🌼Capítulo 7
Experimento "Una Alfa para Mamá"
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos:
Los experimentos resultaron bien. Nayeon unnie hizo exactamente lo que yo esperaba. Me gusta ella, me gusta como esposa de mi mamá y como mi madre. Es un poco severa y estricta en ciertos aspectos, pero buena persona y razonable. Incluso después de descubrir lo que yo había hecho, no puso el grito en el cielo, ni nada parecido. Aunque siempre me llama «chica, niña», no me trata como si lo fuera. Ahora me está castigando por mentirosa, pero está bien. El castigo va a ser divertido, si exceptuamos la limpieza de la cabaña. Siempre quise ser ranchera, aunque sea por un par de semanas.
Me sorprendió su reacción cuando le conté lo de irnos, se puso como loca. Pero al menos ya lo sabe. Puede ser que logre detener a mamá a tiempo. No quiero irme a de aquí. Quiero quedarme en Seúl e ir a la universidad aquí, y quiero quedarme con Nayeon unnie. La verdad es que quiero que sea mi nueva mamá.
Experimento 3: Vivir en casa de Nayeon + Situaciones Románticas = Amor.
Objetivo: Pienso que la gente se enamora más rápidamente cuando pasan juntos mucho tiempo. Pero eso no le sucede a mi mamá. Se le da muy bien decir "¡No!" Y por alguna estúpida razón Nayeon unnie parece tomárselo con calma. Asíque tendré que buscar el modo de apresurarlas un poco a fin de poder disfrutar de una madre antes de cumplir los cincuenta.
Procedimiento: Provocar encuentros en lugares donde se puedan besar.
Nayeon y Jeongyeon estaban discutiendo en el espacioso despacho de la alfa castaña.
—¡Al diablo con la suave persuasión! Tendría que haber sabido que nunca funcionaría contigo, Jeongyeon —gritó la alfa, enojada —¿Qué quieres decir con eso de que te marchas?
—¿Y qué tiene de malo? —gritó la omega también, confiada de que la gruesa puerta del despacho aislara las voces del resto de la casa.
—Yo no vivo ahí y tampoco deberías hacerlo tú. —Solucionó la alfa, para desconcierto de Nayeon.
—¿Te das cuenta de que eso es una ridiculez?
—¿Soy ridícula? ¿Por qué? ¿Porque quiero que te quedes aquí? ¿Porque soy capaz de admitir que sucede algo especial entre nosotras, mientras que tú siempre intentas escapar de lo que nos une?
—Yo no huyo, Nayeon, solo deseo volver a casa.
—¿A casa? ¿Y por qué no lo dijiste antes?
—Porque hasta ahora no se había presentado la ocasión —Balbuceó la omega. Su dulce aroma destacó ante su incomodidad.
—Omega recuerda que acordamos ser honestas la una con la otra. Entonces dime, ¿Por qué te vas? Recuerdo que me dijiste que no tenías raíces y tampoco un hogar como el mío.
—Y no los tengo. Pero en Suwon se encuentra lo más parecido a un hogar que alguna vez haya tenido.
Hogar.
Qué extraña sonaba esa palabra, pero si se reconciliaba con sus tíos, ella y Tzuyu tendrían una familia. Por fin podrían pertenecer a un lugar en vez de andar dando tumbos por toda la ciudad de Seúl.
—¿Todavía piensas que es un hogar después de diez años de ausencia?
—Desde luego —Respondió la omega, a sabiendas de que no era cierto.
—¿Tienes familia allí?
—Mis tíos —admitió —Últimamente mantenemos correspondencia y han expresado su deseo de que vuelva con ellos. Quieren conocer a Tzuyu y que olvidemos los problemas del pasado. Ya no son tan jóvenes y no sé cuánto tiempo podrán valerse por sí mismos. Me parece que lo correcto sería regresar —dijo encogiéndose de hombros.
—Ir allá para reconciliarte con ellos y echar raíces, ¿No?
—Veo que has estado hablando con Tzuyu.
—Te confieso que un poco, y puedo asegurarte que no está muy ansiosa por marcharse de aquí. Y yo tampoco estoy ansiosa, ni quiero que te vayas de mi.
¿Por qué sintió la urgencia incontrolable de su loba de arrojarse en sus brazos y confesarle su deseo de quedarse ahí? ¿Por qué de pronto se le hacía tan dura la idea de volver a su ciudad natal? ¿Y por qué una parte de su ser se empecinaba en negar ese deseo?
