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ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴜ́ɴɪᴄᴏ

Era una noche bastante tranquila, habías salido a dar un paseo nocturno, tal y como era costumbre.

Sin embargo, otra cosa que también se te hizo rutina fue acostumbrarte a la mirada de alguien, una presencia ajena a tí, que no lograste identificar.

Alguien te estaba acosando desde las sombras de la noche...

Comenzaste a escuchar cómo alguien se acercaba hacia donde estabas. Confundida y algo asustada, aceleras un poco más el paso, con el objetivo de perder a tu acechador.

Esa persona comenzó a caminar más rápido, escuchando sus pisadas en el frío y duro pavimento de las calles. Cada paso que dabas, el otro hacía otros tres más.

De repente, sentiste que alguien tomó tu hombro. Te diste la vuelta de forma brusca pero, antes de que reacciones o hicieras algo, esa persona habló...

¿No me digas que te asusté? - Pregunta a lo bajo una voz masculina, quien estaba frente a tí.

Esa voz se te hacía conocida, pus se trataba de un peliverde, tímido y que siempre traía un cubrebocas. Aquel chico era nada más ni menos que Padori, un amigo cercano tuyo.

Te aliviaste un poco al saber que se trataba de él, y no de un loco o un viejo extraño... Aunque, se te hacía raro que el estuviera afuera a estas horas, si se supone que el odia el frío.

Lo supiste esa vez que lo seguiste desde el centro comercial.

Padori-chan, ¿qué hace tan tarde afuera? - Preguntas, algo curiosa.

Lo mismo te iba a preguntar. - Dice el menor. - ¿Qué haces afuera tan tarde? - Pregunta con una sonrisa, la cual era cubierta por su cubrebocas.

Bueno, ya sabes que salgo a pasear todas las noches... - Respondes, mientras comienzas a caminar. - ¿Y tú Mizu-chan?

Pasaba por aquí ya que vengo de la casa de Kakuto, digamos que ella nos invitó a jugar videojuegos a mí y a los chicos. - Responde de manera sincera.

"Kakuto..."

Y en eso, aquel nombre ajeno comenzó a sonar en tu cabeza.

¿En verdad Padori había preferido pasar tiempo con alguien que ni le hace caso, que contigo?

Puede que sí, ella siempre ha demostrado ser mejor que tú. Kakuto es más linda, inteligente, agraciada y cualquier hombre estaría encantado de tenerla como pareja.

No te gustaba admitirlo, pero te daban algo de celos el hecho de que ella siempre estuviera en el centro de atención, lo cual opaca mucho tu figura a los ojos de Padori.

Eso te hervía la sangre...

______, Tierra llamando a ______. - El peliverde truena sus dedos frente a tí, en un intento de sacarte de tus pensamientos.

¡Ay perdón! Es que estaba pensando en algunas cosas, jeje... - Respondes nerviosa, con un leve sonrojo en tus mejillas.

No hay problema... - Dice Padori. - Oye ______. - Te llama el peliverde.

Volteas a verlo. Por unos segundos te quedas embobada en su mirada, amabas mucho sus ojos dorados y sus largas pestañas.

"Que bellos ojos tienes, ojalá siempre me estés observando Pado..." pensabas un poco, antes de volver a tu realidad.

Yo... Quisiera saber si... - Tímidamente, el chico junta sus manos y las aprieta por los nervios. - Quieres pasar la noche en mi casa, como en los viejos tiempos... - Suelta el chico, quien se puso más rojo que un jitomate.

Se te una hizo buena propuesta, pues tu casa estaba algo lejos del parque principal. Además, querías pasar tiempo con tu "mejor amigo".

"Como en los viejos tiempos..."

Aún recuerdas la primera vez en la que desarrollaste sentimientos por tu amigo. Fue desde la secundaria cuando tu obsesión hacia él comenzó, dejando que los sentimientos de tu podrido corazón se desarrollaran.

La respuesta positiva no se hizo esperar:

Claro que sí, sabes que con gusto estaré ahí. - Dices de manera amable.

Ambos se fueron caminando, mientras platican de cosas triviales en el camino.

Llegaron a su casa. Era un lugar bastante bonito, pero con una vibra extraña.

De inmediato, Padori te ofreció de cenar, pues el no había comido desde la tarde, aparte quería cocinar. Te ofreces para ayudarlo pero este se negó, pues dijo que eras su invitada.

