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II










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Catalina De Aragón miraba por la ventana el bello sol que resplandecía en el castillo. En sus manos sostenía la carta que su hermana Maria le había enviado para comunicarle su llegada a Inglaterra. La Reina se lo había comunicado al Rey al momento de leer aquella carta. Los preparativos se estaban realizando con rapidez. Enrique quería obtener una alianza con Portugal.

–Mi Reina. —La puerta se abrió para dar paso a Maria Bolena. La bella joven rubia que llegaba junto a su hermana. La que había llegado desde unos días atrás desde la corte Francesa—. Le presento a Ana Majestad. —Catalina observó a la otra Bolena. La cual realizó una bella reverencia ante ella. La reina solo realizó un gesto de aceptación ante la presencia de ella. Catalina rezó en ese momento que el Rey no lo engañara con su nueva dama.

Catalina observó como la partida de caza del rey volvía a las caballerizas. Las damas empezaron a arreglar sus vestidos y bellos cabellos para la llegada del Rey. El cual siempre la visitaba luego de una cacería. Unas de las pocas costumbre de esposos que quedaba entre ellos.

La ausencia de heredero apagaba cada día el amor del Rey.

La puerta se abrió con un fuerte sonido, dejando entrar la magnífica presencia del Rey de Inglaterra. Enrique se posaba en la habitación de su esposa con una gran sonrisa. Siempre se alegraba de ver a las hermosas damas de su Reina. Los amigos del Rey entraron detrás de él, contagiados por la sonrisa de Enrique. Una sonrisa jovial

—Que alegría verlo —añadió la Reina alegremente, colocándose de pie al momento que su esposo había pisado la habitación. Enrique se acercó con una sonrisa hacia la Reina para besar el dorso de su mano.

—La alegría es mutua —respondió el Rey girando su rostro para observar los bellos rostros de las jóvenes damas de compañía de Catalina.

—Mi Reina. —Los amigos del rey hicieron una reverencia ante la Reina de Inglaterra. La cual se fijó en los rostros de cada uno de ellos. Especialmente de Jorge Bolena.

—Jorge, puede acercarse a saludar a su hermana Ana. —Jorge se quedó junto a la Reina para observar a su hermana Ana, la cual le entregaba una mirada de altanería.

—Espero que como un Modelo como usted Majestad, mi hermana se convierta en una mujer mejor —susurro Jorge para la Reina, con una bella sonrisa para conquistar el favor de Catalina De Aragón.

—Qué bonitas palabras —añadió el Rey quitándole el lugar a Jorge del lado de la Reina—. Ve Jorge. —Jorge Bolena se alejó para acercarse a sus dos bellas hermanas—.Debemos conversar.

—Retirense —anunció la Reina con felicidad a la petición del Rey. Catalina no recordaba la última vez que Enrique había deseado su compañía. Sus damas y los amigos del Rey salieron con rapidez de la habitación, pero Catalina observó la mirada de Enrique hacia Maria Bolena. Sabía que su esposo se acostaba con ella, eran rumores de la corte inglesa.

—La llegada de su hermana será pronto —indicó el Rey girando su rostro hacia él de su esposa.

—Lo espero con ansia —confesó Catalina con alegría. La llegada de Maria llenaba su corazón de dicha. Tenía la esperanza de que su soledad desapareciera con la presencia de la Reina de Portugal.

—Deseo una alianza con Portugal —precisó Enrique con su ceño fruncido—. Debes ayudarme a lograr mi objetivo.

—Mi lealtad está con Usted mi Rey. —Catalina se acercó para tomar la mano del Rey para besarla con devoción. Se arrodilló ante él para demostrarle su fidelidad.

—No eres Catalina De Aragon, eres Catalina Tudo —le recordó el Rey agarrando la barbilla de la Reina con dureza.

—Lo sé —aseguró Catalina sin moverse del tacto de su esposo. Aunque era un gesto duro, no evitaba que la Reina se regocijará de dicha por ese toque.

—Bien.

Enrique se retiró de la misma forma en la que entró. Sin avisar.








