i. A new life in arcadia
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Capítulo uno| Una vida nueva en Arcadia
No podía cuestionar las decisiones de mi madre; la idea de mudarnos había sido su intento de escapar de lo que habíamos dejado atrás en Londres. Yo no quería cambiar de hogar, pero mi madre nunca tomaba en cuenta mis opiniones; simplemente hacía lo que le parecía mejor.
Esperaba con ansias llegar a nuestro nuevo hogar en Arcadia. Por un tiempo viviríamos en la casa de mi abuela, quien había fallecido hace algún tiempo. Mientras observaba los árboles pasar a través de la ventana, mis ojos, casi por instinto, se dirigieron a mis manos. El divorcio de mis padres no fue lo único que nos hizo cambiar de aires.
Habían pasado casi dos semanas desde el incendio que nos obligó a marcharnos. Todo quedó destruido, y mi madre sufrió quemaduras graves en los brazos.
Todo fue por mi culpa.
Aquel día había tenido una acalorada discusión con mi madre, una disputa tan intensa que me impidió dormir esa noche. La rabia que me consumía era insoportable y, de alguna manera inexplicable, terminé provocando aquel incendio. Lo único que resonaba en mis oídos eran los gritos desesperados de mi madre mientras yo intentaba, inútilmente, apagar las llamas.
No sabía cómo había llegado a esa situación, pero el miedo me mantenía en silencio. Cada vez que la ira comenzaba a surgir, intentaba respirar profundamente y concentrarme en controlar mis emociones. Mi madre y yo pasamos un breve período en la casa de una de sus amigas. Mientras tanto, yo, dominada por el temor, pasaba las noches en un almacén abandonado que se encontraba cerca de nuestro antiguo hogar.
Ya estábamos a punto de llegar. Me coloqué los audífonos y tomé uno de los muchos libros que solía coleccionar. Algunos eran de romance, otros de ficción y misterio, pero había uno que capturaba especialmente mi atención: un libro de cuentos de hadas lleno de historias imaginativas. Relataba aventuras de hadas, brujas, trolls, gnomos y esos personajes mágicos que tus padres solían contarte antes de dormir.
Mi abuela me lo regaló en mi sexto cumpleaños. Recuerdo que lo envolvió con un papel brillante y lo ató con un lazo dorado. Al abrirlo, mis ojos se iluminaron al ver las ilustraciones vibrantes que cobraban vida en cada página. Desde ese día, el libro se convirtió en mi tesoro más preciado.
Pasaba horas sumergida en sus historias, viajando a mundos donde la magia era real y los sueños podían hacerse realidad. Cada relato me invitaba a soñar, a creer en lo imposible y a imaginar aventuras junto a valientes héroes y criaturas fantásticas. A menudo, le pedía a mi abuela que me leyera algunos cuentos antes de dormir, y su voz suave me transportaba a esos reinos lejanos, llenos de maravillas y misterios.
Con el tiempo, ese libro no solo se convirtió en una fuente de entretenimiento, sino también en un refugio donde podía escapar de la realidad y encontrar consuelo en sus páginas.
—Hemos llegado, Bridget —anunció Rafaella mientras estacionaba el auto frente a la antigua casa de mi abuela.
Era tal y como lo recordaba. La fachada desgastada por el tiempo, con sus paredes de color pastel y las ventanas enmarcadas en blanco, evocaba una mezcla de nostalgia y calidez. Los árboles en el jardín estaban más altos, pero las flores seguían floreciendo en los mismos lugares.
Al salir del auto, una ráfaga de recuerdos me envolvió. Recordaba las risas compartidas en el porche, las historias que mi abuela contaba en las noches de verano, y el aroma a galletas recién horneadas que siempre llenaba la casa.
—¿Lista para entrar? —preguntó Rafaella, sacándome de mis pensamientos.
Asentí, a medida que nos acercábamos a la puerta, mi corazón latía con fuerza. Este lugar guardaba secretos y memorias que habían moldeado mi infancia, y ahora, estaba a punto de revivirlos
—Tal vez podríamos empezar arreglando el jardín. A tu abuela le encantaba tener flores aquí—comentó, tratando de aligerar el ambiente
Yo solo asentí mirando el césped descuidado y las enredaderas que cubrían partes de la casa. Mientras Rafaella abría la puerta y entrabamos, el interior también reflejaba el paso del tiempo: muebles cubiertos con sábanas blancas, polvo acumulado en cada esquina, y un aire pesado que hablaba de años sin una sola risa o palabra
—Necesitará algo de trabajo, pero podemos hacerlo acogedor otra vez.
