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🌼Capítulo 8

Experimento “Una Alfa para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos:

El asunto no va a ser tan fácil como esperaba. Pensé que a mamá le gustaría que Nayeon unnie fuese a rescatarla. Pero en lugar de eso, ambas se enfadaron mucho al enterarse que yo había desmontado la cama. Pero aún no me daré por vencida. 

Todavía tengo otra idea para conseguir que mamá se case con Nayeon unnie. Voy a asegurarme de que unnie le proporcione todas las cosas que a mamá le gustan. Todas las cosas que una mamá alfa tendría que regalarle a una mamá omega. Las cosas que a ella la harían llorar de felicidad y no de tristeza.

Experimentos 4 al 7:  Mamá y Nayeon unnie.

Objetivo: Provocar situaciones en las que Mamá y Nayeon estén solas con el fin de que se conozcan mejor y hagan funcionar el 99,4% de afinidad en lugar de afligirse por el 0,6% que las separa.  ¡Es mamá la que se alborota por esa insignificante diferencia!

Procedimiento: Hacer que Nayeon unnie le proporcione a mamá todo lo bueno que ese alfa nunca le dió.

—Empieza a cavar un agujero allí, cerca de la escalera del balcón de la casa. Y yo cavaré por este lado —Le ordenó Nayeon a Tzuyu, comenzando con la tarea.

—Sí, señora —Respondió la menor, dócilmente.

Nayeon la dejó trabajar un momento antes de hablar.

—¿Qué sucedió anoche?

—Bueno, yo... desmonté la cama de mamá. —Respondió la pequeña alfa, sin titubear.

—¿Me puedes explicar con qué fin?

—Para que pudieras rescatarla. Nadie antes que tú lo había hecho nunca —Explicó, al tiempo que se secaba el sudor de la frente —Así ella podría sentirse como la princesa de un cuento de hadas. Tú sabes que le gustan esas cosas, y yo creo que ella nunca antes se ha sentido como una princesa.

—Yo agradezco mucho tu ayuda, Tzuyu. ¿Pero no pensaste que tu madre pudo haberse hecho daño? —Se detuvo Nayeon, para tentar a la lógica de la niña.

—Nunca fue mi intención hacerle daño.

—Creo que deberías decírselo a ella, no a mi —Aconsejó la castaña, mientras echaba tierra de abono y fertilizante en el agujero que acababa de hacer.

—¿Por qué plantamos los rosales?

—Porque si no lo hacemos, se van a morir. Y no quiero ver la expresión de tu madre si eso sucede...

—Y tú esperas que florezcan, ¿Verdad?

—Sí, espero que al ver cuán bien se cultivan los rosales, también ella decida plantar sus raíces aquí, pero que tardarán un tiempo en florecer porque no se las puede apresurar. ¿Entiendes lo que intento decirte?

—Sí. ¿Quieres que deje de ayudarlas? ¿No es eso? —Consultó Tzuyu, cabizbaja.

—Eres lista, niña. Siempre he apreciado ese rasgo de tu personalidad. Y no me importa que me ayudes, siempre y cuando yo te lo pida. ¿De acuerdo?

—¿Estás segura de que no puedo ayudar un poquito? —Insistió Tzuyu.

—Ahora que lo mencionas, claro que sí. ¿Por qué no riegas estas plantas en lo que busco a tu madre para mostrarle como quedaron? —Respiró con calma —Estoy segura de que pronto floreceran más amarillas que nunca. —Musitó la alfa muy esperanzada, pero Tuzyu sabía muy bien que ella no se refería a los rosales.

Unas semanas más tarde, Nayeon sorprendió a Jeongyeon contando el dinero que había sacado de su cartera. Eran unos pocos billetes, seguramente todo su capital.

Mientras se alejaba de allí en dirección al porche, un pensamiento repentino la hizo maldecir entre dientes. Con toda la agitación de los últimos días, Nayeon había olvidado acompañarla a cobrar el cheque que le debía Seungwan, el propietario del restaurante en el que trabajaba.

