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🐺CAPÍTULO TREINTA🐺

Los siguientes días transcurrieron entre mimos, acomodos de cajas esparcidas, franeleos a escondidas y  besos robados a hurtadillas a mi Alfa. Lejos del alcance del enano gruñón, porque "¡Que papelón!" Diría con su frente arrugada.

"Demasiada maña tiene mi ahijado para mi total agrado" dijo Jin el otro día. Y en una de esas puede que tenga razón, pero... Es que es mi peque regalón y uno de los milagros que le dió más luz a mi vida. Así que nada me puede importar más que darle amor en demasía aunque eso se transforme en exceso de mañas para algunos.

Mis días de holgazanear en el nuevo hogar van llegando a su final, porque debo regresar al trabajo dentro de un par de días. Un estudio de grabación con lo último de la tecnología me espera y a decir verdad, no puedo ocultar mi avasallante emoción aunque un deje de tristeza me recorra a lo largo de mi columna vertebral. Es que me da pena tener que dejar a la princesa, tan pequeñita, tan indefensa... Pero con este asunto de que mi Alfa está sin sustento, no puedo ni siquiera pensar en darme el lujo de no regresar a laborar.

—¿Api? ¿Me ayudas con la tarea? — anuncia mi peque entrando en la cocina con su ceño ya fruncido de antemano.

—¿Sabes que te convertirás en un lobo añejo antes de tiempo si sigues frunciendo el ceño peque? —le cuestiono a lo que solo recibo refunfuños como moneda de cambio, mientras coloco la preparación de la mezcla de un bizcochuelo para la merienda adentro del horno.

Nos situamos sobre el desayunador con sus útiles desparramados. La adaptación a la nueva escuela no ha resultado nada fácil para él. Al cabo de unos cuantos minutos dice mi pequeño "Demasiados cálculos matemáticos y demasiada tarea para mi agrado" a lo que solo revolví si cabellera para darle algo de aliento.

—¡Buenas mis amores! —nos sorprende el ingreso de mi Alfa a la cocina, cargando la pequeña dormida en brazos y con un par de bolsas al otro lado.

—¡Amor! ¡Me hubieras dicho que necesitabas comprar e iba contigo o me quedaba con la cachorra! —le digo estirando los brazos para recibir a mi pequeña adormilada.

—Te la entrego con todo mi amor cariño —me dice mi Alfa mientras me otorga un efímero beso y recibo en brazos a una maloliente criatura que pareciera que se pudrió en vida.

—¿Pero cómo puede estar dormida con semejante regalo? —susurro hacia su padre que eleva sus hombros restándole importancia.

—¿Pero qué rayos es ese aroma api? —comenta mi peque gruñón haciendo ademanes con sus manos por encima de sus útiles. "Si supieras que tú te podrías aún peor". Se jacta mi cabeza mientras sonrío.

—¡Con razón la largaste rápido lobito! —confieso. Y levantándome junto a mi princesa para proceder a cambiarla, le digo: —Ayuda al peque con las cuentas, que en eso, tú eres el más inteligente de la casa.

Me alejo por el pasillo en dirección a la habitación de los pequeños. Estamos remodelando un reducido espacio al costado de nuestra pieza para luego separarlos, mientras sea pequeña con ese espacio alcanzará más que suficiente.

La apoyo jugueteando con sus manitas ya que ha despertado algo risueña, ni que fuera para reírse reposar con semejante aroma. Y luego se me cruza en mi cabeza que más de una vez mi esencia habrá apestado a más de uno y entonces le digo: —Digna hija de tu api princesa mía... Ni el mal olor te quita la sonrisa.

—En eso tienes razón, pero solo si lo dices por la belleza que se carga nuestra cachorra. Porque tu aroma, fue lo que me trajo hasta tu lado cariño —escucho la profunda y única voz de mi—Alfa a mis espaldas, provocándome un jadeo sin poder contenerlo.

—¡Por la madre Luna Alfa! ¡Qué me va a dar algo..!

—Mmm... Creo darme una idea de lo que te puede llegar a dar ¿O me equivoco? —emite sentándose en la cama mientras me alcanza el bolso de los pañales como si no conmocionó todo mi sistema con sus simples palabras.

Trato de mantener mi actitud despreocupada todo el tiempo con el fin de que no perciba mi creciente fluctuación aromática. Y buscando distraerme de cómo me siento, le suelto: —Deberías haber revisado tu sentido del olfato amor, antes de que fuera demasiado tarde.

Su inquietante determinación flaquea últimamente cualquier barrera por imponerme. Bueno, últimamente no, mejor dicho siempre...

—Estoy perfecto por donde me mires... —suelta como si no supiera que mis pupilas se dilatan ante la imágen mental que me recreo mientras mi lobo se retuerce provocando a su enlazado con gruñidos por lo bajo.

Entonces, trato de cambiar de tema para sobrellevar mi actitud sobre todo, y carraspeando pregunto: —¿Y las tareas del peque?

—Solo tuve que explicarle un pequeño paso en donde se le hacía el embrollo y luego dijo " Muy bien papi, ya vete, no te necesito, se qué quieres darle de besos de lengua al api".

Lo observo mientras limpio la suciedad de mi pequeña tratando de contener el aire lo más que puedo. Y luego de que su padre la revoque en fécula, colocándole yo el pañalito, le digo tomando valor para provocarlo sin que las malditas piernas me flaqueen.

—Y puedo deducir que tú peque no le erro demasiado por lo que veo...

—¿Qué comes qué adivinas? Aunque a decir verdad, más que ganas de besos, tengo necesidad de tenerte entre mis piernas... Solo si a tí te parece, mi bello Omega...

Esa maldita sonrisa ladeada con esa mirada penetrante me traspasa de lado a lado. Y solo me separa de perder mi maldita cordura aferrándose a su dureza como si fuera una necesitada paleta que saborear en constante adoración y con mi vida, que los niños están despiertos aún todavía.

Aunque creo que mi aroma me decreta. "Preparado para lo que venga..." debería decir mi remera como porra alentadora de mi situación.

—Y-yo... —emito en un susurro demasiado bajo para mi gusto.

En eso, suena el teléfono de mi Alfa sacándome de mi nube de afección por ese lomo que se carga. Porque les juro por el amor de mis hijos, que la  desgraciada retaguardia palpita como si vida propia le emanara.

—Salvado por la campana cariño, debo ir a cobrar mi liquidación. Sino, dormía a la pequeña y al enano lo ponía a jugar a los videos juegos de mi celular... Y te juro por mi vida, que te desarmaba la garganta... 

Murmura pegado al lóbulo de mi oreja, provocando mi total estremecimiento mientras percibo que quemo o algo se quema en su defecto, hasta que escucho a mi peque  gritar desde la cocina.

—¡¿Api?! ¿Es normal que salga tanto humo del horno?





























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