—Voy a buscar mi cuarto —dijo en voz baja y antes de que la dejara responder, ya estaba subiendo las escaleras de dos en dos
Las escaleras crujieron bajo mi peso, apenas me detuve para mirar el pasillo largo y oscuro que se abría ante mi. Recordaba vagamente haber jugado allí de niña, corriendo por esos mismos pasillos
Empuje una puerta al azar, con la esperanza de encontrar la habitación que solía ser mía. Cuando la puerta se abrió, lo que encontré fue una pequeña habitación con paredes cubiertas de papel tapiz floral y una ventana que daba a la calle principal
Dejé caer mi mochila al suelo y me acerqué a la ventana recostándome en el barandal que había, observé el camión de mudanza estacionarse atrás del auto de mi madre y a lo lejos observé a dos chicos mirando el camión confundidos
¿Quiénes eran?.
—¿Todo bien?.
Yo me giré y asentí, aunque no estaba segura de si lo que decía era en serio
—Sí... es diferente, pero está bien—dije, recogiendo mi mochila del suelo
—Tómate tu tiempo. Sé que no es fácil—Rafaella soltó un suspiro—Pero podemos hacer que este lugar sea nuestro de nuevo, al menos por un tiempo. Ah, casi lo olvido —dijo de repente, cambiando de tema—Mañana vamos a ver tu nueva escuela. Quiero que empieces cuanto antes, para que puedas adaptarte.
Yo me tensé ligeramente al escuchar esas palabras. No había pensado mucho en la escuela, pero ahora que lo mencionaba, la ansiedad comencé a alterarme
—¿Mañana?—pregunte, intentando no sonar demasiado preocupada—¿Tan pronto?.
—¿Creías que ibas a tener vacaciones?—me devolvió la pregunta con una sonrisa divertida—Bueno estas equivocada cariño—canturreó saliendo del cuarto
La mire salir y me dejé caer en la cama.
—Vacaciones... claro —murmure para sí misma, fijando la vista en el techo antiguo
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
El sol se colaba a través de las cortinas mal cerradas, y Bridget, aún medio dormida, se revolvió en la cama, tirando de las sábanas para cubrirse la cabeza e intentaba desesperadamente aferrarse a los últimos minutos de sueño.
El grito de su madre desde abajo rompió el silencio de la mañana.
—¡Bridget, se te hará tarde el primer día de escuela!.
La susodicha gruñó por lo bajo, asomando apenas la cabeza de entre las sábanas para mirar el reloj en su mesita de noche. Estaba más tarde de lo que pensaba.
—¡Ya voy! —respondió con voz ronca, aunque sin moverse de inmediato.
Se quedó unos segundos más en la cama, otra escuela, otras personas, otro lugar donde encajar. ¿Por qué tendría que ser diferente esta vez? Se tapó los ojos con el brazo, suspirando pesadamente.
Finalmente, se levantó y descalza, cruzó la habitación y se acercó al armario. No había tenido tiempo de desempacar todo, así que tomó lo primero que encontró: unos jeans y una camiseta que ni siquiera se molestó en mirar bien. La imagen que daría ese día le importaba poco.
Bajó las escaleras rápidamente con su mochila colgando de un solo hombro, mientras su madre, ya en la cocina, servía café.
—Pensé que tendrías más energía hoy—comentó su madre, levantando una ceja mirándola—¿Estás lista?.
Bridget le lanzó una mirada rápida acercándose al mostrador a recoger una tostada que su madre había dejado para ella.
—Sí, estoy lista —murmuró.
—Tranquila, cariño, sé que es difícil —dijo su madre con un tono más suave, como si pudiera leer sus pensamientos—Pero solo es el primer día. Dale una oportunidad.
—Lo intentaré —dijo forzando una sonrisa.
Ambas salieron de la casa, y Bridget, sin perder tiempo, se apresuró a subirse al auto. Apenas se sentó en el asiento del copiloto, se colocó los auriculares, y mientras su madre ajustaba el espejo retrovisor y arrancaba el motor, la chica desvió la mirada hacia la ventana.
Fue entonces cuando los vio de nuevo: los dos chicos que habían estado cerca de su casa el día anterior, Uno de ellos, un muchacho alto con el cabello despeinado y de un color azabache, levantó la mirada y pareció notar que ella los estaba observando. Bridget rápidamente desvió la vista, fingiendo estar interesada en su reflejo en la ventana.
¿Quiénes son? pensó, mientras el auto aceleraba y los dejaba atrás.
—¿Todo bien? —preguntó Rafaella, notando la distracción en el rostro de su hija.
