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Capitulo 24 💜🔞


Advertencia
Contenido +18
Saquen sus biblias 🔥

💜💜💜

Capitulo 24

Stanley

Un sonido fuerte en mi ventana me despierta sobresaltado. El libro que tenía sobre mi pecho cae a un lado de mi cama al incorporarme.

No creo que sean ladrones, si lo fueran harían el más mínimo ruido posible. Tal vez sea algún gato...

Toc

Otro golpe en la ventana.

Arrugo el entrecejo. Se escuchó como si fuera, ¿una piedra?

¿Que mierda? ¿Pero quien mierda jode a estas horas?.

Esta casa esta llena de seguridad, no cualquiera entraría, pero solo hay una persona a la que conozco que podría molestarme el sueño y entrar cuando le diese la gana a mi casa: Gerson.

Suspiro molesto.

Ese pecoso idiota, me las va pagar.

Suelto un gruñido de frustración y me levanto de la cama de mala gana. Me dirijo hasta la ventana y corro las cortinas bruscamente. Al abrir la ventana lo observo parado en el jardín sacudiendo su mano y noto que no está solo.

Esta mierda no me puede estar pasándome a mi.

Nicolle esta con él.

Ella levanta la mirada para verme. Suelto un suspiro cansado, asesino con la mirada a mi mejor amigo y luego miro a Nicolle; tiene los pies descalzos, el cabello despeinado y está riéndome divertida.

—¡Hola, Einstein!.

Hola, una mierda.

Me saluda sacudiendo su mano, ¿Está ebria? Eso parece. La miro con mi típica cara de culo. Quiero asesinarlos a ambos, porque la presencia de la castaña solo significa una cosa: problemas. Y alcoholizada aun más.

—¿Que mierda hacen ustedes dos aquí?. —espeto molesto. —¿Y a estas horas de la madrugada?.Son las tres de la mañana. ¡Joder!.

—¡Nos estamos congelando, Stan!. —chilla mi mejor amigo sosteniendo a Nicolle, quien se tambalea de un lado a otro. — Ábrenos la puerta.

Pongo los ojos en blanco y me aparto de la ventana bruscamente. Salgo de la habitación y bajo las escaleras rápidamente; descalzo y con un simple pantalón de pijama, tengo mi torso desnudo.

Coloco la combinación, y la puerta se abre automáticamente. El olor a alcohol se impregna en mis fosas nasales, cuando ambos entran por la puerta.

Vuelvo a colocar la combinación y esta se cierra. Me giro hacia ellos y los enfrento.

—Ahora sí, pueden explicarme, ¿Que coño hacen aquí?.

Nicolle se sienta en el sofá y toma la Tablet que controla la chimenea, las luces y la música. La chimenea se enciende mientras que yo la fulmino con la mirada.

Me cruzo de brazos frente a Gerson y este se rasca la nuca.

—Es que…Nicolle esta ebria y no podía dejar que se fuera a su casa manejando bajo los efectos del alcohol.

—Oh, claro. Tan humanitario de tu parte. —Digo sarcástico.

—Como sea. Lo cierto es, que le dije que la llevaría a su casa pero ella no lo recuerda…

—O se hace la loca. —lo interrumpo.

—No sabía que hacer con ella y...

—¿Lo mejor fue traerla a mi casa?. —termino por el.

—¡No! Yo no quería, pero ella me obligo. —se defiende. Nicolle se levanta del sofá y se acerca a nosotros.

—Es cierto lo que dice el pecoso. —explica, se tambalea y casi cae al suelo, pero la sostengo de la cintura. Ella se carcajea y yo aparto mis manos de su cuerpo como si quemara mis manos. —Ups, lo siento. Es que estoy un poquitito ebria...

Se ríe.

—¿Enserio? No lo había notado. —comento sarcástico y ella vuelve a reír. Se acerca a Gerson y rodea uno de sus brazos por su cuello.

—Gracias por traerme, pecoso. Ya puedes irte. —le dice entre risitas.

—¿Que? ¡No, no, no! Tu no vas a ningún lado, Gerson. —lo señalo furioso. —No vas a dejar a la loca esta aquí conmigo. Ni se te ocurra.

El se encoje de hombros.

—Sabes que no puedo llevarla a mi casa. ¡Mi madre me mataría!.

—Oh, ¿pero sí puede quedarse en la mía?. —le cuestiono enfurecido.

—¡Tus padres no están y Mara tampoco!. ¿Que tiene de malo eso?.

—Todo, Gerson. —bramo molesto. —¡No! No puede quedarse aquí.

—Pero es tu compañera, Stan...

