto terminara el trabajo. Mientras tanto, tenía que dar las gracias porque la morena no se hubiera despertado. Había que mantenerla serena y no llamar la atención. Ese era el objetivo.
Su prisionera salía en ese momento al pasillo para coger su maleta del portaequipajes, mostrando su cuerpo espectacular desde los dedos de las manos hasta la punta de los pies, sobre las que se balanceaba para llegar hasta su bolsa. Tres hombres tropezaron entre ellos queriendo ser el primero en acercarse a echarle una mano.
Ella ni les miró lo cual sorprendió a Tom.
Pero no evitó que una oleada de rabia lo sacudiese. Con unas pocas zancadas llegó al remolino de pasajeros que bloqueaba el pasillo. Apartó a dos hombres a codazos y alzó los brazos por encima de la cabeza del tercero para coger la bolsa de Mia.
- Ya la tengo- gruñó ante la insistencia del hombre, y su tono fue tan claro que el individuo por fin recobró la sensatez y se apartó.
Él ángulo para bajar el equipaje resultaba incómodo, y Tom notó un tirón en la espalda.
- ¿Qué demonios llevas ahí ?- preguntó, dejando la maleta en el asiento. Habría apostado su refugio de pesca a que no eran libros.
- Algo más interesante que las patéticas pertenencias que llevas en esa bolsa, eso seguro.- Mia abrió la maleta.
A Tom se le cayó el alma a los pies. Sólo logró echar un vistazo, pero todos los contenidos parecían relucir, brillar o ser del tamaño de su cartera. Era eso último lo que de verdad le preocupaba, puesto que significaba que la tela tendría que expandirse seriamente para cubrir aquellas tentadoras curvas, y por lo tanto se le pegaría la piel como si fuera pintura en spray. La morena se inclinó para buscar en la maleta y Tom gruñó desesperado al advertir que el tío del otro lado del pasillo y el que tenía detrás estiraban el cuello para obtener una mejor visión de la dulce y abultada forma de corazón de su trasero. Él a su vez se movió para taparles la vista.
- Ah- murmuró satisfecha, sacando un bolso de la maleta.
Abrió la cremallera y Tom se dio cuenta de que aquella era probablemente la causa del sobrepeso. Porque lo que sí era seguro es que la mujer no llevaba ninguna prenda que pesara más de 80 gramos. Con lo cual, el peso solo podía provenir de varios pares de zapatos de gigantescos tacones o de la bolsa de aseo y de maquillaje. La morena sacó una toalla, uno de esos misteriosos botes de loción sin los que una mujer no sale de casa, un cepillo y pasta de dientes. Intentó repartise el botín entre las manos y luego se rindió y volvió a meterlo todo en el neceser. Se enderezó y volvió la cabeza para mirarle.
- El servicio está al fondo,¿no?
Tom gruñó.
Mientras ella se alejaba por el pasillo, comprobó ceñudo la cantidad de tipos que se la quedaban mirando con ojos golosos y volvían la cabeza para seguirla con la vista. Cojonudo. Ya podía olvidarse de pasar desapercibido.
Al menos sólo había utilizado una pequeña fracción de los 5 kilos de cosméticos que llevaba en el neceser, advirtió aliviado al verla volver. Se había puesto carmín y algo de maquillaje, nada más. Y no llevaba el peinado ahuecado que llevaba el día anterior en el aeropuerto,gracias a Dios. Pero Tom sabía que se estaba aferrando a un clavo ardiendo. La mujer se había recogido el pelo en un casto moño. Debería parecer recatado, joder. Sin embargo, se le había torcido hacia un lado y unos relucientes mechones caían por la curva de su nuca y de su cuello largo y blanco, dándole el aspecto de alguien que acaba de levantarse de la cama despues de un revolcón.
Su última y terca esperanza de pasar desapercibido murió en silencio.
Por lo menos estaba siendo bastante dócil. Tom estaba dispuesto a ver cualquier aspecto positivo de aquel asunto y dar las gracias. Se apartó para dejarla pasar a su asiento.
- ¿ Cuánto se tarda en llegar a Florida?- preguntó.
- Tres dias y medio.
Le pareció ver un destello de pánico en la profundidad de sus ojos, pero si así era, la mujer lo dominó con firmeza y se limitó a asentir con la cabeza.
