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6: "Pronto"

<Unnie, lamentablemente voy a tener que cancelar nuestra cita de esta tarde. Mi compañera de trabajo esta muy enferma y me suplicó que tomara su turno. ¿Puede darme otra oportunidad?

>No tienes que darme explicaciones Nayeon-ah. Habrán más oportunidades, si no las dispones tu, lo haré yo.

<¿De qué clase de fantasías salió usted, profesora Yoo?

>¿Sabes que es lo mejor de todo eso que dices, cariño?

<Qué...

>Qué no es una fantasía. Te veré pronto Im Nayeon, cuídate.

<Me mantendré a salvo para usted, mi profesora Yoo. Y no olvide lo maravillosa que se ve a diario.


La sonrisa se dibujó en sus labios cuando recibió el emoji de besito como respuesta y caminó en dirección de su puerta para dejar su apartamento y salir a tomar el turno de Dahyun.

Estaba tan animada con la jodida vida, que había ido todo el tramo hasta el restaurante como si no fuera sábado por la tarde, su día de descanso y una maravillosa tarde para perderse en la cama con su profesora, porque podía sentir la certeza de que la vería pronto. Nada de ella parecía hacerle sentir inseguridad o desconfianza, por el contrario todo parecía tan estable y la hacía sentir tan tranquila con ella.

Por eso no le sorprendió cuando la vida la golpeó sopresivamente con esa aparición.

>Hola, ¿Te apetece vernos esta noche? Te extraño.

Le había costado un largo rato superar que la había "abandonado", pues siempre que recordaba a su joven amiga, se acordaba de la guerra que había ganado para sí misma al liberarse de aquella mala relación con su ex, pero nunca estaba lista para verla regresar con tanta facilidad.

¿Alguien podía juzgarla por sentir náuseas? Esta era la tercera vez que Momo decidía jugar a ese juego con ella. Las anteriores veces había caído despues de algunos llamados, un par de ruegos y dos o tres lágrimas de falso arrepentimiento, y como consecuencia le había dolido un jodido infierno la soledad que dejaba con ella cuando buscaba una excusa, una vez se daba cuenta que la estabilidad que ella le ofrecía no era esa mierda de "relación libre" con la que la nipona la intentaba atar nuevamente a ella.

¿Acaso estaba loca? ¿Deseaba una relación libre? ¿La misma quien enfermaba de celos solo porque la veía riendo y conversando amistosamente con sus compañeras de trabajo? ¿Quién insistía en hacerle creer una y otra vez que era normal "cuidar de lo que es suyo" cuando iba a controlarla en su espacio de trabajo? ¿Quién le hacía escándalos embarazosas en frente de quien sea, cuando sentía celos por cualquier estupidez? Parecía que gustaba de utilizarla y hacerla sentir como una idiota.

Para Nayeon aquella no fue solo una relación fallida mas en su joven vida, para ella suponía ser para toda la vida, aunque por dentro la descompusiera lentamente y dolorosamente.

¡Demonios! Si aún se sentía tan avergonzada al recordar una de sus peores versiones de sí misma, pues ella realmente creía que su relación con Hirai era tan real, que hasta había soñado con cargar un hijo de ambas. ¿Qué clase de persona consciente y con tres dedos de frente, consideraría semejante idea de tener hijos con una mujer que no temía a ser cruel y tan jodidamente inestable como para reflejar su constante inseguridad en ella, sin importarle el daño que le causaba de por medio?

Su psicóloga se lo había dicho varias veces: "No te culpes por haber amado, Nayeon-ssi" y tenía razón, no debía culparse por haber amado a Momo, por el contrario debía estar orgullosa de sí misma, porque sabía que lo había dado todo mientras había durado, y aunque no completamente, habían existido algunos buenos momentos.

Pero en su memoria solo había quedado lo malo.

Hirai la había quitado hasta la virtud, tal como su padre desmoronó la de su madre, y eso le había hecho sentir muy avergonzada de sí misma.

Pero ya no más.

En medio de un largo respingo, tomó el contacto de la japonesa, tecleó algunos ajustes y se aseguró de bloquearla de todas sus redes sociales y de su vida, al fin.

Entonces y solo entonces, pudo respirar con tranquilidad y se sonrió orgullosa de dar un nuevo paso positivo por y para sí misma y su crecimiento emocional. Nayeon ese día estaba contenta de tener algo nuevo y positivo con que entretener a su terapeuta en la próxima sesión.

Nayeon, fue abruptamente traída de sus pensamientos cuando le señalaron que tomara la mesa doce, una vez estaba del otro lado del mostrador de postres, animada y dispuesta a cumplir con su rol en esa noche.

A decir verdad, estaba agradecida de haber avanzado de su puesto de mesera, porque había perdido la costumbre de cargar varios platos a la vez y que estos llegaran a la mesa en perfecto estado, tal y como lo había dejado el neurótico chef del turno de la noche, pero por supuesto que habían manías que no se olvidaban en la vida.

Con poco entusiasmo y una ensayada sonrisa de pura cortesía que le había dado tantos años de experiencia, la joven pelicorta hizo su presencia frente a la mesa adquirida y la sorpresa fue monumental.

El ambiente era cálido y bastante familiar, de esos que a Jimin le agradaba mucho y al que se había acostumbrado fácilmente a su lado, supo reconocer cuando hicieron su ingreso en el elegante recinto. Lo había notado cuando descubrió que dejar su vida de recuerdos en el pequeño apartamento en el que vivió con su madre durante toda su vida, se sentía lejos de ser un hogar, hasta que se mudó con Park.

El frío y acogedor espacio que había sido su casa durante toda su vida, había sido ignorado por ella durante mucho tiempo, pero muy recientemente empezaba a entender que quien había hecho de un hogar compartiendo con el matemático, había sido ella misma, y comenzó a considerar que no se trataba del lugar, sino de su jodida actitud durante todo ese tiempo y de pronto extrañaba regresar a casa y hacerlo mejor esta vez.