—¡¿Y a mi que me importa?!.

Veo por encima del hombro de Gerson y veo a Nicolle subiendo las escaleras mientras se tambalea.

—¡Que mierda!. —paso a un lado de Gerson y me dirijo a la escalera. —¿A dónde vas Nicolle?.

—Necesito una ducha. —me responde arrastrando las palabras. Sigo subiendo las escaleras detrás de ella.

—No puedes quedarte aquí, Morrison.

—¿Por qué no?

—¡Porque no me da la gana!.

Ella se detiene frente a la puerta de mi habitación y se gira para verme.

—¿Tienes miedo, Einstein?.

Me pregunta entre risas y yo pongo los ojos en blanco con ástio.

—¿Miedo de que?.

—De lo que pueda pasar si nos quedamos solos.

—¡No va a pasar nada entre los dos, borracha!.

Ella se carcajea.

—Tampoco quiero acostarme contigo, Einstein, no creo que puedas satisfacerme.

Se mete a mi habitación y yo suelto un gruñido.

—¡Maldición!.

Me giro sobre mis talones para asesinar a Gerson con mis propias manos. Bajo las escaleras y no lo veo por la sala.

—¡Gerson!.

Lo llamo, pero nada. Solo se escucha la llama ardiente de la chimenea.

Termino de bajar las escaleras y entonces lo veo. El idiota se ha quedado dormido en el sofá.

Me acerco a él y lo remuevo.

—Gerson...

Nada. Esta dormido.

—¡Gerson! ¡Despierta, Cabrón!.

Levanto la voz y nada. Esta recostado de largo en el sofá con una mano sobre sus ojos y su cabeza sobre el respaldo.

¡Joder!.

Suelto un suspiro tratando de calmar mi furia y cierro los ojos por un momento buscando mi paciencia en algún lugar de mi cerebro, pero que todavía no encuentro por ningún lado.

Abro de nuevo mis ojos y subo de nuevo las escaleras de mala gana.

Calma, Stan. De seguro se quedó dormida y no va a molestarte.

Me mentalizo subiendo las escaleras.
Me detengo frente a la puerta de mi habitación. Me paso las manos por la cara en un gesto frustrado.

¿Por qué coño tiene que pasarme esto a mi? ¡Qué castigo! ¡Joder!.

Inhalo con fuerza y cierro mis ojos. Retengo el aire en mis pulmones unos segundos y luego exhalo con fuerza.
Sólo espero que ya esté dormida. No quiero tener que lidiar con ella.

Giro la manilla y entro a la habitación a pasos lentos. No la veo por ningún lado. Así que imagino que está en el baño.

Escucho arcadas y hago una mueca de asco.

Me acerco y toco la puerta.

—Morrison...

No obtengo respuesta alguna, así que vuelvo a llamarla y nada.

Mierda.

Suspiro y giro la manilla para abrir la puerta del baño.

Cuando esta se abre, la veo de espaldas con las rodillas en el piso frente al sanitario.

Doy unos pasos y me acerco a ella.

—¿Estas bien?.

De pronto le viene otra arcada y adentra su cabeza al sanitario para vomitar. La ayudo sujetándole el cabello y hago una mueca de asco.

—Estas hecha un asco, Morrison.

Ella escupe y levanta su cabeza pero sin mirarme. Le suelto el cabello.

—¿Tu crees?

Se carcajea, mientras que yo pongo lo ojos en blanco después de soltar un resoplido. Ella se levanta del piso y se tambalea. Baja la tapa del sanitario y se sienta allí, levanta su cabeza y me mira. Yo me recargo del marco de la puerta con los brazos cruzados.

—Hueles horrible. —Le digo y ella se encoje de hombros como sino le importara. Sus ojos se ven oscuros y brillan mientras me sonríe. Rebusco en el armario un cepillo de dientes nuevo, toallas y se las doy en sus manos. —Date una ducha, apestas.

Me giro para salir del baño y alejarme de su presencia, pero su voz me detiene.

—Oye, Einstein…

Me giro de mala gana hacia ella.

—¿Que?

—¿Tienes un vibrador?.

Arrugo las cejas incrédulo. No se que es eso. ¿Vibrador?.

—¿Un que?.

Ella empieza a reír a carcajadas.

—¿No sabes que es un vibrador?. —me pregunta con las cejas alzadas, burlándose de mi. — Ahora estoy completamente segura de que eres virgen.

La fulmino con la mirada.

—No es gracioso, Morrison.

Ella deja de reír y me mira.

