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Dieciséis:

—Me gustaría poder pensar en lo que me acabas de decir... —Dijo dudando seriamente de haber retenido algo de las dos horas que llevaban hablando.

Aparte de los buenos días, Jeongyeon se esforzó para dar la impresión a Kim Namjoon de que analizaba lo que acababa de proponerle, mientras observaba los números sobre las ganancias y beneficios obtenidos del hotel durante los últimos cinco años. Pero por más de que lo intentaba, no había parado de ver la imagen de Nayeon tal como la dejó dos horas atrás, con su desnudez parcialmente cubierta por una fina sábana mientras yacía dormida.

—No espero otra cosa de tu parte, muchacha —Repuso el alfa mayor con tono de aprobación, antes de que sus ojos se desviaran hacia la puerta, donde Irene había aparecido de repente.

Como siempre, la morena estaba vestida con ropa de marca, y entró en la oficina de su alfa con un paso que resaltaba la extensión y firmeza de sus piernas. Plantó un beso en la frente de su esposo y por primera vez a Jeongyeon se le ocurrió que la sexualidad de Irene era tan sintética y ficticia como su rutina de esposa amante. 

No le sorprendió tanto el hecho como haberlo observado, debido a que en el pasado se había esforzado en no pasar de la fachada con las mujeres. En cuanto una alfa empezaba a mirar debajo de la superficie, corría el riesgo de encontrar rasgos atractivos e involucrarse emocionalmente, y lo siguiente que sabía era que bailaba el vals nupcial, que intentaba no ser un fastidio para una omega en celo y asistía a clases de parto sin dolor.

—¡Maldición! —No se dió cuenta de que había hablado en voz alta hasta que los Kim la miraron con ojos curiosos. —Lo siento, acabo de pensar en algo que tendría que haber hecho... —Musitó la pelicorto, con palidez.

—¿No habrás aceptado mí propuesta ya? —Bromeó Kim.

—Jamás salto sin mirar, Señor Kim. —Sonrió "Bueno, hasta anoche" se corrigió a sí misma, con remordimiento. —Le plantearé a la junta lo que hemos hablado y le haré saber su opinión. —Informó con eficiencia.

—Por supuesto. De ti, no esperaba otra cosa, y para serte totalmente sincero, prefiero ver qué Illusion Island termine en manos de Jyp Corporation que en una de las otras cadenas menos rigurosas.

Jeongyeon no mordió el cebo y no preguntó qué otros grupos pujaban por las instalaciones, aunque era de esperar que hubiera por lo menos media docena; el tono de Kim bastó para transmitir que su rival más serio era Kim Heechul.

—Como dije antes, —Continuó el alfa mayor —... me encantaría ver que la isla pasa a manos de alguien a quien de verdad le importe la industria turística de este país. Aunque en el pasado hemos sido competidores, tengo un respeto enorme por Park Jinyoung como alfa de negocios —Emitió lo que parecía una auténtica sonrisa melancólica. —Por desgracia Jeongyeon, ambos sabemos que al ser yo también un alfa de negocios, no puedo permitir que los sentimientos nublen mi decisión para la venta, de modo que si quieres aclarar algún punto, estaré en mi despacho toda la tarde...

—¡Oh, cariño! —Gimió Irene. —¿Toda la tarde? Quería salir a navegar unas horas. Incluso iba a sugerir que lleváramos a Jeongyeon y a... hmmm... hmmm. —Fingió no recordar a esa omega en la que ella tanto pensaba desde que había abierto los ojos.

—Nayeon... —Aportó la pelicorta, conteniendo una sonrisa divertida.

—Oh, Nam, cariño, ¿no puedes postergar tus planes para esta tarde? —preguntó extendiendo los labios en un mohín, a Jeongyeon le pareció totalmente ridícula.

—Lo siento omega, pero por desgracia no puedo. No obstante, no hay motivo para que no puedan ir ustedes tres. ¿Quién sabe? —Sonrió. —Quizás unas horas de ver la belleza de Illusion desde el mar ayude a Jeongyeon a llegar a una decisión más rápida.

