𝐄𝐩í𝐥𝐨𝐠𝐨
—Niño —saludó Clarisse al ver a su sobrino.
—Tía Rise —correspondió el chico dejando un beso en la frente de la castaña y la rubia a su lado —. Tía Annie.
—Hola, cariño —dijo la rubia.
Thalia llegó al encuentro del joven.
—Conrad.
—Tía Lia.
La mirada del joven se posó en la rubia y la castaña, sin duda alguna el pensar en que ahora eran inmortales le causaba felicidad. Su tía Clarisse salió un tiempo con su tío Apolo, pero estos no continuaron juntos por causas de la vida; sin embargo, la atracción entre ambos seguía presente. Por otro lado, su tía Annabeth aún mantenía una relación con Eros, pero muchas veces estos peleaban y se separaban por largo tiempo en los que ambos hacían notar que estaban separados, su tío muchas veces solía tener mestizos y su tía salía con hombres en el mundo mortal.
Annabeth había tomado la inmortalidad muchos años después que sus amigos, ella se había convertido en arquitecta y hacía grandes edificaciones como lo era el templo-museo de la diosa desterrada. La rubia no dudó en construir un ligar donde la historia de su mejor amiga no quedara en el olvido, todo el mundo conocía sobre la diosa desterrada, luego diosa de la persuasión y la victoria, que se enamoró de un mestizo y lo volvió su esposo e incluso un dios. Se hablaba de su amor tan puro y eterno hasta del pequeño hijo de ambos, que era conocido como el heredero del Olimpo, digno hijo de la reina de los dioses.
—¿Pasó algo en el viaje del tío Tyson?
—No, Connie, tu madre ha vuelto a pelear con Zeus —comenzó Annie.
—Mi padre no quiere que te involucres tanto tiempo con los mestizos —continuó Thalia.
—Quiere que pases más tiempo con ellos —exclamó Clarisse.
El castaño bufó.
—Paso tiempo con ellos, paso tiempo con tío Dionisio.
—Sabes a lo que se refieren —dijo Grover.
—Hazlo por tu madre, pasa más tiempo con ellos en el Olimpo y así se calmarán las cosas —pidió Luke.
—Está bien —aceptó el joven, no había nada que el no hiciera por su amada madre.
La tierra comenzó a moverse frenéticamente y unos monstruos de enorme tamaño se acercaban al campamento. Dionisio, Quirón y los demás mestizos aparecieron listos para luchar. Los monstruos lucharon contra la barrera hasta que en un momento esta falló y pudieron cruzar.
—Al ataque —gritó Clarisse a los mestizos.
Cuando Conrad se acercó dispuesto a luchar, fue detenido por Dionisio.
—Tú no irás, niño.
—¿Por qué? —preguntó tratando de soltarse —. No es justo, tengo que ayudar a mis hermanos.
—Si te lastimas, tu madre cortará mi cabeza.
Los mestizos luchaban, pero los monstruos eran difíciles de vencer.
—Suéltame —ordenó Lynette a Zeus, quien se negaba a dejarla bajar al campamento.
—No.
—Mis hijos están en peligro y ni tú ni nadie me detendrá —espetó soltándose cuando su esposo empujó al dios en defensa de su esposa.
Ambos dioses se tomaron de las manos y se dirigieron al campamento.
—¡Stevie! —gritó Taylor al ver al niño ser arrojado por una de las bestias.
La rubia corrió hasta el menor lista para verificar su estado y curar sus heridas.
—¡No! —espetó Conrad al ver a uno de los monstruos acercarse a ambos mestizos.
Sin medir su fuerza, el joven se soltó del agarre de Dionisio y en un rápido movimiento se encontró frente a ambos semidioses, listo para luchar por ellos, listo para protegerlos. Una luz cegadora hizo que los monstruos salieran impulsados por todos lados, en el campo de batalla la imagen de la diosa Lynette y el dios Percy se hizo presente.
—Todos atrás —ordenó el hombre usando su poderes para crear una gran barrera de agua que reunía a los monstruos y a ambos dioses en un solo lugar, lejos de los mestizos.
