𝟎𝟎𝟗. 𝖨 𝖽𝗈𝗇'𝗍 𝖽𝗋𝖾𝗌𝗌 𝖿𝗈𝗋 𝗆𝖾𝗇 𝗅𝖺𝗍𝖾𝗅𝗒 𝖨'𝗏𝖾 𝖻𝖾𝖾𝗇 𝖽𝗋𝖾𝗌𝗌𝗂𝗇𝗀 𝖿𝗈𝗋 𝗋𝖾𝗏𝖾𝗇𝗀𝖾
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❪ ꧏ𓈒 𝟎𝟎𝟗. ── 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 ৫ ᠀ ❜
❥ ๋𓄹𓏲。 𝘄𝘄𝘄.𝐦𝐢𝐝𝐧𝐢𝐠𝐡𝐭 𝐫𝐚𝐢𝐧. • °
⟆ 🐉 ▋◖ 𝘷𝘪𝘨𝘪𝘭𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴𝘩𝘷𝘵◞。𓍢 ׄ *
ৎ 𝗽𝗹𝗮𝘆 𝘃𝗶𝗴𝗶𝗹𝗮𝗻𝘁𝗲 𝘀𝗵𝗶𝘁 ୭ ❫
Apenas habían acontecido algunas horas en la Fortaleza Roja cuando Dorcas se escondía en su habitación junto con Aleixa Hightower ya que no debían ser vistas juntas después de su supuesta pelea para mantener las apariencias, pero se divertían a escondidas mientras se ponían al día.
—Alicent esta furiosa con Aemond —informó Aleixa—. Parece que le molesta menos que Raelon tenga hijas fuera del matrimonio de lo que odia que su hijo favorito este detrás de Miranna Greyjoy, ella es extraordinaria como pirata pero conoces como es la reina cuando desea algo.
Dorcas lo tenía claro desde hace años ya que había sido Alicent Hightower quien había hecho creer a su madre que ella y su hermano eran bastardos de su tío, Mucilber Stark, que trataban de mantener ocultos.
Más era consciente que la reina le brindaba un trato especial después de haber peleado con Jacaerys y Baela cuando su hijo favorito había perdido su ojo a manos de Lucerys Velaryon, la culpa atormentaba a la reina verde desde entonces y se había asegurado de darles regalos enormes durante cada invierno.
Eso no le restaba el odio que la Stark había desarrollado hacía ella que se incremento cuando ella y el príncipe tuerto habían embriagado a su padre para comprometerlos.
—Planeo casarme, Leix —informó Dorcas a la pelirroja a su lado—. No con el tuerto ególatra, hace unas horas mi mano fue pedida por alguien que es un buen pretendiente y acepte.
La pelinegra le mostró el anillo con el enorme diamante azul que dejo a la Hightower sin habla, era más que consciente sobre quien se lo había dado porque había pasado años escuchando a su mejor amiga fantaseando sobre tenerlo en sus manos.
—Tu pretendiente es Cregan Stark —murmuró Aleixa con sorpresa—. ¿Cómo lo lograste?
Aleixa la miraba con sorpresa, casi parecía que había visto un fantasma lo que hizo que Dorcas comenzará a preocuparse por la negativa de su padre y su antigua dama de compañía ¿Qué era lo que sabían que ella desconocía?
—Te lo contaré todo cuando lo desposee —sonrió Dorcas con ilusión y un brillo que Aleixa solo había visto cuando ella miraba a Baela Targaryen—. Así podrás burlarte de mi estrategia frente a él sin que pueda abandonarme.
Si tan solo Dorcas Stark supiese de los giros que podría dar una noche, quizás, no le habría contado todo a su fiel seguidora y mayor confidente. No por una traición de la leal Hightower sino por celebrar antes de tiempo una boda que no ha pasado.
La Hightower se fue por un pasadizo que Dorcas había encontrado en una de sus visitas pasadas a la Fortaleza Roja que llevaba a la biblioteca.
—Eyla —la llamó Dorcas con tranquilidad—. ¿Trajiste lo que te pedí?
—Si majestad —asintió la siervienta—. Pero mi princesa ¿No le parece demasiado arriesgado lo que planea hacer?
—La Serpiente Marina desea que consiga aliados —habló la princesa con tranquilidad—. ¿Cómo se supone que lo haga si la mayoría de los nobles aún no me ven como una contendiente al trono de hierro?
Eyla finalmente cedió mientras se acercaba a la pelinegra junto con ocho sirvientas que llevaban distintos tipos de cajas de madera en los cuales contenían joyas, zapatos y accesorios que debían elegir cuidadosamente para la menor.
El vestido era estrictamente diseñado para ese momento, un vestido azul índigo con bordados de hilos azul bebé y plateados que formaban amapolas, la flor que simboliza la guerra. Tomó un collar de acero Valyrio que había pasado de generación en generación al primogénito del Señor de las Mareas o a su heredero que tenía el escudo de armas de la casa Velaryon, sus damas se miraban entre ellas bastante ansiosas ante el miedo de lo que podrían hacerle.
—Majestad —la llamó Eyla, la más antigua de sus damas y la única cuyo nombre memorizó—. La princesa Rhaenys pidió que lo utilizara durante el último día de su estadía.
—¿Cuando todos los nobles poseen una resaca implacable y solo desean irse u obtener el favor de los reyes? —cuestionó la princesa con burla—. Olvida del gran impacto que tuvo la reina en la fiesta de compromiso de Laenor Velaryon y la princesa Rhaenyra, es hora que la reina reconozca que sus acciones tienen consecuencias, al igual que mis tíos.
