IX.
Noé observaba con pesar al humano que ahora descansaba con el crepitar del fuego. Sujetaba con fuerza sus brazos, mientras sus ojitos estaban algo enrojecidos de llorar; se sentía pésimo, no podía creer lo que había hecho, y no podía creer que aquel de rostro apacible, fuera, su destino.
Se acercó con él, con lentitud y apartó con suavidad algunos cabellos de su frente, llevaba un vendaje en su cuello, gracias a la herida que sus colmillos habían ocasionado. Aún en su lamento, sintió que sus mejillas se coloreaban y una nerviosa sonrisa aparecía, recordando las palabras dichas de este último.
Sabiendo con toda certeza que él era su alma destinada, que por fin podía creer las palabras de su abuelo, tocó con suavidad sus pestañas, recordando la vez que acarició el pendiente de su oreja hacía ya bastantes días y este se había despertado por aquello.
Apartó su mano, con un rostro dolido. —Tal vez, me gustaría que permanecieses a mi lado. —susurró, regresando su mirada al fuego, donde los colores anaranjados y amarillos se desenvolvían juntos.
"Pero no puede ser." Pensó por última vez para recostarse en el suelo, y sentir como el minino se acercaba y acurrucaba en su costado. —No me tienes miedo, ¿eh?
Vanitas caminaba en silencio, Noé lo había despertado, y mientras él se espabilaba, este ya había guardado todo, y, eliminado cualquier rastro de haber permanecido en aquel lugar. Incluso lanzó el resto de madera al bosque, y tiró las cenizas al agua.
Ahora, caminaban por el bosque, en silencio, pues no le había dirigido la palabra más que para nimiedades, como el que tuviera cuidado al caminar sobre el barro, o que se comiera la última barrita, ya que él podía aguantar. No entendía por que no era el Noé al que ya se había acostumbrado, alegre, jovial y curioso, además de insufriblemente hablador.
Incluso andaba un poco más delante de él, cuando siempre le había esperado. —Noé, ¿sigues molesto por lo de ayer? —le habló el de cabello oscuro, tratando de acercarse otra vez.
Este seguía, endeble, como si no hubiera dicho nada, pero escuchó un suave carraspeo y su voz grave al hablar. —No, tranquilo.
"Solo te interesas por mí a causa de la sangre, Vanitas. Por que ya te he marcado..., lo mejor es resguardar nuestra distancia." Pensaba para escuchar a Vanitas resoplar.
Se mantuvieron un rato así, en el que su alrededor era la maleza, los suaves alaridos de las aves, sus graznidos o el cálido cantar; también el barro bajo sus pies, y las rocas con las que tropezaba varias veces Vanitas.
"Me aferraré a tu libertad..., aunque sea en sufrimiento, no pienso condenarte a mi lado, no de alguien como yo." —Pensaba Noé, mientras cruzaba la hierba, tratando de no pisar las flores entrometidas.
En un momento tuvieron pasar sobre un espacio, separado entre dos rocas, con algo de profundidad. Noé pensaba atravesarlo con mucha facilidad, pero pensando en el humano, tuvo que dirigirse a él.
Vanitas quien sostenía su maletín, observó como el otro, con el gato sobre sus hombros, le tendió su mano; no quería tomarla pero al fijarse en el gran hueco en la tierra, siendo el único lugar donde podían cruzar al otro lado, la tomó furioso. Le molestaba la actitud del albino, quien se había creído para tratarlo así, es decir, era el príncipe de Francia, y ahí acababa todo.
Volvieron a cruzar sus manos, fue cuando Vanitas sintió aquella sensación, aquella extraña emoción en su estómago, aquella de la fiesta, donde lo había escogido a él. Pero ahora, tan solo lo cargaba con mucha facilidad y lo depositaba con sutileza en el suelo, para seguir su camino.
Sintió algo en su pecho, una especie de vacío, y sin saber como explicarlo, quería sentirse otra vez como su centro de atención...,como en la fiesta, donde lo había escogido por encima de todos. Así que, tomando un reloj que llevaba en su maletín, se acercó al albino, para situarse frente a él y verlo con aquellos zafiros fríos.