—Tomé la decisión de regresar mucho antes de conocerte. —Intentó justificar, Jeongyeon.
—¿Y ahora que ya nos conocemos? —le puso las manos sobre los hombros, en busca de su atención —¿Ahora que nos hemos besado? ¿Qué te dije incontables veces que me interesa estar cerca de ti?
Jeongyeon luchaba entre dos fuerzas opuestas. Por una parte, el anhelo de su omega de hacer un hogar en los brazos de Nayeon y por otra, el miedo a repetir su fracaso sentimental. Y ganaron las voces del miedo.
—Mira, yo me marché de casa en circunstancias desgraciadas, Nayeon... —murmuró la omega, intentando controlar su emoción y sus lágrimas.
—Te casaste y eso no funcionó, pero al menos…
—Estaba embarazada, Nayeon. —dejó escapar Jeongyeon, casi sin aliento.
—O sea que tuviste que casarte por obligación.
—Mis tíos no querían que me casara. Querían que tuviera a mi cachorra y que luego la entregara en adopción. Pero yo me escapé y me casé con Hansol.
—¿Tzuyu sabe la verdadera historia? —Se preocupó la castaña. Jeongyeon meció la cabeza.
—No se lo he contado, pe-pero si alguna vez me lo pregunta, seré franca con ella. No sirve de nada mentirle. Todo lo que tiene que hacer es mirar la fecha de mi boda en el certificado de matrimonio y compararla con la de su nacimiento. No le costará nada imaginarse lo sucedido cuando vea que hay siete meses de diferencia.
—Es muy difícil engañar a una chica como Tzuyu.
—Yo no pretendo engañarla. Entre todos sus fallos, Hansol tuvo un gesto honorable al casarse conmigo. No fue fácil para él. Es un aventurero por naturaleza, así que fue muy valeroso al casarse conmigo cuando todo su instinto lo empujaba a tomar el primer autobús que lo llevara lejos de la ciudad.
—Así que se marchó después de cinco años? ¿Por qué se quedó tanto tiempo? —Dudó Nayeon, intentando unir los cabos sueltos de la historia que le contó Tzuyu y la que comentaba la omega.
Jeongyeon apretó los labios para evitar que Nayeon notara su temblor. Todavía el recuerdo le parecía una oscura pesadilla.
—No se quedó. Se marchó a la primera oportunidad que tuvo. Un mes antes del nacimiento de Tzuyu, para ser exactos. —Admitió la omega, apenada.
—¿Un mes antes?, que maldito hijo de... —Murmuró la alfa, al tiempo que intentaba controlar su ira —Y pasaste los siguientes cinco años persiguiéndolo, ¿No es verdad?
Al oír a Nayeon, a Jeongyeon le pareció que su conducta había sido patética. Pero era tan joven entonces y estaba tan asustada, y tan pobre. En su larga lista de necesidades, el orgullo ocupaba el último lugar.
—Algo como eso. —Musitó la omega, deseando esfumarse en el aire.
—¿Y qué te impidió continuar siguiéndolo? ¿La tal Irene?
—No, eso habría podido sobrellevarlo. La razón fue que hirió a Tzuyu. Le dijo cosas imperdonables, y entonces me di cuenta que era mejor nada, a tener un mal padre. Ella merece solo lo mejor, es una buena niña.
Además en ese tiempo había descubierto que podía arreglárselas sola y que podía salir adelante por sus propios medios.
—Lo siento, Jeongyeon. Debes saber que no todos los alfas son como Choi.
Unos golpes en la puerta le ahorraron la respuesta a la omega. Eunmi asomó la cabeza sonriendo entre la tensión de ese par.
—La cena está servida. La señora Im llegó cuando tenían su pequeña discusión, así que decidió esperarlas en el comedor con la joven Tzuyu y me pidió algo fuerte para beber.
—Sirve ya, Eunmi. Estaremos allí en un minuto —Habló Nayeon, con poca paciencia.
Cuando la puerta se hubo cerrado tras ella, Nayeon se volvió a Jeongyeon.
—Esta discusión aún no ha terminado, omega.
—En lo que a mí respecta no hay más que agregar. Ya que Tzuyu te lo ha dicho, puedes comprender que una relación entre nosotras es imposible.
—Eso lo veremos —añadió Nayeon, con calma —¿Vamos a cenar?