Dorcas escucho un ruido en el corredor, eran gritos y uno de las personas que discutían era claramente Lucerys, podría reconocer su voz en cualquier lado después de haber pasado los veranos de su niñez hablando con él hasta quedarse dormidos.
La Stark no lo pensó dos veces en salir de su dormitorio con una daga para proteger a su primo favorito, bastante preocupada debido a que los gritos habían cesado, Jacaerys Velaryon también había escuchado los gritos por lo que se encontraba fuera de su dormitorio con su espada.
Ambos adolescentes fueron hacía la habitación de Lucerys debido a que de ahí provenían los gritos, abrieron levemente la puerta cuando los vieron.
Sus hermanos se encontraban besándose a medio metro de ellos, la espada del príncipe impacto contra el suelo ante el asombro haciendo que los dos chicos se separasen.
—No es lo que están pensando —aseguró Lucerys de inmediato.
—Todo esto tiene una explicación —balbuceó Darren—. Solo dejen sus armas y se las daremos.
La chica dejo escapar una sonora carcajada al ver las caras de angustia de su hermano y primo antes de levantar la espada de Jacaerys del suelo.
—No es nada nuevo —sonrió Dorcas con diversión—. Quiero decir, tenemos a Laenor, Alicent, Rhaenyra, Daemon, Mucilber, Baela, Asteria y a mi en la familia. Sería más sorprendente que no hicieran nada de esto.
—¿Tu también? —preguntó Jacaerys tratando de mantener su impresión al margen—. ¿Baela?
Dorcas miró con burla al primogénito de Rhaenyra Targaryen quien parecía demasiado sorprendido para su gusto, seguramente no esperaba algo similar pero eso solo lo hacía mucho más divertido.
—Me preocupa que tu no lo hayas hecho —contestó Dorcas con sinceridad—. ¿Estás seguro de que eres hijo de Rhaenyra?
La chica se fue riendo mientras los tres chicos la miraban con sorpresa.
—Si hieres a mi hermano estás muerto —sentenció Jacaerys mirando a Darren en advertencia—.
—¿Realmente crees que puedes matarme?
La confianza estaba clara en el hijo mayor de Aryon Stark lo que hizo sonreír al primogénito de Rhaenyra Targaryen ya que aunque él era fuerte sabía que no podría hacerlo pero conocía de alguien que lo haría sin tapujos.
—No —negó Jacaerys haciendo sonreír a Darren—, pero tu hermana podría y estoy seguro que lo haría si lo lastimas. No se griten cuando hay guardias en todo el lugar, la siguiente persona que los descubra podría no quererlos mucho.
Darren no dijo nada más mientras veía al mayor irse, era como su padre le había dicho: su hermana solo se preocuparía por sus intereses y no se molestaría en preocuparse sobre si tenía que matarlo, ella lo haría.
Dorcas había esperado una hora para llegar a la fiesta de celebración mientras sus damas se encargaban de trenzar su cabello en una larga trenza que acaparaba toda su cabellera en direcciones confusas, como un laberinto, pero concluía en una larga trenza que le llegaba a la altura de la espalda baja.
—¿Qué es lo que estás haciendo? —cuestionó Rhaenys cuando entró en la habitación y sus ojos se abrieron ante la sorpresa de ver a la menor utilizando cada elemento que podía declarar la guerra—. No utilices eso.
Dorcas iba a protestar creyendo que la mayor le haría quitarse el vestido pero Rhaenys le quitó la diadema de perlas que está utilizando sorprendiendo a la menor.
—Tengo algo mucho mejor preparado —sonrió Rhaenys con orgullo—. Eyla, saca la tiara de la reina Visenya.
La sorpresa estaba clara en las miradas de las sirvientas como la de Dorcas mientras veían a Eyla sacar una tiara kokoshnik de acero Valyrio con grabados exquisitos de un árbol hechos de ónix y en la parte superior se encontraba siendo adornada por perlas.
—No debiste molestarte —murmuró Dorcas sorprendida de tan esplendido regalo.
—Claro qué debo, eres mi hija y no dejaré que utilices una simple diadema cuando declares la guerra —sentenció Rhaenys como si dijera algo obvio—. No mandamos a diseñar un vestido tan importante para que lo utilices con una simple diadema.
La mayor beso la frente de la norteña antes de colocar la tiara en su cabeza con una sonrisa llena de orgullo en los ojos de la platinada que estaban empañados por las lágrimas.
—Más te vale llegar pronto o te quedarás si cenar.
La mujer salió de la habitación dejando a las damas conmovidas por la escena madre e hija que acababan de presenciar.
—Majestad —la llamó Eyla—. ¿Aún desea utilizar el resto de las joyas?
—Solo los anillos —le sonrió Dorcas—, dejen los brazaletes o collares no serán necesarios.
La menor tomó los anillos de compromiso que le habían dado Cregan y Jacaerys, los puso en su dedo índice y anular de la mano izquierda mientras que en su mano derecha era adornado por un anillo de plata con un zafiro enorme que había pertenecido a la reina Aemma junto con uno de acero Valyrio con el escudo de armas de la casa Targaryen.
—Es hora —le sonrió Eyla—. Que los dioses estén con usted, majestad.
La fiesta ya había comenzado cuando llego la pelinegra de vestido azul robando la atención de aquellos que juraban que se convertiría en la reina azul en cuanto el rey Viserys muriese, sin contar que estaba haciendo la misma escena que Alicent Hightower cuando la princesa Rhaenyra fue casada con el fallecido Laenor Velaryon.
—Dijiste que no planeaba convertirse en una amenaza —le gruñó Otto Hightower a su hija—. Esta es la mayor muestra de amenaza que podríamos obtener.
—Es solo un vestido —la excusó la reina con falsa tranquilidad—, no es la gran cosa.
