Five: "La única opción" 🌙
La alfa le estaba ayudando a recostarse sobre la almohada poco después de las siete de la mañana, cuando Nayeon le aferró del brazo con una fuerza que la sorprendió un poco.
—¡Mi uniforme! Tengo que devolverlo hoy o no me darán la liquidación a menos que lo haga. Tengo que devolver... el uniforme... —Jadeó cuando se agitó con su sobresalto.
—Yo me ocuparé de eso, quédate tranquila Nayeon. —Musitó la rubia, mientras intentaba mantenerla en su lugar. Al parecer, ella no estaba dispuesta a relajarse.
—Tengo que depositar el cheque en el banco. Necesito pagar el plazo de la hipoteca esta semana sin falta... —Murmuró ahora y la alfa se animó al oír su voz menos graznida que la noche anterior, aunque fuera solo un poco.
—Te prometo que me encargaré de todo. Ya lo hablaremos después. —Jeongyeon se dió cuenta de que estaba desesperada y se preguntó si su situación financiera sería tan grave como ella la presentaba.
La alfa sabía que le preocupaba el dinero, pues la había oído comentarlo inconscientemente varias veces, y por la manera en que había rechazado su oferta de cuidar a sus niñas, se oía como si estuviera realmente preocupada por llegar a fin de mes.
—Jeongyeon-ah, no podrás arreglarlo todo por mi... —Murmuró nuevamente, mientras le sujetaba el brazo, pero al poco tiempo se aflojó de repente.
La alfa sintió horror cuando notó que los ojos expresivos de Nayeon estaban llenos de lágrimas. Con todo y eso, sus párpados comenzaron a cerrarse.
—¡Nayeon no te duermas, por favor! —Exclamó sacudiéndola con delicadeza para que no se durmiera —¿Qué sucede? ¿Por qué lloras? ¿Te duele algo? Te... —Detuvo las preguntas cuando la omega le miró con una expresión deprimente.
—Oh, Jeongyeon... —Gimió presionando los ojos y las lágrimas cargadas se deslizaron por sus mejillas —Me despidieron, anoche. Llegué tarde al trabajo y el encargado se puso hecho una furia —Explicó sin dejar de llorar —Le supliqué que me diera otra oportunidad, que estaba enferma... pero él sólo... me despidió. ¿Qué voy a hacer ahora?
Una ira ciega se despertó en Jeongyeon al enterarse de la falta de compasión del administrador y jefe de Nayeon. Todo aquél que quisiera, podía ver que la omega era una persona de confianza. ¿Es que aquél hombre no permitía el más mínimo fallo o cuál era su maldito problema? Con un esfuerzo, refrenó el impulso de ir a su casa y decirle unas cuantas palabras. Sin embargo, se dedicó a secarle cuidadosamente las lágrimas que habían empezado a mojarle el pelo de las sienes.
—Ya se nos ocurrirá algo cuando te encuentres mejor. Vamos, cariño. Cierra los ojos y descansa, ya verás como todo se arregla cuando tu estés mejor.
Era una promesa muy remota pero, ante su sorpresa, funcionó y Nayeon se durmió profundamente mientras ella elaboraba sus ideas.
Al final, se dio cuenta de que aquella era una ocasión tan buena como cualquier otra para acercarse a su casa y ver cómo estaban sus hijas.
Jisoo, la chica, que cuidaba a Chaeng y Dahyun, lo tenía todo bajo control, tal como ella había esperado y durante la noche, Jeongyeon, la había llamado por teléfono a su casa y la chica incluso había preparado la cena de las niñas. Dahyun descubrió a su madre antes de que llegara a la puerta.
—Jisoo unnie dice que Nayeon unnie enfermó y tú tienes que cuidarla —Murmuró con una expresión de ansiedad en su rostro infantil reflejado en el pequeño mohín en sus labios tiernos.
La alfa reconoció el miedo que había tras las palabras de su hija pequeña y sintió que le desgarraba el corazón. Ningún niño de seis años debía tener la idea de que la gente más próxima podía morir en cualquier momento.
Con un nudo en la garganta, la alfa se puso de rodillas para darle un apretón en los hombros y tranquilizarla, sabía que sus hijas querían mucho a Nayeon y la veían como a una persona muy importante y especial.
