Catorce:
La omega luchó por mantener los ojos abiertos, si los cerraba la explosión de gozo sin igual que sintió con el anuncio de esa alfa se evaporaría, pero su fuerza de voluntad no era rival para el efecto hipnótico de ese cuerpo estilizado pegado al suyo, ni para las debilitantes sensaciones de la boca y la lengua de Yoo Jeongyeon.
Pero cuando Nayeon inevitablemente cerró los párpados, descubrió que la rendición bajo ningún concepto disminuía las percepciones que recorrían su cuerpo, de hecho pareció magnificarlas fuera de toda proporción, distorsionando la lógica hasta que la realidad se tornó completamente real.
El aroma de Jeongyeon sustituyó el fresco aire marino que había estado respirando, y el océano que momentos antes había roto sobre la arena se convirtió en su sangre, que se deshacía en sus venas como espuma azotada por la tormenta. Era una lucha para respirar, la excitación, la confusión y el pánico se agitaron con violencia en su interior, hasta dejarla tan agotada físicamente, que las piernas comenzaron a temblarle. Aunque su corazón latía aún con más fuerza.
El gemido agradecido que oyó cuando la agarró por el cuello y pegó su lengua a la de esa alfa, podría haber salido de cualquiera de las dos, pero hizo eco por todo su ser. Se aferró con más fuerza a esa fuente femenina de placer y se entregó a su magia para descubrir que esas extrañas y nuevas sensaciones crecían y se multiplicaban hasta que tuvo la certeza de que podría tocarlas. Pero resultaron esquivas, y cada vez que creía que era capaz de identificar alguna sensación, otra la distraía y nublaba más su cerebro. Así fue hasta que se sintió mareada, hasta que sintió que los huesos se le derretirían y...
Débilmente oyó que alguien pronunciaba su nombre, y en ese momento fugaz de distracción las sensaciones comenzaron a retroceder, suave, lenta y sosegadamente, hasta que sólo quedó una, su solitaria supervivencia testamento de su supremacía. "Amor" señaló su loba encaprichada.
En el pasado esa emoción y Nayeon habían sido únicamente conocidas, pero en ese momento ya no sólo la reconoció por su nombre, sino también con el corazón y con su loba interior. La sentía, y sabía que estaba tan arraigada que jamás se marcharía. Sorprendida y atontada, despacio abrió los ojos, y el sol hizo que parpadeara en su bienvenida a la realidad del lugar donde se encontraba y por quién estaba acompañada.
Pero la realidad no modificaba nada... Ella, Im Nayeon, estaba enamorada de Yoo Jeongyeon, la alfa con la que había crecido casi de modo hiper fraternal.
—Quizá era a mí a quien deberían haber advertido...
El comentario susurrado de Jeongyeon apenas se registró en su cerebro nublado, pero la expresión cauta en la cara de la alfa al mirar hacia la playa le recordó que la motivación para besarla no había surgido del corazón. Sólo lo hizo para evitar que los reconociera la alfa japonesa que podía tirar abajo su fachada. Jeongyeon, como siempre, se mostraba pragmática y nada romántica.
—¿Se ha...? —Al oírse casi sin aliento, Nayeon se detuvo para respirar —¿Se ha ido?
—Sí... se han ido —Los ojos oscuros la estudiaron en un intento por penetrar en sus más recónditos secretos. Nayeon se apartó del árbol y trató de imitar la normalidad.
—Bien, entonces larguémonos de aquí antes de que decida regresar. —Decidió tomando su brazo, la miró cuando ella se apartó.
—¿No me has escuchado? —El tono de Jeongyeon fue seco —Dije "no se han ido" Mina estaba con ella.
—Yo no vi a nadie con Momo.
Jeongyeon notó que la primera emoción en aparecer en su rostro fue sorpresa, seguida de inmediato por confusión y, como ella había temido, incredulidad y negación.