Otto tomó a su hija del brazo obligándola a mantenerse a su lado en lugar de irse con Aemond.
Los Lannister, Stark y Strong fueron los primeros en notarla seguidos de los Velaryon —Rhaenys sonreía con orgullo utilizando un vestido celeste— y los Hightower, los Targaryen ya habían visto a la pelinegra pero se habían rehusado a mantenerle la mirada con la excepción de los pocos con los que congeniaba la princesa.
O aquellos que finalmente la habían visto como una amenaza.
—Y gracias a un vestido que utilizaste hace años es que declaraste el bando correcto de la guerra —le recordó la mano del rey a su hija—. ¿Por qué crees que los buitres la están rodeando ahora? Ella es más que consciente de lo que está haciendo un vestido.
Y era cierto, el mismo Daemon Targaryen se había acercado a su sobrina en cuanto la vio entrar con dicho vestido.
—Sobrina —la saludó el príncipe canalla con una sonrisa torcida—. Te ves espléndida, Rhaenys ha hecho un buen trabajo.
Dorcas tenía curiosidad de las acciones de su tío ya que aunque mantenían una relación cordial eso no los hacía cercanos como para hablar en eventos públicos.
—Ella es magnífica en sus labores —asintió la menor tratando de dar por concluida su conversación—. Si me disculpas tío, debo ir con mi hermano.
Daemon tomó a la menor del brazo evitando que se escapara de él, Ser Jensen avanzó hacia ellos y al ser notado por el platinado este soltó a la pelinegra.
—No pude pasar por desapercibido que tu dragón se ve como el huevo de Balerion que he estado buscando desde antes de su nacimiento —comentó Daemon haciendo que la menor lo mirase con confusión—. Lo he visto cuando se escapó del foso de dragones.
—¿Caraxes ha muerto, tío? —cuestionó Dorcas con tranquilidad—. Porque según sé el se encuentra con una salud estupenda, no entiendo porque posees interés por mi dragón solo por el supuesto parecido con un huevo que no has encontrado y eso significa que no lo has visto ¿O me equivocó, tío?
—Finalmente has decidido revelarte ¿No es así? —se burló el platinado—. Debías de ser la hija de Dysis Targaryen después de todo ¿Qué planeas hacer ahora? ¿Huir al Norte con un Stark sin herencia?
La menor habría cortado la lengua de Daemon de no ser porque la mano de la Serpiente Marina se posó en su hombro con la fuerza suficiente como para frenarla pero no como para llegar a herirla.
—Príncipe Daemon —le sonrió Corlys con cordialidad—. Hemos escuchado del nacimiento de su primer hijo varón con la princesa Rhaenyra, lo felicitamos por su exitoso matrimonio —la mirada del señor de las mareas se poso en la pelinegra—, Dorcas creo que deberías ir a dejar tu regalo.
La menor asintió mientras se marchaba con frustración a la mesa en la que se encontraban los príncipes Lucerys y Jacaerys quienes la miraban con preocupación.
—¿Estás bien? —cuestionó Lucerys con preocupación—. ¿Qué fue lo que te dijo Daemon?
—Algo que no pienso perdonar.
La mirada de la princesa se poso en su progenitora antes de tomar la copa en la mesa y beber el vino de un solo trago antes de ponerse de pie e iniciar a buscar cualquier clase de información que le pareciera útil.
Dorcas llevo media hora embriagando a cada persona que encontraba para sacarle información de cualquier chisme que tenía a medias o le parecía entretenido cuando Raelon se le acerco.
—Mi querido tío —le sonrió Dorcas viendo el tatuaje de escamas azules en su antebrazo con asombro—. ¿Crees que pueda ir a Volantis para hacerme un tatuaje como el tuyo?
Raelo miró a su sobrina con diversión antes de asentir pero su sonrisa no duró mucho ya que Otto Hightower se les aproximo, era completamente conocido que el padre de la reina no toleraba a los gemelos y que trataba de comprometer a Raelon con alguna noble de poniente.
—Cuando dije que buscarás esposa no me refería a la prometida de tu hermano —regañó Otto.
Dorcas habló antes de que la mano del rey pudiese continuar o que Raelon lograse formular una oración.
—Descuide no lo seré por mucho tiempo —Dorcas hizo una mueca de burla—. Es bastante conocido que el príncipe Aemond prefiere la compañía de las piratas pelirrojas, además de que es bien sabido que Mucilber Stark señor de Invernalia y mi tío no permitiría que su sobrina favorita tenga un esposo sin lealtad o respeto hacía mi persona o de lo contrario cenaría a quien tratase de burlarse así de su sangre, usted debe entenderlo por Helaena.
Otto habría respondido de no ser por el miedo que tenía hacia el caníbal que aunque no estuviese presente sabía que su sobrina podría llamarlo para que lo devorase, claramente no era consciente que ellos no mantenían ninguna clase de relación desde que ella se mudo a Driftmark hace años.
—Hablaré con el príncipe Aemond al respecto —prometió Otto antes de marcharse—.
Raelon le dio una copa a Dorcas antes de reírse del abuelo del castaño.
—Me parece que ya no son muy selectivos en el consejo de mi padre —habló Raelon—. Mi abuelo solo es causante de problemas.
Raelon podría saberlo o ser ignorante de lo que estaba haciendo pero Dorcas veía cada palabra llena de molestia de parte del príncipe exiliado en contra de su propia familia le era bastante útil ya que dicha información lo hacía alguien fácil de comprender para la menor, la información era un arma de doble filo y la norteña era excelente realizando ataques que parecían defensa.
—Tal vez te convierta en mi mano en algunos años —le sonrió Dorcas.