—Dahyunnie, tranquila cielo, Nayeon unnie se pondrá bien, ya lo verás. Te dejaré visitarla dentro de un par de días y tú misma podrás comprobarlo ¿de acuerdo?
Pensar en Nayeon y en lo enferma que había estado la noche anterior le refrescó la memoria.
Tenía que avisar a la escuela. Suponía que lo mejor que podía hacer era empezar por el director, a quien conocía de las tantas veces que Momo se había involucrado en la escuela, y en las que ella había participado antes de la muerte de su omega. Buscó el número y marcó con la esperanza de que Kim Namjoon la disculpara por llamar tan temprano por la mañana.
—¿Hable? —Respondieron al segundo timbrado.
—Director Kim, Buenos Días, habla Yoo Jeongyeon.
—Vaya, Jeongyeon-ssi. ¿Qué tal? Hace una eternidad que no sé sobre ti.
Hubo una pausa incómoda. Jeongyeon supo que Namjoon estaba recordando el motivo por el que hacía tanto que no le veía. Sin embargo, estaba acostumbrada a que la gente se quedara sin saber qué decirle.
—Más de lo que yo hubiera deseado. Ya no tengo tiempo para presentarme tan seguido por la escuela. Pero tengo otra razón para llamarte a estas horas de la mañana.
—Claro, dime ¿De qué se trata? —Respondió al instante.
—Im Nayeon está enferma. Necesito saber con quién tengo que ponerme en contacto para encontrarle un suplente, para hoy y quizá durante lo que resta de semana, por lo menos... —agregó dudosa.
—Has llamado a la persona más adecuada. Yo soy quien se encarga de esas sustituciones. Los directores de cada región somos los responsables de las sustituciones de cada una de las escuelas que se encuentran bajo su área —Musitó el alfa, pasando al terreno profesional sin esfuerzo alguno —¿Qué le ha pasado a la profesora Im?
—Tiene pulmonía y el médico ha dicho que va a tener que tomárselo con mucha calma a partir de ahora.
—Es obvio que el médico no conoce a nuestra profesora Im, muy bien. Ella es una de mis mejores profesoras. Jamás ha faltado, de modo que puede contar con la baja por enfermedad por tanto tiempo como ella necesite. Tendrá que contar con una autorización médica si se prolonga mucho, pero no creo que eso sea un problema. También sería de ayuda que hablara con su sustituta la semana que viene, a ser posible.
—Sé que tiene un montón de ejercicios en su bolsa escolar —Dijo Jeongyeon omitiendo los detalles de cómo la había abierto, ya que había fisgoneado descaradamente —¿Sabes si son importantes?
—Dejaremos eso por ahora. Te llamaré el sábado por la tarde. Si se encuentra lo bastante bien como para darle algunas instrucciones a su sustituta, se los dejaremos a ella.
—Gracias, Director Kim.
—Gracias a ti por notificarme. ¿Estás cuidándola tú? —Preguntó el alfa sin intentar disimular su curiosidad y un tono bastante simpático en su voz.
—Por ahora, sí. Aunque no le hace mucha gracia que la cuiden... —La alfa hizo una mueca de desagrado cuando el hombre se echó a reír.
—No hace falta que me lo jures. Nayeon es un poco terca aunque es una buena y linda persona —admitió en tono más serio —Si yo no estuviera feliz con mi matrimonio... hace rato que...
Jeongyeon estaba asombrada. ¿Le estaba sugiriendo que se casara con Nayeon? ¿Cómo se atrevía? La alfa estuvo a un céntimo de replicar por la falta de respeto hacia la omega, pero decidió ignorar al tipo, después de todo era el superior de Nayeon y no pretendía provocarle un problema.
—Sólo quiero ayudarla a salir de ésta difícil situación, Kim. Ella es una buena amiga. —Musitó la rubia con el tono demasiado agrio y el hombre del otro lado bufó.
—Bah, si tú lo dices —Comentó en tono risueño —Dile de mi parte que espero que se mejore pronto y que no se preocupe, yo me ocuparé de todo.
—Gracias otra vez. —Dijo Jeongyeon y colgó el teléfono esperando no tener que volver a hablar con ese idiota. Con gesto ausente, se quedó pensando un momento.
