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xii. orion's theory


El mes de septiembre había culminado y más rápido de lo que pudieran pensar, el mes de octubre ya estaba en sus últimos días, cada uno más aburrido que el otro. 

Draco y Theodore acudían más que nunca a Malfoy Manor lo cual resultaba completamente desesperante tanto como para Hayley como para Blaise. Al parecer, el Señor Tenebroso solo requería a Hayley cuando Killian estaba presente, pero este último había estado un tanto ocupado en cualquier cosa que se relacionara con el colegio (o al menos eso era lo que él decía) que no tenía oportunidad de acudir con los demás mortífagos. 

Además, había sido Voldemort el mismo que le había asignado tal puesto que tenía, así que tenía que cumplir sus responsabilidad como tal al igual que Severus. 

Hayley comía con tranquilidad, bobeando de vez en cuando y lanzando algunos trozos de carne en dirección a Orion mientras los tres chicos estaban particularmente callados pero con una socarrona sonrisa en las caras. Cuando Hayley se percató, los miró extrañada. 

―¿Qué es lo que pasa?―no pudo evitar preguntar. 

Draco ahogó una risa. 

―¿No has recibido alguna carta de Killian en estos días?―preguntó Blaise mordiendo su labio inferior cuando Theodore le dio una patada por debajo de la mesa. 

―Sí, lo hice esta mañana.―asintió Hayley.―¿Qué es lo que tiene? 

―¿Qué era lo que decía?―inquirió Theo. 

―Uhm... algo sobre Ginny, Luna y Neville, intentaron robar la espada de Gryffindor, por cierto, ¿qué demonios es eso?―bufó para si misma.―Oh, y también envió galletas para Orion y para mí.

―¿Cuántas galletas?―preguntó Draco alzando una ceja. 

―Muchas galletas.―confesó frunciendo el ceño. 

Los chicos compartieron una extraña mirada, tragándose una sonrisa. 

―¿No mencionó algo sobre la cena de Navidad?―preguntó Theo con cautela. 

―Oh, ¡sí!―exclamó recordando de repente.―Mencionó algo sobre tener una gran sorpresa para ese día.. 

―Créeme, será una gran sorpresa.―recalcó Blaise riendo. Theodore le dedicó una mala mirada. 

―No lo escuches.―repuso Theodore rodando los ojos. 

―Creo que deberá ir preparándose mentalmente.―objetó Zabini. 

―Pues yo creo que no.―bufó Theo.―Hagamos esto como papá lo indicó. 

―No sé de qué demonios hablan.―se quejó Hayley. 

―Ya lo sabrás.―aseguró Draco guiñando un ojo en su dirección y dio un pequeño apretón en su muslo. Hayley bufó.―Será divertido. 

―Muy.―se encargó de recalcar Blaise.

―En todo caso.―sonrió Hayley.―Yo también tengo una sorpresa para él. 

Entonces mostró el reluciente anillo en su mano derecha. 

Theo rodó los ojos con fastidio pero con una diminuta sonrisa en sus labios. 

―Van a terminar matándose entre ellos. Otra vez.―se burló Blaise. 

Tal vez. 

La mirada de Hayley se pasaba por las páginas con tanta emoción como si fuera la primera vez que leía aquel libro de criaturas mágicas que el profesor Remus Lupin le había obsequiado en la Navidad de su tercer curso, ella simplemente estaba maravillada con cada página e imagen en él. Una de las manos de Draco se encontraba detrás de su cuello mientras la otra se paseaba por el cabello de Hayley en un intento de hacerla dormir o lo que fuera, pero parecía casi imposible. 

―Nena, has leído ese libro miles de veces, ya basta, ¿qué es lo que tiene de interesante?―soltó en forma de queja. 

―Te he besado miles de veces y lo sigo encontrando tan interesante como si fuera la primera vez.―respondió sin siquiera regresarle la mirada, pero de reojo pudo ver como un leve rosa carmesí se esparcía por sus mejillas. 

―Bien, tú ganas esta vez.―se rindió en un bufido. 

―¿Sabes? Últimamente no he visto a Orion.―comentó Hayley con desdén.―Desde ese día en el bosque ha estado extraño. 

―Uhm, Blaise mencionó algo sobre que estaba durmiendo en su habitación.―respondió Draco con incomodidad. 

Hayley no pudo evitarlo, dejó el libro de lado y se levantó de su pecho para mirar al platinado fijamente. 

―¿Qué fue lo qué le hiciste?―acusó con los ojos entrecerrados. 

―¿Yo? ¡Yo no hice nada!―saltó a defenderse de inmediato. 

―Pues no te creo.―replicó Hayley cruzando sus brazos sobre su pecho. 

Aquello era una gran mentira, ella bien sabía que siempre era Orion quien iba detrás de molestar a Draco. 

―Tal vez solo está... ¿celoso?―bufó Draco, dejando caer sus brazos con exasperación.―No sé identificar los sentimientos de los perros, Jillian. 

―No es tan difícil.―farfulló la azabache.―Iré por él. 

Y sin decir nada más, salió de su habitación y abrió de golpe la puerta de Blaise sin siquiera tocar antes, examinó con la mirada hasta que en la esquina de la habitación, un bulto negro se hizo notar. Caminó con paso decidido hacia él y sin importar lo pesado que estaba, lo arrastró hacia su propia alcoba bajo la confundida e interrogativa mirada de Blaise. 