—Ten. —indicó este con el reloj de muñeca en su mano, tenía revestimientos dorados, con unas piedras incrustadas en sus lados, un cristal pulido y las agujas de una tonalidad fría.
Noé se quedó en su sitio, algo desubicado de los actos del lechoso. —¿Qué? ¿De dónde lo has sacado?
—Del maletín. Cállate y tómalo. —le dijo, aún con su mano extendida.
Noé depositó el maletín en el suelo, para tomar dicho en sus manos con cuidado y detallarlo con sutileza. Vanitas se fijo en su mirada concentrada y en como su cabello parecía brillar bajo los rayos del sol, sus pestañas también se coloreaban. Tales como las recordaba de la fiesta. —Es de mi padre. —añadió cabizbajo el de cabello oscuro.
Noé lo observó confundido. —¿Y por qué me lo das? Tenlo de vuelta.
Vanitas se veía dudoso. —No. Es el objeto más preciado para mi, quiero que lo tengas.
Noé no podía comprenderlo, ¿acaso estaba siendo amable con él, dándole un regalo, por la sangre marcada? ¿O el golpe del agua le había dejado tonto? Pues seguía ahí, de frente, viéndolo con incredulidad.
—Vanitas, de verdad no hace falta. Si quieres agradecerme algo, todo está bien así. —confesó el moreno con una suave sonrisa, que trató de recuperar después del dolor en su corazón.
El de cabello oscuro observó sus ojitos enrojecidos. —Siento si he hecho algo mal. Pero ahora mismo, eres la única compañía que tengo, y no eres desagradable, pero estos desplantes, me ponen nervioso. Por eso te lo doy..., —le decía sin verlo a los ojos, probablemente estaría contando las hierbas muerta del suelo de lo extraño que se sentía al decir esas cosas. —Perdón. Ayer lo estuviste diciendo en toda la noche, y por eso, te pido perdón ahora. Ha sido mi culpa, te obligué a hacer algo que no querías, pero era la única forma de salvarte.
Sus miradas se volvieron a cruzar, los violetas brillaron en sombre manera, mientras los azules se desviaban de vez en cuando de la mirada intensa, tímidos. —Es mi pago, por obligarte.
Noé se sorprendió de aquello, sus mejillas se tornaron rosadas sin quererlo, y se cubrió su rostro con su mano libre; por mucho que sus sangres ahora estuvieran marcadas, y esto fuero a causa de eso, no podía evitar sentir su corazón algo acelerado. Ahora, se ponía a pensar que odiaba aquello del destino, porque ya no sabía si estos sentimientos eran suyos o causa de esa maldición.
Y el moreno, por los nervios, no pudo evitar reírse a carcajadas, aún con su rostro enrojecido. Vanitas se confundió, veía al otro reírse y aunque estaba molesto, también soltó una suave risa, que ambos conectaron.
El moreno se acercó y revolviendo el cabello contrario, marcando su diferencia de alturas, le tendió el reloj otra vez. —Perdóname tú a mi, no debí culparte a ti de mis afecciones personales. Lo siento. —le dijo esta vez, con una sonrisa cálida.
Vanitas se sintió demasiado avergonzado, tomó de nuevo este y lo acuñó entre sus manos; su corazón se sentía extraño, estaba bien, feliz de que el otro regresará a la normalidad.
"Después de todo, él no tiene la culpa, y aunque crea que lo mejor es el desplante y la distancia, no puedo hacerlo. La culpa es mía, así que trataré de que el viaje termine pronto." Pensó Noé, esta vez, tomando su maleta, y la del lechoso, para seguir caminando. Esperándolo de nuevo.
Vanitas sonrió con sinceridad, y se acercó a paso firme con él. Mientras el minino veía todo con curiosidad. Ahora, ambos tranquilos, comenzaron a charlar de nuevo.
—¿Crees que nos encuentren? Hemos hecho bastante para despistarlos. —decía el de cabello oscuro.
