↠Parte Trece↞
La primera quincena del mes traía consigo siempre el mismo huracán, la visita de la señora Yoo, pero esta vez nadie estaba alerta a su llegada, como en las anteriores veces.
Bae les observaba con incredulidad esta vez. En aquellas increíbles tardes de sesión nunca había sentido incomodidad similar entre ese par, pero en aquella sesión por la mañana, reprochándose lo que a su parecer sólo eran tonterías. La comunicación entre Jihyo y Sana había mejorado demasiado, por lo que aquello parecía un episodio completamente inesperado para la omega mayor. Ambas eran demasiado tercas para ceder en su pleito.
—Por todos los cielos, ¿no puedes admitir que estás exagerando todo ese asunto, Minatozaki? —Reclamó Jihyo, con evidente disconformidad por la actitud de su alfa.
—¿La ve? Es una jodida necia, me cansé de decirle que esto no es un problema, pero…
—¿Qué no es un problema? —Interrumpió Jihyo y el incremento de su aroma demostraba su frustración. Sana se sentía extrañamente expuesta por su esposa y su temperamental reclamo —¿Acaso te estás oyendo Sana? ¿Cómo puedes creer que no es un problema? ¿Sabes cuanto extraño ese lado tuyo? ¿Acaso tu ya no me extrañas?
—Por favor, omega… —Se ruborizó la alfa, ladeando la mirada de la atenta expresión neutral de Joohyun.
—Licenciada ¿no son acaso importantes las relaciones sexuales en una pareja? —Insistió Jihyo, mediante su argumento.
—No puedo creerlo. —Se apenó Minatozaki no logrando evitar el sonrojo que la invadió, meciendo la cabeza ante el bochorno que le provocaba la situación. Tendría que haber imaginado que su omega se traía algo entre manos, cuando decidió adelantar la sesión por la mañana, intempestivamente.
—Claro que lo es, pero no lo es todo en una relación. —Señaló Bae, inmediatamente.
—Por supuesto que no lo es. —Gruñó la alfa, a la par.
—¡Dile a la licenciada Bae lo que en verdad sucede, alfa! ¡No te quedes callada como siempre haces! —Le regañó Jihyo. Sana se removió, claramente incómoda con ese tema de conversación.
—Oh por la madre Luna, Jihyo… —Sana lanzó un largo suspiro de desaprobación contra su omega, no comprendía cómo era capaz de exponerla de ese modo, pero a la vez comprendía que ese era el modo correcto de hacerlo.
La alfa no sabía si estaba completamente orgullosa de ella o si deseaba ponerla sobre sus rodillas hasta que dejara de incomodarla con sus reclamos en frente de su terapeuta.
—¡Ella no quiere tocarme, licenciada! No me parece justo que suponga que es el mejor modo para asumir la responsabilidad de nada, ¡Ya lo he superado Sana! —Jihyo estaba realmente afectada por la distancia física de su alfa para con ella y quizás tenía mucha razón en estarlo, pero no era del todo la intención de la nipona.
Sana comenzó a analizar el modo en el que Jihyo comenzaba a tomar hábitos que había perdido en su idea de ser madre a como diera lugar. Poco a poco comenzó de nuevo a meditar por las mañanas, lo entusiasmada y contenta que estaba con sus horas de estudio para recuperar sus materias, a recordar cómo era todo antes de aquella insoportable problemática. La alfa pensó que quizá, tal vez, si le daba un tiempo a su omega, ella podría encontrar una respuesta a sus miedos e inseguridades y por fin volvería a ser la omega alegre y vivaz que solía ser cuando decidió ser su esposa. Aquella que parecía tener una personalidad inquebrantable, esa que la llenaba de energías y de ánimos, que le renovaba las esperanzas y los sueños. Deseaba tanto el regreso de esa omega.
Sana realmente lo creía y se había esforzado demasiado por darle ese lugar a Jihyo, pero por supuesto, esa omega había imaginado cualquier cosa.
—Bueno, dependiendo del modo en el que… —Intentó intervenir la profesional.
—¡Oh vamos, omega! Estás haciendo un drama muy grande por nada, la licenciada no necesitaba saber eso. —Señaló la alfa pelimiel, interrumpiendo a Joohyun. Jihyo le miró de refilón.
—Ustedes pueden hablar de lo que sea en esta sesión… —Agregó Bae en medio de aquella disputa en la que ella parecía haber sido tomada como mediadora, más no se le permitía la palabra realmente. ¿Absurdo? No necesariamente, ¿Cómico? De ver, definitivamente.
—¡Por supuesto! ¡Lo ha dicho infinidad de veces! Lo que sucede es que Sana solo habla de lo que a ella realmente le interesa ¡O no sé! —Se exasperó Jihyo, meciendo la cabeza retiradas veces, para ver si de ese modo podía lograr comprender el comportamiento de su alfa.
—¡Ya basta, omega! —Le regañó Sana y Jihyo gruñó en desacuerdo con la japonesa.
—Bueno. Si hablan sobre la otra, no podrán oírse. Puede hablar primero una y luego la otra. Y lo digo una vez más Sana: ustedes pueden hablar de lo que sea en esta sesión. —Insistió Bae, acomodándose en su asiento ante la mirada fija de la alfa nipona.
Sana hizo una mueca despectiva y Jihyo comenzó a expresar su retahíla de reclamos en contra de su alfa, casi que sin piedad.
