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☆•𝐂𝐔𝐀𝐑𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎•✩

Mew baja del taxi y paga la respectiva tarifa por el recorrido. El señor de mediana edad, una bonita sonrisa le regala, antes de encender nuevamente el motor del auto naranja, y emprender camino en dirección contraria.

Luego de que la madre de Gulf lograra cocinar el pastel en el horno del vecino -la madre de Jimin-. Todos habían comido y compartido tiempo juntos, luego de ello había hablado con Jimin y Jin, al respecto de la verdadera relación que el alcaide Bae Yong tenía con él. Tal cual como Mew lo esperaba, esos dos habían saltado de la emoción y afirmado de que sospechaban que por algo el señor le daba el trato que -valga la redundancia- siempre le dio.

Tanto ellos, como Gulf, se habían ofrecido a acompañarlo para aclarar las cosas con el alcaide. Pero él, amablemente y agradeciendo el gesto, les había rechazado, pues esto era algo que debía hacer él solo.

Sí, Mew se encontraba ahora, frente al enorme Centro Disciplinario que lo había visto crecer, o mejor dicho, lo había hecho crecer. El sol ya se había ocultado, dado a que el viaje hasta el Centro le había tomado casi 10 horas, había partido al mediodía de la casa de Gulf, sin importarle llegar de noche pues sabía que su padre le permitiría quedarse con él y por ahora, no quería ver a Chai y mucho menos a San.

Su atuendo era dark, así mismo como acostumbraba siempre andar, con la diferencia de que esta vez no lo había combinado con ningún color chillante como lo hacía en ocasiones, pues la ropa que llevaba puesta era de Jin, le favorecía que al chico le gustaba usar la ropa holgada.

Portaba una camisa manga larga negra con cuello de tortuga, por dentro, y sobre esa, una camisa blanca bastante holgada, que llevaba estampado un alien verde en el centro. Ambas por dentro de los pantalones, los cuales había asegurado con un cinto negro de cuero. Por encima de sus camisas, destacaba la cadena del fénix, la cual no se quitaba por nada del mundo, más arribita de esa, colgaba una cadena que unía sus extremos en un candado pequeño y en otra más larga, que caía casi por su abdomen, llevaba una llave. Más, los adornos de esposas pequeñas y cadenitas cruzadas en los espacios del pantalón, finalizando con sus tenis brillosamente blancos y cintas de fuera, amarradas en un bonito nudo. Y su cabello azul del cuál ya ciertas partes se veían celestes, lo había peinado hacia atrás.

[Ok, bye, aquí quedé. 👻]

Nunca pensó en volver aquí por su propio pie, y peor aún lo hubiera imaginado la primera vez que llegó aquí. Pero así es la vida, nunca te esperas nada de lo que sucede en ella, y por eso es hermosa y debe vivirse cada momento. Los enormes muros que se extendían frente a él, lo hicieron suspirar, este lugar parecía más su casa, que su propia casa.

Irónico... pero parecía su hogar.

Los dos guardias que a lo lejos le observaban, le dedicaron de inmediato una sonrisa. Alzando un poco su mentón y haciendo hacia atrás su cabeza en un saludo silencioso.

—Cuanto tiempo sin verte, Mew. ¿Es que cuántos meses han pasado? — Va diciendo el más bajito. Con su barriguita un poco salida, piernas cortas, brazos un tanto anchos y cabello azabache, largo hasta el final de su cuello, y atado en una coleta. Daniel, su compañero, ríe.

—Apenas seis meses, Sek —dice. Mew ríe con ellos y choca los puños con cada uno, por turnos.

—Sí, el tiempo vuela y pareciera como si apenas ayer, aún vivía aquí. — Ambos guardias, asienten ante lo dicho por Mew.

—Eso, ¿qué te trae por aquí? —pregunta Sek.

—Estoy aquí para ver al alcaide —Encoge sus hombros.

—Con estas vestimentas, si estuviera aquí te haría regresar a prisión. — Se burla Daniel, haciendo a ambos reír.

—Sí, pareces todo un chico malo, Mew. ¿Aún queda algo de aquel chico de enormes gafas y gorritos de bebé? — Molesta Sak, Mew ríe, pues estos siempre vivían para molestarlo. Aún más cuando los tres se hacían cargo de ayudar en muchas cosas del Centro.

El peliazul levanta su mano, volviendo firme su índice izquierdo y lleva este a tocar el alien en su camisa.

—Esto. — Los tres rien ahora. —Un gusto verlos, señores. Pero, ¿puedo pasar?

—¡Ah! ¡C-Claro! ¿Cómo crees que te negaríamos la entrada a tí, muchacho?! ¡Pasa! ¡Pasa! — Ambos continúan sonriendo y riendo de alegría al haber vuelto a ver a Mew.

—Muchas gracias. — Mew les hace una reverencia y pasa de largo de ellos. Al llegar a la entrada, lo espera la misma chica del registro.

Sonríe al verla de nuevo, otra gran amiga suya. Golpea con sus dedos en el escritorio de madera, haciendo a la de lentes levantar la vista de inmediato.

—¡Oh! ¡¡Mew!! — La mujer se pone de pie de la emoción —¡Que gusto verte! —Sonríe.

¿Quién diría que esta es la misma mujer que hace dos años, estaba buscando su nombre en el registro de ese lugar?

