Capítulo 13
Lo primero que sintió esa mañana al despertar, fueron los brazos en su cintura, y sonrió sin abrir los ojos. Llevaban dos semanas en Barcelona. Dos largas semanas. Dos semanas compartiendo la misma cama. Como una pareja.
Intentó removerse, pero en ese momento, todo se volvió tenso. Había algo presionando en su espalda baja. Algo estaba lastimando su espalda baja. Podía deducir que era grande, y se sentía duro.
Sus ojos se abrieron, y sus mejillas se tiñeron de color rojo intenso. En todos esos días, nada de esto había pasado. Ni siquiera por error. Sólo ese día.
Jennie estaba controlando su respiración para no salir corriendo de la vergüenza, pero no sólo sentía vergüenza. Nunca, nunca, nunca en toda su vida, le había sucedido eso. Estaba totalmente húmeda. Más que húmeda. Estaba hecha un desastre. Sentía calor en la parte baja de su abdomen, y un dolor poco explicable. En los celos, por lo general, su libido sexual aumentaba, pero ella no estaba en celo, no tenía por qué estar así. Roseanne era la culpable de eso.
Tengo que salir de aquí. Ahora.
Para su mala suerte, Roseanne no la dejaba escapar con facilidad. No la dejaba escapar por las noches. Tenía que rogarle a que afloje un poquito. No estaba en condiciones para rogar.
—Roseanne.
Llamó al cuerpo inconsciente, que la abrazaba con protección contra su pecho, y la mantenía pegada a ella.
—Roseanne, tengo... Tengo que ir al baño.
—No.
Soltó adormilada, dejando un beso en la nuca de la omega. Fue una terrible idea. Aquella corriente fue por todo su cuerpo, para acabar en su abdomen bajo, provocando que doliera aún más.
—Por favor. Es urgente.
—Mi omega —gruñó despacio, para intentar volver a caer en el sueño profundo en el que estaba hace pocos minutos— Mía.
—Roseanne.
—No. No quiero dejarte ir.
—Será corto.
—No.
La alfa exclamó con desagrado. Odiaba tener que separarse de Jennie, pero no podía obligarla a estar a su lado. Soltó el agarre en su cintura, y se alejó de la omega.
Jennie sonrió para sí misma, y en menos de tres segundos, se encerró en el baño. Podía ver lo acalorada de se encontraba, y suspiró. No sabía qué hacer.
El dolor en su abdomen continuaba. Deseaba salir de ese baño, y no volver a ver a Roseanne por lo que le quedaba de vida. Era una situación vergonzosa. Estaban cerca. Habían estado cerca muchos días, pero era la primera vez que lo sentía. Lo sintió en su espalda baja.
No podía mentir, y estaba curiosa respecto a eso. Claro que lo estaba. Seguía siendo hormonal, sobre todo si se trataba de Roseanne. La descontrolaba con su simple aroma.
Sus dinámicas las últimas dos semanas se basaban en despertar y desayunar juntas, tener que despedirse y que Roseanne le prometa que se cuidará mucho. Recorrer lugares turísticos de la ciudad, y ayudar a Lisa en lo que más pudiera, hasta que cayera la noche, en la cual se fundía con la mayor en muchos abrazos, hasta caer en un sueño profundo. Habían tenido bastantes conversaciones interesantes, y Jennie cada día podía decir que conocía más a Roseanne, y se maravillaba con la personalidad tan increíble.
No había pasado nada más que un beso en la frente, o en los hombros, incluso en la nuca, pero nada más. Eso frustraba a Jennie. Deseaba tener el valor para besarla. Lo había imaginado varias veces, y no sabía que sentir.
Sonrió idiotamente, pero recordó su problema. La única solución sería tomar una ducha. Aún no aparecía Lisa con el desayuno. Podía estar tranquila.
La puerta del baño se abrió de golpe, y se cerró con la misma velocidad. Si creía que su amiga beta no se encontraba allí, se había equivocado. En su sonrisa, se notaba algo diferente, como si se estuviera burlando de algo o alguien.
—Buenos días, Jennie. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Todo sigue en su lugar?
—Asumo que sí. ¿Tú estás bien?
—Sí, apestas a Roseanne por todos lados. ¿Pasó algo?
—Sólo dormir.
—Insisto que la resistencia que ustedes tienen es admirable. En tu lugar, ya estaría marcada, mordida y cogida por todos lados. ¿Cómo es que Roseanne no te calienta? ¿Acaso no sientes nada? No lo entiendo. Empezaré a fijarme en ella si no hacen lo que deberían.