Bae oía los reclamos de Jihyo contra la japonesa intentando imperiosamente detener la sonrisa que le provocaba. Al parecer, Sana había estado respetando el tiempo de sanidad y concientización de los propios actos de su omega, y había preferido mantener sus manos lejos de ella a base de supresores y una férrea paciencia y convicción.
Lo que la licenciada entendía, era que la alfa deseaba que su esposa se viera completamente recuperada antes de dar aquel paso que parecía representar una supuesta “crisis” para la japonesa. Pero Jihyo, reclamaba que ese no era el modo correcto de tratar el asunto, e insistía que ella ya había entendido su error y que solo necesitaba que su alfa volviera a ser la misma de antes, sin necesidad de tantas molestias innecesarias de su parte, que solo malogran su tiempo juntas y las aparta un poco más.
¿Lo que Bae creía en medio de toda esa tensión? Ahg, ella creía que esa hermosa pareja necesitaba bajar las propias defensas, dejar de reprimirse tanto y encerrarse en su habitación unos largos días con tiempo indefinido para ellas solas, pero en cambio lo que dijo fue:
—Será mejor que se escuchen. Han estado diciéndome lo que sienten a mí, durante toda la sesión, pero no las he visto decírselo una a la otra de frente y eso significa retroceso. —Bae buscó a la japonesa, primero —Sana es preciso que veas a tu esposa cuando hablas sobre lo que te molesta de su actitud e incomprensión, y Jihyo —Buscó a la omega pelicorta —Es mejor que analices el argumento de Sana, pues, ella tiene un punto que parece preocuparle demasiado ¿no lo crees? —La licenciada cerró su cuaderno y sonrió amablemente cuando ambas asintieron como niñas regañadas. —Perfecto. Las veo la próxima semana.
Sana siguió el paso de Jihyo, quien iba tres pasos adelante de ella, después de que dejaron la sesión. La pelicorta no iba tomando su mano al salir, aquella vez como en las anteriores veces. No se esperaba esa respuesta de parte de su esposa, siquiera cuando se reclamaron sus peores defectos habían salido tan molestas de una sesión, como en esa ocasión.
Bae estaba algo equivocada respecto a ese par, aunque no la hubiera visto a simple vista, Sana no era tan terca como parecía esa vez, pues sabía muy bien lo que su esposa quería de ella, porque la conocía tan bien como si de ella misma se tratara.
En cambio Jihyo, esa omega terca creía que efectivamente su esposa había dejado de confiar en ella, y estaba tan molesta, pero no con su alfa como había entendido su terapeuta y como se había encargado de evidenciar mediante sus propias acciones, sino consigo misma,pero su alfa no tenía que saberlo, no aún.
La alfa japonesa se acomodó contra la pared sentada en la silla lacada de una de las mesas de Blueberry sunset, pensativa y en silencio, analizando como le haría entender a Jihyo que quizás unas semanas de celibato no les haría nada mal.
Nayeon sonrió de inmediato al verla en su espera sentada en una de las mesas de su restaurante. Tenían un tiempo sin verse, después de que la coreana había decidido hospedarse en un hotel y Sana se había concentrado en ser de mucho apoyo para las hermanas Yoo.
Sana alzó la mirada ante aquel fraternal llamado que le hacía la loba de su amiga cuando se encontraban después de un largo tiempo. La alfa hizo el intento de una sonrisa ante la castaña y esta rápidamente frunció el entrecejo.
—¿Puedes decirme de una vez que sucede contigo? —Cuestionó de inmediato.
—¿Estás libre? —Consultó la nipona pelimiel, analizando el impecable mandil que vestía su amiga esa medio día.
—Sabes muy bien que para ti siempre estoy libre, cariño. —Nayeon le guiñó un ojo encantadora, haciendo reír a Sana.
—Cállate y siéntate, idiota.
—Ash, estás más malhumorada que de costumbre, alfa tonta —Se quejó Nayeon, haciendo reír a Sana.
¿Hacía cuánto tiempo que no se tomaban un momento para hablar? Sana la miró por encima de sus pestañas cuando Nayeon tomó un lugar frente a ella. El largo suspiro que lanzó la castaña, pareció relajar todo su cuerpo, cuando recibieron el almuerzo.
—¿Por qué estás tan incómoda? —Consultó Sana, dándole un corte a su bife al punto.
—Tu loba está muy a la defensiva. —Señaló con los hombros muy alzados y Sana se ruborizó.
—Lo-lo siento. —Meció la cabeza, acomodando la voz —Discutí con Jihyo esta mañana.
—Oh. —Aceptó Nayeon. Sana siempre era tan perceptible para ella, la conocía desde hacía un largo tiempo, que apenas verla podía reconocer su estado de ánimo. —¿Están muy mal? —Se preocupó.
—¿Tu has hablado con Jeongyeon? —Le interrumpió la nipona, sin enfrentar su mirada de reproche, ante su cambio de conversación.
—Estamos hablando sobre tí y sobre Jihyo, Sana-yah... —Bufó la alfa coreana.
—No quiero hablar de eso. —Negó la japonesa, de inmediato.
—Si no eres capaz de hablar con nadie, ¿Con quien lo harás? Ya te he dicho varias veces que guardarse las cosas te hace daño... —Señaló la castaña, con seriedad.
—Ya comenzarás a regañarme, Im… —Renegó Sana, con desgano. Muy a su parecer, ya había sido suficiente con Jihyo y la Licenciada Bae por la mañana.
—Sana, admite que guardar los sentimientos puede ser de todo, menos bueno para ti.
—¿Has hablado con Jeongyeon? —Insistió ahora con la ceja en alto y Nayeon bufó.