—Hola, Litha. Estoy aquí para ver al alcaide —dice el jóven.

—¡¿Mew?! — Es Evin quien ha hablado, sonriendo por inercia al verle. —Wow, ¿qué estás haciendo aquí? Que grande te has vuelto —dice ella, siendo un tanto exagerada pues solo han pasado meses desde que no lo ve.

—Gracias, Evin, estoy aquí para ver al alcaide.

—Oh... — Mew se da cuenta de como la expresión en el rostro de la mujer, cambia —bueno, él no se encuentra. — Las esperanzas de Mew, fallecen ahí mismo.

—¿Q-Qué? Pero si es casi imposible que él salga de aquí —expresa sorprendido. En sus dos años de vivir en ese lugar, Bae Yong había estado ausente tan pocas veces, que a Mew le parecía extraño que el señor no se encontrara ahí —. ¿Sabes a dónde fue?

—Fue convocado por el comité de directores de Centros penales, — Zigor aparece en escena, con ambas manos en los bolsillos de su pantalón, cabello hacia atrás y esta vez con una camisa blanca por debajo de la habitual azúl. (De su uniforme)

—Zig... —Saluda.

—Mew. — Las otras dos, se despiden del peliazul y vuelven a sus trabajos. —¿A qué se debe el placer? —pregunta, en cuanto Mew se ha acercado a él, comienzan a caminar.

—Creo que tú sabes el motivo —responde Mew, llevando sus manos hasta sus bolsillos. Zigor asiente.

—Mmm. — Su tono es bajo, triste o solamente apagado —Bae me lo dijo hoy, volvió hasta en la madrugada, dijo que había pasado toda la noche buscándote. — Mew suspira.

—Así que tú también lo sabías —dice, más para él mismo que para Zigor.

—Sí, al principio únicamente lo sospeché, pero el día que te apuñalaron, Bae me lo confirmó en el hospital. — Zigor detiene sus pasos y por inercia el menor también lo hace. —Mew... — Este se le queda mirando bien atento, sus ojos también están tristes y lo rojo del día anterior aún no desaparece —Bae siempre amó mucho a Chai, hizo mal en abandonarlo, por supuesto que sí. Se lo dije siempre, —suspira —siempre.

—¿Desde hace cuánto lo conoces, Zig? — Empiezan a caminar de nuevo. El guardia tomando una larga inhalación antes de empezar a hablar.

—Bueno, desde hace tanto, que puedo decirte que presencié en primera fila como se conoció con tu padre, como inició su relación y también... como acabó. Continué a su lado todos estos años, y puedo jurarte por lo más sagrado, que él vivió ese arrepentimiento. Mew, perdonar es algo maravilloso y--

—Zig, —interrumpe con voz baja —no estoy aquí para reclamarle nada. Está bien, me enojé, sí, lo acepto. Es decir, pudo decírmelo, tuvo tantas oportunidades y no lo hizo. Pero también sé que estuvo conmigo siempre y creyó en mí de una forma que ni siquiera Chai lo hizo, aún cuando ya había vivido diecinueve años conmigo. — El guardia sonríe orgulloso.

—Sabía que tú sabrías entenderlo, Mew. — Sus ojos se cristalizan. —Él está tan asustado, no paraba de llorar y de culparse. La ocasión en que San estuvo aquí, intentó chantajear a Bae Yong para que te llevara lejos de él y "lo dejaras en paz", pero Bae no aceptó y grabó esa conversación. Ayer, fue el día en que decidió por fin enfrentar a Chai y hacerlo saber la verdad acerca de San. Vivió las últimas dos semanas con el temor de que tú fueras a rechazarlo y lo alejaras para siempre de tí.

—Debe haber sido duro, San tambien es su hijo.

—Mew, aún después de todo lo que has pasado con San, ¿sigues sintiendo empatía por alguien como él? — Mew cruza sus brazos y suspira decepcionado, de él mismo, podría ser.

—Es nuestro otro padre, Zig, desde niños soñamos con conocerlo y vivir aventuras junto a nuestros dos padres. Siempre nos sentimos especiales por tener dos padres... —sonríe melancólico —pensabamos que por ello seríamos más fuertes que los demás niños...

—Y lo eres, Mew. No cualquiera soporta que tu único hermano de pronto se voltee contra tí y te dé una vida entera llena de maltratos, que tu padre sea más ciego que un ciego de nacimiento y que la sociedad te margine. Tú eres fuerte. Su lógica siempre estuvo bien. — Ambos ríen.

—Sí, si lo dices así, tienes razón. —Ríe, mientras solloza.

—Bae Yong ha sido escogido para llevar la dirección de uno de los penales de mayor seguridad en... Estados Unidos. — Mew se le queda viendo tan sorprendido, ojos expandidos y labios un poco separados.

—Eso significa que él... ¿se irá? — Zigor suspira.

—De aceptar la oferta, deberá hacerlo. — Se miran mutuamente. —Es una de las mejores oportunidades para un alcaide, él aspiraba a eso cuando abrió este Centro, y se ha posicionado como el #1 durante estos últimos cinco años, es por eso que lo han buscado.

—Entiendo, me siento muy feliz por él, se lo merece.

—Por supuesto que sí, pero si me lo preguntas. No creo que acepte. — Esas palabras llaman por completo la atención de Mew. 

