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𝙲𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝙸𝙸𝙸

—Buenos días señorita estamos aquí para limpiar.

—¿A dónde va señorita ______? —pregunto Rosa entrando a sus aposentos junto con dos niñeras más.

—Al estanque de mis patitos, y a buscar a mi ratón y mi conejo.

La respuesta les incómodo sumamente, pero por un momento le dejaron ser, pues la infanta ya había salido de la habitación.

—¿Está bien dejarla salir? —Inés preguntó a sus otras dos compañeras.

Quedaron en silencio. ¿Cómo le explican lo que ellas saben pero la jefa de niñeras les prohibió decir? Que los animalitos murieron a causa de la bestia por estar cerca.

—La jefa de niñeras nos dio la orden de no decirle nada —comentó Rosa.

—Pero cada vez es más difícil, la última vez yo no supe bien que decirle.

—Señorita ¿qué tiene? —pregunto una de las niñeras que al entrar la encontró al lado de la jaula de su ave.

—Loreta, ¿no te parece que Granada esta muy sólo?

—¿A qué se refiere señorita?

—Papá le construyo una casa muy grande, pero el pobrecito está muy sólo, si tan solo pudiera meter a mi mamá pato y a mis patitos a mi cuarto.

—¿Quiere decir que le buscará una compañero?

—Me gustaría buscar a mi conejo, o a mi señor ratón, de seguro serian buenos amigos para Granada.

Rápidamente se levantó de su sillón y camino hacia la puerta, alertando a la niñera quien se puso en su camino evitándole salir.

—N-No creo que sea muy buena idea mi señorita.

—¿Y por qué? —preguntó ladeando la cabeza curiosa.

—A-Ammm… bueno —sus enormes ojos cuestionándola la hicieron sudar en frio—, e-es que… su conejito esta ocupado.

—¿Ocupado? ¿Cómo?

—Verá… cuando con conejo y una conejita se quieren mucho —'Ay no puedo creer que voy a decirle esto', pensó—, pasan tiempo juntos y deciden ser mamá y papá.

—Oh… ¿quieres decir que mi conejito va a ser papá?

—Exactamente.

—¿Y voy a tener más conejitos?

—Por supuesto…

—¿Ahora donde consigo toda una manada de conejitos bebé? –lloriqueaba ordenando los juguetes.

—No lo sé, pero fue tu mentira —contestó Rosa.

—¿No faltan aquí algunos adornos de la señorita? —les interrumpió Inés.

—Imposible la señorita no los toca.

—Y ayer yo los vi en su lugar de siempre.

—¿Quién estuvo aquí antes que nosotras?

—La jefa de niñeras por supuesto, es su deber acostar a la pequeña dama y ordenar su cuarto una vez dormida.

—Buenas tardes señorita ________.

—Un gusto verla pequeña dama.

—Hola a todos —saludo a la servidumbre de la cocina.

—¿Va a salir al jardín?

—Si señor —contestó al cocinero principal—. Iré a ver a mis animalitos.

—Entonces tome unos panes y algo para comer afuera —le entrego una bolsa, donde adentro, había tanto postres como panes.

—Muchas gracias~ —canturreo dándole un abrazo y después seguir su camino.

El jardín seguía siendo tan verde y vasto como ella lo recordaba, pasando del laberinto de flores y las estatuas de la fuente, estaba un gran prado con cuantas flores ella pudiera querer. Y por supuesto, un pequeño estanque para sus patos.

—Hola señora pato —saludo sentándose al lado del estanque y de inmediato las aves se posaron a su alrededor—. Hola patitos.

Los cuatro pequeños de color amarillo se subieron a su regazo, y ella abrazo a la madre.

—A ti te voy a llamar Narciso, a ti Hugo, tu serás Flor, porque te estás comiendo las flores y tu Vainilla, porque eres el más chiquito —le tomo entre sus manos y le dio un pequeño besito—. ¿Tienen hambre? Traje pan.

Saco de la bolsa que el cocinero le había entregado, alimentándoles con el pan recién hecho, mientras sus patos comían en su estanque, ella comía su tarta sentada en la orilla.