Jeongyeon apenas pudo ahogar un gemido. Lo último que necesitaba era pasar una tarde con la vampiresa, pero su intento de declinar la invitación no fue aceptado con ecuanimidad por Kim Irene, y cuando se mantuvo firme en su negativa ella recurrió a las súplicas. Fue un ardid que le proporcionó una mirada furiosa de Kim, a quien no le gustaba que nadie irritara a su malcriada y mimada omega.

Mentalmente los mandó a los dos al infierno, porque a pesar de las afirmaciones de Kim de que en primer lugar era un alfa de negocios, sus excentricidades cuando se trataba de su omega, eran bien conocidas. Jeongyeon no podía arriesgarse a descubrir si una negativa pondría en peligro las negociaciones. Rayos, como estaba odiando la irrupción del aroma dulce y arrastrado de Kim Irene.

—¡Estupendo! —Aceptó finalmente.

—Dame unos minutos para cambiarme y luego bajaremos al embarcadero.

—Me temo que tendrá que ser más tarde, estoy segura de que Nayeonnie tendrá el almuerzo preparado cuando regrese. Que sea a... ¿la una y media? —Consultó con demasiada seriedad, al menos le dejaría en claro que no le apetecía el maldito paseo.

—Oh, de acuerdo... —Pareció tan abatida como podía estarlo alguien con sus bien dotadas dimensiones —Me había olvidado de ella. —Pronunció la muy descarada. Era una mentira patética, pero Jeongyeon deseó poder decir lo mismo con la mitad de convicción.

Minutos después, caminaba a la cabaña pensaba en lo primero que le diría a Nayeon, tan pronto se encontrara con ella por primera vez cara a cara, después de la noche de amor que disfrutaron.

"Nayeonnie, una relación física entre nosotras no funcionará", pensaba inevitablemente.

Pero desde el instante en que atravesó la puerta con aire tenso, decidido, con un saludo de "Tenemos que hablar" que había estado repasando la escena que había imaginado toda la mañana. Y, tal como había predicho, no le dió oportunidad de contradecirla, ya que de inmediato se lanzó a un extenso monólogo sobre todos los motivos por el que tuvieron sexo.

Hasta ese momento le había echado la culpa al aislamiento, la proximidad, el estrés, la curiosidad e incluso al "exceso de identificación con su papel de pareja casada", como factores que contribuyeron a ello, pero como Nayeon había esperado que citara todo, incluyendo los problemas en Oriente Medio, permaneció en silencio, dejando que se explayara a sus anchas.

—¿Y bien? —preguntó la alfa al final, con cara expectante —Tendrás algo que decir... 

—Sí —Aceptó, con una sonrisa se acercó a ella y con gesto seductor le acarició el cabello corto. —Bésame... —Susurró con aquel bello sonido de voz que la había encantado entre sus piernas, la pasada noche.

—¿N-n-no has oído ni una palabra de lo que dije, omega? —Se retiró con tanta precipitación, que Nayeon estuvo a punto de caer de bruces —¡Lo que pasó anoche, pasado está! —Exclamó con un movimiento de su mano.

—Oh, Luna... —Refunfuñó. 

Jeongyeon no había intentado encontrar razones para justificar lo sucedido porque se negara a creer en el concepto del amor, ¡Le estaba diciendo que lo de la noche anterior había sido la primera y la última vez! 

En cuanto despertó sola en la cama, Nayeon sabía que la próxima vez que la viera estaría asustada, pero en ningún momento había imaginado que elegiría la negación total como un modo de enfrentarse a las cosas. Ella, en cambio, había pasado toda la mañana tratando de decidir cuánto tiempo necesitaba esa relación antes de poder revelarle lo que sentía por ella sin espantarla ¡Y ahí estaba esa alfa tonta, descalificándolas a las dos para cualquier futura relación! 

—¿Nayeon? —Le nombró con temor, si lo intentara una vez más, caería rendida a su dulce aroma a encanto y no se lo podía permitir, claro que no... ¿No?

—He oído lo que has dicho Jeongyeon-ah, pero al parecer no en el contexto que tú querías... —Su voz no sonó tan firme como deseaba, pero nada lo era. Tenía las piernas como gelatina y el estómago revuelto. Santo cielo, no podía ser. No... No era justo.

