La historia que les voy a contar posee más de mil años de antigüedad.

En aquella época en donde no existían los modernos aparatos tecnológicos, ni las cómodas casas hechas a base de ladrillo.

Los simples mortales, conocidos como humanos, vivían y convivían en armonía con lo dioses.

Existían ocho dioses catalogados como 'pilares' por los seres humanos a causa de sus actos bondadosos.

Los denominados pilares son los dioses encargados de mantener todo el orden en la virgen tierra, usando así sus diversas habilidades.

Sin embargo, como en todo, siempre debe haber una balanza entre el bien y el mal.

Y los dioses no eran la excepción.

Aunque la balanza no se estubiera pesando bien.

Así como existían los pilares, existía un dios que se caracterizaba por dar tristeza y desesperanza a todo lo que tocará.

Este Dios se conoce como el dios de la tristeza.

Terminó mal dicho, ya que su fundamento principal es el agua.

Y todos sabemos que el agua, aparte de componer el 75 % de nuestro organismo, es fundamental en nuestras vidas mortales.

Asi cómo fue juzgado de errónea manera, el dios de la tristeza era el más solitario de sus hermanos poderosos.

Bueno, asi era hasta que en la tierra una luz brillante con ojos y cabellos carmines nació para iluminar su oscuro sendero.