Experimentó un momentáneo deseo de no herir sus sentimientos y decirle que iba sola. Luego los recuerdos de su sabor y la sensación de tenerla en sus brazos estallaron en su cabeza, y el puro egoísmo hizo que adoptara el dicho que rezaba que había que ser cruel para ser amable. Nayeon iba a superar lo que sentía por Hirai, porque ella la ayudaría. ¡Maldita sea, la obligaría si era necesario!
—Era Myoui Mina. Marchaba detrás de Hirai con una mujer mayor, y admiraban la vegetación.
Nayeon sólo pudo mirarla con incredulidad. Mientras la había tenido total e inconscientemente inmersa en un beso aniquilador, había mantenido la suficiente compostura como para, al mismo tiempo, realizar una inspección que habría enorgullecido a James Bond. La indiferencia de la alfa le resultaba mutiladora, pero el orgullo requería que lo dejara pasar. Su orgullo tenía mucho de qué responder, pero no tanto como su estúpido corazón y su estúpida loba enloquecida.
La omega se mostró tan distante y silenciosa en el trayecto de vuelta a la cabaña, que Jeongyeon tuvo ganas de sacudirla, como mínimo despertarla. El beso que habían compartido estuvo a punto de hacerle perder el juicio, y su sangre aún circulaba a la velocidad de la luz por su causa. Le había producido un impacto tan escalofriante que tuvo que invocar toda su voluntad para ponerle fin, de lo contrario, la habría desnudado allí mismo antes de que ella se hubiera dado cuenta y sin importar lo abierta que había parecido mientras se besaban, la reacción que tuvo al enterarse de que la omega de Hirai la acompañaba, fue como un cubo de agua fría sobre cualquier esperanza egoísta que ella hubiera podido tener sobre que Nayeon olvidara a esa alfa idiota.
¡Maldición! Quería estar furiosa con ella, pero la cabeza baja y la expresión retraída que le mostraba mientras subían por el sendero de regreso a la cabaña, obligó a Jeongyeon a buscar algo que la animara.
Ya de regreso, Nayeon cocinó para ambas. Con valor, la alfa volvió a tomar otro bocado.
Así como al principio, tragar sin masticar había parecido la mejor manera de minimizar el daño para su paladar, dos intentos le habían demostrado que eso podría tener peligrosos efectos secundarios. Jeongyeon no estaba segura de si Nayeon había confundido la receta para los huevos pasados por agua con la de los huevos fritos, o si los hacía con la cáscara, pero eran los más crujientes que jamás habían pasado por su boca.
—Sé que has dicho que el bacon te gustaba crujiente —Comentó en el silencio, su propio plato ya medio vacío —Pero temía quemarlo si lo dejaba mucho más tiempo. Si quieres, puedo freírlo un poco más...
—Eh... no. No. Así... Está bien. —Dijo pasándose una servilleta por los labios.
—He mejorado, ¿no lo crees? —Para evitar una mentira descarada, la alfa se metió más comida en la boca y soltó un gruñido ambiguo como respuesta. —Si no es suficiente para ti, queda algo más. ¿Quieres que lo fría ahora?
—¡Por Dios, no! Eh... —Carraspeó —Quiero decir, gracias Nayeonnie, pero es más que suficiente.
Unos dientes de conejo blancos y perfectos, que su lengua sabía que eran tan suaves como parecían, centellearon en una sonrisa brillante un segundo antes de que mordieran una tostada quemada. Jeongyeon contuvo un gemido cuando un dolor agudo la apuñaló en el pecho.
En otro momento habría echado un vistazo a lo que comía, culpando de ello a una indigestión, salvo que los síntomas no eran los correctos. No recordaba que jamás una posible indigestión la hubiera dejado con una erección. "Oh, Luna", gimió interiormente, removiéndose en la silla, "Cuando una alfa aspira a ser un trozo de pan calcinado, está metida en serios problemas".
