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«Por esta noche»
18 𝖉𝖊 𝖒𝖆𝖗𝖟𝖔 𝖉𝖊 2026
Se obligó a tomar un respiro, y sostuvo entre sus dedos la diminuta botellita que colgaba del collar, amarrado en la nuca con un nudito; el contenido del frasco se mezclaba entre arena y un rastro azulado de papel metálico hecho polvo... mentira, en realidad ya no yacía en su pecho, pero era una costumbre regresar a él.
El día iba de maravilla, había tenido que dar entrevistas desde las seis de la mañana y en menos de media hora concluiría, tomaría la cena en una fiesta en su honor, previa a dos noches de presentarse en el Lyon Pod Centre, un restaurante importante de Ottawa donde asistía gente adinerada y llevaban a tocar a artistas de lo más reconocidos. Para ella, era un sueño hecho realidad y un placer poder deleitar con su piano; cabe recalcar que, en los últimos cinco años, Martha Taffinder se volvió una de las pianistas más exitosas de la década.
El viento de la primavera sopló, y Martha continuó admirando la vista desde aquel edificio de varios metros de altura que se alzaba en el medio de la ciudad; abajo, los autos transitaban la calle, y el sonido del claxon casi se amortiguaba hasta la salita donde ella reposaba antes de salir al espectáculo.
—¿Señorita Taffinder? —sobresaltó a la chica, quien a pesar del susto, mantuvo la mirada fija en el vidrio —Lamento molestarla, pero ya es hora.
—Solo unos minutos más, por favor —pidió con voz clara, desesperándose en no encontrar lo que buscaba ahí afuera. Era ese día, sin falta, ¿dónde estaba?
—Me temo que no es posible, el público está esperando y ya lleva un retraso de quince minutos—insistió tímidamente el joven que esperaba en el umbral de la puerta. Martha se giró, encontrándose con una vista peculiar: era un chico de aproximadamente su edad, alto, cabello castaño claro y usaba un elegante traje que, a pesar de ser formal, le sentaba bien, nada de verse fuera de lugar en un espacio tan fino como en el que se encontraban
Y sus ojos... Martha buscó sus ojos, como hacía a todos desde hacía un par de años. Eran de un lindo verde esmeralda... pero no eran los de él.
—¿Señorita? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarla? Lo solucionaré enseguida, usted puede ir —su voz la trajo de vuelta, y ella parpadeó varias veces, como si la luz le cegara; el chico, pensando que había hecho algo malo, agachó la cabeza y Martha desvió la mirada, obligándose a posar su vista en otro punto. No podía permitirse nuevamente una distracción de ese tipo, pues no sería la primera vez que la desequilibraba lo suficiente para faltar a algún evento
—No, descuida. Solo déjame ir por mi móvil, ¿sabes dónde está Alessandra? —preguntó tomando su cartera de diseñador y caminando hasta la entrada. El chico, educadamente, le ofreció su brazo y ella lo aceptó, entrelazándolos y siendo escoltada hasta el elevador que los llevaría al nivel más alto de todos. Martha lo había visto en los ensayos, era simplemente fenomenal, daba la pinta de encontrarte en las nubes, y ella sí que quería sentirse cerca del cielo... lo más cerca que pudiera estar de él. Aunque los años pasaban y ella trataba de ignorar que alguna vez lo conoció, cada día mínimo un detalle le recordaba al ojiverde, como un castigo por querer olvidarlo
—Su mánager la espera dentro del comedor junto a su asistente.
Martha asintió con la cabeza —¿Cómo te llamas?
—Chadli, para servirle —tragando grueso, se soltó de él y agradeció en silencio justo cuando las puertas del elevador se abrieron. Solo tuvieron que atravesar un pasillo para llegar a otras puertas, estas más grandes, con preciosos acabados dorados, que se abrieron de par en par para dejarla pasar.
Dentro, se tomó unos segundos para contemplar el salón: su estilo era renacentista sin lugar a dudas, el techo tenía aspecto de cúpula, las columnas de mármol llegaban hasta él, y las paredes tenían preciosos murales de ángeles, nubes y cielos pasteles. Era un edificio viejo que aguardaba obras de pintores famosos de aquellos tiempos.
Por un momento, Martha pensó que se encontraba en la misma Italia que visitó en su tour hacía menos de tres meses. El ambiente tenía un peculiar aroma floral, y es que se encontraba repleto de arreglos con rosas rojas y frescas, más brillantes que una manzana.