Al final decidió que cuando hubiera llamado a su secretaria, recogido la medicina de Nayeon, entregado su uniforme y tomado algún trabajo para hacer en casa, se preocuparía por lo que el Director Kim le había querido decir realmente con sus sugestivas palabras innecesarias.
Nayeon volvió a despertarse en pleno día. Los rayos de un brillante sol de invierno se filtraban entre las ventanas y dibujaban rayos de luz y sombra sobre sus rodillas.
Se quedó inmóvil mientras comenzaba a recordar y se preguntó cuánto fue un sueño y cuánto fue realidad. Recordaba claramente la escena desagradable en su trabajo y después, nada... excepto, quizás y vagamente, al doctor Ellis diciendo algo sobre su ingreso en un hospital, pero nada en concreto hasta que había despertado y Jeongyeon había encendido la lamparilla que tanto le había molestado a sus ojos.
Cielos, si hubiera sido un sueño, no habría perdido su segundo empleo y estaba segura, por lo exhausta y débil que se sentía, de que pasaría mucho tiempo antes de que pudiera buscar otro.
En cierto sentido, la decisión le había sido impuesta, era curiosa la manera en que sus opciones se habían aclarado. Una posibilidad era volver a Suwon, donde los precios para rentar no eran nada comparados con las cifras astronómicas de Busan o de Seúl, y llevarse a su madre a vivir con ella siempre que encontrara el piso adecuado. Y si tenía la suerte de encontrar otro trabajo en la enseñanza a mitad de curso, podría pagar a alguien que cuidara de ella durante el día. El turno de noche sería cosa suya, pero no le costaría un céntimo.
De todas maneras, el plan número uno era nefasto pues, no le haría ningún bien a su madre otra mudanza y, lo que era peor, su vida se convertiría en un infierno. Entonces pensó en todas las veces en que su madre había defendido a Taehyung. Ella sabía exactamente a quién culpar por la ruptura de su matrimonio y, ciertamente, no era a Taehyung. El plan número uno podía funcionar, pero sería a costa de su salud mental.
Tenía que haber otra alternativa, se decía una y otra vez. Enfocó desde todos los ángulos que se le ocurrieron, buscando algún modo de quedarse y mantener su casa sin tantas complicaciones. Pero no tardó mucho tiempo en encontrarse en un terreno demasiado conocido y lleno de deudas. Llevaba días sin encontrar una salida a aquel círculo vicioso, no había forma humana de que aquella combinación funcionase lejos del plan número uno.
No le quedaba más remedio que vender la casa.
Suspiró sintiendo que el peso de la desesperación le oprimía el pecho pues, no había otra salida, tendría que vender la casa quisiera o no hacerlo.
Quizás si conseguía encontrar a alguien que quisiera compartir un piso, podría pagar los gastos de su madre y los propios sin tener que agotar sus recursos. Podría invertir lo que quedara de la venta para los días de vacas flacas, sabía que padecería muchas de esas épocas.
Sin embargo, votaba por el plan número dos. Tenía una ventaja indiscutible, no habría que trasladar a su madre y la misma no tendría que soportar las opiniones lacerantes sobre los fallos matrimoniales de su única hija, durante las veinticuatro horas del día.
Pensó que su antigua psicóloga se habría alegrado. Habría dicho que estaba haciéndose cargo de su propia vida negándose a permitir que los problemas la conquistaran. Entonces, ¿por qué tenía la sensación de haber perdido una batalla?
La omega suspiró otra vez y se sentó en la cama con movimientos lentos y cautelosos. Aunque se sentía terriblemente enferma, le quedaba el consuelo de que la habitación no le daba vueltas como un trompo, como la última vez.
Entonces pensó en Jeongyeon mientras iba al baño por el camino más próximo a la pared. Esa alfa había llamado al médico, se había quedado toda la noche a su lado. No le cabía la menor duda, había descartado cualquier obligación que creyera deberle por su comportamiento con Momo.
El recuerdo de Jeongyeon admitiendo que la había desvestido, se presentó para tentarla y sintió que sus mejillas enrojecían. ¿Cómo iba a volver a mirarla a la cara después de eso? Y, hablando de mirarla, ¿dónde se había metido? Cada vez que se había despertado le había encontrado a su lado, animándola a beber un poco de agua y descansar de nuevo. Se imaginó que habría vuelto a su casa, o más probablemente se habría ido a trabajar. ¡El trabajo! Sacudiéndose el letargo que se había apoderado de ella, corrió a ver el reloj.
