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Caminaba con la mirada de todos puestos en ella, era tanta confusión que entre las cuatro mesas que Kathleen sentía las arcadas aproximarse. Esa no era la clase de atención que ella esperaba recibir. Pero bien, después de un estúpido paseo en bote por el lago que rodeaba al castillo, Kathleen no sabía qué esperarse de Hogwarts. El número de niños frente a ella fue disminuyendo, hasta que quedó ella finalmente y una profesora alta y de rostro severo pronunció su nombre.
―Sallow, Kathleen.
Y el comedor quedó en silencio, Kath sonrió porque no se esperaba menos de eso. Todos conocían a los Sallow seguramente. Los más fieles, los primero en desaparecer, llevando su legado con ellos. Pero estaban de vuelta y con un gran plan de por medio.
Un viejo y raído sombrero fue colocado en su cabeza, resonando una molesta voz dentro de ella.
―Determinación... astucia... ¡Slytherin!
La casa de su familia, como debía de ser, por supuesto. La mesa de colores verde y plata con emblema de serpiente se hizo sonar y con una sonrisa de satisfacción, Kath se acercó. Entonces, cierto rubio platinado alzó una mano para hacerse notar, y a la castaña no le quedó más que sentarse junto a él y frente a un chico de piel morena.
―¿Acaso eres...?
―Sí, esos Sallow.―contestó Kathleen antes de que terminara de hablar.
―No te escuchas de aquí.―intervino una chica de cabello negro y con voz chillona, haciendo que Kath se volviera hacia ella.
―Viví en América por un largo tiempo.―se limitó a contestar con un asentimiento.
―¿Por qué?―inquirió de nuevo.
―¿Tengo que repetir mi apellido acaso? Ya deberías saberlo, cariño.―le dedicó una sonrisa cortante.
Malfoy sonrió de lado.
Finalizado el banquete en el Kathleen casi no había probado bocado, el director del colegio, Albus Dumbledore, se puso de pie mirando hacia las mesas con una amplia sonrisa en sus labios.
―¡Bien!―comenzó a hablar el anciano.―Ahora que todos estamos bien comidos, debo una vez más rogar su atención mientras les comunico algunas noticias. Como cada año, quiero recordarles que el bosque que está dentro de los terrenos del castillo es una zona prohibida a los estudiantes. Otro tanto ocurre con el pueblo de Hogsmeade para todos los alumnos de primero y de segundo.
―¿Qué es Hogsmeade?―preguntó Kathleen en un susurro a Draco.
―El pueblo de al lado.―contestó simplemente.
―Es también mi doloroso deber informarles de que la Copa de quidditch no se celebrará este curso.―prosiguió Dumbledore, creando que el gran salón se quedara en un ambiente de sorpresa y reproches un voz baja.―Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores... pero estoy seguro de que lo disfrutarán enormemente. Tengo el gran placer de anunciar que este año en Hogwarts...
Pero en aquel momento se escuchó un trueno ensordecedor, y las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe.
En la puerta apareció un hombre que se apoyaba en un largo bastón y se cubría con una capa negra de viaje. Todas las cabezas en el Gran Comedor se volvieron para observar al extraño, repentinamente iluminado por el resplandor de un rayo que apareció en el techo.
El hombre caminó hasta el director para estrechar su mano, compartieron unas breves palabras que no se alcanzaban a diferenciar desde el lugar en donde Kathleen se encontraba, luego, Dumbledore le indicó que tomara asiento en la mesa de los profesores.
―Les presento a su nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras; el profesor Moody.
Por un momento, la mirada del tal profesor Moody chocó con la de ella, y desde ahí pudo notar como el hombre gruñía, mascullando algo.
Kathleen tragó saliva pesadamente, apartando la mirada para escuchar lo que Draco Malfoy sabía sobre él. Decidió dejar aquel incómodo momento atrás, intentando mantenerse fiel a los planes de su padre.
Al día siguiente por la mañana, Kathleen había despertado en los dormitorios de Slytherin, como era de esperarse. Compartía habitación con una chica de nombre Millicent Bulstrode, una chica robusta y de espalda ancha, pero la decepción y una mueca en su rostro habían recorrido a Kathleen, a sabiendas que la sangre de los Bulstrode ya no era completamente pura, así que se limitó a ignorarla y simplemente fingió que no estaba allí.