Era tan hermoso... pero él no estaba ahí.
Alessandra, una mujer menuda de cabello azabache recogido en un moño alto, se abrió paso hasta ella con un vistoso traje azul marino, y se apresuró a que Martha conociera a personas muy importantes, que se encontraban sumamente impresionadas con su talento. Estrechó varias manos, tomó copas rebosando de champaña, y comió manjares exquisitos en lujosos platos con detalles de oro hasta que se hartó. Entrada la noche, se retiró a descansar.
Lo primero que hizo fue quitarse los tacones, masajeó sus tobillos y se acostó en la cama, pasando de desmaquillarse; estaba tan agotada que no se molestó en hacerlo, y su cara se estrelló directo con la que era su mejor amiga en ese instante: la mullida almohada de hotel. Al siguiente día tendría el último ensayo antes de la presentación, abajo se encontraban tan ansiosos de escucharla que casi la convencían de tocar en ese preciso momento.
Estaba un poco mareada por las alturas, así que también tragó una pastilla y se durmió, esperando que el efecto pasara y eso le ahorrase la clase de sueños que le gustaba dejar en el pasado.
—¿Cómo te encuentras? —Martha, tras unos segundos, se acostumbró a la brillante luz que cegaba sus ojos y se incorporó en la cama. Por la ventana pudo ver que aún no amanecía, y trató de volver a dormir... Si no fuera por quien vio le hablaba, tuvo suficientes náuseas para devolver todo lo que merendó, sin embargo, en aquel lugar parecía imposible enfermarse o vomitar
—¿Tú...?
—Estoy bien, gracias por preguntar —le sonrió el ojiverde acercándose hasta ella, pero sin tocarla
—¿Dónde estoy? ¿Te puedo tocar? —lo bombardeó con preguntas hasta detenerse —Espera... tú... ¡eres un... un tonto! —se acercó a él y comenzó a golpearlo del pecho— ¡Jamás te despediste de mí! Todos te soñaban y a mí jamás me visitaste, ahora estoy bien sin ti, ¿y vuelves cuando ya estaba enterrando tu recuerdo? ¡Estaba tranquilamente durmiendo!
—Auch, sí que puedes tocarme, creo que lo acabamos de comprobar —se quejó él sobándose el área afectada —Creí que tu madre lo había hecho.
—Eso fue hace cinco años, Charlie. —jadeó ella claramente conmocionada —Cinco malditos años en que amanecí entre sus brazos, y aunque su corazón ya no latía contra mi oreja, me seguía envolviendo —chilló con molestia —Cinco años de que no lo dijo, pero ella sabía que el tiempo se le estaba acabando y tendría que despedirse... estaba a punto de morir, y no me lo dijo, esperó a quedarse dormida conmigo sabiendo que dolía. —poco a poco, su voz se fue cortando —Cinco malditos años en que desperté, y ella se había ido —negó bajando la mirada —En mis sueños, ella besó mi frente, y unas preciosas alas blancas se extendieron en su espalda. Fue tan pacífico... Me dijo que debía de esperar, prometió que ya llegaría nuestro momento y sobrevoló el mar hasta perderse entre las nubes. Cuando Mallory hace una promesa, la cumple. —entonces, volvió su vista a la de él, que la veía con lástima —... Pero sobretodo, cinco asquerosos años desde que te vi morir en mis brazos. Dime Charlie, ¿la has visto? ¿este es el momento? ¿he tenido una sobredosis de farmacéuticos para dormir? ¿He tenido que esperar cinco años... para volverte a ver?
El chico negó y se agachó junto con ella, y fue que Martha se percató que ambos vestían de blanco, descalzos, y ella había caído al suelo sosteniéndose el pecho —Me temo que aún no, solo vine a despedirme —acarició su mejilla, justo como la última vez —Ya te he causado demasiado dolor por este tiempo. Cinco años en que me has llorado, Martha, y tiene que terminar... Tienes que borrarme y seguir, comenzar una nueva historia solamente tuya... Yo estaré bien quedando en una enterrada en el baúl de los recuerdos, y en un futuro, cuando quieras contar la historia de nuestros ojos, puedes volver a nuestro lugar seguro —dijo llevando su mano al pecho, por encima de donde su corazón yacía. —Dime tú, ¿eres feliz? —la ojiazul se mantuvo en silencio —Estás pensando demasiado.