- Tengo hambre.- Se limitó a decir.
- Pararemos para desayunar dentro de unos 10 minutos. ¿ Puedes aguantar o necesitas un tentempié?
- Me espero. - Y estaba más que dispuesta a esperar, porque así aplazaba durante unos minutos lo que tenía planeado hacer. Tenía el estómago encogido, pero no de hambre, sino de nervios, y a pesar de respirar hondo para intentar calamrlos, sólo lo logró en parte.
El autobús entró en Boise diez minutos más tarde y se metió en el aparcamientode una cafetería.
- Parada para desayunar.- Anunció el conductor, abriendo la puerta- Tienen 45 minutos. No se retrasen, porque no espero a nadie.
En el pasillo, una mujer bajita con el pelo blanco se esforzaba por meter en el portaequipajes un paquete de forma extraña. La gente pasaba de largo dándole empujones y murmurando de impaciencia. Tom, para enorme sorpresa de Mia, se detuvo a su lado.
-Espere que le echo una mano.- Y sin dificultades colocó el paquete y le dio un golpecito de satisfacción. Cuando la mujer le dio las gracias, se limitó a sonreír timidamente quitándole importancia al gesto y la dejó pasar delante.
Mia se lo quedó mirando mientras entraban en el café y se sentaban en una mesita junto a la barra. Tenía pinta de malo, con la barba de dos días, el gesto agrio de la boca y aquellos fieros ojos marrones y Dios sabía que su experiencia con él no había hecho sino confirmar su impresión. ¿Quién iba a sospechar que tenía una sonrisa tan encantadora? Durante unos treinta segundos le había hecho parecer tímido y dulce. Mia meneó la cabeza y tomó la carta que le ofrecía la camarera. Debía de estar más nervios de lo que imaginaba para haber pensado una tontería así.
Mia echó un vistazo al menú buscando el plato más caro. Su recompensa fue la expresión de angustia de Tom cuando lo pidió. << Acostúmbrate Hiddleston- le aconsejó en silencio- Te voy a dar dónde más te duele: en esas prisas que tienes y en tu poderosa cartera.>>
Sólo con pensar en lo que estaba a punto de hacer, se le agitaba la respiración, y tuvo que hacer un esfuerzo por respirar hondo y más despacio hasta que el corazón se le calmó un poco. El tiempo lo era todo, Y por mucho que deseara acabar con aquello de una vez, no iba a estropearlo por apresurarse. No podía correr el riesgo de que Tom tuviera tiempo suficiente para solucionar el problema antes de que el autobús se pusiese en marcha.
Mia miró la cafetería, que estaba atestada de gente.
Estaba llena hasta los topes con pasajeros de varios autobuses, las camareras correteaban de un lado para otro, tomando notas y ofreciendo cafés. La que se encargaba de su mesa se detuvo el tiempo suficiente para servir otra taza a Tom otra taza y dejarles los cubiertos envueltos en servilletas de papel. Mia se colocó la suya sobre el regazo.
Al cabo de quince minutos volvió la camarera con su comida.
- Tende cuidado, que los platos están muy calientes. Buen provecho.
Mia comió un poco. Empujaba un la comida de un lado a otro en el plato sin dejar de mirar al conductor del autobús, que estaba sentado dos mesas mas allá.
- Maldita sea, come de una vez y deja de jugar con la comida. - les espetó Tom en un tono irritado.
Ella se sobresaltó.
- No tengo tanta hambre como pensaba.- logró responder con increíble indiferencia.
-Pues trae para acá. Puede que tú te criaras entre lujos, morena, pero en mi casa la comida no se tiraba.
Mia se lo quedó mirando.
- Nadie con dos dedo de frente calificaría de lujoso el barrio en queme crié.- Pero al oírse, lanzó un delicado suspiro.- Claro, se me olvidaba de que hablábamos de ti.
- Sí, soy de clase muy baja, de acuerdo.- Decidió tomarlo como un insulto y le cogió el plato- joder, tu estabas segura de que ibas a comer todos los días de la semana, yo a eso lo llamaría lujo.- Se chó en su plato casi todo el desayuno de Mia y le pasó los restos.- Toma, cómete eso.....