Todas las mesas tenían su espacio de privacidad y eso le supuso un alivio a la castaña mujer, ya que estaba segura que lo necesitarían, especialmente en esa ocasión tan determinante para esa ridícula relación que comenzaba a ahogarla.

Por lo general, entre ambos no tenían contacto de ningún tipo y casi siempre mantenían una distancia prudente, demasiado prudente, pero en esta ocasión, a Jeongyeon no se le escapó el detalle que tenía la mano masculina detrás de su espalda, como si esta intentara darle una migaja de su innecesaria contención, o fuera un cómico intento de cambiar de actitud. La mujer se sentía extraña ante el inesperado acercamiento, pero no tuvo demasiado tiempo para reaccionar al asunto cuando la anfitriona del restaurante los ubicó en su mesa.

Es que, ellos no se llevaban así ¿O no?

Jeongyeon extendió los ojos con asombro y contuvo el aliento al verla llegar con un característico mandil negro alrededor de su estrecha cintura y una camiseta con el logo del restaurante, y su expresión era igual de apacible que siempre.

La menor tragó cuando posicionó la tableta que utilizaba para tomar los pedidos y frunció el entrecejo casi que de inmediato al asumir la reciente visita. Pero, ¿Quién demonios era ella para hacer preguntas? Una aventura no era un compromiso. ¿Pero acaso ellas habían comenzado una aventura? ¿Su hermosa profesora Yoo seguiría con la farsa en la que se había convertido su matrimonio desde que decidió meterse en su cama lo que duró la noche anterior?

La persona que Nayeon había conocido la pasada noche no encajaba en lo absoluto con una desalmada mujer que gustase de vivir en clandestinidad y engañar a su esposo, por muy bizarra que fuera su relación.

—Buenas noches, mi nombre es Nayeon y estaré sirviéndoles en esta velada. —Se presentó la recién llegada, acompañada de una breve reverencia, para acabar de una vez con ese estúpido autocuestionario que la invadió internamente ante la aparente calma que, la mujer unos años mayor a la cual serviría, no pretendía verse alterada en lo absoluto, aún cuando su incomodidad era notable.

Jeongyeon ladeó la mirada cuando ese par de ojos oscuros hicieron ademán de atraparlos y en su interior quiso saber ¿Porqué diablos se sentía tan incómoda? ¿Acaso cada quien no estaba cumpliendo su jodido rol en ese preciso instante? Incluso cuando ella estaba a punto de desistir del suyo a causa de lo que le provocaba esa mirada desde la pasada noche, y la sonrisa que despedían esos labios que parecían una dura franja en ese preciso instante. Entonces, ¿Porqué demonios tenía que sentirse tan mal si era consciente que no estaba haciendo nada incorrecto?

Ese momento, su posición no podía ser más inoportuna y desfavorecedora.

—Oh, buenas noches para ti, Nayeon. —Correspondió el hombre con la amable sonrisa que lo caracterizaba, y que la joven no pudo corresponder ni aunque se hubiera obligado.

El acontecimiento podría haberse convertido en algo menos tenso si Park hubiera hecho su jodido pedido y ya, pero en cambio este comenzó a dar una serie de ciertas indicaciones hacia el plato de Jeongyeon, que solo provocó que la intimidad de su pareja se viera volcada sobre la mesa, de un modo tan inoportuno y violentamente promiscuo, como los deseos de Nayeon por devolver la cena que había decidido tomar antes de comenzar ese maldito turno.

—Es que a ella le gusta acompañar con cierta porción de arroz cualquier plato, ¿No es así, querida? —Presumió Park simpática, inocente e inoportunamente, intentando dar gala del detalle que atendía para ella. ¿A qué jugaba? —Y para beber... agua savorizada de uva.

—Prefiero una copa de vino. —Interrumpió Jeongyeon por sobre las palabras del matemático y este la miró de inmediato, claramente sorprendido.

—¿Deseas beber? ¿De noche? —Se extrañó Park. —Vaya, eso es novedad... —Rió en su ensimismada tranquilidad que, ignoraba, exasperaba a ambas mujeres presentes.

—Oh, se sorprendería de las novedades que podemos ocultar las mujeres, profesor Park. —Ironizó la joven Nayeon, sin saber contener su lengua, y ganándose una mirada de desaprobación de Jeongyeon que se decidió a ignorar.

Caos. Caos. Caos.

—Lo imagino...—Se extrañó el hombre —Disculpe, ¿Nos conocemos de alguna parte?

—Oh no, no. Solo lo reconozco de la universidad y a su esposa también. —Sonrió cinicamente. —Por su prestigio, supongo, ambos son bastante reconocidos en la universidad.

—Ah, muchas gracias Nayeon-ssi. —Asintió el hombre amablemente encantado con sus palabras.

Jeongyeon acomodó la voz cuando se encontró con la mirada de la joven, pero para extrañeza de Park, nuevamente su esposa mantuvo el voto de silencio.

—Bien, regresaré con su pedido en un momento. —Asintió la joven, intentando ser neutra, mientras terminaba de teclear en la tableta y retiraba los platos dispuestos en la mesa que solo servían como mera formalidad en la presentación de la mesa, antes de retirarse. 

—Que muchacha más agradable. A veces me pregunto cuantos de nuestros estudiantes trabajan alrededor de esta ciudad, mientras estudian duro por su futuro. —Comentó el hombre analizando el injusto funcionamiento del sistema con nostalgia.

—Creo que deberíamos ir a otro lugar. —Agregó Jeongyeon, incapaz de disimular su incomodidad, sentir que Park que no percibió en ella, como era de esperarse.

