iv. umbitch
―¿Puedes creerlo, Harry? ¡Seré prefecta!
Harry se obligó así mismo a no torcer el gesto. Primero Ron, Hermione y ahora también Hayley, ¿dónde quedaba él?
―... no estás feliz, ¿cierto?―Hayley bufó.―Iré a escribirle a Cho. Nos vemos más tarde, Harry.
―¡No! Espera, Hayley.―Hayley se volvió a él a regañadientes.
Harry suspiró y se acercó a ella para abrazarla, levantándola unos cuantos centímetros del suelo. Hayley sonrió y le devolvió el abrazo.
―Felicidades, Hayls. Lo mereces.―Harry le besó la frente.
―¡Estás mintiendo, James!―Hayley alzó la vista para mirarlo. Bien, Harry había crecido.―¡A nadie se le hubiera ocurrido asignarme como prefecta! Estoy segura que fue un plan malvado de Snape.
―Volviste a llamarme James.―notó Harry con una pequeña sonrisa. Hayley sonrió tristemente.
―Sí, solo lo hago cuando creo que te lo mereces.
―¿Por papá?―Hayley asintió lentamente.―Él estaría orgulloso de ti.
―¿Enserio?―esta vez fue Harry quien asintió.―Lo sé, Sirius me lo dice todo el tiempo, ¡JA!
Harry soltó una risa rodando los ojos. Le gustaba pensar que algunas cosas con Hayley no cambiarían.
―¿De verdad les cuesta tanto estar bien entre ustedes?―exclamó Ginny Weasley entrando a la habitación.
―¡Sí!
Bien, al menos tenían un pensamiento en común.
Hayley nunca llegó a pensar que llegar a la estación de King's Cross alguna vez sería tan doloroso. Dejó de lado su baúl y se sentó en el piso frente a Sirius. A unos cuantos metros de ellos se encontraba el brillante tren escarlata que los llevaría a Hogwarts.
―Sí, yo también te voy a extrañar, Canuto.―sorbió Hayley y se apartó las gafas.―Te enviaré cartas, ¿está bien?―susurró cerca de su oreja.
―Hayley, no llores.―murmuró Harry posando una mano en su hombro.
―No me digas qué hacer, ¿quieres?―sollozó Hayley y se apuró a sacar una galleta de su bolsillo al escuchar al tren emitir un chillido.―Nunca están de más.
Hayley colocó la galleta en el suelo del andén, pero el perro ni siquiera la comió. En cambio, se acercó hasta Hayley y acurrucó su cabeza en su hombro, Hayley hizo un puchero y se abrazó al él.
―Déjenme quedarme.―pidió a Moody y a la señora Weasley, quien solo pudo darle una mirada apenada.―¿Tonks, me apoyas? ¿Remus? Por favor... ¿señor Weasley?
―Hayley... debes volver al colegio. Ahora eres prefecta, cariño.―Molly le sonrió de una manera maternal, pero también había tristeza ahí. Hayley lloró más.
―Pero se aburre ahí... me necesita.―sollozó de nuevo.―Yo no quiero ser prefecta. Por favor, profesor Moody.
Moody solo negó y apartó la mirada de aquella deplorable escena, donde Hayley lloraba abraza al gran perro negro que también era su padrino. Se aferraba a él con fuerza, sus lágrimas le habían empapado el pelaje pero eso no importaba en ese momento, a Hayley le partía el corazón cuando el perro emitía bajos aullidos de dolor, no precisamente físicos.
El tren emitió otro chillido, indicando que estaba a punto de partir. Hayley apenas y pudo separarse un poco.
―Se hace tarde, Hayls.―murmuró Harry tristemente y tendió una mano frente a ella.
―Adiós, Canuto.―Hayley se puso de pie con ayuda de Harry, sacudió su ropa y acarició la cabeza del perro con ternura.
Hayley subió al tren apenas quitándose las lágrimas y colocando de vuelta sus anteojos. Hayley miró por la ventanilla del tren cuando este se puso en marcha y agitó la mano con tristeza como forma de despedida, sorbiendo su nariz.