—¿Qué? —frunció el ceño, confundida
—Tu cara. Tus ojos se pierden cada vez que piensas de más —le contestó pasando sus manos por su cabello, que volvía a estar largo
—Es solo que debí de haberte abrazado más fuerte la última vez, es todo —finalmente admitió sin saber qué hacer —Soy feliz, Charlie. Y sí, sabes que soy muy llorona. Pero tampoco puedo negar lo sola que he estado, me alejé de quienes amo y buscan confortarme, y me siento vacía. Algo me falta. He triunfado en la música, toco en cientos de lugares, el dinero cae como si hubiera árboles de él, supero los rankings... pero sigue faltándome algo. Sentía que contigo lo tenía todo. Y ahora, no tengo nada.
—No soy yo, créeme —le aseguró el chico con una pequeña sonrisa —Me puso un poco triste que me estuvieras olvidando, y no es que no desee que lo hagas, porque quiero que sigas... pero sé que lo hacías solo para ganar a tu orgullo. Ve al supermercado más seguido, ¿de acuerdo? Y si decides seguir mi consejo y vuelves a amar, estaré bien. Estarás bien. Estaremos bien. Sin rencores, ¿recuerdas? —tomó su mano ayudándola a levantarse, y miró atrás. La luz se intensificaba —Mi misión era hacerte ver todos los colores de los que te estabas perdiendo... Pero he notado que a veces se te olvida que el gris también es hermoso. Es como si le tuvieras miedo.
—Lo hago, Charlie. Ya he sido suficientemente gris.
—Todos lo somos, y las cosas jamás vuelven a ser igual pero sí únicas, y eso está bien. Ya es hora, bueno, cuida mi reloj ¿quieres? Sé que lo llevas en tu maleta.
Martha sabía que no valía la pena preguntarle si lo volvería a ver, así que se abrazó familiarmente a sus brazos —Siempre quise preguntarte algo, pero nunca me atreví a hacerlo, y cuando quise ya era muy tarde —dijo tímidamente —¿Qué pasaba por tus ojos cuando me mirabas? Tu verde se perdía, en verdad, lucía lejano a mí.
—Para serte honesto, y tomando en cuenta lo distante que me veías... pensaba solo en ti.
—¿Solo yo?
—Perjurabas ser oscuridad, como una mancha negra extendiéndose por tu pecho... pero yo solo veía azul. Y un poco de gris con el que jugar en una sola pincelada, justo como el cielo. Tus ojos, tu forma de ser, tu aura... veía en ti todo lo que siempre quise, y rezaba que esto nunca se acabara. Pero olvidé que todo tiene su fin —esbozó una mueca —Carta número cien: "Sus ojos eran de un azul precioso como el mar, como el mismísimo cielo... y si te tomabas el tiempo para verla con detenimiento, te encontrarías los más bellos colores que pintaban mi mundo... en eso se convirtió para mí. Porque en ella se reflejaba mi vida desde el momento en que la conocí."
—Lo recuerdas —los ojos de Martha se empañaron
—Claro que sí, tontita, yo las escribí —sonrió divertido despeinándole el cabello —Te prometí amarte por el resto de mis días, no creas que he dejado de hacerlo aunque no esté ahí. Desde aquí, te he amado de todas las formas posibles y lo seguiré haciendo, pero necesito que tú me hagas un favor a cambio, así que escucha detenidamente —Martha asintió atontada —Quiero verte lograr todos esos sueños que algún día compartimos, así no sea conmigo. Quiero que tus ojos sonrían cuanto toques las estrellas, que brillen cuando encuentres al indicado, y que cuando mires atrás, sonrías con orgullo, sin importar que eso conlleve dejarme ahí. Recuerda no conformarte con menos... no con menos de lo que yo te di. Que, aunque no fue mucho, era sinceramente cada parte de mí. Yo también tuve que aceptar la idea de dónde estaría mi lugar ahora, y a pesar de que duele, comprendí que no es contigo. Pero creo que es lo correcto, amor mío, no todas las almas gemelas están destinadas, eso está bien, y justo por eso es momento de marcharnos. Deja que duela un poco, te doy permiso que por esta noche quieras llorar una más junto a mí, que nos acostemos en tus sueños mirando al cielo para despedirnos como debió haber sido, porque por esta noche y las demás, yo te entregaré mi corazón y seguiré pensando en ti. —entonces, la tomó de las manos —Pero esta noche, yo te dejo ir.
