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26: Nuevos placeres

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Las llamas del deseo ardían intensamente en el aire, envolviendo la habitación en un aura de pasión. Sus miradas se encontraron, chispas eléctricas que saltaban entre ellos, revelando un anhelo mutuo que no podía ser contenido.

Sus cuerpos se acercaron lentamente, como si fueran imanes irresistibles que se atraían con fuerza magnética. El roce de sus manos envió una corriente eléctrica a través de sus venas, haciendo que sus corazones latieran desbocados en perfecta sincronía.

Los labios se encontraron en un beso ardiente, una fusión de almas que dejó a ambos sin aliento. Los suspiros escapaban entre cada encuentro, entrelazándose con sus gemidos de placer mientras exploraban el territorio prohibido del deseo.

Las caricias se convirtieron en un lenguaje propio, donde cada roce, cada caricia, revelaba una complicidad y una conexión más profunda. Sus manos se aventuraron por los contornos de los cuerpos, explorando cada centímetro con una devoción apasionada.

El tiempo parecía detenerse mientras se perdían en el éxtasis del momento, entregándose por completo a la vorágine de emociones desenfrenadas. Cada susurro al oído avivaba la llama de la pasión, susurros cargados de promesas y declaraciones de amor entrecortadas.

Los susurros se convirtieron en palabras entrelazadas con gemidos, confesiones susurradas entre besos y caricias. Los corazones latían al unísono, como si fueran el ritmo de una canción que solo ellos podían escuchar.

El clímax llegó con una explosión arrolladora, un éxtasis compartido que inundó sus sentidos y los sumergió en una espiral de éxtasis absoluto. Sus cuerpos se convulsionaron en una danza frenética, fundiéndose en un abrazo apasionado que dejó en claro que eran uno solo en ese momento de éxtasis compartido.

Y luego, en el eco del frenesí, se quedaron abrazados, con el aliento agitado y los latidos del corazón calmando su ritmo. Las miradas se encontraron de nuevo, ahora llenas de complicidad y satisfacción. Se sabían completos, habían compartido un instante de pasión que perduraría en sus recuerdos para siempre.

Celio despertó lentamente, sintiendo el suave roce de los rayos del sol que se filtraban por la ventana. Abrió los ojos y se encontró acurrucado en los cálidos brazos de Frank, su rostro relajado y sereno mientras dormía. Una sonrisa se formó en los labios de Celio al recordar la noche apasionada que habían compartido.

Se estiró suavemente, sintiendo el tacto reconfortante de las sábanas sobre su piel desnuda y el dolor en su espalda baja. Observó a Frank, maravillándose de la belleza que emanaba incluso en el sueño. Los recuerdos de sus cuerpos entrelazados, de sus susurros y murmullos llenos de deseo, inundaron su mente, y sintió cómo el calor de aquellos momentos íntimos aún persistía en su piel.

Con delicadeza, Celio acarició el rostro de Frank, trazando suavemente los contornos de sus mejillas y los labios que habían compartido tantos besos apasionados. El rubio suspiró suavemente en su sueño, como si pudiera sentir el toque de Celio, y una sensación de plenitud llenó el corazón de Celio.

Se acomodó más cerca de Frank, disfrutando de la calidez reconfortante de su cuerpo. Cada latido de su corazón parecía resonar en armonía con el de Frank, como si estuvieran entrelazados en un lazo eterno. Celio se sintió en paz, completo y profundamente enamorado en aquel momento, sabiendo que había encontrado un lugar donde pertenecía.

El despertar en los brazos de Frank después de una noche llena de pasión y amor fue un recordatorio de la conexión especial que compartían. Se prometió a sí mismo aprovechar cada momento junto a él, explorar los misterios del amor y la intimidad, y construir un futuro juntos, donde el calor de su amor nunca se desvaneciera.

Celio cerró los ojos por un momento, disfrutando de la sensación de estar abrazado a su amado, y sus labios se curvaron en una suave sonrisa. Sabía que aquel despertar sería el primero de muchos más en los brazos de Frank, y estaba ansioso por descubrir qué aventuras y momentos de felicidad les depararía el futuro. Finalmente, volvió a quedarse dormido.

Pasadas las diez de la mañana, Frank despertó lentamente, parpadeando mientras se acostumbraba a la suave luz que llenaba la habitación. Al girar su cabeza hacia un lado, se encontró con la visión más hermosa que jamás había visto: Celio yacía a su lado, profundamente dormido, con una expresión de paz en su rostro.