―Volví.―jadeó Hayley cerrando la puerta detrás de ella. 

Draco alzó ambas cejas en su dirección y simplemente observó cómo Hayley tenía dificultades en subir al ya no tan pequeño perro a la cama. 

Hayley subió después de él y sin prisa volvió a acomodarse entre los brazos de Draco, recargando su cabeza en su pecho una vez más y palmeando su abdomen para que Orion se acomodara en él. 

Orion ladeó su cabeza dudando, pero al final de cuentas terminó por obedecer los llamados de su dueña y con cuidado se acurrucó sobre ella. Hayley dirigió sus manos hacia su cabeza y dejó pequeñas caricias detrás de su oreja para que se relajara y al poco rato cayó rendido. 

Tomando aire pesadamente, Draco pasó un brazo por los hombros de Hayley para acercarla más hacía él, dejó un pequeño beso en su cabello y dudó un par de veces antes de abrir la boca. 

―Tengo una teoría.―se decidió por comenzar. Hayley se volvió a él con confusión. 

―¿Sobre qué? 

―Sobre el perro.―dijo Draco.―Y el otro perro. 

Hayley rió al entender. 

―Uno es tu tío y el otro es prácticamente tu hijo.―se burló.―Pero bien, ¿cuál es tu teoría, Draquin? 

―Vas a pensar que estoy loco.―advirtió Draco, pero Hayley lo incitó a seguir.―Bien, creo que Black está en el cuerpo de Orion. 

Entonces Hayley soltó una carcajada bastante fuerte, pero esta se fue disminuyendo al notar que Draco no reía con ella. 

―Oh, espera, ¿hablabas enserio?―murmuró apartando una pequeña lágrima que resbaló por su mejilla. 

―Por supuesto que hablo enserio.―le reprochó.―No vas a decirme que no lo has pensado, ¿o sí? 

―Bueno... pueda que los haya relacionado, pero tal vez porque ambos son perros negros y ya.―se encogió de hombros brevemente.―¿Qué te hace pensar que Sirius reencarnó en Orion? 

―Muchas cosas, de hecho.―repuso alzando una ceja.―Ese día en el Valle de Godric, ¿vas a explicarme cómo él sabía donde estaba la tumba de Black? ¿O el porqué no quería salir de la habitación de tus padres? 

Hundida en sus pensamientos, Hayley comenzó a recordar aquella vez que había acudido a Grimmauld Place con Theodore, la manera en que se comportaba, sus gustos, su personalidad... 

―No tiene sentido.―dijo con terquedad.―Sirius sabía ese juego de atrapar la rama y Orion tardó mucho en aprenderlo. 

―Tal vez... ¿se sintió muy viejo para eso? No lo sé, Hayley. Como dije, es solo una teoría y seguro el elfo puso algo en mi comida para que yo llegue a pensar algo como eso, así que déjalo pasar y listo, sólo quería comentártelo. 

Y como si fuera lo más casual del mundo, besó sus labios despidiéndose cortamente para dormir y se dejó caer en la almohada como si nada. 

Por su lado, lamentablemente Hayley no podía hacer lo mismo, no podía dejarlo pasar como si nada, no cuando ella sentía tanta conexión con ambos y ni hablar que su patronus se trababa de un gran perro negro. 

Se obligó a si misma a creer que eran tontas ideas de Draco y con una última sospechosa mirada hacia Orion, se dejó caer en la cama y en los brazos de Morfeo. 

Los días pasaban uno más rápido que otro y Hayley no podía creer que al fin vería a Killian después de tantos meses. Por fin era Diciembre, la víspera de Navidad mejor dicho y los cuatro adolescentes esperaban pacientemente al mayor de los Nott una fría y nevada mañana después del desayuno. 

Theodore observaba nervioso la entrada de la cabaña cada cinco minutos; Blaise trataba de contener una carcajada de tan solo verlo y Draco estaba más tranquilo que nunca, como si no estuviera por decirle al padre de su prometida que ya era bueno..., su prometida. 

Hedwig dormía con su pico escondido en su ala, como siempre ajena a todo lo relacionado en la cabaña que no tuviera que ver con Hayley o con Blaise a la par que Orion descansaba su cabeza sobre el regazo de Hayley. 

Cerca de una hora después, cuando Hayley ya estaba casi por quedarse dormida en el hombro de Draco, se escucharon un par de voces fuera de la cabaña logrando despertarla. 

Theo se incorporó de inmediato acompañado de Blaise y ambos corrieron a abrir la puerta. Draco giró los ojos y se volvió a Hayley con una pequeña sonrisa. 

―No enloquezcas.―pidió en voz baja, aunque sabía que de todos modos lo haría. 

Hayley alzó una ceja más confundida que nunca y se incorporó del sillón para saludar al fin a su padre. Con un fuerte suspiro, el platinado la siguió. 

Fue una completa sorpresa que cuando estaba a punto de lanzarse a abrazarlo se percató de la esbelta figura a la que sostenía por la cintura. Era una mujer rubia, alta y de facciones delicadas. De inmediato, Hayley alzó una ceja y cruzó sus brazos bajo su pecho. 

―Y bien...―comenzó Killian, aclarando su garganta con nerviosismo y mirando hacia Hayley.―¿No hay un saludo para papá? 

Entonces Blaise tuvo que hacer un gran esfuerzo para no soltar una gran carcajada. 




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fecha de publicación: ₂₄/₁₀/₂₀₂₀
- sin editar -


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