Entró a una ducha y se colocó su uniforme, que a decir verdad, era bastante parecido al de Ilvermorny, pero por otro lado agradecía dejar de lado ese patético cárdigan color granada y sus feos detalles grises, en cambio el de Hogwarts era cubierto únicamente por este último color y sobre él una túnica negra; utilizaba una corbata verde, como el de su nueva casa, y al mismo tiempo resaltaba el color de sus ojos. Por un momento pensó que tal vez podría acostumbrarse a ese nuevo colegio, aunque no tenía en claro cuánto tiempo permanecería ahí.
Había salido de la subterránea sala común ignorando todo lo que pasaba a su alrededor, todo aquello con la intención de llegar al Gran Comedor, y fue en ese preciso instante en el que cayó en cuenta que no sabía cómo hacerlo.
El castillo era gigante, había cientos de corredores, escaleras y aulas que ella no conocía, pero aún así jamás bajó la cabeza o siquiera consideró en preguntar a alguien más para que la ayudase. Aunque si no encontraba aquel comedor, posiblemente perdería su primer día de clases en Hogwarts, su jefe de casa lo notaría y sus padres serían notificados. Kath evitó hacer una mueca y siguió su vago recorrido.
―El comedor está del otro lado.―dijo una voz detrás de ella.
Kathleen giró en sus talones y clavó su mirada en el menor de los Malfoy, alzando una ceja hacia él.
―No lo creo.―replicó Kath, aunque por dentro estaba insegura.
―Este es mi cuarto año aquí, ¿tú cuántas horas llevas?―metió las manos en los bolsillos de la túnica, riendo con sorna.
―¿En Hogwarts? No muchas. Pero, ¿conociéndote a ti? Las suficientes para identificar tus malas bromas.
La sonrisa de Draco Malfoy decayó, le dedicó una mala mirada y alzó en mentón para indicarle que siguiera caminando. Kathleen sonrió triunfal y siguió el paso que el platinado indicaba.
―Mis bromas no son malas.―dijo Draco en medio del camino; tenía el ceño fruncido, como si se estuviera cuestionando a él mismo.
―Podrían mejorar.―aceptó Kath, dando un asentimiento.
Cruzaron por las grandes puertas de la entrada del Gran Comedor y se encaminaron a la mesa de Slytherin , el chico Malfoy junto a su grupo de amigos y Kathleen cerca de ellos. No buscaba amigos como tal, simplemente no quería permanecer sola toda su estadía en Hogwarts.
―Entonces...―soltó la chillona voz de Pansy Parkinson. Kathleen suspiró y se volvió a ella, repitiéndose que solo respondía al llamado por la pureza de su sangre.―¿Te sientes emocionada por tener clases con Moody?―sonrió maliciosamente.―Se dice que fue el auror más interesado en localizar a tu familia.
―Lo fue.―afirmó Kath.
―¿Y no tienes miedo?―preguntó una otra chica a un lado de la pelinegra, recargando su mejilla en la palma de su mano.
A Kathleen le parecía de lo más turbio que realmente parecía interesada en aquello, pero la expresión en su rostro permaneció neutra.
―Dime.―suspiró con pesadez.―¿Los atrapó? Bien, la respuesta a tu pregunta es la misma.
El grupo quedó en silencio un momento y luego siguió con lo suyo, al igual que una molesta Kath volvió a su desayuno. Malfoy mordió el interior de su mejilla, debatiéndose aún en si debió haber interferido o dejarla por su cuenta, pero dejó de lado sus pensamientos ante los llamados de Blaise Zabini para hablarle de una bobería.
En su lugar, Kathleen bufó. Con anticipación su tío Edmund había advertido que lo más probable era que en especial los sangre pura preguntaran lo que había pasado en la caída del Señor Tenebroso, aún cuando en ese entonces ella era apenas una nena.