—¿De qué hablas? Hice está reservación para ti, además ya tomaron nuestro pedido. Deberías acostumbrarte querida, después de tantos años es normal que comiences a cruzarte con alumnos por la ciudad... —Comentó Jimin, tan risueño y despreocupado como de costumbre.

—¿Querida? —Repitió Jeongyeon con desagrado. Jimin la buscó con aquella sonrisa amable que comenzaba a exasperarla. ¿Porqué diablos de pronto todo de parte de ese hombre la irritaba tanto?

—¿Te molesta? Suena bonito, suena estrecho... —Comentó con amabilidad. Jeongyeon hizo una mueca que pronunció con cinismo.

—Escúchame Park...

—Jeongyeon-ssi, sé que me equivoqué al rechazarte la otra noche. —Le interrumpió el hombre, ahora con expresión de pesar. —Pero te suplico que me perdones, me equivoqué, entré en pánico.

—¿En pánico? —Repitió la castaña, intentando no ser evidente en su incredulidad.

—Entiéndeme, por favor... —Carraspeó el hombre con tremulidad. —Tenía desde que te conozco sin tener una mujer semidesnuda tan de cerca y me acobardé por-por como tu...

—¿Te acobardaste? ¿Tu te acobardaste, Jimin? No seas absurdo. —Resaltó la mujer, frente a un hombre repleto de genuino arrepentimiento.

—No soy... —El hombre tragó al percibir la furia en todo su semblante. —Oye no se que hayas interpretado de mi actitud aquella noche, pero no fuiste tu el problema...

—¡Por supuesto que no lo era, Park! Eres tu, tu y ese jodido acuerdo con el que crees que puedes controlar los sentimientos ajenos... Diablos, siquiera sé que es lo que pretendes con él, pero comienzo a notar la jodida mierda en la que codifica. —Puntualizó evidenciado una inabitual agresividad.

Jimin tragó en su adorable expresión atónita. A veces, Jeongyeon quería poder creer que era tan inocente como se veía, pero estaba realmente molesta como para compadecerse de él.

—Jeongyeon-ah...

—Mira Jimin, te he dejado entrar en mi vida, te dejé tomar un título y me mudé a tu jodido apartamento porque me interesabas tu, porque aunque haya dicho lo contrario, creí que en el fondo lo sabías, porque era ridículamente evidente que te quería a ti... —Habló mordazmente directa esta vez, para completo asombro de Park.

—¿De qué hablas Jeongyeon? Si siempre he sido claro contigo en todo momento.

—De verdad que has estado evitando verlo, eres un... —Le interrumpió la mujer, presionó los dientes y meció la cabeza ante semejante frustración.

Entonces, Jeongyeon comenzaba a creer que su difunta madre tenía razón cuando decía que los hombres eran el maldito cáncer del mundo, quizás por tal motivo albergaba una probabilidad de que no la culpara por haber direccionado su interés hacia una persona de su mismo sexo, si esta estuviera viva para presenciarlo. Vaya que lo había intentando con Park.

—¿Has sentido todo esto desde un primer instante Yoo Jeongyeon? —Se quejó el hombre con desconcierto y no pudo evitar gruñir cuando ella lo evitó con su mirada fruncida —¿Porqué? ¿Porqué no me lo dijiste? ¿Porqué no fuiste clara desde un principio? Si siempre he sido muy claro contigo.

—Pensaba...

—Puedo imaginar claramente lo que pensabas Jeongyeon. —Le interrumpió entonces, tomando su lugar de indignado y Jeongyeon le miró, furiosa por ello —¿Pero porqué diablos te haría una estúpida propuesta tan detallada si pensaba que no serviría para nada, entonces?

—Diablos Park, ¿Explícame de dónde sacaste aquella tonta idea de que una relación puede ser tan rebótica e inanimada? ¿Cual es tu maldito problema? ¿Acaso eres homosexual? —Hizo la mentada pregunta y Jimin la miró con los ojos extendidos de desconcierto.

—¿Qué? ¡Claro que no Jeongyeon! ¿De qué diablos estás hablando? —Desestimó el hombre, atónito por su pronta deducción.

—Entonces explícame de dónde sacaste una idea tan absurda, Jimin. Sigo esperando el jodido origen de esta estúpida idea de hacernos a uno prisionero del otro. —Señalizó la mujer, intentando no perder la compostura en el proceso.

—Es una teoría que hubiera funcionado de maravilla si tu no la hubieras irrumpido con tus sentimientos, querida. —Ironizó Park, esta vez viéndose mordaz y Jeongyeon fue quien le miró con incredulidad esta vez.

—¡Ya deja de llamarme así! —Señaló la mujer, impaciente —Aquí solo caben dos opciones, o eres realmente muy ingenuo para ver que tu teoría es demasiado estúpida, o estás fingiendo demencia para ignorar que las relaciones de pareja se constituyen con los sentimientos y el sexo, Jimin, juntos o por separado, son el jodido complemento de la definición de lo que se conoce como pareja. Ahora contéstame con la maldita verdad ¿Eres gay? —Insistió cuando el hombre la buscó, escandalizado ante su avance, luego hubo un tardado silencio que hizo a Jeongyeon parpadear con incredulidad. —Eres un jodido cobarde, Park.

—No he dicho absolutamente nada de eso... —El hombre meció la cabeza, no pudiendo salir de su asombro ante su deducción.

—Todo de ti dice lo que necesito saber. —Se permitió asimilar, Jeongyeon.

—¿De qué diablos hablas, Jeongyeon?  ¿Cómo puedes creer o asimilar idea semejante? —Reprochó Jimin, meciendo la cabeza.

—Así como tu puedes asimilar que yo puedo vivir sin sentimientos y contacto físico como si fuera un mueble, yo puedo similar que eres un jodido homosexual al ignorar que vivo contigo ¿No lo crees Park? —Se argumentó la castaña.