—Y yo a ti, Charlie —aceptó ella, consciente de la situación probablemente imaginaria, pero no la desperdiciaría. Era la primera y última vez que seguramente lo soñaría
—Ven. Déjame verlo de nuevo. —la tomó del rostro, juntado su verde y azul —Estarás bien, confía... Adiós Marthiux, mi azul—estiró su mano hacia ella, midiéndolas detenidamente
Martha las unió y él se encargó de cubrir los dedos de ella con los suyos, por encima, de la misma manera en que solían despedirse —Adiós Charlie, mi chico de ojitos bonitos. —el ojiverde dio un apretón —¿Cómo podré pagarte todo lo que hiciste por mí? —lo detuvo justo cuando caminaba de vuelta a aquel luminoso punto
—Me dijiste adiós. Esa es probablemente una de las decisiones más valientes que te he visto tomar.
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—Martha, ¿podrías explicarme a qué se refería ese chico Charl...
—Chadli —lo corrigió la ojiazul apurándose a empacar
—Chadli, como sea, ¿qué es eso de que vas a tomar un vuelo ahora mismo? —Alessandra cerró la puerta de la suite y se cruzó de brazos, sin atender las varias llamadas que llegaban a su móvil
—No lo entenderías —Nadie lo entendería, amor, pensó Martha con una sonrisita melancólica —Escucha, tuve un sueño y creo que alguien me quería decir algo. Tengo que volver.
—¿A dónde?
Con fuerza, cerró la maleta y miró traviesa a su mánager —A casa.
—Martha, ¿te has vuelto loca? ¡Hoy tienes el ensayo final, los músicos te están esperando abajo! —exclamó la pelinegra, tan histérica que casi deja caer el teléfono —Cariño, sé que hace años no vas a tu ciudad natal, y entiendo perfectamente que la extrañes, terroncito, pero primero debes de cumplir los deberes, no puedes simplemente guiarte por una rabieta.
—No es una rabieta.
—Tienes razón, ¡fue un sueño, peor aún! —Alessandra estaba al borde del colapso, tuvo que servirse rápidamente un vaso con agua —Eso no existe cariño, no son reales... es solo lo que tu mente pequeñita carburó poco antes de dormir, creando una falsa realidad, así que no es verdad eso que viste. ¡Es como cuando sueñas que una víbora gigante con alas te persigue! No-es-real. —articuló lentamente abriendo mucho la boca —Ahora, buscaré a Jerry y le diré que tuviste un inconveniente, cosas de chicas, siempre funciona. Y tú bajarás dentro de media hora, en lo que te arreglas ese cabello que sabes detestamos que lleves así, te maquillas, te pones bonita y traeré de vuelta a los músicos, tendré que pagarles extra por las confusiones pero no importa, después de mañana en la noche se abrirán las mejores puertas, ¡será tu debut, todo lo que siempre quisiste!
No, yo lo quería a él conmigo.
—Mandaré el desayuno a tu cuarto, comes rápido, ¿quieres jugo de naranja o ver...?
—Primero que nada, los sueños sí son reales, si no los hubiese seguido no estaría aquí y tú mucho menos serías tan bien pagada —la interrumpió con una sonrisita —Segundo, tienes seriamente sueños muy raros, puedo darte el número de mi psicólogo si gustas. Oh espera, ya lo tienes. —fingió sorpresa y la mujer respiró con dificultad —Tercera, tu trabajo es organizar mi horario y lo haces perfectamente, sabes que nunca descanso de viajar, dar entrevistas y presentaciones al grado que mis dedos se agarrotan y en ocasiones quedo afónica lo cual no es bueno, ¿sabes por qué? Déjame te notifico que también tu empleo implica cuidar de mí y yo necesito un respiro, así que, si no puedes apoyarme, te aprecio Alessandra, pero me temo que tendré que buscar otra representante.
Sosteniéndose de una mesa, e hiperventilando, le dio la cara a su artista —Tienes hasta mañana por la tarde antes de que lleguen las cámaras y los estilistas, ¿de acuerdo? ¡Sin falta señorita! —gritó cuando vio a Martha abandonar la habitación corriendo, y dejando a su cuidado a Delilah, la gata ahora vieja y malhumorada
—¡GRACIAS ALE! ¡Era broma, no estás despedida, de hecho me cuidas bien! —tomó el primer taxi que la llevara al aeropuerto directo a Nuevo Brunswick, y suspiró —Dieppe, voy por ti.
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Cada día se siente como si nadáramos constantemente en un mar lleno de emociones, sin dejarte descansar con ola tras ola chocándonos contra las peñitas, ¿pero ¿quién dijo que no fuimos nosotros quien decidimos saltar desde el acantilado? Y todo por culpa de una piedra que preferimos no sacar del camino con solo una puntada de pie.
