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Siete:

Tal como Jeongyeon había sospechado, la actitud de "omega, esposa y amante" en Nayeon, se desvaneció en cuanto estuvieron a solas en la cabaña.

—Puede que haya aceptado salvarte el trasero y rescatar este trato fingiendo estar casada contigo, Yoo Jeongyeon —Espetó la omega, apuntándole con uno de sus dedos largos. —Pero no me gusta que me den el papel de idiota, ni que se dirijan a mí como "servicio de habitaciones".

—Jamás lo hice. Lo que dije, fue porque...

—¡Sé lo que dijiste! Diste a entender que deseaba tanto tu cuerpo que sólo tenías que chasquear los dedos para conseguir lo que quisieras. —Reclamó la omega, con los ojos angostos. Jeongyeon pudo sentir sus feromonas de furia.

—En realidad, era que yo te deseaba a ti más que a cualquier cosa —Corrigió la pelicorta, con una sonrisa. —Y sólo después de que aletearas tus largas pestañas y anunciaras que querías una cabaña para poder estar conmigo a solas, Nayeon.

—Reconozco que moví las pestañas en tu dirección —Se apartó indignada —, pero yo no era la única que lo hacía. Debes estar agradecida de que se me ocurriera un modo de minimizar el tiempo que tendremos que pasar con ellos.

—Sí, la idea de la cabaña fue un toque de ingenio —Acordó, supervisando el interior de la cabaña asignada, mientras Nayeon abría una de las puertas interiores del salón y desaparecía de su vista. —Por desgracia... —Dice elevando el tono de la voz, para que pudiera oírla. —No nos evitó tener que cenar con ellos esta noche.

La habitación principal tenía un piso en madera, unos muebles bien encajados y dos alfombras de área dividían el salón del comedor. En un rincón había tres sillas altas frente a una mesa alta tipo barra que daba a una cocina pequeña.

—No está mal —Musitó la alfa, volviéndose cuando la castaña regresó a través de una segunda puerta.

—Cambiarás de parecer cuando descubras que sólo hay un dormitorio y un cuarto de baño. —Habló, fingiendo pesar. Jeongyeon abrió demasiado los ojos.

—Nayeon se supone que estamos casadas. No iba a pedir una cabaña de dos habitaciones, ¿verdad? —Se río de su aparente torpeza.

—¡Lo comprendo! —Exclamó. —Pero, pensé que en alguna parte habría una cama plegable. Todos nuestros hoteles las tienen.

—Cuando Jyp compre este resort, las incorporaremos. Mientras tanto, tendremos que arreglarnos. —Siguió caminando por el lugar.

—En ese caso espero por tu bien que el sofá se convierta en una cama, o dormirás en el suelo. Lo siento. —Sentenció la omega, cruzando los brazos con una sonrisa burlona. 

—¿Qué quieres decir con...? —preguntó sin querer darse esa respuesta.

—Quiero decir, alfa tonta, —Comenzó a explicar como si le hablara a una cachorra. —, que una de las dos personas, que no soy yo, que en este momento están en esta habitación, no dormirá en el maravilloso colchón de agua.

Jeongyeon frunció el ceño al contemplar el sofá de dos cuerpos que Nayeon inspeccionaba y tuvo un escalofrío. Sabía que se pasaría toda la noche chocando con los apoyabrazos, aunque por algún milagro pudiera acomodar su cuerpo de metro setenta y cinco de estatura en él.

—Sería más democrático si lo echáramos a la suerte —Habló, intentando persuadirla.

—Sin ninguna duda. Pero como yo no pude votar al venir aquí, ni siquiera fui consultada, no pienso defender los derechos democráticos para ti. ¡Aja! —Exclamó cuando al fin pudo abrir el sofá. —¡Aquí tienes tu cama matrimonial! Desde luego, querida esposa, si quieres dormir sobre sábanas, tendrás que hacerla tú misma, porque hasta ahí llego sin un anillo en el dedo. —Comentó. Jeongyeon pudo ver cuánto disfrutaba de su suerte.

—Oh, vamos, Nayeonnie. Ten compasión. —Enlazó sus manos frente a ella —No puedo dormir ahí, es demasiado corto. Las piernas me colgarán. —Comentó al poner sus ojos allí, con angustia.

—Pues... ¡Encógete, o no sé! —Alzó los hombros antes de tomar su maleta y encaminarse a la habitación que se había autodesignado.