—Sí —respondió automáticamente, sin apartar la vista del camino—Solo... no sé, nada importante.
Su madre le lanzó una mirada de reojo pero no insistió. Bridget agradeció ese pequeño gesto; lo último que necesitaba era una conversación incómoda sobre los chicos misteriosos que había visto.
Al llegar a la escuela, la pelirroja se quitó los auriculares y miró el edificio frente a ella. Su madre le sonrió, intentando darle ánimos.
—Vas a estar bien, Bridget. Solo recuerda que esto es un nuevo comienzo.
—Claro —susurró, más para sí misma que para su madre, mientras bajaba del auto. Ajustó el agarre de su mochila, apretándolo con fuerza como si así pudiera contener el nudo en su estómago.
Mientras caminaba hacia la entrada de la escuela, sus ojos recorrieron el patio casi vacío, la mayoría de los alumnos parecían estar demasiado ocupados con sus propios asuntos como para prestarle atención, y eso para Bridget era una señal de alivio.
Entró al edificio, y miró a su alrededor, buscando alguna señal que le indicara a dónde debía ir. El mapa que le habían dado estaba doblado en el bolsillo de su chaqueta, pero no se molestó en sacarlo.
Se mordió el labio, mirando de un lado a otro. Finalmente, encontró su casillero, el número "128", y comenzó a girar la combinación con manos temblorosas. Justo cuando abrió la puerta del casillero, escuchó un murmullo a su derecha.
—Es la chica nueva, ¿verdad? —Una voz baja, susurrante, perteneciente a una chica que pasaba junto a un grupo de chicas—Que lindo cabello.
—¿Viste sus ojos?. ¡Que envidia!.
—Apuesto que es igual de creída que Mary Wang.
—¿Pero que está haciendo aquí?. ¿Es de la otra escuela rival?.
—¡Quiero tener ese cabello!.
Bridget fingió no escucharlo, centrando toda su atención en organizar las pocas cosas que había traído.
Perfecto, ya empiezan los chismes.
Aunque por ahora no le importaba demasiado. Si la dejaban en paz, mejor. Sin embargo, al cerrar su casillero, un fuerte quejido interrumpió su tranquilidad.
—¡Ay, lo siento, lo siento! —gritó Bridget, alterada al ver que había aplastado la mano de un chico robusto y castaño con la puerta del casillero.
—¡No quiero perder la mano!—exclamó el chico con dramatismo, removiéndose de dolor y fingiendo desmayarse, cayendo exageradamente hacia un lado.
—Ay, mi primer día y ya maté a alguien —murmuró Bridget, llevándose una mano a la frente en frustración.
—Tranquila, solo está exagerando —la tranquilizó un chico de cabello azabache que estaba junto al "herido", dándole un ligero golpe en el hombro al dramático, quien al instante reaccionó, sobándose la mano como si nada.
—Lamento lo de tu mano —se disculpó Bridget, claramente avergonzada, mientras cerraba con cuidado el casillero esta vez.
—Nah, descuida, he sufrido golpes peores —le restó importancia el chico robusto, soltando una risa nerviosa—Tobías Domzalski, pero mis amigos me llaman Toby —se presentó con una sonrisa, extendiéndole la mano—Y él es mi mejor amigo, Jim.
—Bridget... Bridget Amber Hart —aceptó la mano de Toby con un apretón, encogiéndose de hombros.
—¿Eres la nueva que se mudó a la casa embru...? —Jim se interrumpió rápidamente, corregido por una rápida mirada de Toby—Quiero decir, ¿la casa de la señora Hart?.
—Sí, mi abuela... Y no, no está embrujada—negó con una leve sonrisa, apretando los labios. Aunque ya había escuchado rumores extraños sobre la casa.
Jim soltó una risa nerviosa, aliviado de que no se ofendiera.
—Lo siento, es que esa casa tiene... cierta reputación por aquí. Ya sabes, rumores de pueblo —añadió claramente tratando de quitarle importancia al asunto.
—Lo entiendo, y créanme, ya me acostumbré a las historias raras —comentó Bridget encogiéndose de hombros—Aunque, para ser honesta, todavía no he explorado mucho la casa. Nos mudamos hace poco.
—¿No has explorado? —Toby arqueó una ceja, curioso—. ¿Te refieres a... ciertos lugares en particular?.
—¿Ciertos lugares? —Bridget lo miró con confusión.
—Ignóralo, está delirando —dijo de inmediato Jim, mirando a su amigo con una advertencia. Luego se volvió hacia Bridget con una sonrisa de lado—¿Quieres que te ayudemos con tus clases?.
