𝑳𝒆𝒚𝒆𝒏𝒅𝒂
Advertencias: Spoilers (poquitos).
Tienes tantas virtudes,
que casi olvidó
que también
eres hermosa
-Tu cuerpo y su dulzura
~•~
Los días eran exquisitos, y como todo lo bueno hace parecer que el tiempo pasa volando. La joven que apenas hace un mes cumplió 21 años, seguía en su puesto ejecutivo. Odiaba todo lo que implicaba, pero valía la pena solo por varios motivos.
Uno en específico la hacía sentir...
El sonido de golpes a la puerta la hizo saltar en su silla —Señorita, el jefe la llama.
—¡Gracias Hirotsu!— gritó desde su asiento.
Dejó su papeleo para salir en busca del líder. Recientemente tuvo un par de roces con muchas empresas fachadas, pensó que seguramente la regañaría por eso. Esperó hasta que le diera autorización para entrar.
—Buenos días Mori-san— Aún lo trataba de manera formal, inconscientemente Jane también culpaba a Ōgai por la expulsión de Dazai.
—Jane, siempre estás radiante— no se molestó en alzar la vista, estaba inundado de informes.
—¿Necesitas algo?— se acercó unos cuantos pasos logrando ver una mueca en el más grande.
—¿Me puedes ayudar con esto?— torpemente mostró las hojas que el mismo desordenó.
—Como órdenes, debiste llamarme desde un principio.
—Jane, ¿Conoces alguna historia?—dejó caer su peso en el respaldo de la silla —No importa cuál, la que sea está bien.
—Es de amor.
—Vamos, soy alguien muy sensible.
—Trata de una pareja que se mudan juntos después de casarse, la mujer era bastante amable, contrario a su esposo que actuaba como un tirano eso los complementaba perfectamente— hizo una pausa para engrapar unas hojas sueltas —Alicia recibió un regalo, era un almohadón de plumas. Meses después comenzó a decaer físicamente, esto la llevó a dormir muchas horas al día, y así continúo hasta su muerte.
—¿Por qué murió?— el de ojos violetas tenía una expresión de sorpresa.
—Después de su muerte la sirvienta limpió su cama, se percató de que el almohadón de plumas tenía manchas de sangre, con horror llamó al esposo de Alicia. Fué así como descubrieron que dentro del almohadón había un parásito aterrador, de aspecto monstruoso, que había estado succionando la sangre de Alicia durante todo este tiempo, hasta matarla.
—Es una metáfora interesante— una sonrisa se asomó por labios —¿Amor?.
—El amor es hermoso, pero también es letal. Alicia murió por falta de atención, su esposo creía que trabajar excesivamente lo ayudaría a hacerla feliz, la amaba con locura.
—Una fábula extraordinaria— sonrió victorioso —Yo tengo una buena historia.
—Estaré complacida si me la cuentas— era mentira, tenía trabajo y mejores cosas que hacer.
—Existe una novela en blanco que al escribir cualquier cosa en ella se hace realidad.
—¿Qué pasó con ella?— Jane estaba al tanto de ese rumor, el mismo Dazai se lo contó años atrás.
—Esta escondida en algún lugar, ¿Cómo la protegerías tú?— Ōgai, el perfecto calculador sabía la respuesta desde antes siquiera de preguntar.
—La pondría en un lugar donde nadie pueda tocarla— contestó con cierta obviedad —Probablemente bajo la vigilancia de alguien con habilidades.
—Una idea brillante, yo también pondría un guardian, que mejor si se escribe en la misma novela.
Ambos se quedaron el silencio, Mori disfrutando del ambiente y Jane tratando de no sentirse incómoda.
—Fueron buenas historias— aplaudió espantando a la más baja —Contadas por viejos amigos.
—No entiendo el punto de contar historias así, no son reales— se alejo un poco.
—Si lo son, al menos la mía lo es— se carcajeo sutilmente.
—La que te conté esta en un libro, deberías leerlo— se inclinó a modo de despedida —Me retiro Mori-san.
Usó el elevador para llegar hasta las bodegas donde se reuniría con Akutagawa. De un pasillo salió bruscamente una figura con la que chocó —Ten cuidado, idiota— era una voz grave.
—¿Idiota?— las cejas de Jane se arquearon con disgusto.