Raelon rio levemente antes de tomar otro sorbo de su vino, extrañando las bebidas de Volantis que tenían un mejor sabor que las de Poniente.
—Salve a la reina y su mano —se burló Raelon haciendo una pésima reverencia que se gano miradas extrañadas de los nobles a su al rededor—. Seguramente tendrían un ataque si llegamos a gobernar Poniente.
O se podría realizar un ataque en su contra, pensó Dorcas.
—Sería bastante entretenido —asintió Dorcas—, llegaríamos arriba de todo. Seríamos intocables, tus hijos estarían seguros aquí y yo podría desposar a quien yo deseará.
La princesa notó como en los ojos de Raelon se plantaba la intriga lo que significaba que lo estaba considerando, pero Dorcas no era estúpida. Raelon podría no llevar la mejor relación con sus padres y hermanos pero la sangre siempre llamaba.
Sembrar el interés era mucho mejor que dar un plan completo a alguien voluble y sentimental como lo era su tío.
—¿Cuál es tu gran plan maestro para llegar a trono? —preguntó Raelon con interés.
—Los congelaré con Orion mientras duermen, rápido y efectivo.
El castaño empezó a reírse dejando a su sobrina confundida.
—Es una estrategia terrible, cualquiera podría sobrevivir y matarte si se encuentra fuera del castillo.
—Que lo intenten, sería ejecutados por traición hacía su reina.
Raelon notó como su sobrina no parecía tan entusiasmada como antes al hablar de gobernar, parecía que la hoguera que la motivaba para llegar al trono se había convertido en simples cenizas.
—¿Aún deseas el trono?
—Algo así —dijo Dorcas—, es para lo que Rhaenys me a educado durante toda mi vida, se lo debo.
En parte eran ciertas sus palabras que salían con amargura pero por otra estaba la intención de brindarle a su tío la empatía que sabía que podría brindarle a sus hermanos, pero ninguno de ellos compartía el mismo trauma que los dos mantenían.
El abandono de una madre que prefirió a otro sobre a ellos y ser acogidos por otra madre que los hizo desear más de lo que alguna vez podrían haber obtenido por su cuenta.
—Eres muy lista pero estas equivocada —refutó Raelon—, ella te educo para mantenerte lejos del conformismo de tu padre. Le debes vivir la vida que desees, porque te educo para ser tu mejor versión.
—Tus hijos son afortunados de tenerte.
—Podrías conocerlos por ti misma —dijo Raelon con una sonrisa—. Si lo deseas eres bienvenida en Volantis cuando lo desees.
Dorcas observaba el baile donde solo quedaban ebrios petulantes, guardias adormilados y a los novios bailando entre ellos, pero los ojos violetas de la norteña estaban sobre Asteria quien parecía un muerto en vida y la pregunta volvía a su mente ¿Cómo sería si ella hubiera tomado la Fortaleza Roja para evitar semejante unión?
Aegon era un monstruo y lo había sido desde que ella tenía memoria, recordaba haberlo escuchado pedirle a la reina Alicent un compromiso cuando ella tenía nueve años y él catorce.
—¿Aburrida? —cuestionó su compañero de baile, Taelarys Velaryon.
—Pensativa —corrigió la menor—. Ese bufón no merece ser considerado la reencarnación de Aegon el conquistador, es el príncipe más deplorable que los Siete Reinos ha conocido.
—Cerdo depravado —asintió Taelarys—, es un chiste que él sea a quién proponen como rey y un insulto para la Antigua Valyria que él sea uno de sus descendientes.
Le repugnaba ver al platinado, su sola existencia era un crimen atroz sin contar los rumores que le habían llegado por años; como tomaba a cualquier mujer pelinegra y con acento norteño sin importar su edad o si deseaba consentir la unión entre ellos.
Recordaba cómo Rhaenys le había prohibido visitar la Fortaleza Roja sin ella después de escuchar el primer abuso pero lo que horrorizó más a la princesa fue cuando su informante le dijo que el nombre que había estado gimiendo el príncipe Aegon por años en los burdeles había sido el suyo, recordaba las náuseas, lágrimas y la impotencia que había sentido.
El miedo que le tenía a Aegon era similar al que tenía hacia su madre, pero no porque pudiera lastimarla sino porque podía herirla utilizando a Asteria o hiriéndola para llegar a ella.
—Él no es un dragón —sentenció Dorcas—, es una rata Hightower. La sola comparación con la casa del dragón es un insulto a todos los miembros muertos, existentes y por nacer.
Taelarys asintió de acuerdo con la menor pero en cuanto la música cambió a otra danza un carraspeo llamó la atención de los compañeros de baile.
—Mi Lady —Dorcas miró a Jacaerys sin esconder su confusión—. ¿Me daría el honor de bailar con usted?
Taelarys se marchó para buscar la compañía de la princesa Baela dejando a los dos menores a solas.
La menor tomó la mano que Jacaerys le ofrecía para unirse al baile, notando como su antigua compañera de dormitorio que parecía estar por morir en el que se suponía era el día mas feliz de su vida había desaparecido, casualmente al mismo tiempo que el príncipe tuerto.
—Tengo una propuesta para ti —habló Jacaerys dejando las formalidades ya que habían dejado de ser escuchados por los nobles—. Ven a Dragonstone cuando la boda concluya, conozco tus intenciones de gobernar. No tienes porque hacer un reclamo individual, únete a mi, poseemos más dragones que los verdes y gobernaremos juntos.
Dorcas miró con asombro al hijo mayor de la princesa Rhaenyra, en su mirada podía notar la desesperación de su padre por consolarla pero él no trataba de hacerla sentir mejor sino de forjar una alianza.