—Un vibrador es una cosita que las mujeres usamos cuando queremos darnos placer o bueno, cuando no tenemos un pene real a la mano. —explica rápidamente mientras siento que la cara me arde de lo patético que soy. —Esa cosa la introducimos en nuestra vagina y vibra haciéndonos retorcer de placer. Hay de muchos colores y tamaños, también....

—¡Cállate, Morrison!. —la corto, no quiero que siga hablando. —No quería una información tan detallada. Me traumaste de por vida.

Ella vuelve a reír con gracia. Soy un tonto.

—¿Por qué estas rojo?.

Mierda.

—¡No estoy rojo!. —replico. — Eres tu que estas ebria y me ves de otro color.
—¡Oh, vamos!. ¿Estas avergonzado, Einstein?. Pero si es lo mas normal del mundo.

—¿Por qué tienes que ser tan directa con las cosas? Ten por lo menos un poco más de tacto y sutileza con los antisociales como yo.

Ella no para de reír, burlándose de mi.

—Me iré a dormir. No hablo con ebrias.

Me giro sobre mis talones y salgo del baño cerrando la puerta tras de mi.
Me recuesto sobre la cama y cierro los ojos pasando una mano bajo mi nuca.

Quisiera volver a dormir.

Escucho el sonido de la ducha al abrirse. Minutos después, dejo de escucharlo.

—¿Einstein?.

La escucho gritar desde baño. Abro los ojos y suelto un gruñido.

—¿Que quieres, Morrison?.

—¿Podrías prestarme algo que ponerme? Una camiseta tal vez.

Suelto un fuerte suspiro y me levanto de la cama. Busco en mi ropa algo que pueda quedarle. Encuentro una camiseta negra lo bastante ancha para que cubra su cuerpo, la tomo y camino hasta la puerta del baño.

Toco y la puerta se abre.

—Ten. —estiro mi mano con la camiseta y giro mi cabeza para no verla. Ella me la quita de la mano y la escucho reír.

—¿Por qué no me miras?.

—No quiero sufrir de un infarto, gracias.

—¿Sabías que eres un idiota?.

—Claro, eso solo contigo. Deberías sentirte privilegiada.

Me fulmina con la mirada y después cierra la puerta en mi cara. Luego de unos segundos la vuelve a abrir. Ella sale con mi camiseta ya puesta y el cabello húmedo. La camiseta le queda un poco grande y por encima de los muslos. Ella camina lentamente hacia mi sin apartar la mirada de mis ojos con total seriedad. Mientras yo me quedo en mi lugar sin retroceder. Le mantengo la mirada igual de desafiante y ella se detiene justo frente a mi rozando su pecho con el mío. Baja su mirada repasando mi torso desnudo y siento que mi cuerpo se altera ante su intensa y provocadora mirada.
Aprieto mis dientes con fuerza y tenso mi mandíbula, disimuladamente.

No me afecta, no me afecta, no me afecta. Me recuerdo una y otra vez en mi mente.

Levanta su mirada de nuevo y la coloca sobre mi rostro junto con una sonrisita maliciosa.

Como la odio.

Acorta los escasos centímetros entre ambos y se acerca para susurrarme al oído. El olor a alcohol y a limón se impregna en mi nariz. Su aliento me roza el cuello y siento como la piel se me eriza al instante.

Maldición.

Céntrate. No pasa nada.

Mi corazón palpita a una velocidad alarmante, haciendo que bombee sangre de manera anormal y mi ritmo cardíaco se dispare.

Creo que voy a sufrir de un infarto.

Su voz suena baja y divertida en mi oído.

—Deja de provocarme, Stanley. —trago saliva. — te estas metiendo con el demonio equivocado.

Se aparta lentamente y siento su boca húmeda besar mi cuello rápidamente haciendo que un escalofrío me recorra el cuerpo entero y algo dentro de mi se caliente.

Cierro los ojos y suelto un leve suspiro cuando se aleja de mi.

No siento nada, no siento nada. ¡No sentí nada!. Me digo a mi mismo convenciéndome de que no sentí lo que acabo de sentir.

¡Joder!.

—Buenas noches, Einstein

La ignoro y cuando me giro para verla, ella esta recostada sobre mi cama mientras sus muslos están desnudos ante mi vista.

Aparto la mirada rápidamente.

—Bájate de mi cama, Nicolle. — le exijo, molesto.

—No lo haré. Dormiré aquí, esto es muy cómodo.

Maldita sea.

—¿Puedes apagar la luz? Tengo sueño, la cabeza me quiere explotar y me arden los ojos.