Aunque, para su propia tranquilidad, le había reparado el coche e incluso llenado el depósito de gasolina. Además había mantenido una interesante discusión con la dueña del apartamento, la señora Kim.

—¿Nayeon? —Llamó aquella dulce omega, mientras se acercaba al porche.

—¿Qué necesitas, amor?

Jeongyeon parecía preocupada, pero no por eso dejó de ruborizarse al oír la cariñosa palabra que había comenzado a utilizar la alfa, para referirse a ella.

—Hoy debo ir a la ciudad por el día, ¿Recuerdas que te lo había mencionado? —Señaló la omega, poniendo a batallar a sus trémulos dedos nerviosos. Nayeon respiró de su dulce aroma.

—¿Necesitas que te lleve? —Se apuró la alfa a responder.

—No, iré en mi coche —dijo la pelinegra, evitando mirarla —Tengo... algunas cosas que hacer hoy.

—Cosas. —Asintió Nayeon, sonriendo ante su vano intento de no oírse misteriosa, la verdad es que su respuesta solo la colmaba de más intrigas.

¿Pero qué clase de cosas serían aquellas? No pudo evitar preguntarse la alfa. Seguramente cosas que haría para añadir más barreras entre ambas. Jeongyeon enfrentó su mirada con decisión.

—Tengo que encontrar trabajo y un lugar donde vivir. —Musitó entonces, intentando persuadir a la alfa.

—Estuviste de acuerdo en ser mi invitada hasta el día de nuestra cita por las Fiestas de fin de año —Le recordó Nayeon, en el tono más suave que le fue posible.

—Tienes razón, así fue. Pero debo acudir a una entrevista. Verás, es un proyecto que he estado elaborando desde hace mucho tiempo, y si no lo hago hoy, ya no podré realizarlo en otra ocasión y...

—Suena a algo importante, amor. —Aseguró la alfa castaña, sin poder evitar verse más interesada que antes.

—De hecho, lo es. Probablemente llegaré tarde y me preguntaba si tu podrías cuidar de Tzuyu en lo que regreso —Musitó, vacilante y apenada. ¿Con quien más iba a dejarla, sino?

—Por supuesto que sí. ¿De verdad que no quieres que te lleve a la ciudad? —Musitó Nayeon, poniéndose en pie.

—Gracias, pero esto es algo que tengo que hacer sola. —Replicó Jeongyeon con gesto decidido.

—¿Regresas a cenar? —Consultó la alfa, preocupada por su silencio.

—Creo que sí, pero si tengo que tardar, llamaré por teléfono.

Sin decir nada más se dirigió al coche, dejando la dulce estela de su cálido aroma. Al poco tiempo el vehículo desaparecía por el camino de entrada envuelto en una nube de polvo.

Efectivamente, Jeongyeon regresó tarde, cansada y hambrienta al anochecer. Su entrevista había durado casi ocho horas. Había llamado para avisar que volvería tarde y Nayeon prometió tener lista la cena. Se detuvo en el vestíbulo, absorbiendo la quietud y el silencio, aliviada por la solidez del entorno. Incluso era capaz de percibir la bienvenida de los susurros del pasado cobijados en cada rincón, en cada grieta de la estancia. Había llegado a casa.

—¿Nayeon...? —La llamó la omega, preocupada por el silencio impoluto.

—Estoy aquí, amor.

La voz venía del despacho. Al abrir la puerta entornada, Jeongyeon se quedó mirando el interior completamente sorprendida.

Donde quiera que se posaba su mirada habían cestos y floreros con rosas amarillas. En medio de la habitación, la alfa había puesto una mesa para dos. Los cubiertos, los cristales, la porcelana de la vajilla brillaba a la luz de la habitación, las finas copas desbordaban de un riquísimo vino tinto cabernet sauvignon y junto a la mesa había un carrito con fuentes cubiertas de las que se desprendía un delicioso aroma que hicieron que la boca de Jeongyeon se hiciera agua.