—Aumentaremos la seguridad de las zonas colindantes con el bosque, los soldados harán ronda hasta dos horas después del toque de queda —anunciaba a sus acompañantes ocupando su oficina—, quizá comencemos la construcción de las torres de vigilancia para cubrir más terreno —posó su atención a su tesorero—. ¿Habría presupuesto para eso?

—Revisaré nuestras cuentas mi señor —respondió—, pero no dudo en que se podrá.

—Una excelente estrategia señor conde —hablaba el comandante de la guardia—. Empezaré colocando dos soldados en su residencia para protegerlo, ya que colinda con el bosque.

—Hagamos todo lo posible para proteger a los ciudadanos de Santa Teresa —culminó—. Sería todo por ahora caballeros, pueden retirarse.

Los hombres abandonaron su despacho, dejando entrar a su mayordomo quien los fue despidiendo para al final, llevarle una taza de té a su amo.

—Una buena decisión la que usted hizo señor.

—Gracias Gaspar, todo sea por proteger a ________ —agradeció tomando un sorbo de su té—. Y hablando de ella, ¿dónde está mi hija?

—Ya conoce a la pequeña dama señor, tiene el espíritu de su madre, va donde la lleve el viento, tiene una gran conexión con la naturaleza y sus animales —respondió mientras colocaba sus galletas y postres para acompañar la bebida caliente—. Hablando de eso, hay algo que quisiera comentar con usted.

—¿Sobre las mascotas de mi hija?

—Si excelencia, la jefa de niñeras ha reportado la muerte de al menos seis de ellos.

Casi se atraganta con su té, mientras tosía, comenzaba a preocuparse por la situación.

—¿Cómo fue eso posible? ¿Mi hija sabe de eso?

—Aún no señor, la señorita Julieta explicó que al dejarlos en la intemperie, perecieron a manos de la bestia. Solo sobrevivieron los patos… ¿deberíamos informarle a la señorita?

—¿Gaspar estas demente? Va cumplir 5 años, es una niña. No deberían ni susurrarlo por los pasillos.

—¿Entonces que hará?

Se quedó pensando un momento, analizando sus alternativas. ¿Cuántos animales podría conseguir en el menor tiempo posible?

—Cuando las estrellas salen en la noche y los pajaritos se van a dormir, me gustaría saber volar, y en las nubes poder soñar —cantaba mientras hacía coronas de flores y las colocaba en el agua.

El viendo soplaba guiando a las flores en el agua, mientras el lobezno miraba todo desde el árbol más grande de la residencia. Tenía una vista periférica perfecta de la infanta mientras oía con claridad lo que pasaba en la oficina del conde.

—El comandante ya ha dejado a sus dos soldados —presento su mayordomo.

—Bien, que vayan con mi hija, es la prioridad, búsquenla y cuídenla.

—Si señor —dijeron al unísono.

—¡Vainilla! —el grito de la pequeña se robó su atención—. ¡Vainilla vuelve aquí!

No sabia en que momento había llegado tan lejos, pero había llegado a la frontera con el bosque. Se alarmó de inmediato.

¡Se supone debo cuidarla! Recordó la petición de Dolores mientras corría rápidamente hacia ella.

Pasando por el gran monte de rocas, se adentró al bosque. Nunca había estado en el pero no se veía tan aterrador como le decían, le advertían que no fuera, porque había criaturas escondidas en la oscuridad, pero no veía ninguna; el bosque era tan verde y espeso, lleno de flores en su andar y árboles qué parecían pies de gigantes.

Escuchaba los graznidos de Vainilla a lo lejos, y siguió su chillido caminando más por el bosque, poco a poco la luz era cubierta por la copa de los árboles y se metía más en la oscuridad. Hasta que encontró a su pequeño pato amarillo atrapado entre unas piedras.

—Ahí estas Vainilla —le llamó con alivio—. ¿Por qué corriste hasta aquí?

Mientras le sacaba de entre las piedras lo entendió, había un pequeño pájaro azul como un zafiro, con la cola blanca. El pobre tenía lastimada un ala por quedar atrapada igual que Vainilla.