Catalina De Aragón supo de la noticia que le rompió el corazón el día de la llegada de su hermana. Maria Bolena dio a luz a un varón. Un hijo de Enrique VIII. El Rey de Inglaterra.

La Reina de Inglaterra debería aparentar felicidad por la llegada de su hermana, pero su realidad era otra. Catalina quería llorar, romper su habitación y matar a Maria Bolena. La que fue su fiel dama. Ahora era la madre de un hijo de Enrique VIII, todo lo que ella quería ser.

—Majestad. La Reina de Portugal —anunció el sirviente con voz fuerte. Enrique estaba al lado de Catalina ansioso por la llegada de la Reina de Portugal.

—Maria De Aragon. —Enrique se levantó con rapidez para acercarse a la Reina de Portugal. La cual lucía un vestido rojo, que hacía resaltar sus bellos ojos azules. Enrique percibió la belleza madura de la reina. Y por un momento un pensamiento llegó a su mente.

Quizás se había casado con la hermana equivocada.

—Enrique, es un honor estar ante su presencia —confesó Maria con alegría falsa. Realizó una pequeña reverencia ante el. Enrique imitó su acción—. Pero mi alegría es aún mayor al ver a mi hermana menor.

—Es una alegría mutua querida hermana. —Catalina se levantó para quedar al lado de su esposo. Maria se acercó para darle dos besos en su mejilla. Unos besos que enternecieron a la Reina de Inglaterra.

—El Rey ha enviado sus cordiales saludos y desea reunirse conmigo en un tiempo —anunció Maria con cordialidad mirando al Rey de Inglaterra.

—Esa es una noticia maravillosa —confesó el Rey con una voz chillona que molestó a Maria. La Reina de Portugal amaba la voz severa de su esposo. El Rey de Inglaterra aún era joven.

—Así es mi Excelencia. —Maria sonrió—. El rey está entusiasmado por conocer a Catalina. A mi querida hermana menor.

—Me alegro —comentó el Rey con alegría—. A celebrar la llegada de María de Aragón, Reina de Portugal. —Los aplausos no tardaron en llegar al comedor principal. Todos estaban maravillados por tener en presencia a dos hijas de Isabel de Castilla..




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—Me he sentido tan sola Maria. —Catalina y Maria se quedaron en la habitación de la Reina de Inglaterra en soledad, sentadas en la cama. Ambas susurraban sus pensamientos, con miedo de que espías les escucharan detrás de su puerta—. El Rey no visita mis aposentos.

—Supe que había tenido un hijo —susurró Maria con pesar—. Ha humillado a nuestra familia.

—Y he tenido que actuar mi felicidad por su hijo. —Los ojos de Catalina se llenaron de lágrimas—. Sé que no he sido capaz de darle un heredero, pero sufro todos los días por ese motivo. Rezo todos los días a la Santa Virgen.

—Tus rezos han sido escuchados —comentó Maria tomando las manos de su hermana. Catalina frunció su ceño por las palabras de su hermana.

—Mis embarazos han ocurrido por los consejos de una curandera. —Catalina al observar los ojos de su hermana comprendió sus palabras.

—Maria, ¿hablas de la curandera de Granada? —María asintió con su cabeza. - ¡Eso es herejía! —gritó Catalina con euforia levantándose de la cama.

—Callate. —Maria reprendió a su hermana menor sin moverse de la cama—. Escuchame Catalina. La curandera es una buena mujer, es devota a Cristo.

—Eso es Menti...- Empezó hablar Catalina, pero Maria la interrumpió.

—Calla Catalina. No estás en posición de decir nada. —Maria empleó la voz que utilizaba al frente de sus enemigos—. Ella es tu mejor opción. Logrará que quedes embarazada.

—¿Estás segura? —preguntó Catalina con emoción contenida. No quería dejarse seducir por esa idea, pero su anhelo era más fuerte.

—Si, Catalina. —Maria se levantó para quedar al frente de su hermana—. Te lo prometo. —Y la alegría apareció en el alma de Catalina con la esperanza de un posible Heredero. Si era capaz de dar un hijo varón, el amor del Rey volvería a ella. Serían nuevamente la pareja envidiada de toda la corte Inglesa. Especialmente de las mujeres Bolena.


















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