El albino regresó su mirada al camino y habló. —La verdad no lo sé, tampoco entiendo como nos encontraron tan fácil.
Vanitas se mantuvo pensativo. —Desde la mansión no sabían de nosotros, es cierto, ¿Cómo nos habían encontrado aldeas más lejos? ¿Podría ser que alguien nos hubiera descubierto?
Noé negó. —Es imposible. Con le único que tuvimos alguna conversación extensa fue con el dueño del hostal, y si hubiera sido él, nos habría delatado en la noche, ¿No crees?
—Cierto. No habrían esperado hasta la mañana siguiente o hasta vernos con Roland y entrar en su carruaje, no tiene sentido. —añadió el del ojos celestes.
—Eso significa, ¿Qué tienen otra forma de cómo rastrearnos? —cuestionó Noé.
—Quizás si. ¿Pero qué podría ser? Apenas tenemos objetos del día de la fiesta. —confundido habló el lechoso. —¿Y si más bien, tienen la capacidad de poder rastrearnos?
El moreno se frenó para verlo, dejando los maletines de nuevo, en el suelo. —¿Qué quieres decir?
Este lo vio. —Si tu ser existe, no sería extraño que hubieran otros, incluso como los de las leyendas, ya sabes, ¿sirenas o cosas así? —cuestionó Vanitas, fijándose en como el gato se bajaba de los hombros contrarios y se acostaba en la hierba.
Noé lo pensó, no se equivocaba, aunque le dio algo de risa la forma en que la que se expresó. Aún así, se le hacía difícil hablar lo que él era, con tanta tranquilidad; parecía que en verdad no le afectaba al humano. —Aunque puede que no sea cierto.
—¿Por qué lo dices?
Para contarle aquello, debía confesarle que su abuelo y antecesores también poseían el mismo ser, aunque fuera su destinado, la confianza que le había tomado no tenía límite.
—Como bien supondrás, toda mi familia posee este ser. Se nos ha llamado de muchas formas, como nosferatu en Grecia, vampyrus en latín, o incluso vrykolakas, también de Grecia. —Vanitas se sorprendió de la forma y la capacidad del lenguaje del príncipe. —Pero, más comúnmente se nos conoce como vampiros, o chupasangre. Nuestro origen no está muy claro, pero, mi abuelo según había escuchado, se enteró de que se maldijo a uno de los nuestros y, por ende, todos sufrimos la maldición, hasta el fin de nuestro linaje.
Vanitas no podía con su asombro, ahora bien cierta esa posibilidad o no, afirmaba la existencia de brujería negra y las maldiciones, según tenía entendido debías aclamar la ayuda de un demonio para poder maldecir a otro. Eso claro, si era cierto lo que decían los libros de su hogar, ahora ya no estaba seguro de nada.
—¿Qué características o habilidades poseéis? —cuestionó Vanitas.
Noé seguía con su sorpresa porque este no se inmutaba por el descubrimiento de un ser como él. —Son habilidades que no puedo mostrar en mi totalidad, a causa de proteger nuestro secreto. Pero, poseemos una fuerza sobrenatural, al igual que la velocidad y nuestros sentidos son mucho más avanzados.
Vanitas asintió. —Aún así, ¿eres un vampiro puro, no?
Noé se extrañó y asintió, algo dudoso. —Si. Todos mis antepasados han sido vampiros, incluidos mis padres.
El de cabello oscuro pareció meditarlo un poco. —Eso quiere decir, que fuera de vuestra familia, pueden existir más como vosotros, de otros linajes. Así, tu familia ha encontrado a otros con los que seguir el legado.
Noé asintió, no se lo había planteado. —Tienes razón. Un momento, ¿Estás insinuando qué alguien de los que nos persiguen, o incluso, todos ellos, puedan ser vampiros?
Vanitas asintió con sorpresa. —Puede ser una posibilidad, pero eso justificaría el que nos hayan encontrado con tanta rapidez.
—Y eso significaría que no tardarán en encontrarnos de nuevo. Aunque puede que el agua nos haya ayudado a perder un poco el rastro. —añadió el de tez morena.