Para alivio de Jeongyeon la cena estuvo muy agradable. Hyobum las entretuvo con historias de la agencia, de las muchas parejas que allí se habían formado, especialmente de los casos más recientes. En un momento, en mitad de una anécdota, Hyobum miró a Tzuyu.
—Cielos, parece que es hora de que cierta jovencita se vaya a la cama.
Jeongyeon le echó una mirada a su cachorra quien se había quedado dormida frente del puré de patatas. Junto a su silla Miss Mopsey roncaba suavemente, al parecer tan exhausta como su dueña.
—La llevaré a una de las habitaciones de invitados. La casa de los trabajadores no es lugar para ella. —Habló la alfa, limpiándole parte de la cara con una servilleta. Jeongyeon se levantó de la silla para ir a su lado.
—Gracias, Nayeon... No sé qué le sucede a esta niña. Nunca la había visto tan agotada. Se diría que se ha pasado todo el día trabajando en vez de dedicarse a explorar el rancho...
Jeongyeon siguió a Nayeon por la escalera. Esta abrió la puerta de una habitación junto a la de ella.
—¿Por qué estás tan segura de que hacemos una buena pareja? ¿Solo porque lo dijo un ordenador? —preguntó la omega, tiempo que retiraba las ropas de cama hacia atrás para cubrir a su cachorra.
—No es por eso, cariño... —respondió mientras preparaba a Tzuyu para descansar. La pequeña parecía haber caído en un sueño profundo.
Jeongyeon admiró con una extraña calidez como la alfa le quitaba las calcetas a Tzuyu, le quitaba el suéter y la acomodaba en una posición cómoda para cubrirla con las mantas.
—Entonces es por lo del beso, ¿No es así?
—Sí —murmuró la alfa, al tiempo que con mucha delicadeza se acercaba a ella —¿Tu no sentiste lo mismo?
Jeongyeon se apartó suavemente, apagó la luz y ambas salieron sigilosamente al pasillo, cerrando la puerta del cuarto tras de ellas.
—Fue solo una respuesta física, Nayeon. Un beso no es suficiente razón para pasar una relación estable. —Se argumentó la omega, para desconcierto de la alfa.
—Pero es un buen comienzo —contestó, al tiempo que acorralaba a Jeongyeon contra la puerta de la habitación —Podría decirse que es una tradición familiar.
—¿Besarse? —preguntó Jeongyeon incrédula, en el pasillo en penumbras, con la respiración agitada desbordante de adrenalina al sentir ese cuerpo rosando el suyo y esos deliciosos labios golpeando su boca.
—Eso es. Verás, de acuerdo a la leyenda, los integrantes de la familia Im siempre reconocen a su lazo predestinado cuando al fin se encuentran y se besan. —Explicó la alfa, acomodando algunas hebras de su cabello sobre su oreja, buscando de su hermosa mirada dulce.
—¿Y cómo lo saben? —Consultó Jeongyeon, con la voz extrañamente ahogada.
—De la misma manera que lo supimos tú y yo, omega, a través de un beso.
—No, no digas eso… —Suplicó Jeongyeon, aturdida por lo que provocaba un poco de su toque y acercamiento eléctrico.
—Es justo que te diga la verdad, ¿Lo recuerdas?
—Parece que no entiendes que no quiero mantener una relación con nadie, Nayeon.
—Eso ya lo has dicho claramente. Sin embargo la pregunta que resta es ¿Por qué? He oído la opinión de Tzuyu sobre el asunto. Me falta oír la tuya, pero no lo haré esta noche. Ambas estamos muy cansadas. Cuando quieras hablar, yo estaré aquí para escucharte cariño. Buenas noches —murmuró al tiempo que le acariciaba la mejilla y dejaba un beso sonoro en la otra mejilla.
Una vez en la habitación que Nayeon le había asignado, Jeongyeon miró a su alrededor con un hondo suspiro. Era más amplia que todo su apartamento, sin incluir el cuarto de baño adjunto.
Un momento más tarde se puso a buscar entre las cajas hasta que encontró el álbum de recortes en la más pequeña. Junto con sus rosales era su bien más apreciado. Lo dejó sobre la inmensa cama adornada con cuatro delgados pilares de madera torneada.
Después de desvestirse y ponerse una camisa de algodón, se dejó caer sobre la cama junto al álbum. ¡Maldito error!