—Ah, es por eso, encontraste un amigo —le ayudo a salir y sostuvo a ambos entre sus brazos—. Ven, te vamos a curar y podrás quedarte conmigo por lo mientras… pero no se por donde regreso.

Se encontraba perdida ahora, entre aterradores sonidos viniendo de lo más oscuro, hasta sentir que alguien la vigilaba; debió haber hecho un camino de migas de pan para recordar por donde vino.

Dejó de tener miedo cuando escuchó un silbido, parecía le estaba llamando, se le hacía una bonita melodía, y ahora le siguió curiosa de su proveniencia.

Con sus dos aves entre sus brazos, siguió la tonada lo más rápido que sus piernas podían ir, y juro por un momento ver un lobo.

—Le diré a papi si puedo tener un lobo —susurraba para Vainilla apresurando el paso.

Nuevamente vio la luz, y el prado de su hogar, había encontrado el camino a casa, aquel silbido le había guiado hasta  el monte de rocas y devuelta a su jardín.

—¡Señorita ________! —escuchó la voz de una de las niñeras y corrió hasta ella—. Ahí esta señorita, la estuvimos buscando, y otra vez esta toda sucia. ¿En donde se metió?

—Inés oí a alguien silbar.

—¿Ah si? ¿Y vio quién era? —pregunto inclinándose a su altura.

—No, pero me ayudó a regresar a casa, y ahora tengo un ave azul, ¿no te parece un buen compañero para Granada?

—Es perfecto mi señorita —le cargo entre sus brazos—. Pero ahora debe tomar un baño o la jefa de niñeras Julieta se enojara, supuestamente vino a buscarla primero.

—Pues ella no ha venido hasta acá —le contesto en un puchero.

De inmediato soltó un grito qué alertó a la niñera y a los caballeros qué desde lejos las vigilaban. Su conejo mascota estaba muerto, bañado en su propia sangre, y se encontraba, en las fauces de la bestia del bosque.

—¡Es la bestia! ¡Señorita corra!

Inés con la peli-___ en brazos corrió lo más rápido que pudo mientras uno de los soldados le disparaba una bala con su mosquete para ganar tiempo. Rápidamente los dos soldados rodearon a tan gigante animal, de garras cual oso, negro como el ébano o el carbón, pero la cabeza no era como un toro como algunos decían; tenía los cuernos de uno, la cara como un león, pero tantos dientes qué era espantoso.

—Venga señorita, no nos encontrará en el laberinto.

Inés intentaba calmarla, el corazón le aceleraba, pero no supo cómo y en que momento, uno de los soldados salió volando hacia el laberinto causando un desastre. La bestia rápidamente las alcanzó e Inés cayo al suelo, no sin antes aventar a la joven infanta para que cayera en los arbustos.

________ se levantó con sus animalitos en brazos, Inés yacía inconsciente en el suelo.

—¿Inés? Inés despierta, por favor Inés vámonos juntas —rogaba mientras movía su cuerpo para despertarla.

La bestia apareció frente a ella, a solo unos metros dispuesto a comérselas, se en carrero directo hacia ella, abriendo sus fauces mostrando incontables dientes qué la espantaron ipso facto. Abrazó a sus mascotas y cerró los ojos.

—Oh no, que ni siquiera se te ocurra —escuchó una voz grave decir.

Abrió sus ojos cuando la bestia tardó en llegar, y frente a ella, tenía al mismo lobo qué ella juraba había visto, a solo medio metro de ella, deteniendo a la bestia con solo una mano.

“Muerte, esta es una advertencia que te digo —recordó las palabras de su colega—, a causa de que esa niña en realidad no debió nacer, tu tienes prohibido tocarla, hasta que sea el momento de su final. A menos que tu deseo sea adelantar dicho momento, haz lo contrario a lo que dictan mis palabras”

El lobo al ver que Rayita corrio hacia el bosque

1899 palabras

7 de febrero de 2023

Perdón si me tardé, sin audífonos no hay inspiración, dependo horriblemente de ellos

.___.

🪶༆━Miss Writer
💋

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