Una que hasta el momento solo sería más perjudicial para ella, si era una trampa la asesinarían, si causaba algún inconveniente o Rhaenyra llegaba a necesitar algo de Dysis, su cabeza rodaría, cada opción era de ella muerta o traicionada, el más agradable de los escenarios era morir en la sala de partos.
Ella no se arrastraría o dejaría su vida en un limbo, no cuando Jacaerys buscaba una alianza en solitario. Corlys le había advertido que esa clase de situaciones podrían llegar a ser una trampa o un acto de desesperación.
—Poseen más dragones, eso es seguro —cedió Dorcas—. ¿Pero cuentan con un ejercito? ¿Estrategas? ¿Generales? Las guerras no solo se ganan con dragones, se necesita estrategia para vencer. Los negros carecen de estrategia ¿Cuándo se han enfrentado a una guerra interna? ¿Alguna vez han temido por sus vidas? Solo cuentan con Daemon como estratega, la Serpiente Marina esta en mis filas ¿Crees que Daemon o tu madre puedan contra sus estrategias? ¿Realmente piensas que no cuento con espías entre las filas de los negros?
Jacaerys miraba aterrorizado a la menor, ya habían parado de bailar y se encontraban en el centro de la pista de pie, con los ojos de sus familias sobre ellos.
—Te daré una mejor oferta príncipe —le sonrió Dorcas con sorna—. Alíate a mi bando y sobrevive la guerra que se avecina porque no puedes vencerme, siempre lo has sabido, conoces tu destino si te mantienes en mi contra. Únete a mi y mantendrás un puesto en la corte, conservarás tu vida y serás recordado como un héroe en lugar de un gran guerrero que murió por mantenerse en el lado equivocado; no pienso matarte pero los verdes no son tan generosos como yo.
Jacaerys estuvo concentrado en la declaración de la menor ¿Por qué no querría matarlo? ¿Porqué le estaba brindando una salida? ¿Y si cedía en casarse con él?
—¿Me permite, mi príncipe? —cuestionó Cregan sin esperar respuesta alguna se llevo a la chica con él—. ¿Debería preocuparme porque la atención de Jacaerys empiece a ser positiva? No te ha quitado los ojos de encima, realmente no lo culpo.
Dorcas lo miró con un sonrojo en sus mejillas, Aryon desde la mesa veía a su hija y hermano con furia destrozando la copa en su mano.
—Tendrías de que preocuparte si fueras alguien más —respondió Dorcas sin apartar los ojos de los de Cregan—. Sabes que no te dejaría por nadie.
Aryon casi irradiaba fuego cuando su hermano menor tomó a su única hija del cabello y mejillas, Viserys veía a su yerno con diversión, recordando, mientras que su hija mayor miraba a su cuñado e hija con furia.
El rey experimentaba un deja vu mientras que su hija mayor y yerno planeaban cómo separar a la pareja que acaparaba la vista de los curiosos que seguían en sus mesas.
—Nos vemos en mi dormitorio cuando los novios vayan a su dormitorio —pidió Cregan soltando a la menor en cuanto ella le sonrió en respuesta—. Hablaré con el rey para pedir su aprobación en nuestro matrimonio.
—Espero que lo acepte —suspiró Dorcas—. Sino lo hace aún podemos huir a Invernalia, sería divertido.
Cregan negó con diversión hasta que escuchó los gritos, el príncipe Aemond se había acostado con Asteria.
La novia y su cuñado habían consumado la unión antes de que Aegon pudiera hacerlo, Cregan no notó cuando fue que la menor se fue en dirección a la reina Alicent junto a Rhaenys y Aryon Stark.
—Es inaudito que considere que mi sobrina despoce a alguien que se acostó con su cuñada en plena boda —gruñó Rhaenys con furia—. No solo se humilla a sí mismo y a su familia sino también a su prometida y su casa.
La mención de la casa Stark fue lo que puso a Aryon del lado de Rhaenys.
—Si me lo permite —habló Otto antes de ser interrumpido por Aryon.
El norteño se puso frente a Rhaenys cuando la mano del rey se había acercado a ella, se mantuvo frente a él mientras lo señalaba y este retrocedía con miedo ante la ira del Norte.
—Mi hija ha sido deshonrado por su nieto —siseó Aryon mirando con furia a Otto—. No le permito involucrarse a menos que sea el padre del príncipe, no están casados aún y no sólo humilló a su hermano con sus acciones deplorables, también humilló a mi hija y no pienso tolerarlo.
—El compromiso debe de ser anulado —ordenó Dorcas—. No pienso pasar por más humillaciones de parte del príncipe.
Alicent miró a la niña con simpatía, ella le había arrebatado a su madre con rumores aunque trató de enmendar su error comprometiendo a su hijo favorito con ella solo había conseguido deshonrarla.
—El rey será quien decida como manejar la situación —finalmente habló Alicent sin apartar la mirada de la menor—. Contará con mi apoyo en la decisión que tomé, lamento el daño causado por mi hijo en esta noche si su majestad decide mantener el compromiso me aseguraré de que no se vuelva a repetir su comportamiento.
Dorcas se dirigía a los aposentos de su tío con los nervios invadiendo cada parte de su cuerpo, los nervios se vieron disipados por completo en cuanto la furia la invadió.
No a causa de su padre quien se encontraba espiando entre la abertura de la puerta del dormitorio de su hermano menor mientras se embriagaba sino por lo que vio a través de la abertura.
Su madre y su prometido se encontraban besándose en la cama, semidesnudos y no parecía ser su primer encuentro ya que no era la manera en la que un nuevo amorío empieza.