—¿Por qué no lo haría? Usted mismo acaba de decir que es una de las mejores oportunidades para él.

—Sí, pero no es lo más importante para él. — Mew desenreda sus brazos y lleva sus manos a sus bolsillos. —Ahora tú eres lo más importante para él, está decidido a recuperarte a como dé lugar. — El chico sonríe.

—Él no tiene que recuperar nada, a mí ni siquiera me perdió. Ya veo que lo dramático, San lo sacó de él. — Ambos ríen.

—Oh, si te escuchara decir eso probablemente sí se molestaría. —Bromea el guardia. Mew ríe y niega.

—Debo irme ahora, sino, no podré llegar a tiempo a casa, Zig. Dígale que me busque cuando vuelva, o mejor no le diga nada. Yo lo buscaré cuando vuelva del campamento.

—¿Cuando te vas?

—Pasado mañana.

— Ya veo, yo le doy tu mensaje, Mew.

—Gracias, Zig.

—Ok, vámonos. — Mew lo ve confundido.

—¿Q-Qué?...

—Pues ni creas que te dejaré volver solo, hasta Bangkok. Vamos, yo mismo te llevaré. — El gemelo ríe.

—Señor, no van a secuestrarme —dice, entre risas.

—Tal vez no o tal vez sí, y si eso sucede, tu padre va a matarme. — Expresa preocupado el otro.

Mew no dice más, simplemente comienza a caminar junto a Zigor, hacia la salida. Dándose cuenta de la sonrisa que se dibuja en su rostro, al hablar de Bae, entrecierra sus ojitos para estudiar aún mejor esa expresión en el rostro del mayor.

Hace mucho tiempo que descubrió acerca de los sentimientos de Zigor por su padre, Jimin, Jin y él, lo habían descubierto y justo cuando iban a obligarlo a confesar la verdad, el alcaide había llegado para interrumpir. Pero daba igual, porque a ellos ya les había quedado más que claro que el jefe de guardias del Centro, estaba enamorado del alcaide.

Sonrió... tal vez ahora él podría ayudar a Zigor a conseguir una oportunidad con su padre.

[Ay, shiquito, si supieras. 🤭😂]


Marzo 21/ 2010

15 años atrás.

El mayor termina de bajar las escaleras de su casa, estas son rectas hacia abajo. Sin ningún doblez o círculo en ellas. Acomoda su maletín de una sola tira, sonriente, mientras anda alerta a todo a su alrededor, da un paso casi curvo hacia la derecha y patea un juguete. Esos muñecos chillones que sus pequeños terremotos dejan regados por todas partes.

—Ooohh, papá ya sabe en donde están —dice. Sonriendo de labios y con voz suave. Se escuchan unas risitas dobles y suaves, justamente a un costado del refrigerador, el mismo que está a su lado izquierdo. —Mmmm, están... ¡aquí! — Con un salto termina gritando detrás de la isla de la cocina, pasando a un costado del refrigerador, en el cual se puede ver a sus dos pequeños gemelitos, ocultos, abrazándose mutuamente. Ambos ríen y cierran sus ojitos. —Oh, parece que me he confundido... — lleva una mano a su mentón, se pone pensativo. Retrocede unos pasos con los cuales queda a centímetros de donde están sus hijos —¿dónde estarán mis angelitos, eh? — Los niños vuelven a reír. —Será que... ¡están aquí! — Esta vez sí espanta en el lugar correcto, haciendo a los dos niños respingar en su sitio, riendo y gritando a la vez. —¡Los encontré! —grita el mayor, tomando a sus pequeños entre sus brazos y haciendo cosquillas en sus cuellitos, uno por uno, mientras los lleva hacia el sofá.

—¡Ya, papá! —dice el pequeño San, entre risitas. Mew solo sonríe, mostrando sus dientitos del frente, de los cuales le falta uno.

—Entonces le haré cosquillas a Mew, ggrrrr — Va diciendo el mayor, haciendo reír a su otro hijo.

—¡No, padre! Está bien, a Mew le dolerá su pancita —dice San.

—Mira nada más, proteges a tu hermanito incluso de tu mismo padre. — San asiente orgulloso.

—San me quiere mucho —dice Mew. Orgulloso de presumir el amor de su hermano mayor.

Ambos llevan su cabello en un corte hongo, castaño como hasta la fecha, pero en ese entonces era por mucho, más claro y con puntas hacia dentro.

—Eso es bueno, San. Tú eres el mayor y debes cuidar a tu hermano. — Chai los sienta con cuidado en el sofá, ambos niños llevando overoles jeans, de color negro, y una camisita blanca por dentro, para terminar con sus zapatos tenis, blancos, a juego con sus camisas y un pañuelo azul, en sus cuellos.

Ya saben, el típico cliché de vestir exactamente igual a los gemelos, como si eso no volviera aún más difícil el reconocerlos.

—Por tres segundos — San hace un puchero, Mew ríe y empieza a jugar con su carrito de madera, pasándolo por todo el largo del brazo de Chai, pero primero pasándolo por la cabeza de San. 

—Lo sé, pequeño. Pero eso es porque no podían nacer los dos justamente al mismo tiempo.

—¿Por qué papi? ¿El túnel por el que nos trajo la cigüeña, era muy pequeño?  — Chai casi se ahoga con su propia saliva, ante la pregunta del pequeño.