Rodeo la cama y me acerco a la lámpara después de soltar tres maldiciones en mi mente. Apago la lámpara y me recuesto a un lado de ella. En mi cama.

No creo que pueda dormir, no con ella a mi lado.

¡Que castigo maldición!.

Me mentalizo y me digo a mi mismo que ella no esta aquí, no está a mi lado y que no está casi desnuda en mi cama. Y que no siento lo que estoy sintiendo cuando ella está tan cerca de mi.

Trago saliva.

Me alejo lo más lejos posible de ella en la cama, hasta podría poner las almohadas en medio de los dos, solo para no sentir su piel rozar la mía.
Podría dormir en otra de las habitaciones, en la de huéspedes o en el ático, pero no quiero. Y ese es el maldito problema que quiero estar cerca de ella. Quisiera tener la fortaleza mental para levantarme y huir de ella, pero no puedo mi cuerpo me pido a gritos que no me aleje y eso me llena de rabia y frustración.

No. Ella no me atrae, no siento nada por ella, no puedo admitirlo. La odio, la detesto, es insoportable y nunca sentiría algo por Nicolle Morrison, esa es la verdad. ¿O no?.

Suelto un leve suspiro y miro al techo tratando de dejar mi mente en blanco y conciliar el sueño, pero no puedo, me es imposible. Ella ni siquiera se mueve, de seguro ya se quedó dormida.
Suelto un suspiro de alivio y cierro mis ojos, relajándome.

—Einstein…

Maldición, ¿Aun sigue despierta?

—Duérmete, Morrison. —le respondo con frialdad.

—No puedo dormir. —ella se gira para verme, aunque está oscuro siento su mirada penetrante calar hasta lo más profundo de mi piel.

—¿Por que?. —indago curioso mientras mantengo mis ojos cerrados.

—Estoy excitada...

Me altero.

—¿Q-que?.

Titubeo y abro mis ojos. Mi corazón late frenéticamente y ni hablar de mi pulso que está excesivamente acelerado.

—Necesito tocarme.

Me quedo estático procesando sus palabras. ¿Díganme que esto no está pasando?.

Nicolle quiere masturbarse frente a mi. ¡Esta loca!.

Siento que me falta el aliento y eso no es lo peor. Lo peor es, que siento mi miembro levantarse y palpitar con fuerza. Nunca había tenido una erección tan grande en mi vida. Ni siquiera cuando ella me bailó hacen días.

—Basta, Nicolle. Por favor, duérmete.
Sí, duérmete. Porque mi paciencia se agota al igual que mi resistencia y no quiero ceder.

No puedo.

—¿Podrías tocarme?.

Mierda.

Siento que hiperventilo, me sofoco y tengo mucho calor. Nunca había experimentado tal cosa, e incluso nunca había dormido con alguien, y nunca he tocado a una mujer. Ni siquiera he besado a alguien en mi vida. Soy virgen en todos los aspectos. Lo se, soy un fracaso total.

Mi pecho sube y baja frenéticamente, y mi corazón amenaza con explotar. Necesito apartarme, salir de aquí, pero mi cuerpo no reacciona. Se siente sumiso ante sus susurros perversos. Siento como si su voz se adueñara de mi cuerpo y ella me controlara.

—Y-yo...-titubeo nervioso casi sin aliento, sin saber que decir.
—Por favor… —suplica.

Mojo mis labios porque los siento resecos.

—Estas ebria...no sabes lo que dices...

—¿O lo haces tu o lo hago yo?

Me quedo en silencio tratando de que mi mente y mi cuerpo reaccionen. Vuelvo a cerrar mis ojos. Quizás si la ignoro por fin se duerma, y eso hago. Trato de controlar mi respiración y trago saliva varias veces para calmar mis palpitaciones.

Ella se mueve en la cama acomodándose. Yo la ignoro completamente mientras trato de calmar mi respiración.

—Einstein.

Me llama, pero yo permanezco en silencio fingiendo que me he quedado dormido. No muevo ni siquiera un cabello. Luego de unos segundos ella se da por vencido.

Por fin.

Mi cuerpo lo siento pesado y estoy a punto de quedarme dormido, pero...
Nicolle empieza a moverse con inquietud en la cama, como si no encontrara acomodo alguno. Quisiera empujarla de la cama y dejarla en el piso.

Vuelvo a abrir mis párpados y la observo de reojo. Lentamente giro mi cabeza a un lado sin que ella se percate de mi movimiento. Lo hago con cierta cautela. Y entonces me quedo atónito ante lo que estoy viendo...

Está oscuro pero puedo verla a la perfección, ya que la luz de la luna se filtra por la ventana.