—Un momento. —cuestionó Vanitas viendo fijamente los orbes violetas. —Hay algo que no entiendo, si siempre os han enlazado con vampiros de otras familias, ¿Cómo es que te has comprometido con Dominique de Sade? ¿Ella también lo es? —preguntó algo entusiasmado por el descubrimiento.
Tras escuchar esas palabras, Noé sintió como caía en un pozo sin salida, más que la escalera a su lado, la única que podía usar para regresar a tierra, la verdad. No podría mentirle, este parecía tener claro bien cuando le pasaba algo, y seguro no podría ocultar bien sus mentiras, pero trataría de evadirlo un poco.
—Por suerte mis antepasados encontraron pareja en su misma raza. Es lo que me había contado mi abuelo, pero en un momento llegué a pensar que el resto se habían extinguido, ya que él no hacía más reuniones con grandes familias desde la muerte de mis padres.
—¿Por eso no pensaste en la posibilidad de que estos asesinos, sean también vampiros? —cuestionó el de ojos celestes.
Noé asintió. —En respecto a Dominique, ella es humana. Por suerte mis antepasados, encontraron a su..., destinado, entre su raza.
Vanitas lo observó atentamente, tras aquellas palabras. —¿Destinado?
Ahora mismo se arrepentía de decírselo, a lo mejor, hubiera sido más razonable no contarlo, pero ya lo había hecho cuando comenzó a planteárselo. —Es otra de nuestras maldiciones..., a parte de ser un vampiro, un ser horrible, chupasangre, que hace daño e infunde terror, nos castigaron con la maldición del destinado. Siendo otro ser, humano o cualquier otra raza, que nos pertenece, a la que estamos destinados a encontrar y enlazar para siempre nuestra vida con ellos.
Vanitas ahora si que estaba con la boca abierta, no podía creer toda aquella fantasía que el albino, de labios rosados, decía. »Si por alguna razón, no la encontramos o la perdemos a temprano tiempo, estamos condenados a un sufrimiento eterno, que nos matara de apoco, arrebatándonos nuestra inmortalidad, y nuestra alma, que será dominada por un ser oscuro hasta llevarla al caos. —confesó el moreno con un rostro sombrío.
Vanitas tomó una expresión dolida, le dañaba pensar en todos los antepasados de Noé, que probablemente hubieran sufrido aquel destino solo por una maldición, o incluso, todos los vampiros fuera del linaje Archiviste. —¿Eso quiere decir que...Domi es tu ser destinado?
Noé lo observó de nuevo, esta vez, algo más serio. —Si. —mintió. —Lo es. Nuestras sangres se enlazan tras la primera mordida, por lo tanto, nuestro sufrimiento o felicidad será equitativo en ambas partes.
Vanitas tragó grueso. Al parecer era algo más serio de lo que pensaba, no solo sufría él, sino ella también..., ¿sería por eso que deseaba con tanto ahínco regresar al castillo? ¿Para no herirla a ella? —Pero, ella es humana, no un vampiro puro, ¿Qué pasará con vuestra descendencia?
—En ese caso, nacerá un dhampiro, lo que será un híbrido entre una humana y mi vampiro. Es algo que ya he comentado con mi abuelo, por lo que nuestro legado continuará. —explicó Noé, con un rostro algo...indescifrable para el lechoso.
"Así que Dominique es su destinada, la persona que deberá amar por el resto de su vida, y por el que su corazón late sin control." Pensó Vanitas, algo...confundido del ligero golpeteo en su pecho, puntiagudo, doloroso.
Tratando de alejar aquel sentimiento, cambiaron de tema, Vanitas quería saber más sobre el milagroso ser que era su compañero. —¿Entonces no puedes vivir sin beber sangre?
—Si puedo. Es como nuestra fuerza vital, pero no la que nos mantiene vivos, ya que podemos comer y beber cualquier cosa. Solamente en casos especiales, como una herida de urgencia...solo podemos sanarnos con sangre. —comentó el moreno, recordando como había absorbido aquella sangre dulce del lechoso.