- Ya te he dicho que no.
- Y yo te digo que comas. Anoche no cenaste y te aseguro que no pienso dejar que te me pongas enferma.
- No, no, no, claro, no vayamos a molestar al valiente cazarrecompensas- saltó ella, pinchando unas cuantas patatas. La rabia le calmó los nervios del estómago y al final se comió todo lo que quedaba en el plato. Luego lo miró a él.- Devuélveme un trozo de filete.
Tom cortó la carne y le pasó la mitad.
Pronto terminaron de comer, les habían servido otro café y el reloj personal de Mia marcaba la hora cero.
- Tengo que ir al servicio.
- Un momento- Tom tendió la mano para cogerle el bolso. -Dame la barra de labios.
-¿ Cómo?
- No te hagas la tonte, morena. Dame la barra de labios.
Mia suspiró, pero hizo lo que le pedía. Sacó una barra de carmín y se la tendió.
- Todas, morena.
Mia encontró tres más, y también se las dio.
- ¿ Satisfecho ?
- Estaré satisfecho cuando reciba mis honorarios en Miami.- La acompañó al servicio, abrió la puerta, asomó la cabeza para comrobar que no hubiera otra salida.
No la había. Era del tamaño de un armario, sin ventanas, con un retrete, un lavabo y un armario con suministros. Mia cerró le cerró la puerta en las narices, echó el pestillo y se apoyó sobre la fría porcelana del lavabo. Con la cabeza gacha respiró hondo unas cuantas veces.
Por fin se irguió para encontrarse con su mirada en el estropeado espejo.
<< Venga, que tu puedes>>se animó. No podía ser tan difícil,¿no? Sólo tenía que provocar una escenita de nada, armar tanto revuelo que el conductor optaría por desentenderse y largarse de alli. Podía y lo haría si con ello lograba retrasar la queridísima agenda de Tom.
<< No pienses en el ridículo que vas a hacer>>. Respiró hondo de nuevo, enderezó los hombros y se volvió hacia la puerta. Justo cuando iba a correr el pestillo. Alguien golpeó la madera desde el pasillo. Mia apartó la mano dando un brinco.
- Abre, morena. Hora de irse.
Mia se quedó mirando la cerradura y retrocedió :<< ¡ Claro!¡Eso es! >> No tenía que montar ninguna escena en la cafetería. ¿ Cómo no se le había ocurrido antes ? Podía hacerlo allí mismo.
- ¡ Morena!¡Abre la puerta!
- No. - Le salió una voz suave y débil, y tuvo que carraspear para intentarlo de nuevo. - No.
- ¿ Qué has dicho ?- se oyó por fin la voz de Tom, grave y amenazadora.
- He dicho que no. No pienso salir.
Tom descargó un fuerte puñetazo en la puerta.
- ¡ Sal de ahí ahora mismo o echo la puñetera puerta abajo !
- ¡ Eh !- protestó una mujer airada- ¿ que está pasando ahí ?
- No es asunto suyo señora- gruñó Tom.
- Soy la dueña del local, desde luego que es asunto mío. Sobre todo cuando un cliente amenaza con destruír mi propiedad.
- Oiga, usted no lo entiende...
-¿ Señora?- llamó Mia desde el otro lado de la puerta, por favor, échele de aqui. Me ha dejado embarazada. - improvisó- y me dijo que iba a cuidar de mí. Yo pensaba que nos ibamos a casar,¿sabe?Pero quiere llevarme a una clínica, donde espera que yo.....- y dejó que su voz se desvaneciera- Dice que Tommy ni siquiera es hijo suyo, aunque sabe perfectamente que no he estado con nadie más....
- ¡ Eso es mentira !- Tom no lo podía creer. Se estaba reuniendo alli una multitud; la dueña del local le miraba como si fuera el gusano más rastrero sobre la faz de la Tierra, y el conductor del autobús miraba el reloj- Jamás le he puesto una mano encima.
Un hombre resopló incrédulo entre el gentio y Tom se volvió iracundo hacia él.
- ¿Qué?- le espetó.
- Que todos lo hemos visto, amigo- replicó el desconocido - Y también hemos visto que no la deja ni un segundo. ¿ Nos quiere hacer creer que no la puesto la mano encima ?