—Pero, ¿qué es todo esto? —Jeongyeon murmuró cuando pudo recobrar el habla.

—Es para ti. Eunmi y yo pensamos que llegarías exhausta y me ayudo a tener todo listo para cuando regreses, estaba esperándote.

Los ojos de Jeongyeon se llenaron de lágrimas. Tuvo que admitir ante sí misma que nunca nadie la había hecho sentirse tan especial. Nayeon se aproximó al notar su cambio de semblante.

—Amor, ¿estás llorando? —Se preocupó la alfa.

—¿Como crees? Nunca lo hago... —dijo la omega, al tiempo que se secaba los ojos.

—¿Tienes hambre? —Sonrió Nayeon ante su habitual resistencia y terquedad.

—Estoy hambrienta. —Asintió en un sollozo ahogado.

—Entonces cenaremos de inmediato. Siéntate, por favor.

—¿Me has esperado? ¿A mi? —Consultó la omega con la voz repleta de incredulidad. ¿Quién era ella para recibir tantos detalles y muestras de interés de su parte?

—No quise que cenaras sola.

—Oh vaya, gracias —Murmuró la omega conmovida mientras se acercaba a la mesa —Ten cuidado porque podría acostumbrarme a todo esto, ¿Sabes?

—Cuento con ello, cariño. —Aceptó la alfa aquel comentario, con entusiasmo.

—¿Me esperas un segundo? Quiero lavarme las manos. —Musitó Jeongyeon, permitiendo que la alfa deje un suave beso sobre la mejilla.

—Tómate el tiempo que necesites. Cuando vuelvas, podrás disfrutar del aperitivo y de la ensalada que preparé para ti. —Guiñó la alfa viéndose tan irresistible como acostumbraba y dejando a la omega más aturdida que nunca.

—¿Aperitivo? Estoy impresionada —habló en tono jovial, con las lágrimas rodando por las mejillas.

Jeongyeon fue al baño situado al final del vestíbulo. Frente al espejo se reprendió durante cinco minutos. ¿De qué demonios tenía tanto miedo? ¿Por qué no podría aceptar la gentileza y el evidente interés de parte de Nayeon? No quedaba obligada, ni tampoco tendría que devolverle su generosidad. Ni siquiera tenía que casarse con ella, por mucho que lo deseara. ¿Desearlo? Sus ojos se abrieron de par en par, incrédulos ante el entusiasmo de su loba ingenua. No, no era posible que siguiera creyendo en la posibilidad de ese ridículo lazo. No podía haberse enamorado de Nayeon tan de prisa. ¿Es que todavía no había aprendido la dura lección? ¿Es que no sabía que los alfas amaban tan solo hasta que se presentaba el primer problema o las responsabilidades comenzaban a pesar, sin importar su sexo? ¿O hasta que aparecía alguien mejor que atraía su débil interés?

“Pero Nayeon no es Hansol” insistieron las voces internas. Claro que Nayeon era diferente a su ex, pero ella tenía que preocuparse por el bienestar y el futuro de Tzuyu, no podía arriesgarse a hacerla sufrir si fracasaba su supuesta relación con Nayeon. Porque si volviera a fracasar, entonces no habría perdido solo un ex.

Las lágrimas volvieron a reaparecer en sus ojos y le nublaban la vista, pero tampoco debía olvidar que casi había llegado a la meta propuesta hacía cinco años. Se había probado a sí misma que podía ser una buena madre, que podía criar y mantener a Tzuyu con su propio esfuerzo, y había dado el último paso hacia su objetivo más importante, conseguir...

—Omega, ¿te has quedado dormida ahí dentro? —Se oyó preocupada la alfa.

—No. —Se apresuró a responder, sorbiendo la nariz.

—¿Todo va bien?

—No muy bien. Las... voces me están hablando otra vez. —Titubeó Jeongyeon, antes de confersar.