También hizo que el de ojos celestes, sintiera punzadas en la herida de su cuello, y recordase todo aquel placer de la noche anterior. —¿Y puedes beber sangre de otras personas, a parte de Dominique?
Noé asintió. —Cuando no has encontrado a tu ser destinado, toda sangre es beneficiosa y ayuda de igual forma, pero al hallarla, ya nada te ayudará, nada te sanará igual, solo sentirás una insipidez y sabor amargo. —aclaró el moreno.
Por lo que Vanitas se sintió avergonzado, si Dominique era su destinada, eso significaba que su sangre era horrible para el moreno, y que además no lo sanaría del todo, según sus palabras ahora dichas. —¿Entonces necesitas beber de Dominique para sanarte del todo?
Noé se sorprendió y quiso haberse mordido la lengua, en vez de hablar cosas que no venían al caso y salirse del camino. —Si..., —mintió. —Cuando regrese me sanaré del todo, aunque tú me has ayudado mucho, y normalmente eso no sucede.
Vanitas se sintió más tranquilo con ello, al menos le había ayudado en algo.
Noé se sintió estúpido, el lechoso a su lado, lo había salvado y ya no iba a necesitar alguna sangre más aparte de la suya. Meditándolo, se dio cuenta de que ahora las demás sabrían amargas, tales como la de Domi o Louis.
El lechoso algo dudoso de preguntar aquella, habló. —¿Y...siempre que bebes de la sangre de Dominique...ella se siente tan bien, con tanto...placer? Es decir, sé que es vuestra intimidad, pero...me gustaría saberlo.
Noé se fijo en el rostro más bajo, algo coloreado, sus tupidas pestañas parecían brillar con elegancia. Recordó como siempre la joven de la que hablaba, sufría la mordedura, se callaba para no preocuparle, pero él siempre escuchaba su corazón. Agitado y doloroso, tan solo calmado con unas gotas de placer, ahora que eran grandes, tras el tiempo.
Su mente se ocupó en la forma y en la manera en la que el más bajo, el lechoso a su lado, lo había disfrutado, sin molestia alguna más que el clavado de sus colmillos. Recordó la forma en que se retorcía bajo su cuerpo, como suspiraba cerca de su oído...
—Claro. —mintió. —Por supuesto que lo hace.
Él de cabello oscuro se confundió y lo observó más intensamente. —¿Y cómo es posible que yo lo haya disfrutado de tal forma? —habló sin pensarlo mucho, pero tras unos segundos todo su rostro se puso rojo.
Noé sonrió con sutileza. —La verdad, no lo sé. —mintió de nuevo.
Sin pensarlo mucho, tomó de la barbilla al más bajo, con suavidad, queriendo rozar su pulgar con el labio contrario, más no se apartó de su pequeña barbilla. Veía sus azules ojos brillar, su rostro aún rojo y avergonzado, viéndolo con algo extraño en su mirada.
Vanitas supo que con eso, quiso dar por terminada la conversación, y aún queriendo preguntarse más, pues no lo entendía, todo se le olvidó cuando este tomo su rostro, acariciando con sutileza su barbilla.
Se fijo en los violetas que lo veían con tristeza, con melancolía, con pesadumbre..., algo que le confundió. Su pestañas blancas se movían con la suave brisa, al igual que su sedoso cabello, era una imagen tan hermosa; y en aquel momento, sintió envidia de la suerte que tenía Dominique de tenerlo por el resto de su vida a su lado.
Noé no podía apartar su mirada, y pese sentir tristeza, aquel sentimiento de felicidad, de haber encontrado a su destinado, le palpitaba con fuerza en su pecho. Sin notarlo o percatarse, sus cuerpos se fueron acercando, siendo Noé quien más atraía al pequeño desde la barbilla.
Veía su mirar azulado, tan indescifrable, con tantos secretos y pensamientos detrás, con tanto por descubrir, con una libertad por anhelar. Sus labios, pintados por un rosa frío, su piel lechosa aún algo coloreada y su cabello, negro, oscuro como la noche y largo tras su espalda. Ahora mismo, el moreno no creía haber visto algo más hermoso que aquel joven frente a sus ojos.