—No te pases de la lista conmigo, Yoo. —Le advirtió con determinación y Jeongyeon no se achicó ni una sola vez cuando él le miró con aquellos ojos acusadores y muy oscuros.

La conversación se detuvo ante la interrupción de la joven mesera, quien traía los platos en su dirección.

Jeongyeon ladeó la mirada para no dirigir su expresión furiosa a la joven, quien hubiera deseado poder ignorarlos, más podía sentir la tensión que invadía a aquel par y que distaba absolutamente a ser el ambiente que recibió al tomar sus pedidos.

Park le sonrió forzosamente, más el abundante plato que Nayeon le presentó prolijamente frente a sus narices, le pareció de lo más repugnante pues, en ese preciso instante solo deseaba cancelar la cuenta y dejar ese jodido lugar, antes de provocar sufrimiento mayor a aquella maravillosa mujer a quien quería entrañablemente y con quien ignoraba que deseaba poder comunicarse un poco mejor.

—Que tengan buen provecho. —Mencionó Nayeon intentando ser igual de cortes como lo había sido con las demás mesas.

—Discúlpa, ¿Me puedes indicar en donde se ubica el baño? —Irrumpió aquella mujer en su rápida huida.

—Claro que la disculpo... —Hizo la broma, pero se obligó a mantener la expresión neutra cuando Jeongyeon no correspondió más que con esa expresión frívola y tajante con la que esperaba una respuesta —En aquella dirección, es la puerta del lado derecho.

—Gracias. —Aceptó la mayor, con un breve asentimiento para no perder la decencia, antes de ponerse en pie y dirigirse en dirección de su indicación.

Nayeon estaba negada a ver en su dirección, molesta, indignada sin siquiera saber porqué o cómo controlarlo, cuando se halló con sus oscuros y fríos ojos expresivos que le indicaron la misma dirección en la que se dirigía. Era una orden. La pelicorta tragó cuando dudó en seguir la misma dirección que su mayor, más solo se tardó los dos segundos que se sacó el mandil y se dirigió a su compañera en ir en seguirla.

—Ahora regreso Joohyun unnie, cúbreme un momento, por favor...

—No hay problema Nayeon-ah... —Asintió la joven anfitriona de la noche, amablemente hacia su compañera.

¿Qué diablos le sucedía a esos dos? Se preguntó la mujer, cuando presionó la mandíbula con evidente tensión, intensamente irritada, fastidiada, devorada por la posibilidad de largarse y enviar a Jimin al demonio con su cena y su ridículo intento de justificarse que ya no le importaba en lo absoluto.

Yoo Jeongyeon lanzó un resoplido contra su reflejo, se veía agobiada, confundida y por supuesto fastidiada, mientras se preguntaba a quien diablos le había hecho daño en otra vida para tener que soportar tantas coincidencias en un mismo momento, y precisamente en uno tan inoportuno como ese.

Se enderezó con toda confianza cuando la menor hizo su ingreso en el baño y la mayor no tardó en hallarse con su mirada a través del espejo.

Ojos marrones y maple de miel se hicieron uno en su encuentro, cuando la mayor no titubeó en enfrentarla con la mirada, como si no temiera absolutamente en dar la cara ante aquella situación.

Nayeon consideraba la idea de lo que era realmente oportuno decir, cuando la mayor la tomó de su camisa y la hizo dentro de uno de los cinco cubículos que constituían el baño para damas. Nayeon se intentó apartar de su agarre y la mayor la miró con los ojos entrecerrados.

—Señora Park. —No temió en interrumpir la menor y Jeongyeon la soltó para dar un paso hacia atrás.

—No seas ridícula, ¿Qué diablos crees que haces?

—¿Yo? —Rió Nayeon, con incredulidad. Vaya osadía la que ocultaba su mayor.

—Tu. ¿Y porqué estás tan molesta, huh? Ya sabías que estaba casada, antes de que... que... —Las palabras se detuvieron en su boca cuando no supo como plasmarlas.

—Antes de que cogieramos, en mi cama, varias veces, anoche. Sí. —Asintió Nayeon con aquella voz en desapruebo y un asentimiento.

—Diablos, ¿Por qué siento que me estás haciendo un reproche, niña? —Se amuralló la mayor y la joven frente a ella tuvo la misma sensación de que se hallaba conversando con aquella desagradable e inquebrantable profesora Yoo, como si la pasada noche no hubiera existido entre ellas.

—También dijo que él y usted no tenían nada, profesora Yoo. —Le recordó Nayeon, sin molestarse en evidenciar su descontento.

—¡Te advertí que estamos casados Nayeon! —Insistió con la expresión de incredulidad y Nayeon volteó los ojos. —¿Qué es? Dímelo, háblame. —Exigió la mayor siendo frontal.

—Dijiste que no tenían nada unnie, pero él hace tu pedido para ti con lujo de detalles... —Evidenció entonces con aquel tono de reclamo que dejó a Jeongyeon boquiabierta del asombro.

—Ahg, Nayeon... —Carcajeó la mayor entonces, dándose vuelta y peinándose el largo flequillo que escapó de su recogido, en su evidente bochorno.

—¿Es a esto a lo que te referías con una relación no tradicional? Porque yo veo todo muy estrecho y normal entre ustedes, unnie... —No se negó a agregar la pelicorta.

—Y decidiste deducir que tengo un matrimonio maravilloso ¿Tan solo porque él sabe como hacer mi pedido? Vaya cariño... —Carcajeó una vez más, mientras mecía la cabeza aún sin creer, lo que para ella parecía ser un tonto desplante.

—¡Porqué sabe que te gusta comer arroz con cada jodido plato y yo no lo sé! —Se exasperó Nayeon, no pudiendo detener un instante más su descontento ante el asunto.