—No la veo desde hace un mes. —Admitió con la voz muy baja.
—Ahg Nayeon, ¿cómo te atreves a sermonearme? —Se burló Sana, con una risilla irónica.
—No es lo mismo Sana, y lo sabes.
—Eres una jodida orgullosa de lo peor Im, ¿Cómo lo logras? —Cuestionó Sana, asombrada —Explícame, porque yo no he sido capaz de dejar a Jihyo más de doce horas sin sentirme miserable y en soledad.
—Con cada segundo que paso lejos de ella, parezco perder un trozo de mi corazón. —Murmuró dejando de lado el plato vacío.
Recordar a su omega y el dolor que transitaba su corazón y que ella podía percibir en aquella marca que aún parecía transmitirle todos sus sentimientos con tanta fuerza, le anudaron el estómago.
—Que poética… —Extendió su botella frente a ella. Nayeon bufó cuando la nipona la olió. —De acuerdo, no haré más preguntas, pero eres una idiota.
—Lo sé. ¿Ahora me dirás cómo están tu y Jihyo? Y deja de omitir los detalles ¿esta bien? —Reclamó Nayeon, con desgano.
—Estamos tomando terapia de pareja. —Nayeon extendió sus ojos ante su respuesta. No esperaba esa información. —¿Sabes? Ahora que lo pienso, tu y Jeongyeon deberían considerarlo. Apestas a tristeza y eso que no has sentido el aroma de la oficina se Jeongyeon…
—¿Terapia? ¿Por separado o…
—Juntas. —Corrigió Sana. —Parece que no, pero hace una diferencia descomunal en la relación. Les hará mucho bien. —Dedujo la nipona, totalmente despreocupada con su comentario.
Nayeon no cabía en ella de tanto dolor que sentía y sabía que más que buscar motivos de más reclamos, eran ella y su omega las responsables de lo que estaba sucediendo en su relación. Ambas tenían que poder hallar un medio, un balance, una solución y poner un límite a todo aquello.
Im quería creer en el amor de Jeongyeon, pero luego su orgullo le jugaban en contra y se dejaba llevar por los malos pensamientos. La alfa parecía evitarla desde entonces, pero podía sentir lo indefensa que ella se sentía en la distancia a causa de toda aquella situación.
Quizás podría ser una buena opción y definitivamente la tendría en mente.
Ese día había comenzado tenso e indomable, como la tensión que sometía a ese par de mujeres que se deseaban con una locura que ninguna se las dos era capaz de admitir, pero que al final, tampoco se negaban. O al menos no, hasta ese día.
En una sencilla oficina del área de administración, se había desatado una pasión, uniformidad, sincronización de cuerpo, de alma y espíritu animal sin magnitud. Lo que no cabía era la aceptación de aquello, clásico en las personalidad que oscurecía a esa omega japonesa y la hacía tan irresistible a los ojos de aquella alfa pura que se desarmaba con cada expresión de su hermoso rostro que se contorsionaba de placer cada vez que la tomaba con todo su cuerpo.
—Oh, sigue, s-sigue así... —Gimoteó cuando la alfa la sostuvo de las caderas con fuerza para que la rodeara y comenzó a arremeter en su interior con un ritmo insistente, sosteniéndola deliciosamente de sus muslos.
La increíble sensación que recorría a la omega ante cada encuentro desde que se habían descubierto, era algo que la hacía perder el poco sentido común que poseía. Le encantaba que fuera de ese modo.
—La-la señora Yoo... en unos minutos... —Jadeó la alfa japonesa contra sus delicados y cínicos labios atractivos de los que se había vuelto una adicta sin remedio.
La omega jadeó sonoro cuando la alfa presionó el agarre de sus muslos, a causa de las sensaciones que la invadían al sentir la respuesta de su cuerpo. Mina estaba segura de que habría severas marcas allí y le excitaba aún más la idea de encontrarlas luego.
—¿A-ahora mismo? —Consultó la menor, aunque sin dejar de presionar los párpados con cada arremetida contra su cuerpo.
—Si, hoy... —Masculló cuando el interior de la omega comenzaba a estrecharse contra su falo.
Momo detalló en el suave rubor de sus mejillas suaves y quiso mucho más que besar sus labios entreabiertos. Le excitaba la respuesta de su cuerpo cuando estaba cerca de la liberación.
—¿Vienes a mi apartamento, luego? —Jadeó entrecortado, mientras empuñaba los hombros de su suéter. Momo presionó el agarre contra su piel, para la satisfacción de la menor quien gimió alto como respuesta.
—Rayos omega, no digas eso que no podré esperar hasta entonces... —Jadeó Momo, tan embriagada por su entrega ilimitada.
¿Quién lo habría dicho? La misma mujer que parecía desear muy lejos de su vista, estaba amarrada a su cadera, con la falda alrededor de su firme estómago y sus bragas escondidas en el bolsillo de sus pantalones, después de que se había tomado el trabajo de quitárselas para degustarla antes de tomarla a su gusto y placer sin siquiera haberle desprendido la camisa.
Momo había descubierto que le encantaba la osadía de la menor y ese aspecto intelectual que tenía cuando se recogía el cabello, o cuando la veía con esa sonrisa soberbia, y esa mirada altanera. Le encantaba esa omega.
—No te detengas, no te detengas alfa, estoy muy cerca… —Musitó contra su boca, antes de buscar un nuevo beso que detenía toda su cordura.
Momo detalló cómo sus mejillas hervían ante el ritmo cíclico de su arremetida constante y pudo sentir el fuego que le provocaba su picardía y descaro al hablarle mientras la tomaba.