Las piezas del rompecabezas se armaron en la mente de la princesa, su madre solo la había visitado cuando se expandieron los rumores de que mantenía un amorío con su tío, las pocas veces que ella la miraba eran debido a que estaba con Cregan a su lado, el porque su padre se había rehusado por completo a aceptar su compromiso.
Las lágrimas contenidas en los ojos violetas nublaron su vista, su padre estaba igual que ella. Se sentían estúpidos, engañados y destrozados.
—¿Ya comprendes?
—Completamente, padre.
Después de todo su padre no era tan malo porque al menos se había preocupado para que no desposara al amante de su madre pero tampoco era bueno ya que conocía que Aryon haría de todo con tal de casarla con Aemond Targaryen.
—Planeo irme en la mañana —informó Dorcas a su padre—. Me iré a Driftmark por una semana, después pienso partir a Volantis con la tía Saera no estoy segura de cuanto me quedaré, Raelon dijo que podía ir con él. Debo aclarar mis ideas, me llevare a los dragones y lobos conmigo.
Aryon asintió brindando su aprobación, la única cosa que le enorgullecía de haber hecho en su vida era haber forjado a dos de los guerreros más fuertes de todo Poniente, Darren era un gran luchador que podría convertirse en un general de guerra en algunos años y Dorcas sería la mayor calamidad de Poniente ya que no había ser que pudiera hacerle frente en batalla no gracias a solo su entrenamiento físico y mental sino porque Orion la tenia bajo su control, pero sus hijos también eran su mayor decepción ya que ella seguía insistiendo en gobernar y sabía de las costumbres de su hijo de meterse al dormitorio de Lucerys Velaryon cuando creía que nadie veía.
La menor se fue de ahí desconociendo que Cregan la miraba marcharse con angustia y pesar.
La única hija de Aryon Stark jamás fue buena lidiando con sus emociones, generalmente cuando estaba cegada de furia —como en ese momento— solía desquitarse en su entrenamiento o congelaba alguna isla que no fuera conocida en la madrugada junto a Orion, a veces también las convertía en cenizas pero no podía hacer eso en la Fortaleza Roja.
—Descanse majestad —habló Ser Criston abriendo la puerta de la habitación de Dorcas.
La chica al ver el pasillo desierto jalo de Cole hacía ella uniendo sus labios en un beso, tratando de olvidar los labios de Cregan Stark sobre los suyos siendo demandante con el caballero quien rápidamente correspondió a la menor sin saber que ella solo se encontraba en busca del olvido hacía el hombre que le había dado el anillo de diamante azul que tenía en su mano.
En cuanto escucharon pasos en el pasillo la adolescente se separó del caballero sin decir una sola palabra se encerró en su dormitorio dejando confundido a Ser Criston quien habría entrado de no ser porque la reina lo llamaba por si no lograban calmar a los presentes.
Dorcas no era como Baela, ella no lloraría la decepción de una pareja fallida o tal vez lo habría hecho de no ser porque Jacaerys entro a su dormitorio seguido de Dimitri Waters.
—¿Los dos juntos? —cuestionó Dorcas con escepticismo—. ¿A qué se debe el placer?
Dimitri fue quien se acercó a la menor con confianza en cada una de sus acciones mientras la acorralaba contra la cama.
—A brindártelo, majestad —le sonrió Dimitri sorprendiendo a la princesa debajo de él—. ¿Nos acompañará mi príncipe o se quedará observando como acostumbra?
Jacaerys se acercó a ambos bajo la mirada expectante de la pareja hasta que se acercó a la princesa con tranquilidad y tomó su rostro entre sus manos brindándole una dulce caricia en su mejilla.
El príncipe apartó al pirata de su camino mientras besaba lentamente a la princesa quien sonreía al sentir la dulce presión contra sus labios, hasta que Dimitri comenzó a desabrochar su vestido lo que causó que la menor se separase del beso con el príncipe.
—Dimitri...
—Pararemos ahora si es lo que deseas —la interrumpió el pirata.
Los ojos de los varones se posaron en la norteña en busca de una respuesta hasta que ella asintió, el despecho no era algo que hubiera experimentado antes pero el deseo de saciar su ira con ayuda de dos atractivos hombres era una idea que no le molestaba.
Así que esa noche se entregó a ambos, tomando lo que quería de ambos chicos que buscaban cómo complacerla de cualquier forma posible.
—¿Estás bien? —cuestionó Jacaerys besando la frente de la pelinegra—. Te ves cansada.
—Lo estoy —asintió la princesa mientras cubría su desnudez con una sábana de seda—. Pero no lo suficiente como para dormir sin haber bebido el té de Luna.
Dimitri fue quien se puso de pie para vestirse mientras balbuceaba un "yo me encargo" cuando salía de las habitaciones.
—Aún estamos a tiempo de casarnos —murmuró Jacaerys mientras acariciaba la espalda baja de la menor, sorprendido por no haber sido apartado por tocar las cicatrices pero si de obtener una mirada llena de comodidad de la bruja—. Sabes que te respetaré, cuidaré y apoyaré en todo como mi esposa.
—¿Por qué posees tanta urgencia de desposarme? —cuestionó la pelinegra con diversión—. ¿Finalmente mis embrujos hicieron efecto para que te enamoraras de mi?
Jacaerys dejó escapar una risa hasta que el ruido de la puerta abriéndose los sobresalto y palideció al encontrarse con Cregan Stark mirándolos con asombro y aturdimiento.
Dorcas no lo notó o al menos eso creyó el príncipe que ahora se encontraba volviendo a besar los suaves labios de la menor y apenas era roces dulces y suaves pero los mantenía en un ambiente más que cómodo. Jacaerys observaba al general del ejército del Norte en cada movimiento que realizaba mientras la princesa tomaba su rostro entre sus manos para profundizar el beso.