—Apenas nos conocemos Im ¿Qué esperabas? No puedo creerlo... —Exhaló Jeongyeon, ahora agobiada. Seguro que no estaba lista para Im Nayeon, y por supuesto que aún menos para sus desplantes infantiles.

—¿No puedes creer que pueda malinterpretar las cosas? —Insistió Nayeon, sintiéndose dueña de la razón.

—No, no. —Le interrumpió Jeongyeon con una seriedad que intentaba atravesar a la joven castaña, acompañada de aquella mirada —Lo que no puedo creer, es que apenas y pasamos una noche juntas y ya crees que tienes derechos sobre mi, Im. Que insólito. —Masculló la mayor, dispuesta a dejar el cubículo, cuando Nayeon la detuvo, poniendo la mano contra la puerta, y una vez más, privándola de su libertad.

—¿Y no los tengo, profesora Yoo? —Preguntó la menor, avanzado hacia ella, con intenciones de corralarla entre su cálido cuerpo y la puerta.

—¿Qué haces? —Murmuró la mayor, intentando mantenerse firme, aunque mentiría si no dijera que su cuerpo sintió un incipiente calor, al sentir su mano, rodeando su cintura, subiendo por su estómago, trazando sobre las prendas que la vestían en dirección de su pecho. —Im. —Fue lo único que alcanzó a decir en un trémulo tono que pretendía oírse amenazante, cuando sintió la traviesa mano que la recorría y que había encendido la temperatura de su cuerpo con una espontaneidad que la mareaba.

—Váyase. —Susurró Nayeon cuando detuvo el dedo sobre el destacado pezón erizado que pudo hallar sobre la blusa entallada de color marfil y pudo oír el gemido ahogado que se escapó de entre sus sensuales labios, cuando tomó su pecho de lleno en su mano de dedos largos y le dedicó un apretón. —Abra la puerta, váyase profesora Yoo, nada la detiene. —Murmuró esta vez, posando los labios sobre su largo cuello que desprendía el aroma de su inolvidable perfume y pegando su cuerpo contra el suyo, para estrechar el repentino acercamiento. Jeongyeon se mantuvo inerte contra su agarre, descolocada. —Su cuerpo me responde muy de prisa, profesora Yoo... —Murmuró la pelicorta cuando soltó la unión de la puerta, para buscar que se volteara frente a ella y poder encontrarse con su precioso rostro.

Ahí estaban otra vez, respiraciones ridículamente aceleradas, gran aumento de temperatura, incitación consciente e inconsciente de procedencia dudosa (si de una, de la otra, o de ambas), tensión sexual, caos, caos, caos sonado en el interior de su mente, como una sirena de bomberos, que explotaba de un calor abrasador que subía por su vientre e iluminaba sus mejillas, y abrumaba toda su mente sin compasión ante sus palabras y el acercamiento de ese cálido cuerpo de mujer.

Im Nayeon representaba una sola cosa en su vida: Un delicioso, persistente y jodido caos.

—¿Está segura que no tengo derecho a opinar, mi profesora Yoo? —Murmuró muy cerca de esa deliciosa boca, atrapada en esos ojos que, con cada acercamiento, oscurecían el maple en su color. —Ha sido solo una noche, lo sé. Usted podrá verse muy superada al respecto, pero estoy muy segura, es más, me juego cada won de mi sueldo de un mes, que se trata de una noche que usted no olvidará jamás... —Musitó Nayeon, jugando pacientemente y sondeando el botón de sus pantalones de sastre —¿O me equivoco?

¡Caos, caos, caos! Decía la mente de Yoo Jeongyeon, cuando parpadeó perezosamente ante su acercamiento y la menor se hizo tan cerca de su cuerpo que el cálido aliento de su boca se convirtió en la tentación más insoportable que había tenido que superar en su vida.

—Háblame, profesora Yoo... —Murmuró muy cerca de sus labios y Jeongyeon tragó ante el acercamiento. —La he visto mal, ¿Sabe la impotencia que me provoca la sola idea de que él le esté haciendo algún daño?

—¿Cómo estás tan segura de que se trata de él? —Pronunció la mujer rompiendo el silencio, cuando se dejó llevar por las caricias de aquella maravillosa mano que la había desprendido de su blusa y que subía desvergonzadamente por su estómago.

—¿Y sobre qué o quién más sería, unnie? Es lo único que veo que sobra e inutiliza su vida... —Musitó Nayeon tan segura de sus palabras, como de sus acciones, cuando jugaba con la idea de desnudarla como si no estuvieran en el baño para damas de un restaurante.

—Estás muy segura... —Confirmó Jeongyeon, dejándose consumir por los besos que se deslizaban ahora por su cuello y que la hacían cerrar los ojos y entregarse a ella con tanta facilidad.

—¿Sabe de qué más estoy muy segura? —Susurró Nayeon junto a su oído.

—¿De qué? —Respondió la castaña, sin aparente indicio de apartarse de su agarre.

—De que a su vida le hago falta yo. ¿No lo cree usted, mi profesora Yoo? —Musitó ahora sobre sus labios sonrientes. Jeongyeon se relamió los labios, negada a admirar o negar sus palabras.

—Eres una descarada, Im... —Sonrió de pronto, dejándose recorrer por esas traviesas manos expertas.

—Lo soy, ¿Y sabe de lo que mas estoy segura? —Murmuró deslizando besos por su hombro mientras se abría paso por aquella fina prenda.

—Dímelo. —Le incentivó Jeongyeon, acompañando el compás de su cadera bailando contra la suya, que comenzaba a volverla loca.

—De la jodida tentación que es tenerme encerrada aquí, en el cubículo del baño en el restaurante en donde trabajo, con la presencia de su esposo en el mismo espacio, mientras la tengo muy cerca de mi boca, lista para recibir la mía... —Musitó, regando suaves besos cortos sobre su pecho y siendo perseguida por esos ojos tan oscuros.