Habían terminado de comer. Nayeon en la habitación estaba evaluando su situación sentimental y llegó a la conclusión de que estaba metida en serios problemas. Enamorarse de una soltera empedernida era un gran error de su parte. Y cuando la soltera en cuestión era Yoo Jeongyeon, la alfa más rica y codiciada de la ciudad, ello se convertía en un error que rayaba en la locura. Así mismo, se negaba a tener la opción de decir "¡Qué demonios!, tendré una aventura intensa y guardaré algunos recuerdos".
No, imposible. Jamás hubiera tenido una aventura, pero hipotéticamente, si decidía arriesgarse a vivir una, no podría ser precisamente con Jeongyeon.
No, eso sería una absoluta locura. Para empezar, ponerle fin a una aventura con ella crearía una situación difícil, incómoda y potencialmente complicada para muchas personas, entre ellas Park. Además, iniciar una aventura con la alfa crearía una situación aún más difícil, incómoda y potencialmente complicada, también para ella, ya que sólo la consideraba como "alguien capaz de pensar de pie".
—¡Maldita sea! —Musitó esforzándose por sentarse en la cama de agua —¡Quiero que me desee inconsciente y echada de espaldas! —Oír la verdad, en alto y con su propia voz, la sobresaltó. ¿Cuándo había llegado a esa conclusión? Y, más importante, ¿Por qué, si apenas veinticuatro horas antes no era consciente de ningún interés sexual por Jeongyeon? "¡Porque te has enamorado de ella!", se mofó su loba. Con un gemido, bajó los pies al suelo, apoyó los codos en las rodillas y enterró la cara en las manos.
Era casi la una de la mañana y ahí estaba, incapaz de llorar hasta quedarse dormida, lo cual era significativo en sí, ya que era lo que había hecho con todas las alfas con las que había salido desde que tenía catorce años. En todas las posibles comparaciones, Jeongyeon era distinta a las alfas que hasta entonces la habían atraído, no se parecía en nada a la imagen que tenía de la alfa con la que siempre había aspirado con casarse.
El anillo de su madre contra su mejilla fue otro recordatorio de la ironía de la vida tal como ella la conocía. Durante años había deseado enamorarse perdidamente y casarse. ¿Y qué recibía? Un amor perdido y un falso matrimonio con una alfa que consideraba al matrimonio como la peor epidemia existente, después de la peste negra. Pero lo realmente cruel era descubrir qué Jeongyeon podía ser una esposa perfecta.
Era ordenada, tenía buen humor... Bueno, casi todo el tiempo. Si ese día servía como indicador, su mejor momento no era antes del desayuno, pero había mejorado en cuanto este pasó. También era considerada. Si, cuando la noche anterior le había anunciado que le iba a preparar el desayuno se desvivió por ayudar. Sonrió al recordar cómo se dejó llevar y pidió seis filetes a la cocina del hotel. Suspiró. Sí, Jeongyeon tenía el potencial para ser una esposa estupenda, lo lamentable era que sentía tanta inclinación por ello como Kim Irene por hacerse monja carmelita.
La fortuita referencia a la vampiresa, fue otro cruel recordatorio de que no era el tipo de omega con la que Jeongyeon tenía aventuras. Se puso de pie herida, furiosa y nerviosa como para subirse por las paredes y decidió que, si no hacía algo para salir de ese círculo vicioso no tardaría en estallar. Entonces pensó y se preguntó a sí misma "Muy bien, Nayeon. ¿Qué puede hacer una persona sola en una isla tropical a la una de la mañana?"
Tuvo una inspiración y se dirigió a toda velocidad al baño, abrió el grifo de la bañera y vertió el contenido de los dos frascos de sales, delicadeza del hotel. Lo único que le hacía falta ya era un buen libro y una botella de vino. Sonrió complacida, había vino en la nevera, y en la maleta llevaba el último libro de Stephen King. Bien pensado, Im.
Jeongyeon despertó ante el sonido de una sirena aguda, un grito desgarrador y el olor a humo. Se levantó del sofá, atravesó el salón y echó un rápido vistazo a la cocina antes de abrir la puerta del dormitorio. El corazón le dió un vuelco al ver la cama vacía.