-A mi me importa una mierda lo que creas. Es la verdad. Y si no lado ni un segundo es porque soy agente de la ley y ella es la prisionera.
Otro hombre soltó una exclamacion de escepticismo. Tom advirtió que era el payaso del pasillo del autobús que se estaba enamorando del trasero de la morena.
- Un trabajo magnifico.- Comentó en tono seco.- Tú y prisionera os acurracais mucho para dormir. Pero me imagino que es parte del trabajo, ¿no?Para que no se escape ni nada de eso.- El hombre miró la puerta y sonrió con lascivia. - Claro que lo entiendo. A mi tampoco me importaría que fuera mi prisionera.
- Salimos en tres minutos.- Dijo en conductor.
Tom se volvió bruscamente y golpeó de nuevo la puerta.
- ¡ Ya está bien, morena!Como no salgas ahora mismo echo la puerta abajo a patadas.
- Pues ya se puede preparar para pagar los daños - advirtió la propietaria.
- Joder.- Tom tenía ganas de liarse a puñetazos, pero logró dominarse.- ¿ Tiene usted un destornillador ? Podria quitar las bisagras.
-No.
De todas formas, no tenía ninguna posibilidad. Tom apoyó la frente contra la puerta y lanzó una creativa retahíla de vulgaridades.
- Nos vamos amigos- Anunció en conductor.
- ¿Tommy?- la voz de Mia atravesó la puerta. - No te enfades conmigo, por favor. Si no quieres que nos casemos, por lo menos dejame volver a casa con mi madre. Es tu hijo, Tom. No puedo deshacerme de él.
Tom advirtió que el ambiente entre el gentío pasaba de la diversión a algo más oscuro, y supo que la morena,había ganado la batalla. De manera que se volvió hacia el conductor.
- Déjeme sacar el equipaje del autobús.
- No puedo abrir el compartimento de los equipajes.- declaró el hombre- Es la norma.
- No voy a violar sus normas, pero las maletas están dentro del autobús.
- Entonces vale. Última llamda,nos ponemos en marcha.
Tom agarró al conductor del brazo mientras los pasajeros subían a bordo.
- ¿ Y que pasa con nuestros billetes ?
- Hable con Darcy.- Indicó el hombre, señalando a la propietaria de la cafetería.- Tiene la concesión de la zona. Ella le dará billetes para el próximo autobús.
- ¿ Y cuando pasa ?
- Oiga, ¿ le parece que soy un horario con patas ? Hable con Darcy.- Impaciente por salir, el conductor se zafó de Tom y subió al autobús. - ¡ Vamos!- saltó, al ver que Tom no le seguía.- Tienes treinta segundos para coger sus bolsas. Tengo que seguir mi horario.
Tom bajó en veinte segundos y la pueta se cerró inmediatamente tras él. Un instante después, el autobús salía del aparcamiento en una nube de humo de gasoil y desaparecía detrás de una curva.
Lo primero que vio al abrir con el hombro la puerta de la cafetería fue a la morena. Estaba en la barra, tomando un café o algo humeante mientras Darcy la mimaba. Había tres camareras sentadas con los pies en alto sobre una mesa de la esquina, fumándose un pitillo con un café delante. Tom se preguntó qué posibilidades tendría de gorronear un cigarrillo. Probablemente escasas. Dejó caer las bolsas y se acercó a la propietaria del bar, intentando no mirar a la traicionera prisionera no fuera a perder del todo los estribos y le retorciera alli mismo su exquisito cuello.
- Me ha dicho el chófer que nos daría usted otros billetes para el autobús.
- Hum. -Darcy le miró con desaprobación, pero dejó de dar palmadias a Mia en la espalda y fue al final de la barra, donde estaba el ordenador. Hizo unas cuantas preguntas y marcó las teclas necesarias para reproducir los billetes. Su aire de eficicencia duró lo que tardó en hacer la transacción. Luego volvió a mirarle como si fuera un gusano recién salido de debajo de una piedra.
- Ya se ha divertido usted con esta joven.- Le espetó con desdén mientras miraba los billetes. - Ahora le toca ser un hombre y aceptar sus responsabilidades.
