2.
Aun estaba ensimismada observando su sonrisa. Debía ser uno los chicos por lo cual ella siempre huía.
Las personas narcisistas no iban con ella, eso estaba claro.
—No me hagas reír, Jungkook — pronunció su nombre lentamente, también sonriendo.
—Deja la conversa y vamos a la acción, ¿no? —dijo Kev acercándose a Yongmin y sujetándole las manos.
Jungkook de acercó a golpearlo, pero dos de los idiotas amigos de Kev lo tomaron por sorpresa dejándolo inmóvil y por más fuerza que hacía, no podía zafarse. De pronto, un golpe certero en el estómago lo dejó de rodillas en en el suelo y sin aire, mientras Yongmin forcejeaba con Kev.
—¿Y ahora qué, bombón? ¿Vas a gritar despavorida aclamando por ayuda? —el idiota puso una falsa cara de pena, para luego explotar en carcajadas.
—Kev... mi querido Kev — ella sonrió — se te olvida que aún tengo piernas... — al instante, un dolor punzante invadió la entrepierna del chico, haciendo que se retorciera de dolor tirado en el suelo. Un certero rodillazo en su zona íntima, la base de la defensa personal.
—¡Maldita... puta! — gritó haciendo que Yongmin le diera otra patada en el suelo.
—No, no, no Kev — dijo mientras se agachaba — jamás trates a una dama de esa manera, eso explica porque siempre vas con hombres. — le respondió divertida. Kev a duras penas se levantó e intentó nuevamente agarrarla, pero esta más hábil, empuñando su mano derecha le dio un perfecto gancho, dejandole la nariz rota y ensangrentada.
En tanto Jungkook, miraba bastante impactado la escena. Nunca había visto a una mujer más sensual, atrevida, y buena golpeando que la chica que tenía en frente. Aunque estaba claro que intentar meterse con ella, sería toda una proeza.
—¡Kev! — el cuarto amigo del delincuente corrió a socorrer a su amigo. Que yacía en el suelo casi inconsciente.
—Ya va, imbéciles. Sueltenlo — Yongmin se dirigió a los otros tarados que tenían prisionero al chico, con un tono bastante duro, logrando que los cobardes lo soltaran inmediatamente. Jungkook ya había olvidado el dolor y miraba a la chica como si fuera de otro planeta. — ¿estás bien? — le preguntó Yongmin con cierta preocupación. Claramente no mucha.
—Si... — le respondió hundido en aquellos ojos color miel, grandes y redondos, dejando ver lo hermosa que era aquella chica — ¿y tú?
—Perfecto — sonrió ella — bueno, creo que me voy. Hace rato debí irme, pero mira en el lío que me he metido por tu culpa, bonito — Yongmin se volteó y comenzó a caminar hacia su moto, mientras Jungkook contemplaba el vaivén de sus caderas.
—¡Ahora si estás muerta, Yongmin! — escuchó gritar a Kev, quien ya se marchaba con sus amigos. Ella dio una ligera sonrisa y echó a andar su moto y por fin terminar de irse.
—Yongmin... — murmuró Jungkook al escuchar el nombre. Definitivamente esa chica era increíble, lo había dejado embobado con sus dotes de boxeo, lo cual él también practicaba, pero lamentablemente había quedado en ridículo ya que no pudo hacer absolutamente nada por defenderse.
Definitivamente lo había dejado impresionado.
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La mañana del lunes ya caía y el sol se colaba entre las cortinas de la habitación de la castaña, haciendo que su ceño se frunciera al sentir la potente luz en sus ojos. De pronto, un suave beso se dejó caer en su mejilla y unos brazos se enlazaban en su cuello, haciéndola despertar por completo.
—Seung, ¿qué haces despierto tan temprano? — le pregunta abriendo los ojos y observando el puchero que hacia su hermano menor.
—Nanita... —susurró el pequeño. Nanita para él, era lo mismo que hermanita y siempre la había llamado así. — tengo que ir a la escuela y mi abuelita no está, ha ido al doctor esta mañana. No tengo quien me vaya a dejar. — el niño la observaba con sus grandes ojos color miel, iguales a los de ella y unas largas pestañas lo acompañaban. Eran muy parecidos, el gen de su madre era el fuerte.
—Eso si es un problema — Yongmin debía ser responsable por su hermano — está bien... Ve a vestirte que te preparo el desayuno y luego te voy a dejar, ¿si? — lo animó.
—¿Podemos ir en tu moto? — preguntó con gran estusiasmo el pequeño.
—No, iremos caminando. Aun eres muy chico para ir en moto. Pero ya crecerás hermanito — le respondió Yongmin con frescura y despeinando su cabello.
—Bueno... —aceptó resignado el niño.