—No puedo dormir encogida, Nayeon, sabes que necesito estirarme, es involuntario... —Jadeó, sabiendo que aquella omega no le tendría compasión, es más ni siquiera sabía para que le hablaba.

—En realidad, Jeongyeon... —Ríe. —, me figuro en ese insignificante porcentaje de la población femenina compuesto entre las de dieciocho y los cuarenta y dos años que carece de conocimiento íntimo de tus hábitos de sueño. Aunque imagino que podría pedirle a Kim Irene que corrobore tu historia. —Dijo señalando hacia la salida.

—Muy graciosa. Hasta el padrino sabe que tengo el sueño ligero —Se tumbó en el sofá y se contrajo hasta parecer un pequeño gnomo y gimió. El yeso que había tenido que soportar después de romperse la pierna esquiando, no había sido tan rígido. —¡Jamás podré dormir aquí! —Se quejó, pero Nayeon parecía felizmente despreocupada mientras llevaba su equipaje al dormitorio. Se levantó y se dirigió a la mini nevera, decidiendo que necesitaba una copa porque aquel asunto comenzaba a superarla y apenas iba empezando. —No te pongas muy cómoda ahí, omega cruel y despiadada. —Anunció en voz alta. —Porque aún no está decidido del todo ¿No?

—Oh si, claro que lo está —Respondió la castaña con una sonrisa en los labios. —Puede que haya venido hasta aquí por obligación, pero no pienso sufrir durante mi estancia y menos por ti. —Agregó.

—Nayeon, te suplico que seas razonable. No esperarás en serio que negocie con éxito la compra de un hotel por muchos millones de dólares si soy víctima de falta de sueño y de dolor de espalda. —Intentó Jeongyeon, aunque muy en el fondo supo que era inútil. 

—Oh, pobrecita de ti... —Sus palabras provocaron la risa desde la otra habitación. —¿A quién crees que engañas con eso alfa tonta? ¡El sofá no mermará tus habilidades negociadoras! 

—¿Y qué te hace estar tan segura de ello? —La pelicorta abrió una cerveza y se recostó en el marco de la puerta para verla acomodar sus cosas con habilidad.

Jeongyeon sabía que hacía mucho desde la última vez que ella desempacaba en casa y aquello le hizo sentir algo de culpa. ¿Pero a quién rayos más podría llamar? No habían más opciones fiables.

—¡Tu impresionante historial de triunfos tanto en los dormitorios como en las salas de juntas por todo el país, Jeongyeon! —Repuso. —Llámame cínica, pero estoy dispuesta a apostar que no es el primer trato que negocias, después de disfrutar de mucha cama y poco sueño. —La buscó por sus pestañas.

—¡Eres cínica! ¡Y perderías la apuesta! —Mintió, sonriendo para sí misma. —Me estoy preparando una copa, ¿quieres una?

—Sí, gracias. No tardaré. 

Como el gin tonic y el vino blanco eran las únicas bebidas alcohólicas que probaba Nayeon, y el vino solo durante las comidas, Jeongyeon no tuvo que preguntarle qué quería. Cuando ella reapareció, había llevado las copas al pequeño patio cubierto por una aromática parra.

Se había cambiado el traje con el que llegó por unos pantalones cortos y una camiseta amplios, iba descalza. Con gracia se dejó caer en la tumbona y alargó su brazo para tomar su copa.

—Por la exitosa compra de Illusion Island —Brindó con aquella hermosa sonrisa y la alfa suspiró. Ya era un hecho, ¿Por qué diablos había creído que no? 

—Que por desgracia depende de un sofá pequeño. —Respondió entonces, chocando su copa.

—Deja de quejarte, Jeongyeon. Si hubieras dormido en una cama menos, puede que hoy no te encontraras en esta posición. —Le replanteó, decidida a admirar la maravillosa vista.

—¿Te importaría explicar ese comentario? —La miró extrañada por ello.

—Fácil, Irene —Sonrió. —¿Es suficiente o enserio quieres que comience? —Alzó una ceja.

—Más que suficiente. —Canceló la alfa —Casi me muero cuando me enteré de que estaba casada con Kim. Gracias a la madre Luna no dejé que las cosas llegaran demasiado lejos... —Se palmeó la espalda imaginariamente al recordar su brillante idea.