Lynette arremetía contra ellos con gran coraje, sus movimientos eran precisos y su fuerza brutal. Percy no perdía la oportunidad de atacar a algunos de ellos para ayudar a su amada. La diosa se elevó por los aires y en un rápido movimiento hizo que todas las bestias se quedaran inmóviles para luego ser desvanecidos uno a uno con su poder.
—¿Estás bien, amor? —preguntó Percy al tener a su esposa en brazos una vez que esta descendió.
—Sí, pecesito —respondió para luego ser besada dulcemente por su esposo.
El amor de ambos era la aspiración de cualquiera, los años podrían pasar y ellos se amarían como en el primer día, nunca engañarían al otro y sobre todo siempre se protegerían. Ellos eran el ideal del amor.
—Gracias —dijo la rubia al dios cuando este la ayudó a ponerse de pie junto al niño.
—¿Todo bien? —cuestionó acariciando el cabello de la rubia y luego del menor.
Ambos asintieron.
—Ve —exclamó Taylor al ver al chico mirar a sus padres, ser rodeados por los mestizos felices de verlos.
Los mestizos amaban a ambos dioses, después de todo ellos eran Lynette Jackson-Roberts, hija de Ares y Afrodita, hermana legítima de Eros, la diosa desterrada, terror y destructora de Cronos, la adoración de los dioses, diosa de la persuasión y la victoria, reina de los dioses, joya de los mestizos y Percy Jackson, hijo de Poseidón, dios de la lealtad y valentía, ellos eran los protectores de los semidioses, los amantes eternos, padres de los media sangre.
—Papá —exclamó el castaño abrazando a su padre alegremente. Él era su héroe.
—Campeón —respondió Percy sin perder la oportunidad de abrazar a su pequeño con una sonrisa.
Lynette era abrazada por los mestizos.
—Mamá —saludó ahora a su progenitora tomando sus manos para depositar un beso en ellas y abrazarla. Sin duda ella era perfecta ante los ojos de su hijo.
La diosa abrazó a su niño entre sus brazos, acariciando su espalda suavemente mientras él dejaba un beso en su frente.
—¿Estas herido? —preguntó.
—No, mamá.
—Vamos, deben de curarse —anunció la diosa a los demás —. Los heridos vayan a enfermería, iré a su ayuda en unos segundos.
Todos asintieron y acataron la orden de la joya de los mestizos.
Lynette alzó la barrera nuevamente y la reforzó, no quería que sus niños volvieran a estar en peligro.
—Ahora estarán a salvo —anunció siendo abrazada por su esposo.
—Lo estarán, mi amada Lynette —dijo para luego besarla.
Conrad miraba a sus padres a lo lejos sonriente, ellos siempre se amarían.
Ambos dioses tenían una gran familia ahora, puede que todos los mestizos no fueran suyos, pero eran sus hijos. Ellos los amaban y al fin podían tener todo lo que anhelaban, una familia feliz. Día a día se amaban y lo seguirían haciendo, así como amarían a sus hijos y a los que vengan durante la eternidad, porque no hay que olvidar que el amor de ambos dioses era el más puro de todos, pero sobre todo nunca pasen por alto que su amor será algo eterno.
FIN
¡Hola, corazones! Este que el final de Everalsting, estoy un poco triste de tener que dejar ir esta historia porque luego de mucho tiempo les he agarrado mucho cariño a Lynette y Percy. El solo pensar que la idea para esta historia se me ocurrió mientras lavaba los platos y escuchaba música, me hace pensar que decidir escribirla fue una buena decisión. Gracias a cada uno de ustedes que decidió apoyarme en esta aventura y se quedaron, apoyaron con votos y comentarios en cada capítulo, sin ustedes nada de esto hubiera podido ser posible. Lynette y Percy han llegado a su final feliz, pero siempre los recordaré con gran alegría y espero que ustedes también lo hagan. La idea de una historia sobre Conrad apareció en mi mente y solo hace que me pregunte.
¿Leerían una corta historia sobre el pequeño hijo de nuestros queridos dioses?
Una vez más, gracias por su apoyo. Nos leemos en otra historia si me dan la oportunidad de mostrarles mis demás historias.
Con mucho amor,
Ivy.
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