—¿Y qué deberíamos? Nada. Ella y yo, estamos bien así.
—Roseanne va a terminar con las bolas azules si siguen así. En vez de cortarle las bolas, le van a explotar.
Jennie negó con la cabeza ante las palabras de Lisa. No le interesaba saber sobre esas cosas. Era suficiente con dormir todas las noches pegada a ella.
—Vamos a desayunar.
La omega recordó su problema esencial. Ella estaba húmeda hasta más no poder. Tuvo que escapar de los brazos de Roseanne, para no sufrir la peor vergüenza de su vida. Necesitaba un consejo de alguien, para lidiar con esas extrañas, pero placenteras sensaciones.
—Tengo que ducharme. Cuando termine, iré.
—Bien, si me encuentras sin pezones, sabes que es por ti.
Salió del baño, cerrando la puerta a sus espaldas, y Jennie sintió un poco de libertad. La pijama cayó al suelo, y la omega dejó que el agua tibia, ayudará un poco para relajar sus músculos. No había nada más por hacer.
Había ropa en la cubierta de mármol de aquel baño, y agradeció a la persona causante de eso. Cuando estuvo lista, se observó al espejo, aún podía notar el sonrojo en sus mejillas.
Roseanne, ¿Qué estás haciendo conmigo?
En el balcón del baño, una suave risa llenó el ambiente, y automáticamente, Jennie sonrió con alegría. Se acercó hasta el lugar, y observó a Roseanne, junto a Lisa. Parecía que le estuvieran haciendo cosquillas. Roseanne poseía muchísimas dualidades que le llamaban la atención. Se mostraba seria y desagradable, pero al conocer la amabilidad que se escondía detrás de esa persona, todas esas ideas desaparecían.
—Ya. Nada más. Muchas cosquillas por hoy.
Estaba roja como un tomate, y se recuperaba del ataque de Lisa, que asintió con la cabeza, para alejarse de Roseanne, y caminar hasta Jennie. La tomó por el brazo, y la sentó en esa pequeña mesa para dos personas. Era la primera vez que utilizarían ese lugar.
—Las dejo, pequeñitas. Se me cuidan. Ya tienes todo lo que me pediste, mucha suerte. Espero que al volver, tengan las cosas resueltas. Disfruten mucho estos días. Sé gentil, Roseanne.
—Cállate.
—Con cuidado.
—Ya te escuché.
—Mucho cuidado —recalcó mirando fijamente a su amiga— Dale mucho amor.
—Lisa, ya lo entendí.
Abrazó a Roseanne fugazmente, para después lanzarse a los brazos de una confundida, pero emocionada Jennie. No entendía porque se despedía de Roseanne, como si se fuera a ir. Su pecho vibraba de expectación.
—Cuídate mucho, y disfruta. Ella es estúpida, pero le gustas. Le gustas mucho. Tienes todo guardado. Lo necesario. No olvides tomar los supresores.
Sin más, desapareció por la puerta de la entrada a la habitación. Ni siquiera le había dado tiempo de preguntas. La única persona que podría responderle estaba frente a ella, con la cabeza agachada, y parecía estar jugando con el borde de su polera gris.
Roseanne se estaba debatiendo entre hacerlo o no haberlo. Sería idiota si no se atrevía a hacerlo, pero tenía miedo. Miedo al rechazo de Jennie. Una cosa era lo que sucedía entre ellas, y lo otro, era lo que deseaba que ocurriera.
—¿T-tienes hambre?
Rompió el denso silencio que se formó desde que Lisa abandonó la habitación. La omega asintió rápidamente, y se sentó frente a la mayor, que intentaba disimular su nerviosismo y su pánico, pero era difícil. Mordía su labio inferior con muchísima fuerza. Parecía que en cualquier momento, terminaría lastimándose. Jennie la observaba con curiosidad. Estaba segura que Roseanne se estaba debatiendo entre una cosa y otra. A ella no le importaba lo que fuera, sólo quería que se relajase, y soltara las palabras, y de paso, liberase ese pobre labio enrojecido.
—Dilo. Lo que sea que quieres decirme. Te escucho.
—Pues, es un poco difícil de pedir. No sé...
—¿Pasa algo malo? ¿Deberíamos preocuparnos?
—No. No lo sé, para mí no es malo. Para ti, puede ser malo. Una mala idea.
—¿Por?