Al final, ambos comieron una rica y sencilla cena que el menor había preparado, mientras seguían conversando. Vaya que el peliverde tenía una voz tan relajante e hipnótica para hablar.

Estuvo rico Padori, gracias por la comida. - Halagas, con una sonrisa sencilla.

N-No es nada. - Te dice el menor, algo avergonzado y sonrojado.

Bueno, me tengo que ir a mi casa porque ya es tarde. Déjame nada más ayudarte con los platos. - Te levantas de tu lugar y tomas tu plato vacío.

Espera... - Dijo el peliverde a lo bajo, pero con un tono de voz entendible.

¿Sí? - Preguntaste confundida.

¿No te gustaría quedarte esta noche aquí? Lo digo porque... Es tarde, y tú casa está lejos. - Padori se ve algo nervioso al decir esas palabras.

Estabas feliz por lo que habías escuchado, ¿acaso de había invitado a quedarte en su casa por esta noche? Parece que sí.

Sonríes amablemente, tomando su cortés invitación. No ibas a dejar pasar esta oportunidad.

Claro Padori-chan, espero que no sea de mucha molestia~... - Respondes, algo coqueta.

El chico desvía su mirada de la tuya, pues estaba nervioso.

Pese a que tu expresión facial era calmada, realmente estabas emocionada al saber que pasarías una noche en la casa de tu amor platónico.

"Nada puede salir mal..." pensaste orgullosa. Era muy ingenuo por parte del menor haber confiado en tí, aun sabiendo que eras una mala influencia y una acosadora de primera.

Tal vez la tela de la amistad que trae en los ojos, no lo hacía ver su realidad, o también, puede ser que ya lo sepa, pero a él no le importa.

Necesitabas comprobarlo.

Tal vez eso también sea lo que te convenza de no matar a cierta peliverde para alejarla de Padori, de Padori. No te molestaba la idea de deshacerte de alguien, pues ya lo habías hecho antes con Taguken y Uekibachi. Aunque esta vez sería algo diferente.

(...)

No podías dormir bien. Sentías que algo te estaba faltando para poder estar tranquila, además, sentiste esa pesada mirada de nuevo sobre tí.

"Maldita sea, cómo odio mi insomnio." maldices mentalmente, tratando de acomodarte en la cama para encontrar una mejor posición. Tal vez eso lo que realmente no te dejaba dormir.

Unos sonidos de una puerta se escuchan a lo lejos del cuarto de invitados.

Te sorprendió un poco este hecho, más que nada porque Padori no es alguien que se levante en la madrugada, y tampoco era sonámbulo.

Aparte estaba el hecho de que vivía sólo, no tenía mascota y aparte sus vecinos se habían mudado hace unas semanas, por lo que la casa de a lado estaba completamente deshabitada.

Conocías perfectamente su rutina, y sabías que el chico se levantaba hasta las seis o siete de la mañana para hacer el desayuno e irse abrir su taller de costura.

"Será mejor que vaya a ver." piensas para tí misma, y sin perder el tiempo, sales de la cama y vas con cuidado hasta tu puerta para asomarte.

Entrecierras un poco la puerta, mientras sacas un poco la cabeza para asomarte. Volteas a la derecha, dónde se supone que está el final del pasillo.

Y ahí estaba él...

Padori había abierto la habitación con una llave que tenía, mientras alumbraba con su celular. El chico estaba tan concentrado, que no se dió cuenta que lo estabas espiando.

"¿Qué escondes ahí, Padori-kun?" tu mente pregunta, muy intrigada. Esa puerta la conocías perfectamente, pues estaba tan escondida de la casa, que nunca salía en fotos del exterior que tu sacabas; también recuerdas cómo el de ojos dorados te advirtió que no te acerques a ese lugar.

El peliverde por fin entra, empareja la puerta con cuidado de no hacer tanto ruido y enciende la luz roja.

Por culpa de la curiosidad, decides ir a ver qué tanto es lo que te ocultaba aquel chico introvertido en ese misterioso cuarto.

Caminas despacio hasta la entrada de la habitación, te asomas por la abertura...

"Al parecer no soy la única loca de la relación..."