—Esa boca... —Suspiró Yoo, analizando si resistirse o no a esa pequeña insolente.

—Esta boca, que la pasada noche no se cansaba de besarla y que ahora se muere por retomar ese hábito...

—Eso sería una locura, Nayeon... —Se alteró la mayor, jugando a la resistencia.

—Una locura muy buena, ¿No quiere que se lo muestre? —Buscó ahora con su boca y el rose de sus labios dejó a Jeongyeon paralizada.

—¿Más demostraciones, Im? —Por supuesto que quería, aunque le gustase creer que podía resistirse a esa pequeña descarada.

—No juegue con esos términos, profesora Yoo, que no me voy a poder contener facilmente...

—¿No puedes con mis términos, cariño?

—No puedo vivir sin usted. —Respondió entonces, robándole un gemido extasiado a su mayor. Lo sabía, era irresistible.

—Im Nayeon...

—Profesora Yoo... —Murmuró la menor tan cerca de sus labios, esos labios gruesos y enmarcados que tanto le había gustado trazar y explorar con su lengua.

—Detente, joder, Detente un solo instante. —Jadeó la mayor, ladeando la cabeza y huyendo de ese caliente acercamiento.

—¿De verdad, profesora Yoo? ¿Eso es lo que quiere? No, claro que no. —Meció la cabeza como acto reflejo de las acciones de la mayor, quien estaba completamente entregada al acercamiento de esos labios rojos con aroma a cereza.

Nayeon atrapó su labio inferior con tanta sencillez, que cuando cayó en cuenta tenía los brazos de la mayor alrededor de su cuello y la atraía contra su boca de ese modo que casi que la dejaba sin aire.

Jeongyeon hundió sus dedos contra su nuca y la detuvo contra su boca con las manos sobre su cabello corto con tal firmeza que hizo a Nayeon gemir, irresistiblemente, cuando le atrapó el labio inferior entre los dientes antes de dejarla apartarse respirar.

—La sola idea de que él te toque, de que pueda besarte como yo lo hago me vuelve loca, profesora Yoo... —Confesó Nayeon, en ese tono que podría excitar mucho a Jeongyeon, pero que también, le hacía un poco de ruido entre líneas.

—Estás demente, Im...

—¿Por desearte como lo hago? Lo estoy. Estoy tan demente que podría salir a gritarle a él y a quien sea necesario, que no hay nadie que pueda hacerte sentir lo que yo...

—Es una vanidosa e insolente, mi alumna Im Nayeon... —Sonrió Jeongyeon, aún estrechamente agarrada por la cintura por esas fuertes manos de dedos largos.

—La dejaré ir, pero solo si me da la garantía de que será solo mía y de nadie más. —Nayeon no supo en qué instante se le escaparon esas tontas palabras, pero si supo de inmediato, que podrían malinterpretarse fácilmente.

—Comienzas a asustarme... —Respondió Jeongyeon y Nayeon sonrió, intentando despojarse un poco de la tensión, ya que no parecían capaces de apartarse de la otra.

—Tu expresión no es de temor en lo absoluto, unnie.

—Cariño no puedo garantizarte eso. Escúchame Nayeon. —Musitó Jeongyeon, tomando las mejillas de la joven castaña para que la viera a los ojos esta vez —Con o sin Park de por medio, no puedo garantizarte algo semejante porque solo me pertenezco a mi misma, así como tu te perteneces a ti. ¿Entiendes? —La mayor acomodó su cabello detrás de su oreja y buscó de su atención. —Si necesitas oírlo una vez más, te lo diré, porque no tengo nada que ocultar: no tengo relaciones sexuales con él. Y sé que es difícil de asimilar, pero nuestra relación ha sido meramente cortés y amistosa durante toda nuestra convivencia. 

—Lo-lo siento. Sé que no tengo derecho, no debí... —Tartamudeó la menor, aflojando su agarre y haciéndose tan pequeña como un caracolito, haciendo sonreír a Jeongyeon.

—Está bien, Nayeon. Hablaremos luego de este asunto. —Musitó la mayor, dejando una caricia sobre sus mejillas y posando un suave beso sobre de un lado. —Pronto. —Murmuró sobre su oído y no tardó en salir del baño, dejándola sola y saliendo de allí sin que la joven pudiera asumir o siquiera comprender lo que ocultaban sus palabras.

—Diablos, te tardaste una eternidad Nayeon-ah, ¿te sientes bien? —Consultó la mayor, mitad preocupada y mitad molesta con su larga ausencia.

—Lo siento unnie, creo que lo que cené me cayó un poco mal.

Si no lo había jodido, había estado muy cerca de hacerlo, analizó Nayeon, admirando unos malos hábitos que siquiera sabía que podía alojar en su interior: posesión.

Por primera vez desde comenzaron su relación hacían más de dos años, habían cenado en completo silencio, uno muy denso e incómodo, antes de cancelar la cuenta y regresar al apartamento que habían compartido durante un considerable tiempo.

Intentó, más no pudo evitar sentirse incómoda ante el quiebre del ambiente, en el que nada fue habitualmente igual en ningún sentido. Ella no se esperó a que él le abra la puerta para bajar del auto, e incluso se apresuró a caminar las escaleras que los dirigían a la primera planta para subir a su piso. Tampoco esperó a que él abriera la puerta, ni que le ofreciera el paso, haciendo gala de su caballerosidad, de pronto comenzaba a creer que absolutamente nada de lo que ella creía cuando decidió asumir la responsabilidad en ese acuerdo, era real, se sentía traicionada.

—Hablemos por favor... —Se obligó a suplicar Park al ver sus acciones muy bruscas al abrir la puerta y dejas su abrigo colgando junto a la puerta.

—¿De qué diablos se supone que quieres hablar, ahora? —Le respondió ella, incapaz de mantenerse en calma en su presencia.