—¿Las mismas que hiciste callar cuando nos conocimos?

—Las mismas.

—¿Y qué te dicen ahora? —Preguntó la alfa con deseo inmenso de descubrir lo que pasaba por la mente de esa temerosa mujer.

—Me dicen que tú no eres Hansol...

—¡Vaya, me empiezan a gustar esas voces, cariño! —Habló Nayeon con evidente entusiasmo.

—¿De verdad? Son las mismas que una vez me aconsejaron que durmiera con mi ex, antes de casarnos.

—Huh, ya entiendo el problema. —No se abstuvo de comentar la castaña, comprensiva.

—Y ahora no sé qué hacer —Susurró la omega, enjugándose las lágrimas que no cesaban de correr por sus mejillas.

—¿Qué te parece si abres la puerta y vamos a cenar?

—Tú no lo entiendes, ¿Verdad? —dijo al tiempo que se asomaba ante sus ojos.

La alfa la miró sonriente.

—Entonces Jeongyeon-ah, ¿Cuál es el problema? Dímelo tu.

—¿Cómo puedo confiar en ellas, después de sus malos consejos?

Nayeon le acarició las mejillas refugiada en el amargo desaliento de su hermosa mirada cálida.

—Amor, tal vez esas voces se han vuelto más sabias desde entonces, ¿No lo crees?

El tono, la voz y la forma con la que Nayeon le habló, hicieron que Jeongyeon comenzara a cambiar de parecer. Ella no lo había pensado de ese modo y eso la alegró tremendamente. Entonces las tripas le rugieron tan fuerte, que hasta la alfa se rió al oírlas.

—Creo que será mejor ir a cenar, ya mi estómago me reclama comida.

—Me parece perfecto, vamos a cenar. Encenderé las velas y así no veré las arrugas que, según Tzuyu, tienes en torno a los ojos.

Jeongyeon se echó a reír.

—Así que te comentó lo de las arrugas, ¿Huh?

—Ella fue quien sugirió lo de las velas.

—Me encanta. Uno de estos días esa niña va a ir demasiado lejos.

—Me temo que ese día está a la vuelta de la esquina.

Entraron al despacho compartiendo aquella sonrisa cómplice.

—Toma asiento. Hay ensalada y trocitos de tortilla hecha en casa para tomarlos con la salsa que Lee preparó personalmente.  Y de primer plato tenemos...

Las luces se apagaron justo cuando Nayeon corría la silla para que Jeongyeon se sentara. La omega dio un traspié hacia adelante, se enredó en la pata de la silla y cayó pesadamente encima de Nayeon que no tuvo tiempo de anticipar el golpe. Antes de desplomarse como un árbol derribado, la alfa se aferró al mantel, llevándose en la caída a Jeongyeon y todas las cosas sobre la mesa. Los platos, las copas, los cubiertos, las flores y la comida cayeron sobre ellas cuando al fin aterrizaron en el suelo, la alfa de espaldas y la omega sobre su pecho.

—¿Jeongyeon, te has hecho daño? —Preguntó Nayeon con ansiedad al tiempo que la tocaba para asegurarse de que seguía intacta

La omega pelinegra levantó la cabeza y miró alrededor desorientada. Un gesto inútil ya que la habitación seguía a oscuras.

—No creo... ¿Qué sucedió?

—Se fue la luz.

—¿Y tú estás bien? —Preguntó alarmada al ver una expresión extraña en el rostro de la alfa —¿Qué pasa?

—Nada, solo que la salsa y los trozos de tortilla me corren por el cuello.

—¿De verdad? Yo puedo ayudar con eso...

—¿Qué estás haciendo? ¡Diablos! ¿Estás comiendo de mi cuello, Jeongyeon-ah?

—Tengo hambre. —Una risilla hizo bailar a la loba de la alfa —¿Quieres un trocito?

—Sí, quiero un trocito, pero de ti.