—¿Qué me darás si acepto? —cuestionó la pelinegra con una sonrisa torcida que hizo que ambos caballeros se tensarán—.
—Reinaremos lado a lado —le sonrió Jace mientras acariciaba la mejilla de la menor—. No hay nada que no pueda darte a menos que no lo pidas.
Dorcas soltó una pequeña carcajada antes de ponerse de pie exponiendo su cuerpo a la vista del norteño que seguía sin ver.
—Primero prepárame una ducha mientras esperamos a que Dimitri regrese para acompañarnos.
El príncipe notó como Cregan parecía estar considerando asesinarlo ya que su mirada llena de odio y furia le estaba poniendo los pelos de punta pero aún así siguió a la princesa sin titubear.
En cuanto Jacaerys y Dimitri habían caído dormidos fue cuando Dorcas decidió que no podía quedarse al amanecer para ver las consecuencias de sus acciones.
La bruja del Norte hacía sus maletas para partir en la mañana, le escribió una nota a Rhaenys explicándole que regresaría antes de lo esperado.
Cuando salió del dormitorio de Rhaenys y Corlys se encontró con Aemond Targaryen mirándola con confusión al ver cómo cargaba una de sus maletas.
—¿Te aburrió la fiesta? —cuestionó el tuerto en busca de respuestas.
—Creo que me fue mejor que a ti —respondió la menor viendo la mejilla colorada del mayor—. Sígueme.
El príncipe obedeció sin rechistar bastante extrañado con la actitud de la pelinegra pero lo suficientemente interesado como para no quejarse, no eran los príncipes comprometidos que se odiaban los que caminaban por los pasillos de la Fortaleza Roja en esa noche; eran los niños dejados de lado que se consolaban mutuamente.
La princesa lo llevó hasta la capilla sabiendo que ahí los maestres dejaban sus mejores medicamentos o al menos los de uso frecuente debido a que de niña era extraño que no fuera herida por su madre o hermanos adoptivos, las cicatrices en su espalda podían probarlo.
—Siéntate —demando la menor.
—¿Qué piensas hacerme? —cuestionó Aemond con confusión—. ¿Qué quieres y porque actúas tan extraño?
—Estas herido, imbécil —le gruñó Dorcas harta de las preguntas del mayor—. Y en parte es mi culpa por herirte ayer, tu mejilla no es cosa mía pero velo como una oferta de paz. Por la amistad que tuvimos alguna vez.
Aemond finalmente cedió y se sentó frente a la norteña quien tomó un palo limpio antes de bañarlo de licor ya que no había encontrado un desinfectante para la herida del labio roto del príncipe.
Ella pasó el paño con el labio del mayor con delicadeza aunque este tomó su muñeca con fuerza para separarse de ella.
—¿Pretendes arrancarme el labio? —siseó Aemond—. ¿No te conformas con tratar de matarme?
—Cretino —bufó la menor antes de lanzarle el palo a la cara obteniendo un chillido de asco del platinado—. Trató de ayudarte y ni así puedes cerrar la boca.
Aemond bufó con molestia para volver a acercarse a la menor para que terminara de limpiar la herida, costó todo de sí mismo mantener la boca cerrada para no quejarse o cuestionar las acciones de la menor.
—Me acoste con Asteria —confesó Aemond.
—Lo sé —asintió Dorcas con tranquilidad—. Como todos los invitados que seguían despiertos.
Aemond se preguntaba porque la pelinegra no se había lanzado a golpearlo o amenazarlo con ser devorado por su dragón por la humillación que debía de estar sintiendo.
—¿No estás molesta? —preguntó Aemond.
—No tengo porque estarlo —respondió al norteña con tranquilidad—, no nos amamos y mucho menos deseo unirme a ti. Muña (madre) está planeando como anular nuestro compromiso y se lo presentará al rey al amanecer, creo que debo agradecerte por ello y hacer que Asteria se divirtiera en tan traumático día.
—¿Realmente quieres anular nuestro como?
Dorcas asintió con obviedad mientras tomaba el paño para limpiar los rasguños de su nuca que seguramente había causado Asteria.
—¿Tanto me odias?
—No puedo odiarte Aemond —sentenció la menor sorprendiendo al jinete de Vhagar—. Fuiste mi amigo hace años y aunque embriagaste a mi padre para obligarme a estar comprometida contigo no hace que pueda llegar a odiarte, fuiste la luz en los momentos que nadie podía ver que estaba mal y una parte de mí va a quererte siempre por nuestra antigua amistad.
Aemond volteó a ver a la menor girando para estar frente a frente antes de abrazarla dejándola sorprendida y anonadada por sentir el contacto físico entre ambos.
Con nerviosismo la pelinegra lo rodeó entre sus brazos mientras acariciaba su espalda con confusión.
—Si dejáramos de estar comprometidos —la esperanza brillaba en el ojo del mayor mientras se quitaba el parche sorprendiendo a la pelinegra por ver por primera vez el zafiro en su rostro—. ¿Crees que podríamos ser amigos de nuevo?
—Sería un buen primer paso —asintió la menor—. Pero ambos sabemos que tú madre no dejará que te cases con alguien más y yo no pretendo unirme a un bando que no posee el apoyo o inteligencia como para vencer.
El agarre de Aemond se hizo más fuerte cuando la menor trató de apartarse.
—¿Y si me uno a ti?
Ella pensó en irse sin más pero sabía que no podía hacerlo, al menos no sin antes entrar al dormitorio de Asteria con la espada que le regalaría y una nota.