10:37 AM
"¡Oh, no! Por favor, no otra vez" La invadió una horrible sensación de haber vivido aquella misma escena. Aquello no podía suceder dos días seguidos, ¿verdad que no? Acabaría perdiendo el trabajo de profesora y entonces sí estaría en graves problemas y...
—¿Qué estás haciendo fuera de la cama? —Cuestionó la alfa con la irritación de un sargento de la armada.
Estaba a los pies de la cama, con las manos en las caderas y mirándola como si planeara acostarla por la fuerza. Incluso vestida con ropa de diario y sin demasiado maquillaje en el rostro, irradiaba un poder aplastante.
De una forma automática, Nayeon empezó a acercarse a la cama. Entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo, obligándose a no hacer caso de la desaprobación que había en sus ojos castaños, reunió lo poco que quedaba de su maltrecha dignidad.
—Debo vestirme para ir a trabajar, para lo que, dicho sea de paso, ya estoy llegando bastante tarde. ¿Por qué no me dejaste puesto el despertador? —Por desgracia, había olvidado que su voz sonaba como un graznido, lo que arruinó el tono altanero que había pretendido utilizar. Sin embargo, Jeongyeon la ignoró por completo.
—El Director Kim ya se ha encargado de buscarte una sustituta. Ella se encargará de tu clase hasta el final de la semana que viene y eso como mínimo... —Agregó por lo bajo nuevamente y con propósito.
—El Director Kim ha... ¿cómo se enteró? —Le ardía la garganta y se dejó caer sobre la cama derrotada.
Desde la tarde anterior, todo su mundo parecía estar patas arriba. La rubia se le acercó a paso lento y cuando le puso la mano en la mejilla con una familiaridad excesiva, Nayeon se apartó alarmada.
—¿Qué haces?
—Comprobar si te ha bajado la temperatura —Respondió impasible volviendo a ponerle la mano en la mejilla —¿Por qué no vuelves a dormir? Todavía tienes un poco de fiebre, pero nada como lo de anoche.
Jeongyeon se dio la vuelta, tomó un vaso de agua y dos píldoras de encima de la mesilla, después la miró fijamente y todo el desafío a Nayeon se le vino abajo pues su omega se rindió completamente. Al final se metió en la cama sumisamente, antes de que las piernas pudieran fallarle y con la mirada baja, la cual no levantó cuando la alfa se sentó a su lado para darle la medicación.
—Por favor Nayeonnie, tómate estas pastillas que te recetó el doctor. Sunny, mi secretaria, se ha encargado de recoger tu receta en la farmacia esta mañana. Cuanto antes consigamos que empieces a tomar lo que te ha indicado el doctor, antes te sentirás tú misma otra vez, ¿entiendes? —No se sorprendió cuando la omega la miró con furia, mientras trataba de ignorar el muslo firme que se apretaba contra su costado.
—¿Qué es eso de "consigamos"? Soy yo la que está enferma. Soy yo la que ha perdido un trabajo y la que puede perder otro si no me incorporo pronto a las clases. Soy yo la que... ¡Aguarda un momento! ¿Quién ha pagado esta medicina? —No se le escapó el instante en el que Jeongyeon volteó los ojos y lanzó un suspiro agotado.
—Yo. Pero ya me lo devolverás luego, también le he pedido a Sunny que devolviera tu uniforme y que recogiera tu cheque. Si me dices en qué banco tienes tu cuenta, te lo depositaré esta misma mañana.
Nayeon no podía evitarlo, aquella amabilidad la desarmaba por completo pues, llevaba un tiempo largo desde que alguien se había preocupado por quitarle algunas mochilas de sobre la espalda. Apartó la mirada y probó tragar saliva. Hizo una mueca cuando su garganta protestó por el esfuerzo.
—Te doy las gracias, Jeongyeon. Aprecio mucho tu ayuda y siento haberme mostrado desagradecida contigo. —Al final aceptó las dos pastillas y se las tomó con un sorbo de agua sin que se le ocurriera rechistar.