Nayeon tiró lejos el trocito, pero metió las manos en el pelo de Jeongyeon y se unió a su boca con sorprendente certeza. La salsa se mezclaba con ese sabor tan delicioso, que la alfa se habría pasado la vida besando esa boca. Luego, Jeongyeon rodeó la cara de Nayeon con las manos y recorrió cada una de sus facciones. La frente, los pómulos, sus suaves y apetecible mejillas y sus deliciosos labios rojos.

—¿Te hago daño? —Preguntó al darse cuenta que todo su peso estaba sobre su cuerpo con todo el peso del suyo —Nos cayó encima hasta el más mínimo detalle que había sobre la mesa.

—Es porque en la caída me llevé el mantel y con el arrastré todo sobre nosotras, amor —Murmuró la alfa, al tiempo que volvía a colocarle las manos sobre sus propias mejillas para que continuara con sus caricias —¿No te has dado cuenta de que nos adaptamos la una a la otra en muchas cosas? Somos tal para cual, omega.

—¿Cómo cuáles? —Murmuró Jeongyeon, al sentir los labios de la alfa sobre su cuello.

—Déjame enseñártelo.

Nayeon apartó las piernas y Jeongyeon quedó encerrada en ese espacio. Sus cuerpos quedaron tan estrechamente unidos que podía sentir todos los músculos de la alfa bajo su cuerpo y la armonía que había entre los miembros de sus cuerpos.

—¿Sientes cómo nuestros cuerpos se ajustan y se acoplan perfectamente?

—No puedes estar cómoda con el peso del mío sobre ti —Protestó la omega, intentando apartarse, para romper con el encanto.

—¿No me entiendes? Eres perfecta. Nuestros cuerpos se adaptan maravillosamente Jeongyeon, nunca me había sucedido con otra omega —Le susurró estrechándola más aún mientras la acorralaba con las manos, la boca y la dulzura de su voz profunda y seductora —En lo que respecta a mí, si necesitas un lugar donde refugiarte, mis brazos te esperan. Siempre estarán abiertos para ti, amor. Cuando seamos viejitas y ya no tenga demasiadas fuerzas, mis brazos todavía podrán abrazarte porque solo estoy aquí para ti...

Las lágrimas de Jeongyeon se mezclaron con la salsa en el cuello.

—Y ahora prepárate para mi proposición de matrimonio del día de hoy. Aquí va...

En ese instante se abrió violentamente la puerta, y un haz de luz del exterior penetró en la habitación dejando al descubierto el desolador espectáculo.
Jeongyeon intentó zafarse del abrazo de Nayeon, pero esta no la soltó, al contrario, la atrajo más contra su cuerpo.

—¿Qué estás haciendo ahí, mamá? —Se extrañó la pequeña alfa al reconocer a su madre tendida sobre su unnie.

—Se fue la luz, entonces no pude ver dónde pisaba y tropecé... —Tartamudeó la omega.

—Pero... ¿y las velas?  Se suponía que iban a encenderlas. —Repeochó la menor ahora en búsqueda de la mayor.

La cabeza de Nayeon apareció bajo la de Jeongyeon.

—Jovencita, si descubro que has tenido algo que ver con esto, vas a pagarlo muy caro esta vez...

La puerta del despacho se cerró de golpe y unos pies descalzos corrieron por el pasillo. Dos minutos más tarde volvía la luz.

Nayeon ayudó a Jeongyeon a ponerse en pie y juntas contemplaron cómo la lechuga, la salsa, las rosas y el vino cubrían la gran alfombra del suave color crema.

—¡Maldición! Jeongyeon mira esos platos rotos, pudimos habernos cortado. Tendré que hablar con esa mocosa mañana por la mañana. Mientras tanto veo que todavía hay un par de fuentes intactas. ¿Qué te parece si nos damos una ducha y volvemos en diez minutos para dar buena cuenta de ellas?

Jeongyeon miraba horrorizada.

—No sabes cómo siento todo este desastre, Nayeon. Quiero ayudarte a reparar los daños que hemos causado. —Se apenó la omega, incapaz de volver a encontrarse en su mirada.