Entre los matones de su antiguo barrio y sus días en el ejército, Tom había aguantado el acoso de los mejores, y sabía enfrentarse a cualquier desafio que le lenzaran con estoica frialdad. No permitir que los cabrones sepan que te está afectando, ese era su lema.
Pero algo en él se rebeló ante lo injusto de aquel tono de desprecio viniendo de una total desconocida.
- A ver si lo entiendo bien- gruñó, inclinándose sobre Darcy- usted no me ha visto en su vida, pero cree que debería casarme con la chica y criar a su hijo.
- Según la chica, el hijo es suyo también, caballero.
Tom soltó una carcajada carente de humor.
- Ya. Mi hijo. El que he engendrado <<divirtiéndome>> con ella.- Aquello era el colmo.
Se había estado aferrando a su profesionalidad con uñas y dientes, ¿ y para qué ? ¿ Para que ahora lo acusaran sin haber probado el pastel ?
Muy bien, pues a la mierda con todo. La morena había cometido un grave error al elegir el método de lucha, porque a ese juego bien podrían jugar los dos. De manera que se tragó su rabia y logró esbozar una media sonrisa.
- Pues bien, señorita Darcy, ¿ qué puedo decir ?Cuando alguien tiene razón, tiene razón.- Se metió los billetes en el bolsillo de la camisa, dio media vuelta y se encaminó hacia la morena de la barra.
Mia le miraba con recelo y se volvió hacia él cuando vio que se acercaba. Se sentía exaltada por su victoria, pero también temblorosa. Hizo acopio de valor, sin saber muy bien que esperar. Tom debía de estar consumido por la ira, a pesar de que todavía no estaba al tanto de los horarios de los autobuses. Mia no sabía si alegrarse de su éxito o temer por su vida. En el rostro de él no se leía más que determinación, pero eso no significaba que no fuera a llegar la sangre al río.
Lo último que esperaba era que Hiddleston le echara una pierna encima y se sentara a horcajadas sobre ella, agarrándole la cabeza con las dos manazas, y a continuación le plantara aquella boca de gesto agrio sobre la suya.
Una inexplicable sensación al rojo vivo la atrevesó como un láser. Fue como una sacudida. Vagamente consciente de las exclamaciones de las camareras, Mia le agarró las muñecas para apartarle las manos, pero era como intentar mover una roca, y de todas formas Tom ya estaba apartando la cara. Sin embargo, tardó en separar la boca de la suya. Se quedó pegada hasta el último instante, un insistente calor de succión que tiró de sus labios. Desesperada por negar las emociones que la embargaban, Mia tiró más fuerte de sus muñecas,pero las manos de él siguieron pegadas a su nuca,sus pulgares firmes en sus mejillas, sus dedos abiertos abarcando toda su cabeza. En el instante en que sus labios abandonaron el beso, Mia le empujó.
-¿ Que te crees que estás haciendo ?
- Soy un cerdo- murmuró él, inclinando la cabeza para pegar en ese hueco tan vulnerable detrás de la oreja. Con las manos la agarraba con firmezamientras sus labios se deslizaban por su cuello- Tienes toda la razón- Abrió los labios y succionó su cuello contra sus dientes. Luego frotó con el pulgar lo que Mia temió era la marca roja que había dejado. Tom la miró con sus intensos ojos dordos.- Lo siento, cariño, te prometo que voy a cuidar de ti y del niño. Tú dime lo que quieres que haga.
Mia se quedó petrificada. ¡ El muy canalla ! ¡ Un granuja sin escrúpulos ! Estaba utilizando su propia historia en contra de ella. Mia apretó con fuerza las piernas. Y por un instante, para su eterna vergüenza.....
De pronto Tom retrocedió un paso y de un tirón la apartó del taburete. Le dio la vuelta bruscamente y la envolvió en sus brazos, la espalda contra su pecho, plantándole en el vientre una manaza, y presionándola contra el duro calor de sus muslos. Algo duro se hincaba insistentemente en su zona lumbar.
Por Dios, de pronto hacia un calor insoportable.
Mia miró a Darcy y comprendió que no era la única en sentirlo, porque la dueña del local también parecía estar sufriendo un súbito aumento de la temperatura.Les miraba con la boca abierta mientras se enjugaba el cuello con un pañuelo.