—Por favor, no tomes una decisión precipitada. —Insistió él hombre, uniendo las manos en posición pacífica.

—¿Precipitada? —Repitió Jeongyeon, como lo había estado haciendo durante toda la noche.

—Oh Dios, ¿Porqué estás tan afectada por esto Jeongyeon? Habíamos acordado que...

—¡Al demonio con el jodido acuerdo Park! —Estalló la mujer, con la voz en alto. —Comenzaremos a entendernos cuando me digas la verdad, Jimin.

—¡No soy gay, Jeongyeon! —Contrarrestó Park, rascándose la frente ante el evidente bochorno que le provocaba su ridícula suposición.

—¡¿Entonces qué es?! Dilo de una maldita vez, para que pueda dormir en paz.

—Te lo he dicho mil veces Jeongyeon... —Suspiró el hombre, con apremiante angustia al dirigir su mirada a ella. —Deseo otro tipo de relación.

—¡Es que lo que tu deseas no existe, Jimin! ¡Despierta de esa jodida alucinación!

—¡Podría haber funcionado perfectamente si tu no hubieras...!

—¿Insistes en eso? —Reclamó Jeongyeon, ahora con incredulidad.

—Oh Dios... —Se tomó la cabeza, en su agobio —Tu me dijiste que entendías Jeongyeon, que habías entendido lo que esperaba de esta relación, que estabas bien con eso, que lo intentaríamos juntos...

—Diablos, ¿Quién te hizo tanto daño Jimin? —Musitó Jeongyeon, aún afectada por la veracidad en sus intenciones. En verdad lo que creía.

El silencio invadió la habitación cuando Jimin no pudo hallar una respuesta mejor que el silencio.

—Está relación es más importante para mi de lo que tu crees, Jeongyeon... —Respiró el hombre, después de tomar asiento en el sofá que adornaba la sala. —Tu eres importante para mí, aunque no lo hayas notado antes.

—La otra noche parecías odiar la sola idea de estar cerca de mi... —Reprochó de inmediato.

—Solo estaba asustado, me abrumó la idea de que... —Él se quedó en silencio de pronto.

—¿De qué? —Insistió Jeongyeon, buscando que le dijera lo que sentía al fin.

—De que me dejes, de que te vayas y dejes todo lo que hemos creado porque descubriste que el sexo no es suficiente, que quieres más de esta relación... —Admitió Park, buscando comunicarse con su mirada.

—Siempre he querido más de esta relación, Jimin ¿Realmente no lo viste jamás? —Asumió la mujer, y resopló al verlo mecer la cabeza.

—Nunca fuiste clara conmigo. —Reprochó Jimin esta vez y ella suspiró antes de responder.

—Lo siento, en verdad creí que ocultabas algo más. —Admitió ella, negándose a verlo a los ojos.

—¿En verdad creíste que era gay? —Preguntó en su evidente desánimo.

—Estuve a tu lado en bragas, Park ¿Qué más querías que creyera? —Lo intento, pero el reproche en su voz le abandonó sin que pudiera detenerlo.

—Y no imaginas la cantidad monumental que me costó contenerme Jeongyeon... —Respondió él, apenado al admitirlo.

—¿Huh? —Lo buscó ella, confundida con su inesperada respuesta.

—Esa noche te veías tan irresistible, que tuve que bañarme dos veces en medio de la noche para no irrumpir en tu habitación, porque no podía dejar de pensar en lo hermosa que te mirabas. El aroma de tu perfume quedó en mi mejilla durante horas, torturándome por haberte rechazado tan cruelmente cuando no lo merecías, no así... —Murmuró Jimin, incapaz de dirigirle la mirada esa vez.

—Oh, ¿y porqué tu no...?

—Ya te lo he dicho, no quiero perderte. Creí que era una prueba que debíamos superar para poder seguir con lo que tenemos...

—Oh Dios, Jimin... —Se dejó caer Jeongyeon a su lado, ahora desconcertada.

—Pero si esto es lo que quieres, estoy dispuesto a dártelo cuando tu lo necesites.

—¿Eh? —Lo buscó ella, no comprendiendo el cometido de sus palabras.

—Yo... —El hombre se tomó las manos temblorosas al frente —Cuando sugerí que podría darte sexo ocasionalmente si eso fuera lo que querías, esperaba que asumieras que lo mejor era que lo evitaramos.

—¿Y porqué asumiste algo semejante sin consultarlo conmigo?

Jimin no pudo detener durante mucho tiempo en su mirada, podía sentir gran culpabilidad en aquella situación.

—Porque comenzaron a pasar los meses y nuestra relación seguía igual de genial que cuando comenzamos a hablar. —Meció la cabeza, como si intentara dejar a un lado sus pensamientos —Pero si eso es lo que tu quieres, lo haremos.

—¿A que te refieres?

—Las relaciones sexuales, te lo daré todo.

—Oh diablos... —Negó Jeongyeon, poniéndose en pie para apartarse de su lado. Eso se había oído tan incorrecto.

—No quiero hacerte daño Jeongyeon-ah, nunca quise hacerte daño. —Insistió Park.

—No quieres hacerlo, pero es lo que vienes haciendo, es lo que haces cuando lo traes a colación como si estuvieras ofreciéndome un servicio a cambio de... ¿A cambio de qué? ¿Un poco de compañía, tal vez? —Pronunció Jeongyeon ante la insólita situación que se había dispuesto entre ambos.

Nada estaba bien en esa relación y estaba agradecida de haberse dado cuenta, antes de que fuera demasiado tarde.

—No lo digas de ese modo, por favor...

—Parecías sufrir cuando lo decías hace un segundo. —Jeongyeon no pudo detener el reproche, cuando lanzó su respuesta.

—¿En verdad crees que sería un sufrimiento para mi?