—Tú no tienes nada que pagar, omega. Y ahora corre a ducharte, por favor, no quiero que te enfermes. —Señaló Nayeon, furiosa ante su idea de remediarlo todo.

En un segundo, Jeongyeon desapareció de la habitación con cierto fastidio, en parte por la extraña actitud que desconocía de su hija y en otra, por el tono de Nayeon. Ya hablaría con ella…

Después de que ambas subieran a cambiarse, cenaron sin mayores convenientes pero el ambiente se había vuelto demasiado distante para recuperarlo.

Al día siguiente, habían decidido ir a la ciudad a realizar algunas compras.

La mayor parte del paseo había sido sobre Nayeon intentando suplir con sus preocupaciones como si fuera su responsabilidad, y aquello no sólo había logrado que la paciencia de la omega incrementase, sino su irritación y su dulce aroma.

Ya estaban de regreso cuando Jeongyeon se hizo a un lado de la carretera.

—¿Qué quieres decir con que nos hemos quedado sin gasolina? Nayeon, te puedo asegurar que llene el tanque de gasolina el día que fui a la ciudad. —Exclamó, incapaz de creer a su deducción.

—Y si mal no recuerdo eso fue hace tres días. —Graznó la alfa, meciendo la cabeza, sumergida en sus pensamientos.

—Y todo esto sucede por culpa tuya, tú insististe en venir a la ciudad en mi coche.

—Si la memoria no me falla, había una buena razón, quería que el mecánico lo revisara mientras hacíamos las compras en el supermercado. Si todavía quieres irte en este trasto hacia otra ciudad, me sentiría mejor sabiendo que por lo menos podrás llegar en él. —Reprochó la alfa en su dirección.

—Muchas gracias. Pero ahora estamos paradas en medio de la nada como una pareja de adolescentes en su primera cita —Espetó la omega, furiosa.

—¿Qué tienes en contra de la civilización, omega?

—Me gusta contar con un amplio espacio entre mis vecinos y yo.

Nayeon salió del coche, sacó las bolsas de la compra de la parte trasera y se echó a andar.

—¿No vienes? —Preguntó la alfa, al ver que ella la veía desde atrás, aún sentada en el volante.

—¿Queda muy lejos el rancho? —Consultó Jeongyeon, una vez pudo alcanzarle el paso.

—Bastante lejos, creo que llegaremos a la hora de cenar... —Comentó con una sonrisa burlona al notar la expresión de Jeongyeon —Pero espero que alguien pase por aquí y nos lleve al rancho. Y cuando lleguemos, tendré que matar a tu hija nuevamente.

—¿Tzuyu? ¿Qué tiene que ver con todo esto? —La pelicorta se volvió para mirar el coche —¡Oh, no puede ser!

—Oh claro que sí, apostaría a que sí. Tú misma dijiste algo de que los adolescentes suelen quedarse sin gasolina en su primera cita. ¿Y sabes por qué maquina todas estas tretas?

—Ya lo sé, pero no puede seguir haciéndolo. Tenía que haberle bastado con ese pésimo truco del dormitorio.

—Aunque te confieso que a mí me gustó más el apagón en el despacho. Ese truco casi funcionó. ¿No crees tú? —Preguntó la alfa con una sonrisa burlona.

Jeongyeon se ruborizó hasta la raíz de los cabellos, para deleite de Nayeon.

—Hablar con ella no ha servido de nada —Observó Jeongyeon, ladeando la mirada lejos de la alfa.

—¿Y para qué demonios querría dejarnos solas en medio de la nada, como dices tú?

—Quizás para que conversemos, o solucionemos nuestras diferencias, o simplemente para que nos besemos. ¿Quién podría saberlo? Si ya no podía con su forma de pensar a los cuatro años, menos la entiendo ahora que tiene trece —Comentó la pelinegra con un hondo suspiro.

—¿Y Choi? ¿Cómo llevaba a la niña?