La cercanía entre ambos se había acortado en grandes creces; no había palabras, solo el sonido de la suave brisa entre las hojas, removiéndolas una y otra vez.
Vanitas estaba en un trance, ver aquel joven frente a sus ojos, con un mirar tan serio, tras triste, tan suave y hermoso. Desde la primera vez que lo vio, sintió ese sentimiento, esa sensación de que podría perderse durante años enteros solo viendo aquellos violetas, mezclados con tonos rosas y oscuros, acabando con un ligero tono azul. Dios, no sabía que era aquello en su pecho, pero sentía que podría morir ahí mismo por aquel violeta, por aquel moreno.
Se escuchó el ronroneo del minino a lo lejos, y Noé pareció despertar de su trance. Se fijo en la poca cercanía que había entre él y el lechoso, en como los labios del más bajo estaban algo separados, preparados. Como sus ojos estaban adormilados, pequeños, queriendo permanecer en aquel sueño, y alejándose, se separó muy avergonzado. Estaba seguro de que eso era a causa de la sangre, de haberse mezclado y unido eternamente.
Pero, esos ojos, estos sentimientos, no eran lo correcto.
No podía hacerle eso a Vanitas, ya lo había marcado por el resto de su vida; sabía que él jamás sentiría algo por alguien como él, un monstruo..., solo era la maldición hablando por su, delicado y dócil, rostro.
Carraspeó, aún envuelto en aquella sensación, y siguió el camino, tomando unas flores azuladas que tendió con rapidez al otro para desviar la acción pasada. —Vamos, Vanitas. Veamos si podemos encontrar otra aldea, y poder buscar algo para comer. —le comentó, sin verle, para girarse con los maletines y Murr, adentrándose en la maleza.
Vanitas sintió un frío arremetedor tras la separación del moreno, no sabía que demonios había ocurrido pero se había sentido tan bien, tan cálido aquel acercamiento, que hasta él se sorprendió. "¿Qué demonios? ¿Estaba apunto de besarlo? ¿A Noé? ¿Un chico?" Se preguntaba la cabeza, aún en trance, del joven médico, para seguirle, ahora si, muy avergonzado.
Solo podía escuchar su pecho, estaba dando vuelcos, palpitando una y otra vez, sus manos sudaban, sobre todo viendo la espalda del joven moreno, tan ancha y grande. Acercando las flores a su rostro, su estomago se arremolinó..., aquella fragancia le hacía doler su confundido corazón.
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¡Bueno, aquí otra actualización semanal de esta hermosa historia! Espero que les encante demasiado la tensión entre estos dos, y que cada día que pase, será mucho más fuerte.
Aaaaa, por mi me la pasaba subiendo capítulos todos los días, por que esta historia es tannnnn....aaaa, soy demasiado fan.
Cada vez se descubren más cosas y secretos, uuu. Nuevo marcador, algo más grande, de tamaño mediano aaa.
Por cierto, he solicitado a una tienda gráfica una portada y separadores para esta historia, así que pronto, cuando me la entreguen, podrán ver la nueva portada, aunque la actual me gustase mucho, que había sido hecha por
La información utilizada sobre vampiros algunas están basadas en la realidad (datos recogidos en internet) y otras de mi imaginación.
Perdonen cualquier falta, aviso que cuando este terminada toda la obra, corregiré todo, pero seguirán pudiendo leerla, ya que no la archivaré como veo que hacen otros escritores.
¡AHORA SI, EL SIGUIENTE SERÁ UNA PARTE II DE DIBUJOS! Sé que dije que no lo haría más, pero, se me han acumulado, y sé que si no hago uno, no terminaré nada. La próxima actualización serán los dibujitos y un capítulo nuevo, para no dejarlos con el suspense. :)
¡Nos leemos, no quiero hacer spoiler! ¡Hasta la próxima actualización!
¡All the love, Ella!
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