17: Miradas y una pelea.
Frank decidió ir a regañadientes a la fiesta después de que Clear insistiera. Ella no dejaba de rogarle para que fuera y el joven de cabello rubio finalmente cedió, solo queriendo que lo dejara en paz. Sin embargo, pronto se arrepintió de su decisión cuando se dio cuenta de que la fiesta era mucho más aburrida de lo que pensaba. Estaba llena de estudiantes mayores que solo lo buscaban para beber.
Estuvo a punto de irse cuando un grupo de chicas mayores se acercó a él. Clear estaba entre ellas y lo detuvo para que no se fuera. Lo bombardearon con preguntas a las que no sabía cómo responder, pero ellas solo se reían y le seguían pasando vasos con alcohol. Frank logró mantenerse sobrio vertiendo discretamente las bebidas en otros vasos cuando no estaban mirando.
De repente, Susy, una de sus compañeras mayores, agarró su brazo y se acercó a él. Lo observaba con una sonrisa seductora en el rostro, como si quisiera decirle algo, pero dudaba. Frank se estaba irritando cada vez más al sentir cómo ella se frotaba contra su brazo, y buscó la forma de quitársela de encima. Miró a su alrededor y, sorprendentemente, se encontró con los ojos rojizos de Celio, que estaban fijos en él. No pensó que Celio iría a la fiesta, pero estaba claro que se estaba yendo.
Celio se giró con una expresión que Frank no pudo descifrar y salió del lugar. Frank se contuvo de seguirlo y dio un largo trago de cerveza, esperando disipar sus pensamientos, pero no funcionó. Pasaron varios minutos y la música empezó a irritarlo. Solo podía pensar en ir tras el moreno, besarlo y tocarlo.
—¡Frank! —chilló Susy al sentir que él apretaba su mano con demasiada fuerza, haciéndolo volver en sí. Frank la miró durante unos segundos antes de que ella le propinara una bofetada sin dejarlo decir nada. Frunció el ceño en respuesta y Susy se encogió en su lugar. Sus amigas lo miraron mal y se pusieron del lado de la morena, quien sollozaba suavemente. Clear desaprobó su comportamiento y todas se marcharon.
Frank suspiró y se frotó la mejilla. Y de repente, la imagen de Celio se le vino a la mente. Sacudió la cabeza y lo negó una y otra vez, pero finalmente cedió. Corrió hacia la salida, pero no pudo encontrar a Celio. Supuso que debía haber ido al estacionamiento, así que corrió hacia allá.
Celio caminaba por el estacionamiento en silencio, dando largos sorbos a la botella de vodka que tenía en la mano. Su expresión era seria y sus ojos reflejaban un rastro de melancolía. Cada paso que daba resonaba en el vacío del lugar, acompañado solo por el sonido de sus propios pensamientos.
El ambiente estaba cargado de tensión mientras su mente se debatía entre la confusión y la rabia. No entendía cómo había llegado a esa fiesta, rodeado de personas que no le interesaban y con quienes no tenía conexión alguna. Se sentía fuera de lugar, como si fuera un intruso en su propio mundo.
Mientras continuaba su camino, una voz rompió el silencio. Era Pete Terry, el joven arrogante que siempre conseguía lo que quería. Celio frunció el ceño al verlo acercarse, sintiendo una mezcla de irritación y desprecio. Pete se le acercó con una sonrisa desafiante en el rostro, sabiendo muy bien cómo provocar a los demás.
Los ojos de Celio se encontraron con los de Pete, chispas de fuego parecían saltar entre ellos. La tensión en el aire era palpable mientras se enfrentaban en un silencioso duelo de miradas. Celio sabía que no debía dejarse llevar por la ira, pero las palabras hirientes de Pete resonaban en su mente.
Sin decir una palabra, Celio dio un último trago al vodka y lanzó la botella vacía al suelo, rompiéndose en mil pedazos. Sus ojos se entrecerraron mientras su mirada desafiante se clavaba en Pete, como si le dijera sin palabras que no tenía miedo.