—Mew, ¿quien ha dicho que la cigüeña los trajo por un túnel? Ellas vuelan — Mew niega.

—El tío Todd —dice San. Mew asiente —. Él nos ha dicho que el túnel por el que nosotros vinimos, era muy estrecho y que tú lloraste mucho por eso.

—Es cierto —apoya Mew, quien ahora está jugando a doblar la oreja de San, con sus deditos.

—Ese idiota —susurra Chai. Cubriéndose de inmediato la boca.

—¡Papá dijo una grosería! —dicen ambos niños al mismo tiempo, con sus boquitas bien abiertas y ojitos bien expandidos, mirándose mutuamente.

—A-Ah, s-sí... a papi se le escapó —dice Chai —papi malo, eso no se dice. — El mayor se da dos palmadas en la boca, como castigo por su mal hablar. —Niños, no escuchen a su tío, ¿sí? Es decir, es la única familia que tenemos, pero tampoco puede decirles cosas como esas, papá hablará con Todd, ¿de acuerdo? — Ambos niños asienten. —Bien, esos son mis bebés, ¿Están listos para su fiesta de cumpleaños?

—¡¡SIIII!! — Tanto San, como Mew, extienden sus bracitos al estilo superman.

—Mis pequeños ya han crecido mucho, no crezcan tan rápido, por favor. — Los ojos de Chai se cristalizan, besa una a una las frentes de sus pequeños.

—Padre, ¿nuestra fiesta será por la tarde? —preguntó San. Chai asintió.

—Papá, ¿a dónde vas ahora? — Mew señaló el maletín del mayor.

—Mew, papá debe trabajar hoy, pero vendré por la tarde y traeré sus regalos, ¿de acuerdo? Mientras, la señora Miller y el tío Todd, decorarán la casa para ustedes.

—¡Regalos! —gritaron ambos niños.

—Sí, regalos. — Celebró también el mayor. —Niños, papá los ama mucho, ¿lo saben, no? — Los pequeños asienten. —Bien, papá estará aquí a las tres de la tarde, media hora antes de la fiesta, ya entregué las invitaciones a sus amiguitos así que ya todos saben.

—YEEEEEIIIII

—¡¿Adivinen quién llegué?! — La puerta se abre de golpe, mostrando al hermano menor (por dos años) de Chai, el único miembro de su familia que aún mantiene contacto con él.

—¡Tío! — Los pequeños salen corriendo hasta el que va entrando.

Es un joven de piel clara mortecina, pómulos poco pecosos, una nariz de base alzada y fosas delgadas. Sus ojos redondos bajan elegantemente hasta tener arcos entrecerrados, arriba sus cejas inexpresivas son redondas sin ida ni vuelta. Para culminar, el mentón se cuadra a los laterales y se cierra a una base diamante, decorada en vello oscuro como bigote candado.

Viste jeans pegados desde la cintura hasta las piernas, pero bajando en forma campana desde ahí. Camisa de vestir de color rojo, botones abiertos hasta su pecho,esta llendo por debajo de sus pantalones, con sus mangas dobladas hasta los codos. Aretes en ambas orejas, cabello hacia atrás y su cuello adornado con tres cadenas negras.

Chai se pone de pie, y desde ya mira con molestia a su hermano. El chico camina todo desganado hacia su hermano, como si sus pies pesaran. Es irónico como este parece más mayor que su hermano, pero bueno, es lo que el uso de las drogas, causa. Por supuesto que Chai no sabe acerca de que su hermano consume ese tipo de sustancias.

—Niños, vayan a jugar, su padre hablará con su tío.

—Así es, bebés, vayan —dice Todd.

—Ok, San, ¿puedo ser yo, el mayor por este día? — Va diciendo Mew, ambos niños tomados de las manos, San asiente ante lo que su hermano pide, y corre para que este corra tras él.

Ambos adultos continúan observando a los niños estar en su mundo. Dos pequeños gemelitos que se aman y protegen mutuamente, San siempre tuvo ese instinto protector con Mew, nunca iban solos a ninguna parte, San siempre iba con Mew, y viceversa.

—Todd, necesito que límites lo que hablas frente a los niños. — Todd rueda los ojos. —Eres mi hermano, y te quiero, pero no pienso permitir que les digas cosas inapropiadas a los niños, ¿entendiste?

—Sí padre, entendí. Solo dije lo del túnel, pero, es que reacciona, Chai. El cuento de las cigüeñas trayendo a los niños, ya está bastante viejo y usado.

—¿Y en qué te afecta a tí? Son niños, Todd. Agradezco que hayas estado presente en la vida de mis hijos y la mía, pero si sigues actuando así, tendré que prohibir que los veas.

—Ya, está bien, está bien. Ya no diré nada, lo prometo. 

—Bien, se me hace tarde para ir al trabajo. He dejado la comida lista en el refri, solo debes llevarla al microondas, ¿ok? La señora Miller vendrá a la 1 para ayudarte a decorar la casa.

—Ok. ¿Y puedo f--

—¡No! Ya te he dicho que en mi casa no puedes fumar, Todd. Si quieres hacer eso, sal afuera. No puedo creer como mis padres permiten que fumes, eso es lo que te tiene con esa apariencia.

—Nuestros padres están mal, Chai. Te dieron la espalda solo porque eres diferente, hermano. — Chai suspira resignado.