Instantáneamente un extremo de la cama se vino abajo y el colchón se inclinó violentamente hacia la pared enviándola de una voltereta contra la cabecera. Tras golpearse contra la dura madera de roble, Jeongyeon quedó enterrada bajo los almohadones y la ropa de cama. Con un grito apagado intentó zafarse del lío de ropa que la envolvía.
Justo en ese momento se abrió la puerta y se produjo un instante de absoluto silencio seguido de una risilla apagada.
—Seas quien seas, no te atrevas a reírte —ordenó la omega, furiosa.
—Lo siento —Jeongyeon escuchó la voz de Nayeon que se aproximaba —¿Necesitas ayuda, cariño? —preguntó la alfa, con exagerada seriedad.
Jeongyeon con toda su alma le hubiera gustado rechazar su ayuda. Pero, considerando su ridícula posición, no se atrevió a hacerle frente.
—Sí, no me vendría mal —dijo con un suspiro de derrota —Si no te importa.
—¡Con todo gusto! —dijo Nayeon, al tiempo que la alzaba con cuidado sin dejar caer la sábana que la cubría —¿Se me permitiría preguntar qué ha sucedido con tu cama?
La pelinegra hizo una mueca al tiempo que se envolvía más aún en la sábana de colores para que no viera su pijama.
—Es tu cama. Así que tú deberías decírmelo.
—Espera un minuto. —Habló Nayeon, merodeando el desastre.
—Muy bien.
Nayeon retiró el colchón y las ropas, evitando pisar los recortes del álbum desparramados por doquier.
—Parece que los largueros de la cama se han despegado de la cabecera. Tienes suerte de que todo el armatoste no se haya caído en tu cabeza. —Analizó la alfa al señalar las piezas fuera de su lugar.
—¿Y cómo se desprendieron?
—Con una llave inglesa. —Nayeon recogió los tornillos que había encontrado juntos debajo de la cama.
—Pero.. ¿Por qué?
—Te informaré cuando lo descubra, cariño. Mientras tanto iré a buscar unas herramientas para ajustar los pernos de vuelta en su lugar.
En ese momento se abrió la puerta y apareció Tzuyu descalza con Miss Mopsey pegada a sus talones.
—Un ruido muy fuerte me despertó —dijo la pequeña, frotándose los ojos.
—Lo siento cielo, mi cama se derrumbó y...
—Oh... ¿Qué haces aquí? —preguntó Tzuyu, al percatarse de la presencia de Nayeon.
—Vine a auxiliar a tu madre. —Musitó la alfa, uniendo las cejas en su dirección.
—Así que viniste a rescatarla, ¿Verdad? Mamá, ¿No es un gesto amable de Nayeon unnie? Nunca antes habías tenido a alguien que te rescatara del peligro, ¿No es así? —Comentó la pequeña descarada, haciendo que los acontecimientos cuadren en la cabeza de la alfa, casi que de inmediato.
—No sé por qué tengo la impresión de que vamos a mantener otra conversación y esta ves será mucho más larga, jovencita. —Nayeon le dijo a Tzuyu con los brazos cruzados sobre el pecho —Supongo que no tienes idea de cómo la cama se vino abajo, ¿Verdad?
Tzuyu tragó saliva.
—Creo que volveré a la mía. Tengo mucho sueño unnie. Buenas noches mamá. Vamos, Miss Mopsey, ven. —Llamó Tzuyu a la perrita, que no tardó en seguirla con entusiasmo.
—Muy buena idea. Buenas noches, mocosa... —dijo la alfa, aunque aquello último en un murmuro.
En cuanto la niña y el animal desaparecieron por el pasillo, Jeongyeon se volvió a Nayeon.
—No creerás en serio que Tzuyu desmontó la cama, ¿Verdad? —Señaló la omega en la dirección en que su cachorra había dejado la habitación.
—No, estoy segura de que fue obra suya.
—Pero, ¿por qué? —Se alarmó Jeongyeon.
—Ya la has oído. Quiere convertirme en una especie de heroína y se supone que debo acudir a rescatarte.
Jeongyeon guardó silencio. ¿Será posible? Una semana atrás, ella habría jurado que la idea de Tzuyu de comprarle una cita era totalmente absurda. Pero lo había hecho. Quizás con la travesura que acababa de hacer intentaba conseguir algo más... ¿Una madre? ¡Oh, no!
—Y ahora ¿Has cambiado de idea?
—Es posible... que tengas razón, digo. —concedió Jeongyeon.