El momento se volvió tenso mientras ambos jóvenes se enfrentaban en una especie de batalla silenciosa. Celio no iba a permitir que Pete lo intimidara, no iba a dejarse pisotear. Estaba dispuesto a defender su lugar y su orgullo, sin importar las consecuencias.
El viento soplaba suavemente, llevándose consigo el eco de sus palabras no pronunciadas. Celio estaba decidido a enfrentar a Pete Terry, demostrándole que no podía jugar con él como si fuera un títere. El estacionamiento se convirtió en el escenario de una lucha de voluntades, donde solo uno de ellos saldría victorioso.
—¿Qué pasa? —inquirió Pete y señaló la botella—. ¿Ahora sí tomas? —Celio sonrió.
—¿Qué? ¿No encontraste a nadie que estuviera dispuesto a malgastar tiempo contigo? —se burló, logrando que la expresión furibunda de Pete regresara a su rostro. Se carcajeó sin pensar en que eso solo irritaba más al rubio—. Deja de intentar doblegarme, no soy del tipo que se deja amedrentar —dijo sin dejar de soltar risitas cargadas de ironía y burla.
—Sé lo que pasó en el "Queen Motel" —murmuró Pete y sonrió al no escuchar más risas. Elevó su rostro para encontrarse con los fanales carmesíes, acuchillándolo sin piedad alguna. Seguro de haber tocado un tema delicado, se dispuso a seguir—. No creo que quieras que tus papis se enteren del alboroto que se armó ahí por culpa de un noble que iba a dejarle dinero a un tipo de mala vida, ¿o sí? —Ahora era él quien reía con sarcasmo.
Era bien sabido por todos que los Briand nunca bajaban la cabeza ante nadie, ni siquiera ante la corona imperial, sin embargo, eran devotos a ella. Pero, en ese momento, Pete supo que ahora tenía al heredero único de la familia Briand, atrapado en sus manos, y podría hacer con él lo que quisiera. No podía sentirse mejor al saber eso. Aunque, lastimosamente, Terry, si bien no esperaba que el chico se arrodillara frente a él, no esperó ni por asomo que empezara a reírse a carcajadas.
—¡Por favor! —exclamó Celio, peinándose con la mano, mientras miraba a Terry con burla y superioridad—. ¡Ve y diles! —retó y se acercó a paso presuroso al rubio, quien todavía no podía reaccionar a la escena que tenía en frente—. Me ahorrarías muchas molestias —le murmuró al oído.
El ambiente tenso se espesaba mientras Pete Terry, envuelto en una mezcla de rabia e impotencia, avanzaba decididamente hacia Celio. Su mirada reflejaba una determinación feroz, y sus puños apretados denotaban su deseo de hacer justicia por sí mismo.
Sin medir las consecuencias de sus acciones, Pete se abalanzó hacia Celio, dejando escapar un grito de ira. Su puño se conectó con fuerza contra el rostro del pelinegro, provocando un sonido seco y el impacto lo hizo tambalear.
El golpe inesperado había tomado a Celio por sorpresa, quien cayó al suelo aturdido. La mirada de Pete reflejaba una mezcla de rabia y satisfacción momentánea, pero también se apreciaba una chispa de arrepentimiento en sus ojos.
La mirada desafiante de Pete se encontró con la mirada desconcertada de Celio. Aunque había logrado golpearlo, Pete se dio cuenta de que eso no iba a resolver sus problemas. La rabia seguía ardiendo en su interior, pero también había una sombra de arrepentimiento que comenzaba a emerger.
Celio se puso de pie como pudo y, sin pensarlo, lanzó un golpe directo al rostro del rubio, quien lo recibió sin poder hacer nada para defenderse. Pete retrocedió y sintió que su nariz ardía y escurría sangre. Su ira se incrementó rápidamente y tomó al duque, tambaleante por su estado de embriaguez, y lo arrastró hasta la esquina del estacionamiento, un lugar de escasa iluminación y que no estaba a simple vista.
¿Problemas? Sí, PROBLEMAS.
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