—Ya, ve a cambiarte rápido. Te estaré esperando abajo — le indicó para luego besar la frente de su hermano, quien para ella, era como un hijo.
Se levantó animada. La verdad es que realizar cosas tan básicas como ir a dejar a su hermano al colegio, la hacía sentir que aún tenía una familia. Y aunque solo fueran Seung y Bae, ellos eran los más importantes para ella.
Se vistió con una polera azul marina de tiras anchas, jeans ajustados color gris, botines negros y encima su toque de siempre, su fiel chaqueta negra de cuero. Esta vez no maquilló sus ojos de con su amado delineador negro como de costumbre, sino que sólo curvó sus largas pestañas y aplicó rimel, un toque de lápiz labial rosa y ya estaba. Bastante sobria pensó. Pero iba a una escuela de niños y no quería dar una mala impresión a las madres. Sabía muy bien como eran las personas mayores.
Aunque claro, no le importaba lo que dijeran sobre ella si la veían con su estilo de siempre, pero no sería bueno si su hermano fuera el centro de las críticas por culpa de ella. Podría tolerarlo, pero Seung no.
—Enano, vamos que se nos hace tarde — apuró mientras el niño colocaba su mochila tras su espalda. Tomó su mano, y cerrando la puerta de la casa emprendieron rumbo a la escuela.
—Nana... —le dijo el pequeño — el otro día un compañero me preguntó que porque siempre mi abuela me venía a dejar y no mi mamá — explicó el niño con cierta tristeza. Lo cierto es que Seung no recuerda a sus padres, pues ellos murieron cuando él apenas tenía dos años.
—¿Qué les respondiste? — preguntó sumida en los recuerdos de cuando su mamá la iba a dejar a esa escuela, donde realmente fue infeliz.
—Le dije que tú trabajas hasta muy tarde y dormías en el el día por el cansancio — eso a ella le estrujó el corazón e hizo que un nudo se le hiciera en la garganta.
—Seung, tú sabes que nuestros padres mu...
—Si, lo sé — interrumpió el niño. Para tener ocho años era muy inteligente. — pero tú siempre has sido como una madre para mí, siempre estás pendiente de que no me falte nada, me ayudas con mis tareas cuando puedes y me cuidas igual como lo hace mi abuela Bae, así que eres igual que una madre para mí — el niño la miró y le dio una sonrisa armoniosa. Sonrisa que a Yongmin la llenó de orgullo. — aunque sé que no trabajas, pero pronto lo harás. — le dijo para soltar una carcajada. Lo miró mal, pero de todas formas se unió a su risa.
—¿Sabes que te amo mucho? Con toda mi alma enano. Eres lo más preciado que tengo en esta vida — se agachó quedando a su altura y dándole un apretado abrazo.
—Yo también te amo nana, eres la mejor madre—hermana del mundo.
Se echó a reír con la ocurrencia de su hermano. Siempre decía aquellas cosas que la dejaban con su corazón lleno de amor.
Al llegar a la escuela, Seung besó efusivamente la mejilla de su hermana y se entró al recinto escolar en compañía de una pequeña niña. Ella no podía dejar de pensar en lo importante que era ese niño en su vida. Pero había algo que la inquietaba, y es que Bae no le dijo que debía ir al doctor y necesitaba saber que le ocurría, quizás se sentía enferma y no le había dicho, más que mal la mujer ya tenía 73 años y las enfermedades a esa edad son muy fáciles de contraer.
—Bae, ¿llegaste a casa? — preguntó Yongmin al momento de llegar a casa, colgando su chaqueta en el perchero de la esquina, pero no escuchó respuesta alguna. Caminó en dirección a la habitación de su abuela y ahí la vio recostada en su cama con los ojos cerrados — te quedaste dormida viejita — susurró colocándole una manta encima y salió lentamente de la habitación tratando de no hacer ruido para no despertarla.
A la anciana una lágrima le caía por el rabillo del ojo al escuchar la puerta cerrase. No estaba dormida.
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Caía la noche. Yongmin se introdujo en su habitación para arreglarse y salir con sus amigos. Bae había preparado la cena, pero ella no tenía apetito, así que dejándolo un sonoro beso en la mejilla a su hermano y abuela, salió de casa para montarse en su moto e ir rumbo al pub.
—Ey, hola... — escuchó una voz masculina a sus espaldas, mientras ella bebía su cerveza, hablaba con Taeyang y Hyemin en la barra del pub. Giró y se sorprendió al encontrarse con el chico de piel blanca y sonrisa linda. Esto no podía ser cierto. A veces las casualidades podían ser muy graciosas.
Jungkook se encontraba de pie, con las manos en sus bolsillos.
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