Nayeon supo identificar que, para la omega, era demasiado para asimilar en la incomodidad de su dulce aroma.
—Me parece que es más que probable. Dame un minuto para ir a buscar una llave inglesa y un alicate y montaremos otra vez tu cama en un momento.
Jeongyeon apenas tuvo tiempo para vestirse y alcanzar a recoger algunos de los papeles desparramados por el suelo, cuando Nayeon ya estaba de regreso. La alfa se arrodilló junto a ella dispuesta a ayudarla. Ojalá no lo hubiera hecho. Su proximidad la perturbaba... y olía tan bien, su aroma imponente extasiada su loba con aquella facilidad que la aturdía.
—¿Y qué es todo esto? —Señaló Nayeon, ante aquellos trozos de papel por doquier.
—Son solo papeles que he guardado durante años —dijo Jeongyeon, en tono casual —Ya sabes, una especie de auto ayuda, algo para sentirme mejor. Digamos que es un diario de gratitud.
Nayeon frunció el ceño cuando leyó uno de ellos.
—“Hoy floreció el rosal que hace un tiempo le regalé a la señora Kim. Es bonito poder regalar flores de tus propias plantas.” —La alfa la miró con incredulidad —¿Y esto te hizo sentir mejor?
Jeongyeon odiaba cuando la alfa analizaba todo y utilizaba metódicamente la lógica cuando razonaba con ella. Nayeon nunca podría comprender cuán difícil era encontrar momentos positivos en su vida diaria. Ese día en particular, las rosas fueron el único momento hermoso en veinticuatro horas de insoportable oscuridad.
Nayeon leyó otra nota.
—“Hoy hemos comido carne”. Oh, cariño...
—No me compadezcas. Es bueno ser pobre, ¿Sabes? Ayuda a valorar las pequeñas cosas. —comentó Jeongyeon con una pequeña sonrisa.
—¿Y qué me dices de este otro? “Seungwan me despidió, pero le agradezco que me haya permitido trabajar para él durante tantos meses.” ¿Le estás agradecida? Olvidas que te acaba de despedir definitivamente.
—Fue muy tolerante conmigo, Nayeon. Especialmente si consideras la cantidad de platos que le rompí cuando me puso en la cocina. —Lamento la omega, en su torpeza.
—Vaya, vaya. Y ahora supongo que te sentirás muy agradecida de que Tzuyu haya desarmado tu cama.
—Puede ser... —murmuró con un suspiro, al hallarse en esos ojos oscuros —Siento mucho lo ocurrido. Mañana hablaré con ella.
—No te preocupes —dijo al tiempo que le entregaba el último trozo de papel —¿Por qué no me dejas hacerlo a mí?
—No te molestes. Es mi hija y sé cómo manejarla. —Canceló Jeongyeon. Nayeon pudo ver que se puso recelosa.
—De eso estoy segura, aunque sospecho que esta es una de las ocasiones en que se necesita un toque mas firme. ¿Me permites hablar con ella, por favor?
Jeongyeon vaciló. Desde su posición en el suelo, Nayeon alzó la vista hacia ella. ¡Santo cielo! Era atractiva, femenina y muy excitante con una llave inglesa en una mano, una colección de tornillos en la otra y una sonrisa que prometía una deliciosa noche de pecado.
Jeongyeon pensó que nunca había vivido una escena de dormitorio tan sugerente como aquella.
—Pu-puedes ha-ablar con ella si quieres —consintió de mala gana.
—Lo dices con muy poca convicción. ¿Por qué?
¿Porque estaba pisando un terreno que no le correspondía? ¿Por eso se sentía reacia a permitirle hablar con su hija? ¿O era porque a medida que pasaban los días se adentraba cada vez más en su vida? Pronto se marcharía de allí.
En cuanto lograra la última meta que se había propuesto, ella y Tzuyu cargarían el carro de todas sus pertenencias y se marcharían dando tumbos en dirección hacia casa de sus tíos. Una vez allí se reconciliaría con sus tíos y echarían raíces en la fértil tierra de Suwon.
En su programa vital no había espacio para un persistente y sexy alfa, de insinuantes e intensos ojos color chocolate y un aroma malditamente adictivo que su loba adoraba con cada segundo que seguía a su lado, no.
—No me has respondido. —Nayeon se puso de pie, se aproximó y se detuvo a escasos centímetros de los pies desnudos de Jeongyeon.
—Estoy pensando.