—¿Qué demonios quieres decir con eso? Exactamente, ¿de cuán lejos estamos hablando? —Vió suficiente consternación en el rostro de Jeongyeon, como para saber que algo había pasado entre su antigua amante y ella antes de averiguar qué era específicamente Kim Irene. Soltó un juramento. —¡Maldita sea, Yoo! No te habrás acostado con ella, ¿verdad? —Gruñó. Sus feromonas de enojo otra vez, la alfa arrugó la nariz.

—¡Claro que no Nayeon! Bueno, no desde que estoy aquí —Aguantó la mirada penetrante de ella, unos cinco segundos antes de suspirar. —Escucha, el día que llegué, Kim había tenido que irse de repente por negocios. Pensé que era una buena oportunidad para recorrer la isla sin que me atosigaran con propaganda preparada con premeditación para aumentar el precio... —Se detuvo y trató de estudiar su expresión, pero la omega estaba impasible.

—Continúa. —Dijo, aunque no quería escuchar lo que vendría a continuación. Ya lo sabía.

—Bueno, mientras paseaba por la playa privada de Kim, me encontré con Irene. Y, naturalmente, al ser una vieja amiga, me detuve a hablar con ella. —Aclaró su notable familiaridad. Salivó y Nayeon volteó los ojos.

—Oh, naturalmente... —No pudo resistirse a decir con ironía. —Y naturalmente es demasiado esperar que ella te contara de inmediato lo felíz que estaba casada con un alfa forrado de dinero, un título y que por casualidad era el dueño del lugar —Aunque su rostro la delató, por motivos que no fue capaz de explicar, Nayeon insistió en una respuesta. —¿Y bien? ¿Surgió o no el hecho de que estaba casada con Kim?

—No exactamente... Empezó a hablar de los viejos tiempos, y entonces...

—Y entonces —Interrumpió Nayeon, entre dientes —, con la práctica que tienes con las estúpidas omegas que se resisten a ti, que son bastantes para mí gusto y parecer, tus ojos de alfa intelectual notaron de inmediato esa absurda pelota que llama anillo, y dijiste: "¡Felicidades, Irene! Veo que estás casada..."

—Hmmm, no exactamente... —Habló ronca y corrió la mirada algo apenada —Ella, eh, no llevaba ninguna joya entonces. —Se explicó, después de todo esa era una verdad.

—Comprendo... ¿y qué llevaba? —Aún con su mirada fija sobre ella.

—No mucho, la verdad. —No se abstuvo de comentar. —Bueno, estábamos en la playa... —Salivó una vez más y Nayeon volteó los ojos.

—Ahg. Dime Jeongyeon, ¿llevaba algo? —El destello en sus ojos y la sonrisa que intentaba controlar respondieron con más elocuencia que las palabras. ¿Por qué una alfa con todo su intelecto seguía atraída por mujeres que solo eran capaces de mantener una conversación en la que únicamente se requería que dieran sus nombres y números de teléfono? ¿Cuál era su maldito problema?

—No te muestres tan agitada, Nayeon. ¿Te haría sentir algo mejor si te dijera que llevaba una sonrisa arrebatadora y que en ningún momento mis ojos bajaron de su cuello? —Fue el tono bromista y condescendiente lo que quebró el frágil control que Nayeon mantenía sobre su temperamento y tuvo sólo una reacción impulsiva al arrojarle el contenido de su copa a Jeongyeon.

—¡Nayeon! ¡Qué demonios...! —Se levantó de un salto y comenzó a desabotonarse la camisa con impaciencia. 

—¡No puedo creer que me humilles de esa manera! La sedujiste, ¿Verdad alfa tonta? ¡Oh Luna! Debí de verme ridícula ahí... —Le recriminó y luego lamentó.

—¡No! Ella se me acercó y...

—¿Cómo has podido humillarme de esa manera? ¿Cómo pudiste convencerme para este matrimonio y no contarme lo que...?

—¿De qué demonios estás hablando? ¡No estamos casadas, Nayeon! —Espetó la pelicorta, horrorizada.

—¡Gracias el cielo que no! —Espetó con vehemencia. —¡Eres la alfa más insensible que jamás he conocido! 

—¿No olvidas a la imbécil de Hirai? —La molestó con toda intención.

—¡Deja a Momo fuera de esto! Jamás me trataría como lo has hecho tú hoy. —Aclaró con demasiada efusividad. No sólo por los detalles revelados, sino por haber recordado a esa otra alfa tonta. 