El momento en que logramos salir a la superficie después de ver negrura en las profundidades, con una parte de nosotros rogándonos salir y los pulmones ardiendo en busca de oxígeno, es preciosamente dolorosa, y es que debemos intentar una vez más en esa superficie desconocida, y tenemos que aferrarnos a un aliento que dure quizá solo un poco más. La muerte, las expectativas y las sorpresas tocan nuestra puerta en algún punto de nuestra vida, incluso de la manera más bella y tortuosa.
—*Geborgenheit —Martha Taffinder visitó su vieja casa y dejó sus maletas ahí, no pensaba tardar, pero aun así, tomó una mochila y metió en ella algunas cosas esenciales y las llaves de la puerta... aunque, sabía que no regresaría a esta después de todo.
El sol le pegaba directo en el rostro, haciendo brillar la humedad que ya escurría en sus mejillas. Por una fracción de segundo, miró a su lado, deseando ver su más grande anhelo en ese momento. Pero el asiento del copiloto ahora estaba vacío. La última vez que se dirigió a ese destino, un chico ojiverde iba junto a ella; ahora, era una cajita la que esperaba en este.
Horas más tarde, con el estómago vacío (aunque probablemente no era el único hueco que tenía en ese momento), llegó al lugar que buscaba.
Era su última parada.
Cerró el coche y se colgó la mochila al hombro, mientras con su brazo libre tomaba la urna. Ni siquiera miró la avenida por la que solía subir para llegar a las villitas, pues jamás volvería a pisar ese lugar. Porque le traía recuerdos, y a la vez, los recuerdos solo le traían dolor. Recordándole que la vida es tan efímera, que se nos escapa entre las grietas de nuestras palmas, como agua corriendo hasta juntarse con otro río, mientras el primero se queda sediento... hasta secarse, esperando por gotas que nunca lloverán.
Se quitó los zapatos rozando la arena y caminó hasta la playa, tomó asiento en el borde del muelle, y colocó sus cosas a un costado de ella, con sus pies meciéndose en el agua. Se permitió respirar un poco, aunque entrecortadamente; lo merecía después de todo. Las lágrimas brotaron una tras otra, sin tiempo de dejarla descansar; creyendo haberse secado, se equivocó de nuevo, aún tenía fuerzas para soltarse en llanto y hacer una última cosa por esa alma que tanto le regaló.
Lloró, lloró y lloró, por ratos en silencio hasta hipar. Se dejó caer en la arena, sosteniendo esa caja de mármol entre sus manos, como si contuviera su tesoro más preciado. Tal vez así era. Cerró los ojos e inhaló profundo, el olor salado del mar se filtraba por sus fosas nasales.
Casi podía sentir la brisa chocar contra su rostro, la piel bronceada luego de un largo día en la playa, tablas de surf dirigirse a las peligrosas olas... y finalmente, una mirada más preciosa que el mismo azul del mar. Al abrir sus ojos, se encontró con varios adolescentes riendo, listos para surfear. Él debía de estar haciendo lo mismo, es lo que se supondría para un chico de su edad, vivir la vida y esperar terminar esta hasta ser ancianos. Pero eso ya no sucedería.
Pensar en un futuro resultaba complicado... ¿cómo se podía cuando lo perdías todo? ¿qué le quedaba a esa pobre alma, hacer con todos esos pedazos rotos? ¿volver a reconstruirse sola? No lo creo. Ella sabía que, hacerlo una vez más, no sería suficiente. Ya no quería volver a alzar los muros, solo deseaba acostarse sobre el suelo y reencontrarse con sus ojos verdes preferidos.
Sin embargo, no hizo aquello que deseaba. Al contrario, se levantó, y comenzó a caminar cuesta arriba de una colina que tenía un saliente asegurado con barandal, y que daba directo al mar solo que a mayor altura. Con las piernas ardiendo de cansancio, ojos hinchados, rojos y nublados por el duelo, manos temblorosas y frías, pies descalzos y cabello desaliñado. Se recordó que era el esfuerzo restante que quedaba hacer por esos ojos verdes que, ahora, la acompañarían a todos lados por encima de ella; él merecía que lo terminara, justo como le pidió una noche de enero. Cuando llegó al sitio que buscaba, y para su suerte vacío, saltó el barandal y se sentó en la orilla del filo. Hacia abajo había unas filosas peñitas, con la marea estampándose con fuerza contra esas. Algunas gotitas la salpicaban. Lucía tentador. Un descuido, y caer al vacío, sería el fin.