—Te quiero para mi... —Murmuró la alfa con la voz ronca, dejándose llevar por la intensidad del momento, sin imaginar lo que aquello provocaría.
Mina la buscó, como si todo en su ser la amenazara con sus palabras.
—¿Q-qué has dicho? —Jadeó asombrada, al oírla jadear esas palabras distorsionadas.
—Que te quiero, omega... —Respondió alzando el tono de voz, mientras sentía las manos de la menor haciendo presión contra sus hombros, una de sus manos subía por su cuello. Las mejillas de la alfa japonesa brillaron con más color y sentía que se quemaba por más.
—Oh no, tu no has dicho esa mierda... —Balbuceó atónita y se retorció cuando recibía una oleada de escalofríos al sentir su orgasmo muy cerca.
—¿Acaso no sientes todo lo que siento por ti? ¿No me sientes? —Murmuró mientras dejo un suave beso ahí en donde el pulso latía sobre su cuello.
Mina tragó nuevamente meciendo la cabeza, no podía enfrentar la mirada de su mayor, ni lo que sucedía a su alrededor.
Momo no la juzgó, apenas y podía dosificar lo que deseaba hacerle cuando la tenía entre manos, sabría comprender su confusión.
La omega de la nipona menor se sintió extrañamente extasiada ante la idea de provocar sentimientos en esa preciosa alfa y por un instante su pecho se oprimió, al percibir su aroma mentolado y constante tan dulce y vibrante como nunca antes en los encuentros que llevaban teniendo hace prácticamente un mes. Diablos, ella hablaba muy enserio.
—Mina… —Lloriqueó cuando la omega se apartó de su agarre, tirando de su pecho y retorciéndose como un pájaro cautivo.
—¡Suéltame! —Masculló cuando se apartó del agarre de la alfa, sin importarle que toda su actividad hubiera quedado a la mitad. Su omega gruñó en desacuerdo, pero la menor desafió a la mayor, como era una costumbre.
—No quise… —Balbuceó la mayor, intentando justificar sus palabras.
—Escúchame una cosa Momorin —Masculló la menor bajándose la falda, acomodándose la ropa, antes de acercarse a ella para tomarla del cuello de su suéter. Frente a frente, sintiendo su aliento mutuo, le habló la más baja—No me importas de ese modo. Tu y yo, solo pasamos un buen rato ¿Si entiendes? Si no eres capaz de entenderlo, entonces esto no funcionará.
La expresión fastidiada y desconcertada de Momo había sido tan dura, que pudo percibir la inquietud de la loba de aquella omega por su causa. ¿Por qué rayos se resistía a ella? Podía sentir todo lo contrario y mucho más en la respuesta de su cuerpo, con los poderosos besos con los que se tomaban apenas se encontraban en la mirada de la otra. Rayos, si no había podido resistirse a cogerla en su oficina, ya estaban fuera de control. ¿Acaso era posible que solo fuera su propio sentir? No podía ser tan ingenua.
—No mientas omega, ¿A quién quieres engañar con…?
La insatisfacción no era para nada una solución, pero sí podía ser un buen escarmiento. Mina carcajeó, burlona ante el desconcierto de la mayor.
—Eres una idiota si crees que podría aguardar sentimientos por alguien como tu, no seas ingenua Hirai. Apártate de mi camino. —Gruñó la omega, acercándose a ella y tomando sus bragas de adentro de su bolsillo. —Mis bragas no te pertenecen a ti, alfa tonta.
Mina le regaló una sonrisa cínica y beso en los labios como agradecimiento, antes de dejar su oficina sin remordimiento alguno.
Las lágrimas de frustración irrumpieron en los ojos de la alfa, pero ella no estaba lista para llorar por una mujer, y menos si está se trataba de nadie más y nadie menos que la insoportable Myoui Mina.
Alguien tenía que ceder, y ella ya había elegido a una mujer incorrectamente una vez, no fallaría en una nueva ocasión. No cabía una nueva ocasión.
Yoo Sunmi, en su apellido de casada, era una de las omegas de alta sociedad más guapas de Corea del Sur, sin exagerar, aún merodeaban alfas que la codiciaban, pero ella había decidido que su último matrimonio había sido suficiente para el espíritu de su omega en depresión.
Ella y su hija alfa, Yoo Seungyeon (la única de sus hijas quien había decidido seguir sus pasos de ser parte del mundo de la fama y de la superficialidad), eran las primeras en hacer una fila para analizar el desempeño de las menores en la empresa, pero no parecían entender que aquello no quería decir que tuvieran permitido tomarse el derecho de decidir el destino del futuro de ese par.
En sus pasados cuarenta y muchos y su mirada despiadada, aquella hermosa mujer omega no era más que la sombra de la madre amorosa, sensible y dedicada que había sido hasta que su esposo partió. Aquel imprevisto domingo por la mañana que había dejado consigo un vacío repleto de revelaciones, no era más que un oscuro recuerdo que entristecía a su loba solitaria.
Nada había preparado a Sunmi para enfrentar la ausencia de su alfa y lo que aquello significaba, debido a que el ingeniero Yoo había rebozado de una increíble salud, pero nadie estaba preparado para las vueltas que daba el destino.
Yoo Jinyoung la había dejado con tres hijas, varias propiedades y un emporio inmobiliario que debía de ser delegado con dedicación tal y como él les había enseñado. Bueno, así debía de ser si no querían perder el lujoso estilo de vida que tenían ella y sus hermosas hijas.