—De la misma manera que afrontaba todas las cosas. Huyendo. —Intentó ignorar el tono de reproche que se le escapó de los labios y falló ridículamente.

—¿Le intimidaba la inteligencia de su propia hija? —Espetó la alfa, con incredulidad.

—Creo que sí. ¿Y a ti? —Jeongyeon la buscó con interés en sus lindos y cálidos ojos.

Nayeon evitó sonreir al descubrir que ella estaba analizando sus respuestas. Quizás estaba muy cerca de ganarse su confianza.

—Para nada, lo único que me molesta es que presiento que no va a parar con estas insensateces. Hablar con ella es poco para detenerla. —Dedujo Nayeon, pensativa.

—No creo que eso surta efecto, quizás solo deberíamos ignorarla. De todos modos la solución se nos escapa de las manos. Creo que ha llegado la hora de hacer un serio esfuerzo para encontrar trabajo y un lugar donde vivir.

—Pensé que habías dicho que te quedarías hasta después de las Fiestas.

—¿Y seguir alimentando las esperanzas de mi hija? No creo que le haga bien gastar sus energías en su intento por vernos a una en brazos de la otra. Solo terminará frustrada y furiosa —Comentó Jeongyeon, desalentada.

Nayeon le acarició el pelo.

—Entonces, según tu deseo, la vamos a ignorar. Jeongyeon, insistes en que no quieres implicarte en una relación sentimental, pero de hecho ya lo estamos.

—No, yo...

—La verdadera pregunta es ¿Por qué te asusta tanto admitirlo? —La interrumpió la alfa —¿Qué daño te haría a ti o a tu hija confesar que sientes algo por mí?

—Porque sería muy doloroso para todos cuando la relación se acabe. Y le causaría a Tzuyu un daño irreparable, no podría perdonarme otra vez la idea de decepcionarla.

—¿Acabar? ¿Y por qué estás tan segura? —preguntó la castaña consternada, al tiempo que dejaba las bolsas en el suelo —¿Quién dice que tiene que terminar?

Con profundo desaliento, Jeongyeon se detuvo en medio del camino solitario, rodeada de un paisaje de infinitas posibilidades.

—Lo digo yo. Ya lo verás, siempre sucede así…

El silencio fue absoluto hasta que llegaron a casa.

Nayeon estuvo tentada a preguntar nuevamente sobre el inmenso incremento de su aroma, pero todo se detuvo cuando la omega se paralizó en la puerta y jadeó ahogado.

—Amor, ¿Estás bien?

—S-si, estoy... —Tragó incapaz de mover un solo dedo —Cielos... —Suspiró, sofocada.

Nayeon estaba de pie justo detrás de ella y no era capaz de ver las expresiones con las que se contenía, pero lo que si llegaba a ella era su incontenible...

—Jeongyeon, tu aroma... —Tragó Nayeon tapándose la nariz. Si volvía a sentir aquel dulce aroma con tanta fuerza sería incapaz de contenerse.

—Diablos, no puede ser... —Meció la omega cuando se apoyó sobre uno de los muros.

—Entraste en celo... —Musitó la alfa castaña, incapaz de inhalar su dulce aroma.

—Necesito, no lo había notado, so-solo, déjame...

—Déjame ayudarte. —Suplicó Nayeon, obligándose a dar los pasos que las apartaban, por temor a ganarse más desconfianza de parte de su omega.

—¡Yo puedo sola! —La detuvo la omega, con la voz alterada —Y-yo puedo... —Jadeó cuando evitó encontrarse con su atractiva mirada —¿Pu-puedes cuidar de Tzuyu en lo que me repongo? Yo puedo sola, yo... Oh cielos, no puedo respirar...

—Todos cuidarán de ella aquí, amor. Yo puedo cuidar de ti...

—Yo puedo cuidarme sola, puedo... —Tarareo al tomarse del marco de la habitación. —So-solo necesito un supresor, solo...

