27: La Velada Invernal Pt. 1
El gran día llegó y todos mantenían las expectativas altas, muy altas. Y, a medida que la expectación crecía, el movimiento en la mansión de la familia Briand, también aumentaba.
—Estaré allí en unos minutos. Sí, Frank me llevará —dijo Celio mientras sostenía el teléfono en sus manos—. Sí, mamá. ¿Qué? No, el de bermellón. Bueno, nos vemos. —Cortó la llamada y se mantuvo apoyado sobre la mesada de la cocina. Estaba bebiendo un amargo café y estaba seguro de que era lo peor que había probado, así que, le agregó varios terrones de azúcar.
De repente, sintió unas manos que se escabullían por su cintura y lo abrazaban con calidez. La respiración relajada que golpeó su cuello lo hizo temblar y la esencia masculina que desprendía Frank lo descontroló.
Frank se rozó contra el pelinegro y soltó un jadeo al sentirlo. Ambos esperaban más de aquello. Celio respondió con una sonrisa confiada a la proposición de Frank, y sus bocas se encontraron en un beso apasionado y desordenado. No había tiempo para sutilezas, solo necesitaban estar unidos en la crudeza del acto. El deseo ardiente y mutuo los consumía. Celio lo quería y Frank sentía lo mismo. Ninguno de los dos era inmune a la sensualidad del otro.
Frank tomó a Celio con rudeza y ambos lo amaron, amaron su agresividad y su impulso desenfrenado. Las uñas de Celio se clavaron en la amplia espalda de Frank sin ser rechazadas, y los dedos marcados en su cadera fueron recibidos con placer. Los gemidos que se escapaban entre sus labios ya no eran conocidos, eran nuevos e intensos. Sus instintos tomaban el control, solo ellos sabían cómo satisfacer esa necesidad latente en ambos. Celio no necesitaba ser poseído con delicadeza en ese momento. Estaba ansioso, y Frank también lo estaba.
El rubio acercó a Celio al borde de la pasión, colocando sus delicadas piernas sobre su hombro derecho. Con un movimiento rápido y preciso, se alinearon y se unieron sin más preámbulos. La calidez, la humedad y la estrechez eran exquisitas, superaban cualquier vago recuerdo que pudieran tener. El hermoso rostro de Celio reflejaba el placer mezclado con el dolor, sus pequeñas manos ejercían presión en busca de más. El duque era verdaderamente la más hermosa visión que Frank había contemplado, y la luz del sol que se filtraba por la rendija de la persiana solo intensificaba su belleza. La invasión y el sonido del choque de sus cuerpos solo lograban excitar más a Frank. Quería más, quería poseerlo por completo, abarcar todos sus pensamientos.
Con esa idea en mente, Frank se apartó por unos segundos de la cálida succión, provocando la protesta de Celio, y lo giró sobre la mesa. Con el pelinegro apoyado en sus puntas de pie en el suelo y con una pierna sobre la superficie de madera, Frank pudo penetrarlo aún más profundamente. Los lloriqueos escandalosos y los jadeos que seguían elogiaban su decisión. Sin embargo, la razón principal de su cambio de posición no era solo para penetrar más profundamente, sino para poder besar y adueñarse de la nuca de Celio. Sin dejar de penetrarlo, Frank besaba y mordisqueaba la suave carne. No duraron mucho en esa posición, solo necesitaban perderse nuevamente en la lucidez de sus ojos.
La pasión los consumió y el éxtasis los envolvió una vez más. Sus cuerpos se movían en perfecta armonía, entregados por completo al deseo y al amor que sentían el uno por el otro. En ese momento, no había nada más que ellos dos, compartiendo un lazo íntimo y profundo que trascendía el simple acto físico. Sus corazones latían al unísono, sellando su amor en cada movimiento y en cada beso.
El tiempo pareció detenerse mientras se entregaban el uno al otro, hasta que finalmente alcanzaron los clímax juntos, dejando escapar gemidos de satisfacción y dejando que el éxtasis los inundara por completo.
Después de ese momento de intensidad y pasión, se quedaron abrazados, respirando agitadamente, sintiendo la cercanía y el amor que los envolvía. Frank acarició suavemente el rostro de Celio y lo besó tiernamente en los labios.