A Sunmi no le sorprendía que Yoo hubiera dejado a su hija de en medio como representante legal. Jeongyeon había rebosado de conocimiento y de una disciplina excelente, no había tiempo para pensar en sí aquello era lo correcto, en si aquel cambio pudiera provocar consecuencias en la vida de Jeongyeon, ni en nada que dependiera problemas, todo debía salir perfecto tal y como él lo había dejado dispuesto antes de partir.
Aunque, muy en el fondo Sunmi sabía que no había nadie mejor que su hija menor para ese puesto. Jihyo tenía lo que ni Seungyeon, ni Jeongyeon tenían, era su propio carisma y esa autoridad innata que esta ocultaba detrás de toda esa actitud rebelde e indomable en la adolescencia, estaba segura que era una digna heredera de su difunto esposo, si no fuera por esa alfa…
La tensión se hacía insoportable cuando Sunmi llegaba al edificio, viéndoles de refilón, antipática, analítica y demandante. Todos se alertaban y se preocupaban pues, su presencia no se comparaba con las esporádicas muestras de hostilidad de la Yoo de en medio.
Al parecer, la verdadera autoridad en ese edificio era nadie más y nadie menos que la señora Yoo.
—¿Cómo diablos has podido permitir que tu hermana quede en boca de los empleados así, Jeongyeon? —Le señaló su madre.
Jeongyeon mantuvo la cabeza baja, sin poder evitar sentir toda esa culpabilidad. La rubia había oído uno que otro comentario de mal gusto, pero no podía detenerse a oír las tontería que pudieran comentar sus empleados, había estado muy ocupada manteniendo todo en perfecto orden y armonía, que no había prestado atención a lo que sucedía en los transitados pasillos del edificio. Cielos, no podía estar en todos lados y poner sus oídos en todas partes, no era una jodida diosa.
—No sabía, no me di cuenta, estuve tan… —intentó, antes de ser interrumpida por su madre, quien habló abruptamente.
—¿Y tú? Tu única ocupación eran mantener el orden de un par de documentos y ser una buena omega, pero en cambio no has sido capaz siquiera de tener tus propios cachorros, ¿Acaso algo está mal contigo y no me lo has dicho, huh? —Exigió Sunmi, sin importarle en lo más mínimo el aspecto derrotado de su hija menor.
—Jihyo, si había problemas contigo o con tu loba, debiste hablarlo con mamá, no puedes guardarte las cosas de este modo, ahora todo está perjudicando la reputación de la empresa. —Señaló la alfa mayor.
El aroma a pinos de Seungyeon sólo provocó nauseas en Jeongyeon, quien presionó los dientes cuando Jihyo se achicó en su lugar ante las palabras de ambas.
No había rastros del dulce aroma de su madre desde hacía mucho tiempo y su loba se desesperaba al añorar si calidez maternal.
No era justo que se levantaran en contra de Jihyo y su intimidad, después de todo lo que ella y Sana sacrificaban por la estabilidad de esa corporación.
No era justo, en lo absoluto.
Jihyo contuvo el aliento cuando obtuvo los ojos burlones de Mina sobre ella y Jeongyeon miró a Myoui con esos ojos, los ojos con los que la corría de cada habitación cuando no la quería cerca, hasta que la nipona entornó la mirada tan malhumorada como siempre, antes de retirarse en silencio.
Jihyo sollozó cuando oyó el clic de la puerta al cerrarse por sí sola en la salida de la nipona. Jeongyeon miró a su madre y luego a su hermana mayor con tal reproche golpeando dentro de sus labios, que creía que acabaría por vomitarlo todo si seguía callando. En aquel último tiempo todo eran motivos para descomponerse, pues todo le daba una sensación de impotencia sin fin que le revolvía el estómago. Estaba tan agotada de la presión y el juicio con el que la señalaban constantemente.
—Lo preguntaré una vez más, Jihyo ¿Qué está mal en ti? —insistió Sunmi con aquellos duros ojos sobre su hija menor.
La omega mencionada se vio demasiado intimidada por la omega de su madre, como cuando era una niña siendo regañada por una travesura. ¿Cómo rayos lograba hacerla sentir así, aún? Jihyo no lo sabía, así como tanpoco sabía porque le afectaba tanto, pero quisiera poder evitar que la partiera a la mitad con tanta facilidad.
—Nada está mal. Na-nada. —Meció la cabeza en medio de un sollozo.
Siempre dolía que la mujer la atropellara de ese modo, pero a pesar de que en su mayoría parecía ser el foco de sus desaprobación, esta vez estaba yendo demasiado lejos. Como se dice generalmente: “Puedes recibir comentarios desagradables de todo el mundo, pero solo los de tu madre son los que más daño te harán”.
—Eres tan terca como tu padre, siempre has sido desobediente, tanto que creí que serías alfa como tu hermana mayor. —Anunció la mujer con la voz inexpresiva —Fue una decepción cuando decidiste dejar tu carrera por casarte con esa tonta alfa y no aceptar la mano de Kang que proviene de una buena familia coreana. —Lamentó la mujer, tomándose el puente de la nariz, dramáticamente —Todo por un capricho, ¿Es que hay algo que puedas hacer bien por tus propios medios Yoo Jihyo? —Insistió la madre, meciendo la cabeza con desaprobación.
—No puedes decirle eso a Jihyo, ella siempre ha hecho un trabajo excepcional, su rol es más importante que el de Myoui en esta corporación… —Insistió Jeongyeon, no pudiendo soportar aquel estúpido interrogatorio.