—Las dos sabemos que lo que digo es verdad Nayeon, esto-esto no... —Negaba como si no pudiera regresar del transe.

—¿Sí? ¿De veras eso es lo que crees? —Clavó con fuerza las uñas en las palmas de las manos, para mantener la calma y no llorar delante de ella. Le estaba lastimando más con su estúpida indiferencia, veía otra cosa en su mirada, y demonios, le atraía muchísimo más que antes.

—La cuestión es que sin importar lo estupendo que fuera el sexo entre... hmm... entre nosotras, no queremos lo mismo en una relación. Tú sueñas con un compromiso y a mí me espanta la sola idea. Ninguna cambiará de parecer, sin importar lo mucho que deseemos creer lo contrario. Intentar llevar esto más lejos sólo sería... 

—¡Un error impulsivo! —Espetó Nayeon. —Sí, de acuerdo, ya lo he entendido. —Asintió reiteradas veces.

—Bien... —Agregó, cuando la oyó de acuerdo.

—Pero, antes contéstame algo... —Interrumpió lo que se oyó como un suspiro de alivio —¿Este particular error impulsivo ocurrió la primera, la segunda, la tercera o la cuarta vez que hicimos el amor, alfa tonta? —Musitó con la voz mermada y la pelicorta se sintió desfallecer con lo que parecía una expresión de dolor. 

—Nayeonnie... —Se acercó a ella. Demonios, no quería hacerle daño, no a ella.

—¡No me toques! —Jadeó, apartándose del alcance de su mano. —Sólo contesta la maldita pregunta. ¿Cuándo crees que tuvo lugar este error impulsivo? —Espetó con lo que se oyó como rencor y la alfa tragó buscando una respuesta adecuada.

—Pasó —Soltó un nuevo suspiro —... cuando mezclé el valor a largo plazo de la amistad, con la satisfacción a corto plazo del sexo. —Suspiró —En cuanto recogí esa caja de preservativos y entré en tu habitación, todo se descontroló entre las dos y no supe cómo detenerlo... —Habló con lo que se vió como remordimiento.

—Entonces tú eres la única que cometió ese error impulsivo, Jeongyeon. Porque yo... —Se clavó un dedo en el pecho —, dormí contigo sabiendo exactamente lo que hacía. No fui lo bastante estúpida como para visualizar que eso conduciría a una proposición de matrimonio, aunque imaginé que nuestra amistad podría sobrevivir a una aventura. Pensé que...

—¡Una aventura! —Mostró una expresión de incredulidad —¡Nosotras no podemos tener una aventura Nayeon, por la maldita Luna! ¡Tú no tienes aventuras! —Le recordó. —Para ti el matrimonio siempre ha sido el fin, siempre has jurado que jamás te rebajarías a ser la amante de una alfa. —Recitó sus palabras de una y mil veces en sus muchas conversaciones. 

—Es cierto. Y la buena noticia es que no rompí ese juramento, pero gracias a ti mi elevada posición moral en contra de un revolcón de una noche ha perdido toda credibilidad... —La satisfacción de verla palidecer ante la acusación no bastó para derrotar la amenaza de las lágrimas, sólo el orgullo lo consiguió.

—No... no sé qué decir... —Se volteó la pelicorta, buscando no enloquecer con la sola idea de tener como amante a Nayeon. 

—¿No? Pues no te preocupes, porque de todos modos no estoy interesada en escucharte. —Giró en redondo y salió de la habitación buscando un lugar en donde refugiarse de aquel "error".

—¡No Nayeonnie, espera! —Intentó, mas decidió que quizás necesitaría un momento, espacio. Asimilar las cosas con más calma.

Esa omega no miró hacia atrás, ni siquiera para mandarla al infierno, tampoco cerró de un portazo, aunque la alfa sí sintió que jamás había quedado tan aislada de alguien.

Bajó la vista a la impecable mesa con el mantel blanco de algodón, una bandeja con fruta, copas de cristal y una cubitera con una botella de champán. No supo si era la hipócrita, la idiota o la mártir más grande del mundo.

Lamento la ausencia, haré otro más luego, lo prometo...

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