—Recuéstate, le diré a Eunmi que te de uno.

—Pero Tzuyu...

—Solo ve a la cama Jeongyeon. No me obligues a llevarte yo misma, ¿Está bien?

—De-de acuerdo.

Cuando la omega se hubo metido en la habitación, Nayeon apresuró el paso para hallarse con la pequeña alfa bebiendo chocolate con leche, siendo consentida por su ama de llaves.

—Contigo necesito hablar seriamente. —Masculló la alfa, haciendo estremecer a la menor. —¡Eunmi, necesito un supresor, una bolsa de agua caliente, un té de manzanilla y paciencia divina! —Gruñó entre dientes, mientras buscaba entre los cajones con prisa.

—¿Sucedió algo malo? —Tartamudeó la pequeña alfa al ver a su unnie ingresar tan alterada.

—No creo que sea malo, como decirlo...

La chiquilla la miraba atentamente.

—Solo dilo.

—Tu madre entró en celo y pienso cuidar de ella. —Despidió la alfa, tan segura como de costumbre.

Tzuyu la miró con asombro y Nayeon respiró ante la tensión, ¿Porque de pronto le preocupaba la opinión de esa mocosa?

—Tu piensas... —La chiquilla presionó la mandíbula cuando su aroma incrementó. De pronto la idea le parecía descabellada. —¿No puedes solo darle un supresor, y ya?

—Es como la gripe, Tzuyu. Es ridículo darle un supresor cuando ya está en celo.

—Sé que se han besado, pe-pero...

—Escúchame, no le haré daño, solo quiero cuidar de ella. Es lo menos que puedo hacer, supongo que nuestra aproximación y el hecho de que esté tan débil animicamente provocó que su celo aparezca sin que ella pueda prevenirlo.

—Lo-lo entiendo, pero... ¿Cuidar de ella, como? —Preguntó la menor con preocupación.

—Oh Luna... no le haré nada que ella no quiera, no está en sus cinco sentidos niña, no soy un monstruo. —Se horrorizó la castaña al hallar la expresión de pánico de Tzuyu.

—Lo siento.

—Debo cuidar de ella, es mi omega.

—Lo entiendo.

—Mantente a salvo y no hagas travesuras, ¿Puedes mantenerte lejos de los problemas, por ella tan siquiera? —Suplicó la mayor y agradeció de ver un poco de comprensión en la expresión de la menor.

—Lo haré.

—De acuerdo. —Musitó Nayeon, acercándose a la pequeña alfa —Voy a confiar en ti Tzuyu, y tu puedes confiar en que solo pretendo cuidar de tu madre como es debido. ¿Te parece un buen trato?

—Te creo. Me parece un buen trato. —Admitió la menor, asintiendo.

—Genial, ahora intenta no aparecer por allí, hasta que yo te lo indique, ¿De acuerdo?

—De acuerdo. —Asintió reiteradas veces.

—Buena chica. —Nayeon masajeó el hombro de Tzuyu, antes de recibir los supresores que le entregó Eunmi junto a lo que había pedido, tomar lo correspondiente para mantener en línea a su loba y no morderla a la primera oportunidad, y preparar uno para su omega.

Nayeon agradeció a Eunmi lo pedido y se apresuró a ir detrás de su omega. Si todo salía bien, solo debería cuidar que se mantenga alimentada e hidratada en lo que superaba el celo.

Algo me dice que habrá mucho más que "superar el celo"

Hola Tu, sé que he estado muy ausente, la verdad es que siento mucho pendiente aquí contigo, con la cuenta y los libros sin terminar pero he estado superando algunos asuntos de mierda, entre ellos la falta de inspiración y una gripe de mierda que no parece acabar jamás.

Lamento no poder traer el texto completo, pero estoy trabajando en la parte que sigue y en el resto de los libros que siempre intento que tengan más palabras♡

Gracias por la paciencia y por el amor que le das a esta cuenta Tu, mantente a salvo, toma awita y se feliz, tamito♡

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