Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

OO.O 𝑷𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒖𝒆: 𝐼𝑠 𝑇ℎ𝑒 𝐷𝑎𝑦 𝑊𝑒'𝑣𝑒 𝑊𝑎𝑖𝑡𝑒𝑑 𝐹𝑜𝑟

𑁍*༄ ¡HEY, TÚ CON LA CARA
BONITA, BIENVENIDO A LA RAZA HUMANA!

𑁍🏵️𑁍

Tierras fértiles, noches frías, y días cálidos. Zonas mexicanas descritas en seis palabras. El trabajo no era algo que se suspendiera o que se atrasara dentro de las zonas más campestres de Morelia. 
Pero a pesar de su trabajo, Eugenio Navarro, que se sometía a picaduras de abejas, arduos y calurosos turnos bajo el sol brillante de verano, no conseguía el suficiente alimento para criar a sus hijos y mantener a su esposa. Elba por su parte, sacrificaba sus manos, sudor, y cuerpo en atender el hogar, esforzándose cuanto pudo por hacer rendir la comida.

Eugenio entró una vez más a casa, con las manos vacías como su estómago, un dolor punzante en la espalda y piernas, con su rostro cansado. Cuando sus hijos de a penas dos y tres años se acercaron a él, disimuló su cansancio, frustración, y tristeza con una sonrisa, haciendo creer a ambos que había sido un gran día. Abrazó a sus dos hijos, con cariño, eran su única recompensa después de aquel cansado día.
Ni siquiera cenaron, estaban tan cansados los cuatro, que les fue imposible mantenerse sentados cinco minutos más después de aquello.

— ¿Qué vamos a hacer, Elba? — le preguntó el hombre a su mujer, de tez morena pero ojos verdes brillantes. — Me robaron mi última cosecha, hoy pizcaríamos el maíz, pero se adelantaron...

La mujer se volteó hacia Eugenio, sus ojos denotaban su preocupación por la familia. — Encontraremos una manera, te lo prometo... — intentó calmarlo, dedicándole una dulce sonrisa.

— Debiste casarte con Fabián, pudo darte una mejor vida... — musitó el hombre apenado por la mala vida que le brindaba a aquella mujer que había hecho de todo por él, y a quien había prometido una excelente vida.

Contrario a lo que esperó, Elba acunó su rostro entre sus manos. — Pero a ti te amo, no me importa qué es lo que tengamos que hacer, saldremos juntos, y tendremos esa casa que tanto queremos, criaremos a esos dos niños, juntos...

Eugenio le dedicó una sonrisa, disfrutando el calor de las manos de Elba, quien solo se dedicaba a hacerle cariños sobre el rostro en un intento de calmarlo. Se sentía culpable, impotente, ¿Por qué solo a él le robaban las cosechas? ¿Por qué solo a él la tierra no le quería?

A la mañana siguiente, Eugenio se levantó tan temprano como le fue posible, todavía a oscuras, frío, y acompañándole únicamente la más miserable cantidad de comida que había cargado en todos sus cuarenta y nueve años de vida, un zarape café mal remendado, una gran cantidad de ropa –para cubrirse lo más posible de las abejas cuando tuviera que trabajarlas–, sus herramientas de trabajo que se colgaban pesadas sobre su espalda, y un sombrero para cubrir el sol que pronto saldría con más fuerza.

Bajo los primeros tímidos rayos de sol, trabajó, fertilizó, y cosechó lo poco que la tierra le había brindado. Por la tarde, con el intenso calor de la estrella dorada, trabajó las abejas, e intentó cosechar un poco de miel, la miel más dulce que había probado en su vida, intentando no destrozar los panales para no duplicar el trabajo de las abejas. Y cuando los más fríos rayos de una luna tardía lo cubrieron, se encontraba de regreso a casa. Cuesta arriba, en compañía única de unos árboles que recién comenzaban a dar sus primeras hojas, arrastró sus materiales, con las manos más magulladas que el día anterior, una decepción mayor, y un dolor punzante que hacía que cada paso que diera, se convirtiera en un infierno entero en sus pies. 

Antes de llegar a casa, se detuvo en una roca, una roca que tenía forma femenina, como si hubiera sido tallada. Se sentó a sus pies, y sintiendo el aire frío, cerró los ojos, cansado, sediento, con hambre.
El negro llegó a sus ojos. Todo era negro, nada resaltaba a excepción de un pequeño punto blanco a las distancias de donde él se encontraba. Se levantó y comenzó a acercarse. Sus pies no dolían, su estómago no rugía, y lo más importante, la caminata se sintió como si volara. Mientras se acercaba, el punto comenzó a hacerse más y más grande, hasta que tuvo forma.

Era una mujer, anciana que en su cabeza llevaba una serpiente, y en la falda huesos formando cruces. Aquella mujer se acercó a él mucho más, tomó su mano delicadamente con su izquierda, mientras que con su derecha, tomó su rostro besando su mejilla después.

— Tendrás las tierras más fértiles, mi protección a ladrones, y de parte del Dios K'awiil, Dios maya de la abundancia, la mayor fortuna monetaria, material, y emocional... — dijo la mujer poco después de separarse. — Tu familia será bendecida con dones especiales para cada uno, hijos, nietos, bisnietos, y demás tendrán un don... — añadió soltando su mano. 