<<Si Aegon se sobrepasa o te cansas de Otto puedes rebanarlos, mis mejores deseos prima>> No hacía falta que firmará la carta, estaba segura que su vieja amiga reconocería su letra y sino lo conseguía lo adivinaría cuando viera la espada con el mango de plata y con zafiros en ella o quizás por la frase que tenía escrita en la hoja de la espada.
īlon zālagon hēnkirī (Ardemos juntas), no importaba si ellas no se veían seguido Dorcas estaba segura que Asteria siempre tendría un lugar en su corazón porque habían crecido como hermanas gracias a Rhaenys Targaryen, no importaban cuantas parejas llegase a tener la Stark sus hermanos —incluso aquellos que no eran de sangre— siempre serían más importantes que todos ellos porque daría su vida por cada uno de ellos, sabía que si los herían hasta Visenya y Maegor Targaryen se asustarían de lo que estaba dispuesta a hacerle a sus agresores.
—Nos vemos querida prima —le sonrió Dorcas a la rubia que yacía en la cama dormida—. Pero la siguiente vez me temo que será inevitable que seamos dos extrañas.
Mientras que la pelinegra caminaba hacía su dragón después de que Pegasus se acercará a ella debido a que la había sentido Cregan Stark corría hacía ellos.
—¡Dorcas! —la llamó Cregan a lo lejos, siendo ignorado por la menor—.
Pegasus acercó su rostro al la mano de su jinete quien no dudó en darle mimos en su mandíbula con una sonrisa de oreja a oreja, había pasado una horrible noche pero también la mejor de sus madrugadas y su dragón parecía poder notarlo.
—Īlon're leaving ñuha dōna zaldrīzes (Nos vamos mi dulce dragón) —habló la chica mirando al dragón que ya era casi del tamaño de Caraxes como si fuese uno de los pequeños lobos que estaban durmiendo en una canasta en su lomó—. Īlon'll jikagon naejot driftmark, ñuha riñītsos (Nos irémos a Driftmark, mi pequeño)
El dragón esmeralda rugió en protesta por ser comparado con el tamaño del monstruoso dragón de hielo que los esperaba en casa haciendo reír a su jinete.
—¡Dorcas! —la llamó Cregan—. ¡Por favor déjame explicarte!
—No necesito que me expliques nada tío —siseó Dorcas.
Pegasus miraba con decepción y furia hacía el pretendiente que más le agradaba de su jinete, eso era lo que más le dolía a Dorcas ya que Pegasus odiaba a los humanos pero le había tomado afecto a Cregan Stark.
—Gīda ilagon, pretty zaldrīzes. (Cálmate, bonito dragón) —ordenó la Stark al notar las llamas de fuego en la garganta de Pegasus—. Ȳdra daor ōdrikagon zirȳla yet (no lo lastimes aún) deberías regresar.
—Realmente quiero casarme contigo.
—Y cogerte a mi madre —gruñó Dorcas cuando los guardias los dejaron a solas—. Tengo filas de pretendientes que se matarían entre si por besar el suelo que piso, no pienso tolerar otro insulto hacía mi persona ni tuyo o del maldito tuerto.
La de ojos violetas le lanzó el anillo que hace unas horas presumía a Cregan el cual impacto en su nariz debido a la puntería de la pelinegra, a la vez el humo salía de las fosas nasales del dragón.
—Es divertido que lo digas cuando mantenías contacto profundo con un hombre en tu dormitorio.
Dorcas lo barrió con la mirada, él había apuñalado a su corazón tras acostarse con su madre así que ella haría lo mismo.
—Tres —corrigió Dorcas—. Eso no te concierne en lo más mínimo ya que nuestro compromiso se anulo en el segundo en el que te vi revolcándote con la mujer que me lanzó al mar moribunda y casi me ahogo mientras trataba de salvar a mi dragón, tu amante es idéntica a ti. Débil, ni siquiera logró asesinar a una niña de nueve años como tu no consigues asesinar a los hijos legítimos de Mucilber para convertirte en el señor de Invernalia y osas reclamar mis acciones cuando Pegasus podría incinerarte si solo lo ordenó igual a ella cuando se burló de su intento de homicidio hacía mi hermano y el mío frente a mi padre, mantienes tu ego muy elevado si piensas que Pegasus no te comería vivo ahora.
El dragón rugió con maldad mientras su jinete subía a su silla de montar.
—Tu no lo permitirías —aseguró Cregan sin apartar los ojos de la chica—. Prometiste no herirme como yo prometí darte lo que desearás.
Ser Jensen Stark corría hacía el dragón esmeralda haciendo que el general de Invernalia lo mirase con consternación por un segundo mientras el caballero subía a la silla de montar junto a la princesa mientras jadeaba con cansancio.
—¡Tus promesas son igual de vacías que tu honor! —los ojos de la chica dieron un brillo grisáceo que asustó a Cregan—. No me diste nada que deseará, tu ejercito solo tiene respeto hacía ti, te acostaste con la mujer que me dio la vida y trato de arrebatármela, tu protección es solo una ilusión que crees que existe y ni siquiera habrá una maldita boda porque preferiría darle la corona al maldito de Aegon que soportar tu infidelidad con mi madre que podría estar embarazada justo ahora de su cuñado.
Antes de que Cregan pudiese responder Pegasus ya se encontraba en el aire para evitar una mayor decepción de parte de su jinete ya que sentía como se quebraba con cada palabra que daba pero mantuvo el anillo de Cregan entre sus garras ya que creía que era lo mínimo que la chica con la que había crecido merecía, quizás no tenían el mismo lazo que Orion y ella pero definitivamente se amaban.
Quizás ellos podrían tener miles de romances o aventuras pero el dragón esmeralda y su jinete sabían que ambos eran el mayor amor del otro.
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