—Mirarte a los ojos era saber que esto era real. Tú y yo. Y el mundo. —dijo en un susurro —El mismo mundo del que me hablabas, aquel que quería compartir contigo, y que ahora se ha fragmentado lo suficiente para haber dejado de girar. Justo como yo. —jadeó una sonrisa irónica —Ahora solo es un mundo girando sin los dos. Y tú habías prometido algo... dijiste que no me romperías el corazón, y es verdad. No lo rompiste. Pero te lo llevaste. Y eso fue peor, porque ahora no tengo nada, ni siquiera los pedazos que quedaron —sorbió su nariz con fuerza —Desde que te fuiste... no tengo una mínima idea de qué ha pasado con todos.
Entonces miró la urna, sus ojos se aguaron y una lágrima cayó sobre la superficie, misma que rodó hasta perderse entre el mar. Podría fácilmente mezclarse entre este, como si siempre hubiera formado parte dé, pero la realidad era que tenía una gran diferencia: la circunstancia. Ahora, el océano cargaría alimentado de una lágrima de tristeza, volviéndolo mucho más hermoso y temible para quien se adentrara a este.
—Por cada paso que tú dabas, yo hacía uno porque siempre caminaríamos juntos. Ese fue nuestro primer trato cuando acepté finalmente tu ayuda —aquel momento ardió dentro de ella, rasgándola aún más —Amabas el mar, tanto o más de lo que yo te amo a ti. Una noche de enero, me dijiste... y no sé por qué... q-que... que cuando te fueras, querías hacerlo así, justo aquí a su lado —negó con la cabeza, soltando una risita —Dijimos de nuevo que recorreríamos el océano, que, aunque es inmenso, tendríamos vida de sobra; y si no, la gastaríamos en un buen motivo. —No te puedo ver... ya no, Charlie —le contó con tristeza— Y lo daría todo por tenerte una vez más aquí, para decirte todo lo que debías de escuchar. Te mentí en muchas cosas, ¿sabes? Como dudar en saber lo que sentía, cuando desde el día uno te rechacé porque solo con verte a los ojos, supe que si te dejaba entrar te volverías especial y terminarías lastimándome. Pero la verdad es que siempre te consideré un amigo primero que lo demás, y te quise. Te quiero. Nadie nunca nos supo entender, que juntos, creábamos la energía más potente. Tú me hacías brillar, aún sin hablarme, cuando todo parecía oscuro. No me importaba hacerlo ¿sabes por qué? Porque se trataba de ti —respondió por él ahora que le habían quitado la voz al chico.
» De su suéter sacó los trozos de cerámica que un día, formaron una mariposa —Fue la Navidad de 2019 cuando me diste esto, ¿quién diría que se parecería tanto a mí? Con las alas rotas, incapaz de volar. Tú emprendiste ya el vuelo, pero yo me he quedado aquí estancada y sola. Casi parece gracioso lo despejado y azul que está el día de hoy —una sonrisa triste brotó de sus labios —Pero ahora, tú también compartes ese pedacito de cielo. Y estás junto a algunas de mis personas favoritas. Tú siempre supiste alumbrar a cada persona que te conoció. Espero encontrarte ahí cada que alce mi vista, y déjame decirte, que, aunque tus ojos no son azules, puedo ver verde incluso en el cielo. Así como tú viste color en mi oscuridad, y el gris te pareció precioso en mí. —se abrazó a la urna —Nunca juzgaste a nadie ni les diste una etiqueta, mucho menos dividiste los colores que hay dentro de uno, porque todos te parecían hermosos a su manera. Tenías ese don de ver más allá y crear nuevas gamas.