—Señorita— el hombre del monóculo hizo una reverencia mientras sujetaba al de cabellera roja para obligarlo a bajar la cabeza —Le ruego que lo perdone, no la conoce en persona.
—Tu no tienes que bajar la cabeza, Hirotsu— miraba la cabellera roja con desinterés —¿Nunca estuvo en el cuartel?.
El hombre hizo caso a su comentario levantando su cuerpo encontrando esa expresión tan seria —No, el es un vigía y hoy es su primera visita pues recientemente fué ascendido — una gota de sudor bajo por su barbilla—. Le prometo que esto no se repetirá.
—Si tú lo dices está bien— posó las manos en su cintura —. Me disculpo por chocar contigo.
El de chamarra verde levantó la cabeza torpemente, al hacerlo el anciano le dió un golpe en la nuca obligandolo a permanecer en la misma posición.
La más baja ignoró su acción —¿Aún no dejas de fumar?.
—Es un mal habito que no se va.
—Cuida de tu salud— suspiró indicándole que soltará al muchacho —. Nos vemos después.
No dió tiempo para explicaciones, salió de su campo visual para llegar a su destino donde un pelinegro terminaba el conteo de armas —Ya puedes irte— le señaló la puerta del almacén —. Terminaré esto.
—De acuerdo— fué interrumpido por su propia tos.
—¿Has ido a tus chequeos?.
—Si, debe ser por el frío— soltó un suspiro —Lamento causarte molestias.
—No te veo como una— mostró su pulgar en señal de aprobación —Estas a mi cuidado después de todo
—Ya veo, entonces me retiro— se inclinó levemente para caminar hasta la salida.
—Abrigate, o tendré que llevarte al médico personalmente.
Sus palabras detuvieron el paso de Ryunosuke —Mi habilidad no me lo permite.
—Ponte una bufanda al menos.
~•~
Su jornada acabo a las dos de la madrugada, cuando paso por la oficina de Chuuya quien hablaba con la secretaria de Koyo —Buenas noches— la castaña inclinó su cuerpo —. ¿Cómo se encuentra?.
La expresión de la menor era seria no por celos, así era ella. Su atención fué captada por los aretes de la contraria —Bastante bien— aún si sus palabras era amables su mirada severa intimidaba a la mayoría —. Tus aretes son lindos.
—Muchas gracias— sentía su pecho latir con rapidez—, Usted es tan hermosa.
—Gracias, supongo que tú también eres guapa.
La mujer soltó un chillido avergonzada —Me retiro —Corrió lejos de la pareja con la cara tintada de rojo.
—Parece una buena chica— olvidó preguntarle de dónde era la joyería que traía, pero tendría otra oportunidad.
—Tu cara decía lo contrario— el del sombrero hizo una mueca —. Esa maldita te estaba coqueteando descaradamente.
—Pensé que te caía bien— tomó sus manos colando sus finos dedos por los guantes del mayor—. A mi solo me halagaba por mi puesto.
—Le dí los documentos que solicito Anne-san— se escudo rápidamente para evitar malos entendidos —No pienses mal.
—¿A qué te refieres?— con la yema de sus dedos delineo torpemente su palma —¿Tienes trabajo?.
Su rostro era un poema, sonrojado, nervioso y casi hechizado por su belleza. Se dejó llevar por la caricias, era ella embriagante. Incluso algo tan simple como tocar su mano lo hacía perder la cabeza y ser codicioso.
—¿Nakahara?— Jane dió un besito en su nariz para traerlo a la realidad nuevamente.
—¡No tengo malditos pendientes!— su ceño se frunció dejando ver una expresión bastante tierna.
—Entonces vamos a casa— sacó sus dedos de la prenda para llevarlo consigo.
Valía la pena por el.
Nota: la fábula que narra Jane es de Horacio Quiroga "El almohadón de plumas" bastante conocido en latinoamérica (personalmente amo sus cuentos)
En otras cosas creo que hice un Chuuya muy sensible (no está mal pero creo que su personalidad es un poco distinta), de igual manera me gusta porque lo veo como un personaje muy romántico.
Aclaró algo, en un principio tenía pensado hacer a Jane como a Sigma (no digo porque es spoiler), pero en realidad es bastante distinto. Por cierto, Chuuya apareció unos paneles y desaparece de nuevo.
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