Las figuras de Tonks, Lupin, Moody y el señor y la señora Weasley se encogieron con rapidez, pero el perro negro corrió por el andén junto a la ventana, agitando la cola; la gente que había en el andén reía viéndolo perseguir el tren; entonces éste tomó una curva y Sirius desapareció.
Hayley sintió que volvería a llorar en cualquier momento.
Se despidió cortamente de Harry y arrastró su baúl al primer compartimiento del tren, el compartimiento de los prefectos. No conocía a nadie de ahí más que a Draco, quién estaba sentado aparte, con su típica cara de que todo lo que había alrededor le molestaba. Tenía la nariz fruncida y mueca de asco, Hayley soltó una risa antes de sentarse a su lado.
Antes de que Draco pudiera expresar que tan sorprendido estaba de verla ahí, la puerta del compartimiento se abrió de nuevo, dejandoles el paso a Hermione Granger y Ronald Weasley. Draco rodó los ojos y volvió a su actual compostura y no volvió a hablar hasta que terminó la reunión, excepto para quejarse, por supuesto.
Habían dejado en claro los horarios de las rondas y qué es lo que debería hacer cada prefecto. Prácticamente era mantener el orden. Hayley bostezó porque le parecía medianamente aburrido.
Cerca de una hora después, Draco y Hayley buscaron el compartimiento donde Draco había dejado sus cosas. Hayley lanzó su baúl por ahí y se dejó caer en los asientos.
―Pensé que no volverías a Hogwarts.―confesó Draco tomando asiento frente a ella.
―Yo también.―concordó Hayley mirando fijamente al techo del vagón.
―¡Malfoy!―exclamó una acelerada y jadeante voz desde las afueras del compartimiento.―Hemos buscado por todo el jodido tren y no hay rastro de Hayley. Estamos a punto de preguntarle a Potter. Parece que sí la expulsaron.
―¡Que poca esperanza tienes en mí, Theodore!―exclamó una indignada Hayley reincorporándose en el asiento.―¡Por supuesto que estoy aquí, cara de mandrágora! ¡Hey, quítate!
Theo se apartó del abrazo y asomó la cabeza por el compartimiento para después gritar:―¡Zabini, la encontré! ¡Y también está el hurón!
Hayley se puso de pie solo para darle un golpe en la nuca.
―¡Solo yo puedo decirle así!―se quejó.
Y como buena excusa, tomó asiento ahora a un lado de Draco.
Zabini entró al compartimiento y saludó alegremente a Hayley. Tomó asiento junto a Theodore frente Hayley y Draco y la azabache de costumbre se dejó caer en el hombro del rubio. Luego, vio las miradas ansiosas de los tres.
―Al primero que pregunte lo que pasó con los dementores, lo voy a golpear.―avisó, los tres chicos bufaron.
―Aburrida.―masculló Blaise.
―Sí, sí. ¿Saben algo de la bruja del carrito?―Hayley cambió dramáticamente el tema.
―Pasó hace como media hora, ¿Dónde estabas, por cierto? ¿Acaso estuviste con Wemblay? ¿No pensaste en buscarnos primero?
―Soy prefecta, par de idiotas.―Hayley rodó los ojos. Theo y Blaise compartieron una mirada y luego soltaron una carcajada.―¡Hey! ¡Es verdad!
―Sí, como digas.―Theo se limpió una lagrima.―¿Tienes hambre?
Hayley asintió.
―Bien, vamos, Blaise. Hay que buscar a la bruja del carrito.
―No quiero.―se quejó el moreno.―Puedes ir solo.
―Dije vamos.―masculló entre dientes. Blaise entendió y de inmediato se puso de pie.
―Ahora regresamos.―avisó Blaise. Sin más, ambos salieron del compartimiento tras un portazo.