—Quería invitarte a un lugar. Sólo tú y yo. Quedarnos allí por unos días, hasta que mi padre finalice los últimos detalles. No tengo más por hacer. Todo es una idea. Si no quieres, no vamos.
Para no demostrar nerviosismo ante la petición de Roseanne, la omega se dedicó a beber el té frente a ella, y cuando se acabó, colocó más en la taza blanca. Su atención no podía caer en la alfa de ojos suplicantes. No sabía que decir, o como reaccionar. Había estado con Roseanne, pero con personas a su alrededor. No imaginaba lo que podría pasar con unos días a solas. Completamente a solas.
Una corriente cruzó su espalda, hasta llegar a la punta de sus dedos. Podía sentir la expectación latiendo y vibrando. No sabía que responder, como responder.
No seas cobarde. Responde con la verdad.
—¿Y quién más va a ir?
—Oh, nadie. Creí... Bueno, yo creí que podía ser una buena idea. ¿Es una buena idea o me estoy precipitando a las cosas? ¿Te estoy incomodando?
Esperó por una respuesta, y en cambio, recibió un gesto de negación con la cabeza, pero no sabía a cuál de sus preguntas correspondía. Roseanne a ese punto, ya estaba con ganas de esconderse en algún lugar seguro, y no salir en mil años. Su idea había sido un fracaso.
—Bien.... Creo que sí. Sería para conocernos un poco mejor. Lejos de todo.
Las mejillas redondas y llenas estaban completamente encendidas. Sus ojos brillaban y sus manos sudaban por los nervios. Intentó concentrarse en el desayuno, pero tener a Roseanne con esa sonrisa en su rostro, le complicaba la existencia. Sacaba toda la coherencia de sus pensamientos.
La mayor, abandonó el lugar después de varios minutos. Jennie se sintió un poco aliviada. No iba a soportar días a solas con esa mujer. Tendría problemas de salud, al corazón o de respiración. No entendía porque se encontraba tan nerviosa. Habían pasado varios días juntas, pero estar a solas, significaba mucho. Era diferente, y la omega, lo tenía claro.
Debía ser honesta consigo misma, y aceptar, que al final, la idea realmente le agradaba. Estaba nerviosa, ansiosa y aterrada, pero también, le gustaba. No sabía cómo manejar aquella situación. Una parte de ella, lo deseaba con fuerzas, y la otra parte, quería asesinar esa parte que aceptaba a Roseanne, para pensar claramente.
Sólo serán unos días. ¿Qué puede pasar en unos días? No va a violarme. ¿Va a violarme? No puede hacer eso. Su familia la mataría. Ella puede hacerlo si quisiera, tiene poder.
Movió su cabeza de lado a lado para sacar esas ideas. Roseanne no le había tocado un solo cabello en ese aspecto. Podría estar segura con ella. Aunque a esa parte racional odiase admitirlo, Roseanne no le pondría una mano encima sin su consentimiento. Ella tenía el control. Así lo sentía, y esa era la realidad de las cosas. Jennie tenía el control.
Esperó pacientemente por Roseanne, que se estaba dando la ducha más larga del mundo. Llevaba bastante tiempo en el baño, y por su parte, se preguntaba si la alfa se encontraba bien.
Al sentir el familiar aroma, Jennie buscó con la mirada a la alfa, y la encontró guardando lo que parecía un juego de llaves en su bolsillo.
—Yo... ¿Estás lista?
—Sí.
Ambas salieron por la puerta de la habitación con dirección a la primera planta del hotel. Allí estaba Yeri junto a Jisoo.
La omega y la beta compartieron miradas. Era la primera vez que la miraba desde que había ingresado a la casa. Sus piernas comenzaron a temblar, y buscó apoyo en Roseanne.
Se acercaron a el par, y cuando estuvieron frente a frente, Jennie agachó la cabeza con vergüenza. Jisoo era su compañera de trabajo. Ambas debían investigar a la familia, y ella, estaba disfrutando junto a Roseanne.
—Jennie, es bueno verte. No habíamos tenido la oportunidad.
Soltó con nerviosismo, para llamar la atención de la chica. Le sonrió de lado, y a pesar de que quería sentarse a hablar con ella, no podría hacerlo, menos si estaban en ese lugar del hotel. Sería arriesgado.
—Cuando volvamos a Seúl, hablamos.
[🌠]
El camino hasta aquel lugar fue bastante calmado. Jennie creía que iba a estar tenso, pero la quietud de Roseanne, le generaba paz.