- ¿ Cuando pasa el siguiente autobús señorita Darcy ?- el rumor de la voz de Tom vibró entre los omoplatos de Mia.
- Eh.... A las nueve en punto. Mañana por la mañana.
Mia notó que a Tom se le tensaban todos los músculos.
- ¿ Mañana ?- su voz era peligrosamente baja- ¿ No hay ningún otro autobús hasta mañana?
- Que se dirija al este, no.
Su abrazo era cada vez mas tenso en torno a Mia, que lanzó un gemido agitado como protesta. Tom aflojó de inmediatamente la presión, pero la musculatura que le rodeaba seguía como una piedra.
- ¿ Hay algún motel por aquí cerca ? Algo que sea barato.
Las camareras se atropellaron unas a otras en sus ansias de darle información. Unos instantes más tarde, Tom llevaba las dos maletas en una mano y con la otra aferraba con firmeza la muñeca de Mia.
- Bueno, en fin... Siento mucho no poder invitarlas a todas a la boda, pero si algún día vienen a Florida,búsquennos. Tom y Kaylee McK....
-Mia- le interrumpió ella, a las mujeres con gesto solemne.- Me llamo Mia. Tom tiene dificultades para distinguirme de mi hermana.
Una sonrisa espantosa iluminó el rostro de Hiddleston.
- Solo en la oscuridad, cariño- replicó mientras tiraba de ella hacia la puerta. Era evidente que disfrutaba del hecho de haber dicho la última palabra.... por no mencionar las expresiones de horririzada fascinación que su comentario había provocado en las camareras.
Pero la sonrisa se desvaneció en cuanto salió al aparcamniento segiuido de Mia. Esta tenía la terrible sensación de que la rabia de Tom estallaría de un momento a otro, y si lo que él intentaba era calmarla caminando deprisa, no estaba teniendo éxito. El hecho se hizo evidente cuando Tom se detuvo de pronto y se dio media vuelta para enfrentarse a ella. Las maletas cayeron al suelo levantando una nube de polvo.
- ¿ El pequeño Tommy ?- La agarró por los hombros y se inclinó en tono amenazador hacia ella- ¿ De dónde coño has sacado eso ?- De pronto entorno los ojos con súbita suspicacia y añadió con voz ronca :- ¡ Mierda, morena! ¡ No me digas que de verdad estás embarazada !
Mia alzó el mentón.
- Por supuesto que no. Intenta no decir más tonterías de las necesiarias.
- Pues a mi no me parece ninguna tontería. Más bien me da miedo. La situación ya es bastante mala. Solo nos faltaba que te ande buscando un novio deseoso de hacer de ti una mujer decente- Entonces soltó una grosera exclamación.- Aunque menudo trabajo le iba a costar. Yo pagaría por verlo.
- Ya, como que tacaño número uno de este país iba a estar dispuesto a soltar ni un céntimo.
Tom la agarró con tanta brusquedad que la hizo ponerse de puntillas.
- ¡ Maldita sea ! Eres insufrible.
- Lo intento- Fingiendo aburrimiento, Mia le quitó una mota de la camisa.
- Dime de dónde has sacado la historia esa del crío.
Mia lo miró con desprecio.
- En principio pensaba decirle al chófer que eras un tratante de blancas que me llevaba a través del país con propósitos obscenos. Lo del embarazo se me ocurrió cuando estabas aporreando la puerta del servicio con habitual savoir faire. Cabía la posibilidad de que pudieras desmentir la primera idea con esos estúpidos papeles que llevas, pero mi segunda historia era mucho más difícil de rebatir, ¿ no te parece ?- Tom la miró furioso y ella se encogió de hombros.- Me pareció lo más oportuno en ese momento.
Él la agarró todavía con más fuerza. Mia notaba el roce de su pecho sobre sus senos con cada respiración.
- Joder- masculló Tom entre dientes-Eres la mayor mentirosa que he conocido en mi vida.
Mia volvió a alzarse de hombros.
- ¿ Me lo dices por algo ?
- Eres una niñata. Una niñata cara y sin clase.
Mia le bostezó en las narices.
- Vaya- murmuró-. No sé como voy a poder pegar ojo sabiendo que tienes tan baja opinión de mí.
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