—Tu dímelo, ¿De verdad crees que es lo que me merezco? ¿Crees que porque no eres capaz de ver a una relación tradicional como un nemesis, tendría que sentir lo mismo que tu y olvidarme de sentir? No todos somos tan fuertes como tú, Park.

—Hablas como si te hubiera obligado a casarte conmigo, Jeongyeon. —El del reproche fue Jimin esta vez.

—Tienes razón. —Aceptó Jeongyeon con una breve risa frustrada. El hombre tenía toda la jodida razón. —La tienes, pero ¿Sabes qué sucede? Descubrí que toda esta mierda no es lo que realmente quiero para mi vida, Jimin.

—¿A qué te refieres? —Se alertó Park, en un instante.

—Lo siento. —Musitó la castaña, sorbando la nariz, a causa de las pocas lágrimas que aguaron sus ojos de todos lo sentimientos que la invadieron a la vez. —Lo siento pero esto no es lo que deseo. Quiero poder enamorarme y conocer lo que se siente sentirme tan atraída a alguien más, que me ardan los deseos y la espera por un nuevo encuentro. Quiero poder sentirme deseada, Jimin y eso no tiene nada que ver contigo, ni con tu acuerdo. —Admitió Jeongyeon, asegurándose de ser lo más clara y directa posible esta vez.

—Oh cielos... —Lamentó Jimin, aún sorprendido con sus últimas palabras.

—Lo siento. —Murmuró ella, no pudiendo evitar sentirse invadida por una ridícula culpa.

—Entonces, ¿Te irás? —Su voz se oyó temblorosa al decidirse a hacer la pregunta.

—No quiero hacerte daño, Jimin. —Meció ella, señalando sus mismas palabras.

—¿Estás saliendo con alguien más?

El silencio que los rodeó, hizo entender a Jimin que no solo era una confirmación, sino que ella no estaba dispuesta a darle explicación alguna y supo que estaba en todo su derecho de no darlas, ya no.

—Oh, entiendo. Supo reconocer lo mucho que vales ¿Verdad? —Sonrió Jimin amargamente y ella le buscó con los ojos muy abiertos que colmaban de respuestas claras.

—Regresaré a casa. —Le comunicó al fin, y al instante sintió como una inmensa carga la abandonaba. Se estaba liberando.

—Es comprensible. —Aprobó el hombre con un suspiro desanimado.

—Jimin...

—Lo que tu decidas estará muy bien Jeongyeon. No pienso retenerte aquí, si ya no eres feliz. —Canceló Park, negándose a ver en su dirección, una vez más.

—¿Porqué me haces sentir que te estoy haciendo daño?

—No lo haces. —Meció la cabeza y se obligó a sonreír con su habitual amabilidad, más solo logró una mueca que se sintió patética y lamentable. —Lamento haberte hecho daño esa noche, el problema no eras tu, te aseguro que te veías maravillosa y tan atractiva como el día en que te conocí. —Insistió de pronto y ella sonrió ante su necesidad por aclarar aquella situación.

—Lo entiendo, Jimin. —Admitió con una sonrisa de lado. —Gracias por decirlo.

Jimin se tomó la cabeza y apoyó el rostro entre sus piernas en búsqueda de un alivio. Jeongyeon sintió una profunda sensación de angustia en el pecho cuando dudó en darle una reconfortante caricia, pero se detuvo pensando que esa no sería una buena idea.

—Jimin, las relaciones nunca son lo que deseamos que sean. —Intentó Jeongyeon, aliviarle la carga.

—Es que tu has sido la mejor relación que he tenido. —Admitió con evidente desánimo y Jeongyeon sonrió, enternecida.

—Has sido mi mejor amigo, Jimin.

—Creí que eso era suficiente, realmente lo creí. —Insistió él, regresando a la pose de inicio y Jeongyeon parpadeó para detener las lágrimas. Siquiera sabía porque le afectaba tanto notar su sufrimiento.

—Pero no lo fue, Jimin.

—¿Me amas? —Consultó en su dirección, preocupado.

—No. —Respondió ella de inmediato.

Jimin respiró con alivio y asintió antes de regresar a la pose que parecía darle algo de calma.

—Lo siento, Jeongyeon.

—¿Necesitas ayuda?

—Necesito... —Dudó el hombre antes de hablar. —Necesito estar solo.

—¿Estarás bien? —Se preocupó de pronto, y el asintió de inmediato en su dirección.

—Lo estaré.

—¿Aún somos amigos? —Se animó Jeongyeon a preguntar y el la buscó con su mirada de asombro.

—Solo si es lo qus tu quieres, Jeongyeon. —Respondió él, de inmediato.

Jeongyeon sonrió de lado cuando él busco su respuesta.

—Hemos sido amigos durante muchos años, Park.

—Lo sé. Me agrada pasar el tiempo contigo.

—Y a mi.

Jeongyeon no dudó cuando extendió la caricia sobre su espalda, esta vez y el hombre alcanzó su mano para tomarla entre las suyas en un apretón y darle un beso sobre su dorso. Ella sonrió con amabilidad, más pudo reconocer la agonía que ocultaban sus lindos ojos.

Él estaba demasiado jodido para admitir que en vez de una relación basada en una teoría absurda, lo que necesitaba en realidad eran unas cuantas sesiones de terapia y asumir que le tenía una terrible fobia al abandono.

Hola Tu, ya sé que me tardé una vida entera en regresar, discúlpame por eso.

¿Tu si me extrañabas? Pon aquí un Ü si sí, para recibir tu amors --->

Bueno, me gustaría saber tu opinión respecto a esta historia, cuéntame lo que opinas sobre lo que hemos conocidos sobre algunos personajes en este nuevo capítulo.

El final está muy cerca.

Tqm mucho tu, gracias por esperar y tenerle tanta paciencia a esta autora, te prometo que no fallaré esta vez♡

Buenas noches, descansa mucho ^*^

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