Pero por supuesto que Kathleen lo sabía, por amor a Morgana. Había sido el orgullo de su padre durante todos esos años, ya que no había sido precisamente lo más agradable salirse con la suya, pero las recompensas vendrían después.
El profesor al que los prefectos se habían referido la noche anterior como Severus Snape, el jefe de su casa, pasó por la alargada mesa repartiendo tubos de pergamino con una expresión que Kathleen dedujo que aquel hombre no era de muchas palabras, pero eso le parecía perfecto. Cuando llegó frente a ella, el profesor paró lentamente.
―¿Kathleen Sallow?―preguntó, ganando como respuesta un simple asentimiento.―Acompáñeme.
Sin rechistar, Kathleen tomó sus cosas y siguió al profesor hasta la salida del Gran Comedor, cayendo en cuenta que el hombre se dirigía de vuelta a las mazmorras. En medio del camino, comenzó a hablar.
―Hogwarts no es muy diferente a Ilvermorny, como podrás ver.
―Aún no lo compruebo.―se sinceró Kath.
―Lo harás.―dijo Snape con un asentimiento.―Como todos los estudiantes a partir de su tercer año, tendrás que tomar dos asignaturas de optativa a tu completa elección.
Kath alzó una ceja.
―Pensé que permanecería con las asignaturas de Ilvermorny.―no pudo evitar sacar a la luz su confusión.
―Tu padre me contactó personalmente, cree que deberías hacer un cambio.
―¿Quién es usted y cómo conoce a mi padre?―se atrevió a preguntar.
―Severus Snape, el jefe de tu casa al cual debes otorgar respeto.―se limitó a contestar.
―Por supuesto, profesor.―murmuró.
El profesor Snape le indicó que se diera paso a la mazmorra que al parecer era su despacho, le indicó que tomara asiento frente a el escritorio mientras él rebuscaba en las gavetas del mismo.
Sacó un sobre blanco y lo impulsó con sus dedos sobre la mesa, mientras seguía rebuscando. Kath tomó el sobre y de inmediato identificó la caligrafía de su padre; torció la boca y continuó leyendo como su padre amablemente pedía un cambio de asignaturas.
―Léelo y considera tus nuevas asignaturas.―le entregó una especie de folleto con el escudo y lema del colegio; Kathleen lo tomó con una mueca y comenzó a leer.
Snape tomó un nuevo pergamino y comenzó a apuntar repetidas veces con la varita, dejando las palabras ya escritas en él. El profesor dio un buen tiempo a Kathleen para decidir, pero la castaña dudaba si el hecho de estudiar las runas antiguas sería más interesante que estudiar criaturas mágicas. Procuró no hacer muecas de desconformidad y le señaló con un dedo las asignaturas que creía correctas para su padre.
―¿Runas Antiguas y Aritmancia?―el profesor alzó una ceja. Kathleen asintió.―Bien.
Golpeó el pergamino nuevamente con la varita y las nuevas clases quedaron marcadas en él, lo tomó y lo entregó hacia Kath, quien simplemente agradeció y se retiró de la mazmorra.
Había sido un primer día agotador para Kath, primeramente no dejaba de martillarse la cabeza preguntándose a si misma qué había de mal con aquellas asignaturas que tomaba en Ilvermorny y porqué su padre querría cambiarlas; se encontraba mentalmente exhausta. Casi por el mismo lado, tanto en las clases de Runas como en Aritmancia las compartía con aquella sangre sucia de los mundiales de quidditch. Hermione Granger era su nombre y le resultaba insoportable que en cada hora de clase quisiera abrir la boca con tanta insistencia.
Las únicas clases que compartía con Draco Malfoy eran aquellas que eran obligatorias para todos y que compartían con otras casas, principalmente Gryffindor.
Kathleen no entendía la rivalidad, pero Draco se había preocupado en explicarle detalladamente el porqué y cómo fastidiarlos, y al parecer, lo lograba.
Cerca de la cena, dos chicos con apariencia de gorilas que se la pasaban detrás de Draco corrieron hacia ellos y le tendieron al chico un periódico, específicamente El Profeta.
Lo leyó con rapidez y al terminar soltó una risotada, inclinando el periódico hacia Kath para que leyera ella también, pero Kath no entendió qué era lo que daba gracia.