—Bueno, mis prioridades son mis hijos, ahora. —Expresa, en un tono bastante seguro. —¡Niños, papá debe irse! — Al momento de gritar esto, de inmediato se escuchan los presurosos pasos de los niños que corren a toda prisa hacia su padre.

—¡Adiós, papá!

—¡Adiós! ¡Adiós!

—Adiós, bebés. Papá volverá pronto, pórtense bien con su tío y la señora, Miller, ¿de acuerdo?

—¡De acuerdo! — Los dos hermanitos se ponen en pose militar, haciendo reír a ambos adultos. Chai se inclina hasta besar sus cabecitas y darles la espalda para tener que partir a su trabajo, por más que no quiera dejarlos solos, no tiene otra opción, es el único que puede llevar el sustento para ambos pequeños.

—¡¿Quién quiere jugar a las escondidas?! —grita Todd. Los dos pequeños responden en un eufórico grito —Bien, ustedes vayan a esconderse y yo los buscaré.

—¡Sii!

Mew y San corren hacia adentro, pasando incluso la sala para buscar un  lugar adecuado en el que puedan ocultarse. Todd se queda ahí viendo en la dirección en la que los pequeños se han ido. Poco a poco la sonrisa en su rostro se va borrando, dejando ver una expresión maquiavélica. Todd se da la vuelta y de su mochila saca un quemador Bunsen, y seguido de ese saca un polvito blanco y junto a eso, una jeringa. Sonríe y camina hacia la cocina.

Hace unos meses que conoció las drogas y comenzó a ingerirlas.

—El tío Todd está llendo a buscarlos —grita. Mientras va encendiendo el quemador, busca en los gabinetes de arriba, un recipiente que pueda servirle para hervir la heroína y cocaína, que lleva en esa bolsita transparente. Encuentra una cuchara "sopera" y sonríe en victoria, para luego colocarla a un lado y echar sobre ella los dos polvos que va a mezclar.

Gracias a la intensidad de la llama del instrumento que utiliza, las sustancias empiezan a hervir con la poca cantidad de agua que ha hechado en la cuchara. Sonríe y mira hacia arriba. Con prisa comienza a preparar la jeringa que va a utilizar, saca incluso una liga elástica con la que va a amarrar su brazo para cortar un momento la circulación de su sangre, para que su vena se hinche y se deje ver.

Mientras tanto, en el área de las habitaciones, los dos niños andan de cuclillas escondiéndose detrás de las camas.

—¿Por qué no viene? —pregunta San.

—No lo sé, ¿se habrá caído? —dice Mew.

—Quédate aquí, iré a ver. Si me encuentra a mí está bien —sonríe a su hermanito.

—¡No! Yo soy el mayor hoy, ¿lo olvidaste? Yo iré

—Pero, Mew...

—Yo iré, San. — Mew no espera respuesta y sale corriendo escaleras abajo. Al llegar al primer piso comienza a caminar con lentitud y en alerta de que su tío esté escondido por ahí. Escucha de pronto un jadeo ronco, como doloroso y placentero, obviamente el niño no entiende eso. Camina y camina hasta que llega a la cocina, entonces ve a su tío tirado en el suelo con sus brazos estirados y cuerpo recostado en los estantes de abajo, la liga aún sobre su brazo. —¡Tío! ¡¿Estás bien? —grita asustado.

—M-Mew... ¡mierda! — Todd estira bien fuerte su brazo y tira en el lavamanos, lo que acaba de usar. Encendiendo el choro del agua para que esta lave los residuos. Retira la liga y la tira a un costado. —¿Qué estás haciendo aquí? — Su voz es pesada y baja, ronca, ojos por poco cerrados completamente.

—Nosotros estábamos esperando, tú ibas a buscarnos — Todd asiente.

—Ven aquí, Mew. — El pequeño niño quien confía profundamente en su tío, camina hacia él hasta quedar frente a frente, Mew de pie y Todd aún sentado. —Siéntate —dice. Señala su regazo, Mew le ve dudoso y continúa sin moverse. Todd toma la mochila que había dejado caer en el suelo, y saca de ahí un juguete, es un tren de acero pintado en azul y sus vagones van decorados con constelaciones, la debilidad de Mew. —M-Mira.

—¡Un tren! — Mew da saltitos en su sitio.

—S-Sí... ¿lo quieres?

—¡Sí!

—Entonces ven y siéntate con tu tío. Tu buen tío Todd te regalará este bonito tren, yo mismo lo pinté. —Sonríe

Mew obedece y corre a tomar el tren. Todd lo toma de la pequeña cintura y lo sienta sobre su regazo, el inocente niño ni siquiera entiende nada de lo que sucede. Todd comienza a acariciar su cabello, tirando con suavidad de las lacias hebras castañas del menor, luego desliza sus manos por los hombros del niño, metiendo dedos por debajo de la camisa, Mew respringa ante eso.

—¿T-Tío Todd?

Sshhh, el tío Todd quiere dormir —susurra. Mew vuelve su vista al juguete y comienza a pasarlo por sus propias piernas.

Todd presiona un poco más en la cintura del niño, y con suavidad empieza a hacer que el pequeño se mueva en círculos sobre su regazo, rozando su miembro con el trasero del pequeño. Mew comienza a incomodarse por ello, intenta levantarse pero obviamente su tío es más fuerte y lo hace sentarse de nuevo.