—¡Nayeon! —Su voz apenas era audible por encima de la alarma. Sin detenerse, corrió hacia el cuarto de baño, abrió la puerta y ahí estaba ella, con una expresión aterrada en la cara... y con absolutamente nada más encima.
Sintió como si hubiera recibido una descarga de dos mil voltios. Su mundo se movió a cámara lenta, enfocada en esa diosa por omega. Se hallaba metida hasta las rodillas en burbujas, el pelo largo brillando plateado bajo la luz de la noche, las puntas rizadas por la humedad de un collar de espuma que caía por sus hombros hasta los pechos firmes y erguidos, el estómago liso y la marcada curva de sus caderas. Momentos después vió que los labios de ella formaban su nombre, pero no oyó nada. Era como si todos los sentidos, menos la visión, la hubieran abandonado.
Se quedó aún más paralizada cuando Nayeon se movió, con su cuerpo lleno de diminutos arco iris por la luz. Incluso después de que agarrara una toalla, derramando una botella de vino en la bañera al salir, sus reacciones siguieron siendo pesadas. Eso probablemente explicaba por qué cuando ella la aferró por la muñeca con una mano húmeda, apenas consiguió sacarla de su aturdimiento en vez de electrizarlas a las dos.
—¡Jeongyeon! ¿Qué es ese ruido? —Preguntó horrorizada —¡Jeongyeon-ah! ¡¿Qué sucede?!
—La alarma contra el humo... —Murmuró la alfa, atónita.
—¡Oh Luna, las tostadas! —Exclamó y por suerte cuando ella salió del cuarto, la pelicorta recuperó la cordura.
—¡Nayeon no! —Fue tras ella y la agarró por un brazo resbaladizo antes de que entrara en la cocina llena de humo. —¡Quédate aquí! Yo me ocuparé, tu estás toda mojada.
A pesar del humo, por fortuna aún no había señal de fuego, y decidió que silenciar el detector de humo era la primera prioridad. Se subió a una silla y apagó el interruptor. ¡Una, dos... tres malditas veces! Pero el aullido de la alarma ahogó sus juramentos mientras se afanaba con la tapa de la batería. Cuando al fin cedió, le permitió sacar los dos pulmones artificiales que le daban vida y acercarse a la tostadora.
—¡Ten cuidado! —Oyó su voz como un rugido en el súbito silencio, pero la mueca que hizo le provocó ver que desconectaba el aparato con un tirón fuerte del cable. —¡Jeongyeon, idiota! ¿Es que intentas matarte? De ese modo te puedes electrocutar. —Le reprendió la castaña.
—¡Es un modo más rápido de morir que asfixiada! —Con la tostadora aún humeante en el extremo del brazo estirado, le indicó la dirección del patio. —¡Abre la puerta!
La omega le obedeció y la siguió al exterior, mientras observaba cómo colocaba la tostadora sobre la mesa de hierro forjado. De ella cayeron dos pequeños ladrillos humeantes.
—¿Me equivoco al dar por hecho que ni siquiera tú querrás comerte los restos? —preguntó la alfa, con sarcasmo. Luego maldijo. —Demonios, será mejor que llamemos al hotel antes... —Se vió interrumpida por gritos alarmados y llamadas a la puerta. —Antes de que envíen a las tropas —Concluyó, desinflándose con desánimo. —¡Un momento! —Gruñó, volteando los ojos —¡Ya voy! ¡Ya voy!
—No, está bien. —Intervino Nayeon. —Yo provoqué el lío, yo daré las explicaciones... —Antes de que pudiera dar un paso, la alfa le puso una mano sobre el hombro.
—¡No vas a abrir la puerta de esa manera! —La miró con seriedad. Al recordar las limitaciones de la toalla, la omega se la ciñó más al cuerpo y corrió al dormitorio.