―Ese par cada día es más raro.―Hayley bostezó estirando los brazos y se acurrucó contra el pecho de Draco. El rubio le besó con ternura la coronilla.―Este verano le di un puñetazo a mi primo muggle.―mencionó orgullosa.
―Ya vas aprendiendo.―alagó Draco soltando una risa burlona. Hayley frunció el ceño.
―Eso no... olvídalo, no importa.
Y de Theo y Blaise ya no se supo más el resto del camino.
―¿Quién fue el idiota que acomodó las mesas así?―se quejó Hayley cuando entró al Gran Comedor. La mesa de Slytherin estaba junto a la de Gryffindor.
Por muy incómodo que fuera, Hayley tomó asiento dándole la espalda a Harry y de costumbre Draco se acomodó a su lado con una mueca de disgusto.
―Psst, Hayley.―susurró una voz detrás de ella.
―¿Qué quieres, Harry?―Hayley giró un poco hasta quedar casi cara a cara con su mellizo.
―Mira a la mesa de profesores... ¡es Umbridge!
―¿Quién?―inquirió Hayley claramente confundida. Harry rodó los ojos.
―Estaba en tu audiencia, trabaja para Fudge.―Hayley miró de reojo y se topó con una bruja que usaba una túnica rosa chillón a juego con un abrigo afelpado del mismo color. Hayley hizo una mueca.
―No la recuerdo. Y si lo hiciera, tampoco sabría a que te refieres.―Harry soltó un bufido y se volvió de nuevo a su mesa. Hayley se encogió de hombros y lo imitó.―Vaya, cada vez vienen más pequeños.―murmuró Hayley viendo a los de primer curso llegar para ser seleccionados.
El dos se septiembre, después de salir de una aburrida clase de Pociones, Slytherin y Gryffindor caminaban al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, tendrían su primera clase con la que Dumbledore había nombrado profesora, Dolores Umbridge. Sí, la bruja de túnica rosa.
Draco y Hayley tomaron asiento en la última mesa del lado derecho, mientras que Blaise y Theo fueron a la última mesa de la fila de en medio.
―¡Buenas tardes a todos!―exclamó la profesora Umbridge dando así iniciada la clase. Unos cuantos respondieron con un tímido ''Buenas tardes''.―¡Ay, ay, ay! ¿Así saludan a su profesora? Me gustaría oírlos decir ''Buenas tardes, profesora Umbridge''. Volvamos a empezar. ¡Buenas tardes a todos!
―¡Buenas tardes, profesora Umbridge!―gritó la clase, y por un largo tiempo, Hayley sintió pena.
―Eso está mucho mejor.―felicitó con dulzura.―Bien, guarden la varita y saquen la pluma.
Unos cuantos alumnos intercambiaron miradas lúgubres; hasta entonces la orden de guardar las varitas nunca había sido el preámbulo de una clase que hubieran considerado interesante. Hayley metió su varita en la mochila y sacó la pluma, la tinta y el pergamino. La profesora Umbridge abrió su bolso, sacó su varita, que era inusitadamente corta, y dio unos golpecitos en la pizarra con ella; de inmediato, aparecieron las siguientes palabras:
Defensa Contra las Artes Oscuras:
Regreso a los principios básicos
―Muy bien, hasta ahora su estudio de esta asignatura ha sido muy irregular y fragmentado, ¿verdad?―afirmó la profesora Umbridge volviéndose hacia la clase con las manos entrelazadas frente al cuerpo.―Por desgracia, el constante cambio de profesores, muchos de los cuales no seguían, al parecer, ningún programa de estudio aprobado por el Ministerio, ha hecho que estén muy por debajo del nivel que nos gustaría que alcanzaran en el año del TIMO. Sin embargo, les complacerá saber que ahora vamos a rectificar esos errores. Este año seguiremos un curso sobre magia defensiva cuidadosamente estructurado, basado en la teoría y aprobado por el Ministerio. Copien esto, por favor.
Volvió a golpear la pizarra y el primer mensaje desapareció y fue sustituido por los Objetivos del curso.