Manejaba con tranquilidad, dándole espacio a los otros vehículos, y respetando las normas de tráfico. Era bastante divertido ver a Roseanne en esa faceta. Parecía otra persona.
Llegaron a una casa, ubicada en un sector extremadamente tranquilo. No habían muchas viviendas cercanas a esa. Era bonita. Demasiado bonita, y colorida. Contrastaba muchísimo con la casa de Seúl o el hotel en el que se estaban hospedando.
Poseía techos altos, vigas de madera que se dejaban ver, y paredes llenas de colores interesantes. Varios adornos agradables, pero sin duda lo mejor era la vista. Tenía muchísimos ventanales, que daban hacia el jardín trasero. Los pies de la omega se movieron automáticamente hasta ese lugar.
Había un camino hasta la playa. La playa se encontraba a pocos metros. Tenían un acceso directo hasta ese lugar. Era mágico. Totalmente mágico.
—¿Dónde estamos?
—Es la casa de mis padres. Una de muchas, pero la favorita de toda la familia. Barcelona es especial.
—Ya lo veo. Este lugar es increíble
—Sí. Se supone que mis padres esperan que algún día, Mina y yo, vengamos con nuestros hijos, y les hablemos de ellos. Siempre dicen que van a morir juntos, y que no tendrán la oportunidad de conocer a sus nietos. Ni siquiera sé si podré tener hijos.
—¿N-no quieres?
—No depende de mí. Yo podré desearlo mucho. Lo hago. Tendría cinco hijos si pudiera, pero no es mi cuerpo el que se somete a un embarazo. Yo no voy a sufrir náuseas, y tampoco tendré que dar a luz.
—Entonces, ¿Cinco hijos?
—Pues, sí. ¿Es demasiado? La gente siempre se queda un poco extrañada. No suelen verse familias numerosas en estos tiempos.
La omega negó con la cabeza, y buscó la mirada de Roseanne. No estaban lejos, pero Jennie la necesitaba más cerca. Siempre la necesitaría cerca. Pareció entender aquel sutil gesto, y se acercó, con pasos temblorosos hasta la castaña. Estaban observando el horizonte, donde se veía la masa de agua danzar tranquilamente.
—Yo también quiero tener muchos hijos. Los imagino corriendo de lado a lado, causando desastres, pero es complicado desde este lado. Mi vida, siempre será para el alfa que me marque. No tengo opciones de escapar de ese destino.
A pesar de tener aceptado su destino de omega, siempre dolía saber que iba a depender de otra persona eternamente. Cuando fuera marcada, su vida cambiaría rotundamente. Viviría y moriría por su alfa. Dependería de él... Más bien, de ella. Dependería de la persona a su izquierda.
Roseanne la observaba en silencio, analizando sus palabras, y disimulando en parte, el dolor que estaba sintiendo. Jennie no la quería. No podía confundirse. Una cosa era el contacto físico y emocional que habían tenido, y otra diferente, era que la aceptara. Aún no la aceptaba como ella lo imaginaba.
—Entiendo.
—Aún me sorprendo que no me hayas marcado a la fuerza, o que no... Que no me hayas tomado a la fuerza.
Los ojos de Roseanne se abrieron con sorpresa, y alejó su cuerpo del cuerpo de la omega. No sabía cómo reaccionar ante esas palabras. ¿Había hecho algo malo? ¿Se había sobrepasado con alguna de sus acciones?
Comenzó a hacer memoria de todo lo sucedido, y fue hasta esa mañana. Se maldijo internamente, y tomó aire. Se sentía idiota, incluso, aprovechadora. En esos momentos, sintió asco de sí misma.
—Lo siento, Jennie. Realmente lo siento, he sobrepasado tus límites.
—¿Qué? ¿De qué límites hablas?
—Lo siento mucho. No volverá a pasar. Si en alguna otra ocasión he sido invasiva contigo, no me he percatado. Mantendré mi distancia.
—No entiendo de lo que hablar. ¿Por qué quieres mantener tu distancia? ¿H-hice algo mal?
—Yo hice algo mal. No es culpa tuya. Lo hago por tu comodidad. Crees que voy a abusar de ti.
—¿Lo harías?
—No. Yo no quiero hacerte daño. No es mi intención lastimarte.
¿Y cuál es tu intención conmigo? ¿Cuidarme? ¿Divertirte? ¿Quererme? ¿Amarme?
—¿Entonces? Deberías decirme que quieres de mí. Podríamos empezar por esa parte.