» —Desde el día uno que llegaste a mi vida, algo nació dentro de mí. Estábamos en clase y todos cantaban, pero yo estaba sufriendo de ansiedad social, tus ojos clavados en mí no ayudaban pero te quería ver, mas no me atreví. —acomodó inútilmente su cabello pegándose a sus labios —Después fui tan torpe que choqué contigo, entonces sí que te vi. No sé cómo explicártelo, pero lo haré de la mejor manera que pueda. Tu mirada me tenía a tus pies —cerró los ojos, reviviendo tanto el momento que casi podía volver seis años atrás —Entonces, me sonreíste y procediste a presentarte, ¿recuerdas? Luego sucedió el incidente en la colina, esa fue la primera vez que me salvaste. Tú me liberaste, Charlie, me liberaste para vivir una vida que mereciera, una mejor. Pintabas la mejor de tus sonrisas, literalmente, con la cubierta de chocolate que mi madre preparaba y ensuciabas mi mejilla. —tenía ganas de quemarlo todo, impotente
» —He imaginado tantas veces el día que nos volvamos a encontrar... a veces contemplo hacerlo, aquí me siento tan sola sin ti, sin mamá, Ariana o Hansel, pero entonces pienso en qué pensarías tú si lo hiciera. —avergonzada, sintió que desde arriba la regañaba —Quizá es estúpido tomando en cuenta que no hay forma de que tú lo pienses porque ni siquiera estás aquí, y soy la misma estúpida creyendo que volverás. Sin embargo cada vez que lo imagino, tú me miras triste. Tú no estás feliz de verme. Y entonces sé que aún no es el momento y necesito terminar todo lo que nos faltó. Eso significaba una cosa, algo que tenía que aceptar aunque lo detestara-—admitió ella sin orgullo. —No más sueños, no más sonrisas, no más planes. No quedaba más. Solo recuerdos borrosos y malditas promesas rotas. Es como ahogarse, pero el fin nunca llega. No podía solo hundirme en la miseria que me dejaste e ir contigo. Porque no podía solo morir y ya, no; he seguido atada a ti, y a un futuro que debo de obligarme a terminar. No le tengo miedo, sino pavor a vivirlo sola. Y lo odio. Maldita sea, lo odio porque no estás en él.
» —Lo fuiste todo para mí en esta vida, lo eres y siempre lo serás. —aseguró perdiéndose en el mar, en aquel filo que llaman es el fin del mundo —Nos han arrebatado a ambos los sueños, a ti por haberte llevado, y a mí por haberte perdido. Y te prometo que mis hijos sabrán de ti, escucharán las historias que creábamos en las casitas que hacíamos con sábanas, o los sábados en que te enseñé a preparar brownies. Me has dado los mejores momentos, y las mejores lecciones de vida. —tomó una bocanada de aire fresco —Que siempre debemos de darlo todo, aunque no tengamos nada. Dijiste que no quedaba en ti ni una sola cosa, pero te equivocaste. Porque ni siquiera toda esa tristeza, rencor y cierto coraje contra la vida y crueldad de este mundo, pudo arruinar ese precioso corazón. Incluso en ese último instante en que vi la vida irse de tus ojos, pensaste en mí. —pausó un segundo para acariciar el borde de la caja —Y a donde la vida nos lleve, esparzamos el amor. Tus palabras, no mías.
» —¿Por qué no me dejaste ir contigo si lo tenía todo bajo control? ¡Yo era quien daba la espalda, para eso me metí! —gruñó mirando en picada a las rocas bajo suya —Algo en mí murió contigo y nunca podré volver a ser la misma. Jamás podría serlo después de conocerte. Canto a miles de personas... pero a ninguna cuando no pueda dormir. Abrazo fanáticos, pero a ninguno para mantener la calma. Enseño a niños, pero a ellos no les gustan los mismos cuentos que a ti. —simplemente estaba harta de todo. —Ya no puedo hacer esto, fingir que no te recuerdo cuando no te olvido. Detesto pensar que tu nuevo hogar no sea yo, que suelte millones de suspiros al viento con la esperanza que llegaran hacia ti, detesto imaginar que eres tan feliz allá sin mí. Esto no puede ser real. Las cosas no suponían ser así, la vida no suponía ser así. Amarga, dolorosa. —si alguien la mirara, pensaría que estaba loca. Todos lo estamos un poco —¿Recuerdas cuando me preguntaste de nueva cuenta por mi lugar favorito? Eras tú. El estar contigo, rodeado de esos árboles en el escondite... Tú. Tú eres mi lugar favorito del cual no quiero irme, pero tengo que hacerlo, justo como lo hiciste, y por eso he venido aquí haciéndome el juramento de nunca visitar nuestros lugares. Suena egoísta, pero estoy pensando por primera vez en mí, así que no me juzgues —le pidió con tono lastimero —Me preguntaron sobre la inspiración de la canción... tú no la terminaste, así que lo hice yo por ti, creo que quedó