¿Acaso no habían dejado la niñez hacía unos largos años atrás? Jeongyeon comenzó a ver lo absurdas que se volvían las palabras de su madre con el pasar de los años.
—¡Myoui no es mi hija, Jeongyeon! —Canceló su participación en la discusión, antes de regresar su cargamento contra la menor —Te he dicho miles de veces que era una mala idea, tu padre no hubiera aprobado que te casaras con ella, jamás, ¡Mereces lo mejor!
—¡Él adorabada a Sana! —Lloriqueó Jihyo con reproche, pero aún por sobre su convicción, siempre perdía su fortaleza frente a esa mujer.
Las palabras de Sunmi tenían mucho poder sobre las tres, pero nadie más que Jihyo parecía ver lo tóxicas que se habían vuelto en los últimos años.
—Él no soportaba la idea de que dejaras tu carrera, ¡Si no lo mataba ese ataque, lo habrías hecho tú con los disgustos que le provocabas niña! Si tan solo hubiera sabido que era por Minatozaki, no hubiera tardado en sacarla de aquí ¡Siquiera son bendecidas por la Luna! ¿Acaso no lo entiendes? ¡Ella no es para ti! —insistió la señora Yoo, igual de eufórica en aquella acalorada discusión con su hija menor.
El chirrido que hizo la silla de Jihyo cuando ésta se puso en pie, Jeongyeon estaba segura que se había oído hasta en la recepción de planta baja. Pero aún por sobre su constante debate y desacuerdo, tanto ella como Seungyeon sabían que era mejor callar.
—¿Cómo te atreves siquiera a insinuarlo con tanta ligereza? —Exclamó la omega menor, soltando la mano de su hermana y perdiendo la paciencia ante su madre.
—Ash, si al menos esa terquedad te hubiera servido para algo. ¡Mírate Jihyo! ¡No has hecho más que fracasar a causa de seguir tus tontas ilusiones por esa alfa! ¡Despierta cariño! ¡Aún tienes tiempo de retroceder y mejorar tu vida! —insistió la mujer mayor.
—¡Sana es mi alfa y no la dejaré por un capricho tuyo, señora Yoo! Que Seungyeon y Jeongyeon permitan que les manipules la vida como a ti mejor te parece, no quiere decir que haré lo mismo para complacerte también, ¡La jodida vida de Jeongyeon se cae a pedazos a causa de tus presiones! ¡Y si algo sucede en su matrimonio será enteramente tu responsabilidad! —Le inculpó la menor, enfurecida y fuera de control.
—¡Jihyo! —Exclamó la omega rubia, viendo a su hermana menor con los ojos muy abiertos y luego nerviosamente a aquellos ojos que se pasaron brevemente en su dirección.
—Quizás la madre Luna no es capaz de bendecirte a ti con los nietos que tanto deseas y créeme mamá, si ese es el modo para que se termine todo este circo, entonces prefiero seguir siendo infértil. —Masculló la menor con tanto desprecio hacia su progenitora, antes de apartar la silla de su camino y salir de la habitación con prisa por huir de tantos reproches sin sentido.
Jihyo no concebía que aún no fuera suficiente con sus propios problemas, pero estaba segura que no necesitaba agregarse las exigencias de su madre. Ya no más.
—Sácala de aquí, ella no está lista para… —Solucionó Seungyeon con tranquilidad, hasta que Jeongyeon la miró con los ojos demasiado extendidos.
—Ella no puede irse, ¿Quién tomará su lugar? —Señaló la rubia, desesperada.
—Myoui está lista para tomar su lugar. —Comentó la mujer mayor, despreocupada.
—Si Jihyo se va para ascender a esa estúpida chica en su lugar, me iré también. No me quedaré sola aquí y que los demás se engrandezcan a costa de nuestro trabajo. —Musitó con la voz seca y decidida. Todo había rebosado los límites, incluso los suyos.
—¡Yoo Jeongyeon! —Exclamó la mujer, quien parecía ver como una blasfemia la lealtad que se tenían sus hijas menores entre sí. —¿Cuál es tu capricho con esa pobre chica? —Se quejó la mujer, sin comprender la actitud de su hija de en medio.
—¡Ella insiste en poner sus ojos en mi alfa! ¿Acaso ese es un motivo suficiente para ti? —Señaló Jeongyeon con fastidio.
Seungyeon se rió entre dientes y la menor le gruñó. El suave y amable aroma de la rubia había comenzado a abarcar la habitación en uno dulce e imponente, quien comenzaba a enfadarse.
—Deberías poner más energías en tu alfa en vez de ponerlas en quién podría robártela, cariño. —Aconsejó la mujer con una sonrisa cínica —¿No crees Seungyeonnie? —Musitó con burlesca tranquilidad.
Seungyeon no tardó en asentir hacia su madre, muy de acuerdo con ella y la misma miró a su hija de en medio con expresión de superioridad.
Sí, el silencio fue tenso e irritante, hasta que la Señora Yoo decidió dejar el edificio en ese día, pero Jeongyeon no se quedó a esperar aquello, porque su preocupación era monumental, no solo estaba preocupada por su hermana menor, sino por todo lo que había estado enfrentando en aquel edificio, siendo Jihyo y Sana el chusmerío de los empleados de planta.
Necesitaba huir. Esta vez, su oficina se agregaba a su casa como los lugares que más la desesperaban en el planeta.
Se apresuró a quitarse los zapatos junto al umbral de la puerta, en el hogar que compartía con su omega. A la par, dejó caer su bolsa, sin preocuparse por que algo pudiera salirse o esparramarse de adentro, necesitaba encontrar a Jihyo.