—Escuchame Nayeon, en los últimos meses has estado sometida a una tensión excesiva, debido a eso de tener ambos empleos... —Señaló mientras alzaba el rostro de la omega castaña, poniéndole el meñique bajo la barbilla —¿Por qué no me dijiste lo mal que andabas de fondos?
Nayeon la miró un momento. ¿Por qué debería hacerlo?, pensó, antes de pensar realmente que debía de contestarle
—Ese no era tu problema —Terminó diciéndole en un susurro.
—Anoche me contaste que habías perdido el trabajo en el restaurante. ¿Qué piensas hacer ahora?
Nayeon se encogió de hombros y bajó la vista para fijarla en los dibujos del jersey de la alfa.
—Nayeonnie... —Musitó con aquel sonido cálido y servicial que había estado utilizando todo ese tiempo y que apenas tenía oportunidad de disfrutar —... tienes que comprender que no puedes seguir agotándote de este modo —Le regañó —¿Y si anoche hubieras atropellado a alguien? ¿o si te hubieras salido de la carretera? Venías sin luces Nayeon, podrían haber pasado horas antes de que alguien pudiera encontrarte o saber sobre ti. ¿Y si nadie hubiera visto el accidente y hubieras pasado toda la noche herida y sin ayuda? —Especulaba la alfa, alterada con la sola idea.
Cuando se estuvo en silencio el suficiente tiempo, Nayeon decidió dar una respuesta.
—Voy a vender la casa, Jeongyeon.
Un silencio absoluto se hizo en la habitación y un amargo eucalipto le hizo saber a la omega que alguien a su lado estaba intentando asimilar esa noticia, de un modo nada agradable. Al cabo de un rato, Nayeon alzó la cabeza para verla a los ojos, pero estos se hallaban distantes y demasiado oscuros.
—¿No me oíste? Voy a vender la casa y buscar una compañera que quiera compartir un piso conmigo.
Decirlo en voz alta no hacía que se sintiera mejor, en realidad, Nayeon tenía ganas de gritar, de llorar. Apretó los dientes con fuerza pues no se oía tan bien, ahora que lo analizaba mejor, hasta era patético.
—Es la única opción que me queda... —Continuó diciendo con el pesar que significaba para ella abandonar su hogar.
En aquel momento, Jeongyeon parecía haber vuelto a la realidad, apretó con fuerza los puños y los abrió de golpe para extender las manos sobre sus rodillas, sorprendiéndola un poco.
—No es la única opción que tienes.
Perpleja, Nayeon volvió a mirarla y la descubrió relajada, dejándose arrullar por aquellas imágenes. Entonces Jeongyeon le tomó las manos y la obligó a regresar a la realidad.
—Hay algo más que debo decirte. —Se removió inquieta —Nayeon... Yo no sé lo que opinas sobre tener más hijos, pero me sentiría feliz de que quisieras formar una familia conmigo junto a Mina, Chaeng y Dahyunnie y quién sabe si otros hijos más. ¿Sabes? Siempre he deseado tener una familia grande. —Nayeon alzó la mirada como si en sus ojos pudiera aclarar todas sus confusiones —Nayeon.... cásate conmigo, por favor. —Musitó sin anestesia y su voz se oyó demasiado grave y ronca, evidenciando su nerviosismo.
No le cabía duda, Yoo Jeongyeon sabía cuánto podía insistir. La rubia se llevó sus manos a la boca y le besó los dedos, luego entornó los párpados para mirarla, pero Nayeon pudo ver la luz fiera y abrasadora que ardía en sus hermosos ojos a causa de su loba. Y lo que halló dejó tan alterada a su omega, que le costó trabajo respirar, tenía una sensación rara en el vientre, como si diminutos gimnastas practicaran sus ejercicios en sus entrañas.
—Nayeon... —Jadeó y su tono fue aún más bajo esta vez —Sabes que es natural, nos complementamos muy bien tú y yo, el sexo será algo fantástico, no me cabe duda, es una de las tantas cosas que echo de menos en una relación. Puedes contar con que seré una compañera fiel a ti y a nuestro futuro am, lazo. —La alfa se inclinó hacia ella y la omega cerró los ojos. Aún, cuando no hubiera estado enferma, se sentía demasiado débil como para apartarse de aquella cálida caricia en su mejilla. —Nayeonnie, mírame. —Insistió mediante ese bajo susurro.
