#13 final: Todo por él.
Ethan miraba a su madre, no podía creerlo. Estaba totalmente desconcertado.
—¡¿Por qué él?! —exasperó el Príncipe—. ¡Si querías desahogarte con alguien, tenías que hacerlo conmigo! N-no, él no... —farfulló agitado. Su pecho subía y bajaba, su respiración era irregular y sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, pero no lloró.
Ya se quebró.
—Porque tú no acabarías con esa tonta relación. Bueno, después de todo, el Duque tampoco lo hizo. En fin, esto no acabará aquí Lenin, todavía tengo planes para ti y ese mocoso impertinente —habló Ágata y le restó importancia al asunto—. Podría hacerle pasar un infierno a tu amado. Si lo daño a él, será peor para ti. —Pensó que su hijo seguiría adelante pese a todo. Pero se sorprendió, por primera vez, de las agallas de su hijo.
Lenin se postró ante a su madre, colocó su mano en el pecho, imitando a los guardias cuando le juraban lealtad a la Reina. Y suspiró antes de hablar. Ágata lo miró en silencio.
—Juro... juro, por mi vida, jamás traicionar a la Reina. Haré lo que diga, cuando lo quiera y como lo quiera —citó con dureza. Su voz tembló, pero estaba determinado a hacer todo lo que fuera para salvar a Jerome y si tenía que perder su libertad, lo haría—. Solo, te lo ruego, no le hagas daño a Jerome ni a sus allegados —suplicó, mirándola fijamente.
Ágata, al comienzo, no entendió, pero luego logró hacerlo. Eso era lo que buscaba en Lenin, su completo manejo a su disposición. No pensó que lograría monopolizarlo gracias a un mocoso. Ella sonrió con altanería, satisfecha por cómo salieron las cosas. Todo lo que tramaba Briand se despedazó en un solo segundo con el juramento de Lenin. Estaba hecho y no había marcha atrás.
—Esto fue siempre tan sencillo. Me gusta —masculló la Reina y acarició la cabeza de Lenin—. Escúchame, hijo, acaba con esa relación y, te prometo, que nada pasará. Solo te moverás a las casillas que yo elija porque debes darlo todo por tu Reina.
—Sí, madre —aceptó Ethan y se puso de pie antes de marcharse de la casa. Su destino: la casa de la familia Briand.
Tienes que darlo todo por él.
Jerome se quedó observando la vista desde su balcón, incluso cuando la lluvia empezó, él se quedó de pie frente al enorme ventanal. Amaba el aroma que dejaba la lluvia luego de regar la tierra. Era un deleite para él.
Casi era media noche y tenía que irse a dormir, pero no pudo. La belleza del jardín bañándose en la fresca lluvia le impedían quitar la vista del ventanal. Y, de repente, quiso completar el escenario y buscó la cajita de música que le regaló Lenin. Le dio cuerda y volvió a sentarse en el balcón, junto a la bonita imagen. Las pequeñas personitas se movían en el paisaje nevado de la cajita musical y él admiraba cada detalle.
Sin embargo, un coche negro se estacionó en el umbral de su casa. Era el Príncipe, quien bajó y se dirigió hacia la puerta. Se emocionó, aunque le pareció extraño. Rápidamente, se levantó y quiso salir corriendo para ver a Ethan, pero él ya había llegado hasta su habitación. Su padre lo dejó entrar.
—Lenin, ¿qué haces aquí? —preguntó el Duque, corriendo para abrazar al rubio, quien le correspondió. Jerome notó algo extraño, pero se preocupó porque Lenin estaba empapado—. Deja que te preste algo para que te seques —habló y se despegó de él para correr hacia su closet.
—Lo siento mucho, Jerome. Y-yo no quería que esto pasara —susurró Ethan y el Duque lo escuchó, pero no logró entenderle—. Lo siento tanto...
La mirada triste y desorientada de Lenin preocupó exageradamente a Jerome y este volvió hacia él. Lo observó y le acarició el rostro, sus ojos estaban algo hinchados y tenía las mejillas coloradas. Algo había pasado.
—¿Qué sucede? —le preguntó y le dio un suave beso en los labios. Lenin estaba a punto de quebrarse frente al Duque, de decirle todo y arrepentirse de siquiera pensar en terminar con él—. Dime, no tienes que cargar con todo tú solo.
—Y-yo... Jerome, tú y yo no debemos terminar —murmuró Lenin y, para infortunio de Jerome, lo escuchó.
—No hagas bromas así, Lenin —reprendió Lenin con una sonrisa algo nerviosa. Realmente no quería aceptarlo. Lenin levantó la cabeza y, llorando, tomó a Jerome de los brazos.
—¡Terminamos! E-estoy acabando con esto de una vez por todas —gritó Lenin y zarandeó a Jerome mientras apretaba su agarre en él. El Duque torció su boca en una mueca de dolor.
—¡Suéltame! E-estás lastimándome —murmuró Jerome. Sus ojos mostraban dolor y decepción. Podía entenderlo. Lenin lo entendía.
Sus manos temblaron ante las palabras de Jerome. Encima, el Duque empezó a temblar mientras sus ojos se cristalizaban.
—Y-yo lo siento, no quería-
—Olvídalo. Solo lárgate —ordenó Jerome mientras frotaba sus antebrazos. Le dolían, sí, pero su corazón estaba destrozado. Quería llorar, pero no lo haría delante de Lenin.
¿Para qué fue todo? No me hagas esto ahora, por favor. Di que es broma, una maldita mentira.
Aunque Jerome consideró la posibilidad de que Ethan fuese amenazado por su madre y, luego, estuviera asustado, nunca creyó que terminarían. Eso jamás se le pasó por la mente. Estaba seguro de que Lenin estaría con él para afrontar cualquier situación. En serio lo consideró y se equivocó.
Lenin quiso abrazar a Jerome, decirle que todo era mentira. Besarlo y acariciar su rostro lleno de lágrimas, pero no pudo. No con las palabras de su madre dándole vueltas en la cabeza.
—¡Lárgate! —gritó Jerome—. Ya vete...
Lenin asintió y salió sin más del lugar. Y, mientras se marchaba, no pudo evitar escuchar la melodía de la cajita de música. Se mezclaba con la lluvia, pero resonaba fuertemente. Ese pudo ser el detonante, pero no lo fue.
Jerome se quedó solo y lloró. Se aferró a lacajita musical mientras sus lágrimas la empapaban y su llanto no dejaba que seescuchara la música. La lluvia incluso era débil ante el desgarrador llanto delDuque.
Soy llantos, we dkwefikmakd. Ahora solo me queda el epílogo. Nomesientobienayuda.
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