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Veinticuatro:

Esa misma noche en la casa de Nayeon, minutos antes de la reunión con los Kim, la omega estaba preparándose para la velada. Había elegido un vestido largo color azul añil que le hacía justicia a su bella y pálida piel. 

Por su parte, Jeongyeon había elegido un estilo no tan formal, con jeans negros y una camisa blanca en talle, la cual mantenía su sexy apariencia intacta. Yoo, que estaba ya preparada en la sala y se quedó totalmente hipnotizada cuando Nayeon hizo su aparición desde la habitación, totalmente producida.

La alta alfa agarró la delgada mano de Nayeon y la hizo dar una vuelta ante sus ojos. 

—Eres realmente hermosa Nayeonnie, ese vestido te queda maravilloso... 

—Gracias, pero usted no se queda atrás, Señorita Yoo. Estás muy guapa, como que habrá que controlar toda la noche a Kim Silicona. —Bromeó con aquella sonrisa dulce.

—No me preocupo en lo más mínimo, porque con tu sola presencia es suficiente. Aunque te vestiste para ganar una batalla cariño... —Musitó presionando su baja espalda expuesta en aquel delicado vestido, para ceñirla contra su cuerpo y sentir su dulce aroma a fruto rojo.

—Una batalla, no, más bien una guerra —En referencia a Irene.

—Tranquila, no tienes porqué preocuparte, recuerda que Kim y Park estarán presentes en la cena y no creo que ella se atreva a venir con alguna estupidez... además me encanta que te pongas así, te ves sexy... —Consultó besando su mejilla.

—¿Así? ¿Así cómo? —Dudó la omega castaña.

—Celosa, me fascina... —Carcajeó, vanidosa.

—Cállate idiota, solamente no quiero que ella arruine todo lo que logramos para que las negociaciones se finalizaran con total éxito. —Gruñó entornando esos pomposos labios, que aquella alfa se abstuvo, con gran dificultad cabe aclarar, de besar con vigor.

—Igual no te preocupes, nuestra “actuación” —Encomillando con los dedos —... será magistral, ya lo verás.

—Creeré en tu optimismo. —Bufó la castaña, indecisa.

—Si, créeme... —Musitó la alfa, dejando un beso sobre su mejilla.

La cena había transcurrido sin mayores inconvenientes, hasta que Irene, haciendo uso del sarcasmo, le preguntó a ambas, cuanto tiempo de embarazo tenía Nayeon, porque no se le notaba en la barriga aún. Jeongyeon le contestó que no todos los embarazos se manifestaban del mismo modo y que en algunos, la panza comenzaba a notarse después de los cuatro meses, y que tal parecía que ese sería el caso de "su" omega.  

Ambas, además de ignorar a Irene, se mantuvieron participando parcialmente de la conversación entre el viejo Kim y Park porque sus mentes divagaban en sus propios pensamientos, a decir verdad, en sus verdaderos sentimientos.

Durante toda la noche Yoo sólo pensó en una cosa:“No quiero que esta noche sea el final de todo”. 

Sólo porque llevaba reloj, supo que la cena con los Kim y el trayecto de trasladarlos al aeropuerto para que puedan tomar el vuelo privado que los llevaría a casa, habían durado alrededor de seis horas; aparte de eso, no habría sido capaz de contar qué es lo que había sucedido durante la velada. Sólo fue consciente de Nayeon, del tono melodioso de su voz, de ese maravilloso color brillando en sus ojos, de su aroma intenso y de su risa. La arrebatadora belleza de la omega la había mantenido hechizada en todo momento.

Pero en ese instante, Jeongyeon temía apartar la vista del camino para mirarla, por miedo a que fuera a decir. El absoluto silencio que habían mantenido desde que se despidieron de los Kim le provocaba una ansiedad sobre la reacción de Nayeon con relación a la farsa del matrimonio, porque ya Jeongyeon no sentía que estuvieran actuando.

Al girar el coche para entrar en la calle de la casa de la omega, volvió a verse abrumada por una inquietud emocional que no entendía. Necesitaba tiempo para pensar sin distracciones, un tiempo a solas. Pero por primera vez en su vida la idea de quedarse sola la tenía casi paralizado de terror. Por un lado parecía ridículo que Nayeon pusiera fin a su relación por no estar embarazada, cuando en todo momento se había negado a aceptar la posibilidad de estarlo. Por supuesto, había dejado que su relación evolucionara porque la deseaba, y no porque creyera que era inevitable que tuvieran que casarse. Pero, ¿Y si decidía que todo se había acabado al desaparecer la preocupación de los Kim y de ser madres?