Nayeon se inclinó y la omega contempló los mechones castaños de sus cabellos y sintió una imperiosa necesidad de meter los dedos entre ellos.
—¿Qué dedo acabo de pisotear con mi pregunta? —Musitó la alfa, en su sigiloso acercamiento.
—¿Cómo dices?
—Este que dice “Es mi problema y yo lo resolveré como yo quiera”. —Nayeon rozó la uña del dedo gordo y Jeongyeon tembló al sentir su contacto.
—No, ese no. —Meció la cabeza, negándose a ver su atractiva expresión.
—O este dedo el que dice “No deseo sentirme comprometida con nadie”. —Cambió rápidamente de opción —O quizá este otro que dice “Antes muerta que rendirme ante ti”.
—No, tampoco. —Susurró Jeongyeon, remojando sus delicados labios en su nerviosismo latente.
—O tal vez es este dedo muy pequeño que dice “Te estás involucrando demasiado en mi vida y pronto nos marcharemos muy lejos de aquí”.
—Bingo. —Sonrió Jeongyeon, tremulamente —Sí, ese era el dedo que estabas pisoteando.
—Vaya, así que ese es el pequeño culpable. Bueno, tiene fácil solución —dijo al tiempo que sacaba el alicate del bolsillo y lo soltaba en el aire —Quédate quieta.
—No, no —entre chillidos y risas giró en torno a Nayeon y de un salto fue a la cama.
—¡No, no espera! —exclamó la castaña, un segundo demasiado tarde —¡Solo había atornillado un...!
La omega estaba en pleno salto cuando le llegó la advertencia y por segunda vez se vio disparada contra el cabecero, mezclada con la ropa de cama. Nayeon corrió a su lado.
—Sujétate a mi brazo. En un segundo te sacaré de ahí.
En ese momento se abrió la puerta de par en par.
—Otra vez la has rescatado, Nayeon unnie. Juraría que nunca te han salvado dos veces en un mismo día, ¿No es así, mami? —Expresó la pequeña alfa con deleite, mientras Miss Mopsey ladraba de alegría, pegada a sus talones.
—¡Tzuyu! —Jeongyeon y Nayeon gritaron al unísono.
La única respuesta fue el ruido de una apagada carrera por el pasillo.
—Sé que la amas, pero esta vez la mataré. —amenazó la alfa, al tiempo que la sacaba del desastre.
—No hay problema. Yo te ayudaré —replicó la omega, soltando una sonrisa.
En ese instante se miraron y ambas se echaron a reír al mismo tiempo.
—Esa chica es todo un desafío, pero afortunadamente para ti yo amo los desafíos omega. En un segundo tu cama quedará lista y podrás dormir segura.
—Ya empezaba a acostumbrarme al suelo. —Musitó Jeongyeon, oyéndose divertida.
—También puedes dormir en mi habitación —dijo la castaña, metida debajo de la cama.
—Claro, justo la complicación que necesitamos —replicó la pelinegra, intentando hablar con jovialidad.
—Tienes razón es una complicación. Pero te propongo otra peor. ¿Qué te parece casarte conmigo?
—¡Matrimonio! ¿Pero quién ha hablado de eso? —Se alarmó Jeongyeon, en un jadeo.
—Yo. —dijo Nayeon, al tiempo que se ponía en pie —Y seguiré haciéndolo hasta que me digas que sí. Por tanto, ¿Quieres casarte conmigo, Yoo Jeongyeon?
—Eso es imposible —susurró la omega, atónita.
—¿Es esa tu respuesta? —Verificó Nayeon, con una extensa sonrisa lobuna.
—Sí.
—Bien, ¿Me has dado el sí? —Nayeon hizo una mueca burlona.
—Quiero decir que no. No puedo casarme contigo, Nayeon, lo siento. —Se apresuró Jeongyeon, en responder.
—De acuerdo —dijo la alfa —La respuesta de hoy es no. Veremos cuál será la de mañana… —Musitó con una sonrisa divertida y le lanzó un guiño de picardía antes de dejar la habitación.
Jeongyeon comenzaba a creer que la persistencia de esa mujer comenzaba a ser su peor vergudo y perdición.
Hola Tu Ü
Perdóname por mi ausencia, ando bien desaparecida. Pero que no falten las flores amarillas para que te saquen alguna sonrisilla linda por mk♡
Descansa mucho, intentaré estar más seguido con esta historia ¿Ok? Tqm♡
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