—T-Tío... esto no me gusta —dice el niño. Con su corazón latiendo rápido y su cuerpo temblando. Todd ignora el reniego del niño y continúa moviéndolo circularmente, sintiendo como poco a poco está a punto de alcanzar un orgasmo. —T-Tío, no me gusta, no me gusta, no me gusta, suéltame — Mew empieza a aumentar su preocupación.

San ha bajado y escucha a su hermanito hablar preocupado, se acerca a ver y abre sus ojitos en grande, asustado. Sale corriendo de ahí en busca de ayuda, tocando eufóricamente la puerta de la señora Miller.

—San... que sorpresa, aún no son la una —dice la señora.

—¡Por favor! ¿Puede venir a casa ahora?

—¿Ahora? — La señora frunce el ceño.

—¡Sí, por favor! Mew está triste, y cocinar galletas con usted le hace feliz, por favor. — Junta sus manitas a la vez que da saltitos de puntitas, preocupado porque siente que su hermanito está en  peligro.

La señora ríe enternecida —Está bien, vamos, pequeño. — San de inmediato la sujeta del brazo y tira de ella para arrastrarla a su casa.

—T-Tío... — Mew llora. Sus lágrimas llegan hasta su mentón y van bajando por su cuello —no me gusta, por favor, tío... —continúa llorando.

La puerta se abre de golpe, pues es San quien la azota a propósito para que su tío escuche y suelte a su hermano.

Mewie, ¡adivina quién ha venido a hacer galletas! —canturrea la mayor.

—¡Mierda! — Todd reacciona ante el ruido de la puerta y la voz desconocida. —Mew, no digas nada, tu tío no quiso hacer esto, ¿si?

—P-Pero...

—Si tu padre lo sabe, jamás volverás a ver al tío Todd.

—¿Jamás? —solloza el pequeño. Todd asiente.

—¡Mew! — San ha corrido a la cocina, al llegar a su hermano, se da cuenta que este está sentado en una silla y su tío de rodillas frente a él, sobando su rodilla. —Mew, ¿estás bien? — El pequeño intenta evadir la mirada de su hermano.

—¡Mewie!, ¿que ocurrió? —cuestiona la mayor, al notar el rostro de Mew lleno de lágrimas.

—Él... se cayó de las escaleras y se golpeó la rodilla. —dice Todd. San frunce el ceño, podrá estar cumpliendo seis años, pero tonto no es, su sentido de la percepción es bastante alto, siempre de los dos, él parecía darse cuenta de muchas cosas de las cuales Mew no.

—Oh, pequeño. Por eso tu hermano fue a llamarme. San, eres un excelente hermano. — Todd voltea a ver a San. El pequeño se da cuenta que su tío ha sacado los extremos de su camisa, llegando esta hasta la mitad de sus piernas. El niño le mantiene la mirada.

—Gracias, San. Tengo un hermano que me ama mucho —sonríe Mew. San corresponde al abrazo de su hermanito, acariciando su espalda incluso.

Aaaawww, son unas bellezas —adula con ternura la señora. La verdad es que la imágen de los dos gemelitos abrazándose, es muy tierna y linda de ver. —Vamos a hacer galletas, ¿quieren? — Mew niega, aún está triste y más aún porque quiere decir lo que sucedió pero no quiere dejar de ver a su tío. —¿No?

—Vamos, MewMew, eres el mayor hoy, debes venir conmigo a hacer galletas  —anima San. Logrando así que su pequeño hermano acepte.

Los tres se retiran de ahí, la señora llevando a los niños a su casa para hacer las galletas, siempre las hacían ahí. Todd aprovecha para levantar la mochila, la que usó para cubrir lo que había usado. Suspira cansado y guarda todo eso de nuevo en su mochila, incluída la cuchara.

La noche había llegado ya, ambos niños andaban jugando a los congelados. Lo cual resultaba gracioso pues solo eran dos, cuando San congelaba a Mew, este permanecía congelado solo unos segundos para luego ser él quien buscaba a San para congelarlo y este hacer lo mismo que Mew. Solamente ellos entendían sus juegos, pero algo estaba seguro y eso era que se divertían como nunca.

Chai está sentando en el sofá triple de la sala, frente a él está su hermano, quien fue a su casa en cuanto la fiesta de los niños empezó. Supuestamente a cambiarse, pero al llegar ahí encontró a su "amigo" que lo había metido a eso de las drogas, y obtuvo otra ronda con él. Es decir, que ahora mismo estaba el doble de drogado que en la mañana.

La señora Miller no se había apartado de los niños en ningún momento. Mew había olvidado lo que pasó, alrededor de media hora después, gracias a que San lo había ayudado a distraerse. Pero eso sí, el mayor había interrogado a su hermanito, preguntando si su tío había tocado sus partes íntimas, pues Chai les había dicho que nadie tenía que tocar su "botoncito". Mew lo había negado, pero San aún no estaba convencido.

Junto a Chai, estaba sentada la presidenta del área de finanzas, su jefa. A quien él había invitado a la fiesta de sus hijos. Los niños habían recibido regalos por montones y para alegría de los mismos, todo su salón (incluída su maestra) había asistido a la fiesta.

