09: "Voces del pasado".
La casa estaba tranquila, casi vacía, salvo por el hombre que se encontraba en la sala, leyendo cómodamente un libro y bebiendo café. Sus manos se deslizaban suavemente por las páginas y sus ojos celestes se movían con rapidez. El ambiente era sereno y acogedor. Sin embargo, el repiqueteo de unos pasos ligeros y determinados rompieron todo ese ambiente.
Celio llegaba a casa con un semblante serio. Caminaba presuroso y su padre lo observó de reojo. Dejó el libro que estaba leyendo y se quitó sus anteojos. El café parecía enfriarse, pero no le importó porque sabía que Celio no estaba de buen humor y le reclamaría algo. Estaba seguro.
—Necesitamos hablar —dictaminó el pelinegro. Jerome sonrió de lado—. Y no me sonrías porque no es chiste —renegó.
Jerome ahora estaba más serio, era la primera vez que Celio lo encaraba de esa forma. Lo que sea que estuviera pasando, era serio y mucho. Su primer movimiento fue ponerse de pie y conducir a su hijo hasta el estudio.
Celio optó por sentarse en uno de los pequeños sillones del centro y Jerome se sentó en su silla, cruzándose de brazos y manteniendo una expresión seria.
—¿Y qué es? —inquirió Jerome y Celio asintió.
—No preguntes cómo lo sé, pero cuéntame por qué se desligaron de la Corona Europea. —Su padre estaba listo para hablar, pero tuvo que interrumpirlo—. Y no quiero verdades a medias porque lo sabré. —Jerome se mantuvo callado por varios minutos.
Su expresión estaba rígida y sus ojos parecían mucho más oscuros que de costumbre. Ahora, Celio no sabía si hizo bien en preguntarle.
—Estábamos siendo cazados por la Corona Europea —soltó Jerome, sobresaltando al pelinegro—. En realidad, querían desaparecerme. Hice algo que no le gustó a la Reina y puso en peligro su querido reinado. Digamos que ella estaba furiosa porque no podía manejarme a gusto y placer.
Celio mantuvo la boca cerrada, esperando escuchar lo que siempre quiso. Obtener respuestas era su mayor objetivo desde que casi siempre.
—Luc, tu abuelo, nos sacó del Imperio Europeo. Trayéndonos hasta aquí con la promesa de que no nos pasaría nada. La familia de Marion hizo exactamente lo mismo. Para ese momento, la reputación de la Reina era bastante mala. Entonces, luego de un mes ya en suelo americano, algunos hombres que trabajaban bajo el mando de la Reina, me interceptaron y secuestraron. No puedo decirte muy bien qué pasó en ese momento porque estuve drogado gran parte del tiempo, pero fue bastante aterrador. —Silencio. Jerome pareció estar rememorando todo aquello y Celio sintió culpa—. Aunque, me rescataron y pudimos deshacernos de la Reina con la ayuda del Rey americano, quien optó por realizar un pacto con la Reina.
—¿Y por qué nunca me contaron sobre esto? Fue terrible especular todo este tiempo, ¿sabes? Incluso creí que éramos algunos criminales... no sé.
—Si te hace sentir mejor, quise hacerlo, pero tu madre me prohibió hablar de esto. En parte por ti, en parte por mí y por ella. Fue una época complicada para la familia Briand. Yo estuve a punto de bajarme de la línea de sucesión, mi padre no daba abasto con todo lo que tenía que resolver, Marion estaba igual o peor que yo...
—Yo, bueno, quise saber esto desde hace mucho, pero nunca creí que sería tan delicado. Lo siento... —Celio agachó su cabeza. Estaba sintiéndose muy mal.
—No hay de qué preocuparse, pero sé que hay algo más que quieres preguntar —masculló Jerome, logrando que el pelinegro lo mirase con detenimiento—. Sí, quien me obsequió la caja musical tuvo bastante relevancia en el asunto. Aunque, fue indirectamente. No era alguien fuerte, al contrario, era débil como una ramita seca en el otoño —dijo y esbozó una enorme sonrisa.
Celio estaba bastante sorprendido. Todas sus dudas habían sido resueltas, costándole la paz a su padre. Se sentía mal por hacerle recordar momentos terribles, sin embargo, también era consciente de que tenía el derecho a saber eso.
—Muchas gracias por contármelo, aunque no quieras decirme quién fue esa persona... —agradeció Celio, poniéndose de pie para ya marcharse, no obstante, la risa de su padre lo detuvo.
—Si te lo digo, podrían generarse conflictos que no queremos generar —se excusó el rubio con una sonrisa de oreja a oreja—. Y no debes sentirte mal por preguntar, es algo de lo que te enterarías tarde o temprano. No es ningún secreto que la antigua Reina rusa fue la pesadilla de muchos.
El pelinegro asintió y acomodó sus anteojos. Estaba a punto de irse, pero corrió hacia su padre y le dio un fuerte abrazo. Jerome correspondió y se mantuvieron así hasta que, de repente, ingresó Marion al estudio.
—Mamá... —susurró Celio al ver a la pelinegra. Su rostro estaba tranquilo y mantenía una ligera sonrisa cada que lo veía, pero generalmente era lo contrario con otras personas.
—Pensé que no regresarías hasta tarde...
—Quise hablar con papá antes. Hubo algo de lo que necesitaba saber. —Ante esas palabras, Marion miró con preocupación a Jerome y este asintió, aclarando sus sospechas.
—Cariño, no sabía cómo ibas a tomarlo. Fue algo que decidí por impulso porque me doy cuenta ahora de que siempre has sido alguien compresivo y calmo. Discúlpame por ocultarte algo tan importante —habló su madre y Celio negó, abrazándola con fuerza.
—No es tu culpa. Ahora entiendo por qué decidiste algo así. —Marion besó la frente de su hijo. Y luego dejó que se marchara.
Marion mantuvo su vista fija en Jerome, esperando que dijera algo, pero este solo observaba el paisaje a través de la ventana. Estaba por hablar hasta que escuchó una risilla.
—Tranquila —le dijo su amigo, quien se giró para mirarla—, no le di nombres. Y yo estoy bien. No hay de qué preocuparse...
—Sabes que no es así. ¿Por qué accediste a hacer la velada sin consultármelo? —cuestionó la mujer y se sentó frente a Jerome. Sus ojos carmines no dejaban de escudriñar.
—Porque sabía que te negarías.
—¡Por supuesto que lo haría, Jerome! Es una tontería y puede hacerlo otra familia. ¡Debes rechazar, ahora mismo, todo lo relacionado con esa maldita velada! Si no lo haces... Al menos no invites a-
—¿De qué hablas? Es imposible hacer eso. Está en suelo americano, posee un título nobiliario y uno muy alto. No podemos simplemente olvidarnos de él cuando está en nuestras narices —objetó el Duque, poniéndose de pie.
—Entonces, no esperes que asista. —La voz de Marion era fuerte e imponente. Jerome supo que no estaba jugando, ella hablaba muy en serio.
Los ojos celestes se mostraron preocupados y luego se calmaron. Jerome se acercó a Marion y le sonrió.
—Sabes muy bien que no te sometería a algo tan cruel. No necesitas ir, solo déjame hacer esto. Hay algo que necesito resolver cuanto antes.
La mirada honesta de Jerome logró convencer a la pelinegra, quien asintió y luego sonrió con dificultad. Y ambos se quedaron parados, mirándose y sonriendo de esa manera confidente. Los dos sabían que había llegado la hora de dar por finalizado todo.
:0 Potente.
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