Cuando Nayeon abrió los ojos para descubrir su rostro, ni siquiera sabía que tenía los ojos cerrados y llenaba todo su campo visual de ella, sus labios se acercaban lenta y tentadoramente.
—Ahora descansa y piensa en lo que te he dicho con mucho cuidado. Ya hablaremos cuando te sientas mejor, ¿Ok?
Jeongyeon le rozó la mejilla con esa incesante caricia y los labios con la boca, antes de levantarse bruscamente y arreglar las mantas alrededor de su cuerpo, disponiendo para que regresara a descansar.
—Duerme y descansa, por favor. —La fina nota de ternura en su voz no había desaparecido, aunque volvía a ser la alfa testaruda de siempre, esa mujer seria que aceleraba su corazón con su mera presencia. —Vendré a verte a la hora de comer.
Jeongyeon hizo una sopa de pollo y se la hizo comer ella misma. Aunque al principio la omega protestó un poco, cuando ella le aclaró que tendría que guardar cama durante un día más al menos, cedió con menos resistencia de la que la alfa había temido.
Viendo a Nayeon apoyada en las almohadas, abriendo dócilmente la boca ante cada cucharada, con su pelo castaño y largo que resaltaba su color de ojos, se le encogía el corazón al darse cuenta de lo enferma que había estado.
La Im Nayeon que ella conocía era una mujer independiente y de genio ligero, que podía enfrentarse a cualquier obstáculo que la vida le deparara. Si hubiera intentado darle de comer hace un par de días, estaba muy segura de que le habría mordido la mano.
Había comido menos de la mitad, cuando le puso la mano sobre el brazo para detenerla.
—Ya no más, por favor... —Suplicó con la mano sobre los labios, intentando no repetir.
Jeongyeon observó aquella delgada mano, sabía que ella no era una mujer delicada ni indefensa, pero despertaba un deseo incesante e inexplicable en su alfa, quien deseaba cubrirla y protegerla desde lo más profundo de su ser. Eso, por no mencionar otros instintos mucho menos decentes. Contempló el encaje que bordeaba el cuello de su camión, recordando la suavidad de su piel con una fascinación que rayaba en lo obsesivo.
Aquellos pensamientos iban a terminar por generarle problemas. Una vez más apenada por el curso de esos pensamientos que no sabía cómo y cuándo controlar, volvió a mirarla a la cara y se dió cuenta de que ella esperaba una respuesta.
—De acuerdo, pero tienes que prometerme que intentarás comer un poco más, luego. —Ella sonrió como respuesta y Jeongyeon se sintió agradecida de estar tan cerca para detallar su hermosa sonrisa de regreso.
—Lo prometo —Musitó antes de ponerse seria —Jeongyeon-ah... —Ella jadeó su nombre y alertó todas las alarmas en la alfa quien no le quitaba la mirada de encima —... e-estuve pensando mucho en la propuesta que hiciste...
Las alarmas en la mente de la rubia se dispararon, estaba segura de lo que sucedería entonces, ¡Iba a rechazarla!
—Nayeonnie, ahora tengo que ir a la oficina un momento —Se apresuró a decir —Luego lo discutiremos, ¿de acuerdo? Descansa un poco más, aún te ves muy pálida, ni siquiera has recuperado el color de tus mejillas. —Señaló antes sin darle oportunidad para contradicciones. Se levantó, recogió el plato de sopa y le arregló la ropa de cama con un gesto que ya se había convertido en una segunda naturaleza para ella, antes de salir del dormitorio.
Jeongyeon creía haber expuesto sus mejores razones para convencerla de que el matrimonio era la salida más lógica para las dos. Y aparentemente, a juzgar por su inminente negativa, la omega no estaba muy convencida y necesitaba tiempo para elaborar una estrategia que acabara de convencerla de que se casara con ella, porque si de algo estaba segura, era de que no podría dejarla ir tan fácilmente.
Hola buenas noches para ti♡
Estuve con mucha falta de letra la verdad y, por si no lo dije antes, me gusta escribir algo que realmente represente sentimientos vivos y ahora mismo ando muy poco inspirada así que esperaré un poco más a que regrese la musa, por favor tenme paciencia, no me tardaré tanto lo prometo.
Espero seguir teniéndote por aquí, te dejo un besito de buenas noches, tu JazUnnie 🌻
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