—Vamos a lavarnos, que estamos retrasados —habló Celio, sin quitar la expresión de satisfacción de su rostro. Frank asintió y lo levantó para llevarlo hasta el baño. Celio no podía sentirse mejor con la consideración que era tratado.
Celio y Frank llegaron a la majestuosa mansión Briand, donde los antiguos bailes de la realeza cobraban vida una vez más. La fachada estaba adornada con luces brillantes y guirnaldas, creando un ambiente mágico y festivo. Al entrar, quedaron maravillados por la grandiosidad del lugar.
La mansión estaba decorada con elegancia y sofisticación. Candelabros colgaban del techo, sus cristales brillaban con la luz tenue, iluminando el salón con destellos dorados. El suelo estaba cubierto por una exquisita alfombra, suave al tacto, que guiaba a los invitados por el lugar. Mesas largas estaban dispuestas estratégicamente, ofreciendo una variedad de bebidas y comidas exquisitas.
Pero lo que más destacaba era el toque invernal que se respiraba en el ambiente. El salón estaba adornado con elementos propios de la estación: ramas de abeto, piñas, luces parpadeantes y copos de nieve decoraban cada rincón. El espíritu festivo y acogedor se mezclaba con el aire de misterio y elegancia que caracterizaba el evento.
Las mujeres presentes lucían impresionantes en sus largos vestidos de telas costosas y finos acabados. Cada uno de ellos era una obra de arte por sí mismo, con detalles intrincados y colores que resaltaban su belleza única. Los hombres, por su parte, vestían elegantes trajes de corsé o chaleco, algunos llevaban moños y otros optaban por corbatas. Todos irradiaban un aire de distinción y nobleza, como auténticos personajes de la realeza.
Además de sus atuendos, cada invitado portaba una hermosa máscara que complementaba el tema de la noche: un baile de máscaras. Las máscaras eran tan variadas como las personalidades que las llevaban. Algunas eran sencillas y delicadas, mientras que otras eran elaboradas y llamativas. Cada una ocultaba parte de la identidad de su portador, creando un halo de misterio y fascinación en el ambiente.
Celio y Frank se sumergieron en el bullicio de la fiesta, disfrutando de la música en vivo que llenaba el salón y los envolvía en un ritmo seductor. Se movían entre la multitud, entre risas, conversaciones animadas y miradas furtivas que se encontraban detrás de las máscaras. Se sentían parte de algo más grande, transportados a otra época y lugar, donde el encanto y la pasión se entrelazaban en cada paso de baile.
—Busquemos a mi padre —murmuró Celio. No debía exponer su identidad tan fácilmente, aunque, claro, tampoco era difícil reconocerle.
Celio lucía un atrevido y elegante traje que llamaba la atención de todos los presentes. Su camisa, de un intenso color rojo bermellón, resaltaba su tez pálida y sus ojos encendidos. El corsé negro, ajustado a su figura, realzaba su esbelta silueta y acentuaba sus curvas de manera seductora.
Lo que hacía especial el corsé era su singular adorno: una cola que caía desde la parte trasera hasta llegar a sus pies. Esta cola, confeccionada con un fino y ligero tejido negro, le otorgaba un toque de elegancia y misterio a su conjunto. Sus pantalones cortos, del mismo tono oscuro que el corsé, dejaban al descubierto sus piernas esbeltas y bien formadas, mostrando su confianza y audacia.
Para complementar su atuendo, Celio llevaba una Cornalina tan despampanante que colgaba en su cuello. Esta piedra preciosa de un intenso color rojo, brillaba con destellos fuego a la luz de los candelabros, atrayendo todas las miradas hacia él. El moño agraciado que adornaba su cabello oscuro resaltaba aún más la belleza de la Cornalina, creando un contraste exquisito.
Frank, quien seguía diciendo que el atuendo erademasiado revelador, no podía mentirse, pues, Celio se veía totalmente hermoso.Amaba verlo caminar con esa elegancia tan suya, que lo hacía resaltar encualquier lugar. Sintió el terrible deseo de encerrarlo para que solo éltuviera la oportunidad de verlo siempre.
¿UwU? *Aparece luego de diez años*
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