Sana se había tomado el día, después de aquel encuentro de palabras que había tenido con su omega y decidió darse un respiro, después del almuerzo y así aprovechar para encontrarse con Nayeon. Pero llegando la tarde, su alfa desesperada comenzó a alertarla constantemente, tanto que hizo por ir en busqueda de Jihyo en su lugar de trabajo.
Luego de buscarla por todo el edificio, sin que respondiera una sola de sus llamados telefónicos, la japonesa se dió por aludida de que la menor no estaba allí y decidió ir a buscarla en casa, sin dejar de sentir la alarmante tristeza de su loba ¿En donde estaba su omega?
—¡Jihyo! ¡Ah, Jihyo! ¿Cómo te atreves a preocuparme así? ¡Estuve...! ¿Hyo? —Habló Sana cuando halló a su omega hecha una bolita sobre su cama. Su corazón se detuvo ante su semblante derrotado y por un instante se sintió como una grandísima idiota.
—Déjame, estoy bien, déjame por favor. Necesito estar sola. Solo necesito… estar sola… —Sollozó la omega, entregada al llanto que la invadía sin cesar y que le impedía hablar con claridad.
La loba de Sana aulló al ver a su omega tan angustiada y se apresuró a quitarse el abrigo que aún traía consigo, antes de recoger a la menor entre sus brazos, como a una pequeña desilusionada. Jihyo parecía haber perdido toda las fuerzas que la constituían, pero la alfa sintió alivio de que no se apartara de su agarre.
—Ella-e-ella no… —Intentó hablar la menor negándose a verla a los ojos, apenada.
Sana supuso que lo hacía para justificarse como siempre lo hacía, pero rápidamente la detuvo. Ella no necesitaba sus explicaciones, solo necesitaba que dejara de sentir ese dolor y esa angustia que podía sentir, le estrujaba el corazón sin piedad.
—Cielos mi amor, llora si eso es lo que necesitas, está bien, todo estará bien, cariño…
Sana había visto a Jihyo con lágrimas en los ojos en incontables ocasiones. Esa omega enamorada, pura y sensible era dueña de su corazón y todos sus sentidos, lo era todo para ella y su alfa. Podía percibir todo centímetro de cada sentir que la invadía, pero aún en los dos años que llevaban de relación, jamás había visto a su omega tan rota como lo estaba entonces. Lloraba desde las entrañas, de ese modo que sólo podía hacerlo su corazón y que sabía, le dejaría sus ojos muy rojos e hinchados por la mañana. Jihyo lloraba con dolor.
—Oh Luna, mataré a quien te haya hecho sufrir de este modo omega, le haré mucho daño, lo prometo —Murmuró la alfa japonesa furiosa, mientras abrazaba el cuerpo hecho una masita contra su pecho. ¿Quién diablos se había atrevido a provocarle tanto sufrimiento a su enérgica y alegre omega? Siquiera podía soportar el dolor que presentía en la estrechita unión de su amoroso lazo.
—Ella… ella me odia, alfa… —Borboteó en medio de aquel incesante manantial. —Y sé que es mi culpa, sé que jamás seré lo que ella deseaba que sea. Sé que mi papá murió sintiendo que soy una desilusión para su familia y lo siento tanto… —Sollozó con más fuerza. Las palabras se detuvieron cuando la alfa la presionó contra su pecho.
Sana no necesitaba saberlo, podía reconocer fácilmente los dardos de desaprobación de parte de la señora Yoo. Ahg, esa señora la exasperaba fácilmente. Debió haber imaginado que se trataba sobre ella y lo que pudiera haber dicho a su omega. Era mejor que no pensara en aquella mujer, no cuando comenzaba a detener la ira de su loba quien parecía sentirse amenazada por el dolor de su adorada omega.
—Shhh… descansa por favor, hay mucho tiempo para hablar sobre eso, luego ¿está bien? No soporto verte así, cariño… —Susurró Sana con la voz tensa, mientras abrazaba a Jihyo con fuerza y le regalaba suaves caricias por los brazos y la espalda.
—Sana… —Su voz rota en medio del llanto provocó un nuevo aullido en la loba de su alfa, al oírla nombrarle con tanta desesperación.
Cuando sus ojos se encontraron ante su llamado, Sana pudo sentir su angustia más profundamente. Rayos como amaba esos grandes y transparentes ojos oscuros y como odiaba verlos tan mojados a causa de alguien más. Sana contuvo el aliento ante esa súplica silenciosa y desgarradora que ocultaba en lo más oculto de ellos.
—¿Me amas aún?
Sana presionó la mandíbula para no gruñir contra sus palabras.
—Oh Luna, omega ¿cómo puedes siquiera dudarlo? Estoy aquí por ti, porque no he dejado de sentir tu llanto desde hace un largo rato, te he buscado por todo el edificio de la empresa loca de preocupación por ti, porque juraba que estabas allá ¿cómo no voy a amarte, Jihyo? —Insistió la nipona, desconcertada ante su reclamo.
—Esa no es una respuesta… —Masculló nuevamente y sus ojos colmaron con abundancia. Sana se apresuró a limpiar sus mejillas con sus manos, realmente le alteraba verla llorar.
—¿Eso te hará sentir mejor, eh? —Musitó tomándola de sus mejillas. La omega asintió mediante el llamado de sus ojos intensos. —Entonces mírame mientras lo digo, por favor.