1. Comprender los principios en que se basa la magia defensiva.
2. Aprender a reconocer las situaciones en las que se puede emplear legalmente la magia defensiva.
3. Analizar en qué contextos es oportuno el uso de la magia defensiva.
Durante un par de minutos en el aula sólo se oyó el rasgueo de las plumas sobre el pergamino. Hayley escribía lenta y delicadamente a diferencia de Draco que parecía que garabateaba por todo el pergamino.
―¿Qué es eso? ¿Una runa?―se burló. Draco la miró mal.
Cuando los alumnos copiaron los tres objetivos del curso de la profesora Umbridge, esta preguntó:
―¿Tienen todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica de Wilbert Slinkhard? ―Un sordo murmullo de asentimiento recorrió la clase.―Creo que tendremos que volver a intentarlo.―dijo la profesora Umbridge.― Cuando haga una pregunta, me gustaría que contestaran un Sí, profesora Umbridge, o No, profesora Umbridge. Veamos: ¿tienen todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica de Wilbert Slinkhard?
―Sí, profesora Umbridge.―contestaron los alumnos al unísono.
―Estupendo. Quiero que abran el libro por la página cinco y lean el capítulo uno, que se titula Conceptos elementales para principiantes. En silencio, por favor.
La profesora Umbridge se apartó de la pizarra y se sentó en la silla, detrás de su mesa, observándolos atentamente con aquellos ojos de sapo con bolsas.
Hayley abrió su ejemplar de Teoría de defensa mágica por la página cinco y fingió a leer mientras recargaba su cabeza en su mano. Bajo la mesa, buscó la mano de Draco y con cuidado las entrelazó.
Esa clase comenzaba a ser extremadamente aburrida, casi tanto como la del profesor Binns. Y eso era mucho.
―¿Quería hacer alguna pregunta sobre el capítulo, querida?―Hayley alzó la mirada al escuchar la voz de la profesora y notó que esta se dirigía a Hermione.
―No, no es sobre el capítulo.―contestó Hermione.
―Ahora estamos leyendo.―repuso la profesora Umbridge mostrando sus pequeños y puntiagudos dientes.―Si tiene usted alguna duda podemos solucionarla al final de la clase.
―Tengo una duda sobre los objetivos del curso.―aclaró Hermione.
La profesora arqueó las cejas.
―¿Cómo se llama, por favor?
―Hermione Granger.
―Mire, señorita Granger, creo que los objetivos del curso están muy claros si los lee atentamente.―dijo la profesora Umbridge con decisión y un deje de dulzura.
―Pues yo creo que no —soltó Hermione sin miramientos.―Ahí no dice nada sobre la práctica de los hechizos defensivos.
Se produjo un breve silencio durante el cual muchos miembros de la clase giraron la cabeza y se quedaron mirando con el entrecejo fruncido los objetivos del curso, que seguían escritos en la pizarra.
―¿La práctica de los hechizos defensivos?―repitió la profesora Umbridge con una risita.―Verá, señorita Granger, no me imagino que en mi aula pueda surgir ninguna situación que requiera la práctica de un hechizo defensivo por parte de los alumnos. Supongo que no espera usted ser atacada durante la clase, ¿verdad?
―¡¿Entonces no vamos a usar la magia?!―exclamó Ron Weasley en voz alta.
―Por favor, levante la mano si quiere hacer algún comentario durante mi clase, señor...
―Weasley.―dijo Ron, y levantó una mano.
La profesora Umbridge, con una amplia sonrisa en los labios, le dio la espalda. Harry y Hermione levantaron también las manos inmediatamente. La profesora Umbridge miró un momento a Harry con sus ojos saltones antes de dirigirse de nuevo a Hermione.
Y Hayley desde ahí supo que nada podía salir bien.
Oh, y efectivamente.
―¿Sí, señorita Granger? ¿Quiere preguntar algo más?
―Sí.―contestó ella.―Es evidente que el único propósito de la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras es practicar los hechizos defensivos, ¿no es así?
Hayley admitió que Hermione tenía un punto.