El rubio se quedó mirando a Celio, sin poder apartar los ojos de él. Cada rasgo, cada detalle de su amado parecía resplandecer ante sus ojos. Desde los mechones oscuros de cabello que caían delicadamente sobre su frente, hasta la suave curva de sus labios entreabiertos mientras respiraba con suavidad.

Frank no podía evitar sentirse abrumado por la belleza de Celio. Su piel suave y pálida parecía irradiar un resplandor propio, como si estuviera envuelto en un aura de pureza y ternura. Los sutiles contornos de su cuerpo desnudo revelaban una elegancia y gracia que lo dejaban sin aliento.

Con cuidado, Frank extendió la mano y acarició suavemente la mejilla de Celio, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos. Cada caricia era un tributo silencioso a la pasión y el amor que habían compartido durante la noche. Se sintió agradecido y afortunado por tener a alguien tan hermoso y especial a su lado.

Lentamente, se puso de pie. Estaba hambriento y, seguramente, Celio lo estaría cuando despertara, pero estaría adolorido, así que, haría lo posible para evitar que se esforzara demás. Su ventaja era que ya estaban a domingo y los lunes no tenían clases.

Sabía que la noche apasionada que había compartido con Celio seguramente dejaría rastros en sus cuerpos. Quería cuidar de él, asegurarse de que se sintiera amado y mimado después de la intensidad de sus emociones.

Se deslizó con cuidado de la cama, evitando perturbar el sueño tranquilo de Celio. Se puso una camiseta suave y unos pantalones cómodos antes de dirigirse hacia la cocina. El aroma tentador del café recién hecho llenó el aire, despertando sus sentidos y despertando su determinación de mimar a su amado.

Con pasos suaves y decididos, Frank comenzó a preparar un desayuno especial. Seleccionó cuidadosamente ingredientes frescos y nutritivos. Cortó frutas jugosas y coloridas, dispuso pan recién tostado y untó mermelada casera en pequeñas porciones. Cuidaba cada detalle, queriendo que la comida fuera no solo deliciosa, sino también reconfortante.

Mientras trabajaba en la cocina, su mente volvía constantemente a Celio. Recordaba cada momento de la noche anterior, cada susurro, cada roce, cada gemido compartido. Sabía que Celio podría estar adolorido por la pasión que habían experimentado, y su deseo de cuidarlo solo se intensificaba.

Una vez que todo estuvo listo, Frank dispuso los platos con elegancia en la mesa del comedor. Colocó las tazas de café humeante y las servilletas de tela con esmero. El desayuno estaba listo para ser disfrutado, pero antes de llamar a Celio, decidió preparar un pequeño gesto adicional.

Tomó una caja de madera que había preparado previamente y la colocó junto a los platos. En su interior, había ungüentos y aceites aromáticos, especialmente seleccionados para aliviar cualquier tensión muscular o dolores que Celio pudiera tener. Había investigado y se había asegurado de elegir los productos adecuados para brindarle alivio y cuidado. Aunque, eso los compró antes de la discusión que tuvieron, pero ya había llegado el momento para dárselos.

Con una sonrisa de anticipación, Frank fue a buscar a Celio. Lo encontró aún acurrucado en la cama, despertando poco a poco. Su mirada se iluminó al ver a Frank entrar en la habitación. Celio elevó lentamente su cuerpo bajo las sábanas y su rostro se contrajo por el dolor, aunque lo dejó a un lado con rapidez.

—Buenos días, mi amor —se anunció el rubio con una sonrisa disimulada en su rostro—. ¿Te sientes bien? —le preguntó mientras se acercaba hasta sentarse en la cama.

—Buenos días —susurró el pelinegro. Intentaba captar la imagen del rostro de Frank, pero no podía. El rubio le pasó sus anteojos y así, cuando lo vio, le regaló una hermosa sonrisa mañanera. Frank no pudo evitarlo y le dio un beso que no fue rechazado. Cuando se separaron, Celio tocó sus labios y mantuvo esa sonrisa que enloquecía al rubio—. Me duele el cuerpo, pero no es nada grave.

—Lo supuse y preparé todo. Ven, desayunemos y luego te daré un masaje —dijo Frank y tomó a Celio en sus brazos, cargándolo hasta el comedor, donde lo sentó con cuidado frente a la mesa con el majestuoso desayuno. Celio abrió la boca, impresionado, pero rápidamente sonrió con gratitud.

—Pensaste en todo —comentó el duque mientras observaba la gran cantidad de postres que había—. Gracias...

—No tienes que agradecerme nada, es lo que debía hacer.

Celio asintió con una mezcla de amor y gratitud en su mirada. Juntos, se sentaron a disfrutar del desayuno y se sumergieron en una conversación llena de risas y promesas de cuidado y amor eterno.

Ufff 😏

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