La omega pelicorta no podía detener el incesante hipido, cuando su alfa sostuvo sus mejillas ahora hinchadas, para dejar un suave y tierno beso sobre la punta de su nariz, antes de dirigirle su mirada pura y honesta.
—Te amo tanto, que siquiera soy capaz de descubrir la magnitud de lo que siento por ti, omega y creo que no me alcanzará la vida para descubrir con cuánta dimensión es que te amo Jihyo… mi Jihyo… —Suspiró la alfa y sonrió cuando la omega le recogió una lágrima que se escapó de uno de sus ojos rasgados.
Adoraba a esa japonesa, y sabía reconocer que su lazo tenía un poder inigualable que valía toda la pena, con solo sentir el amor de su alfa en su marca y en su corazón.
—Oh Sana… —Masculló antes de tomarse del abrigo que le cubría el torso, intentando sostenerse antes de dejarse llevar por el alivio de solo ver el amor reverberando en los ojos de su amada alfa japonesa.
¿Cómo se atrevía a dudar? Fue Jihyo, quien pensó aquello, está vez cuando Sana le tomaba el mentón y la unía contra sus labios rellenitos y muy rojos a causa de su lamento.
—Regresame a mi esposa, por favor, seré una buena omega —Suplicó la menor, apoyando la frente contra su pecho —Te necesito Sana.
—Oh mi amor, tu no necesitas ser buena para ser todo lo que necesito Jihyo. Te amé en cualquier circunstancia, aún te amo cuando no quieres ver todo lo que intentaba con esta distancia y te seguiré amando omega, así nunca lo entendieras, te amo tanto...
—Solo no quiero perderte —Sollozó la omega, besando sus mejillas y abrazándose a ella sin intenciones de apartarse de su lado.
—Siempre me tendrás Jihyo, muy cerquita de ti, nunca podré apartarme de tu lado, ni aunque quiera, porque nada en mi vida funciona sin ti, porque no se vivir sin ti, mi amor... —Murmuró con sus labios rosados los suyos, sintiendo el calor de su acercamiento que tanto provocaba en su interior.
—Te amo Sana. —Su voz bajita y llorosa enterneció el corazón de la alfa, quien no tardó en sostener sus mejillas para que pudiera ver el instante en el que decidía acabar con la distancia de sus labios.
Sana pudo sentir como todo en su cuerpo se erizaba ante el contacto con la omega que había tomado su corazón por completo. En aquellos tiempos nadie era consciente de sí aquello de las almas destinadas y los lazos inquebrantables fuese real, pero dentro de su alma y corazón, la japonesa sabía que lo único que realmente deseaba era vivir junto a esa omega hasta el final.
Jihyo cerró los ojos dispuesta a permanecer muy quieta, a la orden de hasta donde su alfa quisiera llegar con su acercamiento, su omega solo deseaba sentirla suya una vez más. El dulce e impregnante aroma a mora de su alfa se extendió a toda prisa y la pelicorta tragó cuando lo sintió en lo más profundo de sus cavidades nasales, invadiendola por completo para regocijo de su omega que solo deseaba unirse a su alfa una vez más.
Sana sonrió cuando la omega no se movió siquiera para olfatearla, aún con los puños muy agarrados contra su suéter y con las mejillas tan sonrojada como la primera vez que la besó y su loba se llenó de emoción.
Jihyo tenía razón, ambas parecían haber aprendido una gran lección y estaban listas para seguir con su relación.
¿Qué estaba haciendo ahí?
Lamentó Nayeon cuando llegó al departamento en su inútil búsqueda, segura de que allí encontraría la respuesta que estaba buscando, no era muy tonto si pensaba en la preocupación que la abordaba cada que sentía el llamado de la loba de su omega. Quizás regresar el tiempo en los recuerdos, le diera una sacudida a todos sus sentimientos y pudiera hallarse en aquella Nayeon que adoraba todas las versiones de Jeongyeon.
Ignoró el aroma agrio que la invadió apenas cruzó el umbral de ese pequeño apartamento y los recuerdos la abordaron con violencia. De seguro era ella, perdiendo los efectos del supresor.
¿Por qué su alfa debía llevarla justamente allí, en donde deseaba echarse a llorar por cada recuerdo que la abordaba junto a su omega?
Esta vez no olvidó sacarse los zapatos, e inmediatamente el ambiente que la recibió fue uno completamente diferente al que había dejado en su casa hacía un mes. Ese lugar acogía una magia que siempre se negaba a dejar ir, desde la vez que abandonaron el lugar. Aquel pequeño apartamento fue en donde comenzó todo con Jeongyeon y en donde habían sido tan felices juntas al iniciar su relación.
—¿Nayeon? —Jadeó Jeongyeon, asombrada de verla llegar casi que por inercia. —¿Nayeon, eres tú?
La alfa se mantuvo en el marco de aquel pequeño apartamento que guardaba todos sus tesoros más valiosos, entre ellos la duración de su noviazgo con la extraña omega que reposaba sobre el suelo frío, junto a la cama de dos plazas que ocupaba casi todo el comedor del acogedor lugar y lo comprendió.
Ahora entendía porque su loba la había llevado hasta allí, la había llevado al encuentro con su omega.
Sí, he estado muy inspirada aquí...
Cuando termine con mi inspiración aquí, seguiré con lo demás.
¿Tienes algo para agregar? Es que, estoy muy emocionada con este capítulo y el que sigue (que también ya he estado editando un poco) así que háblame mucho sobre tu opinión, porque estoy muy entusiasmada.
Tqm Tu, me gusta tanto que te guste esta historia que es tan importante para mi♡
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