Nayeon supuso que Jeongyeon tardaría unos minutos en tranquilizar al personal del hotel de que todo estaba bajo control, lo cual le brindaba la misma cantidad de tiempo antes de que le exigiera una explicación. Lo único que tenía que hacer era imaginar algo mejor que "Enamorarme de ti, ha creado de mí una mezcla entre insómnica y pirómana".
Antes de poder terminar de ponerse unos pantalones cortos y una camiseta, oyó la llamada en la puerta del dormitorio y el pánico hizo que se dirigiera a un rincón de la cama antes de recordar que había echado el cerrojo.
—La costa está despejada, ¿puedes abrir, por favor? —preguntó la alfa, tocando la puerta varias veces. —Nayeonnie... vamos, abre. Me gustaría oír tu explicación.
—No. —Respondió con simpleza.
—¿No? ¿No crees que me merezco una explicación para tu intento de asarme viva?
—¡Oye, fue un accidente! —Se defendió la omega, de inmediato.
—Menos mal, eso hace que me sienta mejor. —Se oyó, con claro sarcasmo.
—¿No podemos hablar por la mañana? —Se aferró a la camiseta y apoyó la cabeza contra la puerta. —Estoy cansada Jeongyeon, por favor.
—Levantarte en medio de la noche para tomar un baño e intentar incendiar la casa agota mucho, me imagino...
—Tenía problemas para dormir... —A pesar de todo, sonrió. —Un baño relajante parecía una buena idea. Supongo que olvidé que había puesto unas tostadas, y la tostadora debió atascarse.
—¿Crees que eso es lo que te pasó? —Sonó incrédula. —Debiste beberte gran parte de la botella de vino para no oler el humo, Nayeon. Parecías bastante rara cuando te encontré, no estarás borracha, ¿verdad? —Preguntó, aunque con un dejo de humor.
—¡Claro que no estoy borracha! Sólo tomé una copa y algo antes de...
—Tranquila, cariño —Cortó la acalorada negativa. —Sólo preguntaba. —Intentó ser más suave —Aunque beber en la bañera cuando estás cansada puede ser peligroso, si no hubiera sido por el detector de humo, te podrías haber ahogado antes de resultar incinerada.
—¿De verdad? —Miró al techo —¿Eso habría convertido mi fallecimiento en una doble fatalidad, o únicamente habría significado que estaba doblemente muerta?
—Abre por favor, y hablaremos sobre ello... —Se sonrió con calidez y habló con voz tentadora.
—Jeongyeon, en verdad estoy cansada.
—Las dos podremos irnos a la cama en cuanto me hayas comentado toda la historia, Nayeon.
—De acuerdo, para que podamos dormir de una vez, he aquí una versión condensada.
—Dispara.
—No podía dormir —"¡Pensando en ti!", añadió su loba en el silencio. —Así que decidí relajarme en la bañera con un buen libro y una copa de vino.
—¿Y las tostadas? —Insertó la alfa —No quiero que las olvides una segunda vez.
—¡Todavía no había llegado a ellas! —Plantó las manos en las caderas y contempló la puerta —¿Quién cuenta esta historia? ¿Tú o yo?
—Lo siento. Continúa.
—Gracias. —Bufó —Mientras la bañera se llenaba, fui a buscar el vino y ahí es cuando vi las tostadas del desayuno. Entonces las metí en la tostadora, llevé el vino al cuarto de baño, me serví una copa y debi... —Calló al decidir que por interés de resumir la historia sería mejor eliminar "y debido a que me tenías tan tensa, me lo bebí de un trago" —Y entonces, mhm, me metí en el agua. En algún momento me serví otra copa de vino... —Reconoció. —Pero debes achacarle al cautivador estilo de Stephen King, el que no pueda darte la hora exacta —Dijo, aún irritada por insinuar que estaba borracha. —Es evidente que dormite algo, de lo contrario habría olido el humo. Lo siguiente que sé, es que me desperté con un aullido endemoniado. De modo que si tenía "aspecto raro", como has dicho tú, es porque pensé que de repente me hallaba inmersa en el capítulo quince como la siguiente víctima. Además, Jeongyeon, así como sé que soy responsable de todo este... drama, detesto que hayas dado a entender que se produjo porque estaba ebria y sumida en un estupor. Porque no es así.