―¿Acaso es usted una experta docente preparada en el Ministerio, señorita Granger? —le preguntó la profesora Umbridge con aquella voz falsamente dulce.
―No, pero...
―Pues entonces me temo que no está cualificada para decidir cuál es el único propósito de la asignatura que imparto. Magos mucho mayores y más inteligentes que usted han diseñado nuestro nuevo programa de estudio. Aprenderán los hechizos defensivos de forma segura y libre de riesgos...
―¿De qué va a servirnos eso? —inquirió Harry en voz alta. Hayley automáticamente se dio una palmada en la cara.―Si nos atacan, no va a ser de forma...
―¡La mano, señor Potter! —canturreó la profesora Umbridge.
Harry levantó un puño. Una vez más, la profesora Umbridge le dio rápidamente la espalda, pero otros alumnos también habían levantado la mano.
―¿Su nombre, por favor?―le preguntó la bruja a Dean.
―Dean Thomas.
―¿Y bien, señor Thomas?
―Bueno, creo que Harry tiene razón. Si nos atacan, no vamos a estar libres de riesgos.
—Repito —dijo la profesora Umbridge, que miraba a Dean Thomas sonriendo de una forma muy irritante:―¿espera usted ser atacado durante mis clases?
―No, pero...
La profesora Umbridge no le dejó acabar:―No es mi intención criticar el modo en que se han hecho hasta ahora las cosas en este colegio.―explicó con una sonrisa poco convincente, estirando aún más su ancha boca—, pero en esta clase han estado ustedes dirigidos por algunos magos muy irresponsables, sumamente irresponsables; por no mencionar...―soltó una desagradable risita...―a algunos híbridos peligrosos en extremo...
―¡El profesor Lupin ha sido el mejor profesor que hemos tenido!―Hayley no pudo contenerse a gritar aquello. Apretó con fuerza la mano de Draco, en cambio de el rubio solo le pasó el pulgar por los el dorso para que se tranquilizara.
―¡La mano, señorita Potter! Como iba diciendo, los han iniciado en hechizos demasiado complejos e inapropiados para su edad, y letales en potencia. Los han asustado y les han hecho creer que podrían ser víctimas de ataques de las fuerzas oscuras en cualquier momento...
―Tengo entendido que mi predecesor no sólo realizó maldiciones ilegales delante de ustedes, sino que incluso las realizó con ustedes.
―Bueno, resultó que era un maniaco, ¿no? —terció un chico de nuevo Dean Thomas acaloradamente—. Y aun así, aprendimos muchísimo con él.
—¡No ha levantado la mano, señor Thomas!―gorjeó la profesora Umbridge—. Bueno, el Ministerio opina que un conocimiento teórico será más que suficiente para que aprueben el examen; y al fin y al cabo para eso es para lo que vienen ustedes al colegio. ¿Su nombre? —añadió mirando a una chica de Gryffindor, que acababa de levantar la mano.
―Parvati Patil. Pero ¿no hay una parte práctica en el TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras? ¿No se supone que tenemos que demostrar que sabemos hacer las contramaldiciones y esas cosas?
―Si han estudiado bien la teoría, no hay ninguna razón para que no podrán realizar los hechizos en el examen, en una situación controlada —explicó la profesora Umbridge quitándole importancia al asunto.
—¿Sin haberlos practicado de antemano? —preguntó Parvati con incredulidad—. ¿Significa eso que no vamos a hacer los hechizos hasta el día del examen?
—Repito, si han estudiado bien la teoría...
—¿Y de qué nos va a servir la teoría en la vida real? —intervino de pronto Harry, que había vuelto a levantar la mano.
La profesora Umbridge lo miró y dijo:
―Esto es el colegio, señor Potter, no la vida real.
―¿Acaso no se supone que estamos preparándonos para lo que nos espera fuera del colegio?
―No hay nada esperando fuera del colegio, señor Potter
―¿Ah, no? —insistió Harry.