Había un montón de fotos tuyas, colgadas a la pared. Fotos en donde te probaste su ropa que diseñaba, estabas semi desnuda, en otras estabas dormida, en caminatas nocturnas, y una que otra que había por ahí de cuando hacías tu rutina diaria.

Tenía algunas pertenencias tuyas que tu, "accidentalmente", habías olvidado en su estudio de costura o en su casa. También cosas que se te habían desaparecido, como una liga de cabello y un labial.

Sin embargo, un leve gemido masculino te sacó de tus pensamientos.

Padori tenía tu camisa de hoy, la cual te quitaste para ponerte la pijama que te ofreció. La estaba oliendo, mientras se tocaba un poco.

_______~ - Gemía aquel chico, mientras se cubría la boca para que nadie más escuchara esos ruidos tan obscenos.

Te quedaste observando un poco más la escena. Te daba algo de asco y ternura ver lo patético que era el joven Mizu, pues en vez de declararte su amor y ser una linda pareja, se conformaba simplemente con estar cerca tuyo.

Y ahí estaban las consecuencias, pues ahora se estaba masturbando con tan sólo tener tu olor de aquella camisa.

Mhh~ - Gruñó a lo bajo el peliverde, mientras su cuerpo se arqueaba, dejándose llevar por el placer del momento.

Había llegado al orgasmo.

"Vaya Padori-chan, y tan inocente que te veías~..." dices mentalmente, vaya que resultó ser todo un chico fácil y pervertido el menor.

Decides alejarte con cuidado, sin hacer ruido y te fuiste a la habitación a encerrarte.

Una vez bajo la privacidad de aquel lugar, comienzas a reír histérica. Tu plan de obsesionarlo contigo funcionó, ¿y lo mejor? Es que no necesitaste matar a alguien más.

Fue tan sencillo...

Sin darte cuenta, ya tenías al menor a tus pies, ahora podías lo que quisieras con él.

Pensaste por unos segundos...

¿Secuestrarlo? Eso no será necesario.

¿Encerrarlo y aislarlo de casi todo el mundo? Probablemente no tendría tantos problemas con eso.

¿Hacerlo tu esposo? Sería lo ideal para tí, pero primero tendrías que hacer que aquel chico te declare su amor.

Pero ahora eso no importaba.

Lo único importante aquí, es que Padori Mizu, tu amigo y amor secreto de la adolescencia, aquel con el que te obsecionaste a tal punto de matar a gente cercana a él, el chico de tus sueños...

Ahora era tuyo.

Tuyo y de nadie más...

Tan sólo de pensar en eso, tu cuerpo comenzó a calentarse, mientras tú corazón se aceleraba un poco y tenías las mejillas muy coloridas.

Toda esta situación te ponía caliente, por lo que no dudaste en comenzar a tocarte, mientras pensabas en aquella escena que habías presenciando hace unos segundos.

Habías bajado el pantalón de la pijama hasta las rodillas, junto a tus bragas, de manera desesperada.

Estabas tan contenta y excitada...

Padori~... - Gemiste, mientras masajeabas tu zona íntima.

Su amor enfermizo era una realidad.

(...)

"Padori anda raro, ¿no crees?"

Era el mismo comentario que siempre recibías por parte de tus amigos, haciendo notar el extraño comportamiento del menor.

Y no era para menos, los chicos te comentaban esto porque eras su novia y futura prometida, les preocupabas al creer que Padori te podía hacer algo.

Sonríes falsamente, mientras les respondes a tus amigos y conocidos con una dulce voz.

"El siempre ha sido así, me sorprende que no se hayan dado cuenta."

La verdad es que estabas frustrada de tanto que recibías este tipo de comentarios, ¿cuántas veces te habían hecho la misma maldita pregunta? Ni tu sabías la respuesta.

Y es que la realidad es completamente diferente. El peliverde era todo un caballero, alguien respetuoso, amoroso y que le gustaba cumplir tus deseos y caprichos. No importaba si tus peticiones eran cuestionables o le llegaban hacer daño, el hacía lo que tu querías.

Porque al final de todo, el era Padori Mizu; tu futuro marido, tu compañero del alma, tu posesión más preciada...

Era tu esclavo.

Y como tu esclavo personal, era bastante bueno para cumplir su papel.












- ℛℴ𝓈ℯ𝓏ℴ𝓃ℯ𝓈.

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