—¡Y un cuerno! ¡Ella te sedujo y luego, sin decirte nada, se casó con otra! Vamos Nayeon... —Volteó los ojos, esperando que ella realmente bromeara al ser tan inocente.

—¡Al menos jamás me ha humillado en público! Cielos, no me extraña que Irene me dirigiera esas miradas. Te conoce por lo que realmente eres... ¡Una cerda traidora obsesionada por el sexo! —Escandalizó, sacudiendo los brazos en medio.

—¡Ya te lo dije, entre nosotras no pasó nada! Por amor al cielo, si yo llevaba un bañador sin bolsillos... —Nayeon la miró confundida.

—¿Y qué tiene que ver lo que tú llevarás con todo esto? —Preguntó la omega, desconcertada.

—Piénsalo, Nayeon. Sin bolsillos, ehhh... —Moviendo las cejas. Nayeon sostuvo su mirada y Jeongyeon bufó, de veras ella no lo entendía. —¿De verdad me consideras tan estúpida como para correr el riesgo de tener sexo sin protección con alguien que me encuentro en la playa? 

—Eso está muy bien, Jeongyeon —Dijo, negándose a reconocer el alivio que sintió. —Pero hay muchas maneras de disfrutar de intimidad sin tener que practicar el sexo. —Lamentó al imaginar los pomposos labios de aquella alfa sobre los de esa prominente omega. No supo porque aquella idea le dio escalofríos demasiados... fríos.

—Y sin duda Hirai te educó en algunas de las mejores, ¿Verdad? —Sonrió de lado. No podía evitar recordar a la tipa.

—¡Esto no tiene nada que ver con Momo! —El comentario hizo que se ruborizara, a pesar de no tener motivos para sentirse culpable o avergonzada. —¡No era ella quien besaba a Kim Irene a espaldas de su omega! De eso estoy muy segura...

—Claro que no. ¡Ella te quiere a ti a espaldas de su omega! —Replicó Jeongyeon, quitándose la camisa y quedando en sostén —Y no la besaba. Fue ella quien me besó —Se secó el pecho con la camisa. —Una sola vez. —agregó por sí fuera de alguna ayuda.

—Sí, claro. Y hoy estabas llena de moretones por el modo en que tuviste que quitártela de encima... ¿Por quién me tomas? —Corrió la mirada, una vez notó que estaba demasiado sobre ella.

—Ya Nayeon, ¡No tuve que quitármela de encima! En cuanto oyó el sonido del helicóptero del hotel recogió sus cosas y se marchó a toda velocidad. Fin de la historia. Bueno, fin de ese capítulo, en todo caso. —Corrigió.

—Hubo otro encuentro fortuito... —agregó la omega, lamentando más humillación.

—Bueno, podría decirse que sí. Me podría haber desmayado la otra noche cuando Kim me presentó a su flamante y joven omega Kim Irene. Bueno, para resumir una historia larga y perfectamente inocente, cuando se hizo obvio que no iba a permitir que algo tan trivial como su anillo de bodas se interpusiera en una pequeña aventura, decidí que necesitaba una esposa para detenerla. —La buscó, respondiendo a aquella pregunta que se habían estado haciendo "¿Por qué esposa?"

—Seguro que también piensas que el azúcar puede detener a las hormigas... —Se rió irónicamente, aunque su expresión era de total indignación.

—Fue la mejor idea que se me ocurrió así, de repente, lo siento. —Alzó los hombros como niña regañada y respiró al notar su incomodidad.

—De acuerdo. Pero, ¿por qué, cuando Corea del Sur tiene una población de quince a veinte millones de mujeres, a cuyo cuarenta por ciento conoces íntimamente, tenía que ser yo quien terminara siendo la ingenua esposa de la Semental Yoo?

—¡Cielos Nayeon, dame un respiro! ¿A quién más iba a pedírselo? —Demandó con exasperación. —Aparte del hecho de que necesitaba a alguien en quien pudiera confiar y que usara la cabeza para pensar. —Explicó y sus feromonas se acentuaron ahora. Nayeon la buscó al notar su molestia —Si mencionara la palabra matrimonio, de verdad o de mentira, ante la mayoría de las mujeres a las que conozco, me encontraría ante el altar antes de poder respirar de nuevo. —Comentó exasperada, ¿Acaso no era obvio?