Eugenio se separó con la respiración agitada. Los dioses no daban regalías como aquellas de un minuto a otro. — ¿Qué quieres a cambio?

La anciana le sonrió con dulzura. — Tu descendencia tendrá que ofrecerme a la primer mujer al cumplir los diecisiete años...

La propuesta era tentadora, pero no se creía capaz de sacrificar a la primera mujer que viniera. Aunque... Debía mantener con vida a su familia.

— Te daré tiempo para pensarlo, tienes veinticuatro horas — añadió sonriente, dándose la vuelta y desvaneciéndose en un polvo dorado.

Sus ojos se abrieron bruscamente. El corazón le latía tan fuertemente que lo sentía incluso en la garganta, se levantó y caminó con lentitud hacia su casa, sin importarle los peligros  que corría en ese momento. Cuando llegó, la misma bienvenida del día anterior lo recibió, a excepción de que esta vez, no podía fingir una sonrisa. Su debate interno entre la moral y la ambición peleaban como una serpiente de fuego y una de agua. Era imposible decidirse. 

Veía un punto fijo en el techo su habitación, Elba estaba dormida entre sus brazos. Intentó dormirse durante un buen rato, y cuando por fin lo logró, visiones llegaron a su mente. Roberto, el menor de los hermanos hablaba animadamente con su mano, cuando se acercó, notó que había una abeja que reposaba sobre esta. El menor ordenó atacar a un animal que estaba a punto de atacarlo a él, y un panal entero se lanzó sobre el animal. Las abejas lo recompensaron y sanaron con cuanta miel les fue posible.

Después, su hijo mayor, Jesús, hacía brotar maíz, cañas, frijoles, todo tipo de semillas comestibles, árboles frutales. Y cuando un hombre que parecía ser de los mandatos virreinales se acercó para tomarlo de las manos, los árboles, las plantas, y las cañas tomaron su propia vida, obligando al mandatario a alejarse si no quería ser capturado por los grandes árboles. 

Lo siguiente que vio, fueron sus tierras secas, llenarse de verdes árboles, grandes maizales, y muchas más cosas. La propuesta de la mujer le llamó mucho más la atención. Así que a la noche siguiente, se sentó nuevamente a los pies de la gran piedra, cerrando sus ojos esperó la llegada de la diosa Ixchel.
No se tardó en lo absoluto, imitando su llegada de la noche anterior se presentó ante Eugenio. 

— ¿Y bien? — le preguntó seriamente.

— Acepto — respondió dándole la mano. Ixchel le correspondió, y cuando sus manos se juntaron, un lazo dorado que gradualmente fue desapareciendo dejando una marca rojiza sobre su piel, se extendió por todo su brazo. 

Volvió a abrir sus ojos de golpe. Revisó su brazo, pero aunque la luz de la luna era débil, logró distinguir que la marca rojiza no estaba sellada, su sangre se escurría. 

Deberás volver a tus tierras, dejar caer tu sangre sobre la tierra seca, guardar un poco para colocarla sobre las frentes de tus hijos, y por último, tomarás una piedra del piso, colócala sobre mi roca y deja caer una sola gota de sangre, se volverá ámbar y transparente. Al cumplir los seis años, las futuras generaciones tendrán que tocar la piedra, y su don será concedido — le dijo un débil susurro al oído.

Memorizó sus instrucciones, y lo hizo, volvió a sus tierras, dejó que gota por gota su tierra se llenara de aquel líquido rojo, sacó un pequeño botecillo de su bolsa y dejó que la sangre lo llenara. Entonces volvió a la piedra de la Diosa, tomó una piedra, una completamente lisa que parecía de río pero tenía forma de corazón. La dejó a los pies de la gran piedra dejando caer una sola gota de sangre sobre esta. Inmediatamente, para sorpresa del hombre, la roca lo absorbió y comenzó a expandirse hasta tener un corazón de rojo ardiente. Entonces se volvió transparente, y con el paso de los siguientes segundos, tomó un color ámbar traslúcido, parecido a la miel.

Justo en ese momento, su sangre dejó se correr de su brazo, la herida se selló y no dejó un solo rastro, ni siquiera en su ropa.
La noche de pronto se volvió madrugada cuando él llegó a casa. Elba lo esperaba sentada en la mesa, mordía nerviosamente sus uñas, pero cuando lo vio entrar, dejó lo que hacía para correr a abrazarlo.

— ¿Dónde estabas metido? — le preguntó furiosamente.

— Yo... Me... Eh... En las tierras... Pensé en plantar unas cosas más y se me hizo tarde — mintió nervioso de que fuera a descubrir su gran mentira. 

Elba pareció creerle, entonces se fueron a dormir ambos. El remordimiento y la satisfacción inundaban su ser, aunque temía por la reacción de Elba, estaba feliz e ilusionado por lo que al día siguiente encontraría en sus tierras.

Prólogo listop... Espero que no les moleste, pero tuve que poner un "horario", porque soy muy olvidadiza y ajáp...

En fin, las actualizaciones serán los lunes y sábados, a las 8:00 pm, horario de CDMX, también porque necesito tiempo de escribir xd

Ahora sip, espero que les haya gustado, ya el sábado publico el primer capítulo <3

FÁTIMA FUERA.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro