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Capítulo VI

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Dolor....
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El sonido de la lluvia cayendo acompañaba las lágrimas silenciosas de todos los presentes. El cementerio estaba envuelto en un aire de melancolía, con el cielo gris y las nubes llorando junto con ellos. Frente a una lápida vacía, símbolo del sacrificio de Jardred, se reunieron para despedirse de alguien que había significado tanto en sus vidas.

Awita se encontraba al frente, con el rostro pálido y los ojos enrojecidos por el llanto. El vestido negro que llevaba, elegido en memoria de los momentos felices que compartió con Jardred, ondeaba ligeramente con el viento. Andrea, a su lado, intentaba sostenerlo con delicadeza, mientras Elo cargaba a Aurora, envuelta en una pequeña manta negra. La bebé, como si entendiera la gravedad del momento, permanecía en silencio.

Clemente fue el primero en acercarse a la lápida, dejando un pequeño invento suyo, una flor metálica que brillaba suavemente incluso bajo la lluvia.

-Siempre fuiste más que un amigo para nosotros... Eras un loco, pero uno que siempre protegía a los suyos -dijo con la voz temblorosa antes de retroceder.

Turbo no pudo contener las lágrimas mientras colocaba una pequeña tarta sobre la lápida.

-Te extraño... mucho. Sé que estás en un lugar mejor, pero duele... -murmuró, dejando que Elo lo abrazara para consolarlo.

Deep, en su silencio habitual, simplemente dejó una carta, escrita con cuidado, donde plasmaba todo lo que no podía decir en voz alta.

Finalmente, fue el turno de Awita. Con pasos temblorosos, se acercó a la lápida, sus manos apretando una flor que había traído consigo.

-Jardred... -su voz era apenas un susurro-. Dijiste que regresarías... Que estaríamos juntos... Que conocerías a Aurora. -Su voz se quebró, y las lágrimas comenzaron a caer de nuevo-. Pero sé que hiciste lo que siempre haces: proteger a los demás, incluso si eso significaba dejarme aquí.

Se arrodilló frente a la lápida, sintiendo la lluvia mezclarse con sus lágrimas.

-Te amo, Jardred. Siempre te amaré. Y prometo que Aurora sabrá quién eras, lo increíble que eras. Le contaré todo, desde tus locuras con la TNT hasta cómo me mirabas como si fuera lo único que importaba en el mundo.

Elo se acercó con Aurora, colocándola suavemente en los brazos de Awita. La bebé abrió los ojos, mirando el rostro lleno de dolor de su madre. Awita la acunó con cuidado, su mirada fija en la lápida.

-Esta es Aurora, Jardred. Nuestra hija. Espero que desde donde estés la veas... porque yo veo tanto de ti en ella.

Todos los presentes guardaron un respetuoso silencio, dejando que el sonido de la lluvia llenara el espacio. Aunque Jardred ya no estaba físicamente, su espíritu parecía estar presente, acompañándolos en ese momento tan desgarrador.

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