Me quedo inmóvil, sin hacer ningún tipo de ruido, porque mi cuerpo se paraliza completamente. ¡Joder!.
Ella tiene sus piernas abiertas a cada lado y su mano en su entrepierna. Su cabeza la tiene hacia atrás mientras suelta unos cuantos ruiditos indecentes que me erizan la piel al instante.
Me congelo ante la vista.

Nunca-en-la-puta-vida había visto a alguien masturbándose, ni siquiera veo vídeos pornográficos, pero verla a ella es como si viera porno en vivo y me excita.

¡Maldición! Lo admito, estoy completamente excitado y el pene lo tengo a punto de hacer combustión.
Su mano se mueve lentamente y luego rápidamente auto-complaciéndose.

Gruñe lentamente e inconscientemente cierro los ojos y paso mi mano por mi dura erección a traves de ni pantalón de chándal. Está duro y fuerte como una piedra. Lo aprieto con mi mano sin que ella lo note.

No se porque mierda hago esto, pero me agrada la sensación que está causando estragos en mi. Mis músculos se tensan y mi pulso se acelera cada vez que ella jadea lentamente.
Sigo apretando mi pene con fuerza y ella se arquea con cada caricia de sus dedos.

No puedo evitarlo. Suelto un jadeo inconscientemente y ella se detiene.
Maldita sea.

Ella gira su cabeza y se que está observándome.

—Con que estas despierto, ¿Eh?. —me susurra con la voz entrecortada como si le faltara el aire. —¿Te gusta, Einstein?

No respondo, solo me quedo quieto en mi lugar conteniendo la respiración.

—¿Quieres ayudarme?.

Tenso mis labios y no digo nada, mientras mi cuerpo se quema por dentro. Trago saliva con fuerza.

—Se que estas despierto, responde.

Silencio de mi parte.

Tenso mi mandíbula con fuerza, sin emitir sonido alguno. Controlo el impulso de estirar mi mano y tocar su humedad, pero me contengo.
Ella vuelve a tocarse y suelta un gemido fuerte, que me altera hasta las vísceras de mi cerebro.

Por favor, detente. Le suplico mentalmente.

Me duele.

—Tócame, Einstein. Mañana no recordaré nada. —me pide y suelta un jadeo sexy, que me eriza la piel.

Maldición.

—Por favor. —su voz suena entrecortada y agitada, en un suave susurro que me enchina la piel.
No lo soporto. Si quiero, me pican las manos por hacerlo, pero no esta bien.
Mantengo mis ojos cerrados, trato de hablar pero mi voz suena como un jadeo inconsciente.

—No puedo. Por favor, para...

—Tócame.

—No lo haré.

—Por favor...

Siento su mano sobre mi abdomen y mi cuerpo se tensa apocalípticamente bajo su tacto. Siento un ardor recorrer mi cuerpo, una desesperación consumiéndome, hasta que baja su mano a mi entrepierna y no hago el amague de detenerla. Me toca, por encima de la tela y ahogo un gemido en mi garganta.

¿Por qué no la detengo? ¿Qué estoy haciendo? Esto no esta bien.

Me pierdo en la oscuridad del infierno cuando ella aprieta mi erección suavemente suelto un gemido involuntario.

—Nicolle...

Jadeo, mientras mi pecho sube y baja con desesperación. Mi cuerpo arde y tiembla por dentro perdiendo el control.

—Si... —susurra en mi oído. —Gime mi nombre. Hazlo, Stanley.

Trago saliva.

Introduce su mano en mi pantalón y luego dentro de mi bóxer. Aprieto mis dientes con fuerza cuando acaricia mi pene con la palma de sus manos. Me arqueo. Miles de exquisitas sensaciones estallan dentro de mi y mi cuerpo pide a gritos hacer erupción. Nunca en la vida me había sentido tan jodidamente bien.

Entre abro mis labios tratando de respirar con normalidad.
Su mano masajea mi pene y su pulgar se mueve en círculos sobre mi glande lentamente haciendo presión.
Me refuerzo entre sus manos.

—¿Quieres que me detenga, Einstein?.

Quisiera gritar que sí, que se detenga, pero no puedo. No quiero que se detenga.

Niego con mi cabeza y la escucho reír en mi oído con perversión y malicia.

—Prometo que será divertido, Einstein.

💜💜💜

AHHHHHHHH
SE PRENDIÓOO ESTA VERGA
🔥🔥🔥
¿Qué creen que pase? ¿ les está gustando la historia? ❤️
Y LO QUE SE VIENE 🙈🤯

gracias por estar aquí
Las quiero un montón 💜

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