Antes de que rechazara la idea de las vacaciones, Jeongyeon había estado convencida de que en cuanto se alejaran de la sombra de Park y del trato con los Kim, ella comprendería que lo que compartían iba más allá de los negocios y de un sexo estupendo, que era... bueno, especial para ambas de alguna manera. ¿Qué posibilidades tenía de explicarle sus sentimientos, cuando ni siquiera ella mismo era capaz de entenderlos? Seguía confusa cuando introdujo el coche en la entrada de la casa de aquella mujer en cuestión.

—Sé que el padrino espera que vuelvas a tu apartamento, así que no hace falta que me acompañes dentro —Señaló Nayeon, cuando se había quitado el cinturón de seguridad, antes de que el vehículo parara de golpe por la fuerza con la que la alfa pisó el freno. 

Cuando Jeongyeon logró salir del auto, la omega ya cruzaba el césped hacia la puerta, donde se detuvo para rebuscar en el bolso.

—¡Menos mal! —Sonrió, agitando las llaves —Por un segundo pensé que tendría que entrar por la ventana y darle explicaciones a la policía.

—¿Por qué? —preguntó la pelicorta con voz tensa —¿Es que cambiaste la cerradura cuando fui a buscar la ropa con que alistarme para la cena?

—Imagino que hace falta algo más de una semana para acostumbrarse a compartir, olvidé que te había dado un juego a ti. —Sonrió Nayeon, apenada.

—¿Es un modo indirecto de pedirme que te las devuelva? —Se obligó a preguntar la alfa, a pesar de temer la respuesta.

—¡No! ¡Claro que no! —Jeongyeon se sintió aliviada al observar su expresión de asombro.

—De acuerdo. Entonces, ¿Por qué te muestras tan ansiosa por deshacerte de mí? —Inquirió, alzando la barbilla y en cuanto lo hizo se arrepintió —Olvida que lo he preguntado, por favor... —Murmuró con la boca pegada a su frente —Después de mi exhibición adolescente de conducta hormonal en el pasillo hoy, tienes derecho a pensar que seré lo bastante insensible como para saltar sobre ti, lo desees o no, porque me vuelves loca...

—Oh, no es eso... —Se apresuró a contestar Nayeon —Es que, como Park se queda en tu casa, se preguntará por qué tardas tanto. Y... y, bueno...  preferiría... ya sabes... —Tragó con dificultad esta vez.

—¿No anunciar el hecho de que somos unos estupendas amantes? —preguntó ella y la castaña bajó la vista, con tristeza. 

Jeongyeon supo que si decía algo, sin duda lo lamentaría, así que en silencio le quitó las llaves de los dedos y abrió la puerta por ella, encendió la luz y entró para desactivar la alarma. Respiró hondo de su dulce aroma, antes de atraparla en sus brazos para darle un beso intenso, pero muy breve, habló.

—Buenas noches, cariño. Cierra bien la puerta —Ella asintió, negándose a verla —Y escucha, no te molestes en poner el despertador, te despertaré con el desayuno en la cama. 

—¡No! Será mejor que mañana lleguemos por separado a la oficina, Jeonguie... —Otra sonrisa forzada adornó su rostro —Es por el padrino.

Jeongyeon no se molestó en recordarle que, por lo general, Park entraba en su oficina apenas amanecer, por lo que no se daría cuenta si llegaban juntas o no.

Menos mal que ella conocía de memoria el camino hasta su casa, porque toda su atención la consumió en su preocupación por Nayeon. 

Pero a la mañana siguiente la preocupación se convirtió en miedo al enterarse de que que Nayeon había llamado a su secretaria para que cambiara todas sus citas, por hallarse indispuesta.

Cuando no respondió a su llamada ni saltó el contestador automático, se metió en el auto hecha un manojo de nervios. Logró realizar el trayecto de cuarenta minutos en treinta y dos. Su temor no se evaporó al descubrir que la casa estaba vacía.