—Ouh, bueno, la verdad es que no conozco a ninguno de estos profesores —respondió la pelirroja, mostrando su hoja de clases con una mueca de desánimo.
—Buena elección —comenzó el azabache, señalando cada nombre en la hoja—La señorita Janeth nos enseña álgebra, y el entrenador Lawrence se encarga de educación física y, a veces, de química y otras materias.
—Y no te olvides del señor Uhl—interrumpió Toby, haciendo una mueca como si le diera miedo—Nos enseña español, y créeme, Bridget, es la clase del terror—canturreó, imitando a un fantasma. Bridget soltó una risa al verlo—También está la señorita Faradonga, que enseña Historia del Arte —añadió—Es genial, pero a veces se pone un poco intensa con las críticas.
—Y finalmente, el profesor Strickler —dijo Jim—Él se encarga de historia. De hecho, tu clase con él comenzó hace diez minutos —dijo divertido, observando cómo la expresión de la chica cambiaba de sorpresa a preocupación.
—¿Qué? ¡No puede ser!—exclamó alarmada.
—Tranquila, también tengo clases con él. Puedo llevarte—ofreció el de chaqueta azul—Y luego Toby te llevará con el entrenador Lawrence.
Bridget soltó un suspiro de alivio mientras guardaba la hoja de clases en su mochila.
—Les debo una—dijo, agradecida, con una sonrisa que apenas podía ocultar su nerviosismo.
—Con unos tacos Maximus estaría bien—dijo Toby, sus ojos iluminándose al imaginar la comida.
—Y ahí lo perdimos—intervino Jim, sacudiendo la cabeza con una sonrisa—Vamos—me hizo una seña para que lo siguiera.
Bridget acomodó su mochila mientras lo seguía por los pasillos, observando la escuela e intentando memorizar el camino. El silencio entre ambos comenzó a hacerse algo incómodo hasta que Jim decidió romperlo.
—No sabía que la señora Hart tenía una nieta —comentó, con curiosidad mientras miraba de reojo a Bridget.
Ella se encogió de hombros, tratando de parecer despreocupada.
—Solía visitarla cuando era niña. Pasaba los fines de semana con ella —respondió, sin darle demasiada importancia.
—¿Te gustaba venir aquí? —preguntó, claramente interesado en conocer más sobre ella.
—Sí, supongo. Mi abuela era... especial. Siempre me hablaba de las historias del pueblo, decía que este lugar tenía algo mágico —se rió un poco, como si aquello fuera una locura—. A veces parecía que realmente lo creía.
—No es tan raro, ¿sabes? A veces los pueblos pequeños tienen esas historias. Le da carácter, supongo —comentó, haciendo una pausa antes de añadir—Aunque, siendo sincero, siempre pensé que esa casa daba un poco de miedo.
Bridget levantó una ceja y lo miró divertida.
—¿En serio? —preguntó, burlándose un poco—No creo que sea tan aterradora. Bueno, tal vez cuando está oscura y los ruidos comienzan... —hizo una pausa dramática, disfrutando de cómo Jim la miraba con un poco de nerviosismo.
—Eso suena como la trama de una película de terror —bromeó—La nueva chica que se muda a la vieja casa misteriosa. ¿Quién sabe lo que podría pasar?.
Bridget se rió, pero luego se encogió de hombros otra vez.
—No me importaría si pasara algo emocionante. Al menos sería más interesante que empezar en una escuela nueva sin conocer a nadie.
—Bueno, ya conoces a Toby y a mí—dijo con una sonrisa—No somos tan malos. Y si te gustan las historias de terror, te aseguramos que este lugar tiene algunas leyendas interesantes.
—¿Leyendas? ¿Como qué? —preguntó, claramente curiosa.
—Bueno, digamos que no todos los rumores que escuches sobre este lugar son solo rumores. Pero no quiero asustarte en tu primer día —añadió, guiñándole un ojo.
—Suena como que me estás retando a descubrirlo por mí misma —dijo, alzando una ceja.
Jim se encogió de hombros.
—Quizás. ¿Te gustan los desafíos?.
—Depende del desafío—respondió, mientras llegaban al aula donde se suponía que ella tenía su primera clase.
—Aquí es. Si sobrevives al profesor Strickler, tal vez te cuente más sobre esas leyendas.
Bridget rió suavemente mientras entraba al aula, algo más cómoda sabiendo que, al menos, no estaría sola en esta nueva etapa.
Quizás, después de todo, este lugar tendría más cosas que ofrecer de lo que imaginaba.
Editado
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