No se porqué mi madre tiene la obsesión de siempre tener velas en la casa, es decir, velas de todos los aromas.

Tenemos velas con olor a vainilla, lavanda, naranja y canela. Pero al parecer no son suficientes, y también necesita una con aroma a coco. Razón por la cual me hallo ahora de camino hacia el centro comercial más cercano, para poder comprarlas, sí, en plural, quiere cinco.

Quizás pueda comprarle una a Jungkook, él siempre ha sido muy sensible a los olores. Su habitación usualmente huele a jazmín.

Detengo mis pasos al escuchar esa voz familiar que nunca podría confundir.

Me acerco al mallado de alambre que encierra la cancha de baloncesto del parque, en el cual Jungkook entrena. No es raro que esté aquí, después de todo es martes.

Oh, es miércoles, me percato al revisar la fecha en mi celular. De cualquier manera, sería buena idea saludarle ya que estoy de paso.

Mis pies dejan de responder al ver a Jungkook de costado frente a Hoyeon. Ambos permanecen sentados en los escalones de las graderías.

No está bien husmear en conversaciones ajenas, pero no puedo evitar sentir un atisbo de curiosidad. ¿Si escucho dos minutos no me hará daño, verdad?

Me corro lo suficiente para que la pared de ladrillo cubra mi presencia. Inclino la cabeza tan solo un poco, lo necesario para poder oír.

—Jungkook, tan solo dilo, no le des tantas vueltas —Hoyeon se escucha un poco exasperada.

—Es difícil, dame unos segundos —alcanzo a divisar como Jungkook saca una carta de su bolsillo y la tiende frente a él para empezar a leer—. D-desde que...

—Oye, mírame. Respira y cuenta hasta tres, luego lo sueltas. ¿Bien?

—No p-puedo...

—Entonces al menos intenta decir el final, ¿sí?

—Okay...

De pronto me comienzo a sentir nervioso y siento mis manos sudar. ¿Debería irme?

—Sé que es repentino, hemos sido amigos durante mucho tiempo... Pero no puedo seguir escondiendo mis sentimientos. T-tus ojos son lo primero que viene a mi mente al despertar y mi corazón late desenfrenado cada vez que te veo sonreír.

No me doy cuenta hasta que veo mis manos, que mi cuerpo está tiritando. Tengo miedo de que los sonidos de mi corazón rompiéndose suenen tan alto que puedan ser escuchados.

Me está costando respirar, quiero irme, pero no sé porqué mis pies no se mueven.

—Jungkook..., dilo.

La voz de Hoyeon me trae devuelta a tierra, quizás me perdí la mitad de la confesión, pero no me importa.

—Si aceptaras salir conmigo, me harías el chico más feliz de todos.

Es suficiente, no puedo seguir aquí.

Me muevo tan rápido que no me doy cuenta del canasto de basura de metal ubicado a mi costado.

—¡Auch! —suelto un quejido al sentir impactar el canasto contra mi abdomen—. Demonios.

—¿Taehyung?

Me quedo frío al ver a Jungkook y Hoyeon mirando a mi dirección, con expresiones de sorpresa.

—L-lo siento, no quise interrumpir —fracaso en evitar tartamudear—. P-pueden seguir con lo suyo.

Y me odio porque no pude resguardar la lágrima que ahora se desliza por mi mejilla.

De manera estúpida corro lejos de la cancha, lejos de ellos, lejos de mis sentimientos.

—¡Taehyung, espera! ¡Taehyung!

Esto no es una película de adolescentes, pero no puedo evitar huir. No quiero explicar porqué estaba ahí, no puedo sacar una buena excusa cuando mis mejillas están empapadas.

Oigo las pisadas y llamadas de Jungkook detrás mío. Hago un esfuerzo inhumano para ignorarlo, para seguir mis pasos y que mis pulmones dejen de arder. Porque sollozar y correr al mismo tiempo no es  la mejor combinación de resistencia.

Agradezco no haber tropezado en el camino al llegar por fin a la puerta de mi casa. Inserto la llave en la rendija y la abro.

Termino cerrándola de un portazo frente a Jungkook.

Tomo una bocanada de aire. Mi espalda se desliza contra la puerta, hasta quedar sentado en el suelo y con el rostro escondido entre mis piernas.

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𝓢𝓵𝓲𝓹𝓹𝓲𝓷𝓰 𝓽𝓱𝓻𝓸𝓾𝓰𝓱 𝓶𝔂 𝓯𝓲𝓷𝓰𝓮𝓻𝓼 𝓪𝓵𝓵 𝓽𝓱𝓮 𝓽𝓲𝓶𝓮.