La omega le mostró una sonrisa ladina, y comenzó a caminar hacia la playa a pocos metros de distancia.
El lugar era una maravilla. Un paraíso totalmente. Un paraíso en el cual podrían disfrutar esos días sin ningún tipo de inconveniente. Jennie esperaba que Roseanne fuera a buscarla, y que le explicase las cosas. Deseaba escucharlo. A pesar de estar relativamente bien, necesitaba escuchar palabras mágicas, que la impulsaran.
Dejó sus zapatos de lado, y se acercó a las tranquilas aguas. Con sólo tocarla, sonrió ampliamente. Amaba ese lugar, y llevaba poco tiempo allí.
La presencia de un cachorro la sacó de sus pensamientos. Era un Golden Retriever de un dorado pelaje. La rodeaba de manera juguetona, y su cola se movía de lado a lado.
—Hola amigo, ¿cómo te llamas?
—Manju —una suave voz respondió a sus espaldas. No era necesario darse vuelta para saber de quién se trataba— Es uno de los cachorros de la familia que cuida la casa. Tiene pocos meses.
—Eres muy bonito, Manju. Es un placer conocerte, pequeñito. Aunque no eres muy pequeño que digamos. Estas enorme.
Se agachó al lado del animal, y automáticamente, recibió el afecto del cachorro. Le devolvió el gesto, bajo la atenta mirada de Roseanne, que no podía dejar de sonreír ante esa imagen. Jennie era la persona más perfecta del mundo.
Se sentó a su lado, dejando un poco de distancia, y con nerviosismo, le extendió el girasol que tenía entre sus manos. La omega me envió una sonrisa contagiosa, y negó con la mirada.
"Tienes que ser valiente, hermanita. Valiente. El amor se trata de eso. Arriésgate. Dile las cosas como las sientes. ¿Qué puedes perder? Nada. No están casadas, y tampoco tienen hijos. No hay nada que pueda quitarte. Y si realmente no te quiere, puedes encontrar a otra omega."
Las palabras de Mina retumbaban en su cabeza. Tenía que ser valiente. Esa conversación la había impulsado a hacer todo eso.
Su corazón latía con fuerza, mientras su vista divagaba en la danza marina, que le transmitía tranquilidad. Necesitaba estar tranquila, porque los nervios la iban a volverla loca. Nunca le había interesado alguien, románticamente, hasta conocer a Jennie. Y sumándose a eso, estaba su timidez. Realmente estaba sufriendo al tener que hablar de manera clara a sus sentimientos.
—Me gustas —soltó de la nada, botando todo el aire que tenía en sus pulmones— Me gustas mucho.
—Ya lo sé.
—Bien. Lo sabes.
—¿Qué es lo que quieres conseguir de mí?
—Pues... Todo. Lo quiero todo de ti. Hasta lo que no quieres. Quiero ser tu amiga, y tu confidente. Que te sientas cómoda. Quiero tu aprecio, al menos. No lo sé. Lo que tú me des, estará bien. Si sólo puedes darme tu amistad, la aceptaré. No quiero obligarte a nada. Aceptaré cualquier condición. Tú tienes el control aquí.
—Necesito que seas más precisa con tus palabras.
Dime lo que quieres. Te lo daré. Lo que sea. Es tuyo. Siempre ha sido tuyo.
Roseanne estaba sufriendo. Estaba sufriendo a causa de su estupidez. Quería salir corriendo. Era cobarde. Demasiado cobarde, y para el amor, se necesitaba valentía. Valentía que no tenía con ella.
—Olvídalo...
Se levantó del suelo, y salió caminando rápidamente por el camino hasta la playa, dejando a Jennie completamente sola, confundida y sobre todo, triste. Esperaba esas palabras. Quería escucharla. Quería sentirse realmente segura de todo eso. La única persona que podía darle esa seguridad había escapado. Había huido.
Sintió como una lágrima descendía por su mejilla. Había dejado todo en manos de Roseanne al rogarle que la llevase con ella a Barcelona. Le había entregado todo lo que tenía fuera de esa casa, a ella, y lo único que necesitaba escuchar, eran palabras que la hicieran sentir segura de lo que estaba haciendo.
No podía exigir nada. No estaba en condiciones de nada. Ella estaba allí voluntariamente. Ella quería estar allí. Toda la culpa, era suya.
Aunque Roseanne huyera mil veces, ella seguiría igual de entregada a su alfa. Ya estaba perdida en sus sentimientos. No quedaba nada por hacer.
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