—Destino que, en tu opinión, es peor que la muerte. Podrías haberme contado toda la historia antes de verme metida de lleno en ella ¿No crees que hubiera sido lo más justo? —Meció la cabeza con desaprobación.

—¿Cuándo? ¿En el aeropuerto? ¿En el helicóptero? Sé razonable. Esta es la primera oportunidad que hemos tenido de hablar, y como resultado he terminado con una copa encima. —Lamentó —¿Cuánto crees que habría durado mi credibilidad si hubieras empezado a tirarme copas en público? —Alzó los ojos al cielo.

—Oh, lo comprendo —Asintió la omega, acentuando los brazos contra su pecho. —A ti se te permite ser sensible a la humillación, pero a mí no. ¡Para que hables con doble vara!

—¿De dónde sacas eso de la humillación? ¡No he hecho nada para humillarte! A menos, desde luego, que te refieras a besarte en el aeropuerto, y si eso te ofendió, entonces eres una puritana. Seguro que no le molestaría a ninguna de las esposas de mis amigos. —Volteó la mirada hacia el agua que rompía contra la madera bajo sus pies.

—Dejas sin aliento a muchas de las esposas de tus amigos, ¿no? —Aceptó Nayeon con inocencia.

—Me refería a que no les habría molestado que sus alfas las besaran en el aeropuerto. O en ningún otro lado. —La miró con reproche.

—Puede que no, pero apuesto que se sentirían resentidas ante quien su alfa ha estado besado a sus espaldas. En especial si supieran que esa devoradora pensaba que podía repetirlo cuando le diera la gana. Haznos un favor y no te cases Yoo... —Dijo entre dientes. 

—¿Estás enfadada porque Irene me besó, Nayeon? —La miró, ahora confundida.

—¡Bingo! —Sonrió con ironía. 

—¿Por qué? —Quedó desconcertada, ya que esperaba oír una negativa. —Es estúpido. Tú y yo no estamos casadas, ¿Lo entiendes verdad? —Comentó, ahora con terror.

—¡Lo sé! Pero Irene no, Jeongyeon, y es evidente que aún cree que tiene una oportunidad contigo. Después de todo, en el pasado fueron amantes, y como la dejaste besarte en la playa es obvio que va a suponer que todavía la encuentras atractiva. 

—¿A dónde quieres ir a parar con todo esto Nayeonnie? —Sacudió la cabeza ya saturada con tanto tema sin sentido, a su parecer.

—Jeongyeon, ¿No es evidente o eres verdaderamente idiota? —La miró con desespero.

—Para mí no es nada evidente —Repuso ella, con sinceridad.

—Mira, —Comenzó con exasperación. —... fingir que estamos casadas y que estoy terriblemente enamorada de mi alfa es una cosa, pero fingir que estoy locamente enamorada de una alfa que no se siente atraída solo por mí... es... es humillante para mi, independientemente de la relación que tu y yo tengamos fuera de aquí —Cuando la única respuesta que obtuvo de Jeongyeon fue una mirada silenciosa, Nayeon quiso creer que al ver la luz, lo que hacía era buscar una disculpa. No le gustaba pelear con Jeongyeon, pero si querían tener éxito en frustrar las intenciones de la depredadora Kim Irene, ella tenía que saber cuál era su postura. —¿Y? —Instó. —¿Entiendes ahora lo embarazosa que resulta para mí toda la situación? —Jeongyeon la miró unos momentos más antes de ponerse de pie, sacudir la cabeza y musitar algo. —Jeongyeon... ¿A dónde vas? 

—A tomar una ducha y serenarme. —Le dedicó, sin mirarla.

—¿Serenarte? Si sólo has bebido una cerveza y... —Agitó la lata. —Ni siquiera la has terminado.

—Lo sé. Pero teniendo en cuenta lo que acabo de oír, una de las dos debe estar borracha. Como tú encontraste cosas más creativas que hacer con tu gin tonic que beberlo... supongo que tengo que ser yo —Le dice de forma irónica, para luego desaparecerse hacia dentro de la cabaña.

Si la invita a ser su esposa, no se vale que la deje como una cornuda JAJAJA 

¿Tú qué crees? 

Dije que publicaría uno luego, no dije cual luego jajsjsjs

Gracias por la paciencia tú, te quiero, tu JazUnnie🌻

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