Cuando todos me dañan y siento que no soy suficiente solamente cierro mis ojos, allí soy feliz.

Seguramente todos en el pequeño vecindario le han visto al menos una vez,  pues es bastante extraño no notar al joven de anchas sudaderas grises, ese que con su mascarilla negra y su gorra  corre todos los días a las tres de la tarde sabe dios hacia donde. Ese muchacho que regresa a casa cuando el sol se está escondiendo detrás del las enormes montañas vestidas por el sueve manto de pasto verde.

Un chico solitario que casi siempre toma asiento en la arena, allí donde la fría agua del mar toca con suavidad sus dedos y la calida pero fría brisa despeina sus cabellos y hace llorar sus ojos.

Les contaré su historia, pero primero que nada les diré el nombre de ese chico misterioso, Jeon Jungkook.