―¿Quién iba a querer atacar a unos niños como ustedes? —preguntó la profesora Umbridge con un exageradísimo tono meloso.
―Humm, a ver... —respondió Harry fingiendo reflexionar—. ¿Quizá... Lord Voldemort?
Ese fue el turno de Hayley de acariciar con cuidado la mano de Draco, quien se había tensado notablemente, al igual que el resto de la clase. Incluso algunos habían soltado un grito ahogado.
La profesora Umbridge, sin embargo, ni siquiera se inmutó: simplemente miró a Harry con un gesto de rotunda satisfacción en la cara.
―Diez puntos menos para Gryffindor, señor Potter —dijo, y los alumnos se quedaron callados e inmóviles observando tanto a la profesora Umbridge como a Harry—. Y ahora, permítanme aclarar algunas cosas.―La profesora Umbridge se puso en pie y se inclinó hacia ellos con las manos de dedos regordetes abiertas y apoyadas en la mesa.―Les han contado que cierto mago tenebroso ha resucitado...
―¡No estaba muerto —la corrigió un Harry furioso―, pero sí, ha regresado!
―Señor-Potter-ya-ha-hecho-perder-diez-puntos-a-su-casa-no-lo-estropee-más ―recitó la profesora de un tirón y sin mirar a Harry.―Como iba diciendo, les han informado de que cierto mago tenebroso vuelve a estar suelto. Pues bien, eso es mentira.
―¡No es mentira!―la contradijo Harry.― ¡Yo lo vi con mis propios ojos! ¡Luché contra él!
―¡Castigado, señor Potter!―exclamó entonces la profesora Umbridge, triunfante. Hayley frunció el ceño.―Mañana por la tarde. A las cinco. En mi despacho. Repito, eso es mentira. El Ministerio de Magia garantiza que no están ustedes bajo la amenaza de ningún mago tenebroso. Si alguno todavía está preocupado, puede ir a verme fuera de las horas de clase. Si alguien está asustándolos con mentiras sobre magos tenebrosos resucitados, me gustaría que me lo contara. Estoy aquí para ayudar. Soy su amiga. Y ahora, ¿serán tan amables de continuar con la lectura? Página cinco, Conceptos elementales para principiantes.
Y tras pronunciar esas palabras la profesora Umbridge se sentó. Harry, en cambio, se levantó. Todos lo miraban expectantes, y Seamus parecía sentirse entre aterrado y fascinado.
―¡No, Harry!―le advirtió Hermione. En cambió Hayley, solo quería saber a donde iba a llegar Harry.
―Entonces, según usted, Cedric Diggory se cayó muerto porque sí, ¿verdad?―dijo Harry con voz temblorosa, echándole una rápida mirada de disculpa a su hermana.
Hayley se paralizó, y soltó de golpe la mano de Draco. Sintió un nudo en su estómago retorcerse en él. Su respiración se hizo pesada y luego frenética. Tenía el claro que el no haber hablado con alguien sobre la muerte de su amigo la había llevado a otro nivel de dolor, pero no pensó que ardería tanto recordarlo así, con la mirada perdida tumbado en el suelo.
Miraron a Harry y luego a la profesora Umbridge, que había arqueado las cejas y observaba al muchacho muy atenta, sin rastro de una sonrisa forzada en los labios.
―La muerte de Cedric Diggory fue un trágico accidente.―afirmó con tono cortante y una pequeña sonrisa.
Ahí estaba, ese era el límite de Hayley.
―¡Usted no tiene ningún derecho a hablar sobre la muerte de Cedric Diggory!―gritó Hayley poniéndose de pie tan de repente que hasta Draco se sobresaltó cuando Hayley golpeó la mesa con los puños.
Y de nuevo apareció una sonrisa genuina por los labios de Umbridge.
Hayley sintió su pecho subir y bajar pesadamente, un cansancio repentino se apoderó de ella.
―¡Castigada al igual que tu hermano, señorita Potter!―exclamó triunfante la profesora.―Ahora, acérquense los dos.
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