—Chai, — la mujer terminó de leer el mensaje que acababa de llegar a su celular —me alegra que todo haya salido bien, tus hijos son geniales. Debo irme, acaba de salir una emergencia y el informe debo entregarlo hoy.

—Ugh... pero, no lo terminamos, Mica.

—Lo sé, por eso... ¿puedes venir a ayudarme a terminarlo?

—Mis hijos... — La mujer le hace una mirada suplicante. Chai suspira, ella siempre le pagaba las horas extras y él sabía que necesitaba el dinero extra también —Todd, ¿puedes quedarte hasta la media noche? Por favor...

Ehm...

—Por favor, no puedo dejarlos con la señora Miller, ella se fue a mitad de la fiesta porque su nieta también cumple años hoy. Por favor Todd, será hasta media noche.

—Sí, por favor, Todd —dice Mica.

Aunque ya es jefa de un departamento, la mujer aún es jóven, estando entre sus 25, a ella le gusta Chai, pero ni idea tiene de que este aún no supera al padre de sus hijos. Incluso piensa que la madre de los gemelos, terminó por abandonar a Chai. Y no es que él esparza ese rumor, más bien, es lo primero que las personas suponen al darse cuenta que Chai es padre soltero.

—Está bien. Hasta media noche, hermano.

—Gracias, Todd, no sé qué haría sin tí. Los niños deben dormirse a las ocho, solo dales su leche tibia, eso les ayuda a dormir. Ya las puse en sus vasos, solo estaba esperando a que dejen de jugar para que no les duela el estómago.

—Ya, ya, ya, madre protectora, ya puedes irte.

—B-Bien... ¡niños! — Mica se pone de pie y toma a Chai del brazo, no le gustan lo niños pero, por Chai se vuelve madrastra sin rechistar.

—Papá, ¿te vas? —pregunta Mew.

—Papá debe llevar a casa a Mica —dice, no quiere hacerlos sentir mal, lo cual es seguro si saben que irá a trabajar a estas horas. —El tío Todd se quedará con ustedes. — San de inmediato mira mal a su tío, ya no le tiene confianza.

—Pero Mica puede caminar — Mew dice.

—Mew... ya les he dicho que nosotros los hombres tenemos que ser caballeros. ¿Verdad?

—Siii —ambos niños muestran los dientes al sonreír.

—Bien, vendré rápido, ¿sí? Mica y yo correremos hasta su casa para volver rápido. No será mucho tiempo. — Los pequeños hacen un puchero, pero asienten. —¿Les gustó su cumpleaños, mis hermosos retoños?

—¡Si! Me gusta mi robot —dice Mew.

—¡Y a mí me gusta mi Superman! —dice San.

—Que bueno, niños, papá está feliz por ustedes.

—Gracias, papá. — Ambos niños abrazan al mayor.

—Chai...

—S-Sí, ya nos vamos.

—Adiós, niños —dice Mica. Los dos adultos se retiran, Chai sin querer dejar a sus hijos, pero teniendo que.

—Bueno, falta solo un poco para las ocho, vayan a ponerse sus pijamas y luego bajan a beber su leche. — San toma a Mew de la mano y lo lleva hacia el cuarto que comparten.

—Vamos, Mew.

Todd se deja caer en el sofá, sintiendo su cuerpo arder desde adentro. Su celular suena recibiendo un mensaje de ese mismo amigo que no hace más que inducirlo por malos caminos.

“Todd, este es el nuevo video de esta semana, debes verlo.”

Todd mira hacia arriba, esperando a que los niños no bajen en este momento. Abre el link que lo lleva al vídeo, y se dirige al baño del primer piso. Se encierra ahí y comienza a masturbarse a medida que el vídeo se reproduce a un volumen bajo. Cierra sus ojos y comienza a recordar los sonidos del pequeño Mew, su llanto y los movimientos que lo obligó a hacer. De inmediato siente como si algo se disparara dentro de él y basta de eso para alcanzar su climax. Respira agitado y recuesta su frente sobre la puerta.

Ve la hora en el teléfono y se da cuenta que faltan 25 minutos para las ocho. Las drogas y la estupidez mental lo hacen desear al pequeño. Escucha como los niños vienen bajando entre risas por las escaleras, su corazón se acelera y una lasciva y desquiciada sonrisa se forma en sus labios. Recuerda que está solo con ellos, pero al mismo tiempo recuerda que San no es tan ingenuo como Mew.

—¡Leche! ¡Leche! ¡Leche! —gritan ambos niños frente a los dos vasos de leche, los cuales contienen sus nombres.

Todd sonríe desde el baño, una idea ha llegado a su mente.

Los niños están sonriendo mientras saltan, detienen sus saltitos y comienzan a jugar con sus nuevos muñecos. Todd llega a ellos y les sonríe, San estando alerta de inmediato.

—Leche —dice Mew, distraído en su juguete.

—Sí, sí, debo calentarla.

—La tomamos tibia —dice San.

—Chai dijo que la calentara, vayan a jugar y yo voy a calentarla. — Los niños se retiran dejando solo a Todd. El jóven toma una de sus pastillas para dormir, las cuales siempre anda cargando en su maletín. La vuelve polvo y luego la vierte en el vaso de San, sonríe y luego lo bate. Agradeciendo mentalmente que los vasos tengan nombre. —¡Leche, leche, leche! — Imita la voz de los niños.