—No, ahora la que está en un trance soy yo.
Al principio la sorpresa la paralizó. Luego hizo que girara en redondo y se quedara mirando boquiabierta a la alfa apoyada en el marco de la puerta del cuarto de baño. Se veía tan atractiva y sexy, con los brazos largos y musculosos cruzados debajo de su pecho, su corto cabello amarrado desordenadamente con una liga y una sonrisa socarrona, que Nayeon tuvo la certeza de que le faltaba poco para fundirse con la alfombra. Cuando la navidad pasada le regaló esos calzones amarillos como broma, nunca pensó que se los pondría, y menos aún que le sentaran tan bien.
—Mi madre luna... eres tan hermosa, Im Nayeon —No fue el tono seductor de su comentario lo que la sacó de su sueño, sino el efecto colateral de que se le hiciera un nudo en el estómago ante el destello de aprecio en sus ojos al recorrer todo su cuerpo. Ruborizándose al recordar su notable ausencia de sostén, Nayeon se tapó los pechos con la camiseta. —Es demasiado tarde, Nayeonnie... —Sonrió con gesto divertido. —Ya te he visto con mucho menos que una camiseta y unos shorts, hace un rato... —A paso lento comenzó a avanzar hacia ella.
—Eh, Jeonguie, yo... hmmm... —El inteligente intento de contrarrestar su avance y sus caricias visuales, tartamudeando y tratando de retroceder a través de una puerta cerrada no funcionó.
La alfa plantó la mano derecha contra la parte izquierda de la cintura de Nayeon, y con la otra apartó con facilidad la camiseta que separaba su torso desnudo de su preciosa vista.
—Jeongyeon-ah... ¿Para qué... has... has venido aquí? —Preguntó la omega, nerviosa.
La alfa no respondió, y el corazón de Nayeon se desbocó al sentir el contacto sedoso de la sensible piel de su muslo rozando el suyo. Luego, cuando la tela que cubría sus pechos, le rozó los pezones, el nivel de decibeles de su corazón se disparó hasta hacerle vibrar todo el cuerpo.
—¿Qué... qué haces aquí? —Jadeó, mientras experimentaba un escalofrío erótico.
—Adivínalo, Nayeonnie... —Las imágenes que pasaban por su cabeza estaban más allá de la adivinación, pero si las expresaba en voz alta la harían quedar como una buscona o, peor aún, como una tonta enamorada, por lo que pretendió aligerar la situación.
—Mhm... Eh... ¿Buscas conseguir... no dormir en el sofá? —Intentó, aunque con la voz temblorosa y la alfa no pudo evitar sonreír ante sus tiernas palabras.
—Ay Nayeonnie, Nayeonnie... esa es una conjetura conservadora... —Su sonrisa fue tan suave como los nudillos con que le rozó la mejilla. —Esperaba que seas más lanzada. Te diré una cosa... —Añadió, y movió la mano que tenía al costado de su cuerpo hasta colocarla detrás de su nuca. —Sostén esto y te daré una pista.
Nayeon bajó la vista a lo que le había dado en la mano y descubrió que se trataba de una caja de condones. Quizá no representara un compromiso de por vida, pero una caja entera, sin abrir, tenía que significar que la alfa pensaba más allá de esa noche. Sintió un nudo en la garganta cuando buscó nuevamente sus ojos y estos estaban tan oscuros que podrían haberla absorbido.
—Nayeon... —Musitó, alzándole la barbilla. No apartando los ojos de ella mientras le acariciaba el cuello y acercaba sus labios con los suyos —Concéntrate —Instó. —Esta es otra pista... —Susurró junto a su boca.
¡¡¡Ayyyyy!!! Mi corazón se detuvo aquí.
¿El tuyo también se detuvo? Jajsjsjs
Una vez más, ¿Qué me das por el próximo capítulo? Tu JazUnnie🌻
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