decente comparado a lo que tú escribías. También hablé de tus ojos, no les conté que eran verdes. En realidad tu nombre está en los créditos, pero nadie parece preguntar por ti... de cierta forma quería que lo hiciesen, hasta ahora me doy cuenta que estuvo mejor no hacerlo. No podría hablarle sobre nosotros... sobre ti, quiero que este siga siendo nuestro secreto. La canción es preciosa, Charlie. Escribí en ella tus sentimientos por Ellis y el amor que conservabas para ella, al igual escribí sobre esa añoranza... unida a la mía desde el día en que te marchaste. No mentí sobre una historia de amor imposible, y creo que hablo por ambos sobre eso. Creo que estarías orgulloso. —aclaró su garganta, y entonces, dejó fluir la melodía en el aire, mezclándose con la brisa marina y los arrendajos grises cantando sobre ella, volando el atardecer de la Bahía de Fundy
» —Y duerme, duerme ya... cierra los ojos, y no temas. La oscuridad es tan solo un punto en el renglón. Un ruiseñor te arrullará con su canto... otro esparcirá su magia sobre ti. —tarareó la voz de cuna que Mallory le cantaba, y que después, ella cantaba a él en noches de insomnio —Las hadas levantando sus copas, brindando por ti, augurando la luz eterna. El búho, sabio, ululará felicidad en tu camino. Las sirenas crean un magnífico coro, nos tomamos de las manos y juntos entonamos la canción de la libertad. Un mundo en paz, ¿o serán nubes las que nos cubren? El patito ya ha saltado... detrás le sigue su hermano ¿Puedes oírlo? Son las aves tarareando gloria, han sido soltadas. El viento sopla despejándolo todo y los árboles bailan, el sol te sonríe. La luna se acerca, ella te protegerá de la noche. Y mañana, será un nuevo día. Mejor que el ayer. Así es el ciclo. —el ciclo de la vida —Pero mientras, duerme, duerme ya... que mi alma contigo siempre estará... —las lágrimas humedecían su barbilla —Te amo. Esto es por ti, Charlie.
Abrió la urna, y sin mirar su interior, lanzó el contenido hacia las olas.
Las cenizas se perdieron en el agua, y justo como alguna vez él lo dijo, dejaría que el viento lo llevara en la dirección que quisiera. Miró cada una de esas partículas irse, con el cabello azotando su rostro debido al fuerte viento. El cielo se tornó poco a poco en un rosa anaranjado, era toda una explosión de colores ahí arriba. Martha no pudo evitar pensar, que estaban de fiesta ¿y cómo no? Ojalá supieran el gran tesoro que el cielo había ganado.
—Y por esta noche, pensaré en ti y solo en ti. Quizás algún día pueda volar contigo, si me esperas. —entonces, un precioso arcoíris se formó sobre el mar justo frente a ella, como una señal de ¡Mírame, aquí estoy! La misma señal que ella buscaba desde arriba en el edificio, y que se presentaba sin falta en cada aniversario de su partida
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Las personas se levantaron a aplaudir antes de tomar asiento. Martha inclinó la cabeza como agradecimiento y llegó al centro del salón, subiendo unos escalones hasta la tarima circular donde su piano la esperaba, con candiles de cristal colgando por arriba de sus cabezas.
Sus dedos hicieron cobrar vida a las teclas negras y blancas, y el sonido clásico inundó de melancolía a todos, haciendo saltar las lágrimas a unos cuántos, secándolas con pañuelos más costosos que el vestido de la castaña.
En ningún momento abrió sus ojos azules, y es que ella guardaba ese color para solo una persona, y cuando debía tocar la canción presente, sentía que su azul se unía con el verde, vibrando en su mente los recuerdos. Era tan especial en esos momentos que casi dejaba de respirar, y, al abrir los ojos, el verde se desvanecía y olas de flamantes aplausos la envolvían.
Se levantó, con su azul de puntos blancos rozando el suelo, y sus zapatos deportivos blancos del Monstruo Come-Galletas asomándose por él.
Y recuerden, que no porque no sea duradero, significa que no es real.
"Yo tenía 15 y ella 16. Ahora tengo 22, pero ella todavía tiene 16. Ahora está en un lugar mejor. En algún lugar mejor que aquí.
...Quizás algún día pueda volar contigo, si me esperas"
*Geborgenheit: votada como la palabra más bonita en el idioma alemán y se considera imposible de traducir, es un sentimiento muy asociado con los artistas, que se siente en momentos muy emocionales tales como el volver a casa tras una larga ausencia o el estrechar con fuerza a alguien a quien amas. Básicamente significa existir y sentir intensamente en el momento.
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