Ambos corren de inmediato hacia él y se van hacia sus cuartos. Todd sonríe y confiando en su plan, los deja que se vayan en tranquilidad a dormir, esperando que San no despierte en toda la noche, bueno, estando seguro de ello, pues con esa pastilla el niño va a terminar despertando hasta mañana al mediodía.

Los gemelos llegan a su habitación, cada cama a un costado, las dos tienen decoraciones iguales, pero la de Mew tiene estrellas y planetas, mientras que la de San tiene cohetes y superhéroes.

Se colocan cada quien en su cama, sonriendo y observando los vasos con leche, andan haciendo la competencia del que parpadea pierde. Mew ríe y termina por parpadear.

—¡Gané! —grita San.

—¡Ganaste, ganaste! Mi hermanito menor ganó —dice Mew.

—¿Menor?

—Este día yo sería el mayor, San. Así que toma, — Le extiende el vasito con su nombre, San lo mira confundido —hoy tú eres yo y yo soy tú. — Los dos ríen.

—Entonces debemos dormir en las camas del otro. — San le sigue el juego a su hermanito.

—Siii, dormiré con cohetes, ¡cohetes! — San ríe.

Ambos niños se colocan en las camas contrarias y comienzan a beber sus leches, San en el vaso de Mew y Mew en el vaso de San. Por lo cual, es el menor quien bebe la leche que contiene la pastilla para dormir.

Veinte minutos después, Todd va subiendo las escaleras, viendo borroso al caminar, pues ha fumado hierba mientras esperaba que los niños durmieran. Empuja con lentitud la puerta del cuarto de los gemelos, viendo hacia un lado y otro, sonriendo al ubicar al niño en la cama que tiene las estrellas pues sabe que esa es la que pertenece a Mew.

Llega hasta él y comienza a oler su cabello, pasando su nariz desde el lóbulo de la oreja del pequeño, hasta su cuello, abriendo su camisa y comenzando a tocar sus diminutos pezones. El niño abre de golpe sus ojitos, empujando a su tío, comenzando a patalear y a llorar.

—M-Mew... quédate quieto — Intenta lamer el cuello del niño.

—T-Tío suéltame, suéltame, suéltame. ¡Mew! ¡Mew! — Todd frunce el ceño, ve al niño debajo de él, este está llorando y gritando. Viéndolo aterrado y haciendo el mayor intento de apartarle.

—Así que eres un travieso, San.

—Tío, por favor, n-no me gusta, no q-quiero, ¡le diré a papá!, ¡le diré a papá! — Todd abofetea a San, le retira la cobija de un solo tirón y comienza a bajar su pantalón de pijama. San continúa gritando, llamando a su hermano.

—¡Basta de gritar! Tu hermano no puede oírte. —Saca por completo los pantalones del niño, San intenta detenerlo con sus manitas —¿Sabes San? Esto le tocaba a Mew, —retira los bóxers del pequeño —pero como siempre han dicho, Mew es diferente y amado por todos, — San niega —tú eres muy listo y por eso debes cuidar del ingenuo, de ese vulnerable al que siempre deberás proteger. — Lleva sus dedos hacia el trasero del pequeño gemelo. —Por entrometerte, recibe lo que le tocaba a Mew.

—¡Mew! ¡Mew! ¡Por favor!, ¡despierta, AYÚDAME! Ayúdame, padre, ¡POR FAVOR! — Su garganta arde de tanto gritar.

—¿Lo ves? Él no va a despertar, porque es un cobarde y prefiere dormir antes que ayudarte. ¿Y sabes qué?, los cobardes siempre huyen como lo fracasados que son. Los valientes somos los que sufrimos — San continúa negando.

—¡AAAAGGHH DUELE! — Grita tan alto como sus cuerdas bucales le permiten, siente como la sangre empieza a bajar por sus piernas en el momento en que su tío se ha introducido en él. Continúa llorando y gritando, sintiendo que el dolor va volverlo. Sus lágrimas continúan una tras otra y otra, abandonando sus ojitos, su cuerpo tiembla.

Su tío continúa haciendo tan aborrecido y desalmado acto, las lágrimas no paran de bajar por sus mejillas, continúa llamando a Mew aún en susurros. Pero aún con sus ojos vidriosos, solo puede ver a este dormir dandole la espalda.

Agghmmh —Jadea su tío.

—M-Mew... p-por f-favo-r —dice apenas —duele mucho, ayúdame.

Sus ojos continúan fijos observando a Mew, su manita extendida en dirección a su hermano, pidiendo la ayuda que espera que aún llegue, quiere que su hermano despierte y le ayude. En su casi inconsciencia, escucha como la puerta es abierta de golpe, y su tío es levantado de encima suyo, poco a poco sus ojos se van cerrando, y Mew durmiendo, es lo último que ve antes de desmayarse.

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Sin palabras, realmente no diré
nada porque no sé qué decir.
💔💔💔

Yo no justifico a San por todo lo
que le ha hecho a Mew, pero me
dolió horrible esto.💔Terminé el
cap llorando, se los juro.😔💔

Ninguno de los dos niños tiene la

culpa de lo que sucedió. El único desgraciado culpable es el tío.

Bueno, les doy una estrellita ⭐ a los que acertaron casi perfectamente.

I'm so proud of you.🌷

Nos leemos en el próximo.

[C larga a chillar]

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