16: "El Duque Infernal"
El campus universitario estaba lleno de anticipación y emoción mientras los nuevos se preparaban para su primera gran fiesta en la facultad. El salón de eventos estaba decorado con entusiasmo, con globos multicolores y carteles festivos que daban la bienvenida a los nuevos estudiantes. El sonido de la música animada llenaba el aire, creando una atmósfera vibrante y festiva.
Los estudiantes ingresaron al salón con nerviosismo y emoción palpable. Vestidos con sus mejores atuendos, se miraban entre sí con sonrisas nerviosas, compartiendo la sensación de estar comenzando una nueva etapa en sus vidas. Las luces parpadeantes iluminaban la habitación, añadiendo un toque de magia a la ocasión.
La pista de baile se convirtió en el epicentro de la diversión. Los nuevos alumnos se mezclaron entre sí, rompiendo el hielo y formando nuevas amistades en cada movimiento. La música animada los impulsaba a dejarse llevar, a liberarse de las inhibiciones y disfrutar plenamente de la experiencia.
En un rincón del salón, un grupo de veteranos estudiantes se encontraba dispuesto a guiar y apoyar a los recién llegados. Compartían consejos sobre las asignaturas, las actividades extracurriculares y la vida en el campus. La camaradería y la solidaridad llenaban el aire, creando un ambiente acogedor y propicio para la integración de los nuevos alumnos.
Mientras tanto, en una mesa decorada con colores vivos, se encontraban una variedad de bocadillos y bebidas refrescantes. Los estudiantes disfrutaban de la comida, compartiendo anécdotas y risas mientras saboreaban las delicias culinarias. El ambiente estaba lleno de energía y júbilo, con conversaciones animadas que se entrelazaban con el ritmo de la música.
Celio, parado en frente de una mesa de aperitivos, buscaba algo que tuviese mucha azúcar, aunque no pudo encontrar nada que le apeteciese. Frunció el ceño debido al volumen de la música y posó su vista en la cerveza que tenía en mano. No era amante de aquella bebida amarillenta y amarga, pero no parecía haber más que eso por el momento, así que, bebió todo de un solo trago.
Quiso llorar de lo horrible que le supo al sentirla en su boca, pero se contuvo. Estaba por dejar el vaso sobre la mesa cuando, de improvisto, se le acercó un chico, vestía casual y tenía una sonrisa socarrona desplegada en el rostro de tez bronceada. O eso quiso creer por la luz.
—Briand, ¿no es así? —Soltó, buscando empezar una conversación con el mencionado, quien solo le asintió en silencio—. ¿Hm? No deberías tener el vaso vacío —comentó y le arrebató el vaso descartable al Duque para luego llenarlo de cerveza y devolvérselo—. Así está mejor, ¿no? Después de todo, viniste a disfrutar y no a contenerte...
—No me gusta beber demás —objetó Celio, dejando el vaso en la mesa, pero sin dejar de mirar a los ojos sonrientes del desconocido. Ni siquiera pudo saber qué colores tenían, pues la iluminación no le dejaba divisar bien los colores. Dedujo que eran claros.
Una risita de aquel chico, molestó a Celio. No entendía por qué, de repente, tenía tanta fijación en él. Ni siquiera lo conocía, pero el chico no parecía tener la intención de marcharse. Frotó su rostro y estuvo a punto de irse, pero el desconocido lo detuvo, agarrándolo con rudeza del brazo.
—¿Ya te vas? —le preguntó con inocencia fingida. Celio, por primera vez, puedo observar su vestimenta con detenimiento y notó el emblema que llevaba en la camisa. Los Caballeros Terry. Por fin, tenía la identidad de aquel tipo y se sintió enfermo al saber que estaba en la mira del hijo primogénito y heredero principal del puesto de su padre.
Pete Terry, un caballero de la familia Terry, era un individuo arrogante y presuntuoso que se consideraba por encima de los demás. Su carácter egoísta y engreído le impulsaba a buscar siempre su propio beneficio, sin importar las consecuencias. No toleraba ser contrariado y utilizaría cualquier medio necesario para obtener lo que deseara, incluso si eso significaba manipular o dañar a otros en el proceso.
Celio no se consideraba una persona agradable, pero Terry era totalmente lo que odiaba. Si bien disfrutaba de hacerles saber la verdad a los demás, no buscaba humillar a nadie que no lo mereciese. Sin embargo, Pete se metía con todos sin importarle nada y lastimaba severamente a sus compañeros de grupo o grado. Lo detestaba. Además, había sido sancionado y casi castigado con la expulsión en su segundo año, pero hizo algunas acciones "buenas" y salvó a su precioso apellido de esa vergüenza.
—¿Por qué no bailas-
—No —respondió Celio al saber lo que quería—. Te lo agradezco, pero no quiero bailar ahora ni contigo —se excusó y logró liberarse. Tampoco necesito tus manos sobre mí.
—¿No? —masculló Pete y se acercó un poco más al duque, quien lo alejó interponiéndose con su brazo estirado.
—Espacio personal. Ya te dije que no me apetece bailar. Mejor búscate a alguien que esté dispuesto a pasar tiempo contigo. —Quiso reír al notar la expresión de rabia en el rostro del caballero. Se dio media vuelta y caminó con destino a la salida. Ya se había hartado de la fiesta que catalogó como insulsa y sin gracia, parecido a una mala broma.
Sacó su teléfono y le dejó un mensaje a Beth, comentándole que se marchaba. Cuando vio que el mensaje fue entregado, guardó el aparato y siguió su camino. Se le dificultaba tanto caminar entre las personas que bailaban y bebían para luego soltar un grito y arrojar el licor para todos lados. Realmente la estaba pasando mal.
Las luces parpadeantes casi lo hicieron caer, pero mantuvo la compostura. Mientras se acercaba a la salida, en una parte de la pista, logró divisar a Frank. Se lo veía como siempre y estaba bebiendo junto a unas chicas. Ellas reían y se pegaban al rubio.
No supo si lo que le rondaba en la cabeza eran celos o qué, pero ahora podía decir que era la peor noche de su vida. Se arrepintió de haber salido siendo que podía irse con sus padres a la fiesta de familia Schelling. Cualquier otra fiesta hubiera sido mejor que esta.
Miró una vez más aquel cuadro hasta que notó que los ojos celestes también lo miraban. Ambos se miraron por unos segundos antes de que Celio fuera el primero en apartar la vista y salir del lugar sin más. Mientras caminaba por el campus, una chica se le acercó y le ofreció un vaso de vodka. Ella traía encima la botella, así que, Celio, simplemente, le quitó una y bebió de golpe.
—Oye, no tomes así —farfulló la muchacha, pero enmudeció al notar la mirada ennegrecida del pelinegro. Sin pensarlo mucho, se alejó corriendo, pero no le quitó la botella, así que, el duque siguió bebiendo mientras se marchaba.
Chales UnU
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