—¿Qué has dicho? —Los grandes ojos de Jihyo estaban tan abiertos como su boca, mientras miraba a su castaña amiga.

—Que me acosté con Jeongyeon. —Repitió con aquella expresión de disgusto que traía desde que aquella misma había dejado su hogar, la noche anterior.

—Santo cielo, Nayeon... ¿cuándo?

—Varias veces —admitió sin dificultad y lanzó un suspiro de solo recordarlo.

—¡Santo cielo! Y... hmmm... —Sacudió la cabeza —¿Exactamente cuántas veces es "varias veces"?

—¡Muchas! —Se encogió de hombros —Tenemos, am... una relación.

—¡Qué tienen una relación! —La sorpresa de Jihyo se reflejó en las caras de los clientes de la cafetería del hotel donde se hospedaba. Bajó la voz —No puedo creerlo, Nayeon... quiero decir, ¡Santo cielo! Una relación... y con Jeongyeon, de todas las alfas...

—Créelo. Llevamos conviviendo juntas algunas noches a la semana...

—Conviviendo... San...

—La situación se me fue de las manos, más bien te diría que ha empeorado, la regué cuando, am.... —Cortó antes de que Jihyo agotara la paciencia del Vaticano —... cuando me enamoré de ella.

—Bueno, eso ya lo había adivinado... —Agitó una mano —Jamás te has acostado con una alfa de la cual no estuvieras enamorada.

—Sí, y tampoco jamás me había acostado con una alfa, rezando para quedar embarazada. —agregó Nayeon con aquella expresión de agobio.

—¿Vas a tener cachorros con Jeongyeon? ¡Oh por la madre Luna! —Exclamó ahora, realmente escandalizada, mientras se tomaba la boca abierta con las manos.

—Para, lo único... —Deseó que la pregunta de su amiga no doliera tanto —Lo único que quiero más que eso, es a ella, pero... pero sé que me quedaré sin ninguno de los dos —Y por enésima vez aquella mañana volvió a romper en llanto.

Después de consumir tres horas del tiempo manteniendo alejada a Jihyo de sus deberes para contarle toda la historia, Nayeon supo que era hora de recuperarse. Y como siempre que se sentía desgraciada o un romance empezaba a desmoronarse, decidió ir de compras.

Cómo comprar el sofá no había solucionado de inmediato el dolor de perder a Momo, cuando sólo imaginaba estar enamorada de ella, más muebles no la ayudarían en el caso de Jeongyeon. Quería algo más personal, como un collar o un anillo, tal vez... ¡No! ¡Un anillo no! No necesitaba recordatorios de lo asombrosamente romántica que podía llegar a ser, le hacía falta algo que la convenciera de lo bien que estaba sin ella. ¡La cocina! Jeongyeon siempre insultaba sus habilidades culinarias y su deseo de cocinar, compraría algunos libros de recetas y todo el equipo que fuera necesario para convertirla en un genio de la cocina. ¡Y luego haría que ella se comiera sus palabras! 

Cuatro horas y miles de dólares más tarde, la castaña se sentía desgraciada hasta el punto del dolor físico. Lo único que había conseguido era demostrar que cuando amas a alguien con el corazón y el alma, y ese amor no era recíproco, no importaba lo que compres, peles, cortes o piques, nada podía bloquear la angustia que te invade.

Con un poco de suerte, la tercera taza de té de camomila la ayudaría a pasar la noche sin que se desmoronara delante de Jeongyeon. Aunque tras un día de llorar de forma casi ininterrumpida, supuso que podía imaginar que ya había dejado atrás la fase de las lágrimas. Quizá en un día o dos, cuando le entregaran el juego de comedor que había adquirido, estaría de mejor ánimo para apreciar las cosas y pudiera dar una fiesta para marcar el inicio de un futuro soltera, sin cachorros y sin amor.

El sonido del coche de Jeongyeon le aceleró el corazón, a pesar de que llevaba mirando el reloj desde que recibió la llamada de advertencia de Jihyo. Ahí estaba. El comienzo del inevitable final.

“Oh Luna, haz que el final tarde mucho, mucho tiempo en llegar”, rezó, acurrucada en el sofá contando los latidos que dió su corazón hasta que la alfa entró en el salón.

Hola, Buen día! :)

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