―Ahí vienen.―le hizo saber a una confundida Kathleen.―¡Weasley! ¡Eh, Weasley!
Harry Potter, la sangre sucia y el pelirrojo de la última vez se volvieron hacia ellos, los chicos que perseguían a Draco y él mismo se encontraban muy sonrientes.
―¿Qué?―contestó Weasley de mala gana.
―¡Tu padre ha salido en el periódico!―anunció Draco, alzando el ejemplar de El Profeta; hablaba muy alto, lo cual llamó la atención de todos los que se hallaban en el vestíbulo.―¡Escucha esto!
MÁS ERRORES EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Parece que los problemas del Ministerio de Magia no se acaban, 140 escribe Rita Skeeter, nuestra enviada especial. Muy cuestionados últimamente por la falta de seguridad evidenciada en los Mundiales de quidditch, y aún incapaces de explicar la desaparición de una de sus brujas, los funcionarios del Ministerio se vieron inmersos ayer en otra situación embarazosa a causa de la actuación de Arnold Weasley, del Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.
Malfoy levantó la vista.
―Ni siquiera aciertan con su nombre, Weasley, pero no es de extrañar tratándose de un don nadie, ¿verdad?
Kathleen formó una mueca, eso había tenido que doler, pero finalmente sabía que no podía esperarse mucho de los traidores a la pureza de sangre.
Draco volvió a alzar la voz, continuando con el articulo.
―¡Y viene una foto, Weasley!―añadió frente a todos, dando vuelta al pergamino.―Una foto de tus padres a la puerta de su casa... ¡bueno, si esto se puede llamar casa! Tu madre tendría que perder un poco de peso, ¿no crees?
Pero eso era otro nivel, así que Kathleen solo rodó los ojos y a pequeños pasos se fue alejando de la escena, hasta estar cerca de un metro de distancia.
―¡Ah, Potter! Tú has pasado el verano con ellos, ¿verdad?―dijo Draco una vez más.―Dime, ¿su madre tiene al natural ese aspecto de cerdito, o es sólo la foto?
―¿Y te has fijado en tu madre, Malfoy?―intervino Potter.―Esa expresión que tiene, como si estuviera oliendo mierda, ¿la tiene siempre, o sólo cuando estás tú cerca?
Si es que Kathleen tenía algo por decir, era que Harry Potter se había metido en territorio equivocado.
―No te atrevas a insultar a mi madre, Potter.
―Pues mantén cerrada tu sucia boca.―le contestó el nombrado, dando media vuelta. Y en un rápido movimiento, Malfoy ya tenía su varita en mano, apuntándolo.
―¡AH, NO, TÚ NO, MUCHACHO!―interrumpió el aclamado profesor Moody.
Aquel hombre había sacado su varita y agitando hacia en dirección a Draco, lo había convertido un hurón.
―No me gusta la gente que ataca por la espalda.―gruñó Moody, volviendo a apuntar al hurón con la varita.
El animal se elevó tres metros en el aire, cayó de golpe al suelo y rebotó. Pero de inmediato Moody volvió a alzarlo mientras el hurón botaba cada vez más alto, chillando de dolor.
Kathleen miraba la escena con evidente molestia, pero se debatía entre si interferir o no. Lo único que sabía, era que lo estaban lastimando. Su pie golpeaba con insistencia el piso, dudando, comenzó a tantear su varita.
―¡Profesor Moody!―exclamó una voz horrorizada, y Kath suspiró de alivio al ver a la profesora McGonagall.
Después de que la profesora le explicara brevemente al que se hacia llamar profesor que en ese colegio no se usaba la transformación como castigo, convirtió al hurón nuevamente en Draco de inmediato, y por un instante Kathleen quiso acercarse a él, pero algo se lo impedía.
Moody indicó a Malfoy que se adelantara al despacho del profesor Snape para una charla; y una vez más su mirada chocó contra los pesados ojos de Kathleen, quien se mantenía apretando con fuerza su mandíbula. Negó, aun sosteniendo la mirada, y sin más dio media vuelta de regreso a las mazmorras.
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